CAPÍTULO V
EL TIEMPO DE CIRCULACIÓN 8 (51)

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El movimiento del capital a través de la esfera de la producción y de las dos fases de la esfera de la circulación se cumple, como se ha visto, en una sucesión temporal. La duración de su permanencia en la esfera de la producción constituye su tiempo de producción; la de su estada en la esfera de la circulación, su tiempo de circulación o de curso. En consecuencia, el tiempo global en el que describe su ciclo es igual a la suma del tiempo de producción y el tiempo de circulación.

Desde luego, el tiempo de producción abarca el período del proceso laboral, pero no es abarcado por éste. En primer lugar hay que recordar que una parte del capital constante existe en forma de medios de trabajo, tales como máquinas, edificios, etc., que, mientras tienen vida, sirven en los mismos procesos laborales, que se repiten incesantemente. La interrupción periódica del proceso laboral, de noche, por ejemplo, interrumpe sin duda la función de estos medios de trabajo, pero no su permanencia en los lugares de producción. Pertenecen a éstos no sólo mientras están [144] funcionando, sino también cuando no lo están. Por otra parte el capitalista debe tener pronto determinado acopio de materia prima y materiales auxiliares para que el proceso de producción se cumpla, durante lapsos más o menos prolongados, en la escala previamente determinada y sin tener que depender de las contingencias del suministro cotidiano de esas materias en el mercado. Este acopio de materias primas, etc., se consume productivamente sólo de manera paulatina. Por eso se produce una diferencia entre su tiempo de producción9 y su tiempo de función. El tiempo de producción de los medios de producción en general abarca, por lo tanto: 1) el tiempo durante el cual funcionan como medios de producción, es decir, sirven en el proceso de producción 2) las pausas durante las cuales el proceso de producción, y por ende también la función de los medios de producción incorporados a él, está interrumpido, 3) el tiempo durante el cual estos medios de producción están listos como condiciones del proceso, es decir que ya representan capital productivo, pero todavía no han entrado en el proceso de producción.

La diferencia examinada hasta ahora es siempre diferencia entre el tiempo de permanencia del capital productivo en la esfera de la producción y su tiempo de permanencia en el proceso de producción. Pero el propio proceso de producción puede provocar interrupciones del proceso laboral y por ende del tiempo de trabajo, intervalos en los cuales se abandona el objeto de trabajo a la acción de procesos físicos, sin agregado ulterior de trabajo humano. En este caso el proceso de producción, y por tanto la función de los medios de producción, continúa aunque esté interrumpido el proceso laboral y en consecuencia la función de los medios de producción como medios de trabajo. Así ocurre, por ejemplo, con el grano que se ha sembrado, con el vino que fermenta en la bodega, con el material de trabajo de muchas manufacturas, como por ejemplo el de las curtiembres, que queda sujeto a procesos químicos. Aquí el tiempo de producción es mayor que el tiempo de trabajo. La diferencia entre ambos consiste en un excedente [145] del tiempo de producción sobre el tiempo de trabajo. Este excedente siempre se basa en que el capital productivo se encuentra de manera latente en la esfera de la producción, sin actuar en el proceso de producción mismo, o bien en que actúa en el proceso de producción sin encontrarse en el proceso laboral.

La parte del capital productivo latente que está disponible tan sólo como condición del proceso de producción —por ejemplo el algodón, el carbón, etc., en la hilandería— no actúa ni como creadora de valor ni como creadora de producto. Es capital en barbecho, aunque su estar en barbecho constituya una condición para el flujo ininterrumpido del proceso de producción. a) Los edificios, aparatos, etc., necesarios para servir como depósito del acopio productivo (del capital latente) son condiciones del proceso de producción y por eso constituyen componentes del capital productivo adelantado. Cumplen su función conservando los componentes productivos en la fase preparatoria. Si en esta fase resultan necesarios procesos laborales, ellos encarecen la materia prima, etc., pero son trabajos productivos y crean plusvalor, porque una parte de ese trabajo, como de todo otro trabajo asalariado, no se paga. b) Las interrupciones normales de todo el proceso de producción, es decir, los intervalos en los que el capital productivo no actúa, no producen ni valor ni plusvalor. De ahí el empeño en que los obreros trabajen también de noche. (Libro I, cap. VIII, 4.)(52) c) Los intervalos en el tiempo de trabajo por los que el objeto de trabajo tiene que pasar durante el propio proceso de producción no crean ni valor ni plusvalor; pero hacen prosperar el producto, constituyen una parte de su vida, un proceso que tiene que recorrer. El valor de los aparatos, etc., se transfiere al producto en proporción al tiempo total durante el cual actúan; el trabajo mismo pone el producto en esta fase, y el uso de estos aparatos es condición de la producción al igual que la pérdida de una parte del algodón en forma de polvo, parte que no entra en el producto pero que sin embargo le transfiere su valor. La otra parte del capital latente, como los edificios, máquinas, etc., es decir, los medios de [146] trabajo cuya función sólo se ve interrumpida por las pausas regulares del proceso de producción —las interrupciones irregulares debidas a que se limita la producción, crisis, etc., son pérdidas puras— agrega valor sin entrar en la creación del producto; el valor global que le agrega al producto está determinado por su duración media; por ser valor de uso pierde valor tanto en el tiempo en el que funciona como en el que no lo hace.

