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Lo importante es participar

Aunque el fútbol moderno fue creado en Inglaterra y las primeras reglas de juego se publicaron en este país en 1863 tras la creación de la Football Association, la primera pelota de la que se tiene constancia data del año 2500 a. C. y fue encontrada en Egipto. En esta civilización, como en la romana y griega, había una gran afición al juego de pelota, como atestiguan los frescos, mármoles, cerámicas en las que aparecen figuras humanas jugando con la pelota, fabricada con la vejiga hinchada de los animales y cosida con la ayuda de cuerdas de cuero o los tendones de un animal.

La fundación de los Juegos Olímpicos por Pierre de Coubertin no tuvieron inicialmente el espíritu deportivo que se le presupone en la actualidad a pesar de que su fundador dijera que las «olimpiadas son símbolos de una civilización entera, superior a países, ciudades, héroes militares o religiones ancestrales… El movimiento olímpico tiende a agrupar, en una unión radiante, todas las cualidades que conducen a la humanidad hacia la perfección… Lo importante es competir, no ganar». Pero cuando Pierre de Fredy, barón de Coubertin, fomentó la celebración de los Juegos lo hizo para vengar una antigua ofrenda sufrida 25 años antes. El barón se sentía profundamente dolido por la derrota que las tropas prusianas de Otto von Bismarck habían infligido al ejército francés de Louis Napoleón en la guerra franco prusiana de 1871. Para Coubertin, orgulloso de su pertenencia a Francia, necesitaba que el pueblo galo derrotara a su enemigo en cualquier otro enfrentamiento futuro.

Aunque se ha atribuido a Pierre de Coubertin la fundación de los Juegos Olímpicos Modernos la realidad es que el barón francés tomó la idea, comisionado por el gobierno francés, de Evangelios Zapas, un griego que había organizado en Grecia el 15 de noviembre de 1858, el 15 de noviembre de 1870, el 18 de mayo de 1875 y el 18 de mayo de 1889 unos Juegos Olímpicos a menor escala. Esos Juegos no habían tenido continuidad fundamentalmente porque en aquel tiempo Grecia era un país poco influyente a nivel internacional y no pudo entusiasmar a otros países y organismos internacionales para seguir celebrando un evento deportivo a nivel internacional.

En la historia de los Juegos Olímpicos varias disciplinas han tenido una participación efímera. Es el caso del críquet que se incluyó como modalidad deportiva en las olimpiadas de Paris de 1900. Gran Bretaña se hizo con el oro pero los dirigentes olímpicos decidieron eliminarlo de la competición por tratarse de un juego aburrido y poco vistoso. En estas olimpiadas fue la única vez que se disputó el cróquet, pero el escaso interés que despertó entre los espectadores y los participantes —únicamente se presentaron tres mujeres—, motivó su suspensión. Ocho años más tarde, durante los Juegos de Londres, el equipo de Gran Bretaña se hizo con la victoria en las carreras en botes de motor.

El golf ha reivindicado su presencia en el evento deportivo más importante del deporte pero ya estuvo incluido entre las modalidades deportivas en los juegos parisinos de 1900 y, al año siguiente durante las olimpiadas en la ciudad norteamericana de Saint Louis, con victorias del estadounidense Charles Sand y el canadiense Georg Lyon.

En 1908 un juego similar al tenis, el jeu de paume, se disputó durante los juegos de París. El torneo lo ganó Jason Gould, un americano. En los Juegos de 1900, 1904, 1908, 1912 y 1920 se celebró el juego de la soga, pero la escasa participación acabó por eliminarlo del programa deportivo olímpico.

La pelota vasca estuvo presente en los juegos olímpicos de París de 1900 aunque como deporte de exhibición se mostró en los juegos de México’68 y en Barcelona’92. Un curioso juego denominado Lacrosse, consistente en utilizar unos palos con redes para capturar una pelota, participó en los juegos de Saint Louis de 1904. El polo estuvo presente en las olimpiadas de 1908, 1920, 1924 y 1936, fechas en las que también se celebró el torneo de rugby.

