LIBRO VII

〈A SU HIJO SÍMACO[214]

1

Símaco a su hijo Símaco (399)

Recibe con buena disposición los auspicios de las palabras de tu padre y sé en lo sucesivo generoso en cumplir de modo parecido con tu deber hacia nosotros. Entérate al mismo tiempo de algo que concuerda con tu voto, que felizmente los fasces de tu pretura[215] van a ser aplazadas para un año[216] en que también yo puedo estar presente encantado, una vez invocada la voluntad de los númenes. Alégrate en consecuencia por el éxito deseado, interpreta que se te han prolongado los años de vida y de honores, pues se hace más largo lo que se aplaza, y no dudes de que la Fortuna ha mirado por nosotros dos para que tu magistratura sea favorecida por la presencia de tu padre y yo disfrute del placer de estar presente en tus festividades. Que te vaya bien.

2

Símaco a su hijo Símaco (402)

Tan pronto como una ocasión proporcionada por un amigo me ha ofrecido la posibilidad de escribirte, no he aplazado atestiguar mi añoranza por ti, para que una vez seguro de mi salud te ocupes de la tuya, y luego para que alivies mi ausencia con el placer de una carta. Que te vaya bien.

3

Símaco a su hijo Símaco (402)

Envío una segunda carta a tu amable persona[217], para que la asiduidad de mis palabras sirva de consuelo a ambos. Tú imita también mi dedicación siempre que tu señor hermano[218] encuentre ocasiones, para que tu salud me proporcione tranquilidad y el encanto de tus escritos placer. Que te vaya bien.

4

Símaco a su hijo Símaco (400)

La magnificencia del cónsul[219] ha cumplido con la solemnidad de las competiciones del circo; todavía están sólo próximas[220] las muy espléndidas funciones de juegos escénicos y combates. Cuando hayan concluido —según creemos antes de las nonas de febrero[221]—, recorreremos de nuevo el camino hacia nuestras posesiones. Escribo esto para que la alegría de tu amable persona se nutra de una esperanza mejor. Que te vaya bien.

5

Símaco a su hijo Símaco (399-402)

Creo que otra carta mía llegará antes a las manos de tu amable persona, dado que los portadores de esta misiva seguirán a unos mulos que regresan a marcha lenta. Sin embargo, yo no he podido abstenerme de la obligación de saludarte: he preferido sin dudarlo que resultara superflua una muestra de consideración llevada con retraso a que se echara en falta por haberse omitido. Aún no he recibido ninguna misiva de tu amable persona. Te ruego que pongas el máximo cuidado en este deber; puedes medir a partir de tu propio espíritu el consuelo que aporta a los ausentes la asiduidad al escribir.

6

Símaco a su hijo Símaco (399-402)

He recibido hace muy poco una deseada carta de tu amable persona, que mostraba el celo de tu espíritu y el progreso de tu talento. Únicamente no ha satisfecho en absoluto el anhelo paterno la brevedad de la misiva. Te escribo esto para que comprendas cuánto placer obtengo de tus palabras, pues me quejo de que haya faltado abundancia. Efectivamente, ¿quién desea saciarse si no es de cosas buenas? Por consiguiente, luz mía, en lo sucesivo escribe con más condescendencia para que el espíritu de quien lee se vea colmado con un don más completo de tu pluma. Que te vaya bien.

7

Símaco a su hijo Símaco (400)

Se ha incrementado la duración de nuestro viaje debido a la dilación de los juegos[222], retrasados por la llegada imprevista de lluvias. Pero quiero que sobrelleves tranquilamente este retraso por la seguridad sobre mi salud y que alivies con la asiduidad de tu pluma mi añoranza por ti, que crece en mí a causa de la demora. Que te vaya bien.

8

Símaco a su hijo Símaco (400)

Confio en que la asiduidad de mis palabras pueda bastar para consolar tu espíritu; así es: añado a mis recientes escritos estas frases cuya lectura te ofrecerá una esperanza de que yo regrese, si la suerte confirma mis previsiones. La razón de este cálculo está clara, puesto que tras la magnífica ejecución de los juegos consulares únicamente queda la exhibición de la arena. Por consiguiente vuelve tu espíritu a la alegría y cree que has alcanzado lo que te promete una conjetura realizable. Que te vaya bien.

9

Símaco a su hijo Símaco (399-402)

Me alegro de que tus cartas chispeen por sus agudezas y pensamientos; sin duda se aviene con el ardor juvenil hablar con más fogosidad. Pero quiero que te sirvas de aguijones discursivos en otros asuntos y que en cambio mezcles en esta clase de escritos algo maduro y algo cómico[223]. Creo que también te lo ha prescrito tu profesor de retórica[224]. Efectivamente, del mismo modo que en el atavío de los hombres y en los demás cuidados vitales se adopta lo que es apropiado al lugar y al momento, la variedad de destrezas debe simular un cierto abandono en los escritos familiares y por el contrario agitar las armas de la elocuencia en los forenses. Pero no iré más lejos acerca de estos asuntos. Prosigue entretanto hacia donde te empujan el ímpetu de la edad y el ardor de tu naturaleza. Lo esencial de mi voto es que estés bien y te enriquezcas con el don de las letras por encima de lo propio de tus años.

10

Símaco a su hijo Símaco (399-402)

A nuestro amigo Annio[225], que pasaba al vuelo, sólo he podido encargarle que te saludara, pero la lectura de la carta 〈presente〉 debe darte confianza acerca de mi salud. Manténte en consecuencia con un ánimo más alegre y cree, honor mío, que por medio de escritos frecuentes llegarán de modo semejante a tu conocimiento noticias con las que disfrutes. Que te vaya bien.

11

Símaco a su hijo Símaco (399-402)

Mi ánimo se levanta siempre que se me traen palabras de tu amable persona, pues me aportan confianza acerca de tu salud y muestran el progreso de tu talento. Por consiguiente, te exhorto a que esparzas a menudo sobre mí las florecillas de tu lengua y a que no reclames para ti ningún descanso por juzgar que yo me presentaré en un plazo breve. Sin duda todo se volverá más llano y sencillo para mi vuelta si tus páginas estimulan el espíritu de quien regresa. Que te vaya bien.

12

Símaco a su hijo Símaco (400/402)

La noticia de tu inestabilidad me ha inquietado en gran manera aunque se haya añadido a la misma carta la garantía de tu salud. Por eso, en la incertidumbre de mi espíritu, me apresuro y solicito la protección divina para que mi carta y mi regreso te hallen dueño de una buena salud. Sin duda este logro del voto paterno hará que me complazca haber vuelto. Que te vaya bien.

13

Símaco a su hijo Símaco (402)

La variedad de rumores ha retrasado mi viaje. En efecto, mientras sondeaba zonas seguras[226] y dividía la longitud de la vía con días de intervalo, al final he llegado el sexto día antes de las calendas de marzo[227] a Milán tras atravesar las distancias del Ticino[228]. Ahora las suaves palabras de nuestro señor y príncipe[229] han aliviado mi fatiga. Espero que la noticia de la legación llegue en breve también al divino príncipe, si es cierto que anuncia su pronta venida con poderosísimos apoyos el muy excelso varón[230], al que nuestro orden[231] ha encomendado el papel principal en la causa pública.

Vuestro[232] silencio me hiere profundamente y por eso pido que con palabras frecuentes me ayudéis a soportar mi viaje[233].

14

Símaco a su hijo Símaco (402)

Como faltaba la ocasión de un correo, he encargado a un particular que te entregue un escrito. Pienso que esta otra persona tardará en llegar a vuestra presencia. En todo caso, ambas cartas tienen el mismo contenido[234]: tras el agobio de un largo rodeo he entrado el sexto día antes de las calendas de marzo en Milán y una vez que he venerado a nuestro señor y príncipe, cuyas palabras divinas han compensado la fatiga de mi viaje, difiero lo que he de hacer hasta que esté presente el muy excelso conde; las afirmaciones de los mensajeros confirman que con la ayuda de Dios[235] llegará pronto. Ahora, honor nuestro, te corresponde aliviar las preocupaciones de mi viaje con la asiduidad de tu pluma.

A ÁTALO[236]

15

Símaco a Átalo (397)

La consideración de nuestra amistad me había dado esperanzas de que vinieses; casi creo que me he equivocado al esperar que acudirías espontáneamente a presentarte ante un padre[237]. Así pues, dado que no sabes actuar rectamente sin que nosotros te asediemos, apresúrate ante las súplicas y si la soberbia Tíbur[238] te ha saciado, cambia sus encantos por los bosques de Laurento[239]. Y no temas ser citado a un campo horroroso. A la vista de los que cazan está el mar; una ruta concurrida pasa junto a la villa, con lo que hay un acceso llano y abierto hasta las madrigueras mismas de las fieras, y si éstas faltasen, no hay duda de que nuestras conversaciones mutuas y el cotejo liberal de obras literarias aventajarían a los placeres de Tarento[240] o de Sicilia. Por eso, si también tú tiendes tu mano a este criterio, súmate al número de los que pasan la vida en el campo y emula por algún tiempo a los Catones y a los Atilios[241], a quienes la reja y la esteva del arado llevaron a las segures consulares[242]. Que te vaya bien.

16

Símaco a Átalo (antes de 399)

Me alegro de que hayas echado en falta la réplica de mis palabras, pero rechazo la malignidad de ser negligente, pues tu correo abandonó la respuesta que estaba preparada, incitado, según he averiguado gracias a rumores, por la incertidumbre acerca de tu salud. Admites a buen seguro que las causas de mi inactividad no están falseadas ni traídas por los pelos. No iré más lejos porque la confirmación de la verdad es breve.

Ahora me congratulo de que tengas salud. Una vez que me he enterado de ello tras mi enorme miedo, un gran gozo ha brillado en mi corazón. Por otro lado, la jovialidad de tu 2 carta me ha dado indicios de que tu vigor se restablece. Me pides en efecto que te aporte los remedios de mi pluma para fortalecer tu salud. Eso se debe a la gracia de Bayas; el golfo del Lucrino[243] te ha impregnado de demasiada sal. ¿Es que hay algo en mis palabras que preserve tus oídos, que cure tus sensaciones? Lo creo, estoy de acuerdo, dado que apurar bebidas amargas es a menudo eficaz para la salud y las afecciones se reparan con pociones desagradables. Pero 3 eres extremadamente codicioso por reclamar algo en presencia de mi Flaviano, en quien se dan tan grandes seducciones por sus cualidades, que me parece que has encallado junto a las Sirenas o los Lotófagos[244]. Y ojalá me uniera a vuestro ocio; adquiriría de vosotros más salud que la que echas en falta tú, que de mi parte sólo has exigido cartas. Que te vaya bien.

