Capítulo 9

Mish podía oler el miedo.

Planeaba sobre la pequeña habitación, fuerte e inconfundible, había estado atrapado allí durante horas con los otros. Eran treinta y cuatro, la mayoría mujeres y chicas jóvenes. Algunas habían estado llorando continuamente, cuando una paraba, otra empezaba.

Estaba entumecido.

El hombre con vestiduras religiosas yacía en el suelo, donde había caído, la mitad de su cabeza había volado, las manos extendidas, sorprendido por su propia muerte.

Había tratado de negociar la liberación de las mujeres y los niños. Pero los terroristas no negociaban, ahora todos lo sabían.

Y por eso Mish esperaba. Se sentó con la espalda sobre la pared más alejada, y esperó, intentando no flaquear, miraba las paredes, el techo, a cualquier parte menos al charco de sangre oscurecida en el suelo.

Y entonces se abrió la puerta y todo sucedió muy deprisa, un hombre negro, un americano, se levanto de entre los rehenes y se arrojó sobre los hombres armados, sonaron disparos mientras Mish se ponía en pie, El americano se tambaleó hacia atrás, pero no antes de haberle arrebatado de las manos el rifle de asalto a uno de los terroristas.

Más disparos, el americano se derrumbó, el arma se deslizó por el suelo.

Hacía Mish.

No lo pensó, reacciono y la empuñó, sus dedos apretaron el gatillo, antes de siquiera apuntar, el impulso levanto el cañón mientras disparaba y luchó para bajarlo, barriendo la entrada de la habitación. Acribillando a los terroristas, salpicando la pared y la puerta con su sangre y sus sesos.

Alguien gritaba, una voz cruda y gutural, rabiosa, tan alta que ensordecía el ruido de los disparos.

De repente todo acabó, los hombres delante de él yacían en el suelo, indudablemente muertos, él los había matado, dejó de disparar y se dio cuenta que la voz furibunda era la suya.

El americano estaba gravemente herido, pero agarro otro rifle y golpeó la puerta.

—Buen trabajo— le dijo a Mish mientras la sangre burbujeaba entre sus labios— los enviaste directos al infierno, Mish.

Mish pasó la mirada sobre los cuerpos, mirando lo que había hecho.

Los había matado, Dios se apiadara de él, había apuntado con un arma y le había quitado la vida a tres hombres, los había enviado directo al infierno, había hecho lo que debía, pero ¿Qué pasaba con su propia alma?

Se volvió. En el otro extremo de la habitación, el hombre con vestiduras religiosas se levantó del suelo, la mitad de la cara que le quedaba lo miraba acusadora y apuntándolo con el dedo recitaba.

No mataras, no mataras.

Dio un paso hacia Mish, y después otro, y notó sobresaltado que su alzacuellos chorreaba sangre, roja y brillante. Y que la mitad del rostro que le faltaba podría perfectamente haber sido el suyo.

Mish se sentó en la cama, respirando entrecortadamente y el corazón latiendo acelerado.

Alguien se removió a su lado en la cama. Becca, era Becca, Ella se levanto, tocando vacilante su espalda.

—Mish, ¿Te encuentras bien?

La habitación del hotel fue enfocándose lentamente, iluminada débilmente por la primera luz del amanecer que traspasaba las gruesas cortinas.

—Una pesadilla— se las arregló para decir.

—Muy mala, ¿Eh?, ¿quieras hablar de ella?

Se echo hacia atrás el pelo empapado en sudor con las manos todavía temblorosas.

—No, gracias.

Lo abrazó y beso ligeramente su hombro, y él se volvió hacia ella abrazándola fuerte y sujetando su cara como si tuviera derecho a ello, besándola con un sentido de la propiedad que no debería tener, pero necesitaba desesperadamente reafirmarse, la necesitaba a ella desesperadamente

—Mmm

Ella le sonrió en la luz creciente de la habitación, mientras le enredaba los dedos en el pelo no pareciendo darse cuenta de su humedad.

