Capítulo 5

 

 

 

 

Se afanaba por eliminar de la barra esa mancha que llevaría allí bastantes meses pero, ahora que necesitaba centrarse en algo, había tenido la mala fortuna de cruzarse con su mirada y estaba esforzándose a conciencia. Era una cuestión personal: o ella o la mancha. No había otra... Bueno, en realidad sí. Ir a por Uriel, empujarlo hasta tenerlo entre la espada y la pared y pedirle explicaciones acerca del beso. Él, el que no la quería ni en pintura, le había metido la lengua hasta la campanilla y, lejos de quejarse o apartarlo, ahora lo único que su cuerpo le pedía era más. Mucho más.

Gruñó cabreada consigo misma por saber que, si lo tuviera delante, todo ese mal genio que tenía se esfumaría dejando sólo un mar de babas cuando posara sus ojos en ella. Era imposible resistirse.

Estaban a punto de empezar el espectáculo y todas las mujeres se habían congregado cerca del escenario, algunas empujando de forma poco educada para tener un espacio óptimo desde el que obtener una buena vista de los cinco, una de las primeras veces que actuaban juntos. Vitoreaban los nombres de cada uno de sus favoritos, al menos sin pelearse entre ellas, por ahora. Ya la habían avisado de que, si la cosa se ponía mal, debía avisar a DJ para que entrara a mantener el orden; aparte, Jerôme estaba entre ellas... Claro que, teniendo en cuenta su carácter, hasta podía ser él —ella— quien iniciara el problema si veía que alguna ponía ojitos a Ithan.

Ex suspiró tratando de calmarse. La pobre mancha no tenía culpa de nada y, a ese paso, iba a acabar con ella y con la barra entera como siguiera frotando así, pues terminaría provocando un buen incendio. Sabía de varias decenas de féminas que se encargarían de ella si hacía que se perdieran el espectáculo.

Soltó el paño y se sentó en el taburete al lado de la caja registradora. No tenía nada que hacer mientras la gente estuviera más interesada en los cuerpos que iban a salir que en beber o tomar algo. No pudo evitar que su mano fuera a los labios, hinchados y seguramente rosados por lo que había hecho minutos antes. Por Dios, ¡era un beso! Ninguno de los otros había llegado a tanto y Uriel... Uriel no tenía freno. Había notado su erección al separarse y sus ojos no le habían quitado la vista de encima mientras se marchaba. Se revolvió el pelo en un intento de que su mente dejara de pensar, de imaginar montones de cosas que podían haber pasado por la cabeza de él para hacer algo así. ¿Cómo iba a mirarlo a partir de ahora?

La luz empezó a descender en intensidad y la música fue bajando hasta que otro ritmo tomó su lugar. El griterío se intensificó y supo que iban a empezar. Salió de la barra con el taburete y se situó en una zona donde pudiera ver el escenario, aunque fuera un poco, y, al mismo tiempo, controlara el mostrador. Se había autoimpuesto no perderse ante la visión de cinco hombres hechos y derechos bailando de una forma sensual y sacándose la ropa hasta quedarse en calzoncillos (o quizá ni eso) para disfrute de su público. Lo que no sabía era si iba a cumplirlo o tendría que imponerse algún castigo después por haberse fallado a sí misma.

Las telas que separaban a los chicos de su público empezaron a moverse dejando al descubierto un escenario oscuro donde no se veía a ninguno de ellos. Los murmullos y cuchicheos empezaron a crecer. ¿Dónde estaban?

Un cambio en la música hizo que todas se callaran y pudo oírse el chasquido de varios dedos de fondo. La iluminación empezó a ser más clara sólo en el escenario, mostrando a los hombres, cada uno colocado en un lugar estratégico, con una pose que hacía contraer el vientre de anticipación. Ex pudo oír varios suspiros, gemidos e incluso algunas se tuvieron que agarrar a otras para mantenerse en pie.

Y no era para menos. Teniendo de fondo una canción de Elvis Presley —una que provocaba fiebre—, alargada al principio, quizá para crear más ambiente, estaban manteniendo con la mirada la excitación de aquellas que los miraban, o mejor dicho, se los comían con los ojos. Todos ellos chascaban los dedos, en una postura... Uriel estaba en el centro del escenario mientras, un par de pasos atrás, Ithan a la izquierda, Axel a la derecha, como si fueran sus subalternos, hacían lo mismo, con las gorras de piloto un poco ladeadas y mirando con una sonrisa lobuna a sus... ¿presas? Bien podían serlo.

