MÁXIMAS DE REYES Y GENERALES172A

PLUTARCO A TRAJANO, EMPERADOR MÁXIMO: ÉXITO Y PROSPERIDAD

Artajerjes, rey de los persas, consideraba, ¡oh Trajano,B emperador máximo, monarca absoluto!, que no era menos digno de un rey y de un hombre humanitario el aceptar pequeños obsequios con benevolencia y buena voluntad, que el hacerlos grandes. Así, una vez que cabalgaba por un camino, un simple trabajador que nada poseía cogió agua del río con ambas manos y se la ofreció; el rey la aceptó con agrado y sonrió, valorando el favor más por la buena voluntad del que lo hacía que por la necesidad de quien lo recibía [2].

Licurgo, en Esparta, puso a buen precio los sacrificios, Cpara que siempre se pudiera honrar a los dioses pronta y fácilmente con lo que hubiera [3]. Y, precisamente con esta intención, también yo te ofrezco a ti sencillos regalos como dones de amistad y primicias comunes de filosofía [4]. Acepta junto con mi buena voluntad también la utilidad de estas notas, si contienen algo conveniente para el recto entendimiento de los caracteres y gustos de dirigentes, reflejados más en sus palabras que en sus hechos. DCierto, mi compendio de los generales, legisladores y monarcas griegos y romanos más ilustres incluye sus vidas. Muchas de sus hazañas, sin embargo, tienen una suerte diferente [5], pero al estar sus manifestaciones y proclamas junto a sus hechos, experiencias y fortunas, ofrecen la oportunidad de poder mirar diáfanamente como en un espejo la intención de cada uno. De aquí que Siramnes, el persa, dijera a quienes se asombraban de que sus acciones no tuvieran éxito y sus palabras, en cambio, mostraran sensatez, que él era dueño de sus palabras, pero que de sus acciones lo eran el azar y el Rey.

EEn las Vidas, las manifestaciones de los hombres se sitúan junto a sus hechos y aguardan el placer de una lectura sosegada. Aquí, pienso que sus palabras, coleccionadas por separado como ejemplo y semilla de sus vidas, no te harán malgastar el tiempo y podrás pasar revista con brevedad a muchos hombres dignos de recuerdo.

Ciro [6]

1. Los persas aman a los de nariz corva por el hecho de que Ciro, el más amado de sus reyes, tenía una nariz aguileña [7].

2. Decía Ciro que quienes no tenían intención de procurarse bienes a sí mismos estaban obligados por necesidad a procurárselos a los otros; y que no conviene que gobierne a nadie aquel que no es mejor que los gobernados [8].

3. No permitió que los persas, a pesar de sus deFseos, ocuparan un territorio llano y suave, en lugar del suyo montañoso y áspero, alegando que las semillas de las plantas y las vidas de los hombres se asimilan a su tierra de origen[9].

Darío [10]

1. Darío, el padre de Jerjes, decía en alabanza de sí mismo que en las batallas y en los peligros se había hecho más sensato [11].

2. Después de haber fijado los impuestos a sus súbditos, mandó llamar a los gobernadores de las provincias y les preguntó si consideraban gravosos los impuestos. Al contestarle que moderados, ordenó que pagaran la mitad.

3. Cuando estaba partiendo una granada muy gran173Ade, alguien le preguntó qué desearía tener en número igual al de las semillas. Él le respondió: «Zópiros». Zópiro era un hombre valiente y amigo suyo[12].

4. Zópiro, después de haberse desfigurado cortándose la nariz y las orejas, engañó a los babilonios, y, tras ganarse su confianza, entregó a Darío la ciudad. Muchas veces dijo Darío que él preferiría tener a Zópiro entero que a cien babilonios[13].

Semíramis[14]

BSemíramis se preparó su propia tumba y grabó en ella esta inscripción: «Cualquier rey que necesite dinero, que abra este monumento y coja cuanto quiera». Darío lo abrió, pero no encontró dinero, sino otra inscripción que decía así: «Si no fueras malvado y avaricioso, no habrías movido los restos de los muertos».

Jerjes[15]

1. Ariamenes, hermano de Jerjes, hijo de Darío, bajaba de Bactriana, para disputar a Jerjes su derecho al trono. Éste le envió regalos con la orden de que se los entregaran con estas palabras: «Jerjes, tu hermano, te honra Cahora con esto, pero si él es proclamado rey, tú serás el más importante de su corte». Cuando Jerjes fue rey, Ariamenes le rindió homenaje y le colocó la corona. Jerjes le concedió el segundo puesto detrás de él[16].

2. Encolerizado con los babilonios porque provocaban revueltas[17], los dominó y les ordenó que en lugar de llevar armas tocaran la lira y la flauta, cultivaran la prostitución, se dedicaran, al comercio y vistieran túnicas con pliegues[18].

3. Dijo que no comería higos del Ática, importados para la venta, hasta poseer la tierra que los producía.

4. Una vez capturó a unos espías griegos en el campamento, pero no los maltrató, sino que los invitó a inspeccionar libremente el ejército y, después, les permitió marDchar[19].

Artajerjes[20]

1. Artajerjes, el hijo de Jerjes, llamado «Manolarga» por tener una mano más larga que la otra decía que es más digno de un rey ser manilargo que roñoso[21].

2. Fue el primero que permitió que cualquiera de sus compañeros de caza que lo deseara y fuera capaz de ello, disparara en primer lugar[22].

3. Fue el primero que ordenó este castigo para los dirigentes que habían cometido alguna falta: en lugar de azotar su cuerpo y arrancarles el pelo, que azotaran sus mantos, una vez se hubiesen despojado de ellos, y pelaran la tiara, fuera ya de su cabeza[23].

E4. Satibarzanes, su chambelán, había solicitado de él una acción indigna; pero, al darse cuenta de que lo hacía por treinta mil daricos, ordenó a su administrador traerle esta suma de dinero y se la entregó diciendo: «Toma, Satibarzanes, pues si te doy esto no seré más pobre; en cambio, seré más injusto, si hago aquello».

Ciro el Joven[24]

Ciro el Joven, cuando exhortaba a los espartanos a aliarse con él, les decía que tenía un corazón más fuerte que el de su hermano, que bebía más vino y que lo soportaba mejor; que aquél en las cacerías, difícilmente se mantenía Fen el caballo, y en los peligros ni siquiera en el trono. Pedía que le mandasen hombres y a cambio prometía dar caballos a los soldados de infantería, carros a los que tuviesen caballos, aldeas a los que poseyeran terrenos y ciudades a los que tuvieran aldeas; y que de oro y plata no habría cuenta, sino peso[25].

Artajerjes Mnemón[26]

1. Artajerjes, hermano de Ciro, llamado Mnemón, no soló ofrecía audiencia gratuita a quienes querían hablar con él, sino que también pidió a su mujer legítima que corriera las cortinas del carruaje para que quienes lo desearan pudieran hablarle por el camino[27].

2. Un pobre le ofreció una manzana de un tamaño 174Aextraordinario. El rey la aceptó de buen grado y dijo: «Por Mitra, creo que éste transformaría una ciudad pequeña en una grande si se le confiara tal misión[28]».

3. En una huida, después de haberle sido saqueada su impedimenta, mientras comía higos secos y pan de cebada, decía: «¡Qué gran placer desconocía[29]!».

Parisátide

Parisátide, la madre de Ciro y Artajerjes, aconsejaba que quien fuera a hablar con franqueza al rey tuviera delicadeza en el uso de sus palabras.

OrontesB

Orontes, yerno del rey Artajerjes, fue deshonrado por una acusación y cuando se pronunció el veredicto contra él, dijo: «Como los dedos de los matemáticos, que pueden representar unas veces miríadas y otras unidades[30], así también les ocurre a los amigos del rey, unas veces lo pueden todo y otras apenas nada[31]».

Memnón

Memnón, que luchaba contra Alejandro en defensa del rey Darío, atacó con su espada a un mercenario que decía Cinjurias indecentes contra Alejandro y le dijo: «Te alimento para luchar contra Alejandro pero no para difamarlo».

Costumbres de los reyes de Egipto

Los reyes egipcios, según una costumbre suya, hacían jurar a los jueces que, aunque un rey les ordenara fallar algo injusto, no lo harían.

Poltis

Poltis, rey de los tracios, en la guerra de Troya, al recibir a la vez mensajeros de los aqueos y de los troyanos, pidió a Alejandro que devolviera a Helena y aceptara de él dos bellas mujeres.

Teres[32]D

Teres, el padre de Sitalces, decía que cuando no estaba en campaña y no tenía nada que hacer, se daba cuenta de que no se distinguía en nada de sus palafreneros[33].

Cotis[34]

Cotis regaló una piel de león a uno que le había regalado una de leopardo. Por naturaleza era colérico y castigaba con crueldad a los que se equivocaban en sus obligaciones. En una ocasión, un huésped le trajo unas vasijas de cerámica, frágiles y delicadas, trabajadas con figuras en relieve de forma muy artística y realista. Ofreció regalos a su huésped, pero rompió todas las vasijas diciendo: «Así no castigaré con demasiada crueldad a quienes las Erompan».

Idantirso

Idantirso, rey de los escitas, a quien atacó Darío cuando atravesaba el Danubio, intentó persuadir a los tiranos jonios para que quitaran el puente del río y escaparan. Pero, como se negaron por su lealtad a Darío, los llamó esclavos sumisos e incapaces de escapar[35].

Ateas

Ateas escribió a Filipo: «Tú mandas sobre macedonios que han aprendido a luchar contra hombres, yo, en cambio, sobre escitas que son capaces de luchar contra la sed y el hambre».

FMientras almohazaba su caballo, preguntó a los embajadores de Filipo, si también Filipo hacía esto.

Cuando capturó a Ismenias, excelente flautista, le pidió que tocara. Todos los demás quedaron admirados, pero Ateas juró que le agradaba más escuchar el relincho de su caballo[36].

Esciluro[37]

Esciluro, que dejaba ochenta hijos varones, estando próximo a morir, dio a cada uno un haz de jabalinas y les ordenó partirlas. Cuando éstos desistieron, cogió las jabalinas una por una y con facilidad las partió todas. Les enseñó, así, que si estaban unidos serían fuertes, pero que si se separaban y se peleaban serían débiles.

Gelón[38]

1. El tirano Gelón, cuando hubo vencido a los carta175Agineses en Hímera, firmó la paz con ellos y les obligó a incluir en los pactos que dejarían de sacrificar sus hijos a Cronos[39].

2. Hizo salir muchas veces a los siracusanos en expedición a cultivar la tierra, para que la región resultara mejor al ser cultivada y ellos no se hicieran peores con la holganza.

3. Pidió dinero a los ciudadanos, y, cuando empezaron a manifestar su desaprobación, les dijo que lo pedía para devolverlo, y después de la guerra así lo hizo.

4. En un banquete se hacía circular una lira y todos, Buno tras otro, la tañían y cantaban, pero él ordenó que le entraran el caballo y con ágil facilidad saltó sobre él[40].