—Siento que tuvieras una pesadilla, pero no lamento que me despertaras, especialmente cuando me besas así.

Ella estaba desnuda, los dos lo estaban, y mientras Mish miraba dentro de sus ojos, su mente se lleno de poderosos recuerdos, de la fuerza y la pasión de la pasada noche.

Le había hecho el amor a esa mujer y ella se lo había hecho a él, de un modo que estaba más allá de cualquier descripción, de cualquier comparación.

Y ella merecía conocer la verdad de quien era, o quien no era.

Había estado mirando al techo la mayor parte de la noche, luchando con la necesidad de contarle su pasado perdido y el abrumador sentimiento de saber, la absoluta convicción, que no seria capaz de contarle nada acerca de si mismo, aunque lo supiera.

Ella lo besó empujándolo sobre las almohadas, entrelazando sus piernas.

—Tengo unos días libres, ¿Qué te parece si ordenamos al servicio de habitaciones todas las comidas, que retengan todas mis llamadas y simplemente nos quedamos en la habitación hasta el martes por la mañana?

Mish quería hacerlo, quería olvidarse del mundo durante dos días, ¿Y por que no?, por lo que él sabía, no había nadie aparte de él mismo que lo buscara. Y quien sabe, quizás se encontrara a si mismo en la seguridad y calidez de los ojos de Becca.

Y si no, quizás encontrara la manera de contarle lo asustado que estaba.

—Hasta el martes suena muy bien— Le susurro entre besos, en verdad, sonaba a toda una vida demasiado corta, pero eso era algo que él nunca se atrevería a admitir, ni ante él ni ante ella.

La besó larga y profundamente, deseando dejar de pensar, solo sentir, y con la entusiasta ayuda de Becca, era difícil no hacerlo.

* * *

La llamada de Joe Cat llegó justo antes de amanecer. Lucky solo había dormido media hora, pero se despertó enseguida, sobre todo después de oír el familiar acento de Capitán

—Ha aparecido más del dinero de Mitch. — Dijo Joe sin ceremonias. — Esta vez en una tienda de ropa de hombres en Albuquerque. Dos billetes.

Lucky encendió la luz al lado de la cama del hotel.

—Iremos a comprobarlo, pero no voy a dejar el bolso de la estación de autobuses sin niñera, tengo una corazonada, Cat. Mitch Shaw ha conservado ese bolso durante mucho tiempo, si está vivo volverá a por él. He estado organizando la vigilancia, Bobby y Wes están vigilando la estación ahora mismo. — Empezó a ponerse los pantalones. — Pero puedo estar camino al norte en cinco minutos.

—No, quédate en Waytt City. — Ordeno el Capitán. — Crash y Blue ya están camino de Albuquerque. — Soltó una risa desdeñosa. — Hubiera ido con ellos, pero es probable que el Almirante este volando hoy hacia aquí, y necesito estar a mano para darle el informe de situación. Creo que es un alivio para ti saber que Mitch está más o menos localizado, que por lo menos esta en este estado.

—A menos que este muerto y otro este gastando su dinero.

—Así es, yo también pienso que es una posibilidad que hay que considerar. — Dijo el Capitán con seriedad.

—¿Y que pasa si no esta muerto?— preguntó Lucky— ¿Hay una posibilidad que este intentando mandarnos un mensaje poniendo en circulación esos billetes? Seguramente él conocía cuales de los billetes que llevaba eran falsos y cuales no.

—Eso es lo que espero ¿Y si Mitch localizó el material perdido? Incluso a través de una línea segura de comunicación, tendría mucho cuidado en usar la palabra plutonio, ¿Y si está infiltrado entre la gente que controla el material y no puede establecer comunicación? Usar el dinero puede ser la manera de avisarnos, atrayendo refuerzos a esta zona.