Detrás, uno al lado del otro, apoyados en la espalda, los gemelos Euen y Owen parecían estar en una postura muy cómoda. Pasaban la mirada de las mujeres a ellos, cuchicheando y buscando esa complicidad en el otro para lo que más les gustaba, el ataque frontal a fin de desarmar a cualquiera...

La voz de Elvis empezó a escucharse pero sólo Uriel avanzó unos pasos y empezó a contonearse ante todas, desabrochándose la chaqueta que llevaba. Cuando quiso darse cuenta, ya no estaba en su cuerpo sino descansando sobre el escenario. También los otros empezaron en ese momento a quitarse la suya.

Lo siguiente fue la camisa pero, en lugar de ser él el protagonista, fue retrocediendo y la zona central la ocuparon Ithan y Axel, moviéndose de forma tan compenetrada que parecían uno solo. Iban desabrochándose botón a botón, lentamente, pero esa dolorosa espera hacía que una quisiera disfrutar mucho más de ello. Sin embargo, no llegaron a quitársela: cuando estaban a punto, se separaron para dar paso a Euen y Owen, que irrumpieron en escena aún con la prenda puesta, pero no por mucho tiempo, pues nada más llegar a un punto cumbre de la canción, todos ellos, de forma automática, se arrancaron la camisa y dejaron sus torsos desnudos, alineados en una fila, mostrando parte de esos atributos que tanto gustaban a las mujeres.

Ex oyó exclamaciones, aspavientos y demás. Incluso ella misma estaba tan hipnotizada que no sabía si estaba respirando o se había vuelto gelatina ante ese baile. Y eso que no estaba en primera fila. Tuvo que replegar sus sentidos para cerciorarse de que, de verdad, entraba aire en sus pulmones y no iba a desmayarse delante de todos.

La canción siguió y los chicos mantuvieron la posición que tenían. En el centro, Uriel, a su izquierda Ithan y, al lado de éste, Owen. Al otro lado, Axel y Euen completaban la fila creada, avanzando hacia delante para tentar un poco y dejarlas tocar; ellos también acariciando para después retroceder.

Hubo un momento, cuando se volvieron y menearon sus traseros, en que sacaron algunas risas de sus espectadoras, incluida la de Ex. De hecho, ésta pensó que habría sido mejor que hubieran salido sin los pantalones cuando vio que todos ellos los arrancaban de un tirón y quedaban expuestas sus nalgas. Sin ropa. Desnudos. Como Dios los trajo al mundo... Bueno, técnicamente no, pues habían tenido unos años para formarlos. Y menuda creación habían conseguido...

Ahora no tenían más que la gorra como accesorio, con la que empezaron a jugar, a cambiársela de un lado al otro del escenario, con una precisión tal que no dejaban ver nada que ellos no quisieran de sus «delanteras», aunque de vez en cuando se volvían lo suficiente como para insinuarse pero sin dejar ver esa parte que todas esperaban.

Ex se mordía el labio inferior removiéndose en su asiento en un intento por captar algo más, aunque fuera desde lejos. Owen y Euen, los dos extremos, fueron los primeros en darse la vuelta conservando la gorra delante de su «herramienta» para avanzar ante las mujeres y empezar un baile que, por los gritos de ellas, sabía que llegaban casi al límite. Los siguieron Axel e Ithan, haciendo lo mismo, jugando, esa vez delante de ellas, con los sombreros, pero sin llegar a enseñar nada. Siempre se tapaban con las manos o jugaban a que cada uno tapaba con el sombrero al otro. Un par de veces los hermanos, traviesos como nadie, hacían de las suyas sufriendo por ello los otros, para satisfacción de las señoritas que los observaban, pero en ningún momento se mostraba su «paquete» completo.

Casi a punto de finalizar la canción, los cuatro se abrieron lo suficiente para que Uriel ocupara la zona central caminando con un magnetismo, un aura tan penetrante, que todas se quedaron en silencio. Esos ojos las marcaban, incluso a Ex, que se sujetó al asiento con dedos y uñas como si temiera algo. Fue en el último minuto cuando su gorra se alzó al cielo desprotegido del todo pero, al mismo tiempo, las luces se apagaron y sólo un atisbo de lo que podía ser fue el regalo que recibieron.

Le hubiera gustado estar más cerca, poder ver esos cuerpos y deleitarse la vista con ellos olvidándose de todo lo demás. Había sido tan sensual que ahora temía moverse lo más mínimo por temor a explotar tal y como estaba en ese momento. Necesitaba un descanso, irse a un lugar íntimo y tranquilo para ocuparse de su cuerpo. Y con urgencia...

