SIETE

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SIETE

El nivel de la Devota Piedad se estremeció bajo los pies de Verity, quien se derrumbó, cayendo lejos de donde se encontraba el gobernador Emmel. Su piel estaba pálida y cerosa, la muerte se cernía sobre ella. La Hospitalaria escuchó sonidos como de roca triturando roca, con horror, vio la alta aguja de la torre de la Catedral Lunar retorciéndose y agrietándose, cayendo en cascada hacia abajo, más allá de la terraza. Crecida bajo la solidez de Ophelia VII, Verity nunca había experimentado terremotos, por lo que observar el desmoronamiento de un sólido edificio a su alrededor, resultó algo nuevo y aterrador. El tronar de explosiones, surgió de los niveles inferiores retumbando por toda la catedral, y la mujer lanzó una mirada temerosa hacia el cielo ahogado en humo. ¿Dónde estaba la nave de rescate?, se preguntó. Si permanecían allí más tiempo, Emmel moriría por sus heridas o ella perecería con él cuando la gran terraza se derrumbase.

Desde arriba, escudriñando entre la confusión del espacio, un estrecho rayo de luz, apuñaló repentinamente el nivel en el que se encontraban, Verity se puso de pie inmediatamente, soltando el arma de su mano, y agitando la misma desesperadamente.

—Aquí… aquí… —el sonido de rotores direccionales llegó a sus oídos, y en medio de la bruma vio la forma oscura de un coleóptero moviéndose contra el cielo nocturno.

El rayo de luz pasó sobre ella, se centró inmóvil en ella por un momento y luego se alejó, iluminando el arco de entrada que conducía a la capilla. Una figura emergió a la luz de sodio, vistiendo una chaqueta oscura, una túnica salpicada en sangre fresca, y protegiéndose los ojos de la luz. El rayo de luz se desvaneció y el coleóptero efectuó un giro para realizar una nueva pasada. Con un gran escalofrío, la mujer se dio cuenta, de que se trataba de una de las naves que había atacado la catedral.

Torris Vaun caminó penosamente hacia el centro de la terraza y se detuvo allí, jadeante. Por un momento, Verity se quedó muda ante la imagen que tenía ante ella. El psíquico examinó el rojo en sus manos, volviendo luego a cubrir la herida sobre su pecho, y echando un breve vistazo hacia su arma.

—¿Vas a usar eso, enfermera?

Verity trató de hablar, pero no pudo hilar ninguna palabra. Vaun se acercó aún más.

—¿Cómo está el estimado gobernador? —dijo escudriñando a quien yacía tras las sombras—. Muerto, o cerca de estarlo?, que pena, quería usarlo un poco mas antes de que muriera. ¡Oh, bueno! —Una triste sonrisa cruzó sus labios—. Los planes cambian.

La Hospitalaria tragó aire. ¿Dónde estaban Miriya y los demás?, se preguntó.

—Sé lo que estás pensando —empezó.

—Mantente fuera de mi mente —exclamó la mujer. Más acostumbrada al manejo de una pistola bólter, sostuvo el rifle láser en torpe posición.

Vaun lanzó una risa hueca y una mueca de leve dolor.

—No tengo necesidad de utilizar mis poderes para conocer tus pensamientos, hermana. ¿Sabes la suerte que corrió la pobre Hermana Iona en el Mercutio, no? Y por ello, te estas preguntando si fácilmente he podido hacer lo mismo, con una guerrera endurecida como ella, ¿qué posibilidades tiene mi pequeña y frágil Hospitalaria?

—Voy a matarte.

—No llevas eso en ti —dijo risueñamente arqueando una ceja—. Creó que deseas hacerlo, pero no puedes…

—Maté a tu hombre —replicó y señalando con un gesto de su cabeza ante los restos de Rink—. Puedo terminar contigo también.

—¡Oh! —Vaun miró el cadáver—. Impresionante. Tal vez me equivoqué contigo. —Tosió un poco—. Vamos entonces, dispárame si te atreves, pequeña Hospitalaria.

Verity apuntó cuidadosamente contra el psíquico, y fue recompensada por el más mínimo temblor de consternación en el rostro petulante de Vaun.

