Nota editorial

En esta obra escrita en 1890, Oscar Wilde expone su idea de cómo debe ser el socialismo partiendo de lo siguiente:

Primero, que el objetivo adecuado es tratar de reconstruir la sociedad sobre una base tal que la pobreza resulte imposible.

Segundo, que para lograrlo es preciso abolir la propiedad privada con el fin de que el hombre sea a través de lo que es y no a través de lo que tiene.

Nadie perderá su vida en acumular cosas y los símbolos para las cosas. Se vivirá. Vivir es la cosa menos frecuente en el mundo. La mayoría de la gente existe, eso es todo.

Tercero, que este socialismo no pueda ser compulsivo, autoritario.

Cuarto, que de esta manera se podrá desarrollar un sano individualismo que permitirá al hombre descubrir su verdadera personalidad.

No admitirá más leyes que las propias, ni otra autoridad que su propia autoridad.

Con estas ideas generales, Oscar Wilde está enunciando de hecho las premisas necesarias para el establecimiento de una organización social anarquista. Y, al adentrarse en la lectura de este ensayo, emerge la tendencia política de este, a la sazón, tan discutido dramaturgo, transformado, esta vez, en portavoz de una de las corrientes más controvertidas del anarquismo: el anarcoindividualismo. Pues su repudio al trabajo manual, lo conduce a glorificar el maquinismo, como la única alternativa para el desarrollo humano omitiendo tomar en cuenta que es el hombre quien fabrica y echa a andar cualquier clase de máquina; o sea que, sin el trabajo manual, toda sociedad está destinada a perecer.

Esta objeción nuestra no desmerece, de ninguna manera, el conjunto de esta obra llena de vivacidad, de rebeldía y que parece haber sido escrita ayer.

Chantal Lopez y Omar Cortés