Pero no podía. Justo cuando las telas del escenario se cerraron, las mujeres fueron abandonando la zona y sentándose a sus mesas o avanzando hacia la barra, seguramente para pedir algo fresco y apagar la sed y el calor de su interior, igual de encendidas que ella.

Se obligó a bajar del taburete y a avanzar con él para colocarse detrás del mostrador y empezar a servir las bebidas que le solicitaban, al tiempo que cobraba cada una. No era un trabajo difícil y parecía que eso iba enfriándola un poco. Parecía.

El simple gesto de una caricia sobre su nuca hizo que las pinzas del hielo y el cubito que tenía cogido con ellas, así como el vaso en la otra mano, se precipitaran al suelo mientras toda ella se estremecía apoyada en el cuerpo de otra persona. Fue consciente de su énfasis al soltar el aire en ese instante pero no le importó ser el centro de atención. No podía pensar en ello tal y como estaba.

—¿Estás bien? —le preguntó Ithan.

Echó la cabeza hacia atrás frotándose sobre el pecho de él y lo miró, provocando que de sus labios saliera un silbido antes de regalarle una sonrisa. Ithan se inclinó para que sólo ella lo oyera.

—Me parece que necesitas un tiempo para ti, gatita —le dijo de forma muy sensual, rozándole con el aliento su oído e induciéndole más temblores.

Ex apretó las piernas para evitar sentir más dolor en esa zona y soltó el aire despacio, concentrándose en esa parte para aliviar, de alguna manera, el estado en que estaba. Lo tenía justo detrás, apretándose contra ella, sintiendo lo que tenía entre sus piernas presionando entre las suyas y haciéndole difícil que su mente no empezara a crear la imagen de lo que había ahí. Y con las veces que le había hecho eso días atrás, ya no le quedaba mucho para completar su recreación mental. Ahora sólo le faltaba poder palpar al real.

Quiso replicarle algo, pero como no podía articular palabra alguna, decidió ir a ocuparse de los pedidos; se alejó cuando vio que estaban solos. Giró la cabeza hacia el interior de la sala para ver que todas se habían reunido con los demás, afanados en complacer cada una de las peticiones de las que tenían a su cargo esa noche.

—Había pensado en echarte una mano con las bebidas porque ahora suelen pedir bastantes pero... —acarició los brazos de Ex haciendo que ésta cerrara los ojos y apoyara las palmas en la barra para sujetarse—, me parece que antes debería echarte una mano a ti.

—Sí... —se escapó de los labios de ella, no lo suficientemente bajito como para que Ithan no lo oyera—. Quiero decir, no, no hace falta —se retractó, tratando de separarse de él ahora que le quedaba un resquicio de cordura en esa masa de lava ardiente que era su cuerpo.

—Yo creo que sí, gatita. Lo estás deseando... —Ithan siguió tocándola de manera lasciva por toda su piel mientras ella se arqueaba al sentir un cosquilleo casi enfermizo. Llevaba razón, por todos los demonios, estaba a punto con una simple caricia y le era muy complicado aguantar esa tortura—. Ven conmigo.

Dos palabras. Dos míseras y simples palabras hicieron que su corazón quisiera salirse por la boca y, aunque fuera a rastras, seguir a ese infierno con patas que había conseguido ponerle las cosas más difíciles de lo que ya las tenía. ¿Y la barra? Las miradas encontradas de ambos dieron a entender lo que podían hacer con la barra, las bebidas y lo que hubiera por allí. Ella ya no aguantaba más y, como si de un paréntesis se tratara, iba a tomarlo... especialmente si equivalía a estar con uno de los cinco.

Su cuerpo se estremeció al ver cómo extendía la mano hacia ella. Su cabeza ahora mismo era un hervidero, la razón se había largado, igual que su corazón, y, condenados fueran, no la ayudaban con eso. Necesitaba ocuparse de su «problema» en ese momento y ese hombre se ofrecía a ayudarla, uno con el que había fantaseado en la intimidad del piso donde convivía, no sólo con él, sino con cuatro sementales más, cada uno diferente entre sí, pero con un punto en común: la ponían a mil y la derretían hasta convertirla en líquido hirviendo, para transformarse después en un gas que se metía por debajo de la ropa y así poder sentir sus cuerpos.

