Cuatro ruedas deshinchadas • 15

COMO SI TODOS sus músculos fuesen controlados por un mismo cerebro, las cuatro chicas se detuvieron a la vez junto a la furgoneta, donde Knut y Brian se afanaban con una rueda y una bomba.

—¿Qué os ha pasado? —preguntó, jadeando, Hallie.

—¡Algún imbécil nos deshinchó las cuatro ruedas! —replicó Knut, rojo tanto de ira como del esfuerzo.

—¡Necesitamos esa furgoneta! —gimió Di—. ¡Tenemos que salir de aquí!

—No podremos marcharnos hasta haber hinchado las cuatro ruedas —explicó Knut—. Usa la cabeza.

—Espera un segundo, Knut —dijo Brian—. ¡Chicas, tenéis un aspecto como si un sasquatch hubiese intentado merendaras!

—¿Cómo lo has adivinado? —gritó Hallie.

—¿Qué? —dijo asombrado Knut.

—Nos tiró piedras —explicó Trixie.

—Nos persiguió —chilló Di—. ¡Trató de matarnos, igual que hizo con Cap!

—No exageres —repuso Hallie—. ¡Si hubiera querido matarnos, habría empleado algo más eficaz que un tirador!

Trixie se dio media vuelta y aferró a Hallie por su brazo.

—¡Dilo otra vez!

—¿Decir qué?

—No tenía un tirador, si es eso lo que quieres decir —opinó Honey.

—Pero tenía algo —rebatió Trixie—. ¿Por qué si no iba a alzar los dos brazos para lanzar una piedrecita?

—¿Cómo ponía los brazos? —preguntó Brian.

Trixie imitó el gesto del animal, alzando las dos manos, una tras otra, hasta el nivel de los ojos.

—¡Pues eso recuerda a un tiro de honda! —exclamó Honey.

—¡Caramba, pues es verdad! —gritó Trixie.

—¿Pero de qué estáis hablando? —preguntó sorprendido Brian—. Los animales no usan herramientas ni armas.

—Excepto si es una imitación, algo aprendido.

—Eso me parece traído por los pelos —afirmó Trixie—. ¿Es posible que algún hombre haya capturado y adiestrado a un sasquatch joven o inválido?

—Cabe también —dijo Knut— que alguno hubiera aprendido los malos hábitos de un hombre, simplemente como medio de supervivencia.

Acordándose del pedazo de piel que había encontrado, Trixie lo sacó del bolsillo y se lo entregó a Brian.

—Aquí tienes otro para añadir a tu colección.

Explicó en dónde lo encontró.

—¿Os acordáis del hombre que quería ser el primero en la historia en matar un sasquatch? Pues tiene un fusil y está montando guardia. A juzgar por este pedazo de piel, parece como si hubiera visto cumplido su deseo.

—Tal vez sea mejor ir a hacerle unas cuantas preguntas.

—Después de comer —suplicó Brian—. Mi estómago está comiéndose a mi estómago.

Mientras los seis se dirigían a la mesa portátil, Hallie preguntó:

—¿Encontrasteis vosotros algo?

—Nada, no llegamos al río. Tuvimos la extraña sensación de que alguien nos seguía. Así que dimos la vuelta y regresamos. Entonces descubrimos la furgoneta con las cuatro ruedas deshinchadas.

—Es evidente que alguien desea que no vayamos a ninguna parte —afirmó Trixie.

—O, sencillamente, le gusta molestar —dijo Brian.

—¿En dónde están Jim y Mart? —preguntó preocupada Honey.

—Están explorando por los alrededores para ver si encuentran el rastro del miserable que vació las cámaras —dijo Knut, enfurruñado de nuevo.

Para entonces habían llegado a la zona de la cocina. En la mesa encontraron provisiones envueltas en papel de aluminio.

—No estaba segura de la hora a la que regresaríais —les dijo la señorita Trask— y por eso me pareció mejor tener algo listo para cuando aparecieseis.

Hallie desenvolvió una gran pila de sandwiches.

—Dios la bendiga, señorita Trask —dijo cariñosamente—. Que cada uno tome lo que le parezca. Voy a preparar algo de limonada.

—Ya está preparada —explicó Brian al tiempo que alzaba una jarra de plástico—. Como yo presido la mesa, poned los vasos y os los llenaré.

—Llamaremos al jefe de la sección de sociedad de «La Gaceta del Sasquatch» y le diremos que tú presidías —dijo Knut.

Trataba de bromear, pero obviamente no tuvo éxito.

De repente se oyeron ruidos de pisadas. Todo el grupo dejó de masticar y aguardó a ver qué era lo que aparecía entre los matorrales.

Jim y Mart salieron del bosque.

—¿Qué encontrasteis? —les preguntó Knut.

—Nada —contestó Mart brevemente.

—Ni siquiera un rastro —añadió Jim—. Todos hemos dado tantas vueltas que podrían haber pasado una docena de ladrones, mezclando sus huellas con las nuestras, y no habríamos notado la diferencia.

—Cap sí que lo habría sabido —dijo Hallie con terror.

—Bien, Cap no está aquí —dijo Mart llanamente—. Aunque estoy seguro de que vendrá pronto —añadió a toda prisa.

Cuando mataron el hambre, cada uno dio cuenta de lo descubierto hasta entonces. A Trixie le pareció importante que cada uno supiera tanto como todos los demás del grupo. La ignorancia de un solo dato podía poner a todo el grupo en un peligro mayor.

—¿Quién está dispuesto a ir ahora a la cabaña de Tank? —preguntó Hallie—. Si no perdemos tiempo, podremos regresar antes de que se haga de noche.

Knut limpió sus gruesas gafas.

—Hallie, sé que estás preocupada por Tank y también lo estoy yo. Pero los dos sabemos que pudo haber ido a cualquier sitio sin cerrar la puerta. Es posible que quien entró en la cabaña y revolvió todo fuera un oso. Ya sucedió hace tiempo. Para nosotros está primero Cap. Creo que hemos de seguir cada rastro hasta perderlo. Yo voy a volver a buscar esa bolsa de pepitas y luego iré a echar un vistazo al hombre del fusil.

—Cap estuvo en la cabaña de Tank. ¡Yo encontré la torta que lo prueba! —le recordó Diana.

—Cap no fue atacado por el sasquatch por culpa de una torta de grasa de cerdo —afirmó Knut—. Debería estar ya de vuelta. Cap es un solitario, pero no permitiría que Hallie y yo nos preocupáramos por él si puede impedirlo. Si le hubiera podido marcar su rastro lo habría hecho. Por eso es por lo que sigo pensando que esa bolsa de pepitas es una buena pista.

Giró sobre sus talones y atravesó el campamento camino del arroyo. Como la cola de una cometa, el resto de los chicos y la señorita Trask fueron tras él.