La primera vez en la historia en la que se encendió la antorcha olímpica fue durante las olimpiadas de Amsterdam’28. La original idea se debió al arquitecto Jan Wils, diseñador del Estadio Olímpico de Ámsterdam, que pensó en mantener encendida una antorcha durante los juegos evocando la leyenda de Prometeo, que le había robado el fuego a Zeus para entregárselo a los mortales. Para ello diseñó una torre en el lateral del estadio. A partir de los Juegos Olímpicos de 1932, celebrados en Los Ángeles, el barón Pierre de Coubertin dio luz verde a que la antorcha se convirtiera en uno de los símbolos olímpicos cuando en la ceremonia de clausura dijo: «Que la antorcha olímpica siga su curso a través de los tiempos para el bien de la humanidad cada vez más ardiente, animosa y pura». En las olimpiadas de Berlín de 1936 se celebró por primera vez una marcha con la antorcha. La cadena humana partió del templo de Hera, en Olimpia, hasta el estadio olímpico en Berlín.

El emblema olímpico formado por los cinco aros entrelazados fue diseñado por el barón Pierre de Coubertin en 1913 y representa a los cinco continentes: Europa, Asia, África, Oceanía y América. Los aros se distribuyen en dos filas, tres en la parte superior (negro, azul y rojo) y dos en la inferior (amarillo y verde). Se escogieron estos colores porque son los que se pueden encontrar en la bandera de cualquier país participante en los Juegos. La bandera fue aprobada durante el congreso olímpico de París en 1914 coincidiendo con el vigésimo aniversario de la fundación del Comité Olímpico Internacional.

El lema de los Juegos Olímpicos «Citius, Altius, Fortius» («Más rápido, más alto, más fuerte») fue escogido por el barón Pierre de Coubertin porque es la que utilizaba su profesor del colegio Arcueil para describir los éxitos de sus estudiantes en las carreras de atletismo.

Hasta las olimpiadas de 1896 no se cantó el himno olímpico durante los Juegos. La composición musical se debe al griego Spirou Samara y la letra a su compatriota Costis Paalamas. No se convirtió en el himno oficial hasta la 55° reunión del COI celebrada en Tokio en 1958. El himno sólo existe en tres idiomas (griego, por ser la lengua oficial de los compositores y francés e inglés, por tratarse de la lengua oficial del COI). La traducción no oficial del mismo reza así:

Espíritu inmortal de la antigüedad,

Padre de lo verdadero, lo hermoso y lo bueno.

Desciende, preséntate,

Derrámanos tu luz sobre esta tierra y bajo este cielo,

Que fue el primer testigo de tu imperecedera fama.

Dad vida y vivacidad a estos nobles juegos,

Arrojad guirnaldas de flores que no palidecen.

¡A los victoriosos en la carrera y en la contienda!

¡Crea, en nuestros pechos, corazones de acero!

En tus ligeras llanuras, montañas y mares

Brillan en un matiz roseo y forman un enorme templo

En el que todas las naciones se reúnen para adorarte,

¡Oh espíritu inmortal de la antigüedad!

Los Juegos Olímpicos de 1908 debían celebrarse en Roma, pero la erupción del Vesubio dos años antes obligó al gobierno italiano a suspender su celebración con el fin de destinar el dinero a la reconstrucción de Nápoles. Londres organizó entonces el mayor evento deportivo de la historia entre el 27 de abril y el 31 de octubre con la participación de 1999 hombres y 36 mujeres. Durante esos Juegos la Maratón tuvo una distancia inusual. En un principio el recorrido estaba ideado para que los corredores corrieran los 40 kilómetros que separaban el Castillo de Windsor del Estado Olímpico de Shepherds Bus. Sin embargo, los organizadores decidieron complacer al príncipe de Gales que había solicitado al barón de Coubertain que el lugar de la salida fuera modificado para que se iniciara en los jardines del Castillo de Windsor, bajo la ventana de la estancia de una de sus hijas que ese día celebraba su cumpleaños. Además, se añadieron unos metros más para que la carrera finalizara frente al palco real, presidido por la reina Alejandra, esposa de Eduardo VII La distancia quedó en 42 kilómetros y 195 metros y desde 1924 es la medida estándar del Maratón olímpico.