No se dio cuenta de lo que había hecho hasta que el suave tirón de Ithan hizo que volviera a la tierra y lo siguiera dentro, a la zona privada donde solían tener un almacén con varios productos. Pero en lugar de ir allí, giró al otro lado hacia la puerta del apartamento. ¿Iban a ir arriba?

—Ithan, quizá... —El resto de la protesta que su cerebro había conseguido chivarle como una válvula de escape ante lo que iba a hacer se esfumó también al notar los labios de él, su cuerpo pegado al suyo y al sentirse arrinconada contra la pared. ¡Dios! Podía notar los músculos en tensión, una parte de él endureciéndose por momentos mientras su cuerpo irradiaba más calor del que estaba permitido, ni siquiera apagado por la humedad que se filtraba de ella y que ahora era mucho más evidente.

También él andaba encendido, suponía que por ese baile y el tener a tantas mujeres fijándose en su cuerpo; era imposible que alguien pudiera resistirse a aquello.

Ex notó la mano ahuecándose en la nuca y tragó su gruñido cuando el beso se profundizó, cuando mordió el labio inferior con un poco más de fuerza para que reaccionara y, en el momento en que abría la boca, entrar en ella sin permiso alguno, doblegando su voluntad y perdiendo todo sentido, culpa o mente. Ahora sólo había dos cuerpos con un deseo a flor de piel que únicamente ellos podían saciar.

Atrevida como se sentía en ese momento, su mano se movió agarrándolo de una nalga y empujándolo más a ella, dejando que su vientre notara esa parte de él que quería escapar de los pantalones como fuera.

Advirtió la risa de él en su boca y también sonrió por ello. No era tan ingenua como podían pensar, además llevaba mucho tiempo queriendo hacerlo y más después de ver semejante zona trasera, aunque fuera en la distancia.

Ithan se separó de sus labios e inclinó la cabeza para lamerla a lo largo del cuello rumbo al lóbulo de la oreja.

—Subamos... O soy capaz de empezar y terminar aquí mismo, donde cualquiera nos puede escuchar o interrumpir.

Justo antes de separarse de Ex, posó su miembro en la entrepierna de ella y empujó haciéndola temblar por las sensaciones que experimentaba. ¡Era enorme! Y no sólo eso... Su boca se abrió en una grandiosa O, como sus ojos, siendo recompensada por una gloriosa risa. Ithan introdujo la clave para llegar a un lugar que, ahora, le iba a costar identificar como «exclusivo para dormir»...

La escalera para acceder al piso constaba de siete escalones. Pero a partir del tercero, Ex dejó de sentir en sus pies el suelo: Ithan la levantó en brazos a pesar de las protestas.

—No aguanto más. Perdóname pero quiero tenerte ya. Y esta escalera nos retrasa demasiado.

El aire escapó de los pulmones de Ex ante ese arrebato de pasión que jamás se hubiera imaginado de él. De Axel, o incluso de los gemelos, todavía. Pero Ithan parecía el más tranquilo del grupo y en esos momentos bien podía explotar. Todavía buscaba algo que decir cuando llegaron al piso y, de ahí, torcieron hacia el pasillo donde se encontraba la habitación de él. La conocía, una de sus tareas era limpiar el apartamento y por ello había entrado varias veces, igual que a los otros cuartos. Sin embargo, en cuanto la puerta se abrió y él la bajó al lado de la cama, se sintió abrumada. Ese hombre estaba alterado, excitado como un salvaje y... ¿por ella? ¿O por el espectáculo que habían dado?

—¿Qué pasa? —preguntó Ithan cuando cerró la puerta y vio su expresión—. ¿Estás bien?

¿Bien? Estaba más que bien, tenía delante a un hombre increíble y ahora, por fin, su cerebro, mente y corazón estaban preparados para que la pusieran en un aprieto, haciéndole preguntarse el motivo por el que estaba ahí.

—Gatita, ¿no estarás pensando que estoy así por el striptease?

Algo debió de notar el chico en su cara porque se puso a reír a carcajada limpia. ¡Quería que la tierra la tragara! Ex notó su cara enrojecida como un tomate, seguro que la confundían con uno y querrían usarla en una ensalada.

Quiso salir de allí pero Ithan la detuvo sujetándola por los hombros. La obligó a mirarlo, esta vez serio, con sus ojos fijos en los de ella, quizá más oscuros en su tonalidad.