—No pretenda conocerme, cuando no me conoce. Su arrogancia es repugnante. ¿Cómo se atreve?, ¡demonio sin corazón! —su pulgar quitó el seguro—. Tal vez podría haber dudado en quitar cualquier otra vida, ¿pero la suya?, con solo mirar su rostro, ¡estoy dispuesta ha olvidar el juramente de ética!

El criminal se quedó tieso, mirándola atentamente.

—Entonces, antes de hacerlo, le ruego me conceda una cosa. Dígame lo que he hecho para ganarme tal enemistad.

Ella se quedó sin aliento.

—Tú… ¿tú ni siquiera lo sabes? ¿Esas muertes…? significan tan poco para ti, como para que las olvides, con cada nuevo asesinato?

—En su mayor parte… Sí —señaló Vaun—. Déjame ver si puedo adivinar. ¿Un padre? ¿O un hermano, tal vez?

—Mi hermana —espetó—. Lethe Catena, de la Orden de Nuestra Señora Mártir, muerta por tu espada. —Un sollozo quedo atrapado en su pecho—. ¡La eliminó como a un simple animal!

—Ah —asintió—. Por supuesto. Hay un aire de familiaridad entre ustedes, ¿no es así?

Sus palabras fueron suficientes.

—Muere en el nombre de Terra —gritó, al tiempo que tiró del gatillo de la pistola.

—No —exclamó Vaun, y chasqueó los dedos frente a ella. Antes de que el cristal de emisión láser de la delgada pistola pudiera incluso energizarse, el psíquico sobrecalentó y fracturó con su poder, las moléculas de la matriz emisora del arma. Verity no pudo prever que el arma, ardería al rojo vivo, crepitando y quemando la piel de sus manos. Por puro reflejo, la Hospitalaria soltó el arma al tiempo que gimió tanto de dolor como de sorpresa. Su grito fue ahogado por el repiqueteo de las hojas del coleóptero que se ladeó a su alrededor sobrevolando la terraza. La Hospitalaria cayó de rodillas, llevando su herida mano a su pecho.

—Toma esto como un aprendizaje, de que no puedes probarte ante tus superiores. —La voz de Vaun sonó como un susurro helado en sus oídos, presionando sus pensamientos—. Tú eres una niña tonta y sentimental. Yo maté a tu hermana porque debía de hacerlo, y no encontré ningún placer en ello. Era un obstáculo para mí, nada más que eso. No compliques las cosas transformándolo en algo personal.

—Que el Emperador os maldiga… —sollozó la mujer.

El psíquico se estiró para agarrar una cuerda que colgaba del coleóptero, que sobrevolaba a baja altura. El ruido era ensordecedor, pero a pesar de ello oyó sus palabras tan claras como el día.

—Esto no es acerca de usted, Verity. Usted no tiene ninguna comprensión de lo que esconde este planeta, usted o esa otra mujer. Sus mentes simples, sofocadas por el dogma, no pueden comprender nada mas allá de sus conocimientos.

Verity gritó.

—¡Sal de mi cabeza!

—Déjame decirte esto. Mis crímenes son legión, de ello no deberías dudar, pero ni en mis peores excesos, nada de lo que he hecho pueden ensombrecer los pecados cometidos por Viktor LaHayn —el odio brotaba de las palabras en su mente—. Tú me has detenido esta noche, pero al final, nada me impedirá cobrar diez veces lo que ese hijo de puta me debe. Te lo juro.

Sintió las últimas palabras de Vaun como un golpe físico, se dobló sobre sí y vomitó.

El coleóptero huyó hacia la noche, dejando a la Hermana Hospitalaria, y al gobernador en estado de coma medico cuando la ayuda finalmente arribó.

* * *

El amanecer trajo lluvias provenientes del mar, una lluvia fría y solitaria, grisácea, cargada de humo y piedra pulverizada. El olor de la madera ennegrecida era denso en el aire.

