Capítulo XX

El corazón le dio un vuelco.

-¿Cuándo?

-Ahora.

-Llego en quince minutos.

Tardaría por lo menos media hora, pero no quería que ella cambiara de opinión.

-Muy bien, pues hasta entonces.

Atravesar el atasco del accidente le llevó cinco minutos; entonces condujo el Honda como si estuviera en el circuito de Le Mans y llegó a la casa al cabo de veintidós minutos de haber recibido la llamada. Entró por la puerta principal abierta y encontró a Laura de pie en medio del salón.

Llevaba una falda blanca ceñida y una blusa roja sin mangas con botones blancos en la parte delantera y unos tirantes anchos sobre los hombros. Estaba fantástica.

-Hola -dijo Griff.

-Hola.

-Cuando me has llamado estaba en la 114. Ha habido un accidente.

-No te he avisado con mucho tiempo.

Se quitó la chaqueta y la colgó del respaldo de la silla más próxima.

-¿Cómo te va?

-Bien. ¿Y a ti?

-Voy tirando. ¿Sigues tan ocupada con la compañía aérea?

-Siempre.

-Qué asco de calor.

-No recuerdo la última vez que llovió.

-Hace siglos…

Hasta entonces no habían dejado de mirarse a los ojos. Ella apartó la mirada. La desvió hacia la ventana, donde las persianas de lamas sólo dejaban pasar estrechas franjas de luz.

-Te he pedido que vinieras para decírtelo en persona.

Se le encogió el estómago.

-Estás embarazada.

Ella negó con la cabeza.

-¿No? -preguntó, para asegurarse.

-No.

-Pensaba que sería eso. Doblamos la probabilidad la última vez.

Le lanzó una mirada rápida y él volvió a apartarla.

-No estoy embarazada. Pero yo… nosotros, Foster y yo, hemos decidido probar la IA.

El encuentro con Rodarte, la reunión con los Vista, la llamada de ella, la conducción temeraria para llegar allí, verla, todo se había arremolinado en su cabeza. No la entendió. Sacudió la cabeza ligeramente.

-¿Cómo dices?

-Inseminación artificial.

-Ah. Claro. -Se le volvió a encoger el estómago-. En lugar de que nosotros…

-Sí.

-Ajá.

Se hizo una pausa considerablemente larga antes de que ella siguiera.

-Somos conscientes de que nuestra decisión te afectará económicamente.

-Ajá.

-Así que nos gustaría que siguieras siendo el donante. -Se humedeció los labios con nerviosismo-. Si tú quieres, claro. Si aceptas, y la inseminación sale bien, el pago acordado se mantendrá.

Le escudriñó la cara, pero ella evitaba mirarlo a los ojos. Al cabo de un momento, Griff se acercó al sofá, se sentó en el borde y dejó la mirada perdida mientras pensaba en el día de mierda que llevaba.

Laura debió de tomar su silencio por renuencia o indecisión. Le dijo:

-No hace falta que me respondas hoy. Puedes pensártelo. Tengo que pedir hora con el especialista. Seguro que primero me hacen pruebas. Me parece que tendré que tomar más hormonas. Así que puede pasar un tiempo hasta que te necesitemos. Semanas, tal vez.

Griff alzó los ojos para mirarla.

-Cuando tenga la intervención programada -continuó, con cierta prisa-, te llamaré y quedaremos para que yo vaya a recoger la muestra. Deberá ser del mismo día. Te avisaré con toda la antelación que pueda. Un día, quizá dos.

-Muy bien.

-Hasta entonces, si decides que no quieres… participar, te pagaremos quinientos mil de todas formas. Por las veces que… por las molestias.

-Qué generosos.

-Por supuesto, tanto si decides continuar como si decides romper el trato ahora mismo, no hace falta que te diga que espero que seas discreto, tal y como acordamos.

Había algo que Griff quería puntualizar.

-Entonces no quieres que nadie sepa… -dijo inclinando la cabeza hacia el dormitorio- lo que pasó ahí la última vez.

-Que nadie sepa nada, señor Burkett.

-No, claro que no, señora Speakman.

Laura se irguió y cogió el bolso de una butaca.

-Bueno, creo que eso es todo. Gracias por hacernos el favor.

-¿Qué favor? Ha sido un placer para mí.

Lo había pronunciado en un murmullo, pero lo suficientemente alto para que ella lo oyera.

Laura pasó por alto el comentario, y se acercó a la puerta.

-Debo irme. Tengo una reunión en media hora.

-Mentirosa.

Ella se dio media vuelta.

-No tienes ninguna reunión. Estás huyendo. -Griff se levantó del sofá y empezó a caminar hacia Laura-. Tienes miedo, no te fías de ti misma si te quedas aquí. ¿Le contaste a tu marido que la última vez te gustó?

-Lo que Foster y yo hablamos…

-¿Por eso ha cambiado de opinión sobre nuestro pequeño trato?

-No fue él. Fui yo.

