INTRODUCCIÓN

Constituye este escrito un compendio de cuatrocientas dieciséis máximas, trescientas cuarenta y cuatro de ellas pertenecen a sesenta y ocho ilustres personajes espartanos y las setenta y dos últimas son de personajes desconocidos. En ellas no oculta Plutarco su admiración por el pueblo de Agesilao y Licurgo, por su constitución política, por el tipo de vida de esta ciudad-estado y por las virtudes de sus ciudadanos. El criterio seguido en la presentación de personajes es estrictamente alfabético.

En lo que respecta a las fuentes, se ha de hacer notar que Plutarco fue un lector omnívoro y que, como él mismo confiesa en Moralia 457D y 464F, tenía el hábito de coleccionar todo tipo de anécdotas y de dichos o hechos célebres que llegaban a él, ya fuera por tradición oral, ya a través de sus múltiples lecturas. No dudamos que conocía bien los clásicos griegos, y que por su natural forma de pensar, quizá entre los historiadores sintiera una especial predilección por Jenofonte. Baste señalar las setenta y nueve anécdotas que relata de Agesilao, muchas de las cuales se recogen en la obra de Jenofonte que lleva por título el nombre de este monarca espartano.

El estilo de las Máximas es menos cuidado que el de las Vidas y otros escritos morales del autor, pues mientras en éstos evita rigurosamente el encuentro de vocales en hiato, no sucede lo mismo en los compendios de máximas. Ha de señalarse que en ocasiones aparece el dialecto dorio en las respuestas de los personajes espartanos.

En la tradición manuscrita sigue a este compendio el de Antiguas costumbres de ios espartanos y el de Máximas de mujeres espartanas. Unidos los tres tratados resulta un conjunto de cuatrocientas noventa y ocho anécdotas de tamaño similar al compendio de Máximas de reyes y generales. Fue H. Stephanus quien, en su edición de 1572, los separó y les dio los títulos con los que hoy los conocemos. W. Nachstädt, Sieveking, Titchner, en la edición publicada en la Editorial Teubner (Leipzig, 1938), si bien respetan los títulos dados por Stephanus, los dejan en calidad de subtítulos y consideran los Apophthégmata Lakoniká como un todo subdivisible en tres partes diferentes, manteniendo así la tradición manuscrita.

Esta obra aparece con el número 169 en el «Catálogo de Lamprias».