Notas

[1] Comejenera: Lugar donde se cría comején. Nido de los térmites. - (N. del T.)<<

[2] Según los experimentos de L. R. Cleveland, Trichonympha y Leidyopsis permiten, el uno y el otro, a su hostelero vivir indefinidamente, pero Trichomonas sólo le permite una supervivencia que no sobrepasa de sesenta a setenta días. En cuanto al Streblomastix, no ejerce influencia alguna en la vida de su hostelero. Su existencia, como la del terme, depende de la presencia de otros protozoarios. Cuando se hace desaparecer a los Trichonympha, los Leidyopsis se multiplican solos más activamente y reemplazan a los Trichonympha. Cuando los Trichonympha y los Leidyopsis han desaparecido, los Trichomonas los suplen parcialmente.

Estos curiosos experimentos fueron hechos sobre el gran terme del Pacífico: Termopsis nevadensis Hagen. Se obtiene a voluntad la disminución del uno o del otro de los cuatro protozoarios, con la ayuda de ayunos o de oxigenación. Por ejemplo, después de seis días de ayuno, Trichonympha campanula pereció, subsistiendo los otros tres; después de ocho días, Leidyopsis sucumbe; después de veinticuatro horas de oxigenación a la atmósfera, Trichomonas muere, mientras los otros tres resisten, etc.<<

[3] M. Bathelier, director del Instituto Patológico de Saigón, habiendo encerrado en una cubeta de Petri unos cincuenta soldados de Eutermes en compañía de seis hormigas rojas de gran talla, al cabo de algunos minutos encontró a las seis hormigas apioladas e incapaces de moverse. A una de ellas que intentó revolverse, un soldado se dirigió a ella inmediatamente, la contuvo, y dirigiendo el pico hacia ella la gratificó con una inyección. No había, por otra parte, contacto, y la jeringa del Eutermes no conservaba su dirección hacia adelante más que durante un tiempo muy corto. Cuanto más se debatían las hormigas, más se pegaban los miembros entre sí y se adherían a lo largo del cuerpo. Luego completamente inmovilizadas, acabaron por sucumbir.<<

[4] «El cómputo de este ejército, efectuado en fotografías ampliadas (instantáneas al magnesio), ha sido en una longitud de 32 centímetros, cifras que varían de 232 a 623, y en un metro, de 806 a 1917 termes. Tomamos como cifra media mil individuos por metro; esto haría para el ejército entero, desfilando durante cinco horas, a razón de un metro por minuto, un total de 300 000 termes. El número de soldados de guardia contado en una de las fotografías, era, en una longitud de 55 centímetros, de 80 a izquierda y 51 a derecha, lo que da en un metro 146 y 96; en conjunto, 238.

»Un día en que el ejército, a su regreso, era hostigado por las hormigas (Pheidologeton), conté a lo largo del basamento de la cabaña, en una longitud de tres metros y medio, una hilera de 281 soldados que, dando frente al enemigo, cubrían la retirada de los obreros cargados de líquenes. Estos marchaban al lado del muro, al abrigo de los agresores» (Dr. E. Bugnion). No olvidemos que aquí se trata de obreros y soldados ciegos, y preguntémonos lo que los hombres harían en su lugar.<<

[5] El hombre ha sacado partido de esta enemistad mortal. Los indígenas de Madras utilizan ciertas especies de hormigas, especialmente la Pheidologeton, para destruir los termes en las factorías de mercancías.<<

[6] He aquí, según E. Bugnion, algunos grados de esta evolución:

Primer grado: Amontonamiento del serrín en la parte externa de las galerías. Budines más o menos compactos, formados de serrín y de excremento, destinados a tapar las aberturas (Calotermes, Termopsis).

Segundo grado: Aglutinación de detritos de madera por medio de la saliva o del líquido contenido en el recto, dispuestos de manera que forman túneles, tabiques protectores y nidos enteramente cerrados. Industria del cartón de madera en general (Coptotermes, Arrhinotermes, Eutermes).

Tercer grado: Arte de tapiar por medio de un mortero formado con granos de tierra y de saliva. Perfeccionamiento gradual a partir de simples encostramientos de tierra hasta las comejeneras más perfectas.

