CAPÍTULO 6
Mara se levantó del sillón para dar la bienvenida a Luke cuando éste entró por la puerta de su apartamento en Coruscant.
—Ya era hora —dijo ella, cerrando los ojos y abrazándolo fuerte.
R2-D2 entró detrás de Luke, silbó un saludito a Mara y se dirigió inmediatamente a la estación de recarga de la habitación.
—Habría vuelto antes si Streen no me hubiera pedido ir a Yavin 4.
—¿Problemas?
—Quizás. Ahora que los yuuzhan vong han ocupado Obroa-Skai, podrían descubrir la academia. Y si eso ocurre, tendremos que empezar a pensar en reubicar a los Jedi más jóvenes. Mientras tanto, Streen, Kam y Tionne están supervisándolo todo.
Sólo llevaban separados una semana estándar, pero Luke se preocupó ante lo delicada que parecía estar Mara. Intentó verla a través de la Fuerza, pero le dio miedo que ella le detectara y se molestara por la intrusión. En lugar de eso, disfrutó un rato del abrazo y dio un paso atrás sin dejar de abrazarla.
—Deja que te mire.
—Si lo consideras necesario —dijo ella con tono sufrido.
Tenía el rostro pálido y los ojos marcados por círculos oscuros, pero sus cabellos rojizos habían recuperado parte de su brillo, y sus ojos verdes resplandecían con viveza ante la mirada de él.
—¿Cuál es el diagnóstico, doctor?
Luke hizo como que no había oído el temblor en la voz de su mujer, pero Mara se dio cuenta. No había muchas cosas que pudieran ocultarse el uno al otro, aunque uno de los aspectos más devastadores de la enfermedad de Mara fuera su efecto negativo en la profundidad e intensidad de su unión.
—Dímelo tú.
—No ha sido la mejor semana de mi vida. —Ella sonrió frágilmente, y luego apretó los labios, disgustada—. Pero no sé cómo te dejé convencerme para venir aquí… Y no me digas que me cogiste en un momento de debilidad.
—No iba a hacerlo.
Meses antes, Mara había llegado a la conclusión de que la mejor forma de vencer la enfermedad era permanecer activa y completamente conectada con la Fuerza. Pero su estado había empeorado tras el brutal asesinato de Elegos A’Kla y la devastación que presenció en Ithor. Puede que los instintos de Luke y Mara se equivocaran y que la enfermedad no estuviera relacionada con algo introducido en la galaxia por los yuuzhan vong, pero su vitalidad parecía disminuir a medida que progresaba la invasión. Ella se había fortalecido tras las pequeñas victorias de Helska y Dantooine, pero Ithor había causado otra recaída, tanto en Mara como en todo el mundo.
Luke se quitó la capa, y los dos caminaron cogidos del brazo hacia la sala de estar modestamente decorada. Los pantalones y la camisa negra de Luke contrastaban con la túnica blanca de Mara. Ella se sentó en una esquina del sofá, con las piernas cruzadas bajo ella. Se cogió la larga melena con una mano y se apartó el pelo, mirando durante un momento por la ventana al tráfico que pasaba. El apartamento no estaba lejos del Gran Centro de Reuniones, pero el cristal antisonido mantenía el ruido a raya.
—¿Fuiste a ver al doctor Oolos? —le preguntó Luke finalmente.
Ella le miró.
—Sí.
—¿Y?
—Me dijo lo mismo que me dijeron hace siete meses Cilghal y Tomla El. La enfermedad no se parece a nada que haya visto antes, y no puede hacer nada. Pero eso te lo podría haber dicho yo… Y nos hubiéramos ahorrado venir aquí. Oolos no iba a decirme directamente que la Fuerza es lo único que me mantiene con vida, pero lo cierto es que lo dejó bastante claro.
—Y el otro… enfermo —comenzó a decir Luke.
Mara negó con la cabeza.
—Murió. Justo después de que partieras hacia Kashyyyk.