—Escúchame bien: estamos acostumbrados a hacer ese tipo de sesiones varias veces a la semana y en ninguna hemos necesitado después acostarnos con nadie. O bien nos ocupamos nosotros o... —Vale, eso era exceso de información. Vio cómo Ithan también se callaba, quizá dándose cuenta de lo que acababa de decir—. El caso es que el motivo por el que estoy así eres tú. Gatita, te deseo desde el primer momento en que tus ojos se cruzaron con los míos.

¿Podía alguien derretirse más? ¡Sí! Ella. Acababa de dar un salto hacia el cielo y ahora volaba viendo las casitas chiquititas, diminutas, mientras en su mente se repetía esa frase: «Gatita, te deseo desde el primer momento en que tus ojos se cruzaron con los míos». ¿Dónde estaban esa clase de hombres en su ciudad, a ver? ¿Escondidos para que no los encontrara? ¡Ja! Pues aquí había uno que era todo para ella, al menos por ahora.

Levantó su mano para acariciarlo, por si estaba en un sueño y pudiera despertar en cualquier momento, descendiendo por su pecho, que subía y bajaba con rapidez conforme lo iba explorando más.

—Demasiado lento, gatita —le dijo arrancándose la camiseta para, segundos después, coger el filo de la suya y levantársela con tanta celeridad que no le dio tiempo a protestar.

Quedó expuesta con sólo su sujetador mientras él mostraba su pecho, totalmente depilado, con sus pezones algo más evidentes. Ithan le cogió las manos y las situó en cada uno de los pectorales, moviéndolas un poco antes de empujarla y coger su trasero para evitar que se escapara. Ex dio un respingo.

—Así, ahora puedo sentirte mucho mejor.

Realmente su cuerpo estaba hecho para adorarlo. Sus manos, incapaces de evitar el cosquilleo que sentían, sabían que era puro músculo. Estaba duro, mucho, y, conforme iba descendiendo, se maravillaba aún más de esa tableta de chocolate. Esa figura pegada a ella era deliciosa...

Se acercó y besó los pezones provocando un jadeo por su parte que la detuvo un instante antes de juguetear con su lengua dentro de la boca. Sus manos, inquietas, empezaron su descenso hacia esa zona que era su perdición, y percibió que los pantalones le quedaban más anchos, que se caían.

Ithan le cogió el mentón y la besó, esta vez más dulcemente, más acorde con su carácter, empujándola, rozando con sus piernas la cama para caer sobre ella, siguiéndola pero sin dejar que todo el peso cayera y la aplastara.

Empezó a besarla por todo el rostro, bajando al lugar donde era gratificada por esos labios cada vez más. De su rostro al cuello, de ahí a sus hombros, de ellos al contorno de los pechos, que quedaban descubiertos por el sujetador que llevaba. Se mordió el labio pensando que podía haber llevado otro tipo de ropa. Pero no, cuando ellos le ofrecieron comprar algo, se fue a lo más cómodo para hacer su trabajo y obvió la lencería sexy o un conjunto tan hermoso como los que llevaban algunas mujeres. Pero bueno, al fin y al cabo, en ese momento cualquier conjunto iba a estorbar, así que era mejor que fuera práctico para quitarlo, y ése lo era, con apertura frontal, sólo había que desengancharlo y...

El aire fresco recorrió sus pechos erizándole los pezones por el camino. Al menos podía decir que Ithan era un hombre muy experimentado en el arte de desnudar; ni siquiera le había preguntado si se abría por delante o por detrás. ¡Bien por él!

Dejó de pensar y de descentrarse de la misión que tenía en ese momento: deleitarse con los halagos físicos que le estaba prodigando su semental, algo que atesoraría toda la vida. Una cosa así no surgía muchas veces y pensaba grabárselo a fuego para que, cuando fuera una anciana un poco salida, pudiera contar esas anécdotas recordando las sensaciones que había experimentado.

Ithan deslizó la cinturilla del pantalón para besarla, haciendo que los gemidos salieran de su boca sin poder evitarlo. Estaba en su vientre y era casi imposible parar esa imperiosa necesidad que pulsaba en su cuerpo como si nunca antes hubiera tenido sexo. ¿Qué era lo que esos hombres podían provocar?

Ithan la elevó lo suficiente para deslizar los pantalones, y con ello la ropa interior, por sus muslos y piernas, dejándola privada de intimidad, expuesta totalmente para su visión, una que le hacía perder el sentido, que bien podía llevarla al paraíso, tal era la intensidad con que la miraba.

—Una gatita adictiva... —susurró él antes de hacerle abrir las piernas. De rodillas a su lado, avanzó la cara y se relamió los labios—, y mojada. Muy mojada.