La República de Vanuatu, un archipiélago en el Océano Pacífico Sur, a unos 1500 kilómetros al este de Australia contó en 1988 con su primer representante en unos Juegos Olímpicos. Sin embargo, la desgracia se cebó con el púgil Eduard Paululum quien la mañana de su participación en los Juegos se zampó un opíparo desayuno en la villa olímpica. Al pesarse antes del combate, Paululum registraba un exceso de 400 gr. sobre el límite reglamentario siendo descalificado por ello. Volvió a casa con las manos vacías… de gloria.

El nadador de Guinea Ecuatorial Eric Moussambani, conocido en su país como Eric el águila, se hizo célebre en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 al nadar la prueba de los 100 metros libres en 1 minuto y 52,7 segundos. La peculiaridad de esta hazaña es que Moussambani había logrado participar en los Juegos sin alcanzar la mínima exigida por las cuotas que tienen los países en desarrollo. Lo curioso es que el joven nadador realizó la prueba en solitario al quedar descalificados de su serie todos los rivales, debido a una sucesión de salidas falsas.

El maratonista Vanderlei Cordeiro de Lima fue uno de los atletas brasileños más destacados. Llegó a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, el año de su retirada como fondista profesional, con un amplio historial de victorias. Cuando lideraba la Maratón en la prueba que se disputaba en la ciudad griega, en el kilómetro 36, fue atacado por el ex sacerdote irlandés Cornelius Horan. El antiguo prelado lo derribó haciendo que Lima perdiera el ritmo de la carrera y aunque pudo regresar a la carrera no pudo coronarse campeón olímpico, al ser superado por dos de sus competidores. La medalla de bronce no fue consuelo a su desgracia pero al entrar en el estadio olímpico fue ovacionado por el público que, puesto en pie, reconoció su esfuerzo. Recibió la medalla Pierre de Coubertin al espíritu olímpico.

El nadador más joven de los Juegos Olímpicos de 2004 celebrados en Atenas fue Park Tae-Hwan, la gran esperanza coreana para coronarse rey de los 400 metros estilo. Tae-Hwan llegó a Atenas con un historial de grandes éxitos pero fue descalificado por una salida ilegal convirtiendo al australiano Ian Thorpe en el rey indiscutible de los Juegos. Aquel tropiezo no hizo más que convencer al joven coreano en sus posibilidades y desde entonces, gracias a su tenacidad, se convirtió en uno de los más grandes nadadores de la historia.

Jules Nöel es el único deportista de unos Juegos Olímpicos que perdió su medalla de oro por la negligencia de los jueces. El deportista galo participaba en la prueba de lanzamiento de disco durante los Juegos Olímpicos de Los Ángeles’32. El favorito en la prueba era el lanzador local, John Anderson, quien encabezaba la primera posición en el momento de participar Nöel. Al realizar el tiro, todos los árbitros dirigieron sus miradas hacia otra prueba, donde se decidía la medalla de oro. El lanzamiento de Nöel superó al de Anderson pero fue anulado por los jueces. Y pese a las protestas de la delegación francesa los árbitros no dieron como válido el lanzamiento. Nöel quedó relegado a la cuarta posición.

En los Juegos Olímpicos de Atenas de 1896 se instauró el maratón con el fin de honrar la leyenda del origen de la carrera, 490 a. C. El héroe de aquella carrera olímpica fue un sencillo pastor griego que respondía al nombre de Spiridon Louis. El atleta griego no se encontraba entre los favoritos y los resultados clasificatorios no invitaban a la esperanza de una victoria. Además, Spiridon llevaba unos zapatos de muy mala calidad, regalo de los vecinos de su pueblo. Sin embargo, a los 16 km. de la salida del estadio Panatenaico, Spiridon se puso en primer lugar. Jaleado por los miles de atenienses que atestaban las calles de la capital griega el corredor logró la victoria sobre el favorito, su compatriota Charilaos Vasilakos, al que le sacó más de siete minutos de ventaja. Spiridon regresó a su pueblo como un héroe pero decidió no vivir de los oropeles del éxito y continuó trabajando hasta su muerte como pastor. La maratón de Atenas fue su última carrera.

La primera carrera de coches se celebró entre Paris y Rúan. Corría el año 1894 y la ganó un francés, el conde de Dion. El noble corredor conducía un vehículo a vapor que cubrió la distancia entre las dos localidades —127,11 km— a una velocidad de 18,7 km/hora. Necesitó más de 7 horas para llegar a su destino.