17

Símaco a Átalo (antes de 399)

Seguramente he callado en vano hasta ahora, mientras te esperaba seguro de tu promesa. Finalmente, por mi desesperanza de otros consuelos mejores he de volver a los habituales. ¿Y te irritas acaso por mi prolongado silencio? Pero aún queda otra solución: que ya que he sido burlado en mis esperanzas, me invites. Así pues, al ser el heredero de tu derecho, 〈estaré resuelto〉 a mantbondad indagar laenerme firme en mi promesa acerca de emprender el viaje. No me arrepentiré de contentarme con tal alivio; por lo menos, con este tráfico de cortesías me consolaré de que no vengas o mereceré que vengas. Que te vaya bien.

18

Símaco a Átalo (397)

Al regresar hace poco al lar del Celio[245] desde el golfo de Formias[246], me enteré de que tú llevabas ya tiempo fuera de casa. Enseguida he encomendado a Teófilo[247], amigo común y ahora compañero en mi ruta, el encargo de proseguir hacia el campo de Tíbur como mensajero ante ti de mi regreso y llevarte unas palabras de salutación. Como te interesas por mis cosas, mareándolo lo has obligado a revelar lo que yo había hecho fuera, como si por un decreto oficial se te hubiera asignado una indagación sobre nosotros. Esto en efecto me ha manifestado tu carta, que ha sido entregada por el mismo inmejorable Teófilo.

Concedamos que se haya debido a tu bondad indagar la 2 esencia y el sumario de mis actividades: si he ayudado a mi salud transportándome a menudo por el campo o por el mar, o se ha añadido algún cultivo a nuestros terrenos, algún ornato a la casa, cabezas al ganado, la cantidad de comestibles que nos ha abastecido, si una moderación voluntaria ha limitado la mesa consular o si he cambiado en algún momento Formias por una ciudad vecina o más alejada. ¿También se te ha permitido sondear lo que lejos de testigos me ha hecho consignar en páginas la dedicación a mis aficiones, y si mis ojos, a menudo fijos, y las señales de palidez han puesto de manifiesto mi trabajo con las tablillas enceradas[248]?

Mi pluma te tolera como espía. Enseñas a los amigos los 3 caminos de los rastros y si puede decirse, das caza a nuestros escritos por el olor y las huellas. ¿Acaso pretendo yo conocer la labor literaria que ejerces en los plantíos de frutales de Tíbur? Los rumores únicamente me han hecho saber que hace poco has construido unos baños a los que se cuenta que basta un tizón para suministrar el calor apropiado; por otra parte, tú mismo has revelado que en tu considerable ocio has leído mucho a autores en ambas lenguas[249].

4 Yo sin embargo no te pregunto si también has escrito algo. Percibo desde luego que al estar excitado por la vanidad que nace de la conciencia de la propia obra, has querido saber si también yo he hecho lo mismo. Pero quisiera que dejases ya a un lado las cartas y volvieses, a no ser que el modesto gasto de tus baños te incite por ventura a no abandonar tu hábito de ahorro. Que te vaya bien.

19

Símaco a Átalo (397)

Con la sal de tu carta has redimido simultáneamente dos faltas contra la amistad: habías estado ausente mucho tiempo y no habías escrito nada. ¿Qué coico o tesalio[250] hubiera aliviado estas ofensas con un conjuro o con su mano[251]? Así que por el encanto de tu carta te llevarás la recompensa del perdón. Te permito que te consagres a festejar, libre de cuidado, la boda de tu amigo y hagas común a Juno y a Hércules la ciudad de Tíbur[252], que recientemente ha llevado por delante de ti sus antorchas[253]. Según espero, después de la tornaboda[254] regresarás al lar del Celio o, si aún te complace pasar los días estivales en tus plantíos de frutales, deberás aplacar de nuevo mi indignación con la miel de tus cartas. Que te vaya bien.

20

Símaco a Átalo (397)

La villa de Tíbur que ha pasado hace poco a tu propiedad precisa un panegirista con mayor talento. Aunque mi lengua es pobre, en la medida en que pueda haré con mis palabras los honores al lugar. ¡Qué hermosura hay en el emplazamiento de la casa! ¡Qué perspectiva tan extensa desde lo alto hacia el llano! Podría decir que las diosas de Orcómeno[255] frecuentan estas propiedades y que se han esforzado concienzudamente en adquirirte como dueño de su residencia. En consecuencia, prosigue tu actividad y renueva lo que haya sido vencido por el tiempo. Esto se encuentra mucho más al alcance que lo que dicen de Hesíodo, que abandonando la vejez volvió a los años vigorosos. Entretanto, felicítanos por nuestra buena salud. Entre mis votos principales se encuentra que también a ti te favorezca por mucho tiempo. Que te vaya bien.

21

Símaco a Átalo (398)

Una vez que mi cochero me ha entregado tu carta, y una salutación que se ha llevado por el mismo camino ha cumplido escrupulosamente con nuestra obligación, se me ha dado una posibilidad reiterada de hablar contigo mientras estás ausente. Por eso empiezo por lo que ocupa el primer lugar en tus votos. Por el favor de los dioses mi salud y la de mi hijo único son prósperas. En la medida en que es posible, me aparto de las muchedumbres de la Urbe yendo al campo del Vaticano[256] y no obstante, si alguna vez somos convocados a una reunión, doy la vuelta para servir al consejo público. Sé que no quieres nada más de nosotros. La moderación de mis deseos reclama conocer a fondo otro tanto de tus asuntos. Que te vaya bien.

22

Símaco a Átalo (398)

Me ha mantenido ocupado una larga deliberación acerca de si debía mostrarte mis respetos en medio de la justa espera por vuestro regreso. La verdad es que temía que los consuelos que te saldrían al paso refrenasen tu prisa. Pero ha disipado esta incertidumbre el razonamiento opuesto, que me ha dado esperanzas de que esta carta actuaría como un estímulo y no como un freno para quien regresaba. Y trato de alcanzar adrede la brevedad presentándote únicamente mi salutación, con el fin de que un pequeño sorbo de mis palabras sea más efectivo para excitar la sed que para calmarla. Que te vaya bien.

23

Símaco a Átalo (396-399)

Te creo: tus ojos me buscan, pero tu mente no podría dudar de que estoy presente. Así es, mi interés por ti viaja conmigo y te llevo entero de un lado a otro en el afecto de mi corazón. No cultivo menos con mi pluma el placer de la amistad, y si tú también haces a tu vez lo mismo, ocurrirá que disfrutaré por largo tiempo de mi ocio, porque no rehusarás darme lo que en caso contrario podría apartarme de él. Que te vaya bien.

24

Símaco a Átalo (396)

Mientras era transportado a la costa de Nápoles he recibido la carta por la que nos has ordenado detenemos en Bayas hasta tu llegada. El portador de la misiva aseguraba que cuando tú salías le pisabas los talones. ¿Qué iba a hacer si no me retenía el mismo lugar? Nos pareció más expeditivo solicitar de tu parte que continuases tu ruta hasta nosotros. Es cierto que has añorado a los amigos y no Bayas, a no ser que acaso te arrastre aquel golfo de placer. Te acompañaremos si prefieres regresar allí, aunque el clima de esa otra región es más saludable y son semejantes sus recursos. Será elección tuya que debamos prolongar la ruta o repetirla de nuevo. Conviene a mi defensa seguirte en tu regreso allí donde no he podido esperarte cuando venías. Que te vaya bien.

25

Símaco a Átalo (396-399)

Si hubieras respondido a mi carta, hubieses aliviado tu conciencia de un peso: ahora has favorecido a la nuestra con tu silencio. Así es, tu cumplimiento de los deberes me proporciona alegría, su omisión una victoria. Y sé que tú puedes producir en abundancia lo que nosotros arrancamos con mucho sudor[257]. Pero puesto que deniegas tus buenas palabras a los lectores, sufro mi pérdida para no dar la sensación de que violento tu avaricia. Que te vaya bien.

A MACEDONIO[258]

26

Símaco a Macedonio (397)

Después de los placeres de Tíbur me atrevo a invitarte a mi campo de Lavinio[259], y no suplico largo tiempo por mi leal deseo. En efecto, la condición de las peticiones entre amigos debe ser tal que parezca fácil para quienes lo otorgan lo que es importante para quienes lo reclaman. Que te vaya bien.

27

Símaco a Macedonio

Sueles afirmar que me pones por delante de ti. Esto podría ser creíble si permitieras que mi hijo Átalo viniera ante nuestra presencia. Está bajo tu poder, obedece tus indicaciones; desde luego consiento en que esto deba ocurrir, pero no hasta el punto de que extiendas tu pontificado para perjudicamos. ¿Es poca cosa que tú, que eres igualmente digno de añoranza, descuides tu vínculo conmigo y nos deniegues tu deseadísima compañía? Además, también retienes a otro con las artes de un afecto seductor, conjeturando, según creo, que yo aceleraré mi regreso si soy abandonado por los dos. Pero te advierto que para arrastrar de nuevo a quien está inmóvil es necesario alguien que lo exhorte; como sabes, yo amo ciertamente el reposo, me nutro de quietud, así que te instruyo contra mi lentitud: si deseas ya el regreso de un amigo ausente, tolera una breve salida del que está presente.

28

Símaco a Macedonio (396)

Aunque me encontraba impedido por unas fiebres gravísimas, no he podido denegarte la prueba de consideración de una carta, para que no se me juzgue negligente hacia la lealtad. Y sin embargo, no he podido prolongar por muchos renglones mi misiva. Su brevedad no es reprensible, puesto que procede del peijuicio de mi salud y no de mi voluntad.

29

Símaco a Macedonio

Ni la partida de nuestro hermano el clarísimo Procliano[260] ha permitido que guardara silencio, ni nuestro afecto ha consentido que me abstuviera de mis deberes. Recibe en consecuencia el don de palabras adeudado y para volverme más dispuesto, ejercita a menudo la labor de comunicarme tus salutaciones.

A ÁTICO[261]

30

Símaco a Ático (396)

Es cierto que la quietud del campo me produce placer, pero considero más importante tu voluntad; por eso, si la suerte secunda lo que digo, no faltaré como espectador y convidado a la toma de posesión de tu consulado[262]. Que te vaya bien.

31

Símaco a Ático

Con tus elogios del campo de Tíbur pretendes apartarnos del regazo de Campania. Según afirmas, aquél es en tu propiedad rústica denso en cipreses, copioso en fuentes y fresco por su situación elevada. Pero yo anhelaría estas cosas si a ti te hubiesen retenido durante una estancia más amplia; ahora, con tu regreso apresurado a la Urbe[263] me has dado no sé qué sospecha de que el lugar te había hastiado. Es verdad que a menudo los placeres producen saturación. Si esto es así, te considero perdonado por Formias, a la que habías renunciado, dado que incluso a ti te desagrada lo que habías preferido. Que te vaya bien.

