18. Entre poetas

EL conserje, que se entera de todo, que para eso era «nuestra fuente bien informada», se acercó a nosotros disimuladamente durante el recreo y dijo:

—Unos buenos periodistas profesionales no habrán revelado sus fuentes, me imagino.

Pablo le contestó:

—Pero, tío, ¿somos o no somos colegas?

El conserje tradujo correctamente esta expresión:

—No habéis cantado, ¿eh? No esperaba menos de vosotros. Y el buen comportamiento tiene recompensa. Al finalizar las clases, la fuente manará de nuevo —y desapareció, tal como había llegado, como un fantasma.

Y es que al conserje, estaba claro, le gustaba jugar a las adivinanzas y hacerse el listo con nosotros. Empezamos a discutir si había dicho que la fuente «manará» o «mamará». Como «mamará» no tenía sentido, Yolanda fue a consultar el diccionario y resultó que «manar» es lo mismo que «brotar un líquido». Abdul dijo que si de la «fuente saldrá un líquido» y la fuente estaba claro que era el conserje, lo que quería decir era que nos iba a contar más noticias.

María, incrédula, dijo:

—¿Sííííííí? ¿Entonces por qué no dice simplemente que vayamos a verle, que tiene algo que contarnos?

Y yo, que de todos ellos para eso de las clases era el más listo y estudioso, les dije lo que había leído en el libro de literatura:

—Dice las cosas sencillas de manera complicada y bonita. A eso se llama «metáfora». Así hablan los poetas.

Y todos me miraron con admiración, como diciendo «hay que ver lo que sabe, se nota que es el director».

Pablo apuntó en su lista «metáfora» y dijo:

—No la anoto para utilizarla, sino para acordarme de que le tengo que decir al conserje que no nos hable con «metáforas», sino claro y sencillo, que se deje de cho… —y Pablo dejó la frase a medias, consultó su lista y añadió—: Eso, que se deje de «florituras». «Florituras» mola, ¿eh? Me la puso la de lengua en la corrección: «demasiada floritura», y me dijo que quería decir que me había puesto demasiado poético.

Pablo lo dijo con tanto orgullo que parecía que en lugar de corregirle le habían elogiado y acabó diciendo «cada día me gustan más las palabras, a lo mejor de mayor me hago poeta, como José Luis, el conserje».

Y de poeta a poeta, no había manera de entenderse con el conserje. Pablo le dijo:

—Sintetiza lo que ocurre sin metáforas ni florituras.

Y el conserje contestó:

—¿Metáforas y florituras? Me agrada, ¡por fin, un alma gemela!

Y empezó a hablar de esa manera que no nos enterábamos:

—Sucede que acontece que en los próximos días, cuando entre los muros de este recinto, altar de la sabiduría, reine el más recogido silencio y la ausencia de los pupilos sea palpable y evidente…

Pablo no paraba de apuntar palabras, pero el resto nos miramos alarmados, pensando que se había vuelto loco perdido.

—Ha dicho «SIN metáforas y SIN florituras», le interrumpí yo.

—¿Llano y castellano?

—Claro y castellano —le aclaré yo—. Claramente, por favor.

Y entonces, con cara de decepción y como si lo que nos fuera a decir hubiera perdido interés para él, nos dijo:

—Los dos señores del Patronato y unos técnicos que envían los compradores van a venir a medir el terreno el domingo por la mañana, aprovechando que el colegio está vacío. Lo miden porque como se paga por metro cuadrado, se multiplica el precio del metro cuadrado por los metros que tiene y zas, lo que sale es lo que cobrarán los del Patronato.

Y ya, animándose más, siguió:

—¿Qué tal unas fotografías de los intrépidos reporteros, que sin amedrentarse se lanzan a…?

No necesitábamos más discurso. Salimos corriendo. Todos menos Pablo, que vi que se quedaba hablando con el conserje y enseñándole su cuaderno.

Lo dicho, almas gemelas.