Hierón[41]

1. Hierón, el tirano que sucedió a Gelón, decía que nadie que le hablara con franqueza le era inoportuno.

2. Consideraba que los que divulgan un secreto cometen una injusticia incluso contra aquéllos a quienes lo divulgan. Pues odiamos no sólo a los que lo divulgan, sino también a los que escuchan lo que no queremos.

3. Al ser censurado por alguien a causa del mal aliento de su boca, alegó que su mujer jamás había dicho nada Csobre esto. Mas ella respondió: «Yo pensaba que todos los hombres olían así[42]».

4. En respuesta a Jenófanes de Colofón, quien afirmaba que apenas mantenía a dos esclavos, dijo: «Pues Homero, al que tú ridiculizas, mantiene, aunque muerto, a más de diez mil».

5. Castigó al cómico Epicarmo, por decir una inconveniencia en presencia de su mujer.

Dionisio el Viejo[43]

1. Dionisio el Viejo, como se echara a suerte el turno Dde oradores de acuerdo con una letra, y cayera la M, a uno que dijo: «Mentecateces dices, Dionisio», le respondió: «Monarca seré», y, después de hablar públicamente ante la asamblea, fue al punto elegido general por los siracusanos.

2. Cuando al principio de su tiranía fue sitiado por haber conspirado los ciudadanos contra él, sus amigos le aconsejaron apartarse del poder, si no quería ser vencido y morir. Pero él, al ver que un cocinero degollaba un toro y éste caía rápidamente, dijo: «¿Y no sería desagradable que nosotros por temor a la muerte que es tan breve, abandonáramos un poder tan grande?»[44].

3. Al enterarse que su hijo, a quien pensaba dejar su imperio, había violado a la mujer de un hombre libre, le preguntó con indignación si le conocía a él algún acto Ede tal naturaleza. El joven respondió: «Tú no tuviste un padre déspota». Y él le replicó: «Ni tú tendrás un hijo, si no cesas de hacer tales cosas».

4. En otra ocasión, al entrar en casa de su hijo y ver gran número de copas de oro y de plata, le gritó: «No hay en ti un tirano, pues a pesar de la cantidad de copas que me has cogido, no te has hecho ni un solo amigo».

5. Recaudó dinero de los siracusanos, pero, después, al ver que se lamentaban, pedían y decían no tener, ordenó hacer una segunda recaudación, e hizo esto dos o tres veces. Después que les hubo convocado para mayores Frecaudaciones, como les oyera reírse y burlarse mientras paseaban por el ágora, mandó hacer parar tal incremento y dijo: «Ahora, en efecto, no tienen nada puesto que nos desdeñan».

6. Cuando su madre, entrada ya en años, quiso casarse, le dijo que él podía violar las leyes del Estado, pero no las de la naturaleza[45].

7. Mientras castigaba con dureza a otros malhechores, era considerado con los ladrones, para que los siracusanos cesasen de comer y beber entre ellos.

8. Al decirle un extranjero que tenía que hablar con él y enseñarle cómo prevenirse de los conspiradores, le or176Adenó explicarse. Se le acercó, pues, y le dijo: «Dame un talento, para que parezca que has oído las señales de los conspiradores». Se lo dio, pretendiendo haberlas oído, y se asombró de la táctica del hombre.

9. A uno que le preguntaba si tenía tiempo libre, le respondió: «¡Ojalá nunca me suceda esto!».

10. Al oír que dos jóvenes, mientras bebían, le habían difamado mucho a él y a su tiranía, los invitó a ambos a una cena. Al observar que uno se embriagaba y hablaba mucho, pero que el otro bebía escasamente y con prudencia, dejó en libertad al primero en la idea de que Bera bebedor por naturaleza y hablaba mal a causa de la borrachera; al otro, en cambio, mandó matarlo por considerarlo desafecto y hostil en forma premeditada.

11. Al acusarle algunos por honrar y promocionar a un hombre malvado y aborrecido por los ciudadanos dijo: «Pues quiero que haya alguien más odiado que yo».

12. Cuando unos embajadores de los corintios rehusaron unos regalos que él les ofrecía a causa de que su legislación no les permitía a los embajadores aceptar regalos de ningún soberano, les dijo que hacían mal al rechazar lo único bueno que tienen las tiranías y al enseñar que incluso el recibir un favor de un tirano es algo temible.

13. Al oír que un ciudadano tenía oro enterrado en Csu casa, le ordenó que se lo trajera. Pero el hombre le burló algo, se trasladó a otra ciudad y se compró un terreno. Dionisio lo mandó llamar y ordenó que se le devolviera todo, porque había comenzado a emplear su riqueza y ya no hacía de una cosa útil algo inútil.

Dionisio el Joven[46]

1. Dionisio el Joven decía que él había dado de comer a muchos sofistas, no porque los admirase, sino porque deseaba ser admirado a través de ellos.

2. A Políxeno[47], el dialéctico, que decía haberle puesto en evidencia, le respondió: «Con tus palabras, sin duda, Dpero con los hechos yo te pongo a ti, pues tú has abandonado lo tuyo y te preocupas de mí y de lo mío».

3. Cuando estaba a punto de perder el poder, a uno que le preguntó: «¿Para qué te sirvió Platón y su filosofía?», le respondió: «Para aceptar tal cambio de fortuna con facilidad».

4. Al ser interrogado sobre cómo su padre, que era pobre y un simple ciudadano, había obtenido el poder sobre los siracusanos, y cómo él, en cambio, que ya lo tenía y era hijo de un tirano, lo perdió, respondió: «Mi padre se embarcó en este asunto cuando era odiada la democracia, yo, en cambio, cuando la tiranía era odiosa».

5. Interrogado sobre este mismo asunto por otra perEsona[48], contestó: «Mi padre me dejó su tiranía, pero no su suerte».

Agatocles[49]

1. Agatocles era hijo de un alfarero. Tras haberse convertido en dueño de Sicilia y haber sido proclamado rey, acostumbraba a tener copas de cerámica al lado de las de oro y mostrándoselas a los jóvenes decía: «Por haber hecho tales objetos antes, ahora hago éstos a causa de mi buena administración y mi valentía».

2. Cuando sitiaba una ciudad, unos lo increparon desFde la muralla diciéndole: «Alfarero ¿Cómo pagarás el sueldo a tus soldados?». Éste, tranquilo y sonriente, contestó: «Cuando tome esta ciudad». Después que la hubo tomado por la fuerza, vendió a los cautivos y dijo: «Si de nuevo me insultáis, hablaré ante vuestros dueños».

3. Cuando los de Ítaca acusaban a sus marineros porque, cuando llegaron a la isla, les arrebataron algunos de sus animales, contestó: «Vuestro rey, cuando vino a nuestro país, no sólo tomó el ganado, sino que cegó al pastor[50] y después se marchó».

Dión[51]

Dión, que expulsó a Dionisio de su tiranía, cuando oyó que conspiraba contra él Calipo[52], en quien confiaba al máximo entre sus amigos y huéspedes, no aceptó abrir una investigación, pues dijo que era mejor morir que vivir 177Aen guardia continua no sólo frente a los enemigos, sino también frente a los amigos.

Arquelao[53]

1. Arquelao en un convite, al serle solicitado por uno de los comensales de aspecto no muy recomendable una copa de oro, ordenó a un esclavo entregársela a Eurípides. Ante el asombro del individuo, dijo: «Tú, en efecto, tienes derecho a pedir, pero éste, en cambio, lo tiene a recibir incluso sin haber pedido».

2. Al preguntarle un barbero charlatán: «¿Cómo te corto el pelo?», le respondió: «En silencio».

3. Una vez, Eurípides abrazó en el banquete y besó al bello Agatón al que ya le había crecido la barba[54]. ArBquelao dijo a sus amigos: «No os asombréis, pues el otoño de los bellos es también bello».

4. Timoteo, el citarista, al recibir mucho menos de lo que esperaba, se lo censuró claramente y, cantando entonces este verso:

La plata, nacida de la tierra, te arroba[55],

señaló a Arquelao. Éste le replicó:

y tú, sin embargo, la imploras.

5. Al derramar alguien agua sobre él, como sus amigos le incitaran contra este hombre, les dijo: «Pero si no derramó el agua sobre mí, sino sobre aquél que creyó era yo».

Filipo, padre de Alejandro[56]C

1. Teofrasto ha referido que Filipo, el padre de Alejandro, llegó a ser no sólo grande entre los reyes, sino el más grande y más moderado por su fortuna y su carácter[57].

2. Decía, en efecto, que felicitaba a los atenienses, si podían encontrar cada año diez hombres para elegir como generales. Pues él en muchos años había encontrado un solo general: Parmenión.

3. Al anunciarle en un solo día muchos acontecimientos felices dijo: «Oh fortuna, hazme algún pequeño mal para compensar tantos y tan grandes bienes[58]».

4. Después de haber vencido a los griegos, algunos le aconsejaban que ocupara las ciudades con guarniciones, pero dijo que prefería que se le llamase honrado durante Dmucho tiempo, que amo durante poco.

5. Al aconsejarle sus amigos que expulsara a uno que lo injuriaba, dijo que no lo haría, para que no fuese de un lado a otro hablando mal de él entre más gente[59].

6. Cuando Esmicito acusaba a Nicanor de que siempre hablaba mal de Filipo, sus compañeros consideraron necesario que lo hiciera llamar y lo castigara. Mas Filipo dijo: «Pero de cierto que Nicanor no es el peor de los macedonios. Hay que vigilar, pues, no sea que suceda por causa nuestra». Cuando supo que Nicanor estaba fuertemente oprimido por la pobreza y que él lo había descuidaEdo, ordenó que se le entregara un regalo. Cuando Esmicito dijo, otra vez, que Nicanor se pasaba el día haciendo elogios sorprendentes del rey a todos, dijo Filipo: «Veis, pues, que el que se hable bien o mal depende de nosotros mismos».

7. Dijo que estaba agradecido a los jefes populares de los atenienses, ya que, al injuriarlo, lo hacían mejor en sus discursos y en su carácter. «Pues intento probar a la vez con palabras y obras que son unos embusteros».

8. Cuando los atenienses que habían sido hechos prisioneros en Queronea, fueron liberados por él sin rescaFte[60], como exigieran, además, sus túnicas y mantos e insultaran a los macedonios, Filipo dijo sonriendo: «¿No os parece que los atenienses piensan que los hemos vencido en un juego de dados?».

9. Cuando se le rompió la clavícula en una batalla, al pedirle algo el médico que lo atendía cada día, le dijo: «Toma cuanto quieras, pues tú tienes la llave[61]».

10. De dos hermanos, Ambos y Cadauno, al ver que Cadauno era sensato y práctico, y que Ambos era necio y tonto, dijo que Cadauno era ambos y Ambos ninguno.