32

Símaco a Ático (396)

Planeamos recorrer de nuevo el camino y volver por fin ante vuestra presencia, aunque nuestros hijos estén carentes de fuerzas y a mí me haya atacado el mal de unas fiebres[264]. Con todo, la fatiga se aminorará con los breves intervalos de las posadas. Confío en que con el cambio de lugares habrá algún progreso para lo que deseo. Me alegro de que crezca cada día la dedicación de tu afecto hacia mí, que he comprobado en la práctica: la agradecería con palabras sin tasa si actuaras así por apetencia de alabanzas más que por un cariño sincero. Que te vaya bien.

33

Símaco a Ático

Te he transmitido hace poco noticias de mi salud y aún no me has dado nada que pueda leer a mi vez sobre tu prosperidad. Sin embargo no me molesta reiterar el rédito de mi lealtad con anterioridad a tu pago. En efecto, es tan grande la confianza en tu inclinación hacia nosotros que he considerado abonado todo lo que se me debe[265] de parte de quien me quiere. Que te vaya bien.

34

Símaco a Ático (384-402)

Tras expresarte el homenaje de mi salutación, me sumo a la solicitud del agente Getúlico, que por mi intermediación trata de alcanzar de ti un justo favor. Concuerda con tu humanidad acoger un deseo digno de aplauso y acrecentar con la adición de un nuevo adepto el número de los que con razón te veneran. Que te vaya bien.

A DECIO[266]

35

Símaco a Decio (397)

Soliviantas mi espíritu al evocarme la costa campana, pero como nosotros residimos en el campo prenestino[267], también disponemos de las mismas dulzuras. Aunque sea más numerosa la opinión de los hombres que anteponen los lugares costeros a los montañosos, sin embargo yo considero que para evitar los calores son más adecuados los parajes boscosos que los abiertos por el cultivo.

Para estimular nuestra partida habías añadido que en 2 breve estaría contigo mi hijo Flaviano. Hace ya tiempo que yo disfruto de su presencia. Comprendes por ello que es preferible con mucho mi suerte, pues he dejado en la duda la comparación de los dos lugares y he pasado a mi beneficio la compañía de la prenda de afecto de la que te vanagloriabas en el más alto grado. Así pues, ya que ha cambiado la 3 situación, más bien deberías tú repasar el camino hacia nosotros. Añade la saturación que te ha producido el largo disfrute de la abundancia; efectivamente, así como Campania es deseable para los ausentes, cansa en la misma medida a quienes se demoran allí. Pero no iré más lejos en relación con este asunto, para que si vengo no parezca que manifiesto mi hastío hacia aquella región[268], que nos agrada muchísimo. Que te vaya bien.

36

Símaco a Decio (396)

Aún no nos hemos acercado a la costa de Nápoles para visitar la fortaleza de tus placeres, pero no obstante todo lo que baña el mar Tirreno se llena con tu nombre. ¿Para qué decir más? Has sucedido en fama a Lúculo[269]. Por eso me admiro más de que algunas veces puedas pasar a otros lugares, a no ser que acaso rehuyas por hastío la opulencia y corrijas tu saturación[270] con un cambio. Pero hasta aquí has estado fuera demasiado tiempo; pienso que con la prolongación de tu austeridad ya te has conciliado el deseo de riquezas. Entonces, ¿por qué no diriges tus pasos hacia nosotros? Por el contrario, si allí te mantienes de buena gana en nuestra frugalidad, somos nosotros quienes hemos de regresar apresuradamente, porque no conviene que ambicionemos delicias ajenas. Que te vaya bien.

37

Símaco a Decio (397)

Para mí es un placer que te encuentres bien, pero advierto que no es propio de tu discernimiento preferir la costa napolitana a nuestra Formias. Sin duda por complacer a los presentes has cambiado no tu parecer sino tus palabras, a no ser que acaso la comparación de tus propiedades haga que sea para ti más grato aquel lugar en que el beneficio es más abundante. Pero la naturaleza de las regiones se debe valorar de acuerdo con sus méritos, no con nuestras ganancias. ¿Pero para qué hablar mucho acerca de esto? Tu estancia atestiguará si reposas allí de mejor gana, puesto que no puede dudarse de que te has alejado de mí a tu pesar. Que te vaya bien.

38

Símaco a Decio (398)

Me ha parecido que te burlabas cuando escribías que habías temido un encuentro con las armas de los soldados, según creo para que no siguiéramos tu camino hasta los confínes de Campania, pues si tú mismo, que has residido largo tiempo en campamentos, has experimentado algún temor, ¿en qué amargura hubiera caído yo, que estoy habituado a la toga? Pero no consiento que una agitación simulada te sirva para que te demores. La Apia[271] entera está libre de soldados, una vez que han sido trasladados todos los que, tras pacificarse la situación de África[272], han vuelto al servicio del divino príncipe. ¿Qué voy a decir del hecho de que también 2 la patria, que está en una situación angustiosa, precisa el concurso y la compañía de los buenos? Ciertamente no es su prosperidad lo único que aguarda nuestra presencia; es un cumplimiento del deber más digno de alabanza compartir los momentos de incertidumbre con los conciudadanos. Pero ya una esperanza mejor serena el rostro de nuestra Urbe y el avituallamiento, que ha sido sostenido de momento por unos subsidios organizados con previsión, promete igualmente la llegada de la cosecha de Libia. Que te vaya bien.

39

Símaco a Decio (397)

La suerte altera a menudo lo que se ha dispuesto. Esto es lo que me ha ocurrido a mí, que al haberme retenido asuntos de la Urbe no he podido acudir por el bien de mi salud a los vapores etruscos. Por consiguiente, no se te impone ninguna demora por mi culpa: es más, te exhorto y te pido que apresurando tu ruta vuelvas a ver Roma y nos otorgues el placer de tu presencia, que no nos ha correspondido disfrutar en las afueras de la Urbe. Que te vaya bien.

40

Símaco a Decio (398)

Hace ya tiempo que te has liberado de las preocupaciones públicas[273] y debiste reemprender la ruta antes que aliviar los anhelos de los amigos con los auspicios de tus cartas. En efecto, si cuentas con salud conforme a tu deseo, ¿cuál diré que es la causa de que te demores largo tiempo en Campania? ¿Acaso defraudamos prolongadamente a nosotros, que te queremos muchísimo, en cuanto a los bienes que solemos acoger de ti? Acuérdate más bien de la Urbe y de nosotros, y mientras la ocasión del verano incita a ello, emprende deprisa el camino, para que los prolongados perjuicios de tu ausencia se compensen finalmente con tu deseado regreso. Que te vaya bien.

41

Símaco a Decio (398)

¿A dónde ha ido la lealtad a las promesas? Me has otorgado el consuelo de una carta cuando esperaba tu regreso. Nos hubiera parecido agradable recibir este don si no hubieras prometido algo de más entidad. ¿Acaso has temido que un antiguo cónsul fuera testigo de tus placeres? Esta preocupación no ha logrado nada: capto con los oídos las maravillas sustraídas a los ojos. En efecto, igual que todos se disgustan por nuestra austeridad, lamentan que estés lejos y para oprobio de mi mesa se te echa ostensiblemente de menos. Sabrá esto el senado, lo oirá el pueblo, pues no puedo vengar de otro modo mi justo dolor por tu ausencia. Que te vaya bien.

〈A ADRIANO[274]

42

Símaco a Adriano〉 (401)

Hay que romper la inacción y dirigir nuestra atención a los coloquios mutuos, para que la negligencia al escribir no atenúe el recuerdo de la vieja amistad entre nosotros; con el fin de que la mantengas en lo sucesivo de mejor gana, responsabilízate de iniciarla según mi ejemplo. Ahí tienes una carta que te trae una salutación. Imitar mi cumplimiento del deber atestiguará que agrada a tus sentidos. Es más, si esas palabras suscitan también el fruto de tu protección para el portador, censuraré los perjuicios de mi silencio anterior. Efectivamente, quedará claro que hubiera podido velar por más personas si hubiera empezado antes a dirigirme a ti.

43

Símaco a Adriano〉 (397)

Cuando me encontraba en el campo mejorando mi andar[275] gracias a la generosidad de un clima cuyo disfrute me cautiva tras mi dolor ***, me ha dado una ocasión para escribir un amigo muy íntimo que se disponía a emprender el camino. He abrazado de inmediato una asociación favorable a mis inclinaciones y no he diferido unos escritos que pudieran establecer entre nosotros el intercambio de nuestros respetos, y abrir al que viaja una primera puerta a tu conocimiento. Si consideras dignos de aprobación los motivos de esta carta, que yo obtenga la gracia de tus palabras, aquél el fruto de tu afecto. Que te vaya bien.

44

Símaco a Adriano〉 (397-402)

Te pago la salutación que me has dirigido, aunque en los días anteriores he frecuentado nuestra amistad con la labor de mi pluma por iniciativa propia. Este recordatorio no desaprueba tus muestras de cortesía; mi espíritu se nutre realmente del placer que me produce esta diligencia. En consecuencia es elección tuya si quieres ser a menudo generoso conmigo en cartas, algo que desde luego deseo en el más alto grado; pero si alguna vez nos falta esa ganancia, nuestras propias palabras me otorgarán la misma alegría de hablar contigo. Que te vaya bien.

45

Símaco a Adriano〉 (398-399)

Ésta es la única vía por la que puedo prestar la máxima ayuda a mis conciudadanos e íntimos: introducirlos como un mistagogo[276] en tu clientela. Ahora lo hago por Gaudencio[277], un varón de origen senatorial. Si consideras desde más cerca su modestia, la hallarás semejante a la de los ilustres de nacimiento. Por eso, antes de que tenga la plena confianza de tu parte que pronto le otorgará el examen de su carácter, acógelo sin demora para que te honre, y que entienda que se ha acreditado por mi testimonio. Que te vaya bien.

46

Símaco a Adriano〉 (398-399/401-402[278])

La bondad singular de tu espíritu llama frecuentemente a mi confianza a plantear peticiones justas. No debo por consiguiente temer que se me censure recomendar a los íntimos cuando tú mismo, con la benignidad de tu deseo, incitas a ello mi afán, así que tengo la esperanza cierta de que te resultará grata la carta con que acompaño a mi viejo amigo el distinguidísimo Desiderio[279]. Un motivo doméstico lo 2 ha empujado a la necesidad de interrumpir su ocio. Yo hubiera podido pasar por alto fácilmente esa pérdida si una fortuna reducida permitiera la magnanimidad. Le oirás a él mismo con más amplitud todo lo que rechaza despachar la brevedad de una misiva[280]; a mí me basta con rogar de modo general en su favor. Te ruego que asumas el papel del benefactor que atribuye a Dios los méritos de los hombres, y que recibas unas ganancias más brillantes del provecho de éste, pues a mí me parece que los beneficios aportan más a quienes los otorgan. Que te vaya bien.