La eventual llegada de unidades de la Guardia Nacional y demás refuerzos llegó demasiado tarde como para salvar la vida de muchos de los nobles, aunque por la gracia del Trono Dorado, al salir el sol, pudo estimarse el fallecimiento de menos de una cuarta parte de la clase alta de la ciudad. Los que habían fallecido fueron presentados en los miradores del hospicio central, donde los feligreses pudieron formar una procesión dentro y fuera, a fin de rendir homenaje a los hombres y mujeres que les habían llevado la luz del Emperador.

Miriya encontró visitantes obstruyendo los ingresos a los pisos superiores del edificio, y le dieron a entender, que muchos de los sollozantes dolientes también habían perdido miembros de sus familias, pero de acuerdo con los mandatos de la iglesia Nevaniana, los ritos funerarios de los sacerdotes tenía prioridad sobre los de los demás ciudadanos.

Noroc estaba tan herido como su gente. La luz cruda del día mostró los lugares donde los cohetes lanzados durante el ataque aéreo, habían quemado bloques de apartamentos y eviscerado cientos de capillas. En algunos lugares, los cableados de la calle yacían rotos, hecho que había impedido la llegada de los camiones de bomberos, razón por la cual, aún ardían pilas de ruinas y ferrocemento. Miriya había visto la misma escena repetida en cada esquina mientras avanzaba hacia el hospicio, angustia, miedo, el terror en cada rostro.

El rostro de la Hermana de Batalla mostraba su desconcierto con un ceño fruncido, dos veces ya, había tenido a Torris Vaun bajo su punto de mira y en ambas ocasiones se le había escapado, el solo pensar en ello le revolvía el estómago, y en esos momentos sombríos, soportaba sola el peso de lo sucedido. Si ella lo hubiese detenido en la Mercutio, ninguno de estos horrores habrían sucedido, su estado de ánimo se oscureció como un cielo tormentoso, Miriya siguió adelante para encontrar su camino hacia el cubículo donde estaba siendo atendida la Hermana Verity.

—¡Por supuesto que usted entiende las preocupaciones del diácono! —dijo Dean Venik, cerniéndose sobre el pequeño siervo-medico que vendaba el antebrazo de Verity—. No quiero dar a entender que no es así Hermana Hospitalaria, pero sin embargo, es importante garantizar un panorama completo y correcto de las intenciones del psíquico.

—¿Cómo puedo saber eso? —replicó Verity. Encontraba al hombre intimidante, a pesar de su amable forma de ser.

—¿Qué fue lo que el criminal le dijo? —Venik la miró a los ojos—. ¿Habló él de algo… malo? ¿Ha usado los nombres del Señor LaHayn o del Dios Emperador en vano?

—Sucedió muy rápido, él… él utilizó sus poderes… —Ella levantó amoratada e inflamada su mano, la piel con costras, con nuevas cicatrices asomando a través de la gasa blanca—. No he podido evitar su fuga.

—Es una lástima —Venik asintió para sí mismo—. Me imagino que le hubiera agradado formar parte en la derrota de Vaun, después de lo ocurrido con su hermana.

La hermana Miriya entró detrás del clérigo, sorprendiendo al hombre.

—Aún estamos a tiempo. —Hizo la señal del águila—. Señor decano, si lo permite, desearía hablar con la Sororita.

—Hermana Superiora —Venik devolvió el gesto—. Por supuesto, he culminado con la entrevista y hay otros con los que tengo que hablar, para reunir información para el señor diácono.

—Señor, un momento —dijo Verity—. ¿Qué hay de Gobernador Emmel? ¿Sigue aún con vida?

El decano le dedicó una leve y superficial sonrisa.

—Por la gracia de Dios Emperador, lo está, tengo entendido que el gobernador está siendo atendida por diez de los mejores médicos de Noroc.

—¿Diez? —Miriya lo observó—. ¿Un hombre necesita tantos médicos, especialmente en un día como este?

—Yo no soy un apotecario, Hermana, no puedo responder a eso. Sólo sé que él nunca podrá recuperar plenamente sus facultades después de semejante brutalidad —resopló Venik.

—¿Entonces, quién gobierna Neva ahora? —preguntó la Hospitalaria.

Venik arqueó una ceja.