178A11. A quienes le aconsejaban tratar con crueldad a los atenienses, les decía que era absurdo mandar, a un hombre que lo sufría y lo hacía todo por su celebridad, que rechazara el espectáculo de esa celebridad.

12. Nombrado juez de dos maleantes, al uno le ordenó huir de Macedonia y al otro que lo siguiera.

13. Cuando estaba a punto de acampar en un bello lugar, al informarse de que no había pasto para las acémilas exclamó: «¡Qué vida es la nuestra, si incluso debemos vivir según la conveniencia de los asnos!»[62].

14. Cuando deseaba tomar una guarnición fortificada, como sus espías le anunciaran que era muy difícil e inexpugnable, preguntó si era tan difícil que ni un burro Bcargado de oro podía acercarse.

15. Al enfadarse y quejarse los hombres de Lastenes, el de Olinto, porque algunos de los de Filipo los habían llamado traidores, dijo que los de Macedonia eran por naturaleza zafios y rudos y que a una artesa la llamaban artesa[63].

16. Aconsejaba a su hijo tratar con familiaridad a los macedonios para ganarse el favor del pueblo y que, mientras le fuese posible, puesto que otro reinaba, fuera humanitario[64].

17. Le aconsejaba que se procurara amigos buenos Cy también malos de entre los poderosos de la ciudad, pues, después, tendría necesidad de unos, y de los otros podría abusar.

18. A Filón el Tebano que había sido huésped y benefactor suyo cuando pasó un tiempo en Tebas como rehén, pero que después no le había admitido ningún regalo, le dijo: «No me prives de mi invencibilidad, dejándome derrotado en benevolencia y generosidad».

19. En una ocasión en que se capturaron muchos prisioneros, supervisaba su venta, sentado, con una túnica que le subía de forma inadecuada. Uno de los que iban a ser vendidos gritó: «Suéltame, Filipo, pues soy amigo de tu padre». Filipo le preguntó: «¿De dónde hombre, y Dcómo llegaste a serlo?». Le respondió: «Deseo acercarme y decírtelo en privado». Se lo llevó, en efecto, hacia adelante y le dijo: «Bájate un poco la clámide, pues es incorrecto que estés sentado así». Filipo dijo: «Dejadlo libre, pues verdaderamente no se me oculta que es un amigo sincero».

20. Una vez que estaba de camino invitado a cenar por uno del país se llevó con él a un considerable número de personas; al ver que el huésped se turbaba, pues no era suficiente lo preparado, habló previamente a cada uno de sus amigos y les aconsejó que dejaran un sitio para el Epastel. Éstos obedecieron, y, esperando más, no comieron mucho y, así, hubo suficiente para todos[65].

21. Cuando Hiparco[66] de Eubea murió, evidentemente a Filipo le afectó en profundidad; al decirle alguien: «Pero, de hecho, a aquél la muerte le ha llegado a su hora», respondió: «A él sí, pero pronto para mí. Pues se adelantó a morir antes de haber recibido de mí una muestra digna de nuestra amistad».

22. Al enterarse de que Alejandro lo censuraba porque tenía hijos de más mujeres, le dijo: «Si tienes muchos competidores para el trono, sé noble y honrado, para que Fobtengas el reino no por mí, sino por ti», y le aconsejó que prestara atención a Aristóteles y que estudiase filosofía, «para que —dijo— no hagas muchas cosas como las que yo me he arrepentido de haber hecho[67]».

23. Después de haber designado juez a un amigo de Antípatro, al darse cuenta de que se teñía el pelo y la barba, lo cesó, alegando que quien es infiel a su vello, no es de fiar en sus obras[68].

24. En un juicio contra Maquetas se adormeció y, sin prestar mucha atención a la justicia, falló contra él. Éste gritó que recurriría contra aquella sentencia, e indignado Filipo le preguntó: «¿A quién?». Contestóle Maquetas: «A ti, oh rey, si escuchares despierto y con atención». Enton179Aces se levantó, se centró más en sí mismo y reconoció que Maquetas había sido tratado injustamente, mas no revocó su fallo, sino que pagó él mismo la suma de la multa.

25. Cuando Harpalo, en favor de su pariente y amigo Crates, procesado por delitos, estimó justo que éste pagara la multa, pero que se le liberara de la condena para que no fuera censurado, replicó Filipo: «Mejor es que se hable mal de éste que no de nosotros por su culpa».

26. Indignados sus amigos, porque los peloponesios le silbaban en los juegos olímpicos, a pesar de haber sido bien tratados, dijo: «¿Qué sería, pues, si hubieran sido Bmaltratados?»[69].

27. En una expedición durmió durante más tiempo de lo habitual y, después, al levantarse, dijo: «Dormí seguro, pues Antípatro estaba despierto».

28. Otra vez, mientras dormía durante el día, los griegos reunidos ante las puertas, indignados, lo censuraban. Parmenión les contestó: «No os asombréis si Filipo ahora duerme, pues cuando vosotros dormís, él está en vela[70]».

29. Cuando se disponía en una cena a corregir a un tañedor de arpa y a hablar de la interpretación en este instrumento, le dijo el tañedor: «¡Ojalá no te vaya tan mal, oh rey, como para que sepas esto mejor que yo!»[71].

C30. En una ocasión en que había discutido con su mujer Olimpia y con su hijo, llegó Demarato, el corintio, y le preguntó en qué relación se hallaban entre sí los griegos. Demarato le contestó: «No te corresponde a ti hablar sobre la concordia de los griegos, cuando los que te son más próximos se hallan así respecto a ti». Filipo comprendió, cesó en su ira y se reconcilió con ellos[72].

31. Le dijo a una anciana que insistía en ser juzgada por él y que a menudo lo molestaba, que no tenía tiempo. La anciana le espetó a gritos: «Entonces no seas rey». DÉste, atónito por lo dicho, al punto la atendió no sólo a ella sino a todos los demás.

Alejandro[73]

1. Cuando Alejandro era aún niño y Filipo cosechaba muchos éxitos, no se alegraba sino que decía a sus compañeros: «Mi padre no me dejará nada». Cuando los niños le decían: «Pero esto lo ha adquirido para ti», respondía él: «¿Y de qué me sirve?; si tengo mucho, no haré nada[74]».

2. Como, por ser ágil y ligero de pies, su padre le insistiera en correr en los Juegos Olímpicos, le contestó: «Si, al menos, fuera a tener reyes como competidores[75]».

3. Al traerle a una joven a muy última hora de la Etarde para que se acostara con él, preguntó que por qué a aquella hora. Ella respondió: «Esperé a que mi marido se fuera a la cama». Alejandro castigó severamente a sus esclavos porque por ellos estuvo cerca de convertirse en un adúltero.

4. En una ocasión en que estaba ofreciendo incienso a los dioses pródigamente y a menudo cogía el incienso a manos llenas, Leónidas, su pedagogo, que estaba presente, le dijo: «Niño, inciensa así de abundantemente cuando poseas la tierra que produce el incienso». Cuando la poseyó, le envió una carta: «Te he enviado cien talentos de incienso y casia para que no repares en pequeñeces en Flo referente a los dioses, pues sábete que hemos ocupado también la tierra que produce este aroma[76]».

5. Cuando estaba a punto de trabar la batalla en Gránico aconsejaba a los macedonios comer sin restricción y sacar todo al medio, en la idea de que al día siguiente comerían de los enemigos.

6. Cuando Perilo, un amigo suyo, le pidió dote para sus hijas le ordenó que cogiera cincuenta talentos. Al decir éste que diez eran suficientes le respondió: «Para aceptarlos tú, sí, pero no para darlos yo».

7. Ordenó a su administrador que diera a Anaxarco, el filósofo, cuanto le pidiera. Cuando el administrador le 180Adijo que pedía cien talentos, exclamó: «Hace bien, pues sabe que tiene un amigo que quiere y puede hacer tales presentes».

8. En Mileto, al ver que había muchas esculturas de atletas que habían vencido en los Juegos Olímpicos y Píticos dijo: «¿Dónde estaban cuerpos como éstos cuando los bárbaros sitiaron vuestra ciudad?»[77].

9. Ada, reina de los canos, se honraba en mandarle siempre comidas y pasteles preparados extraordinariamente por artistas y especialistas en cocina. Pero él le dijo que tenía mejores cocineros: para el desayuno, la marcha nocturna, y para el almuerzo, el frugal desayuno.

10. Cuando todos estaban preparados para la batalla, le preguntaron sus generales si había algo además de esto. B«Nada —dijo—, excepto rasurar las mejillas de los macedonios». Como Parmenión se sorprendiera, le dijo: «¿No sabes que en las batallas no hay agarradero mejor que una barba?»[78].

11. Al ofrecerle Darío diez mil talentos y el repartir el Asia a partes iguales con él, Parmenión dijo: «Si yo fuera Alejandro, lo aceptaría». Y éste contestó: «Y yo, por Zeus, si fuera Parmenión». Pero a Darío le respondió: «Ni la tierra tolera dos soles, ni Asia dos reyes[79]».

12. Cuando se disponía a arriesgar todo en Arbela Ccontra un millón de hombres sublevados, se le acercaron sus amigos y acusaron a los soldados de que en las tiendas hablaban y conspiraban para quedarse ellos el botín en lugar de que entrara al tesoro. Éste sonriendo dijo: «Anunciáis buenas cosas. Pues yo oigo en esto conversaciones de hombres preparados para vencer y no para huir». Muchos soldados se le acercaron y le dijeron: «Rey, confía y no temas al número de los enemigos, ellos no soportan nuestro olor de cabra».

13. Cuando el ejército estaba preparado en orden de batalla, como viera a un soldado que ajustaba la correa a la jabalina, lo expulsó por inútil, dado que se preparaba Dahora cuando debía estar ya utilizando las armas.

14. Cuando leía una carta de su madre que contenía difamaciones secretas contra Antípatro, como Hefestión leyera junto con él, según acostumbraba, no se lo impidió. Pero, cuando hubo terminado, se sacó su anillo y estampó el sello en la boca de aquél.

15. En el santuario de Ammón fue proclamado por el profeta hijo de Zeus. «Nada asombroso —dijo—, pues Zeus es por naturaleza padre de todos y a los mejores los adopta como propios[80]».

16. Cuando fue herido en la pierna por un arco, Ecomo muchos de los que acostumbraban habitualmente a saludarlo como un dios corrieran hacia él, relajado el rostro, dijo: «Esto de aquí es sangre, como veis, y no ‘icor’ del que fluye de los bienaventurados dioses[81]».

17. Como algunos alabasen la frugalidad de Antípatro en el sentido de que llevaba una vida dura y austera, dijo: «Por fuera Antípatro es de ropaje blanco, pero por dentro es todo púrpura».

18. En el frío del invierno, como uno de los amigos que lo entretenían le ofreciera un pequeño brasero y un poco de fuego, le ordenó que le trajera o leños o incienso.