47

Símaco a Adriano〉 (398)

Cuando parte hacia vosotros mi señor e hijo Flaviano[281], al que debo acompañar con este viático, ni puedo abstenerme de escribir cartas ni añadirle nada, porque tu diligencia hacia él no admite un incremento. Quiero por ello que sepas que el hecho de que escribamos acerca de él lo mínimo posible no proviene del hastío, sino de mi confianza anticipada en tus intenciones. Por consiguiente, dígnate portarte con él como te compromete a ello una vieja amistad; a ella el grado de tu cargo[282] ha sumado que no digas que no puedes hacer lo que debes querer en su favor. Que te vaya bien.

48

Símaco a Adriano〉 (399)

Por tu favor se ha logrado que recibiéramos la ayuda de unos permisos de posta[283] con los que pudieran viajar a Hispania unos amigos míos que han de comprar caballos para los carros[284]. Te ruego por ello que dispongas que hagan pronto la travesía los enviados al efecto, pues hace falta mucho tiempo para que con una selección se extraigan los mejores de cada provincia[285] y sean llevados a su destino con un cuidado más escrupuloso. Estaré todavía más obligado hacia ti si ayudas a su ruta con otros dos caballos de posta, pues se distribuirán separadamente para elegir los más selectos de las diversas provincias. Por detrás del ilustre y excelentísimo conde[286] redundará en tu beneficio todo el esplendor que aporten a nuestra casa los espectáculos de la pretura de mi hijo[287]. Que te vaya bien.

49

Símaco a Adriano

El puerto de tu espíritu es muy seguro contra todas las tempestades. Por eso corre hacia ti, seguro de su esperanza, el hijo de mi hermana[288]. Por otro lado, la índole del asunto espera de la bondad de la época un auxilio cuya naturaleza se manifestará a tus cualidades con la lectura de la petición. No debo yo narrar prolijamente la injusticia, cuando una súplica fiable expone una relación de lo que se desea. El afecto me impone sólo el papel siguiente: solicitar el sufragio de tu apoyo en favor del cónyuge de la prenda de mi afecto, pues a su pobreza se le apareja una grave ruina. Que te vaya bien.

50

Símaco a Adriano〉 (401)

Por pudor no puedo hacer yo mismo ostentación de mi gozo por ti, ni tampoco cito a otro como testigo; sin duda bastará con que midas mi afecto de acuerdo con tu espíritu. No obstante, debo confesar mi alegría por la 〈promoción〉 que ha traspasado a una persona de buena voluntad las riendas de la prefectura. Entretanto me desborda una alegría no menor con el hecho de que el prolongado esfuerzo de mi señor e hijo Flaviano en su administración lo haya hecho acreedor a disfrutar de una deseada quietud[289]. Lo cierto es que no hubiera sido justo ni que se 〈te〉 aplazara por largo tiempo esta recompensa ni que a aquél se le retrasara su descanso.

Te escribo esto para que sepas que nosotros damos gracias 2 al príncipe eterno[290] por tu cargo y que tú debes hacer lo mismo por la paz de aquél[291]. Al mismo tiempo te ruego que mantengas tu hábito menudeando las cartas y que no pretextes que las actividades públicas son un obstáculo para tus deberes particulares, pues siempre has estado a la altura de tus numerosas obligaciones y no hay ninguna clase de prueba cuya magnitud o novedad pueda apartarte de las actividades debidas a la amistad. Que te vaya bien.

51

Símaco a Adriano〉 (397-399/401-402)

Tal vez otras recomendaciones mías deban atribuirse a la benevolencia. Ésta proviene del discernimiento. Así es: confío a tu corazón venerable a mi hermano el obispo Severo[292], digno de ser alabado por el testimonio de todas las doctrinas religiosas. La desesperanza de igualar sus méritos y su propio pudor no me permiten decir más cosas sobre él. Además he asumido el papel de testigo, no de panegirista, y te reservo a ti el examen de su carácter. Cuando lo hayas sopesado a fondo, hallarás que más que faltar por negligencia he cedido ante sus méritos. Que te vaya bien.

52

Símaco a Adriano〉 (¿401-402?)

¿Qué pago que sea apropiado te daré por tan gran preocupación hacia mí y los míos? Realmente no puedo igualar tus muestras de consideración. No obstante, garantizo que nunca cederé ante ti en el respeto de mi espíritu y en mi afecto, y no dudo de que también tú deseas sólo la merced de una buena inclinación a cambio de los beneficios. Pero tu pudor no permite que me demore por más tiempo en este testimonio de gratitud, dado que juzgas que se debe a nuestra amistad lo que yo creo que se le otorga. Que te vaya bien.

53

Símaco a Adriano

La recomendación que dan mis escritos vale poco, ya que a mi íntimo Eusebio su recta vida y un servicio de muchos años le hacen ganarse a todos los buenos. Como está provisto de méritos, en consecuencia ha solicitado por su beneficio mi testimonio, no mis instancias; y con todo no debo abstenerme de tal tipo de cartas, más por satisfacer a la lealtad que[293] por sustentar con un servicio a alguien que se tambalea. Ésta es pues en suma mi petición, que halle en tu egregio corazón el cuño de mi buena voluntad hacia él. Que te vaya bien.

54

Símaco a Adriano〉 (398)

Como entiendes de todo, sabes cuántas inquietudes alberga una embajada[294], cuántas dificultades un viaje. Tu afecto las volverá leves e inofensivas para mi señor e hijo Átalo, que sigue los deseos del senado. Asume por consiguiente el papel benevolente que debes a mi petición y que se aviene con tu carácter. A mi Átalo le parecerá suficiente, cualquiera que sea el resultado de su cometido, haber merecido en su favor el interés de una persona superior. Que te vaya bien.

55

Símaco a Adriano〉 (399)

A menudo nos recompensas con cartas, según conviene; sin duda juzgas que las alianzas espirituales se debilitan por una especie de rubor debido al silencio. Cumples con un deber acorde con nuestros afanes y espíritus fraternos, y por eso no he aplazado dirigirte mi tumo de palabras. Tu pago provoca que todavía me sienta ahora deudor de tu afecto. Es cierto que todo se devuelve fácilmente por intercambio y compensación, pero el contrato de la amistad y la lealtad es eterno. Que te vaya bien y que perseveres en tu diligencia al escribir. Nosotros te proporcionaremos alivios epistolares con los que cautives tu espíritu cuando estés ocupado o a los que respondas si estás ocioso[295]. Que te vaya bien.

56

Símaco a Adriano〉 (398)

Tu humanidad nos impulsa a no denegar nuestra asistencia a quienes la solicitan. Pero tengo razones de más peso para escribirte en favor de Teodulo[296], porque es un colono de mis campos y porque a él se le otorga una atención más bien debida que obtenida con ruegos. Respeta pues tu costumbre e inclínate a mis súplicas como promete tu carácter, para que cualquiera que sea la culpa o el error en que aquél haya incurrido en contra de sus méritos, te dignes atemperarlo ante mi intervención. Que te vaya bien.

57

Símaco a Adriano

Es propio de tu virtud y de tus propósitos acoger a todos los buenos, entre los que, a la vista de su honradez, se cuenta por derecho Alejandro[297]. Por ayudarlo y por mi afecto hacia ti lo acompaño con una carta privada, y te ruego que le otorgues a él el apoyo adecuado y a mí una respuesta a mis palabras. Que te vaya bien.

58

Símaco a Adriano

He enviado dos discursillos míos, que han sido editados hace poco, a los ilustres Félix y Minervio[298], unos varones adornados con el sacerdocio de las virtudes y las letras. Puesto que me estimas, deseo que también tú los leas, si es que no te ofenden las inteligencias mediocres. Ellos mismos te proporcionarán el volumen, pues alimentan mi fama con tanto afán que no saben envidiarme la aprobación de los buenos. Que te vaya bien.

59

Símaco a Adriano〉 (401)

El agente Julio me ha presentado una carta sacra que contiene el generoso don de unos leopardos; al mismo tiempo nos ha entregado tu añorada página. Por consiguiente, te pago en primer lugar con las muestras de respeto de mi salutación; luego te pido que des gracias por mí al responsable[299] de esa deseada muestra de generosidad —esa 〈acción〉 será más grata si un acompañamiento oportuno la apoya—, y que la afabilidad de tu boca dé acompañamiento a lo que mi pudor a duras penas hubiera podido ejecutar. De acuerdo con el grado de afecto que recibo de ti, espero que pueda reproducir plenamente la magnitud de nuestro reconocimiento. Que te vaya bien.

〈A PATRICIO[300]

60

A Patricio

Era gravoso para mi pudor que hubieras escrito el primero; de inmediato una segunda carta tuya ha impuesto a mi sobrecargada frente la duplicación de la deuda. Temo, y deseo, que antes de que cumpla los dos contratos se me otorgue una tercera plática de tu parte. La riqueza oral que es en ti poderosa implica en verdad una impaciencia tal, que deniega un intervalo para la respuesta y se anticipa a atenciones que aún no han sido compensadas. Por consiguiente, me queda sólo una vía para dar una satisfacción: confesar que soy inferior con la pluma[301], aunque no digo que no esté a la misma altura en el culto de la amistad. Y no pienses que 2 actúo con arrogancia al parangonar el celo de mi corazón con el del tuyo: por el contrario me amas en vano si no permites que por lo menos nos comparemos en afecto. En consecuencia, tras esta declaración mía sé asiduo en el don de tu alabada elocuencia. Si yo soy más parco, recuerda que me he dado por vencido. ¿Acaso voy a desafiar yo con escritos, en contra del juicio público, al jefe del negociado de las cartas regias? A nosotros nos corresponde soplar en los cálamos pastoriles, a ti entonar el canto con las flautas sagradas; a nosotros nos embota el ocio, a ti la actividad te mantiene en forma. No pensarás tal vez que esta desocupación 3 nuestra, propia de la vida de un particular, es más oportuna para ser asiduo con las cartas: ves que las corrientes no serpentean fuera de una laguna con la misma agitación con que brotan de una fuente. Todo lo que sigue un curso tiene vigor; la práctica continuada renueva sus fuerzas.

Se te ha arrebatado lo que hubieras podido responder. En lo sucesivo, y con la riqueza para escribir por la que prevaleces, haz que tu ejemplo me aporte todo el talento que no me ha dado mi inteligencia.