—Su señoría el eclesiarca, por supuesto. Es justamente ahora, en esta época de ultraje moral, que la iglesia debe tomar la sartén por el mango —se volvió para retirarse—. El primer edicto del Señor LaHayn, haciendo uso de las facultades que su nuevo cargo le otorgan, fue reforzar la orden de captura de Vaun. El psíquico ha de ser capturado vivo.

—Venik, tal vez usted podría proporcionarnos ayuda en otra cuestión —la voz nerviosa de Verity vaciló—. Hay registros dentro de los salones del Librarium Administratum de Noroc que podrían ayudar en la persecución del fugitivo Vaun. Con su permiso, me gustaría examinarlos…

Venik sonrió fríamente.

—Los guardianes ya han realizado un control minucioso de toda la documentación, y se actuará en consecuencia con toda la información obtenida.

—Sin embargo…

—Preocúpese en recuperarse, Hermana Verity —replicó el decano—. No gaste sus energías en asuntos o esfuerzos inútiles —miró a Miriya—. Estoy seguro de que hay muchas vías de investigación a seguir en este asunto —con un suspiro final, pasó cerca de la otra mujer y salió al pasillo.

La Hospitalaria despidió con un gesto al servidor-medico y se palmeó el vendaje en su antebrazo. El servidor-medico hizo una reverencia tan bajo como pudo sin tocar la frente al suelo y desvió la mirada. La Hermana de Batalla, a su vez lo despidió con un gesto brusco y las dos mujeres se quedaron solas.

—Tú estás ilesa —sostuvo Verity—. ¿Y las otras Celestiales?

—Tan bien como pueden estarlo —Miriya frunció el ceño—. La Canonesa Galatea fue quemada, pero afronta el dolor con una fortaleza típica de ella —hizo una pausa y prosiguió—. Acudo ante ti para pedir disculpas por un error, hermana Verity. Yo presioné a la Canonesa para retenerte aquí, en Neva, y al hacerlo, te he expuesto a una amenaza a la que nunca deberías haberte enfrentado.

—No —Verity negó con la cabeza—. Tu no tienes culpa alguna. Por alguna extraña razón, me alegro de haber mirado a Vaun a los ojos. Por lo menos ahora puedo dar una forma al dolor en mi corazón.

—Deberías volver a la misión de la Orden de la Serenidad. El ataque de anoche va a cambiar las cosas aquí, preveo que el derramamiento de sangre y la agitación no hará sino aumentar.

—Agradezco tu preocupación, hermana Miriya, pero me niego. No me confundas con una flor delicada, por el hecho de no portar espada o bólter en mis funciones. Mi orden ha servido en cientos de mundos infernales y campos de batalla, conozco el rostro de terror bastante bien.

La cabeza de la otra mujer se balanceaba.

—Como desees —por un momento guardó silencio, estudiando a la Hospitalaria—. Pero Vaun… él habló contigo ¿es así? tu respuesta a la pregunta Venik…

—No estaba muy próxima a él —Verity desvió la mirada—. Sí. él… él me dijo que la muerte de Lethe fue solo obra del destino, nada personal.

—Una excusa conveniente para los de su especie. ¿Qué otro ser podía cometer semejante acto de semejante barbarie y continuar exento de culpa?

Verity alzó la mirada hacia ella, hacia uno ojos sorprendentemente suaves, en un rostro tan duro.

—Pero tú también has matado… y ahora, yo también lo he hecho.

—Y mira cómo lo sentimos profundamente, hermana, ello es lo que nos separa de los herejes, de los alienígenas, luchamos y matamos porque debemos hacerlo, no por la gloria o por el deporte en sí mismo, cada muerte que infligimos sirve a una causa mayor.

La Hospitalaria asintió.

—Por supuesto, tienes razón, perdóname si parezco irresoluta, es sólo que… estos días han resultado toda una prueba para mí.

Miriya le tendió una mano a la joven.

—Mira al Emperador, hermana. Cualquier cosa que nuble tu visión, él estará allí.

Verity volvió la mirada hacia su interior.