—Excepto que nosotros hablamos con un tipo llamado Jarell en el refugio de los sin hogar, y el recordaba haber visto a Mitch. Lo habían traído una noche muy tarde, apenas consciente y aparentemente borracho, con señales de haberse visto envuelto en una pelea. Jarell sólo lo vio esa noche, dijo que se había ido antes de desayunar y que había dejado una chaqueta, pero no nos la dio ni nos la dejo ver.

—Consíguela.

—Ya, estoy trabajando en ello, pero esa iglesia siempre tiene alguien de vigilancia, las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana, así que vamos a tener que ser creativos, pero no te tengas muchas esperanzas, aunque la consigamos, es probable que no aporte nada nuevo.

Joe Cat suspiro.

—No conozco mucho a Show, ¿Es un bebedor? ¿Esta metido en drogas? ¿Es posible que se haya ido de juerga?

—Nunca lo he visto beber más de una cerveza.

—Lo cual no encaja en el patrón de tener problemas con la bebida. — Señaló el Capitán. — Lo mantiene bajo control hasta que no puede más, hasta que no es solo una cerveza, es una docena y se mete en una pelea y huye.

—Jarell dijo que estaba tan hecho papilla que no recordaba ni su nombre. — Lucky meneó la cabeza, era difícil de imaginar, el silencioso Mitch perdiendo completamente el control.

—Hay un pregunta que no deja de darme vueltas en la cabeza, Luke, ¿Crees que se ha torcido, ya sabes, abrazado el lado oscuro de la fuerza? 6

Lucky cerró los ojos.

—No lo se Obi-Wan. — Dijo — Al Almirante no le gustara esto, pero no creo que podamos eliminar esa posibilidad en estas alturas.

* * *

El teléfono sonó.

Becca abrió los ojos y descubrió que se había quedado dormida medio atravesada encima de Mish, debería haber sido incomodo dormir así, con la pierna atravesando sus caderas y la cabeza reposando en su hombro. Pero no lo era, encajaba sobre él perfectamente.

Los ojos de Mish se abrieron y le ofreció una sexy y somnolienta sonrisa de buenos días, mientras ella alcanzaba el teléfono por encima de él.

Ella no pudo resistirse y se detuvo a besarlo, esperando que quienquiera que estuviera llamando se aburriera y colgara, pero era persistente y el teléfono continuó sonando.

—Sabía que debería haber avisado a recepción que retuvieran mis llamadas. — Se quejó con un exagerado suspiro mientras descolgaba el teléfono. — ¿Si? — dijo tirando del cable y acomodándose entre los cálidos brazos de Mish.

Pudo sentir su erección, dura contra su muslo, sintiendo sus dedos arrastrarse suave y deliciosamente por su espalda arriba y abajo.

—¿Becca? Soy Hazel, lo siento si te he despertado.

Becca asintió, pero ni siquiera saber que su asistente no hubiera llamado a no ser que hubiera un problema real en el Lazy Eight era suficiente para empañar el placer de los dedos de Mish tocándola.

—Son casi las ocho, pensé que ya estarías despierta. — Se disculpo Hazel. — Puedo llamar más tarde, pero esto realmente no puede esperar.

—¿Cuál es el problema?

Becca se esforzó para controlarse y no alterar la voz, mientras Mish bajaba la cabeza a sus pechos, y los besaba ligeramente al principio y después lentamente se introducía un pezón en la boca, ella soltó una exclamación y él levantó la cabeza y sonrió como si fuera el diablo personificado.

Un diablo escandalosamente apuesto.

—Tenemos un misterio entre las manos. — Le contó Hazel.

Mish bajó la cabeza y dejó un rastro de besos hacia su estomago, deteniéndose en su ombligo para explorarlo con la lengua.

—Oh Dios, ¿estas segura que no puede esperar unos minutos?, una hora como mucho y después te llamo, lo prometo. — Mish beso el interior de sus muslos y ella cerró los ojos— ¿Por favor?

—Becca es sobre Casey Parker, ese tal Mish, ¿Sabes que se ha ido? Dejó la cabaña antes de ayer y nadie le ha vuelto a ver el pelo.