61

A Patricio

Te había comunicado que había de escribirte más raramente. ¿Qué haré contra la amistad, que me obliga a mentir? Me he apartado de mi promesa, pero creo que tú apruebas un engaño de esta clase. Ahora quisiera que pensases en lo asiduo que debes ser, ya que me has proporcionado una esperanza más grande. ¿No me has lanzado el primero los dones de tu boca? Yo respondo a ellos con una petición de indulgencia, como si presentara la palma[302]. Te ruego que te atengas a lo prometido y que conserves la diligencia de tus comienzos. Yo, que casi me jacto de haber mentido, apelo a tu lealtad.

62

A Patricio

La amistad se adquiere para que el intercambio de servicios rija el interés mutuo. La máxima mencionada[303] se refiere a un asunto presente. En efecto, preveo que por el celo de tu Excelencia la súplica de mi hermano Calistiano y de su esposa no será privada de un beneficio sacro, para el que les sirven de apoyo la equidad de su deseo y que sea la forma acostumbrada de lograrlo. Así pues, dado que nada se opone a su petición, ejerce para secundar sus súplicas tu benevolencia. Como es innata en ti, me exime del trabajo de rogar con insistencia, pues comete casi una afrenta contra la bondad quien solicita ansiosamente lo que garantiza la naturaleza del otorgante.

63

A Patricio

Me alegro de que mi Aurelio[304] ocupe una posición tan destacada ante ti que tras habértelo confiado me lo devuelves a tu vez con una recomendación. Has superado nuestra atención hacia él, la cual ordenas que crezca. Atiendo por consiguiente a lo que has dicho, pues ningún afecto es tan grande que no pueda recibir un incremento. Oirás con agrado que estoy fuera de casa y que me nutro de ocio en la región de Campania[305]; efectivamente, sueles tomar parte con gusto en la prosperidad de los amigos. Que el honor del servicio[306] te proporcione frutos favorables; sea tranquila nuestra vida, notable la vuestra.

64

A Patricio

Expondrá las causas de mis allegados Martirio[307], que ha merecido de mi parte esta carta para su propio sostén. Te ruego que obtenga la ejecución del favor que espera de ti.

65

A Patricio (397)

Llegará a tus manos la causa de la prenda de mi afecto para que sea sostenida 〈por ti〉, ya que es acorde con las leyes. Pero como la mayoría de las veces la perfidia de los tutores es cambiante, pasa frecuentemente a artimañas diversas[308]. Pero creo que por lo menos ahora los culpables cederán ante el oráculo sacro si vuestra Equidad hace notorio lo que se debe disponer.

〈A ALIPIO[309]

66

A Alipio (378)

Tras la expresión de respeto de mi salutación, tranquilo ya por ti, añado una queja relativa a mi casa. Como suele suceder en ausencia de los dueños, la malicia del negociado del gobernador provincial no ha dejado nada de los campos de mi propiedad que poseemos en la Mauritania Cesariense[310]. Las quejas que he remitido a menudo ante el dirigente de la provincia no han sido tenidas muy en cuenta por la apatía del que juzga. Por eso, dado que los remedios menores no son útiles, hemos acudido a los mayores. Te ruego que prestes tu ayuda para que no desaparezca un bien arruinado por tantos perjuicios. Debes a tu fama y a mi amistad dignarte secundar particularmente la justicia de esta demanda.

67

A Alipio

Quien espera presentarse en breve tiempo ante sus amigos[311] suele abstenerse de escribir cartas. Yo mantengo íntegra esa esperanza de verte y la práctica del deber epistolar no me produce hastío. Por consiguiente te presento mis respetos expresándote mi salutación y no reclamo de momento una respuesta escrita porque próximamente me pagarás los intereses de mi pluma con el don de la conversación.

68

A Alipio (396)

Percibo que has comprobado de sobra la atención que otorgo a tu venerable casa. De ahí viene que compartas conmigo las alegrías y me reveles con la pluma que la salud de mi señora e hija[312] ha retomado a una esperanza mejor. Te doy en consecuencia expresivas gracias y ruego a los dioses que crezca tu dicha.

A nosotros nos infunden preocupaciones la excesiva tardanza del aprovisionamiento de las naves africanas y la escasez en los graneros. Hemos sido llamados por ello a contribuir y hemos prometido los remedios habituales para la patria. Pero hay que formular votos para que un pago rápido dé respuesta a este compromiso voluntario[313].

69

A Alipio (397)

Los que hablaron de los hechos de la antigüedad han transmitido a la posteridad que un individuo fue llamado a juicio porque había tomado en precario hasta Arida[314] un rocín de un amigo y había rebasado las alturas de la colina siguiente[315]. Fue acaso una economía y escrupulosidad propia de una época pobre que se considerase una falta contra la amistad haber sobrepasado el lugar fijado; yo por mi parte no temo ser acusado de usurpación por haberme demorado con las caballerías que me habías dado, cuando tan grandes son los recursos de tu fortuna y la benevolencia de tu 2 espíritu. Por consiguiente he tomado lo que tu afecto me ofrecía, y tan lejos estoy de temer tu irritación que espero una espontánea y benigna complacencia de tu parte por mi confianza, pues es preciso que apruebes lo que tú mismo hubieras hecho. ¿Pero por qué sigo con esto como si debiera disculparme? Te escribo con mi salud intacta desde mi propiedad de Formias[316], de donde he enviado vuestra pareja de caballos, más entrenada que fatigada. Retendré por un tiempo los mulos[317], pues me habías dado esta posibilidad. Si la hubiera rechazado, parecería aplicar de mejor gana mi voluntad en su utilización que ceder a la tuya en su concesión.

70

A Alipio

Cuando rememoro los inconvenientes de la Urbe[318], me complace estar fuera. Cuando os considero en mi pensamiento, mi ausencia me hastía. Por eso hay un alivio intermedio en la carta que te he dado para que al mismo tiempo que contentas a la amistad y sigues mi ejemplo, me otorgues tus misivas, en las cuales ves que hay un consuelo mayor.

71

A Alipio (397)

Tus cartas me comunican muchísima energía y ayuda para reforzar mi salud; en primer lugar porque atestiguan que te acuerdas de nosotros, luego porque aportan pruebas de tu prosperidad. Confieso pues que mi estado, aún débil, se restablece[319] por la asiduidad de tus escritos y me doy cuenta de la ventaja que obtendría de tu presencia cuando recibo tanta salud de una carta. Que te vaya bien.

〈A LOS HERMANOS[320]

72

A los hermanos (400/402)

Una vez que he llegado a Milán[321] os escribo estas letras y con ellas os presento los respetos de la salutación que os debo. Es justo que mi preocupación por vosotros se mitigue con el relato correspondiente a una piadosa respuesta.

73

Símaco a los hermanos (396-397)

Hemos llegado, pero ya me arrepiento de haber venido. Así es: tan pronto como hube pisado el suelo de la costa de Bayas, me acometió un dolor en el pie y por eso he dictado unas pocas palabras; pronto seré más fecundo al escribir si la deseada salud se vuelve hacia mí y a su vez vuestras cartas me incitan a ello.

74

Símaco a los hermanos (396-397)

Nada más llegar nuestra salud ha sido perturbada, como hemos señalado en el escrito anterior; la suerte verá si ha sido por la insalubridad de las aguas o por el cambio de aires. Ahora un estado mejor ha comenzado a aminorar las contrariedades, pero por delante de lo demás ha sido un remedio para nosotros haber sabido que os encontrabais bien. Y si también os preguntáis el momento de nuestro regreso, deseamos emprender el camino hacia las idus de octubre[322], si la Fortuna es propicia a lo que digo.

75

Símaco a los hermanos

Sé que deseáis y esperáis una carta mía, porque es usual que un deber de esta clase se inicie del lado de los que parten[323]. Os envío en consecuencia las primicias de las salutaciones que hemos de intercambiar, sin que dude en absoluto de que, como si se hubiera dado una señal, no seréis negligentes en responder.

76

Símaco a los hermanos (394)

Constituye un rito y un voto que los candidatos a la cuestura[324] ofrezcan los dones habituales a las personas más importantes y más amigas, en cuyo número os contáis por derecho. Consecuentemente os ofrezco un díptico de marfil y una canastilla de plata[325] de dos libras en nombre de mi hijo, que ha presentado los espectáculos de su cuestura, y os ruego encarecidamente que os dignéis acoger con agrado esta muestra de consideración. Que os vaya bien.

77

Símaco a los hermanos

Habéis podido juzgar por vosotros mismos que había algunas causas en el origen de mi silencio. En efecto, ¿cuándo hubiera faltado a las obligaciones de mi compromiso si hubiera estado bien de salud? Ahora, al ceder poco a poco el dolor, no he podido aplazar el deber de saludaros. Será tarea vuestra remitirme la respuesta correspondiente, que me proporcionará remedios para recuperarme si el tiempo lleva a término mis deseos.

78

A los hermanos

Después que hube enviado la página que os llevaba una salutación, se presentó oportunamente una persona que me mostraba una carta vuestra. Aunque al principio me he alegrado de recibirla, cuando he sabido que la prenda común de nuestro afecto[326] había guardado cama, me ha perturbado de repente el amargor de lo que leía. Pero como la posdata me ha informado de que nuestro hijo había vuelto a su vigor, mi ánimo ha retomado de nuevo a la tranquilidad. He indicado en escritos previos el estado de mi salud; no hay que recordarlo de nuevo, para que no os perturbe la reiteración de un escrito con inquietudes.

79

A los hermanos (397)

Hace poco que os he enviado una carta que anuncia el regreso de nuestro hijo Fausto, para que una rápida garantía mitigase la impaciencia de vuestra añoranza, pero no me ha contrariado reiterar el don de una salutación también al partir aquél. Recibid en consecuencia un placer doble, primero por su propio regreso y luego por las palabras fraternas con que os indicamos que nuestros hijos comunes[327] han retornado a la salud.

80

Símaco a los hermanos (397)

En los días anteriores he menudeado las cartas pero ninguna asiduidad puede colmar el espíritu de quien ama. Pienso que puede bastar para vuestra información que escribamos que estamos bien, aunque haya disminuido el placer de nuestro reposo la prenda común de nuestro afecto[328], maltratada por un derrame durante unos pocos días. Pero ella ha comenzado a salir hacia la salud plena con la ayuda divina.

〈A MESALA[329]

81

A Mesala (399)

La Fortuna se ha reconciliado con nuestros conciudadanos una vez que el Estado te ha reclamado para sí[330]. A los demás que esperan por la equidad se debe añadir en estas circunstancias a Jucundo, muy amigo mío, convocado por la eminente prefectura a la instrucción de un litigio privado, aunque lleva ya largo tiempo incomodado por una enfermedad. Y sin duda él desearía responder bajo tu supervisión a lo que se le ha planteado, pero es un obstáculo para su voluntad su salud, que al estar dañada por una hemorragia rechaza la incertidumbre de los viajes[331]. Y la justicia no dejará de asistir a la petición de la parte contraria si el debate se remite a tu vicario[332]. Ésta es en suma la solicitud, que la supresión de un viaje proporcione a un hombre la salud, puesto que ningún punto de la causa prescribe en virtud de la sede.