Luke no pudo ocultar su desilusión. Ism Oolos, un ho’din, no era sólo un famoso médico, sino también un célebre investigador por sus descubrimientos sobre la plaga de la Semilla de la Muerte que doce años antes asoló el Sector Meridian.
—¿Te dijo algo del escarabajo?
—El nefasto escarabajo de Belkadan —dijo Mara, jocosa, y negó con la cabeza—. Nunca había visto nada parecido, pero las pruebas que llevó a cabo no demostraron que mi enfermedad estuviera conectada a esa cosa.
Luke se tornó pensativo. Muchos años antes, el Jedi calamariano llamado Cilghal empleó la Fuerza para curar a la Jefa de Estado Mon Mothma de un virus nano-destructor inoculado por un asesino. Entonces, ¿por qué ella, Oolos y el curador ithoriano Tomla El no podían hacer nada contra el desorden molecular que sufría Mara? Luke se dijo que la enfermedad sólo podía proceder de los yuuzhan vong. En medio de un conflicto que los afectaba a todos, Mara y él libraban su propia lucha particular.
—¿Fue muy difícil el funeral? —dijo Mara, claramente ansiosa por hablar de algo que no fuera su estado de salud.
Luke alzó la mirada y respiró hondo.
—No para la familia inmediata de Chewbacca. Los wookiees aceptan muy bien la muerte. Pero Han me tiene preocupado.
Mara frunció el ceño, inquieta.
—Puede que tu hermana sea la media naranja de Han, pero Chewbacca era su alma gemela. Le va a costar tiempo.
—Y yo contribuí a facilitarle las cosas. Cuando intenté sugerirle que se abriera a la Fuerza no tardó en recordarme que él no era un Jedi.
—Otra razón por la que Chewbacca y él estaban tan unidos —dijo Mara—. No tiene salida —ella se quedó silenciosa, dejó atrás sus pensamientos y miró a Luke—. Me estaba acordando de una vez que vi a tu padre arrojar a alguien contra una consola por mostrar falta de respeto a la Fuerza.
—No creo que ése sea el enfoque adecuado con Han —dijo Luke, irónico.
—Pero es justo el enfoque que se supone que debemos utilizar los Jedi con los yuuzhan vong.
—Sí. Es lo que esperan los mismos que temen que nos apoderemos de la galaxia, o que sucumbamos al Lado Oscuro.
Mara sonrió débilmente.
—Las cosas no han salido exactamente como las planeamos, ¿verdad? Aunque se firmó la paz, jamás dudé que habría nuevos retos a los que enfrentarnos y que encontraríamos altibajos en el camino. Pero entonces creí de verdad que podríamos hacer huir despavorido a cualquier enemigo de la Nueva República. Ya no estoy tan segura.
Luke asintió, preguntándose si Mara no se referiría también a su propio enemigo. Si era así, sus palabras sugerían que estaba perdiendo confianza en su capacidad de curarse.
—Mon Mothma me preguntó en una ocasión si yo pensaba que mis alumnos acabarían siendo una orden sacerdotal de élite o un grupo de campeones. ¿Optarían los Jedi por aislarse o por actuar en ayuda de los necesitados? ¿Seríamos parte de la ciudadanía o estaríamos al margen de ella? —Entrecerró los ojos mientras recordaba—. En su visión de futuro, los Jedi estaban dispuestos a todo, y estaban presentes en todos los aspectos de la vida: medicina, derecho, política y ejército. Y ella consideraba que yo tenía el deber de dar ejemplo, de convertirme en un auténtico líder en vez de ser sólo una cara visible.
—Y ella sería la primera en decir que sus preocupaciones eran infundadas.
—¿Tú crees? Obi-Wan y Yoda nunca me hablaron de lo que me deparaba el futuro. Puede que si no me hubiera pasado los últimos años intentando aprender a superar el ysalamiri y ajustando mi sable láser para que pudiera cortar un núcleo del cortosis, ahora sabría qué camino deben tomar los Jedi. El Lado Oscuro lleva constantemente a la agresión y a la venganza… Incluso contra los yuuzhan vong. Cuanto más fuerte eres, mayor es la tentación.