F19. Cuando Antipatrides trajo a cenar a una bella tañedora de lira, conmovido Alejandro ante su presencia, preguntó a Antipatrides, si por ventura no estaba enamorado de la mujer. Al reconocerlo éste, Alejandro le dijo: «¡Desdichado, ¿no te llevarás inmediatamente del banquete a esta mujer?!».

20. Otra vez, Casandro lo forzó a besar a Pitón, el amado del flautista Evio. Al ver que Evio se afligía, saltó con indignación sobre Casandro y gritó: «¡No es posible ni enamorarse de nadie por culpa vuestra!».

21. Cuando éste enviaba a los macedonios enfermos 181Ae incapacitados por mar, se demostró que uno alistado entre los enfermos, no lo estaba. Sometido a interrogatorio en su presencia, confesó haber alegado este pretexto por amor a Telesipa que partía por mar. Alejandro le preguntó: «¿A quién es necesario hablar en lo concerniente a Telesipa?». Cuando se informó de que era libre, dijo: «Pues bien, oh Antígenes, persuadamos a Telesipa, para que se quede con nosotros; pues coaccionar a una mujer que es libre no es lo nuestro[82]».

22. Cuando los mercenarios griegos que estaban con Blos enemigos llegaron a su poder, ordenó custodiar a los atenienses con cadenas, puesto que se alimentaban del Estado y trabajaban como mercenarios, y a los tesalios, porque poseían la mejor tierra y no la trabajaban; a los tebanos los dejó en libertad diciendo: «Solamente a éstos no les ha quedado ni ciudad ni tierra por nuestra culpa».

23. Cuando tomó cautivo al indo que tenía mejor reputación en disparar con arco y de quien se decía que podía hacer pasar una flecha a través de un anillo, le ordenó hacer una demostración. Como no quiso, Alejandro, encolerizado, ordenó ejecutarlo. Cuando lo llevaban, dijo el hombre a los que lo conducían: «En muchos días no me he ejercitado y temí errar en el tiro». Alejandro, al escucharlo, quedó asombrado y lo liberó con regalos, porque prefirió soportar la muerte antes que mostrarse indigno de su reputación.

24. Cuando Taxiles, rey de los indos, se encontró a CAlejandro lo desafió no a combatir ni a hacer la guerra, sino a aceptar favores, si era inferior, pero si era mejor, a hacer el bien. Alejandro le contestó que se había de combatir en torno a cuál sobresalía en hacer el bien.

25. Al oír de la célebre roca Aorno[83], en la India, que era un lugar difícil de tomar, pero que quien la ocupaba era un cobarde, dijo: «En este caso el terreno es fácil de tomar».

26. Cuando otro que ocupaba una roca que parecía inexpugnable se entregó a sí mismo junto con su fortaleza a Alejandro, éste le ordenó ejercer su mando y le dio adicionalmente un terreno, diciendo: «Me parece que es una Dpersona sensata quien prefiere confiarse a un hombre honrado antes que a un lugar fortificado».

27. Después de la ocupación de la roca, sus amigos le decían que había superado a Heracles con sus hazañas. Pero él contestó: «Pues yo no considero que mis hazañas junto con mi mando sean equiparables a una sola palabra de Heracles».

28. Al darse cuenta de que algunos de sus amigos, al echar los dados, no tomaban el juego como un divertimiento, los castigó.

29. Entre sus amigos mejores y más sólidos parece que honró a Cratero por encima de todos y, sin embargo, amó a Hefestión. «Pues Cratero —decía— es amigo del rey, pero Hefestión lo es de Alejandro[84]».

E30. A Jenócrates, el filósofo, le envió cincuenta talentos. Como no los aceptara y dijera que no los necesitaba, preguntó si Jenócrates no tenía ningún amigo. «Pues a mí —dijo— la riqueza de Darío apenas me bastaría para los amigos».

31. Poro, después de la batalla, fue interrogado por él: «¿Cómo te trataré?». «Como a un rey», contestó. Y le preguntó: «¿Y ninguna otra cosa?». Le respondió: «Todo está incluido en el ‘como a un rey’.» Quedó maravillado de su inteligencia y valentía y le añadió un territorio mayor del que poseía antes.

F32. Informado de que era ultrajado por alguien dijo: «Es propio de un rey que hace el bien, oír que se hable mal de él».

33. Cuando estaba a punto de morir, dijo mirando a sus compañeros: «Veo que mi funeral será grande».

34. Una vez muerto Alejandro, dijo Demades, el orador, que a causa de su anarquía le había parecido el ejército de los macedonios semejante al Cíclope después de haber sido cegado[85].

Ptolomeo, hijo de Lago[86]

Ptolomeo, hijo de Lago, cenaba y dormía muchas veces en casa de sus amigos. Y si alguna vez invitaba a alguien, se servía de lo de aquéllos, y les hacía traer las copas, los manteles y las mesas. Él no poseía más que lo necesario, pues decía que era más propio de un rey enriquecer que ser rico.

Antígono[87]

1. Antígono pedía dinero continuamente. Alguien le 182Adijo: «Pero Alejandro no era así». Y él contestó: «Naturalmente, pues él cosechó Asia, pero yo recojo las cañas».

2. Al ver que algunos soldados jugaban a la pelota con sus corazas y yelmos, se regocijó e hizo venir a sus generales con el deseo de alabarlos. Pero al oír que éstos estaban bebiendo, les entregó su mando a los soldados.

3. Como todos estaban asombrados de que al hacerse anciano tratara sus asuntos con suavidad y gentileza, dijo: B«Antes, en efecto, necesitaba poder, ahora, en cambio, reputación y benevolencia».

4. A su hijo Filipo que en presencia de muchos le preguntó: «¿Cuándo vamos a levantar el campo?», le dijo: «¿Qué temes? ¿Acaso a ser el único en no oír la trompeta?»[88].

5. Empeñado el joven en alojarse en casa de una mujer viuda que tenía tres hijas muy hermosas, llamó al que llevaba la pensión y le dijo: «¿No echarás a mi hijo de este multitudinario antro?».

6. Después de haber pasado una larga enfermedad, cuando se recuperó dijo: «No fue tan malo, pues la enfermedad nos recordó que no fuéramos orgullosos, puesto que somos mortales[89]».

C7. Cuando Hermódoto lo llamó en sus poemas «Hijo del Sol», dijo: «No sabía esto el esclavo que se preocupa de mi orinal[90]».

8. Al decir alguien que todo es bello y justo para los reyes, le replicó: «Sí, por Zeus, para los de los bárbaros; pues para nosotros sólo lo bello es bello y sólo lo justo es justo».

9. Cuando Marsias, su hermano, tuvo un juicio, pidió que se celebrara el proceso en casa, pero le contestó: «Será, por supuesto, en la plaza y todos podrán oír si delinquimos en algo».

10. Una vez en invierno obligó a acampar en unos lugares que carecían de las provisiones necesarias. Algunos soldados lo criticaron sin darse cuenta de que se hallaba cerca. Él delimitó el lugar de su tienda con el bastón y dijo: «Os lamentaréis, si no os apartáis más para critiDcarme».

11. Cuando Aristodemo, uno de sus amigos, hijo, al parecer, de un cocinero, le aconsejaba que pusiera fin a sus gastos y donaciones, le dijo: «Tus palabras, Aristodemo, huelen a mandil de cocina».

12. Cuando los atenienses inscribieron como liberto en la lista de ciudadanos a un esclavo suyo muy estimado, dijo: «No quisiera que ningún ateniense fuera azotado por mí».

13. Un joven, discípulo del orador Anaxímenes, pronunció delante de él un discurso cuidadosamente preparado, y él, con el deseo de informarse de algo, le formuló una pregunta. Como el joven quedara callado, le dijo: E«¿Qué dices?». ¿O

es esto lo escrito en las tablillas[91]?

14. Cuando oyó a otro orador decir que al ser el clima nevoso hizo que la tierra quedara sin hierba, le dijo: «¿No cesarás de tratarme como a la plebe?».

15. Al pedirle Trasilo, el Cínico, un dracma, le dijo: «No es propio de un rey este don». Al responderle: «Pues, dame un talento», le contestó: «Pero no es propio de un cínico este ingreso[92]».

16. Cuando envió a Demetrio, su hijo, con muchos barcos y fuerzas para liberar a los griegos, decía que su Ffama, desde la Hélade, cual desde una atalaya, prendería por toda la «ecúmene[93]».

17. Mientras Antágoras el poeta cocinaba un congrio y agitaba él mismo la cazuela, se le colocó detrás y le dijo: «¿Piensas que Homero, oh Antágoras, cocinaba un congrio mientras escribía las hazañas de Agamenón?». Antágoras le contestó: «Y tú, rey, ¿crees que Agamenón mientras realizaba aquellas hazañas se ocupaba de si alguien en el campamento cocinaba un congrio?».

183A18. Después que vio en un sueño a Mitrídates[94] segar una cosecha de oro, decidió matarlo. Tras comunicárselo a Demetrio, su hijo, le hizo jurar que guardaría silencio. Demetrio, tomó a Mitrídates, se fue a dar un paseo con él junto al mar y con la punta de la espada escribió en la arena: «Huye, Mitrídates». Éste comprendió y huyó al Ponto y allí fue rey hasta el final de su vida.

Demetrio[95]

1. Cuando Demetrio sitiaba a los rodios, cogió en un arrabal un cuadro del pintor Protógenes que representaba a Yaliso [96]. Al enviarle los rodios unos mensajeros que le pedían que dejara el cuadro, les dijo: «Antes destruiría Blos retratos de mi padre que esta pintura». Después de llegar a un acuerdo con los rodios, dejó el artefacto del asedio para ellos, como muestra de la grandeza de su obra y de la valentía de aquéllos.

2. Sublevados los atenienses, cuando la ciudad había sido ya tomada y se hallaba en mala situación por falta de víveres, los reunió al punto en asamblea y les entregó trigo como regalo. Al hablar públicamente sobre ello cometió un barbarismo. Uno de los que estaban sentados pronunció la frase como debería haber sido dicha. «Bien C—dijo—, por esta corrección os doy otros cinco mil medimnos».

Antígono Segundo [97]

1. Antígono Segundo, cuando Demetrio, su padre, fue capturado y le envió a uno de sus amigos con la orden

de que no prestase atención si escribía algo forzado por Seleuco, ni se retirase de las ciudades, él en persona escribió a Seleuco que le cedía todo el poder y se entregaba a sí mismo como rehén a condición de que se liberara a su padre, Demetrio.

2. Cuando estaba a punto de entablar un combate naDval con los soldados de Ptolomeo, el timonel dijo que las naves enemigas eran muchas más en número. Éste le replicó: «¿A cuántas calcularías que es equivalente mi presencia?»[98].

3. En una ocasión en que cedía frente a la avanzada enemiga, dijo que no huía, sino que buscaba su conveniencia apostado en la retaguardia.