—Si alguna vez necesité tu guía, es hoy. Hay más cosas que no revelé a Dean Venik. Vaun me dio una advertencia antes de huir.

La Hermana de Batalla dijo burlonamente.

—Sus amenazas tienen poca influencia sobre mí.

—No, no lo entiendes. Habló del lord diácono. Vaun dice que el Señor LaHayn es culpable de crímenes mucho peores que cualquiera de los que él ha cometido.

—Sedición y mentira —Miriya escupió la negación al instante, aunque con menos convicción que la que debería tener—. El psíquico trató de sembrar la disensión en tus pensamientos.

Verity le hecho una mirada.

—He asistido a muchos interrogatorios durante mi servicio y he visto muchas confesiones y negaciones, reconozco las mentiras cuando las oigo. Lo que escuche de Torris Vaun fue la verdad, al menos desde su punto de vista. Él creía en ello.

—¿Lo que crea un hereje no cuenta para nada —dijo la Hermana de Batalla— y cuando tu hables de ello con el decano o cualquier otra persona, es posible que encuentres al interrogador utilizando sus habilidades en ti.

—He considerado eso, incluso he considerado la posibilidad de que Vaun haya forzado un poco, la semilla de la duda en mi mente con sus habilidades monstruosas, pero todo en lo que puedo pensar, es en que él psíquico decía la verdad, mientras Lord LaHayn hizo lo contrario en la catedral.

Sus palabras sorprendieron a Miriya y sus ojos se estrecharon.

—Él es un alto sacerdote de la Iglesia Imperial, la voz del Santo Sínodo. Se halla dentro de las atribuciones de Lord LaHayn la posibilidad de negarnos hechos o verdades, si considera que ello es lo mejor para nosotros —a pesar de su respuesta, Verity podía asegurar que no estaba convencida de su propio argumento.

—¿Por qué hacer eso, ocultando cosas, cuando por su propio comando, nos ordenó la persecución de este hombre? Ya has oído el decano hace un momento. Se nos ha prometido ayuda, y acto seguido, nos la ha negado. No te equivoques, quiero que Vaun pague por sus fechorías, pero no puedo dejar de temer que en este asunto, hay mucho más en juego de lo que sabemos. Hay mentiras y secretos que nos envuelven, Miriya. Sé que piensas lo mismo.

Durante un largo momento, Verity temió que la Hermana de Batalla daría una fuerte negativa o la censuraría por tales dudas, pero en lugar de ello, la cabeza de la celestina asintió lamentándose.

—Sí. maldita sea, pero sí, siento lo mismo. Hay demasiadas preguntas sin respuesta aquí, demasiadas cosas ocultas del escrutinio.

Verity suspiró.

—Me siento confusa, hermana. ¿Cuál es nuestro deber?

—Nuestro deber es con la iglesia y el Dios Emperador, como siempre lo fue. Pero veo y entiendo cual es la pregunta que haces, ¿el diácono de Neva le sirve a él, o hay otro oscuro asunto en sus manos? —Se estremeció—. No me atrevo ni siquiera a expresar tal cosa.

—Entonces prepárate —dijo Miriya sombríamente— puede llegar el momento en que debas incluso atreverte a hacer algo mas que eso. Nunca olvides que el precio de la vigilancia, nos requiere observar tanto a aquellos que marchan bajo nuestra bandera, como a quienes marchan contra ella.

—Reza para que no sea así. —Verity se puso de pie, probando su brazo herido—. ¿Qué vamos a hacer ahora?

—¿Creo que habías dicho algo sobre el Administratum? —la Hermana de Batalla levantó una ceja.

—Pero el decano dijo que…

—Los guardianes no son nada más, que centinelas nocturnos blindados. El día que acepte las palabras de investigadores de segunda mano, será el día en que el sol arda frío en el cielo —ella se alejó—. Tengo que velar por el bienestar de mi equipo. Mientras tanto, te sugiero que utilices la confusión del día, para visitar los salones de registros y buscar esos hechos que puedan ayudarnos a encontrar a nuestra presa. —Miriya se detuvo frente al portal de salida—. Eso es siempre y cuando, usted no necesite realmente permanecer aquí.