Finalmente, el valor de la parte constante de capital, que continúa en el proceso de producción aunque el proceso laboral esté interrumpido, reaparece en el resultado del proceso de producción. Aquí el trabajo mismo pone a los medios de producción en condiciones bajo las cuales ellos recorren por sí mismos ciertos procesos naturales cuyo resultado es determinado efecto útil o una forma modificada del valor de uso de esos medios. El trabajo transfiere siempre el valor de los medios de producción al producto, en la medida en que los consuma realmente de manera adecuada como medios de producción. A este respecto, nada cambia por el hecho de que el trabajo, para producir este efecto, tenga que actuar de manera continua sobre el objeto de trabajo mediante los medios de trabajo, o de que tan sólo necesite dar el impulso inicial poniendo a los medios de producción en condiciones gracias a las cuales ellos por sí mismos, a consecuencia de procesos naturales, sin colaboración ulterior del trabajo, experimentan la modificación deseada.

Sea cual fuere la causa del excedente del tiempo de producción sobre el tiempo de trabajo —ya sea que los medios de producción sólo constituyan capital productivo latente, es decir, que se encuentren aún en una fase previa al verdadero proceso de producción, o que dentro de éste y por sus pausas la función propia de los medios de producción resulte interrumpida, o, finalmente, que el propio proceso de producción provoque interrupciones del proceso laboral—, los medios de producción no actúan, en ninguno de estos casos, absorbiendo trabajo. Y si no absorben trabajo, entonces tampoco absorben plustrabajo. Por eso no se produce ninguna valorización del capital productivo mientras éste se encuentra en la parte de su tiempo de producción que excede al tiempo de trabajo, por más inseparable que sea la ejecución del proceso de valorización con respecto a estas pausas suyas. Resulta claro que cuanto [147] más coincidan tiempo de producción y tiempo de trabajo, tanto mayores serán la productividad y valorización de un capital productivo dado en un lapso dado. De ahí la tendencia de la producción capitalista a acortar todo lo posible el excedente del tiempo de producción sobre el tiempo de trabajo. Pero aunque el tiempo de producción del capital difiera de su tiempo de trabajo, aquél siempre abarca a éste, y el excedente mismo es condición del proceso de producción. Por consiguiente el tiempo de producción es siempre el tiempo durante el cual el capital produce valores de uso y se valoriza a sí mismo, y por ende funciona como capital productivo, aunque este tiempo abarque períodos en los que el capital es latente, o incluso produce pero sin valorizarse.

Dentro de la esfera de la circulación el capital está radicado como capital mercantil y capital dinerario. Sus dos procesos de circulación consisten en transformarse de la forma mercantil en la dineraria y de ésta en aquélla. La circunstancia de que la transformación de la mercancía en dinero sea aquí al mismo tiempo realización del plusvalor incorporado en la mercancía, y de que la transformación del dinero en mercancía sea al mismo tiempo transformación o reconversión del valor de capital en la figura de sus elementos de producción, no cambia en manera alguna el hecho de que estos procesos, como procesos de circulación, son procesos de la metamorfosis mercantil simple.