4. Cuando un joven, hijo de un padre valiente, pero sin tener él reputación de buen soldado, estimaba que había de recibir los emolumentos de su padre, le dijo: «Pero yo, oh joven, ofrezco regalos y soldada por la excelencia de un hombre, pero no por la de su padre».

5. Cuando murió Zenón de Citio, el filósofo al que más admiraba, dijo que el espectáculo de sus hazañas le había sido arrebatado[99].

Lisímaco[100]E

1. Lisímaco, vencido en Tracia por Dromiquetes, a causa de la sed se entregó a sí mismo y a su ejército; cuando, hecho prisionero, bebió, dijo: «¡Dioses! ¡Por qué pequeño placer me he convertido de rey en esclavo!».

2. A Filípides, el poeta cómico, amigo y confidente suyo, le dijo: «¿De cuál de mis cosas te haré partícipe?». Y aquél respondió: «De lo que quieras, excepto de tus secretos[101]».

Antípatro[102]

1. Antípatro, al oír hablar de la muerte de ParmeFnión a manos de Alejandro, dijo: «Si Parmenión conspiró contra Alejandro, ¿en quién se ha de confiar? Y si no, ¿qué se ha de hacer?».

2. De Demades el orador, cuando ya era anciano, decía que era como una víctima consumida en un sacrificio, que sólo le quedaba el estómago y la lengua.

Antíoco Tercero[103]

1. Antíoco Tercero escribió a las ciudades que, si él escribía y ordenaba algo contra las leyes, no le prestaran atención, considerando que había actuado por ignorancia.

2. Al ver que la sacerdotisa de Ártemis era extraordinariamente bien parecida, se retiró al punto de Éfeso por temor a que, contra su intención, se viese impulsado a cometer algún acto no piadoso.

Antíoco el Halcón

Antíoco, el apodado Halcón, luchaba por el reino 184Acontra su hermano Seleuco. Pero, puesto que Seleuco, vencido por los gálatas, no se hacía visible en parte alguna, sino que se creía que se le había ejecutado, Antíoco, quitándose la púrpura, se vistió un manto oscuro. Poco después, al informarse que su hermano estaba a salvo, hizo sacrificios a los dioses para celebrar la buena noticia e hizo que las ciudades que estaban bajo su dominio se engalanaran con coronas[104].

Eumenes[105]

Se estimaba que Eumenes, objeto de una conspiración dirigida por Perseo, había muerto. Cuando la noticia llegó a Pérgamo, Átalo, su hermano, se ciñó la corona, se Bcasó con su mujer y se proclamó rey. Al enterarse que su hermano se hallaba con vida y se acercaba, salió a su encuentro, como de costumbre, con sus guardias personales y una pequeña lanza. Eumenes lo saludó amablemente y le dijo al oído:

No te apresures en casarte, hasta no verlo muerto[106].

Durante toda su vida ni dijo ni hizo ninguna otra cosa sospechosa, pero al morir dejó a aquél su mujer y su reino. Por estas cosas, Átalo no promocionó a ningún hijo suyo aunque tuvo muchos, sino que entregó el reino, aún en vida, al hijo de Eumenes, cuando llegó éste a la edad viril.

Pirro de Epiro[107]C

1. A Pirro le preguntaron sus hijos siendo niños, a cuál dejaría el reino. Y Pirro contestó: «A aquel de vosotros que tenga la espada más afilada».

2. Al preguntarle cuál era el mejor flautista, si Pitón o Cafisias, dijo: «Polispercón es el mejor general».

3. Cuando se enfrentó con los romanos los venció dos veces, pero perdió muchos amigos y generales y dijo: «Si venciéramos aún a los romanos en una sola batalla, estaríamos perdidos[108]».

4. Cuando después del fracaso se retiraba de Sicilia Dpor mar, se volvió a sus amigos y les dijo: «¡Qué palestra dejamos a romanos y cartagineses!».

5. Cuando los soldados le dieron el nombre de «Águila», dijo: «Desde luego que sí, pues soy elevado por vuestras armas cual si fueran ligeras alas».

6. Al oír que unos jóvenes, mientras bebían, habían dicho muchas difamaciones contra él, ordenó que al día siguiente los trajeran a todos a su presencia. Una vez allí, preguntó al primero si había hablado esas cosas de él. Y el joven respondió: «Sí, majestad, y habríamos dicho mucho más que esto, si hubiéramos tenido más vino[109]».

Antíoco[110]

1. Antíoco cuya segunda campaña fue contra los partos[111], en una persecución de cacería se extravió de sus amigos y servidores y entró sin ser reconocido en una cabaña Ede hombres pobres. Durante la cena sacó la conversación sobre el rey y oyó que, en general, era un hombre honrado, pero que, al confiar la mayoría de los asuntos a amigos indeseables, se descuidaba, y muchas veces se despreocupaba de lo necesario a causa de su excesiva afición a la caza. Entonces él calló. Pero al día siguiente cuando se presentaron sus guardias en la cabaña y se reveló su personalidad, pues le trajeron la púrpura y la corona, dijo: «Desde el día que os tomé a mí servicio, ayer por primera vez oí palabras verdaderas en torno a mí».

2. Cuando sitiaba Jerusalén, los judíos le pidieron Fsiete días de tregua por su fiesta principal. Antíoco no sólo se los concedió, sino que también hizo preparar toros con cuernos de oro y gran cantidad de incienso y de aromas y lo llevó todo en procesión hasta las puertas. Él en persona entregó el sacrificio a los sacerdotes de aquéllos y regresó al campamento. Los judíos se asombraron e inmediatamente después de las fiestas se le pusieron en sus manos[112].

Temístocles[113]

1. Temístocles, siendo aún joven, se dedicaba a la bebida y a las mujeres. Pero, después de que Milcíades al mando del ejército venció en Maratón a los bárbaros, 185Aya no era posible encontrar a Temístocles en una vida desordenada. A los que se asombraban del cambio les decía: «El trofeo de Milcíades no me permite ni dormir ni ser indolente[114]».

2. Interrogado sobre si preferiría ser Aquiles u Homero, dijo: «Tú mismo, ¿qué preferirías ser, el que vence en las Olimpíadas o el que proclama a los vencedores?».

3. Cuando Jerjes descendía contra Grecia con su poderosa expedición, Temístocles, temiendo que el jefe popular Epicides, cobarde y falto de escrúpulos, llegase a general y perdiera la ciudad, le persuadió con dinero a retirarse de la campaña[115].

4. Adimanto, que no se atrevía a entablar batalla naval, le dijo a Temístocles cuando éste exhortaba y animaba Ba los griegos: «Temístocles, en los juegos siempre castigan a los que salen antes de tiempo». Y Temístocles le contestó: «Sí, Adimanto, pero no coronan a quienes se quedan atrás».

5. Al levantar Euribíades su bastón como para pegarle, le dijo: «Pega, sí, pero escúchame».

6. Al no convencer a Euribíades para entablar una batalla naval en los estrechos, envió en secreto un mensaje al bárbaro aconsejándole no temer a los griegos que huían. Una vez que aquél fue convencido y derrotado tras un combate naval en el lugar donde era ventajoso a los griegos, de nuevo le envió un mensaje en que le ordenaba huir hacia el Helesponto lo más rápidamente posible, dado que Clos griegos pensaban destruir el puente. Así, a la vez que salvaba a los griegos parecía que salvaba a aquél[116].

7. Al decirle uno de Sérifo, que no era famoso por él, sino por su ciudad, le contestó: «Dices la verdad, pero ni yo sería famoso si fuera de Sérifo, ni tú si fueras ateniense».

8. Antífates, el Bello, antes huía y despreciaba a Temístocles que lo amaba; pero, una vez que éste alcanzó poder y una gran reputación, se le acercaba y lo halagaba. «Muchacho —le dijo Temístocles—, nos ha costado tiempo, pero uno y otro hemos tenido sentido».

9. A Simónides que pedía un fallo judicial que no Dera justo, le dijo que ni él llegaría a ser buen poeta si cantaba al margen de la música, ni él sería gobernante honrado si administraba la justicia al margen de la ley [117].

10. De su hijo, que hacía las delicias de su madre, decía que poseía el mayor poder entre los griegos, pues a los griegos los gobernaban los atenienses, a los atenienses él, a él la madre del niño y a ésta el niño.

11. De los pretendientes de su hija prefería al hombre Ehonrado que al rico, y decía que buscaba un hombre que necesitase dinero, más que dinero necesitado de un hombre[118].

12. Al vender una tierra, mandó anunciar también que tenía un vecino honrado.

13. Al insultarlo groseramente los atenienses, les dijo: «¿Por qué os disgustáis por ser bien tratados muchas veces por los mismos?». Y se comparaba con los plátanos, bajo los que todos corren cuando hay tormenta, pero cuando llega la bonanza, al pasar por su lado, tiran de sus hojas y rompen sus ramas.

14. Para burlarse de los de Eretria, les decía que eran como las jibias, que tenían espada[119], pero no tenían corazón.

15. Cuando fue desterrado primero de Atenas y luego de Grecia, se dirigió al rey persa y, como le pidiera éste que hablara, le dijo que su discurso se parecía a las mantas de colores; pues, como aquéllas, una vez extendido, muesFtra las formas, pero, plegado, las oculta y las echa a perder.

16. Pidió un tiempo para aprender la lengua persa, con el fin de así poder mantener un conversación por sí mismo y no por medio de ningún otro[120].

17. Al ser honrado con muchos regalos y hacerse rápidamente rico, dijo a sus hijos: «Hijos, deberíamos arruinarnos si no lo estuviéramos ya[121]».

Mirónides[122]

Mirónides, al mando de una expedición militar contra los beocios, dio a los atenienses orden de salida. Cuando la hora estaba cerca, como los capitanes le dijeran que no todos estaban presentes, dijo: «Presentes están los dis186Apuestos a combatir», y aprovechando la resolución de su ánimo, venció a los enemigos.

Arístides[123]

1. Arístides el Justo gobernaba siempre de acuerdo con su conciencia, y evitaba las facciones políticas, pues pensaba que la influencia de los amigos impulsa a cometer actos de injusticia.

2. Cuando los atenienses lo precipitaron al ostracismo, un hombre rudo e ignorante se acercó a él con un tejuelo y le pidió que escribiera el nombre de Arístides. «¿Conoces a Arístides?», le preguntó. El hombre le dijo que no lo conocía, pero que le irritaba el sobrenombre de B«El Justo», y sin pronunciar palabra escribió el nombre en el tejuelo y se lo entregó[124].

3. Siendo enemigo de Temístocles, al ser enviado como embajador junto con él, le dijo: «¿Quieres, Temístocles, que dejemos nuestra enemistad en la frontera? y, si te parece, al regresar, de nuevo la tomaremos[125]».

4. Después de haber fijado los impuestos a los griegos, regresó tanto más pobre cuanto gastó en el viaje.

5. Esquilo[126] escribió referente a Anfiarao:

no quiere parecer el mejor sino serlo

profundo surco cosechando en su ánimo

Cdel cual nacen las decisiones cuerdas,

y al decirse estos versos, todos miraron a Arístides.

