Capítulo 10

Becca se puso la ropa. Jeans y camiseta. Se sentó frente a Mish, doblando las piernas debajo de ella mientras lo miraba.

Mish también se puso los pantalones. Como ella, también estaba descalzo. La camisa que usó la noche anterior, la que ella le ayudó a quitarse, estaba abierta mientras miraba hacia abajo, a su mano vendada, y se esforzaba para responder a sus preguntas.

El le habló acerca del despertar en el refugio para personas sin hogar, del hombre mayor que lo nombró como Mission Man, que de alguna manera a Mish le pareció que estaba a la vez bien y mal. Le habló de su confusión y el choque cuando vio su rostro desconocido en el espejo. Trató de explicar con palabras lo que sentía al recordar nada más que unos detalles triviales de su pasado. Y le pidió disculpas de nuevo por engañarla.

Ella se aclaró la garganta.

—Antes dijiste que tenías un arma.

El la miró y trató de no pensar en la forma que ella se veía tumbada, desnuda, en su cama. Era una locura. Hicieron el amor dos veces, ayer por la noche y temprano esta mañana, y todavía se estaba muriendo por su tacto. El quería más todavía.

Como si fuera a pasar otra vez...

Se aclaro la garganta.

—Si. Un pequeño revolver. Calibre 22. Estaba en mi bota junto con el dinero en efectivo y el fax sobre como llegar al rancho.

—¿Donde está la pistola ahora?

—En Lazy Eight. En mi locker privado del barracón. No me sentía cómodo...yo no creo que sea apropiado, incluso legal, llevarlo a todas partes.

Becca asintió con la cabeza tratando de no parecer aliviada.

Mish no pudo evitar una torcida sonrisa.

—Te pone nerviosa, ¿eh?— le pregunto. — ¿La idea que me pasee por allí con un arma?

Ella contesto con sinceridad, mirando sin querer los fragmentos del espejo roto, que aún cubrían el aparador.

—Lo siento, pero, si.

—No tienes que pedir disculpas. Si nuestros papeles se invirtieran...

—Si nuestros papeles se invirtieran, yo me habría internado un hospital.

Mish se sentó de nuevo en la silla.

—No puedo hacer eso.

—Por supuesto que puedes. — Se inclino hacia delante. — Mish, yo voy a ir contigo. Me quedare contigo. Los médicos...

—Van a llamar la policía—, terminó por ella. — Van a tener que hacerlo Bec, me dispararon. Van a tener que informar de ello.

El vaciló. Dios, ¿por que no decirle? Ya había revelado demasiado.

—La verdad es que soy alguien que probablemente no quieres conocer. He tenido esos sueños...

Hablarle de esos sueños en detalle sería demasiado. Las terribles imágenes ya le recordaban el infierno a él, sin necesidad que la persiguieran a ella. — Son violentos... realmente violentos.

—Eso no quiere decir nada. Yo he tenido sueños violentos y...

—No, esto es otra cosa, al menos algunos de ellos. Sé lo que he visto. También he soñado... — El no podía mirarla. — La cárcel. Ha sido difícil, Bec. No puedo creer que hubiera soñado con ese tipo de detalles de no haberlo vivido.

Ella se quedo en silencio.

—Creo que si sigo mirando hacia atrás y descubro mi pasado, voy a descubrir que no soy una persona muy buena—, le dijo él en voz baja. — Así que vamos a volver al rancho. Tal vez tenga suerte y Casey Parker este allí. Yo puedo darle el paquete que llegó para él y puedo preguntarle por que tenía su fax en mi bota, tal vez encontrar algunas respuestas. Después, voy a recoger mis cosas y me voy a largar. Vas a terminar conmigo para siempre.

Becca se llevó las rodillas al pecho y las rodeó con sus brazos.

—O, — dijo él, — si prefieres, te dejo ahora, y encuentro otro camino de regreso. Puedo hacer los arreglos para estar lejos el martes, antes que tú vuelvas.

Podría salir por esa puerta en cuestión de minutos, y Becca no lo volvería a ver jamás, y ¿era eso lo que él suponía le gustaría a ella?

Ella sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas y parpadeó furiosamente para no derramarlas.

Se puso de pie, incapaz de estarse quieta otro momento más, deseando que la habitación fuera más grande, sabiendo que aunque fuera del tamaño de un estadio, todavía iba a sentirse atraída por el.