—Me pides que desafié al decano.

Miriya le dirigió una mirada inquisitiva.

—No he hecho tal cosa. El decano solo se limitó a decir que las fuerzas del orden ya han comprobado los registros. ¿Qué daño puede ocurrir por un segundo examen de los registros? ¿Sólo para estar seguras?

Verity le dirigió una inclinación de cabeza, para bien o para mal, de repente entendió que la decisión que había tomado en esta pequeña habitación, podría condenarlas a ambas.

* * *

Con un fuerte golpe de revés, Vaun alejó el medico de él.

—Encárgate de ti mismo, ya he tenido suficiente, seguiré a partir de ahora, yo mismo. Ya he recibido suficiente atención. —Tanteó las partes de su rostro, donde los pequeños cortes fueron tratados con gel de curación—. Al igual que miles de cortes en papel —hizo una mueca, mirando como Ignis se le acercó por la penumbrosa y crujiente bodega de la barcaza—. ¿Y ahora qué?

El joven supo anticipar los pensamientos que poblaban su mente y le entregó un cigarrillo encendido. Ignis había mutado al silencio desde su regreso a la nave, como disgustado por la ausencia repentina de Rink. Los dos habían sido amigos, o lo suficientemente cercanos.

—Él está aquí —dijo el joven, sin preámbulos—. Trajo su aeronave justo bajo la cubierta —señaló el techo de acero arriba.

Vaun se tomó un momento, aspiró el humo de su tabaco y se puso de pie.

—¿Por ello tanto alboroto? —Allí en la improvisada enfermería de la barcaza, Vaun había oído los traqueteos y gritos de los tripulantes. Ellos estaban atemorizados por transportar al psíquico y sus secuaces, pero les había pagado muy bien por su servicio. Escupió duramente—. Idiota. ¿Por qué no puede simplemente actuar como un simple tonto y jugar su papel?

Pasos pesados se oían aproximándose desde la cubierta superior y Vaun dijo burlonamente, mientras aspiraba otra bocanada de tabaco.

—Mírame ahora, y observa la manera en que se maneja a este tipo de hombres.

La escotilla de la enfermería se abrió con dificultad, crujiendo y gimiendo. El recién llegado se veía desalineado, sus finas ropas manchadas de hollín y algo de sangre. Encontró a Vaun y sacudió un puño hacia él.

—¿Qué… ¿Qué ha sido todo esto?

El psíquico puso una cara neutral.

—¿Que ha sido, ¡qué!, milord?

El otro hombre se plantó delante.

—Torris, usted me habló sobre velocidad, sobre muertes limpias y ataques quirúrgicos, Esto… —señaló en dirección vaga a Noroc—. Eso no fue ni rápido, ni quirúrgico, fue ¡una chapuza militar!

Vaun lanzó a Ignis una divertida y fraternal mirada.

—¿Qué es lo que esperaba? ¿Un puñado de discretos asesinatos? ¿Alguien colgando de las lámparas de la capilla? Tal vez ¿las inquietantes muertes de algunos servidores y nada más? —Súbitamente, giró su rostro oscurecido hacia el noble, sosteniendo el cigarrillo en sus dedos—. ¿Quería tener el poder?… el poder debe arrebatarse. Tal vez si sus ridículas legiones de espías y soldados tuvieran dos dedos de frente, ayer por la noche podría haber ido hasta el final, imponiéndose sobre el dominio de la Iglesia sobre una Neva en crisis, con la muerte de Emmel y LaHayn.

—La vida de Emmel… —escupió el hombre—. ¡Ni siquiera me has dado eso!

—Eh. —Vaun, hizo una pausa, considerando lo dicho—. Pero el no estará en estado de gobernar. No tengo dudas de que LaHayn terminará el trabajo por mí. —Suspiró al agregar—. Qué divertido.

—¿Divertido? —La contenida ira del noble hombre se desató—. Has causado serios estragos, dejándome expuesto, eso, ¿te parece divertido? ¡Maldito brujo-retorcido!, has puesto todo mi juego en peligro.