Pericles[127]

1. Pericles, siempre que estaba a punto de tomar el mando militar, recogiéndose la clámide, se decía a sí mismo: «Cuidado, Pericles, vas a gobernar a hombres libres, griegos y, además, atenienses[128]».

2. Ordenó a los atenienses suprimir Egina cual legaña del Píreo[129].

3. A un amigo que le pedía un falso testimonio en el que también estaba incluido un juramento, le dijo que él era amigo hasta el altar.

4. Cuando estaba a punto de morir se sentía feliz Dde que ningún ateniense se hubiera vestido un manto negro por su causa[130].

Alcibíades[131]

1. Alcibíades, siendo aún un niño, quedó apresado en un asidero en la palestra, y al no poderse soltar mordió la mano del que estaba debajo. Éste le dijo: «Muerdes como las mujeres». «No —respondió—, sino como los leones[132]».

2. Cortó la cola a un perro muy bonito que poseía, comprado por siete mil dracmas, y dijo: «Para que los atenienses hablen sobre esto de mí y no se ocupen de ningún otro asunto».

E3. Al entrar en una escuela pidió un poema de la Ilíada, pero el maestro le dijo que no tenía nada de Homero. Alcibíades le dio un golpe de puño y pasó de largo[133].

4. Al acercarse a las puertas de Pericles y cerciorarse de que éste no descansaba, sino que reflexionaba sobre cómo rendiría cuentas a los atenienses dijo: «¿No sería mejor reflexionar cómo no rendirlas?».

5. Requerido desde Sicilia por los atenienses para un juicio capital, se escondió y dijo que era necio que el que está procesado intente ser absuelto siéndole posible huir[134].

6. Al decirle uno: «¿No confías en el juicio de la patria respecto a ti?», respondió: «Ni en mi madre, no Fsea que casualmente se equivocase y echara la piedrecilla negra en lugar de la blanca[135]».

7. Cuando oyó que se le había condenado a muerte a él y a los suyos, dijo: «Demostrémosles que vivimos». Y, poniéndose al lado de los espartanos, comenzó la guerrea de Decelea contra los atenienses[136].

Lámaco[137]

Lámaco castigó severamente a un capitán que había cometido un error. Éste dijo que jamás volvería a hacerlo, pero Lámaco le respondió: «En la guerra no es posible errar dos veces».

Ifícrates[138]

1. Ifícrates por su fama de hijo de zapatero era menospreciado. Ganó por primera vez reputación cuando él 187Amismo, herido, recogió a un enemigo vivo y sus armas, y lo trasladó a su propia trirreme.

2. Al acampar en un territorio amigo y aliado, como pusiera una empalizada y cavara cuidadosamente un foso, a uno que le dijo: «¿Pues qué tememos?», le contestó que la peor expresión de un general era la de «jamás lo hubiera sospechado[139]».

3. Cuando disponía su ejército en orden de batalla contra los bárbaros, decía que temía que no conocieran el nombre de Ifícrates, con el que hacía temblar a los demás enemigos.

4. Condenado a muerte, dijo al sicofanta: «¿Qué haBces? La guerra nos rodea, y persuades a la ciudad para que delibere sobre mí y no conmigo».

5. A Harmodio, el descendiente del antiguo Harmodio, que le reprochaba su bajo linaje, le dijo: «Mi linaje empieza en mí, el tuyo, en cambio, termina en ti».

6. Cuando un orador le preguntó en la asamblea: «¿Quién eres que te enorgulleces tanto?, ¿acaso un jinete o un hoplita o un arquero o un soldado de infantería ligera?», le respondió: «Ninguno de éstos, sino el que sabe mandar sobre todos ellos».

Timoteo [140]

1. Se consideraba a Timoteo un general afortunado. Algunos envidiosos pintaban las ciudades entrando en una trampa por propia voluntad mientras aquél dormía. TimoCteo decía entonces: «Si durmiendo tomo tales ciudades, ¿qué pensáis que haré despierto?».

2. Cuando uno de los soldados más valientes mostraba una herida a los atenienses, dijo: «Yo me avergoncé de que, siendo general vuestro en Samos, cayera cerca de mí el disparo de una catapulta».

3. Cuando los oradores promovían a Cares y estimaban que el general de los atenienses debía ser un hombre así, dijo Timoteo: «No el general, sino el que lleva la cama del general[141]».

Cabrias [142]

1. Cabrias decía que mandaban mejor el ejército Dquienes conocían más a fondo los asuntos de los enemigos.

2. Cuando fue acusado de traición junto con Ifícrates, éste le reprochaba que en una situación de peligro iba al gimnasio y comía a la hora acostumbrada, a lo que le replicó: «Estáte seguro de que, si los atenienses fallan una sentencia en contra nuestra, nos matarán tanto a ti, sucio y desnutrido, como a mí, bien comido y aseado».

3. Solía decir que era más temible un ejército de ciervos conducido por un león que uno de leones conducido por un ciervo.

Hegesipo[143]

ECuando Hegesipo, llamado el del Copete, incitaba a los atenienses contra Filipo, alguien de la asamblea dijo en alta voz: «Nos traes la guerra». Le replicó: «Sí, por Zeus, y vestiduras negras y tributos públicos y discursos funerarios, si estamos dispuestos a vivir como libres y no a hacer lo que nos ordenen los macedonios».

Piteas[144]

Piteas, siendo aún joven, se presentó en la asamblea para oponerse a las resoluciones propuestas en torno a Alejandro. Como alguien le dijera; «Y tú, joven como eres, ¿te atreves a hablar sobre tales asuntos?», contestó: «Alejandro, al que vuestros votos declaran dios, es más joven que yo[145]».

Foción el ateniense[146]

1. A Foción, el ateniense, nadie lo vio ni reír ni Fllorar.

2. En la celebración de una asamblea, a uno que le dijo: «Foción, pareces reflexionar», le contestó: «Sospechas lo correcto, pues reflexiono si puedo omitir algo del discurso que voy a pronunciar ante los atenienses».

3. Al declarar un oráculo a los atenienses que existía un hombre en la ciudad contrario a las opiniones de todos, los atenienses ordenaron y vociferaron que se buscara quién era. Foción dijo que era él, pues era el único al que no le agradaba nada de lo que la mayoría hacía y decía[147].

4. Una vez, al expresar una opinión ante el pueblo, 188Acomo obtuviera aprobación general y viera que todos aceptaban el discurso por igual, se volvió a sus amigos y les dijo: «¿He dicho algo malo sin darme cuenta?».

5. Cuando los atenienses pedían contribuciones para un sacrificio público, y puesto que otros habían contribuido, él, importunado muchas veces, dijo: «Yo me avergonzaría de daros mi contribución y no restituir a éste», y señaló al punto a su prestamista.

6. Demóstenes, el orador, le dijo: «Los atenienses te matarán si se vuelven locos». «Sí —dijo—, a mí si se vuelven locos, y a ti si permanecen cuerdos[148]».

B7. Aristogitón, el sicofanta, cuando estaba a punto de morir en la prisión, una vez pronunciada la condena, pidió que Foción viniera a él; como sus amigos no le permitieran acercarse al perverso hombre, dijo: «Y ¿dónde podría uno conversar más agradablemente con Aristogitón?».

8. Irritados los atenienses con los de Bizancio por no haber recibido en su ciudad a Cares, enviado con fuerzas de ayuda para ellos contra Filipo, Foción dijo que no había que irritarse contra los aliados que desconfiaban, sino contra los generales que provocaban desconfianza; él mismo fue elegido general y, obedecido por los de Bizancio, Chizo que Filipo regresara sin éxito[149].

9. Cuando Alejandro, el rey, le envió cien talentos como regalo, preguntó a los que los traían, que por qué, habiendo tantos atenienses, Alejandro le daba esto solamente a él. Aquéllos le respondieron que era al único al que consideraba noble y honrado, y les dijo: «Pues bien, permitidme no sólo parecerlo, sino también serlo».

10. Cuando Alejandro pidió trirremes, como el pueblo llamara a Foción personalmente para que estuviera presente y los aconsejara, se levantó y dijo: «Yo os aconsejo dominarlos con las armas, o ser amigos de los que dominan».

D11. Cuando se extendió un rumor infundado sobre la muerte de Alejandro, y los oradores se lanzaron en seguida a la tribuna dando orden de no demorarse sino de hacer ya la guerra, Foción estimó que se debería esperar y conocer los hechos con seguridad. «Pues si hoy ha muerto —dijo—, también mañana y pasado mañana estará muerto».

12. Cuando Leóstenes lanzó la ciudad a la guerra, impulsándola con brillantes esperanzas ante el nombre de la libertad y de la hegemonía, Foción comparó sus palabras con los cipreses: «Son bellos y elevados —dijo—, pero no tienen fruto». Mas al tener éxito las primeras tentativas y celebrar la ciudad con sacrificios la buena nueva, como alguien le preguntara si hubiera querido que esto hubiera sido realizado por él, dijo: «Esto, sí, realizado, pero tamEbién aquello aconsejado[150]».

13. Cuando los macedonios invadieron el Ática y devastaron la costa, hizo salir a los jóvenes en edad militar; muchos corrían hacia él y le urgían a tomar aquella colina, para destacar allí una fuerza. Él les dijo: «Por Heracles, cuántos generales veo y qué pocos soldados». No obstante, atacó, venció y mató a Mición, jefe de los macedonios[151].

14. Transcurrido poco tiempo, los atenienses vencidos en la guerra recibieron una guarnición por orden de Antípatro. Menilo, el jefe del destacamento ofreció dinero a FFoción, quien, indignado, dijo que aquél no era mejor que Alejandro y que la causa por la que lo recibía ahora era peor que entonces cuando no lo aceptó.

15. Antípatro decía que él tenía dos amigos atenienses y que ni había persuadido a Foción para que aceptara un regalo, ni había satisfecho a Demades dándoselo.

16. Al exigirle Antípatro que hiciera algo contra la justicia, le dijo: «No puedes, Antípatro, servirte de Foción a la vez como amigo y como adulador[152]».

189A17. Después de la muerte de Antípatro, establecida la democracia en Atenas, se condenó a muerte en la asamblea a Foción y a sus amigos. Algunos lloraban cuando eran conducidos. A Foción que caminaba en silencio, le salió al paso un enemigo y le escupió en la cara. Éste miró a los oficiales y les dijo: «¿No hay nadie que ponga fin a su comportamiento ignominioso?».

18. A uno de los que estaban a punto de morir, que se lamentaba y se indignaba, le dijo: «¿No estás contento, Tudipo, de morir junto con Foción?»[153].

19. Cuando ya le ofrecían la copa, alguien le pregunBtó si quería decir algo a su hijo. «Yo —dijo— te ordeno y te pido que no guardes rencor a los atenienses».