Cuarto grado: Cultivo de los hongos. Arte cada vez más perfecto de los termes cultivadores de hongos (Termes).<<

[7] E. Bugnion en su opúsculo nos presenta, observado de los hechos, un curiosísimo ejemplo de esta defensa inteligente y vigilante. Puso en una cajita cubierta con un cristal una colonia de Eutermes lacustris. Al día siguiente encontró la mesa sobre la cual la había depositado cubierta de terribles hormigas: las Pheidologeton diversus. Como el cristal no tapaba bien, creyó su colonia perdida. No había tal. Advertidos del peligro los Eutermes, sus soldados se habían formado sobre la mesa alrededor de la cajita. Una guardia bien alineada se mantenía, además, a lo largo de la ranura que quedaba entre el cristal y la cajita. Dando cara al enemigo con sus jeringas, los valientes soldaditos habían velado toda la noche sin dejar pasar una sola hormiga.<<

[8] Pasajes amorosos<<

[9] También en las abejas la enjambrazón es una calamidad pública y siempre una causa de ruina y de muerte para la colmena madre y para sus colonias cuando se repite en el mismo año. El apicultor moderno se esfuerza todo lo posible por impedirlo, destruyendo las reinas jóvenes y ampliando los depósitos de miel, pero a menudo no logra contener lo que llaman «la fiebre de la enjambrazón», pues hoy paga la expiación de milenarios de bárbaras prácticas y de una selección al revés, en que las mejores colmenas, es decir, aquellas que no habían enjambrado y estaban cargadas de miel, eran sistemáticamente sacrificadas.<<

[10] Se sabe que las abejas poseen la misma facultad más restringida. Pueden, en tres días, mediante una alimentación apropiada, el ensanchamiento y aireación más abundante de la celda, transformar en reina cualquier larva de obrera, es decir, sacar un insecto tres veces más voluminoso, cuya forma y órganos esenciales son muy diferentes; por esto las mandíbulas de la reina son dentadas, mientras que las de las obreras son lisas como la hoja de un cuchillo; su lengua es más corta, y la espátula de ésta más estrecha; no tiene el aparato complicado que segrega la cera y sólo está provista de cuatro ganglios abdominales, mientras que las obreras tienen cinco; su dardo está encorvado como una cimitarra y el aguijón de su pueblo es recto; carece de cesta para el polen, etc.<<

[11] Recordemos aquí, como ya he dicho en El Gran Secreto, que Ernesto Kapp, en su Filosofía de la Técnica, ha demostrado perfectamente que todos nuestros inventos, todas nuestras máquinas, no son más que proyecciones orgánicas, es decir, imitaciones inconscientes de modelos suministrados por la naturaleza. Nuestras bombas son la bomba de nuestro corazón; nuestras bielas son la reproducción de nuestras articulaciones; nuestro aparato fotográfico es la cámara obscura de nuestro ojo; nuestros aparatos telegráficos representan nuestro sistema nervioso; en los rayos X reconocemos la propiedad orgánica de la lucidez del sonámbulo que ve a través de los objetos, que lee, por ejemplo, el contenido de una carta lacrada y encerrada en una triple caja de metal. En la telegrafía sin hilos seguimos las indicaciones que nos había dado la telepatía, es decir, la comunicación directa de un pensamiento, por medio de ondas espirituales análogas a las ondas hertzianas, y en los fenómenos de la levitación y de los desplazamientos de objetos sin contacto (por lo demás discutibles) se encuentra otra indicación de la cual no hemos sabido sacar partido, y que es de esperar que nos pondría en el camino del procedimiento que quizás nos permitiría algún día vencer las terribles leyes de la gravitación que nos encadenan a esta tierra; porque parece seguro que estas leyes, en lugar de ser, como se creía, por siempre incomprensibles e impenetrables, son sobre todo magnéticas, es decir, manejables y utilizables.<<

[12] Engram: Tendencia que se supone es comunicada al núcleo de una célula que está experimentando variación, la cual deviene heredable por transferencia al nucléolo de las células germinales. - (N. del T.)<<

[13] Ecphora: La proyección de cualquier miembro al otro lado del que está inmediatamente bajo él. - (N. del T.)<<