Becca se rió, el gran misterio de Hazel, no era un misterio, ella sabía exactamente donde estaba Mish, y qué estaba haciendo. Oh si, y le gustaba mucho lo que hacía, pero se alejó de él meneando la cabeza y abriendo los ojos, no había manera de hablar por teléfono mientras se lo hacía.

El sonrió burlón hacía ella, y ella le devolvió la sonrisa alegremente.

—Lo siento Hazel, pensé que te lo había mencionado, Mish tenia asuntos que resolver en Albuquerque, estará de vuelta el martes.

—Bien, esto se va a poner interesante cuando vuelva, especialmente si el hombre que está ahora mismo en la oficina, decide quedarse, porque entonces tendremos dos Casey Parker en muestras manos.

Becca podía ver la promesa del paraíso en los ojos de Mish, se estaba portando bien, tumbado boca abajo al final de la cama, acariciando suavemente sus pies, y a pesar de la distancia, obviamente la estaba distrayendo, porque las palabras de Hazel no tenían ningún sentido.

—Perdón ¿Qué estas diciendo?

—Dos Casey Parker. — Repitió Hazel. — Que lindo y extraño misterio ¿Eh?, ha aparecido un segundo Casey Parker en el Lazy Eight alegando que tú lo habías contratado para echar una mano en el rancho, está buscando un paquete que supuestamente lo está esperando en esta oficina, pareció fuera de si cuando le dije que ya teníamos cubierto nuestro cupo de Casey Parkers este mes y ya le había dado el paquete al primero. Casi tuve que llamar a Rafe McKinnon pera que enseñara sus músculos.

Becca se sentó con toda su atención puesta en las palabras de Hazel.

—¿Todavía esta ahí?, llama al comisario y...

—Se fue, voló como el viento cuando descubrió que otro Casey Parker había estado aquí antes que él, no se donde se fue.

—Es un impostor.

Incluso mientras lo decía, Becca sabía que no tenia sentido ¿Porqué se presentaría alguien en el rancho pretendiendo ser Casey Parker?

—Uno de los dos es un impostor, y por eso no podía esperar para llamarte, se que hay algo entre Mish y tú, prométeme que tendrás cuidado si lo ves hoy.

—Hazel...

—Porque el Casey numero dos tiene una licencia de conducir con su foto en ella, es un tipo grande con barba gris y barriga de bebedor, y era definitivamente su foto.

Y Mish no tenia ningún tipo de identificación y estaba sentado al final de la cama mirándola, había estado escuchando el final de su conversación y se había dado cuenta que estaba hablando de él y toda sensación de picardía había desaparecido.

—¿Estas segura?— susurró Becca y se echó la sabana por encima y Mish apartó la vista cansadamente, casi con como si se sintiera culpable, como si conociera exactamente lo que Hazel le estaba contando.

—Cariño, trabajé en la oficina del comisario en Chimayo y esa licencia parecía legal, por lo que pude ver no parecía falsificada, tenía impresos esos elaborados hologramas. Ya sabes, esos que evitan que los chicos hagan tonterías. Estabas planeando verlo otra vez ¿No? Al tal Mish, lo siento por ti.

—Gracias por llamar— Becca se las arregló para deshacer el nudo que tenía en la garganta antes de colgar.

Mish no la miraba, estaba simplemente sentado en la cama, mirando la ropa que estaba desperdigada por el suelo, donde había caído la noche anterior

—Así que, ¿quieres decirme quien eres en realidad?— Quiso sonar exigente, pero su voz tembló ligeramente y arruino su esfuerzo— Ya que no eres Casey Parker.

Él la miro con los ojos llenos de pesar y... ¿Vergüenza? Becca no sabía como sentirse, luchando con las lágrimas que estaban a punto de derramarse de sus ojos. ¿De que demonios debería él sentir vergüenza?

—Seria mejor que nos vistiéramos. — Dijo él buscando la ropa.