Pisístrato[154]

1. Pisístrato, el tirano de los atenienses, después de que algunos amigos suyos hicieron defección y tomaron File, fue hacia ellos llevando el saco con la ropa de la cama. Al preguntarle aquéllos qué quería: «Persuadiros —dijo— a que os retiréis, o si no os persuado, permaneceré con vosotros; por esto he venido preparado».

2. Al ser acusada su madre ante él, de que amaba y tenía encuentros secretos con un joven siempre temeroso y que pedía muchas disculpas, lo invitó a comer y le preguntó durante la comida: «¿Cómo ha ido?». Le respondió: «Muy agradable». Y él le dijo: «Así será para ti cada Cdía, si complaces a mi madre».

3. Cuando Trasibulo, que amaba a la hija de Pisístrato, se la encontró y la besó, éste incitado por su mujer contra aquél, dijo: «Si odiamos a los que nos aman, ¿qué haremos a los que nos odian?». Y entregó la doncella a Trasibulo como esposa[155].

4. Unos juerguistas nocturnos se encontraron a su mujer, e hicieron y dijeron muchas cosas impúdicas. Al día siguiente, lloraban y suplicaban a Písistrato, quien les dijo: «Vosotros intentad moderaros de ahora en adelante, pero mi mujer ayer no salió para nada».

5. Cuando estaba a punto de casarse con otra mujer, Dsus hijos le preguntaron si existía algún motivo de reproche hacia ellos. Les dijo: «En absoluto, sino de elogio, y deseo tener otros hijos como vosotros».

Demetrio de Falero[156]

Demetrio de Falero aconsejaba al rey Ptolomeo adquirir y leer libros sobre la monarquía y el poder: «Pues lo que los amigos no se atreven a recomendar a los reyes está escrito en los libros».

Licurgo[157]E

1. Licurgo, el espartano, introdujo la costumbre de que los ciudadanos llevaran el pelo largo, porque decía que la melena hace a los bellos más apuestos y a los feos más temibles[158].

2. A uno que lo urgía a crear una democracia en la ciudad, le dijo: «Primero tú crea una democracia en tu casa».

3. Ordenó construir las casas solamente con sierra y hacha; pues los hombres se avergüenzan de introducir en casas sencillas vasos, tapetes y mesas valiosas.

4. Prohibió competir en el boxeo y en el pancracio, para que ni en los juegos se acostumbraran a rendirse[159].

5. Prohibió hacer campañas militares muchas veces Fcontra los mismos para que no se hicieran más belicosos. Algún tiempo después, cuando Agesilao fue herido, Antálcidas dijo que había recibido un noble pago de los tebanos a sus enseñanzas al haberlos acostumbrado y enseñado a hacer la guerra contra su voluntad.

Cárilo[160]

1. Cárilo, el rey, al interrogársele acerca de los motivos por los que estableció Licurgo tan pocas leyes, contestó que a los que usan pocas palabras no les hacen falta muchas leyes.

2. A uno de los hilotas que se presentó insolentemente ante él, le dijo: «Sí, por los dioses[161], te mataría si no estuviera tan enfadado».

3. A uno que le preguntó que por qué llevaban el cabello largo, le contestó que éste era el menos caro de sus ornamentos.

Teleclo[162]

190ATeleclo, el rey, en contestación a su hermano que se quejaba de los ciudadanos porque se conducían respecto a él con menos consideración que hacia el rey, dijo: «Tú, en efecto, no sabes someterte a la injusticia».

Teopompo[163]

Teopompo, en respuesta al que le enseñaba en una ciudad la muralla y le preguntaba si le parecía bella y alta, dijo: «¿No es, entonces, un gineceo?».

Arquidamo[164]

Arquidamo, cuando en la guerra del Peloponeso los aliados estimaron oportuno limitar sus contribuciones, dijo: «La guerra no se alimenta de porciones fijas».

Brásidas[165]B

1. Brásidas cogió un ratón entre unos higos secos, y al recibir un mordisco, lo soltó. Dijo entonces a los presentes: «No hay nada tan pequeño que no pueda salvarse, si osa defenderse de quienes lo atacan».

2. En una batalla fue alcanzado por una lanza que le atravesó el escudo. Al extraer de la herida la lanza, mató con ella a su enemigo. Al preguntarle cómo había sido herido, respondió: «El escudo me traicionó».

3. Cuando aconteció que cayó mientras intentaba liberar a los griegos de Tracia, los mensajeros enviados a Esparta se dirigieron a su madre; preguntó ésta, en primer Clugar, si Brásidas había muerto honorablemente. Al elogiarlo los tracios y decir que nunca habría otro igual, replicó: «Os equivocáis extranjeros; Brásidas era, en efecto, un hombre honrado, pero Esparta tiene muchos mejores que él[166]».

Agis[167]

1. Agis, el rey, decía que los lacedemonios no preguntan cuántos son los enemigos, sino dónde están.

2. En Mantinea, cuando intentaban disuadirlo de entablar combate contra los enemigos, pues eran muchos más, contestó: «Es preciso que quien quiere gobernar a muchos luche contra muchos».

3. Al ser alabados los de Elide por celebrar los Juegos Olímpicos con honradez, dijo: «¿Qué hacen de sorprendente si cada cuatro años practican un solo día la jusDticia?». Y como se persistiera en los elogios, replicó: «¿Qué hay de sorprendente en que practiquen con honradez un asunto honorable, a saber, la Justicia?»[168].

4. A un hombre malvado, que le preguntaba muchas veces quién era el mejor espartano, le respondió: «Aquel que menos se asemeje a ti».

5. A otro que le preguntó cuántos eran los espartanos, le respondió: «Cuantos son suficientes para mantener apartados a los malvados».

6. Y al formularle otro la misma preguntadle dijo: «Te parecerán muchos, si los ves cuando luchan».

Lisandro[169]

1. Cuando Dionisio el Tirano envió costosas túnicas Ea las hijas de Lisandro, éste no las aceptó, alegando temer que pareciesen más feas a causa de ellas[170].

2. A los que lo vituperaban a causa de hacer muchas cosas mediante engaño por ser indigno de Heracles, les dijo que, donde la piel de león no llega, se debe ajustar la de zorro.

3. A los argivos que parecían tener argumentos más justos que los espartanos en torno al territorio en litigio, les dijo mientras desenvainaba la espada: «El dueño de ésta es quien mejor argumenta sobre los límites de la tierra».

4. Al ver que los espartanos vacilaban en llevar la batalla contra las murallas de los corintios y como viera una liebre que salía a saltos fuera del foso, les dijo: «¿Teméis Fa unos enemigos tales, por cuya inactividad las liebres duermen en sus muros?»[171].

5. Cuando un hombre de Mégara en una asamblea pública hizo uso de la libertad de expresión contra él, le dijo: «Tus palabras necesitan una ciudad».

Agesilao[172]

1. Agesilao decía que los habitantes del Asia como libres eran malos, pero como esclavos buenos.

2. A los que acostumbraban a llamar al rey de los persas «el Gran Rey», les dijo: «¿En qué es aquél mayor que yo si no es ni más justo ni más sensato?»[173].

3. Al ser interrogado sobre cuál de las dos virtudes era mejor, si la valentía o la justicia, respondió: «En nada necesitaríamos la valentía si todos fuéramos justos».

191A4. Por la noche cuando estaba a punto de levantar rápidamente el campamento del territorio enemigo, al ver a su amado llorando y abandonado a causa de una enfermedad, dijo: «Es difícil ser piadoso y cuerdo a la vez».

5. Menécrates, el médico, designado con el título de «Zeus» le escribió en una carta: «Menécrates, Zeus, al rey Agesilao, alegría». A lo que le contestó: «El rey Agesilao a Menécrates, salud[174]».

6. Los espartanos vencieron a los atenienses y a los aliados en Corinto, y cuando se informó del número de enemigos muertos, exclamó: «¡Ay de Grecia, que ha mataBdo por sí misma a tantos cuantos serían suficientes para vencer a todos los bárbaros!»[175].

7. Al recibir de Zeus en Olimpia un oráculo que quería, los éforos le recomendaron entonces que consultara también al dios pítico los mismos asuntos. Se presentó en Delfos y preguntó al dios si era de la misma opinión de su padre.

8. Al interceder por uno de sus amigos a Hidrieo de Caria, le escribió: «Si Nicias no ha cometido injusticia, déjalo en libertad; si la ha cometido suéltalo por mí; de cualquier modo, libéralo».

9. Al ser invitado a escuchar a uno que imitaba el canto del ruiseñor, dijo: «Se lo he oído muchas veces al propio ruiseñor».

10. Después de la batalla de Leuctra, puesto que la Cley ordenaba que todos los que hubieran huido quedaran privados del derecho de ciudadanía, al ver los éforos que la ciudad quedaba vacía de hombres, quisieron derogar este castigo y nombraron a Agesilao legislador. Éste se presentó en medio de la asamblea y ordenó que todas las leyes a partir del día siguiente entraran en vigor[176].

11. Cuando fue enviado como aliado al rey de los egipcios, fue sitiado junto con él. Los enemigos eran muchos más en número y rodeaban el campamento con un foso. Como el rey ordenara atacar y entablar combate, Agesilao Ddijo que no impediría el deseo de los enemigos de igualarse en fuerza a ellos. Y cuando ya faltaba poco espacio para terminar el foso, puso a sus hombres en orden de batalla en este lugar y luchando de igual a igual ganó la batalla.

12. Cuando estaba muriendo dio orden a sus amigos de no hacerle ninguna escultura ni pintura y habló así de las imágenes: «Si, efectivamente, he hecho algo noble, esto es mi mejor recuerdo; pero si no hice nada, de nada valdrían todas las estatuas».

Arquidamo, hijo de Agesilao[177]

EArquidamo, el hijo de Agesilao, al ver un proyectil lanzado por una catapulta, traída entonces por primera vez de Sicilia, gritó: «¡Oh Heracles, el valor del hombre ha muerto!».

Agís, el joven[178]

1. El joven Agis, cuando Demades dijo que los prestidigitadores se tragaban las espadas espartanas por su pequeño tamaño, exclamó: «De hecho, precisamente, los lacedemonios alcanzan a los enemigos con sus espadas».

2. Cuando los éforos ordenaron que concediera soldados al traidor, dijo que no confiaba hombres ajenos a quien había traicionado a los suyos[179].

Cleómenes[180]

Cleómenes, a uno que le había prometido darle gallos que morían en la pelea, le dijo: «No, sino dame los que Fmatan en la pelea».

Pedareto[181]

Pedareto, al no ser elegido para los Trescientos[182], honor de primer orden en la ciudad, se marchó contento y sonriente, diciendo que se alegraba de que la ciudad tuviese trescientos ciudadanos mejores que él.

Damónidas

Damónidas, cuando fue colocado en el último lugar del coro por quien lo dirigía, dijo: «Bien, has descubierto cómo también este lugar puede convertirse en un sitio de honor».

