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Estamos en el verano de 1968, y Michel tiene diez años. Desde los dos vive solo con su abuela. Viven en Charny, en Yonne, cerca de la frontera del Loiret. Por las mañanas se levanta pronto para preparar el desayuno de su abuela; se ha hecho una ficha especial donde ha apuntado el tiempo de infusión del té y el número de rebanadas de pan con mantequilla y de otras cosas.

A menudo se queda en su habitación hasta la comida de mediodía. Lee a Julio Verne, El perro Pif o El Club de los Cinco; pero sobre todo se sumerge en su colección de Todo el Universo. Allí hablan de la resistencia de los materiales, de la forma de las nubes, del baile de las abejas. Hablan del Taj Mahal, un palacio construido por un rey muy antiguo en homenaje a su reina muerta; de la muerte de Sócrates; o de Euclides, que inventó la geometría hace tres mil años.

Por la tarde, se sienta en el jardín. Apoyado en el cerezo, en pantalón corto, siente la masa elástica de la hierba. Siente el calor del sol.

Las lechugas absorben el calor del sol; también absorben el agua, y sabe que tiene que regarlas al caer la tarde. Sigue leyendo Todo el Universo, o un libro de la colección Cien preguntas sobre; absorbe conocimientos.

También suele pasear en bicicleta por el campo. Pedalea con todas su fuerzas, llenándose los pulmones con el sabor de la eternidad. La eternidad de la infancia es breve, pero él no lo sabe todavía; el paisaje desfila ante sus ojos.

En Charny sólo queda una tienda de ultramarinos, pero la camioneta del carnicero pasa los miércoles y la del pescadero los viernes; los 28 sábados por la mañana, la abuela suele hacer bacalao en salsa. Michel está viviendo su último verano en Charny, pero todavía no lo sabe. Al principio del año, su abuela tuvo un ataque. Sus dos hijas, que viven en las afueras de París, están buscándole una casa no muy lejos de ellas. Ya no está en condiciones de vivir sola todo el año, de ocuparse del jardín.

Michel juega rara vez con los chicos de su edad, pero no se lleva mal con ellos. Lo consideran un poco aparte; tiene excelentes notas en el colegio, lo entiende todo sin esfuerzo aparente. Desde siempre es el primero en todas las materias; naturalmente, su abuela está muy orgullosa. Pero sus compañeros no le odian, ni lo tratan con crueldad; él les deja que copien sus deberes sin la menor oposición. Espera a que su vecino acabe, y luego pasa la página. A pesar de sus excelentes notas, se sienta en la última fila. Las condiciones del reinado son frágiles.