Hasta entonces, el enfado de Griff había ido en aumento, pero aquello lo detuvo. Entonces había sido idea de ella, no de Speakman, no era una decisión tomada como pareja. Griff dijo lo primero que le vino a la cabeza, lo primero que quería saber:

-¿Por qué?

-No puedo… -Laura titubeó, luego comenzó de nuevo-: No puedo seguir contigo de esta manera, eso es todo. Acepté porque era lo que Foster quería. Y yo lo quiero a él. Quiero a mi marido.

-Muy bien.

-Es la única razón por la que acepté.

-Me ha quedado claro.

-Pero ya no puedo seguir contigo.

-Eso también lo he entendido. Y la verdad es que no hace falta que digas nada más. No me debes ninguna explicación.

Laura lo miró de un modo extraño y luego bajó la cabeza. Ninguno de los dos se movió. Griff notó el transcurso de los segundos mientras observaba las ondas que describía su pelo desde la coronilla. Al final dijo:

-¿Cuándo lo has decidido?

-La última vez que salimos de aquí decidí que no volvería. Pero no sabía cómo enfocarlo y no le comuniqué la decisión a Foster hasta hace dos semanas.

-¿Y por qué no me llamaste entonces para decírmelo?

-Decidimos esperar a ver si me quedaba embarazada antes de contártelo. Si ya lo estaba, no habría hecho falta decirte nada. Yo lo tenía muy claro. -La blusa roja se expandió cuando inspiró profundamente y tensó los botones blancos-. Pero Foster se ha pasado estas dos semanas intentando que cambiara de opinión.

-Todavía quiere que su hijo sea concebido de forma natural.

-Sí. No es que me haya presionado, pero sí ha expresado cuál es su deseo. Me ha dejado claro cuánto le decepcionaría que ahora cambiáramos de método. Ha usado todas sus tácticas para intentar persuadirme de que continuemos según lo planeado, al menos durante algunos ciclos más.

-Aun así, no te ha persuadido.

-No.

-Entonces ¿por qué no me has dicho por teléfono que se rompía el acuerdo? ¿Por qué estás aquí?

-Porque dejé que Foster creyera que al final me había convencido. -Su mirada recorrió la habitación, se detuvo unos segundos en el tercer botón de su blusa antes de alzarse y fijarse en Griff-. No paró hasta que acepté verte una última vez. Si no concibo hoy, dijo, me prometió que no volverá a pedirme que venga aquí nunca más y aceptará que usemos un método clínico.

Griff asimiló la información:

-Una última vez.

-Sí.

-Hoy.

-Sí.

-Entonces él cree que estamos…

-Sí.

-Pero no.

-Él nunca lo sabrá. Creerá que esta vez fue como las otras tres.

-Sólo tú y yo sabremos que no fue así.

-A menos que tú se lo cuentes.

-Tu secreto está a salvo conmigo.

-Odio esa palabra -dijo Laura con evidente angustia-. No me gusta ocultarle secretos a mi marido.

Miró por detrás de él, hacia el pasillo que conducía al dormitorio, y mantuvo los ojos fijos en la penumbra tanto tiempo que Griff miró por encima del hombro para ver qué podía llamar su atención. Pensó que tal vez en esos momentos ella veía la habitación, a ellos dos moviéndose juntos, a sí misma teniendo un orgasmo. Seguro que sí querría ocultarle ese secreto a su marido.

Griff se dio la vuelta justo cuando ella alzó la vista hacia él. Se miraron el uno al otro durante un momento largo, luego ella hizo un ademán hacia la puerta principal.

-Bueno…

-La reunión.

Ella esbozó una sonrisa lánguida.

-No tengo ninguna reunión.

-Lo sé.

Griff le devolvió la sonrisa, la suya impostada.

Laura alargó la mano hacia el pomo de la puerta sin mirar.

-No te olvides la chaqueta.

-No.

-Y comprueba que la puerta quede bien cerrada.

-Por supuesto.

Laura abrió la puerta y ambos notaron una ráfaga de aire caliente.

-Según las circunstancias, ésta podría ser la última vez que nos veamos.

-Podría ser.

Hizo una pausa, y a continuación se encogió de hombros con impotencia.

-No se me ocurre nada apropiado que decir.

-Es hablar por hablar, ¿no?

Laura sonrió levemente al ver que él le recordaba sus propias palabras la noche en que se conocieron.

-No hace falta que digas nada, Laura.

-Entonces… -Extendió la mano derecha-. Adiós.

Griff le dio la mano. Los dos bajaron la mirada hacia el apretón de manos, luego se miraron el uno al otro. Ella se libró de sus dedos y de su mirada al mismo tiempo y se volvió hacia la puerta abierta.

Pero no hizo más que eso. Se dio la vuelta y se quedó inmóvil.

Griff dudó dos segundos apenas antes de actuar. Se acercó a ella, pasó una mano por encima del hombro de Laura, apoyó la mano extendida sobre la puerta y la empujó lentamente hasta que se cerró.