—¿Por que no me dijiste nada de esto anoche?— preguntó esforzándose en estar lejos de él dirigiéndose hacia la ventana. — Hablamos por horas en la fiesta. Puedo pensar en al menos diez momentos distintos en que tuviste la ocasión perfecta para tocar este tema.

Ella se volvió hacia el.

—Es gracioso que menciones tu infancia en New York, Becca, porque sabes, desde hace una semana, desde el lunes, no puedo recordar nada de la mía. De hecho, ni siquiera podía recordar mi nombre hasta que llegué al rancho, y me llamaste Casey Parker...

Sus ojos parecían sospechosamente rojos.

—¿Habrías creído en mí?

—No sé. Podría haberlo hecho, si. Yo te creo ahora, ¿no?

—No sé. ¿Lo estás haciendo?

Ella soltó una ráfaga de aire que sonó casi como una risa.

—No. Si. No sé. Estoy pensando, ¿amnesia? Pero luego pienso que suena tan loco, que tiene que ser verdad.

Ella no podía imaginar porque él se inventaría esa descabellada historia. No era para ganar puntos en su favor para meterse en su cama. Ya estuvo allí.

La verdad era que ella confiaba en él. Ella confiaba en él a un nivel que iba más allá de la lógica.

A pesar de su convicción que había estado en la cárcel, a pesar de su creencia que era una especie de asesino, Becca confiaba en él con cada fibra de su ser. A lo mejor era por el sexo. A lo mejor porque sus hormonas bloqueaban todo su sentido común. Si el amor era ciego, entonces la lujuria era, sin duda, como estar en un tanque de privación sensorial.

Pero cuando miró a los ojos de Mish, confió en él, tanto como si quisiera o no.

Tal vez era un estafador, tal vez tenía una grave enfermedad mental, o tal vez ella iba a quemarse muy feo.

Pero estaba condenada si no iba a estar en esto hasta final, ya fuera encontrar los hechos que demostraran que estaba equivocada y etiquetarse como tonta, o proporcionar las piezas desaparecidas del pasado de Mish.

O dejar que se alejara.

Becca se volvió hacia la ventana con una sensación de tranquilidad por su decisión, sintiendo disminuir la presión de sus inminentes lágrimas.

—Voy a llamar a Hazle y le voy a decirle que me llame si Casey Parker aparece por el rancho. Voy a disponer que le dé algún tipo de bonificación económica si se queda hasta que volvamos.

—¿El dejó el rancho?

Ella levantó la vista hacia el cielo perfecto, extrañándose por la repentina nota de interés que resonó en su voz.

—Hazle dijo que salió de allí muy rápido. Al parecer se extrañó por el hecho que otro Casey Parker estuvo allí en primer lugar.

Ella se volvió hacia él, segura que lucía como el infierno, pero por lo menos no estaba llorando.

—Creo que deberíamos ir hasta la ciudad de Wyatt, echar un vistazo a ese refugio, tratar de hablar con el hombre que te llevo allí.

Mish parecía tan agotado emocionalmente como ella.

—¿Nosotros?

—Si—, dijo Becca.

Se cruzó de brazos para hacerle saber que hablaba en serio.

—Al menos que estés mintiendo y la noche anterior en realidad fuera solo una aventura.

El sacudió la cabeza con incredulidad.

—Becca, ¿es que no has oído nada de lo que te dije? A lo mejor soy uno de los chicos malos. Necesito que te quedes lejos de mí.

—Tal vez—, dijo. — ¿Pero que pasa con mi necesidad?

* * *

Wyatt City era una ciudad tan polvorienta y en tan mal estado, como Mish la recordaba. Excepto que sólo la recordaba desde el momento en que salio del refugio de la iglesia. Era uno de esos pueblos con sólo una calle principal, que no había tenido una cirugía estética ya que la mayoría de los edificios habían sido construidos a finales de los años cincuenta, principios de sesenta. Se estaba desmoronando. Una verdadera obra en curso, para una ciudad fantasma.

El antiguo cine estaba cerrado, al igual que Woolworth’s. Ambos parecían como si hubieran ido a la quiebra una o dos décadas atrás, y el espacio no había sido alquilado desde entonces.

Una tienda de bebidas estaba haciendo un negocio prospero, así como el lugar de alquiler de videos para adultos y un bar.

—¿Has considerado la posibilidad que podrías vivir aquí?