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El tiempo de circulación y el tiempo de producción se excluyen mutuamente. Durante su tiempo de circulación el capital no funciona como capital productivo, y por eso no produce ni mercancía ni plusvalor. Si examinamos el ciclo en la forma más simple, de manera que todo el valor de capital pasa siempre de golpe de una fase a la otra, resulta ostensible que el proceso de producción —y por ende también la autovalorización del capital— se halla interrumpido mientras dura su tiempo de circulación, y que según la duración de éste, la repetición del proceso de producción será más rápida o más lenta. Si, en cambio, las distintas partes del capital recorren consecutivamente el ciclo, de manera que el ciclo de todo el valor de capital se cumpla sucesivamente en el ciclo de sus distintas porciones, resulta evidente que cuanto más prolongada sea la [148] permanencia continua de sus partes alícuotas en la esfera de la circulación, tanto menor habrá de ser la parte del capital que actúa continuamente en la esfera de la producción. Por eso, la expansión y contracción del tiempo de circulación actúa como límite negativo sobre el contraerse o expandirse del tiempo de producción o del grado en que un capital de una magnitud dada funciona como capital productivo. Cuanto más exclusivamente ideales sean las metamorfosis de circulación que sufre el capital, es decir, cuanto más = 0 se vuelva el tiempo de circulación o cuanto más se aproxime éste a cero, tanto más funcionará el capital, tanto más crecerán su productividad y autovalorización. Si, por ejemplo, un capitalista trabaja por encargo, de manera que recibe el pago al entregar el producto, y el pago se hace en sus propios medios de producción, el tiempo de circulación se aproximará a cero.

Por tanto, el tiempo de circulación del capital limita en general su tiempo de producción y en consecuencia su proceso de valorización. Y los limita precisamente en proporción a lo que él mismo dura. Pero esta duración puede aumentar o disminuir de manera muy diversa, y por eso puede limitar en muy diverso grado el tiempo de producción del capital. Sin embargo, lo que la economía política ve es lo que aparece, a saber: la influencia que el tiempo de circulación ejerce sobre el proceso de valorización del capital en general. Concibe esta influencia negativa como positiva, porque sus consecuencias son positivas. Y tanto más se aferra a esta apariencia por cuanto ella parece dar prueba de que el capital posee una fuente mística de autovalorización, fuente independiente de su proceso de producción y por ende de la explotación del trabajo, que manaría hacia él desde la esfera de la circulación. Más adelante veremos cómo incluso la economía científica se deja engañar por esta apariencia. Ella resulta fortalecida, como también se verá, por distintos fenómenos: 1) el modo capitalista de calcular la ganancia, en el que la causa negativa figura como positiva, puesto que para capitales en distintas esperas de inversión, donde sólo difiere el tiempo de circulación, un tiempo de circulación más prolongado opera como causa del aumento de precio; en pocas palabras, como una de las causas de nivelación de las ganancias. 2) El tiempo de circulación sólo constituye una fase del tiempo de rotación; pero este último incluye el [149] tiempo de producción o, en su caso, el de reproducción. Lo que se debe a este último parece deberse al tiempo de circulación. 3) La conversión de las mercancías en capital variable (salario) está condicionada por su transformación previa en dinero. Por consiguiente, en la acumulación de capital, la conversión en capital variable suplementario se verifica en la esfera de la circulación o durante el tiempo de circulación. De ahí que la acumulación así producida parezca deberse a este último.

Dentro de la esfera de la circulación el capital recorre —en un orden o en otro— las dos fases opuestas M — D y D — M. En consecuencia, su tiempo de circulación se escinde también en dos partes: el tiempo que necesita para transformarse de mercancía en dinero y el tiempo que necesita para transformarse de dinero en mercancía. Ya sabemos, por el análisis de la circulación mercantil simple (libro t, cap. m), que M — D, la venta, es la parte más difícil de su metamorfosis y por eso constituye, en circunstancias normales, la mayor parte del tiempo de circulación. Como dinero, el valor se encuentra en su forma de convertibilidad permanente. Como mercancía tiene que transformarse primero en dinero para adquirir esa figura de intercambiabilidad directa, bajo la cual, por ende, puede actuar inmediatamente, en cualquier momento. Sin embargo, en el proceso de circulación del capital, en su fase D — M, se trata de la transformación del capital en mercancías que constituyen los elementos determinados del capital productivo en una inversión dada. Quizás los medios de producción no se encuentran disponibles en el mercado, sino que hay que producirlos primero, o hay que adquirirlos en mercados lejanos, o se producen mermas en su suministro habitual, cambios de precio, etc., en pocas palabras, una masa de circunstancias que no se pueden percibir en el simple cambio de forma D — M, pero que también exigen tiempo, a veces más, a veces menos, para esta parte de la fase de circulación. Así como M — D y D — M están separadas en el tiempo, también pueden estarlo en el espacio; el mercado de compra y el mercado de venta pueden ser mercados diferentes en lo espacial. En las fábricas, por ejemplo, compradores y vendedores son incluso a menudo personas distintas. En la producción de mercancías la circulación es tan necesaria como la producción [150] misma, y en consecuencia los agentes de circulación son tan necesarios como los agentes de producción. El proceso de reproducción incluye ambas funciones del capital, es decir que también encierra la necesidad de que estas funciones estén representadas, ya sea por el propio capitalista, ya por asalariados, agentes del mismo. Pero esto no es motivo para confundir a los agentes de circulación con los agentes de producción, así como tampoco lo es para confundir las funciones de capital mercantil y capital dinerario con las de capital productivo. Los agentes de circulación deben ser pagados por los agentes de producción. Pero si los capitalistas que se compran y venden entre si no crean con estos actos ni productos ni valor, esto no varía cuando el volumen de su negocio les permite y los obliga a descargar esta función en otros. En más de un negocio se paga a compradores y vendedores con una participación porcentual en la ganancia. La frase de que los consumidores los pagan no soluciona nada. Los consumidores sólo pueden pagar en la medida en que ellos mismos, como agentes de la producción, producen para sí un equivalente en mercancías o se lo apropian, tomándolo de los agentes de producción, ya sea con títulos jurídicos (como asociados suyos, etc.), ya mediante servicios personales.