Laura se miró en el espejo del tocador. Parecía el reflejo de otra persona. De una mujer desmelenada, no de la que solía ir tan meticulosamente acicalada. Y había algo más inquietante: sus ojos rebosaban incertidumbre. ¿Dónde estaba su confianza habitual? ¿Qué había pasado con el dominio con el que manejaba las situaciones? ¿Quién era esta desconocida temblorosa?

Se pasó las puntas de los dedos por los labios y se tocó una mancha de rímel en el rabillo del ojo. Era indudable: ese reflejo era el suyo.

-¿Laura?

Se dio la vuelta de golpe, con una mano extendida sobre el pecho.

-Foster. No te he oído.

-Ya lo veo. Vaya susto te has llevado. -La silla de ruedas estaba cruzando el umbral entre el dormitorio y el baño-. Manuelo me ha dicho que estabas en casa.

Ella había aparcado en el garaje exterior, había entrado en la casa por el cuarto de los trastos y había subido por la escalera de atrás.

-A mí me ha dicho que estabas al teléfono. -Laura forzó una risilla-. Al menos, eso es lo que he entendido. No quería interrumpirte. Me alegra que hayas decidido quedarte en casa hoy. Hace un calor insoportable. La gente se pone de malhumor. Todo el mundo conducía como loco, así que el tráfico estaba peor que de costumbre.

Se dio cuenta de que estaba hablando mucho y demasiado rápido, así que procuró tranquilizarse.

-En fin, que estoy hecha un desastre y quería darme una ducha rápida antes de que me vieras. ¿Qué tal te ha ido el día?

-Nada especial. Aparte del tiempo y el tráfico, ¿cómo te ha ido a ti?

-Esta mañana he tenido una reunión detrás de otra, incluida la de los representantes de la FAA para discutir las quejas de Southwest y American.

-Tendrás que ser más específica. Southwest y American siempre nos están haciendo reclamaciones.

-Es el mejor halago que podemos recibir.

Foster sonrió burlonamente.

-Si nos fuéramos a pique, ni siquiera rechistarían. ¿Cómo te ha ido con Griff Burkett?

La pregunta fue tan repentina y estaba tan fuera de contexto que la pilló desprevenida.

-Igual que la vez anterior. Breve. Eficiente.

-Pensaba que quizá era el motivo por el que llegabas tan tarde…

-¿Y por qué piensas eso?

-Por nada en concreto.

Ella lo dejó estar.

-Espero que no me hayas esperado para cenar.

-La señora Dobbins me ha preparado un bocadillo.

-Bien.

-Entonces, ¿por qué has llegado tan tarde?

-Cuando estaba casi en la puerta, me he acordado de que me había dejado una cosa en el despacho y he tenido que volver a buscarlo. Myrna todavía estaba.

-Mi ayudante suele ser la última en irse. Salvo cuando tú te quedas.

-Estaba acabando unas cartas y me ha preguntado si podía esperar y así traértelas para que las firmaras. Las tengo aquí.

Intentó meterse entre la silla de Foster y la puerta del dormitorio, pero él le agarró la mano.

-Las cartas pueden esperar. Quería saber cómo ha reaccionado Burkett cuando le has dicho que era la última vez que os veíais. ¿O no se lo has dicho?

-En cuanto llegó.

-¿Y?

-Y nada. Cuando le he asegurado que se mantenían las condiciones del trato si seguía siendo el donante, ha dicho que a él le daba lo mismo. Algo así.

-Entonces, ¿no se echará atrás?

-No me ha dado esa impresión.

-No creo que lo haga. ¿Habéis hablado de cómo recogeremos el semen?

-Sólo por encima. Le he dicho que primero yo tenía que ver a un especialista. Y que luego, cuando lo necesitáramos, lo avisaríamos.

-Quizá la inseminación artificial no haga falta. Ojalá.

-Ojalá, Foster.

Para sorpresa de Laura, Foster apoyó la mano en la parte baja de su abdomen.

-Tengo un presentimiento esta vez. El karma. O algo así. Es una sensación diferente, como si hubiera pasado algo importante.

Ella sonrió, con la esperanza de no parecer nerviosa.

-Espero que tengas razón. -Se separó de él y dijo-: Me gustaría quitarme esta ropa. Pero puedes quedarte.

-Tranquila, te dejo que te duches. Sólo me quedo si quieres que te frote la espalda.

-Mejor podrías servirme una copa de vino.

-¿Qué te parece un poco de agua con gas? Por si acaso.

-Está bien.

Foster dio un beso al aire, luego manejó la silla de ruedas hacia el dormitorio contiguo y cruzó la puerta; realizaba cada uno de sus movimientos en secuencias de tres.

Laura esperó hasta que se hubo marchado, cerró la puerta del baño y se quitó la ropa a toda prisa. Antes de meterse en la ducha, se armó de valor para examinarse en el espejo de cuerpo entero. Todavía tenía los ojos vidriosos, aturdidos, los labios ligeramente escoriados. Se tocó los pezones, el ombligo, el vello púbico.

Reprimió un gemido de culpabilidad, se puso los dedos en vertical sobre los labios y murmuró:

-Por Dios…

Pero no estaba segura de para qué rezaba exactamente.