Becca salto de la cama, envolviéndose en la sábana y quitándole los pantalones de la mano.

—De eso nada, no te vas a ir hasta que me des una buena explicación.

Mish se puso los calzoncillos ¿De verdad pensó que podía tener a esa mujer sin ofrecerle algo a cambio? ¿Pensó realmente que podía esconderse aquí con ella y estar a salvo del mundo exterior, de la verdad?, pero el mundo real lo había alcanzado y de algún modo ella conocía más sobre él que él mismo. Debería haber sabido que pasaría, debería haberla protegido de todo esto.

Y lo haría, aunque tuviera que mantenerse alejado de ella, debía ser lo bastante fuerte para resistir la magnética atracción que sentía por ella, ese vértigo lleno de vehemente deseo, ella le había dado todo lo que necesitaba, todo lo que quería, y a cambio le había hecho daño de mala manera.

Egoísta, era un egoísta hijo de puta.

En un suspiro se había evaporado la magia de la pasada noche, como si nunca hubiera existido, como si no hubiera sido real. Ellos compartieron algo maravilloso, algo que él quería conservar, algo perfecto y frágil que acababa de romperse a sus pies, y había sido culpa suya, tan seguro como si lo hubiera pateado con sus botas.

—El verdadero Casey Parker apareció por el rancho. — Dijo Becca sintiéndose traicionada— Tenias que saber que sucedería tarde o temprano.

—Lo sabia. — Dijo más alto de lo que pretendía, se levantó retirándose el pelo de la cara, sintiéndose terriblemente enfermo, Buen Dios, que egoísta había sido.

—Lo sabías. — su voz también se elevó. — Maldición. Yo que eres más listo que eso. Tenías que saber que Casey aparecería tarde o temprano.

Él no era Casey Parker, siempre lo había sospechado, el nombre no le parecía familiar, pero aun así había esperado serlo, Dios, lo había deseado, pero la esperanza no era suficiente, nunca más.

¿Y ahora qué?

Aunque estaba de espaldas a ella, podía ver su reflejo en el gran espejo que colgaba sobre la cómoda, lo miraba acusadoramente, con tanto dolor en los ojos.

No podía contarle la verdad todavía, no se imaginaba contándole a nadie para qué estaba en Nuevo México, no podía recordar porqué. Pero tenia la fuerte sensación que no estaba autorizado a contárselo a nadie, pero por otro lado, irse ahora dejando que ella creyera que la había engañado deliberadamente le resultaba imposible, ¿Qué podía hacer?

Se quedo de pie, con el estomago revuelto y el alma dolorida, dándole vueltas a la cabeza, incapaz de irse, e incapaz de quedarse

—Sabes que si hubieras venido al rancho y te hubieras presentado ante mí y hubieras sido honesto sobre ti mismo, te hubiera contratado, no entiendo porqué necesitabas mentir. — Dijo con la voz temblorosa.

¿Qué podía decirle?

—Quizá debiera haberlo hecho, pero no puedo contarte lo que quieres saber.

La incredulidad tiñó su voz.

—¿No puedes decirme cual es tu nombre?

El la miró y vio que estaba llorando, trató de esconderlo con brusquedad, ferozmente, limpiándose las lágrimas mientras sujetaba firmemente la sabana a su alrededor.

—Dirás que estoy pasada de moda— dijo cortantemente— pero siempre me ha gustado conocer el nombre del hombre con el que acabo de tener sexo.

Su nombre, Mish levantó la mirada y quedó cara a cara con su reflejo en el espejo.

Todavía era un extraño a sus ojos, duro, delgado y peligroso, con una barba mañanera espesa y oscura en su angulosa cara, con el pelo salvaje, revuelto después de dormir, los ojos brillantes, desalmados, parecía la clase de hombre que mentiría para llevarse a una mujer a la cama y la abandonaría sin remordimientos por la mañana.

Se miro a los ojos rezando por un destello de su memoria, el susurro de un nombre, cualquier fragmento de verdad que pudiera decirle.

