—¿De qué hablas, Jerzy? —preguntó Gretchen, volviendo con la tostada.
—Hex DEF6 es el nombre de un simu con el que hablé en el ciberespacio. Fue el lunes, el mismo día que las hormigas te asustaron, Gretchen. Esa noche volví a ponerme las gafas y salí volando de la nube de hormigas que te había rodeado. Una de las hormigas se volvió grande y me llevó en su espalda hasta el hormiguero en el ciberespacio. Dentro del hormiguero estaba este simu que se parecía a la Muerte y dijo llamarse Hex DEF6. Allí también había un simu de Susan Poker. ¿Estabas allí, Susan?
—¿Yo en el ciberespacio? —rió y negó con la cabeza—. Soy analfabeta informática. ¿Está seguro de haber visto un simu de mí?
—Bien, puede que a usted la pusiesen allí para asustarme —admití—. Toda la escena era muy siniestra. En lugar de boca, Hex DEF6 tenía una cremallera de metal con candado.
—¿Podía hablar? —preguntó Gretchen.
—Sí. Dijo que me haría daño a mí y a mis hijos si no iba a trabajar para... —Me detuve antes de decir más.
—Para Seven Lucky Overseas —concluyó Susan Poker.
—¡Ese no es el nombre que usan! —exclamé con alegría y mordí la tostada.
Una vez que te acostumbrabas a Susan Poker, tenía su gracia. Era totalmente abierta sobre sus tendencias fisgonas y manipuladoras. Nacida para ser agente de la propiedad inmobiliaria.
—¿Ha pensado en vender su historia a la prensa? —preguntó Susan Poker—. Podría salir en «Sesenta minutos».
—Ya no hay otra cosa sino televisión amateur —le recordó Gretchen.
—Bien, cuando vuelvan las grandes cadenas —dijo Susan Poker, sorbiendo el café—. Necesita usted un agente, señor Rugby. Yo podría hacerlo por el quince por ciento. Tengo más contactos de los que cree.
Habiendo terminado de comer, agité la cabeza y me puse en pie.
—Adiós, señora. Ha sido divertido, Gretchen. Te llamaré.
—¿Cómo va a ir a trabajar? —exigió Susan Poker—. ¿Puedo llevarle?
—¿Y dónde vas a quedarte esta noche? —preguntó Gretchen—. ¿Volverás aquí?
—Te llamaré. No voy a discutir todos los detalles de mi vida delante de Susan Poker.
—Adiós, señor Rugby —dijo Susan Poker.
Gretchen me siguió al descansillo y me dio un beso riéndose. Supongo que todo era muy gracioso. El amor hace que todo sea gracioso. ¿Amor? Sí, amaba a Gretchen, aunque eso no significaba mucho. Después de todo, el amor es un concepto elástico; como muchos hombres, me enamoro varias veces al día. Así que, ¿por qué no decirlo?
—Te quiero, Gretchen.
—Es algo que me gusta en un hombre. —Apretó los labios y me plantó un beso, como solía hacer Carol—. Ten un buen día. Y vuelve. No hace falta que me lleves al Mark Hopkins.
—¿Vuelvo esta noche?
Por primera vez en toda la mañana, Gretchen se mostró evasiva.
—Bien, esta noche tengo una cita. Pero si estás desesperado, la romperé. Tienes miedo de volver a tu casa, ¿no?
—Voy a ir a recoger el coche, pero no me voy a quedar allí.
—Bien... —mientras Gretchen vacilaba, Susan Poker sacó la cabeza rápidamente por la puerta de Gretchen para comprobar qué nos llevaba tanto tiempo.
Si la desagradable Susan Poker se encontraba en este espacio, ¿por qué me empeñaba yo tanto en intentar quedarme aquí? ¿Más sexo con Gretchen? Pero acababa de comprender que el sexo se podía tener con muchas mujeres diferentes, ¿no?
—Gretchen, disfruta de tu cita y no te preocupes por mi paradero. Lo tengo todo bajo control —me toqué la parte superior de la cabeza para indicar el control que esperaba llegase pronto—. Llamaré mañana. Al fin tendremos una cita de verdad.
Con la llave en la mano, llegué hasta Tangle Way. La nota seguía en la puerta principal, pero no me atreví a acercarme lo suficiente para leerla. Había media docena de periodistas metidos en los coches. El camino de entrada de mi casa estaba despejado. Moviéndome con rapidez, subí al Animata y me alejé, perdiendo en la autopista, camino de West West, a los coches que me perseguían.