Su vientre se contrajo ante esas palabras y no pudo evitar que se filtrara de ella más humedad, mucha más en el momento en que los dedos de Ithan la rozaron a todo lo largo de su feminidad. Intentó cerrar las piernas pero él ya estaba preparado para ello y se lo impidió.

Ex arqueó la espalda ante el movimiento seductor que Ithan producía entre sus labios mayores, excitándola a niveles insospechados mientras se dejaba llevar, su contoneo acercándola más a ese éxtasis que ansiaba como nunca. Se quedó sin aliento al notar como Ithan le abría los labios para rozar su botón varias veces. Ni siquiera la había tocado más íntimamente y, sin embargo, ya quería explotar.

—Vamos, gatita. Sabes que lo quieres —le dijo aumentando sus caricias, la frecuencia con que su dedo la rozaba y la llevaba más al límite—. Dámelo todo, déjame sentir tu calor en mi mano.

Como si lo hubiera estado reteniendo —y hubiera jurado que no era así— su cuerpo la preparó para el orgasmo y apenas tuvo tiempo de agarrarse a la colcha de la cama cuando los primeros azotes del mismo la invadieron, dejándola hecha un cúmulo de complacencia mientras notaba cómo él esperaba que regresara de ese lugar especial al que la había llevado con tanta caballerosidad... Una sonrisa nació de sus labios, incapaz de poder hacer nada más.

—Gatita... —ronroneó en su oído. ¿Cuándo se había vuelto a colocar a su lado? ¿Y cuándo se había puesto encima de ella? Apretó su canal para sentir algo que la abría y pulsaba, cálido e imperturbable a pesar de sus intentos—. Vamos ahora juntos, ¿verdad?

La avisó justo antes de empezar a salir de su cuerpo para entrar más adentro, más profundamente y hacerla revivir lo que instantes antes había tenido, sólo que, esa vez, multiplicado por diez o por veinte.

Los labios de Ithan se apoderaron de los suyos, del cuello, mordisqueándolo y desarrollando en ella varias reacciones que no pensaba que pudiera tener. Ese grito, casi un chillido, cuando él la tocó en el clítoris al tiempo que embestía una y otra vez, la dejó perpleja, y eso que no era fácil hacerlo.

Ex levantó las piernas enroscándolas en la cintura de él, sus manos arañándole en las nalgas, o donde podía rozarle, pidiéndole más, suspirando porque se fundiera con ella, que el calor que creaban los arrasara a ambos y quedaran las cenizas de un buen polvo, uno que no iba a olvidar jamás.

—Ex... —susurró él por primera vez pronunciando ese mote que se le había ocurrido en mitad de la noche para no desvelar su nombre. Y aunque lo habían intentado, aún ninguno de sus compañeros, ni siquiera Jerôme o DJ, lo habían conseguido. Si podía, iba a tratar de que nadie lo supiera—. No puedo más... —le indicó, aunque ella ya lo sabía. Su pene se había endurecido y aumentado de grosor, había percibido cómo su canal se expandía más al introducirse él. Y lo quería...

Echó la cabeza hacia atrás cuando Ithan eyaculó. Los gruñidos de él, seguidos por su rostro de satisfacción, la fascinaron: un hombre dejándose llevar de ese modo por una muestra de verdadera felicidad como era ésa. Y eso hizo que Ex volviera a estar allí, a recordarlo, a ver los fuegos artificiales creciendo de nuevo en su interior, propagándose por toda esa masa gelatinosa que era ahora su cuerpo.

Ambos cayeron sobre la cama, él apartándose con cuidado para sacar un condón que Ex no había sentido que llevara y abrazarla con delicadeza.

—Gatita... —Mesó su cabello embriagándose del olor que ahora reinaba en la habitación—. Tan pequeña y con tanto fuego en tu interior... —murmuró deleitado por cómo se encontraba ella, laxa en su cama, los ojos cerrándosele en esos momentos.

Hacía tiempo que no había tenido una sesión de sexo así —cuernos, era la primera vez que tenía algo así—; era lógico que se sintiera desfallecer tras varios orgasmos.

—Descansa, yo me encargaré de la barra.

Fue lo último que le escuchó decir antes de que sus labios le rozaran la frente y la cama se moviera para dejarla desprotegida. Gimió al contacto de la manta y se arrebujó en ella. Atesoraría el momento. Ya podía su cerebro empezar a almacenar todo lo ocurrido porque, si se le escapaba algún detalle, lo molía a palos. No sabía cómo, pero ya se le ocurriría.