82

A Mesala (399)

Debo organizar y preparar la pretura[333], y la promoción de tu Grandeza nos ha alentado para sus exhibiciones, pues mi empresa se servirá de los recursos de un hermano. Te ruego por ello que tomes parte conmigo concienzudamente en las obligaciones votivas y que te dignes conceder tu apoyo para hacer avanzar su gestión a unos íntimos míos que se dirigen a lugares remotos de Hispania con motivo de la compra de caballos[334] para los carros. Resultaría prolija la pretensión de pasar revista en una carta a lo que se debe proporcionar; por eso he anotado sucintamente en el resumen adjunto[335] los puntos principales. Tienes entera libertad para añadir favores si la pluma del peticionario ha olvidado alguno.

83

A Mesala (399-400)

Si mis escritos anteriores hubieran valido de algo en favor de Jucundo, un amigo unido espiritualmente a mí, mis expresiones se consagrarían más a darte las gracias que a renovar mi petición; pero dado que las repetidas citaciones por un asunto civil agravan su enfermedad, repito mi palabras no ya por la causa sino por la salud de mi íntimo. Y es indudable que el logro de mi pretensión no hubiera debido ser dificultoso, puesto que el discurso divino lo ha dispensado del largo viaje[336]. Me extraña que su ejecución sea difícil, cuando tu indulgencia suele aplicar tales medidas incluso sin el peso de un rescripto. Por eso ruego con más empeño que se devuelva al foro del vicario una causa tratada a menudo en estos juzgados, en vista de que lo ordena la carta sacra y no lo rechaza la humanidad de los tribunales.

84

A Mesala

Mi conciencia me ha proporcionado un primer motivo para escribir: cultivar con una carta nuestra amistad; la humanidad ha inspirado el segundo: conciliarle tu afecto al inmejorable Tálaso[337], íntimo mío. Queda que tu tumo de palabras me responda y que al recomendado le resulte su deseo acorde con su pensamiento.

85

A Mesala (¿399-400?)

Nuestra familiaridad contigo debe ayudar a Númida[338]; lo confío a tu auxilio para que tu atención hacia mí compense los servicios que ha invertido en nosotros con sus honrosas atenciones. Examina la conducta de este hombre a partir de mi juicio e imita los votos de quien lo recomienda en todo lo que requiera su interés.

86

A Mesala

Por una parte la consideración de mis intenciones hacia ti ha exigido que te escribiera; por otra no hubiera debido faltarle un testimonio mío al clarísimo y distinguidísimo Eusebio[339]. Te ruego que tu bondad *** recompense a quien ha servido muy bien a los mejores varones, ya que toda persona digna de estimación desea este único pago por su modestia y honradez: llegar por una conciliación irreprensible a la confianza íntima de los buenos y de los que se te parecen.

87

A Mesala

Toda recomendación otorga un testimonio a los amigos y presta una ayuda a los desconocidos. Por consiguiente mi hijo el distinguidísimo Proceso no debe contarse en ese grupo al que se conceden escritos por hacerles un favor, sino más bien en aquel al que se paga en reciprocidad por afecto. Pienso que está ya claro para ti qué clase de criterio debes mantener en la intimidad sobre aquel que te recomiendo sin mostrarle favor. En resumen, es justo que encuentre tanta benevolencia en ti como servicios ha invertido en mí.

88

A Mesala (399-400)

Las amistades de los padres se trasladan razonablemente a los hijos[340] para que el afecto, una vez iniciado, aproveche a los sucesores de aquéllos como por derecho hereditario. Por este motivo he acogido para amarlo e igualmente para protegerlo al hijo del óptimo varón que fue Gregorio[341], pues tuve con el padre un fiel vínculo espiritual. Pero deseo compartir contigo la deuda de lealtad. Por eso te ruego que te sumes a mi atención por él en aquello que exija su interés. Por otro lado, entre los demás deseos del joven, el principal es señal de un espíritu noble: a pesar de no ser un abogado de origen oscuro aspira a acceder a tu tribunal[342]; le proporcionarás, según espero, enseñanzas con el esplendor de tu expresión y apoyo con la bondad de tu espíritu.

89

A Mesala (399)

Creo que llegó hace tiempo a tus manos una carta en la que te aducía lo que ha sido aprobado por los tribunales, que mi amigo Jucundo, aunque deseaba ser interrogado por ti, no podía partir a causa de su salud[343]. Su enfermedad se agrava cada día y por eso reitero mi petición para que no caiga en la desgracia de la contumacia quien merece conmiseración. Y es indudable que la humanidad no menoscabará en absoluto la causa civil si remitís el interrogatorio a vuestro vicario, ya que al mismo tiempo se liberará de una injusticia a quien sufre y le llegará su fin al asunto.

90

A Mesala (399)

El resultado ha probado que yo no había esperado sin razón por lo que te has dignado concederme, y que más bien hubiera podido cometer yo una falta si por pudor hubiera silenciado ante quien me estima las necesidades de la pretura de la prenda de nuestro afecto[344]. Por consiguiente, me alegro de que nos distingas con testimonios frecuentes de tu afecto y quiero que cuentes con que todo el favor que obtenga nuestra exhibición será atribuido a tus beneficios, pues yo cedo ante ti.

91

A Mesala (399)

Es cierto que siempre has adquirido honores por el esplendor de tu vida y de tus letras[345], pero ahora todos los buenos se congratulan de que también se te haya otorgado una dignidad pública[346]. Deseo en consecuencia que disfrutes de unas distinciones adquiridas de acuerdo con tu deseo, y que una vez llevado al culmen de la gloria, te iguales con la grandeza de la decisión imperial.

92

A Mesala (antes de 402)

Mi deber es comunicarte que me encuentro bien, mi deseo saber que tú estás sano y salvo. Al anunciarte mi prosperidad yo he desempeñado el papel de quien siente afecto, tú me debes aún las alegrías de tu buen estado. El favor de los dioses[347] y tus escritos dispondrán que llegue a mi conocimiento con la fidelidad habitual.

〈A LONGINIANO[348]

93

A Longiniano (399)

Participas de nuestras alegrías con espíritu amistoso y acompañas con la congratulación de tu pluma el restablecimiento en el cargo de mi hijo Flaviano[349]. Eres digno de que siempre te sobrevengan alegrías. Pero sé que esta considerada benevolencia de tu parte proviene de las enseñanzas de aquel que se ha distinguido por ella[350]. Sigues por consiguiente de manera encomiable el magisterio de una voluntad óptima. Te ruego que mantengas, según haces, tu constancia en el bien: imita a aquél, ámanos a nosotros.

94

A Longiniano (398-399/401-402)[351]

La dignidad de vuestro servicio brilla por su concesión de beneficios. Por eso, como la consideración de tus merecimientos te acerca a lo más alto, recoge con benevolencia el lustre de la fama y la simpatía. Y no está lejos aquello de lo que puedes adquirir un fruto semejante, pues mi carta te presenta para que lo ayudes a mi hijo Desiderio[352], un varón adornado por todos los bienes que el cuidado de los hombres se puede proporcionar sin contar con la Fortuna. Pero si lo apoyas, también ésta se reconciliará con él. Queda que estés dispuesto a hacer lo que puedas de acuerdo con los recursos de tu posición y de tus méritos: si desechas el litigio, remediarás fácilmente la inflexión negativa del asunto de nuestro amigo.

95

A Longiniano (398)

Con anterioridad te has dignado abrazar la amistad de mi señor e hijo Flaviano, pero ahora se ofrece la oportunidad de que le des pruebas de una verdadera familiaridad. En efecto, la convocatoria a la toma de posesión del magnífico cónsul[353] por una carta sacra de nuestro señor el augustísimo príncipe Honorio, proporcionará una ocasión para que muestre a tu discernimiento su propio mérito y para que brille tu afecto hacia él. A todo esto, yo asumo con mi intervención el papel de un padre, y no puede dudarse del peso que tiene recomendar a las prendas de afecto ante quien ama a los suyos. Y éste es en suma mi deseo, que brille en tu espíritu un amor semejante al mío.

96

A Longiniano (399-400)

Me exhortas a favorecer a Dinamio[354], cuando yo no he cedido ante ti en mi amor por él, pues es un hombre provisto del ornato de sus virtudes. Consecuentemente me rindo de buena gana a tu criterio y declaro que es digno de unirse a nuestro orden[355], pero se le debe añadir la prerrogativa militar, para que se sirva de los beneficios de haber sido elegido, dado que los decretos divinales han querido que se redujeran 2 las cargas sólo a quienes da lustre el honor castrense. Así pues, si también otorgas esta distinción que ha de colmar la adición de las anonas y de los permisos de posta[356], con una cómoda carrera será acogido entre los consulares[357]. Por eso está en tu mano ayudar con tales complementos tanto a los merecimientos de aquél como a mi interés.

En medio de esto, me extraña muchísimo que con respecto 3 a mi señor e hijo el ilustre Flaviano no hayas pensado ni en el grado de su magistratura[358] ni en el derecho de la amistad. Así es, al reclamar tu eminente autoridad las deudas en los asientos del vino, ha llegado hasta a condenar al negociado con una multa[359]. Admite pacientemente que no ha debido oprimirse con tal afrenta ni a la prefectura ni a un varón que te estima muchísimo. Te ruego por ello que en adelante te dignes hacerle tantas concesiones como convenga que recíprocamente se te muestren a ti. Por lo menos yo, como padre de ambos, no permito que surja de tu parte ninguna estridencia; es más, deseo fervientemente que a base de leales atenciones crezcan entre vosotros los motivos de afecto mutuo.

97

A Longiniano (399)

He recibido una alegría de tu carta una vez que me has manifestado que una misiva de recomendación ha ayudado a mis íntimos, que se dirigen a Hispania[360]. Por ello guardo en mi espíritu y atestiguo con mi boca la gracia recibida. Pero tu pudor hace que yo hable de esto con más parquedad, pues deseas afecto, no palabras.

98

A Longiniano

Ya hace tiempo que echaba de menos una carta tuya: ahora la he recibido con una alegría de espíritu desmesurada. Al responderte consecuentemente con el respeto y el afecto debidos, añado una demanda: que en lo sucesivo te dignes menudear el deseable don que has otorgado espontáneamente. Pero no es preciso insistir en esta solicitud, ya que mi petición no debe arrancar lo que tu humanidad promete.

99

A Longiniano

Practico de buena gana el culto de la amistad, pues veo que tú no me deniegas el talión[361] de un interés semejante; por otra parte, tu afecto es un gran estímulo de la diligencia. Por lo cual no puedo reprobar como si fuera un beneficio lo que otorgo de acuerdo con una cortesía debida, dado que tú mismo inspiras mis muestras de consideración, que provocas con tu asiduidad al escribir.

