Capítulo 27:
TERCERA llamada sin responder. Ean quiere ponerse en contacto con Simone, y ésta no responde. Ean ha olvidado que llama desde otro teléfono, que ella no reconoce. Se acerca el mediodía y la sucursal de ahorros cerrará sus puertas. Como último recurso, se acerca hasta su apartamento, toca el timbre con molesta insistencia y contesta Eurielle.
─¿Dónde demonios está Simone? ─masculla Ean.
—Ella ha salido, ¿quieres que le diga algo?
—Necesito una cosa, ábreme por favor y la llamamos desde ahí.
La puerta se abre con un sonido eléctrico y Ean sube los escalones de dos en dos.
—Esta mujer me va a volver loco. Hace días que le dije que tenía un documento mío y no hay manera de dar con ella.
Eurielle hace un comentario sobre los despistes y llama a Simone desde el teléfono fijo.
—De acuerdo, Simone, lo buscaré... Sí, he entendido dónde está... No te preocupes, yo se lo daré. Hasta luego.
Ean merodea impaciente por el comedor mientras Eurielle desaparece en la habitación. El armario es muy grande, con demasiados compartimentos. Su altura apenas le deja llegar al más alto de los estantes y apoya el pie encima de un cajón que sobresale intentando llegar a una bandolera de color marrón claro, con tanta mala suerte que resbala y caen sobre ella los demás bolsos desparramándose en el suelo las pertenencias de Simone. Eurielle se queja y se apresura a recoger todo ante la insistencia de Ean por marcharse. Pero su sorpresa aparece cuando ve asomarse en uno de bolsos algo que no le gusta nada. Temerosa, toma el bolso entre sus manos. El corazón le da un vuelco cuando sus sospechas se confirman al descubrir una Beretta 92 envuelta en un trapo oscuro; y tres sobres. Su desesperación se desencadena cuando abre el interior de cada uno y reconoce los tres rostros, y al acto deduce quién va a ser el próximo en morir. Eurielle entrega el documento a Ean con la cara descompuesta y éste, sin decir adiós, desaparece. La niñera de Alexander se derrumba, montones de pensamientos se agolpan en su cabeza sin poder entender por qué, y apenas puede oír como el timbre vuelve a sonar desde la puerta de arriba. Desorientada abre la entrada, y ante ella reconoce al hombre pese a la vista nublada.
—¿Te encuentras bien, niña?
Eurielle experimenta un mareo vertiginoso.
—Simone, Simone...
—¿Qué ha pasado, Eurielle?
—Simone es...