Becca habló por primera vez en lo que parecían horas. Ella dio un giro a la derecha en la calle Chilsem, donde una fila de casas de barro que desde la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en oficinas. Un adivino lector de la palma de la mano. Un quiropráctico- masajista. Un salón de tatuajes. Una oficina de abogado.

—Es posible que tengas un apartamento en algún lugar de la ciudad. O una habitación. O...

—Si—, dijo. — Creo que es una posibilidad.

El no quería hablarle de su corazonada, la sensación que había llegado a la ciudad de Wyatt por una razón. Una razón que no recordaba, pero que tampoco podía hablar de ello.

—¡Oh, no!

Se puso al lado de la carretera y frenó un poco demasiado duro. Lo miró con los ojos muy abiertos.

—Podrías tener una esposa. Podrías estar casado.

—No estoy casado—, le dijo. — Desconozco como lo sé, pero...

—No lo puedes saber—, le dijo. — Mish, las únicas cosas que sabemos con seguridad acerca de ti, es que nunca has aprendido a montar a caballo, que estuviste acá en Wyatt City hace dos semanas por una razón y que no eres Casey Parker.

—Si estoy casado...— El negó con la cabeza. — No, sé que no soy casado. Siempre estoy solo. Yo vivo solo. Y últimamente trabajo solo. No sé como lo sé, porque yo siquiera sé que es lo que hago. Pero podía adivinar. La lista de las posibilidades era agradable y corta. Ladrón. Estafador.

Asesino.

—Pero si eso no es suficiente para ti—, continuo, — entonces anoche...

Entrecerró los ojos mientras miraba por el parabrisas de la camioneta la puesta del sol, que centelleaba en la calle todavía ardiente.

—No sé, creo que probablemente podrías decir... ha pasado mucho tiempo para mi desde que estuve con una mujer.

El la miró, avergonzado por admitirlo.

—Desde que yo siquiera haya querido estar con una mujer.

Ella se rió, una vertiginosa explosión mientras inclinó la cabeza hacia delante sobre los brazos cruzados en el volante.

—Eso es muy halagador, señor “se-malditamente-bien-que-soy-un-dios-del-sexo-pero-pretendo-ser-humilde”, pero el hecho es que no puedes saber que no estas casado, si tienes amnesia.

—No, hay algunas cosas que si sé. Se que suena increíble, como saber la talla de los jeans que uso, pero ni siquiera reconozco mi propio rostro en un espejo. No tiene ningún sentido, pero Becca, te digo que lo sé.

Ella se asomó por debajo de su brazo, y le sostuvo la mirada.

—Y no estoy fingiendo nada— añadió en voz baja. — Ha pasado mucho tiempo para mí. Yo quería hacer amor contigo toda la noche, pero de alguna manera la noche la noche se me fue de las manos.

Dios, ¿que estaba haciendo? Ella no se fiaba de él, quería mantener la distancia. Entonces por que le estaba diciendo ese tipo de cosas, cosas que la traerían de nuevo a sus brazos.

Porque la quería en sus brazos. Y él no tenia absolutamente ninguna fuerza de voluntad cuando de esta mujer se trataba.

El sabía que el mejor lugar para Becca era a docenas, cientos de kilómetros distancia de él, sin embargo, no podía dejar de quererla

Ella levantó la cabeza, sin dejar de mirarlo.

El podía ver el calor de su atracción por él en sus ojos, batallando con su desconfianza.

También podía ver el recuerdo del paraíso allí, a solo un beso y un latido de distancia.

El se dio la vuelta.

—La iglesia es en este barrio, no muy lejos de la estación.

Becca vaciló, pero el no la miró de nuevo, y finalmente ella puso la camioneta en marcha.

* * *

—¿Jarell? Es un hombre muy popular estos días—, dijo con una risita la mujer que trabajaba en la oficina de la iglesia.

Sacó una carpeta de un gabinete de archivos destartalado y hojeo las páginas.

—El es un voluntario, por lo que no les puedo garantizar que su horario no vaya a cambiar, pero vamos a ver...

Ella frunció el ceno.

—No, no está trabajando en el refugio esta noche, de hecho no va a trabajar hasta miércoles en la noche.

—¿No hay alguna manera de ponerse en contacto con él esta noche?— pregunto Mish.

La mujer negó con la cabeza, sonriendo en tono de disculpa a Mish y Becca.