100

A Longiniano (399-400)

Percibo el afecto que a tu vez te dignas otorgarme, pero me admiro vivamente de que sospeches que mi señor e hijo Flaviano, que te abraza con un amor semejante, está en inferioridad con respecto a tu amistad. Por consiguiente, si consideras que mis aseveraciones tienen algún peso, te ruego que por mi testimonio abandones una convicción de esa clase, y rechazando los rumores de algunos mantengas una constancia acorde con tu venerable carácter y con la amistad. Con todo, si unas palabras envidiosas han traído algo a tu conocimiento, te suplico que me hagas partícipe de ello, para que el amargor que se ha contraído por la incriminación de otros se disuelva con leales justificaciones[362].

101

A Longiniano

Juzgo que al venerable Eusebio[363] le basta como recomendación suprema que yo declare que le he dado mi aprobación, y por eso no debo esforzarme con más palabras para conciliarle tu buena voluntad, puesto que tengo por cierto que no ha de faltarles en absoluto tu favor a aquellos que me han ofrecido leales servicios. Nosotros nos encontramos bien de acuerdo con nuestro deseo, y si tú mismo no nos deniegas cartas relativas a tu buen estado, las acogeremos con gusto.

〈A PETRONIO Y PATRUINO[364]

102

A Petronio y Patruino (398)

Pocas palabras se han de decir en favor de personas conocidas y estimadas, pues testimonian mi consideración, no sus méritos. Por eso no debo esforzarme en recomendar ante vuestras Excelencias los méritos de mi señor e hijo Flaviano[365], ya que la vieja amistad entre vosotros va a volver a un ejercicio más dichoso. La esencia de mis palabras es que su regreso a la patria le traiga a él de nuevo vuestro afecto perpetuo y a mí una salutación como respuesta.

103

A [Petronio][366] y Patruino (398-399/401-402)[367]

Deseo que recibas esta salutación íntegro en tu vigor y alegre por tu prosperidad. Por otra parte, por medio del óptimo Desiderio[368] —a quien su vida pura le procura la máxima gloria—, te será entregada esta página que testimonia mi consideración y que me reportará un grandísimo bien si te atrae muchísimo a la amistad del que te la entrega. En efecto, a la vista de tu cariño no considero que deba esforzarme para que te dignes responderme. Éste es el único interés de mi voto, que el recomendado adquiera tu favor y regrese como panegirista de tus beneficios; el provecho que obtenga de ellos redundará en su interés y su agradecimiento inundará mi sentir.

104

A Petronio y Patruino (399)

Veo que el honor de mi hijo Flaviano había andado hasta ahora por los suelos para que se le presentara un testigo mejor. Quien debía reservarse para el juicio de los buenos tiempos se había encontrado con el favor de un tirano[369], y la pérdida de la prefectura le ha proporcionado un cambio de promotor. Por consiguiente, ¿qué palabras igualarán un don tan grande? Uníos a nosotros, os lo ruego, para expresar agradecimiento al excelso varón[370], pues aunque seamos vencidos individualmente por la magnitud de su acción, hacen falta muchos panegiristas para que un don múltiple alcance el peso 2 de la deuda. Y sin duda el señor de mi corazón, de quien ha partido el beneficio, percibe la dimensión de su acto no a partir de las palabras de otro, sino del gozo de su conciencia, y no ignora que lo que otorga posee tal entidad que supera la esperanza de su liquidación. Con todo, nosotros compensaremos que nos haya correspondido esa gracia con la lealtad de la amistad y el respeto, y damos como fiadores de esa actitud los sentimientos con que satisfacen los hijos a los autores de sus vidas, pues el amor basta a los contratos del afecto.

105

A Patruino (399)

La mediocridad de mis palabras no puede ser capaz de dar gracias a mi señor el excelentísimo conde[371]. Por eso te impongo la tarea de exponer más cumplidamente ante él la disposición de mi espíritu en relación con los permisos de posta logrados como apoyo para la toma de posesión de la pretura[372], y de que a la vez te dignes esforzarte en que se obtenga un paso rápido a las Hispanias para los enviados al efecto, pues se acerca el tiempo de la toma de posesión de la pretura y temo que una compra tardía de los caballos para los carros y las dificultades de su conducción se vean oprimidas por unos límites angustiosos. También sobre esto he suplicado al sublime varón y excelentísimo 2 conde, seguro de su consecución. He añadido además unas instrucciones que te dignarás apoyar, si la petición no parece molesta, para que acompañe a mis allegados con unas cartas dirigidas a los hispanos más influyentes. Se ha dicho bastante. Si las palabras de mis amigos aportan alguna otra cosa a tus oídos, te ruego que no consideres gravoso tomarla al cuidado de tu venerable y fidelísimo corazón.

106

APetronio[373] (399)

El afecto mutuo hace que delegue en ti lo que he de hacer para mi provecho. En consecuencia, dado que son inminentes los juegos de la pretura de mi hijo —que el ilustre conde, muy sublime en toda clase de virtudes, se ha dignado ayudar con unos permisos de posta—, se debe imprimir rapidez a la compra de caballos de Hispania. Por eso te ruego que ningún retraso demore a los allegados que he enviado a las Hispanias, a quienes quiero que ayude una carta tuya, para que tus méritos, que están grabados[374] en los espíritus de los hispanos, les sirvan de auxilio.

107

A Patruino (397-402)

Conozco la modestia del agente Juliano, verifico sus orígenes, lamento su suerte, pues ha sido consumido larga y profundamente por males funestos. Pero creo que todo retomará para él a un estado de gracia si lo favorecen tu protección y tu humanidad. No diré más, puesto que tu preclaro carácter acostumbra a elevar a los carentes de recursos y además la naturaleza de tu espíritu se aviene con esta petición mía.

108

A Patruino (398-402)

Después del acuerdo de las partes, después del vínculo de un pacto y de la presentación en el juicio de las pruebas de las resoluciones, mi hijo Ceciliano[375] es arrastrado de nuevo a las incertidumbres de un litigio. Has conocido la naturaleza de la causa: omito razonablemente exponer con la pluma algo sabido. Sólo quiero lograr de tu venerable espíritu que remedies una injusticia repetida con las mismas fuerzas con las que calmaste en su favor las primeras disputas, porque la concordia rota en contra de la lealtad de una resolución debe estimular más vivamente tu justicia.

109

APetronio〉 (398-402)

Es patente la maldad de aquellos que vuelven a cuestionar lo determinado con pactos, y por no soportar la tranquilidad cambian el fin de una disputa por un segundo litigio. Considera en consecuencia el dolor de mi hijo Ceciliano, al que una avenencia comprada con detrimento de su patrimonio no ha podido proporcionarle reposo. Así es: lo vuelven a llevar a dilatados juicios, de los que será arrancado fácilmente si le aportas tu auxilio, pues en ti y en tu hermano está el puerto de todos los que son inquietados por azares[376]. No debo ser prolijo en mi petición, puesto que la naturaleza de la causa y tu justicia atraen tu favor más que mi intervención.

110

APetronio y[377]Patruino (401)

Informaciones recientes me han transmitido dos bienes igual de placenteros: vosotros habéis medrado con justas promociones en los honores, y a mi señor e hijo Flaviano se le ha otorgado el disfrute de su retiro como particular. Así pues, una vez que he tenido por cierta la doble noticia no he debido esperar vuestras cartas acerca de ello, que he considerado que se retrasarían por pudor. Por lo cual, os dejo que juzguéis mi alegría, puesto que deducís su medida a partir 2 de vuestro amor hacia nosotros. Pero deseo que a estos gozos también se unan otros que recordáis que solicité hace ya tiempo a propósito de los juegos de la pretura de mi hijo, pues me extraño vivamente de que un rescripto no haya sonreído aún a unas aspiraciones que son justas y habituales, así que he rogado de nuevo con una segunda carta 〈al excelentísimo conde〉 que ordene benignamente, según es su costumbre, que se lleven a efecto unas peticiones[378] que sin ser onerosas para nadie, son gratas en cambio para mí, y que son apoyadas incluso por los precedentes de las magistraturas menores que se han acordado igualmente. Pero espero que si es incitada por vuestras exhortaciones, como he reclamado repetidas veces, se volverá más dispuesta la bondad de un varón de tal entidad, para quien siempre es un placer otorgar grandes dones por encima de lo esperado.

111

A Patruino (397-402)

Acompañaría a mi hermano Severo[379] con muchas palabras si tratara de alcanzar tu amistad en primera instancia o si mi ingenio fuera apropiado para ensalzarlo. En consecuencia, economizo mis recursos y cedo a tu criterio para que la atención hacia él se apoye en tu voluntad más que en mi carta. Que te vaya bien.

112

A Patruino (397)

Como tienes una preocupación especial por todos los míos, preveo que a mi hijo el notable Arcencio, con el que me une el parentesco, puede abrírsele tu íntima familiaridad, que le concilian merecidamente el decoro de su vida y la antigüedad de su familia. A estas cualidades propias se le añaden también mis ruegos para incrementar su predicamento, de modo que no puedo dudar en absoluto de que mi testimonio y tu juicio le aprovecharán más cumplidamente. Que te vaya bien.

113

A Patruino (398)

El ilustrísimo orden ha enviado como delegado a mi señor e hijo Átalo[380], uno de sus notables, ante nuestros señores y príncipes, aleccionado según la costumbre en diversas comisiones que se ha considerado que tienen por fin el bien público. Creo que si consientes en apoyarlo, el resultado estará en consonancia con su labor. Así pues te ruego que por el valor de la embajada o por hacerme un favor atiendas benévolamente a un varón inmejorable que tiene bien asentada en su espíritu la convicción de que con tu ayuda obtendrá éxito[381].

114

APetronio〉 (398)

Dichoso tú que reposas una vez que has cumplido con tus cargos[382]; nosotros vivimos en medio del mar de la patria y somos golpeados por las olas de la fortuna. Te explicará a qué viene esto que digo mi señor e hijo Átalo, a quien la esperanza de contemplar tu clarividencia ha hecho deseable el esfuerzo de un viaje.

115

A Patruino[383]

Me han sido otorgados dos placeres simultáneos: en primer lugar tus palabras, que aunque pudieran ser constantes no producirían hastío, luego la deseada llegada de nuestro hermano Frumencio. Por la prerrogativa de tu testimonio he juzgado que debe ser incluido en el número de los buenos antes de poner a prueba su propio carácter; pero cuando con un trato más próximo han quedado patentes los atributos de su honradez, me he dado cuenta de que por pudor había sido menos celebrado de lo que reclamaba la razón, para no dar él mismo la sensación de imponer el elogio de su persona encomendado a la carta. Así pues, por estos dones te pago la respuesta que has esperado, de modo que sepas que yo vivo conforme a mi deseo y disfruto con los míos de una salud favorable. Y pienso que no hay nada que añadir a esto cuando sólo con la noticia de nuestra salud puede colmarse tu congratulación fraterna.

