ADVERTENCIA A LA PRESENTE EDICIÓN

[VII]

Si la publicación en castellano de una edición crítica del tomo I de El capital presenta, en el estado actual de la investigación, dificultades ingentes y parcialmente insuperables, las mismas se multiplican y acrecientan cuando se trata de editar, según criterios científicos, los tomos II y III de la obra.

Cuando Engels, a la muerte de Marx, acomete la ímproba y sacrificada tarea de publicar esos tomos de El capital, se encuentra con una cantidad impresionante de manuscritos y frente a un dilema: o bien otorgar la prioridad a la conveniencia de que los militantes socialistas pudieran manejar como una herramienta teórica esa parte sumergida de la obra de Marx, y manejarla como «obra coherente, trabada, que constituyese en lo posible una unidad en sí misma», o inclinarse por una edición científica útil más bien a los especialistas y, en particular, a los historiadores de las ideas. En el primer caso se imponía la necesidad de seleccionar, compaginar, redactar de nuevo partes oscuras o elaboradas sólo a medias, introducir títulos y nexos explicativos; en el segundo, había que publicar los manuscritos en su totalidad y sin retoques. Engels optó por la primera de esas soluciones, y si tenemos en cuenta el momento y las circunstancias, su decisión, en esencia, nos parece perfectamente defendible.1 [VIII]

Pero al optar por una edición más accesible y popular, Engels dio pie a dos errores bastante difundidos: Por un lado, el de quienes consideran que estos tomos no son meros materiales preparatorios de una exposición definitiva que Marx, por desgracia, no llegó a elaborar, sino precisamente dicha exposición terminada.2 Por otro lado, en su modestia y abnegación, Engels procura convencernos de que la obra que nos presenta, tal como él nos la presenta, sigue siendo «la obra exclusiva del autor, no del editor». Pero el enorme trabajo ejecutado por Engels para dar forma a los tomos II y III de El capital y precisar o completar su contenido —¿es necesario recordar aquí que el libro III le insume no los pocos meses previstos en el prólogo al tomo II, sino nueve años?—, ese enorme trabajo de Engels, decíamos, permite asegurar que dichos tomos, en su forma actual, son hasta cierto punto una obra común de Marx y Engels. «Todos los marxistas rusos que se han ocupado [IX] del libro II de El capital», explicaba a principios del decenio de 1920 el fundador del Instituto Marx-Engels de Moscú, David Riazánov, «no han podido desembarazarse de esta idea: ¿no sería posible conseguir ese libro II bajo su forma original, tal como Marx la había establecido? En tal caso, se utilizaría a modo de comentario la versión dada por Engels. Todos, en efecto, teníamos la sensación de que Engels hubiera podido actuar de manera un tanto subjetiva. Y bien, esa sensación se reforzó cuando conocimos el contenido de los manuscritos que hemos descubierto [Riazánov se refiere aquí, precisamente, a los manuscritos de Marx correspondientes al tomo II]. Lo mismo es válido para el libro III de El capital. […] Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que el libro III de El capital enfoca, sin duda, temas proyectados y elaborados por Marx, pero que no constituye más que una variante de Engels.»3

Ahora bien, si a unos 90 años de la primera publicación del tomo II y a más de 80 de la del III es absolutamente legítimo seguir editando esos tomos «à la Engels» —de la misma manera que sería absolutamente legítimo elaborar y editar antologías depuradas de otras obras que Marx nos legó también bajo la forma de borradores, como por ejemplo los Grundrisse, y hacerlas accesibles así a un público más amplio—, no sólo es legítimo sino además urgente poner en conocimiento de los estudiosos el texto íntegro de los manuscritos de Marx correspondientes a dichos tomos.

Hasta el presente, sin embargo, todo lo que conocemos de los manuscritos originales, en el caso del libro II, es lo siguiente:

a) Lo publicado por Engels, aproximadamente la mitad del material escrito por Marx. En las ediciones a su cargo, empero, Engels sólo en ciertos casos puso entre corchetes (remplazados por llaves en nuestra edición) las frases interpoladas por él en el original: puede ocurrir, entonces, que el lector que emplee esas ediciones o las [X] basadas en las mismas tome por textos de Marx lo que en realidad son opiniones, tesis o análisis de su amigo y albacea. A la inversa, en esas ediciones aparecen a veces entre corchetes, dentro de citas de otros autores, comentarios breves que muy posiblemente se deban a la pluma de Marx y no a la de Engels, lo que tiende a acentuar la confusión.4