—Lo siento, no podemos dar información personal de nuestros voluntarios. Pero hay una buena posibilidad que esté en la cocina de la iglesia mañana por la tarde. Hay una cena en la iglesia mañana por la noche, y nadie puede hacer pastel de carne como Jarell. Al menos no una para doscientos personas.

Mañana por la noche. Becca miró a todas partes menos a Mish.

Si tenían que esperar hasta mañana por la tarde para hablar con Jarell, significaba que tendrían que pasar la noche aquí, en Wyatt City.

Se quedo a un lado, en silencio, mientras Mish agradecía a la mujer, luego lo siguió fuera de la iglesia al caliente aire de la noche.

Caminaron en silencio hasta que llegaron a la camioneta de Becca, estacionada en la misma calle de la estación.

Mish se volvió para mirarla.

—Cuando salimos de Santa Fe esta mañana no pensé más allá de esta noche. Lo siento. Voy a pagar las habitaciones del motel.

Habitaciones. Dos. ¿Realmente quería él quedarse en habitaciones separadas esta noche? ¿Era posible que, a diferencia de ella, no hubiera pasado todo el día asaltado por los vivos recuerdos de las sensaciones de la noche anterior? ¿Era posible que, a diferencia de ella, él no se estuviera muriendo por la oportunidad de besarse otra vez?

Durante todo el día, lo único que ella quiso fue abrazarlo y besarlo.

Becca cerró los ojos. Por favor, Dios, que tenga razón. Que no sea casado...

—Tenemos que ir a cenar y...

—No tiene sentido—, lo interrumpió Becca, tratando de sonar como una cuestión de hecho, cuando en realidad su corazón martillaba. — ¿Pagar por dos cuando probablemente vamos a terminar en una? Habitación. — Añadió innecesariamente.

Sus ojos brillaron a la luz de la tarde.

—¿De verdad quieres eso? ¿Aun sabiendo quien soy?

Ella tomó su mano.

—Lo dices como si estuvieras convencido que eres una especie de monstruo. ¿Por qué? ¿Debido a que llevabas un arma y no crees en los bancos? Por lo que sabemos tu licencia para llevar un arma estaba en tu cartera, que fue robada. Si, la herida de bala en la cabeza es un poco más difícil de explicar, pero es posible que simplemente estuvieras en el lugar equivocado en el momento equivocado, ¿no es así?

—Becca...

—Así que, bueno, has sonado con la cárcel. He alquilado películas suficientes veces como para ser capaz de tener sueños muy vividos con la cárcel también. Los sueños son solo sueños, Mish. No es lo mismo que los recuerdos. A veces sueño con que se me caen los dientes. Pasa a ser un sueño frecuente y molesto, afortunadamente sin base en la realidad.

Ella respiró hondo.

—Así que, si, realmente quiero que tomamos una habitación. Una habitación. Una habitación con una ducha, una pizza y un paquete con seis cervezas frías. Vamos a encerrarnos y olvidarnos de todo esto por un par de horas. Sabes, para ser una persona con amnesia, no eres muy bueno para olvidar cosas.

Mish sonrió, y su corazón saltó. Pero entonces su sonrisa se desvaneció.

—¿Y si resulta que soy una persona terrible? ¿Que pasa si soy un asesino? ¿Un asesino a sueldo?

Becca se hecho a reír.

—Solo un hombre podría colocarse a si mismo en medio de una película de Clint Eastwood. ¿Y ese chico de ahí? ¿Lo estás viendo? El que esta subiendo en esa van con vidrios polarizados. — Ella señaló hacia abajo en la calle.

Mientras observaban, un hombre con el pelo corto de color marrón y un tatuaje de alambres de púas que le rodeaba la parte superior del brazo, llevando una bandeja de cartón con tres cafés grandes, subió en la parte de atrás de la van. Otro hombre, esta vez uno rubio como una estrella de cine, bajó.

El rubio parecía como si pudiera hacer una fortuna en el circuito de rodeo con solo su sonrisa, pero llevaba zapatos deportivos en sus pies en lugar de botas de vaquero, y un par de anchos pantalones cortos en lugar de jeans. Su camisa estaba abierta, dejando al descubierto un pecho de calidad Baywatch. Hizo medio círculos con la cabeza, aliviando los músculos del cuello, mientras se habría camino a través de la calle, en dirección del bar Terminal. Sin duda nombrado así por su proximidad a la estación, más que por su condición médica.