Nicóstrato[183]

192ANicóstrato, general de los argivos, cuando fue invitado por Arquidamo a entregar un terreno a cambio de mucho dinero y una esposa espartana, la que quisiera, excepción hecha de las mujeres de la familia real, le contestó que Arquidamo no era descendiente de Heracles, pues Heracles, cuando iba de un lado a otro castigaba a los malos, y Arquidamo, en cambio, hacía malos a los buenos.

Eudámidas[184]

1. Eudámidas, al ver en la Academia que Jenócrates, anciano ya, trataba temas filosóficos con sus alumnos, e informado de que buscaba la virtud, dijo: «¿Cuándo, pues, la pondrá en práctica?».

B2. En otra ocasión, al oír a un filósofo argumentando que sólo el sabio es un buen general, dijo: «El discurso es admirable, pero el orador no ha estado nunca en medio del fragor de las trompetas».

Antíoco

Antíoco, cuando era éforo, al oír que Filipo había entregado a los mesemos su territorio, le preguntó si también les había dado el poder de seguir luchando por el mantenimiento de aquella tierra.

Antáicidas[185]

1. Antáicidas respondió a un ateniense que llamaba ignorantes a los espartanos: «Nosotros somos, en efecto, los únicos que no hemos aprendido nada malo de vosotros».

2. A otro ateniense que le decía: «Pero nosotros os Cpusimos en fuga muchas veces desde el Cefiso», le contestó: «Nosotros, en cambio, jamás os pusimos en fuga desde el Eurotas».

3. Cuando un sofista se disponía a leer un encomio de Heracles, exclamó: «Pues, ¿quién lo censura?».

Epaminondas[186]

1. Mientras Epaminondas el tebano fue general, jamás el pánico cundió en el campamento.

2. Acostumbraba a decir que la muerte en guerra era la más bella.

3. Solía manifestar que el cuerpo de los hoplitas debía estar entrenado no sólo en ejercicios atléticos, sino tamDbién en militares. Por esto también atacaba a los entrados en carnes, y así a uno lo expulsó del ejército alegando que tres o cuatro escudos apenas le cubrirían el vientre a causa del cual no había visto sus partes.

4. Era tan austero en su forma de vida que, invitado a comer por un vecino, al encontrar un preparado de pasteles, companages y aromas, al punto se marchó diciendo: «Yo pensaba que tú celebrabas una comida, pero no que hacías un despliegue de ostentación[187]».

5. Cuando el cocinero rindió cuentas a los oficiales del gasto de unos días, Epaminondas se indignó solamente Epor la cantidad de aceite; como los oficiales se sorprendieran, les dijo que no le dolía el gasto, sino que tal cantidad de aceite hubiera sido admitida dentro de su cuerpo.

6. Cuando la ciudad se hallaba en fiesta y todos se daban a la bebida y a los banquetes, Epaminondas, paseando, sucio y sumido en sus pensamientos, se encontró a un amigo suyo; éste se sorprendió y le preguntó que por qué sólo él paseaba en aquel estado. Le respondió: «Para que os sea posible a todos vosotros emborracharos y estar despreocupados».

7. A un hombre vulgar que había cometido un delito menor, ni a pesar de pedírselo Pelópidas, lo liberó; en cambio, cuando lo solicitó su amante, lo liberó y dijo que reciFbir tales favores era propio de heteras, pero no de generales.

8. Cuando los espartanos hicieron una expedición y les fueron comunicados a los tebanos los oráculos, unos prediciendo la derrota y otros la victoria, ordenó que éstos se situaran a la derecha de la tribuna de los oradores y aquéllos a la izquierda. Una vez situados todos, se puso en pie y dijo: «Si queréis obedecer a los arcontes y avanzar al encuentro de los enemigos, éstos son para vosotros los oráculos», y señaló los de buen agüero; «pero si os acobardáis ante el peligro, aquéllos», y miró a los de mal agüero.

9. En otra ocasión cuando se dirigía contra los enemigos, hubo un trueno y al preguntarle los suyos cuál pensaba que era la indicación del dios, respondió: «Los ene193Amigos están atronados porque, habiendo tales territorios en la cercanía, acampan en lugares como éstos».

10. Solía decir que lo más agradable de todo lo noble y bueno que le había sucedido, fue vencer aún en vida de su padre y de su madre a los espartanos en Leuctra[188].

11. Acostumbraba a aparecer en toda ocasión con el cuerpo ungido y el rostro alegre, pero el día después de aquella batalla llegó sucio y abatido. Al preguntarle sus amigos si le había sobrevenido algún suceso adverso, contestó: «Ninguno, pero ayer me alegré más de lo que alguien con sentido tiene por bueno; por esto, hoy castigo la inmoderación de mi alegría».B

12. Al saber que los espartanos ocultaban tamañas calamidades, y con el deseo de mostrar la derrota de aquéllos, no permitió retirar todos los cadáveres a la vez, sino uno a uno por ciudades, de modo que se viera que los de los espartanos eran más de mil.

13. Jasón, monarca de Tesalia, llegó a Tebas como aliado y envió dos mil monedas de oro a Epaminondas que se hallaba en una situación de fuerte penuria. Pero éste no aceptó el oro, sino que mirando fijamente a Jasón Cle dijo: «Cometes un error y empiezas mal». Y tomó prestados cincuenta dracmas de uno de sus conciudadanos como ayuda para la campaña e invadió el Peloponeso[189].

14. Otra vez, al enviarle el rey de los persas treinta mil daricos, atacó duramente a Diomedonte por haber hecho un viaje tan largo para sobornar a Epaminondas. Y ordenó decirle al rey que, si tenía propósitos convenientes para los tebanos tendría por nada a Epaminondas como amigo, pero como enemigo si no eran convenientes.

15. Cuando los argivos se hicieron aliados de los tebanos, embajadores atenienses se presentaron en Arcadia y acusaron a uno y otro pueblo. Y como Calístrato, el orador, considerase a Orestes y a Edipo como un reproche para sus respectivas ciudades, Epaminondas se levantó y Ddijo: «Estamos de acuerdo en que entre nosotros se ha cometido un parricidio, y un matricidio entre los argivos; pero nosotros expulsamos a los que hicieron esto, y los atenienses, en cambio, los recibieron[190]».

16. A los espartanos que acusaban a los tebanos de muchas y graves ofensas, les dijo: «Éstos, empero, pusieron fin a la brevedad de vuestros discursos».

17. Cuando los atenienses adoptaron como amigo y aliado a Alejandro, tirano de Feras, que era enemigo de los tebanos, y como les prometiera ofrecerle la mina de Ecarne para comprar por medio óbolo[191], Epaminondas dijo: «Nosotros ofreceremos gratuitamente la leña a los atenienses para esta carne, pues arrasaremos el país si interfieren en nuestros asuntos».

18. A los beocios, relajados por el ocio, quería siempre mantenerlos en armas, y cuando fue elegido gobernador de Beocia, les decía aconsejándoles: «Pensároslo una vez más, hombres; pues si yo soy general, habréis de guerrear». Y denominaba su territorio, que era llano y extenso, «palestra de guerra[192]», en la idea de que no podrían dominarlo, a no ser que tuvieran la mano en el anillo del escudo.

19. Cabrias derribó en los alrededores de Corinto a Funos pocos tebanos que luchaban con ardor bajo las murallas y erigió un trofeo[193]; Epaminondas le dijo burlándose: «Allí es preciso erigir no un trofeo sino un Hecateo». Pues acostumbraban a erigir la imagen de Hécate en los cruces de tres caminos delante de las puertas.

20. Al anunciar alguien que los atenienses habían enviado un ejército equipado con armas nuevas al Peloponeso, dijo: «¿Por qué Antigenides se lamenta si Telene tiene flautas nuevas?». Era Telene el peor flautista y Antigenides el mejor[194].

194A21. Cuando se dio cuenta de que el que portaba su escudo había recibido mucho dinero de un hombre que había caído prisionero, le dijo: «Devuélveme el escudo y cómprate una taberna en donde terminar tu vida; pues, al haberte convertido en uno de los hombres más ricos y felices, ya no querrás someterte a riesgos igualmente[195]».

22. Al preguntársele si se consideraba a sí mismo mejor general que Cabrias o Ifícrates, respondió: «Es difícil juzgar mientras vivamos».

23. Cuando a su vuelta de Lacedemonia fue llevado a un proceso capital junto con los generales que estaban con él por haber prolongado contra la ley su generalato Ben Beocia cuatro meses, ordenó a sus colegas que le cargaran la responsabilidad como si hubieran sido forzados, y dijo que él no tema mejores palabras que sus hazañas; pero que si de todos modos era preciso decir algo ante los jueces, él estimaba justo en caso de que lo mataran, que se inscribiera la sentencia en su estela funeraria, de modo que los griegos supiesen que Epaminondas obligó a los tebanos contra su voluntad a pasar a fuego Lacedemonia, que durante quinientos años no había sido devastada, y que había poblado Mesenia después de un espacio de doscientos treinta años, y que había organizado y unido en una misma confederación a los de Arcadia, y que había devuelto la autonomía a los griegos; todo esto, en efecto, Cse había realizado en aquella campaña. Los jueces salieron y se rieron mucho, y no emitieron su voto contra él[196].

24. Cuando en su última batalla [197] fue herido y trasladado a la tienda preguntó por Defanto y, después de éste, por Yoledas. Al informarse que estos hombres habían muerto ordenó a los tebanos pactar con los enemigos en la idea de que no tenían general. Y la realidad confirmó su palabra, pues conocía excelentemente a sus conciudadanos.

Pelópidas [198]

1. Pelópidas, general asociado a Epaminondas, cuando sus amigos le dijeron que se despreocupaba de un asunto necesario, a saber, de reunir dinero, dijo: «Necesario Des el dinero, por Zeus, para este Nicodemo», y señaló a un hombre cojo y lisiado [199].

2. Al pedirle su mujer, cuando salía para la batalla, que se cuidara, dijo que esto se debía aconsejar a otro, pero a un oficial y a un estratego debía aconsejárseles que cuidaran a sus ciudadanos [200].

3. Al decir uno de sus soldados: «Hemos caído entre los enemigos», respondió: «¿Por qué más que ellos entre nosotros?».

4. Cuando fue traicionado por Alejandro, tirano de Feras, al ser encadenado, le hablaba en mal tono. Al decirle aquél: «¿Tienes prisa en morir?», le contestó: «Cierta

mente, para que los tebanos se irriten más y tú pagues tu pena más rápidamente[201]».

5. Tebe, la mujer del tirano, vino a Pelópidas y le dijo que le asombraba que, estando atado, estuviese tan alegre. Éste le respondió que más le asombraba ella, que, sin estar atada, soportaba a Alejandro[202].

E6. Después que Epaminondas lo hubo liberado[203], dijo que se sentía agradecido a Alejandro, pues había comprobado que se encontraba muy valeroso no sólo ante la guerra, sino también ante la muerte.