Vaun acortó en un instante la distancia entre ellos, aplastando al hombre contra el suelo, quien gritó y palpó una fresca quemadura sobre su mejilla.

—Lo único en juego aquí, ha sido su complacencia barón. Durante demasiado tiempo, he estado jugado a su insignificante y estúpido juego de rivalidad con LaHayn, como si de un juego de regicida se tratase, con todas sus reglas de cortesía —tiró el cigarrillo—. Ya no me divierte, Holt. He alcanzado un nivel superior. Ahora ya no es un intercambio de puñetazos, es mas como el apuñalamiento de una pelea real.

—No estoy listo —gimió el noble—. Habrá guerra a muerte.

—Sí —acordó Vaun—. Y cuando así sea, cuando Viktor LaHayn sea crucificado en la plaza del Juicio y usted se encuentra en el palacio del gobernador firmando mi perdón por todo lo bueno que he hecho por Neva, ese día me dará las gracias por hacer que eso sucediera —acercó su rostro al del Barón Sherring—. Por liberarte a ti —después de un momento, dio un paso atrás y agregó—: Vuelve a tu aeronave y empieza a hacer tus planes. Es hora de decirle al mundo lo malo que es el viejo y querido diácono.

El barón se puso de pie y se alejó arrastrando los pies.

—Lo… ¿lo veré en Metis?

Vaun se inclinó.

—Puedes contar con ello.

Sherring se alejó, hecho una sombra del hombre que había ingresado impetuosamente momentos antes en la habitación. Ignis tapó sus labios con un dedo.

—¿Lo ha empujado usted para hacer que cayera… mentalmente, quiero decir?

—Un poco, hay maneras más fáciles para coaccionar a los hombres, que utilizar el tacto mental, sólo le di lo que quería.

Desde arriba, provino el ascendente zumbido de los rotores dirigibles.

—¿Y qué fue eso, entonces?

—Libre de toda culpa, Sherring siempre ha soñado con prender fuego a ese viejo piadoso fanfarrón, y a toda su santa iglesia, yo lo hice por él, y ahora es libre para dar un paso hacia adelante, hacia la lucha, sin tener que cargar con la culpa de ser el que ha comenzado todo.

Ignis soltó una carcajada.

—Él… él piensa que estas haciendo todo esto, ¿por él? ¡Ja!

Vaun asintió.

—Él va a descubrir que no es la razón de ello, probablemente justo antes de morir.

* * *

Verity podía ver poco mas, había un largo río de iluminación a ambos lados de la pasarela, que atravesaba el Librarium. Los perfiles de los estantes, se desvanecieron en la oscuridad, entre los muros invisibles del largo bunker. El malhumorado logistor que la había guiado, en este bajo nivel recitó algunos hechos superficiales sobre el lugar, al igual que la información que pudiese provenir de la placa de datos de un turista. Habló sobre los cientos de metros que estaban por debajo de las calles de Noroc, y de cuantos más niveles estaban por debajo de éste. A medio camino, la Hospitalaria pudo oír el ruido metálico de grandes engranajes de bronce engrasados, cuando una de las cubiertas móviles de la gran sala, descendió hacia los niveles inferiores de almacenamiento. Se detuvo para mirar el espacio vacío, tan grande como un campo de juego. Tras un instante, otra cubierta descendió del techo hasta reemplazarla, la estructura de una enorme biblioteca rodando hacia su posición final, colmada por un sinfín de archivadores de papeles y pequeños hombres estudiosos que trabajan en sus pasillos. Automáticamente, desde los aleros superiores, descendió una bandada de deslustrados servo-cráneos plateados, que comenzaron a sobrevolar los amplios corredores de libros, plantas enteras del librarium, se movían con velocidad pesada, posicionándose como partes de un inmenso rompecabezas en manos de gigantes.

El logistor, cuyo cuerpo enjuto se encontraba cubierto por una túnica coloreada con grandes manchones de tinta, la miró con ojos argumétricos.

—Como usted entenderá, no solemos ver representantes de su orden en estas salas —dijo intentando algo parecido a una sonrisa—. Las hermanas Dialogous del Quill y el Sagrado Juramento nos visitan a veces, pero no recuerdo la visita de una hermana Hospitalaria durante mi gestión —se quedo pensativo, al tiempo que agregó—. Tal vez debería efectuar una comprobación estadística en ese sentido.