—Ellos no están esperando simplemente el autobús de Las Vegas, a que la esposa del tipo más bajo, Emestina, regrese de visitar a su hermana Inez, que es una bailarina en el Caesar's. No, probablemente están sentados allí, vigilando la estación ante la remota posibilidad que aparezcas. ¿No?

Mish miró al hombre que se dirigía al bar. Sus ojos se estrecharon y lo miró más de cerca.

—Mish.

Becca le tocó la barbilla para que la mirara. Lo besó suavemente en la boca para conseguir su completa atención.

—¿Que pasa si no eres un asesino a sueldo? ¿Que pasa si eres un hombre de UPS? ¿O si eres un vendedor de lavadoras y secadoras en Sears? ¿O quizás eres un tipo súper aventurero que esta especializado en entregas de pescado fresco durante la noche en ciudades como La Cruces y Santa Fe?

Ella sonrió y abrió la puerta de su camioneta.

—Si deseas podemos conducir por los alrededores durante un tiempo. A ver si hay algo que encienda un poco tu memoria.

Mish asintió con la cabeza, mirando la van estacionada en frente de la estación.

—Si, — dijo. — Me gustaría hacer eso.

Becca subió a la camioneta y arrancó el motor, encendiendo de inmediato el aire acondicionado. Dios, que calor.

Mish subió en el lado del pasajero, tomo su sombrero vaquero del asiento del medio, y se lo puso en la cabeza, tirando la ala sobre sus ojos.

Cuando pasaron por delante de la van, se encorvo hacia abajo en su asiento.

* * *

—Hoy soy una fuente de información—, le dijo Wes a Lucky cuando este regreso a la van después de una rápida pasada en el bar Terminal.

—El Capitán llamó cuando yo estaba tomando una siesta. No sé como lo hace, pero de alguna manera siempre sabe cuando estoy durmiendo.

—Es por eso que él es el Capitán y tú no—, señaló Bobby. — El sabe cuando estas durmiendo. El sabe cuando estas despierto...

—¿Que te dijo?— pregunto Lucky. — ¿Habló con el Almirante Robinson?

—El sabe si has sido bueno o si has sido malo... no, espera— dijo Bobby. — Ese es Papa Noel, no Joe Cat—, el sonrió. — Siempre los estoy confundiendo.

—Si—, dijo Wes, — los dos son tan alegres. Bueno, Papa Noel es alegre. Joe no lo es. De hecho, está hastiado y molesto por la forma en que el alto mando lo está presionando. No sé por cuantos días funcionara esto, primero le dicen que si, que Robinson está en el camino, sólo para luego llamarlo y decir, no, que ha sido detenido de nuevo.

—¿Alguna noticia de Albuquerque?— pregunto Lucky.

—Crash y Blue informaron. No hay rastro de Mitch—, dijo Wes.

—Pero estuvo allí. Por lo menos el propietario de la tienda describe a alguien que se parece mucho a él, hasta sus bonitos ojos verdes.

—Eso es bueno—, dijo Bobby. — Eso esta muy bien. Está vivo.

—Si, pero el misterio se esta espesando—, informo Wes. — Gastó casi cuatrocientos dólares. Se compró un bonito traje, un par de camisas, ropa interior. En total fueron tres y el cambio, sin embargo, nuestro muchacho utilizó dos de los billetes falsos con dos que no fueron marcados. ¿Que pasa con ese? ¿Y por que se compro un traje?

—Ojala yo me hubiera traído uno con nosotros hace unos días desde California—, dijo Bobby. — Porque yo...

—Tuviste una cita con la modelo. — Terminó Wes por él. — Si, suéltalo.

—Esta bien, quizás hay una mujer involucrada—, dijo Lucky — Tenemos que asegurarnos de observar a todos los que pasan. Mitch podría estar con una mujer.

—O tal vez solo conseguía un disfraz. Si yo quisiera un disfraz—, señaló Wes — lo primero que haría es comprarme un traje. Hacerme pasar como un hombre de negocios. Nadie nunca me reconocería.

Lucky miró por la ventana ahumada hacia la estación. Mitchell Shaw estaba allí. En alguna parte. Lucky tenía la intuición que regresaría por su “bolsa de trucos”. Pero tal vez no. Tal vez él y su nuevo traje se largaron, y con él también el plutonio desaparecido. Tal vez el lugar en donde Mitch se encontraba, era al otro lado del mundo.