Mish.

Mission Man

—Solo dime tu nombre— Susurró Becca.

Su mirada se volvió dura, los puños apretados, rechinando los dientes, odiándose, odiando a ese extraño que le devolvía la mirada, dejando de rezar pero exigiéndole a Dios la respuesta que buscaba, ¿Quién demonios era?

Mission Man.

Un eco de la voz de Jarell le susurró su apodo, y su ira y su frustración hicieron erupción.

—¡No se mi maldito nombre!

El explotó, girando y golpeando su reflejo con el puño.

El espejo se rompió, partiendo su imagen en dos, lo golpeó con fuerza otra vez haciéndolo añicos, cortándose la mano con los cristales.

Becca se echo para atrás, horrorizada por su arrebato, mirando a ese extraño que había aparecido de repente, con ojos salvajes y la sangre escurriéndose entre sus dedos y derramándose en la alfombra.

—¡No se quien demonios soy!— Gritó con la voz rota— ¡Me desperté hace dos semanas en un refugio de indigentes, con cinco mil dólares, una pistola en mis botas, y la dirección del Lazy Eight con tu nombre escrito en un papel, y sin poder recordar nada, ni siquiera mi propio nombre! ¿Dices que no soy Casey Parker? ¿Bien, sabes que? ¡Eso es nuevo para mí también!

Becca apretó la sabana entorno a ella, mirándolo, dispuesta a salir corriendo si se le acercaba de repente. ¿Podía ser que estuviera diciendo la verdad? ¿Tenia algún tipo de amnesia? Sonaba increíble, pero...

Él estaba allí de pie, agitado como un animal salvaje, con los ojos llenos de lágrimas, incapaz de encontrarse con su mirada.

—Solo dame mis pantalones y me iré.

—¿Adonde? — Preguntó suavemente, con el corazón en la garganta. Todavía estaba tremendamente furiosa con él, pero si algo de lo que decía era remotamente cierto...

La miro, no la entendía.

—¿Donde irás?

Sacudió la cabeza, estaba tan alterado que no podía contestar, se le escapó una lágrima y se la enjugó con la mano. No podía estar actuando, no podía. Estaba tan alterado como ella, o más. No sabía mucho de enfermedades mentales, pero era posible que ese hombre que le había entregado un pedazo de su corazón la pasada noche, pudiera estar enfermo de un modo que ella no había imaginado, y si era así, necesitaba ayuda.

Y si no...Tenia un profundo corte el la cabeza cuando llegó al rancho, estaba casi curado ahora, pero ¿pudiera ser que el golpe hubiera borrado su memoria?

Podía imaginar como seria sentirse así, algo tremendamente extraño y terrorífico, que completamente solo debía sentirse. Por otro lado debía llevarlo al médico, tenía que convencerlo para que fuera con ella al hospital.

—Si no tienes donde ir, no tiene sentido que te vayas. — Dijo manteniendo la voz baja, como si estuviera amansando un caballo asustado, lo primero que tenia que hacer era calmarlo y luego tenia que averiguar si todavía conservaba la pistola. Las emociones alteradas y las pistolas nunca combinaban bien.

Ella se acercó y le cogió la mano.

—Vamos al baño, déjame ver tu mano, esta sangrando.

Mish miró hacia abajo, como si viera la mano herida por primera vez, miró al espejo, la miró a ella.

—Lo siento mucho, Becca.

—Vamos, asegurémonos que no necesitas puntos, y después hablaremos y aclararemos todo esto.

—Debería irme, dejare dinero para pagar el espejo.

—No, quiero que te quedes.

El empezó a replicar, pero ella lo interrumpió.

—Quédate— Dijo otra vez— Me lo debes.

Mish asintió, para ser una persona potencialmente loca, su mirada era sorprendentemente firme.

—Becca, ¿Me crees?

Ella se volvió arrastrándolo al baño.

—Estoy trabajando en ello.