—Tal vez debería… —interrumpió Verity—, pero mientras tanto, deberíamos centrarnos en los asuntos que me han traído hasta aquí.

—Sí, los registros de la tripulación de la nave de guerra Mercutio, no lo he olvidado —hizo una seña—, sígame. —El secretario sacerdote deambulaba a lo largo de la pasarela—. Tengo curiosidad en saber por qué la Orden de la Serenidad requiere tal información.

En la penumbra, Verity sintió sonrojarse sus mejillas. Que hubiera llegado tan lejos sin dificultades, había sido pura cuestión de suerte, y con cada paso más allá de las labores propias de la Orden de las Sororitas, temía que su presencia aquí se descubriera y sus acciones declaradas fraudulentas, dudó durante un instante, sin saber qué decir. ¿Cómo habría respondido la Hermana Miriya?, se preguntó, probablemente con amenazas, pero ella no podía hacer algo mejor que ello.

Verity aspiró una bocanada de aire seco y apergaminado. —¿Es necesario que usted sepa para qué necesito la información?—, ella hizo uso del mismo tono de voz, que el palatino usaba en sus conferencias con los novatos.

—Bueno, eh… no. —El logistor parpadeo con sus pestañas de latón—. Yo… no era más, que…

—Solo curiosidad, sí, curiosidad, le pido mis disculpas, se nos ha enseñado que la curiosidad es un rasgo, que el Adeptus Ministorum no desea cultivar en sus bibliotecarios. ¿No obra ello, en los tratados de fe, con que vuestra Orden las instruye, a fin de evitar el contacto con materia anti-natural?

Sonrió débilmente otra vez.

—Nunca he sido tentado, hermana. —Lanzó una nerviosa mirada hacia los zumbantes servo-cráneos por encima de ellos, equipados con delgados cañones de rayos láser colgando de sus bocas sin labios—. Hacerlo sería incurrir en la pena máxima —agregó, al tiempo que se detuvo a un lado del pórtico, sacando una cadena de cierre de vínculos cercana—. Aquí estamos, el cogitador le proporcionará la información —hizo una reverencia y se retiró—. Espero, perdone mi uso imprudente de las palabras anteriores. Es sólo que, con el incidente de la noche de la bendición…

Verity le devolvió la sonrisa.

—Estamos todos conmocionados, sacerdote. Afortunadamente, el Emperador nos guía con su luz.

El logistor se inclinó de nuevo y la dejó allí con el antiguo cogitador, las bobinas estridentes y los collares internos de plateados filigranas, tintineaba como si tratase de expulsar la vida misma de los guardias de la nave, y de quien había liberado a Torris Vaun.

Había amplias redes de vigas, grasientos cableados y piezas de trabajo por todas partes dentro del Librarium, casi todos bajo una perpetua penumbra. El resplandor de las escasas fotoelectrovelas posicionadas sobre la sala subterránea, jamás llegaba a alumbrar las gruesas sombras de ébano que proyectaban al final de los corredores. Muchos de los documentos allí archivados, eran tan antiguos, que se arruinarían bajo una luz potente, de echo, en algunos sectores, los servidores trabajaban inclusive, bajo la luz de lentes infrarrojos, en dichos lugares, el acto de ocultación era casi bienvenido.

Una sombra, la observaba desde un soporte hexagonal bajo el marco del techo de ferrocemento, existente sobre la cabeza de la Hospitalaria. La sombra se fundía en la oscuridad con tal habilidad, que incluso, ni siquiera los servo-cráneos vigilantes con sus diminutos ojos rojos, advertían su existencia al pasar directamente sobre ella. La sombra de Verity observaba, escuchaba y medía considerando el día iba a tener a la bonita Sororitas. La certeza comenzó a construirse en los pensamientos de la sombra, afirmando que la mujer no iba a ver la luz del día otra vez, y con tales intenciones, la sombra preparó su pistola fantasma para matarla.