—¿El Capitán dio alguna orden?— pregunto Lucky.

—Mantener nuestra posición—, dijo Wes. — Sólo mantener nuestra posición.

* * *

—¡Para! — dijo Mish. — Bec, ¡para aquí!

Becca frenó fuerte.

El crepúsculo alargaba las sombras en la calle que era probablemente una de las menos iluminadas, incluso en pleno mediodía.

Mish bajó de la camioneta y pasó en medio de dos edificios, uno de ladrillos y el otro de madera. El pavimento, lo poco que quedaba, estaba lleno de picaduras y roto. El olor de la basura en descomposición llenaba el aire.

Era familiar, así como el enrejado de las escaleras de incendios que decoraban el exterior del edificio de ladrillos.

Mish cerró los ojos para ver la imagen con las escaleras de hierro y los rellanos iluminados por un cielo de una noche tormentosa que brillaba con los relámpagos y...

Si, había estado aquí antes.

El supo, sin mirar, que a pocos pasos más adelante, detrás de la basura, había una puerta de un sótano, pintada una vez de un rojo brillante que hacía mucho tiempo se había desvaneció por el calor, que estaba abierta.

—¿Mish?— Becca había estacionado la camioneta y ahora lo siguió.

Se estaba haciendo más oscuro a cada minuto, y él caminó con precaución pasando por el depósito de basura, escuchando el sonido de las ratas alejándose. Se acerco más y...

La puerta de sótano.

Entreabierta.

Rojo desteñido.

—He estado aquí. — Estaba seguro. Se volvió hacia Becca. — Recuerdo que...

¿Qué? ¿Qué es lo que recordaba?

Cerró los ojos. Truenos y relámpagos. Su ropa empapada casi enseguida cuando había empezado la lluvia. Había estado siguiendo...

Siguiendo...

Dios, no podía recordar que había estado siguiendo, o por que había estado aquí.

—Yo tenía mi arma en la mano

De alguna manera sabia eso. Había bajado los escalones de la puerta del sótano, y se había ocultado en las sombras, tenía su arma preparada.

Nada se había movido. Nada. La tormenta continuó mucho tiempo, y aun así se quedó, helado, esperando, mirando.

Pero el hombre al que había seguido y al que estaba esperando, y era un hombre, había desaparecido.

Por último, Mish se había deslizado fuera. Subió las escaleras y después salio a los charcos del callejón.

Algo lo había hecho voltearse. Algún instinto, o tal vez un sonido que había escuchado bajo el golpeteo de la lluvia.

Pero, él se volteó, y entre relámpagos vio el rostro del hombre que buscaba durante una fracción de segundo, antes que el fogonazo de la pistola del hombre explotara en su visión nocturna, antes que la bala lo derribara.

Se concentró en ese trozo de memoria, en la aparición por una fracción de segundos de ese rostro. Tenía cuarenta y cinco, no más de cincuenta años de edad, robusto, con una barba entrecana, cabello ralo. Nariz pequeña en una cara hinchada. Había estado por encima de Mish, en el techo.

Mish escaneo el techo, las ventanas del edificio de ladrillos.

Echaba de menos la sensación de un arma en sus manos, no el juguete 22 que encontró en su bota izquierda y que dejó en el rancho, si no un arma real. Un Heckler y Koch MP-5 que habría barrido una habitación. O incluso una MP-4. Algo con una mordida real, algo que habría cabido cómodamente en sus brazos.

Entonces la realidad lo golpeó, estaba aquí deseando tener una arma de asalto.

Una arma de asalto.

¿Quien demonios era él?

—Mish, ¿estas bien?

Nada se había movido a largo de la línea del techo, y Mish podría ver, incluso con el rápido descenso de sombras, que fue pura suerte la que permitió al hombre de la barba conseguir atacarlo a él. También fue igual de pura suerte que no hubiese matado a Mish.

O tal vez no fue la suerte. Tal vez fue solo la ineptitud. O novatada.

Pero si el hombre hubiera sido un tirador con buena puntería, se hubiera asegurado que Mish estuviera muerto antes de dejar la escena.

El arrastrar de una bota contra el suelo lo hizo darse la vuelta en una posición defensa y...

Becca lo estaba mirando con los ojos abiertos, y él rápidamente se enderezo.

—¿Que recuerdas?— pregunto ella en voz baja.

—Yo no estaba aquí haciendo una entrega de UPS, de eso estoy absolutamente seguro.