116

A Patruino

Por la humanidad que es innata en ti sabes qué bondad y compasión se debe a los pequeños que han sido privados del sostén de sus padres[384]. Creo con razón que no debo servirme ante ti de un largo circunloquio epistolar para favorecer a los hijos de Severo[385], varón de ilustre memoria[386], los cuales, si no son ayudados por el auxilio de jueces buenos, se verán sometidos a la rapiña y a la injusticia. Por ello, que tu favor no considere gravoso consagrarles todo lo que reclame su bien, para que por lo menos sean defendidos con la ayuda pública quienes son abandonados por el apoyo de sus familiares.

117

A Patruino

No soporto que estés privado de mi conversación y no desistiré, imitando tu silencio, de mi perseverancia en escribir. Sé con certeza que a menudo los deberes se aplazan, no por el abandono de la amistad sino por el obstáculo de las preocupaciones. Quisiera que creyeses 〈lo mismo〉 y que en el futuro pongas cuidado en restablecer ese don que hace ya tiempo que tú mismo difieres. Estaré (entonces) más dispuesto a presentar mis cartas, yo que ni siquiera me abstengo de ello ahora, cuando no percibo una gracia recíproca.

118

A Patruino (después de 397)

Tengo la seguridad de que no hay nada más grato para tu espíritu que las cartas de los amigos y por eso menudeo con la mayor diligencia unas conversaciones que sé que poseen gran importancia para un varón eximio. Queda que tú mismo envíes las noticias de tu propia salud de tan buena gana como benignamente recibes mis cartas.

119

APetronio y〉 Patruino

Pongo mi corazón en dirigirme frecuentemente a vosotros, para que no parezca que se ha entibiado en mí la atención por los deberes hacia los íntimos, y por eso os deseo salud con mis votos, os lo digo con mi carta y os pido que si alguna vez mi ejercicio epistolar se interrumpe durante un intervalo demasiado largo, no achaquéis el silencio a mi voluntad o a mi desidia, sino a las ocupaciones.

120

A Patruino (397-402)

El clarísimo Atanasio ha recibido con un justo dolor la afrenta recibida de su viaje. Así es: se le deniegan las nupcias que se habían acordado con él y que por nuestra mediación se habían asegurado con el vínculo de unas arras. Amplificaría la odiosidad de esta acción si las palabras no fuesen inferiores a los hechos. Él mismo expondrá ante ti más extensamente lo que es preciso reclamar. No debo rogar que sea secundado con el auxilio de tu parte que le garantiza tu afecto y le proporciona una causa protegida por las leyes.

121

A Patruino (401)

Sé que conduce a testimoniar amistad que yo acepte dar parte a tu lealtad de nuestra necesidad. Te ruego por ello que acojas como un encargo cómodo lo que deberías atender en favor del afecto mutuo aun cuando no se te rogara. Nos transportan desde Dalmacia[387] muchísimos osos para la celebración de nuestros juegos[388] y deseamos que aparezcan rápidamente para el provecho del espectáculo próximo. Dígnate por ello tomar su paso a cargo de tu celo y dedicación, y ejerce al mismo tiempo tu vigilancia, para que por un codicioso fraude no me los cambien. Y sobre todo deben cortarse los retrasos, porque la cercanía del día de la función no da lugar a treguas en disponer los preparativos.

122

A Patruino (400)

Apruebo tu modestia pero no ha debido perjudicarme, en la medida en que confío en el cumplimiento de mis esperanzas; y por lo menos ahora, una vez que el resultado ha puesto fin al silencio, tu pluma debe resarcirme con más frecuencia por mis dispendios. Hay otra cosa con la que puedes compensar tus espaciados escritos: que al dar gracias a mi señor el cónsul[389] por su bondad, asignes a nuestra persona la suerte de ese afecto con que recibes a tu cargo los gozos de los amigos. Pero como bien sé por la magnitud de tu talento, acompañarás con palabras más claras la alegría del ausente sin la vergüenza de la adulación.

2 Añade si te place lo que te tengo solicitado, que la autoridad sacra me autorice la compra de otros animales líbicos[390]. Una vez logrado esto, consideraré un don la obtención de todo.

Por otra parte, no me esfuerzo en reiterar lo que has recordado espontáneamente acerca de mi joven. Entiendo desde luego que se libera a mi modestia de la necesidad de suplicar cuando un varón sublime y muy espléndido otorga de mejor gana lo que no se le ha demandado.

123

APetronio y〉 Patruino (después de 397)

En Petrucio[391], un varón inmejorable y muy amigo mío, se encuentra la sencillez romana. Silencio el hecho de que lo honra un servicio prolongado e intachable, pues el examen de su carácter vuelve inferior lo demás. Si vuestros unidos espíritus[392] no lo han aprendido de él con anterioridad, deben acogerlo siguiendo mi juicio, y si ya lo habéis sometido a prueba por alguna experiencia, os ruego que la consideración de mi testimonio le proporcione ante vosotros un incremento en el afecto.

124

A Patruino

Debemos ser útiles a los hijos de los amigos[393], y aunque yo ignorara esto, lo hubiera aprendido de tu ejemplo y tu imitación. A este principio se ajusta quien te presentará la carta. Presta servicios en los archivos de cartas. Obtendrá asistencia y dicha en grado suficiente si se gana el acceso a la clientela de tu brillantísima casa.

125

A Patruino (397-402)

He comenzado a amar más confiadamente a Atanasio[394], un hombre ilustre por sus buenas prendas, una vez que he conocido tu juicio acerca de él. Es por cierto un gran precedente haber agradado a una persona juiciosa. Me abstengo por ello de recomendártelo para no hacer una aportación inferior a lo que creo que es tu sentir. Me inclina más a hablar el cometido siguiente: que ames en él la esperanza que le has dado y añadas su culminación al favor que has iniciado. Y si algún suceso lo frustra, te ruego que haciéndole concesiones mayores consigas que le sea provechosa la pérdida de su voto anterior.

126

A Patruino (401-402)

No te dirijo una petición nueva o que no haya sido ensayada, pero debes examinar lo que he introducido en tus oídos. Defiendo con afecto paternal a las hijas de Rufino, antiguo prefecto de la Urbe[395] de ilustre memoria. Deseo que vosotros, que tenéis la responsabilidad del Estado, las amparéis en su soledad, y por eso acudo como un suplicante para que alcancen con una fácil consecución todo lo que requiera el interés de una casa que es ciertamente preclara pero digna de lástima, pues aquéllas poseen un patrimonio por Apulia que no es tan amplio por su rendimiento como por su tasación, y si no es sostenido con el auxilio de buenos jueces, sucumbirá consumido por las cargas públicas[396]. Está por consiguiente a la espera del alivio de tu asistencia, y me haré ante ti deudor de un favor si como un defensor salutífero alzas a unas mujeres sujetas por una pesada cadena[397].

127

APetronio y〉 Patruino

Vuestros juicios me han hecho más resuelto con respecto a la defensa de Herennio, un varón digno de elogio. Me causa de verdad muchísimo placer haber sido elegido[398] y los apoyos esperados incitan mi ánimo. Pero no me corresponde mostrar por escrito lo que nuestra dedicación ha consagrado a promover el asunto. Os lo relatará aquel a quien hemos ayudado; al mismo tiempo, el resultado del propio asunto atestiguará nuestros servicios. Lo cierto es que tras investigarse ha quedado claro todo lo que el despojo había dispersado. Por consiguiente, volverá a poder de Herennio la herencia que indudablemente se le debía por ley pero que era amarga en el sentir de su padre. Ahora os doy las gracias y os quedo reconocido por vuestro juicio sobre mí, y espero que perdurará entre los varones notables la confianza en nosotros de la que habéis recibido pruebas.

128

A Patruino

Mi afecto hacia ti se empeña con la mayor energía en que cada día se te franquee el trato de los buenos; tan lejos estoy de arrancarte a tus viejos amigos con la perversidad de unas falsas acusaciones. Entre aquéllos está el clarísimo Escipión[399], que es un panegirista de tus virtudes, de lo que incluso yo soy testigo, y que deplora haber sido privado de tu afecto por culpa de unos rivales. Pero no me parece creíble que la firmeza de tu espíritu haya podido alterarse por unos rumores falsos, puesto que al ser bien consciente de tu vida debe juzgar que las palabras maledicentes 2 no tienen ningún poder en contra suya. Por lo cual te exhorto y te conjuro a que escupas sobre las falacias que te hayan podido imbuir y atribuyas a tus méritos el honor de entender que eres juzgado por todos tal como eres. Que nadie te transmita los gérmenes de su odio. Hace ya tiempo que provocar el miedo de los poderosos es un género de artimaña para alimentar las fuerzas de su desacuerdo. No iré más lejos, dado que me garantiza la consecución de mi fin la sabiduría de tu carácter, la cual pienso que responderá a mi carta en una medida tal que afirmes no tanto haber perdonado al clarísimo Escipión como no haber creído nada de lo relativo a él.

〈A SIBIDIO[400]

129

A Sibidio

No quiero que midas mi interés por ti de acuerdo con mi carta: las palabras del que saluda son pocas pero prolijos sus votos. Séame lícito por ello imitar en relación contigo la economía de las prácticas religiosas con que se compara razonablemente la amistad, y cumplir 〈de corazón y〉 de palabra con mi piadoso deber por medio de una breve página como si fuera un modesto 〈as[401]〉. Y sin duda el discurso no precisa digresión ninguna. Mas a ti te prescribo los límites de tu pluma: las noticias que escribas acerca de ti serán extensas de sobra si son gratas.

130

A Sibidio

Mi espíritu está enfermo en tanto no tenga la certeza de que has entrado en el puerto de la salud[402]. Quiero que des satisfacción a esta expectativa. De verdad que no deseo que se me honre con una carta de cortesía, sino que se me proporcione alivio a una gran inquietud.

131

A Sibidio

Nunca lograrás con tu silencio que la imitación me conduzca a una voluntad semejante. Ciertamente yo no pienso en lo que se debe a un motivo ocasional sino a una amistad perenne, y con ser un juez severo de mi deber, creo que tu atención se interrumpe más a menudo por el azar que por hastío; pero con el fin de que una suspensión prolongada de nuestros coloquios no me obligue a temer que he sido desdeñado a pesar de mi afecto por ti, te ruego que ejerzas de modo constante los deberes de la intimidad de trato. Pues ¿cómo puedo entender que es grato lo que te aporto si me deniegas lo que reclamo?