Existe una diferencia entre M — D y D — M que no tiene nada que ver con la diferencia de forma entre mercancía y dinero, sino que surge del carácter capitalista de la producción. En sí y para sí, tanto M — D como D — M son meras trasposiciones de un valor dado de una forma a la otra. Pero M′ — D′ es al mismo tiempo realización del plusvalor contenido en M′. No ocurre tal cosa en D — M. Por eso la venta es más importante que la compra. En condiciones normales, D — M es un acto necesario para la valorización del valor expresado en D, pero no es realización del plusvalor; es introducción a su producción, no adición a ella.

Para la circulación del capital mercantil M′ — D′ hay determinados límites trazados por la forma de existencia de las mercancías mismas, por su existencia como valores de uso. Las mercancías son por naturaleza perecederas. En consecuencia, si dentro de cierto plazo no entran en el consumo individual o productivo, según su destino; en otras [151] palabras, si no se venden en determinado lapso, se deterioran y pierden, con su valor de uso, la propiedad de ser portadoras del valor de cambio. Se pierde el valor de capital, o en su caso el plusvalor que le ha crecido, contenido en ellas. Los valores de uso sólo siguen siendo portadores del valor de capital que se perpetúa y valoriza, en la medida en que continuamente se los renueva y se los reproduce, se los repone por nuevos valores de uso del mismo tipo o de otro. Pero la condición siempre renovada de su reproducción es su venta bajo su forma acabada de mercancías, es decir, su entrada al consumo individual o productivo, de la cual esta venta es mediadora. Tienen que cambiar su antigua forma de uso dentro de determinado lapso para continuar existiendo en una forma de uso nueva. El valor de cambio sólo se conserva mediante esta renovación constante de su cuerpo. Los valores de uso de las distintas mercancías se deterioran con mayor rapidez o lentitud; puede transcurrir, pues, un intervalo más o menos prolongado entre su producción y su consumo; por tanto, las mercancías pueden, sin perecer, quedarse más o menos tiempo como capital mercantil en la fase de circulación M — D,(53) soportar, como mercancías, un tiempo de circulación más o menos prolongado. El límite que el deterioro del propio cuerpo de las mercancías importe al tiempo de circulación del capital mercantil es el límite absoluto de esta parte del tiempo de circulación, o del tiempo de circulación que el capital mercantil puede describir qua [en cuanto] capital mercantil. Cuanto más perecedera sea una mercancía, cuanto más inmediatamente haya, pues, que consumirla, y en consecuencia también venderla, una vez que se la ha producido, menos podrá alejarse del lugar en que se la produce, más estrecha será por consiguiente su esfera espacial de circulación, más marcadamente local la naturaleza del mercado en el que encuentre salida. Por eso, cuanto más perecedera sea una mercancía, cuanto mayor sea, por su naturaleza física, la limitación absoluta de su tiempo de circulación como mercancía, menos servirá como objeto de la producción capitalista. Sólo podrá ser objeto de esta última en lugares densamente poblados, o a medida que las distancias locales [152] se acortan por el desarrollo de los medios de trasporte. Pero la concentración de la producción de un artículo en pocas manos y en un lugar populoso puede crear un mercado relativamente grande también para artículos de este tipo, como ocurre, por ejemplo, en el caso de las grandes fábricas de cerveza, las grandes lecherías, etc.