b) Variantes breves de los manuscritos recogidas en el tomo XXIV de las Marx-Engels Werke (Berlín, 1963) y en diversas ediciones basadas en las del Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú (concretamente en las versiones del tomo II publicadas por Editions Sociales, Editori Riuniti y Progress Publishers). Se trata, en la mayor parte de los casos, de frases o palabras sueltas que no cumplen otra función que la de llenar pequeñas lagunas dejadas involuntariamente por Engels al redactar el original para la imprenta. (Otras lagunas en las ediciones de 1885 y 1893 se debieron a descuidos de los tipógrafos, y en esos casos los editores se remiten no a los manuscritos de Marx sino al original de Engels.) Se tropieza aquí con varias dificultades: 1.ª) las variantes consignadas en las diversas ediciones no son siempre las mismas: en Werke se registran variantes que no aparecen en las ediciones basadas en las del IMEL y viceversa, y ni siquiera estas últimas coinciden siempre entre sí; 2.ª) no conocemos el texto original, presumiblemente alemán, de las variantes que no figuran en las Werke, o sea que es imposible en estos casos eludir su retraducción, 3.ª) la extremada avaricia, por así decirlo, con que registran variantes esas ediciones, hace que el lector de éstas se vea inducido a pensar que hay una coincidencia casi absoluta entre los manuscritos de Marx y la versión redactada y publicada por Engels.

c) Las variantes recogidas por Maximilien Rubel en su ambiciosa edición del tomo II de El capital (en Karl Marx, Œuvres, Economie, ed. cit., t. II). Rubel descifró manuscritos de Marx depositados en el Instituto de Historia Social de Amsterdam y publicó parte de los mismos, en particular un extenso fragmento del manuscrito IV. Sólo por eso, y a falta de una publicación crítica y completa [XI] de los manuscritos, su edición del tomo II constituye un hito en el conocimiento de El capital y es, sin ninguna duda, la más importante desde las preparadas por Engels. No se le puede reprochar a Rubel que haya publicado esas variantes en francés, y no en el o los idiomas originales, pero desgraciadamente esa circunstancia, como ocurre con parte de las variantes mencionadas en el párrafo anterior, impide que se las pueda verter de manera directa a un tercer idioma, en nuestro caso el castellano.5

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Sin tener acceso a la totalidad de los manuscritos es imposible preparar una edición crítica del tomo II de El capital. Lo mismo que en el caso del tomo I, pues, nuestra publicación del libro II no pretende ser más que una primera aproximación en castellano a esa edición crítica. Exponemos a continuación los criterios a los que nos hemos ajustado:

1) El texto básico es el de la segunda edición (1893), cuidada por Engels. Nuestra fuente han sido diversas reimpresiones modernas de la misma, y fundamentalmente la que figura en el tomo XXIV de las Marx-Engels Werke, ed. cit. Consultamos también Karl Marx, Das Kapital, Dietz Verlag, Berlín, t. II, 1959 y una reimpresión algo modificada de la edición popular de Karl Kautsky (Karl Marx, Ökonomische Schriften, t. II, editados por Hans-Joachim Lieber y Benedikt Kautsky, Darmstadt, 1971, en el marco de Karl Marx, Werke.-Schriften, ídem, t. V). [XII]

2) Con la única excepción de unos pocos cambios estilísticos menores, difícilmente reproducibles en nuestro idioma, y de erratas notorias, registramos en subnotas (separadas del texto o de las notas de Marx por una raya a todo el ancho de la página) todas las variantes de la primera edición de este tomo. Nos basamos para ello en la edición príncipe: Karl Marx, Das Kapital  Kritik der politischen Ökonomie, t. II, Verlag von Otto Meissner, Hamburgo, 1885.6 Consultamos también la edición Ullstein de este tomo (Karl Marx, Das Kapital, t. II, Francfort del Meno-Berlín, 1970), en la que se procura —como en la nuestra, pero nos atreveríamos a decir que con menos fortuna— rescatar las variantes de la edición de 1885.7

3) Hemos recogido del tomo XXIV de las Werke y de diversas ediciones basadas en las del Instituto Marx-Engels-Lenin, de Moscú, todas las variantes de manuscritos allí consignadas.

4) Reproducimos también, indicando en todos los casos la fuente por medio de la abreviatura R, las variantes registradas por Maximilien Rubel en su edición, algunas de las cuales son de extraordinaria importancia.8 Lamentablemente, no en todos los casos en que Rubel se aparta del texto establecido por Engels lo indica en una nota; [XIII] de ahí que en ocasiones no tengamos la seguridad de hallarnos frente a una auténtica variante, pues más de una discrepancia entre el texto de Engels y el de Rubel puede deberse a una traducción desprolija o excesivamente libre de un pasaje ya conocido. En nuestra edición, por ello, sólo registramos las alteraciones que Rubel documenta debidamente.

5) Respecto a las citas, en los tomos II y III aplicamos los mismos criterios que seguirnos en el caso del tomo I. El lector no debe olvidar, sin embargo, que la traslación alemana de muchas de las citas que aparecen en esos últimos libros de El capital se debe, muy probablemente, no a la pluma de Marx sino a la de Engels.

6) La traducción en sí misma de los tomos II y III no presenta dificultades mayores que la de otros textos de Marx.9 También en este respecto, sin embargo, el lector debe tener en cuenta que no se halla ante un texto acabado y pulido por el autor: el estilo de estos manuscritos es, en general, muy inferior al vigoroso y por momentos elegante del tomo I, circunstancia, desde luego, que una traducción fiel debe reflejar.

Multitud de pasajes del tomo II avalan la traducción de diversos términos técnicos que ya aparecen en el libro precedente. El caso más notable probablemente sea el de Mehrwert, plusvalor, y su relación con Wert, valor. Marx define aquí el capital como «valor que produce plusvalor [Mehrwert produzierenden Wert]» o «valor […] que incuba plusvalor» y al plusvalor mismo como «valor que no le cuesta [al capitalista] ningún equivalente», «valor que no existía antes y que no es pagado por ningún equivalente», «parte de valor que también le pertenece [al capitalista], pero que no le ha costado nada», «valor por el que éste [el capitalista] no paga equivalente alguno», «valor por el cual el capitalista no adelanta ningún equivalente, ni previamente ni post festum», «valor que es excedentario con respecto al equivalente del valor adelantado por el capitalista» [XIV] o «valor nuevo que no repone equivalente alguno», o bien «valor “libre” que no repone ningún valor de capital adelantado» o, más simplemente, «valor adicional».10 Si en todas estas definiciones, en vez del término preciso, plusvalor, hubiéramos traducido Mehrwert por «plusvalía» (que no sería inadecuado si se llamara «valía» lo que se denomina valor), habríamos empujado al lector a pasar por alto la «homogeneidad absoluta», la «indiferenciación conceptual» que para Marx, en la simple existencia del dinero, existe entre el valor adelantado o suma principal y el plusvalor, esto es, a desconocer el hecho de que el «plusvalor […] es valor como cualquier otra parte de valor del producto».11 Un pasaje de Teorías del plusvalor citado por Engels en el prólogo al presente tomo de El capital ilustra con mucha claridad la conveniencia de ligar morfológicamente, como hizo Marx en alemán y como se hace en nuestra versión, valor y plusvalor, por un lado, y por el otro plusvalor, plustrabajo y plusproducto: «La misma importancia que tuvo resolver el valor [Wert] en trabajo, la tuvo resolver en plustrabajo [Mehrarbeit] el plusvalor [Mehrwert], que se presenta en un plusproducto [Mehrprodukt]» (subrayados de Marx).12

Mantuvimos en este tomo, asimismo, la importante distinción que establece Marx entre el dinero (Geld) y la moneda (Münze), entre lo dinerario (Geld-) y lo monetario [XV] (Münz-).13 La misma se borra cuando se emplea el adjetivo «monetario» no sólo para designar lo que tiene que ver con la moneda, sino también para lo relativo al dinero. Monetario, en esta edición, es exclusivamente lo referente a la moneda, nunca al dinero.

Conservamos también la distinción entre rédito (Revenue) y renta (Rente) con lo que se elimina la grave confusión que se da en otras versiones de la obra. Al emplear un solo término para ambas categorías, se vuelve literalmente intraducible, por ejemplo, la definición de Marx: la renta es el «rédito del terrateniente».14

Señalemos por último que en la presente versión el término mercantil nunca designa lo referente al comercio (para esto utilizamos el adjetivo comercial), sino única y exclusivamente lo concerniente a la mercancía.

7) Al final de la segunda parte del presente tomo (volumen 5) el lector encontrará un centenar de notas explicativas o bibliográficas del editor, cuyas llamadas se distinguen de las de Marx o Engels por aparecer entre corchetes.

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Presentar los tomos II y III de El capital como lo que son —no una obra terminada sino los materiales con los que Marx proyectaba elaborar esa obra—, aproximarse en la medida de lo actualmente posible a una edición crítica de esos libros, es algo que obliga a desviarse, en cierto grado, de las pautas establecidas por Engels para publicarlos. Pero, paradójicamente, la presentación crítica de estos materiales, el registro de sus variantes, muestra mejor que las ediciones de tipo tradicional hasta qué punto Engels estaba en lo cierto al afirmar que «toda la manera que tenía Marx de concebir las cosas [die ganze Auffassungsweise von Marx] no es una doctrina, sino un método. No proporciona dogmas acabados, sino puntos de apoyo para la investigación ulterior y el método para esta investigación».15 [XVI] Porque, como sostuvo una discípula de Marx que supo asimilar críticamente no pocas enseñanzas de su maestro: «Inconclusos como son, [los tomos II y III de El capital] proporcionan algo infinitamente más valioso que cualquier verdad acabada: acicate para el pensamiento, para esa crítica y autocrítica que son el elemento más prístino y característico de la teoría que Marx nos ha legado».16 Nada tendría que objetar a estas palabras, nos parece, el primer editor del libro que hoy tiene el lector en sus manos.

P. S.