Luke miró a su esposa.
—Quizá Jacen tenga razón cuando dice que hay alternativas a la lucha.
—Desde luego, es algo que no ha sacado de su padre.
—Pues el hecho de que haya llegado solo a esa conclusión la hace más significativa. Él piensa que presto demasiada atención a la Fuerza como poder, a costa de perder una mayor comprensión de la Fuerza como elemento unificador.
—Jacen todavía es joven.
—Es joven, pero es un gran pensador. Y lo que es más, tiene razón. A mí siempre me han preocupado mucho más los acontecimientos de aquí y ahora que el futuro. Yo no visualizo a largo plazo, y por eso no tengo perspectiva. Lo he pasado peor luchando conmigo mismo que luchando con mi clon.
Luke se puso en pie y se acercó a la ventana.
—Los Jedi siempre han sido pacifistas. Jamás han sido mercenarios. Por eso he intentado proteger nuestra independencia, procurando no jurar lealtad a la Nueva República. No somos parte de su ejército, y jamás lo seremos.
Mara esperó hasta que estuvo segura de que él había acabado.
—Empiezas a hablar como la fallanassiana que te llevó en aquella loca persecución yunax en busca de tu madre.
—Akanah Norand Pell —le dijo Luke—. Ojalá supiera adónde fue su pueblo.
Mara soltó una risilla.
—Aunque los encontraras, no creo que los yuuzhan vong fueran tan susceptibles como los yevethanos a las ilusiones creadas por los fallanassianos.
—No, a juzgar por lo visto.
Mara se rió con ironía.
—Akanah. Akanah, Gaeriel Captison, Callista… Los amores perdidos de Luke Skywalker. Por no mencionar la de Folor…
—Fondor —corrigió Luke—. Y no llegué a enamorarme de Tanith Shire.
—Es igual, las conociste a todas en momentos de crisis.
—¿Y cuándo no hemos estado en crisis?
—A eso me refiero. ¿Debería preocuparme porque ahora se cruce alguien nuevo en tu camino?
Luke se acercó a ella.
—Nuestra crisis es la que más me preocupa —le dijo él con toda seriedad—. Necesitamos una victoria.
***
—¿Quieres saber lo que es irónico? Mi padre me contó una historia que ocurrió aquí mismo, en el Sector Meridian, hace unos doce años estándar.
El capitán Skent Graff, humano y orgulloso de serlo, de hombros anchos y un rostro muy atractivo, estaba sentado sobre la consola del escáner de comunicaciones del atestado puente del Soothfast, con una de las piernas, calzadas con botas altas, estirada hacia el suelo. Su prendado público, apiñado en las diferentes estaciones de trabajo, lo componían los seis integrantes de la tripulación de puente del carguero ligero. Las consolas emitían silbidos y pitidos de forma intermitente, y se oía el retumbar de la planta de energía damoriana de la nave. Desde los ondulantes ventanales del vehículo en forma de lingote se veía el planeta Éxodo II, cubierto de nubes, y su triste amago de luna; y a años luz, en la distancia, flotaban las luminosas nubes de polvo de la nebulosa Velo de Estrellas.
—Estaba destinado en el Corbantis, más allá de la órbita de Durren, cuando enviaron su nave a investigar un ataque pirata en Ampliquen. Lo cierto es que nadie sabía si eran piratas o militares de Budpock violando la tregua, pero al final todo resultó ser una pantomima ideada por Loronar Corp, un contingente de imperiales, y un tal Ashgad, que intentaba difundir una plaga por el sector.
—La plaga de la Semilla de la Muerte —dijo la joven sullustana del ordenador de navegación.
—Que den una medalla a la señorita —dijo Graff con simpatía—. Excelentes conocimientos de historia. A lo que iba, el Corbantis jamás llegó a Ampliquen. Fue interceptado por misiles inteligentes de Loronar, y los dieron por muertos en un abismo de hielo en Damonite Yors-B, a un tiro de piedra de aquí. Pero entonces llegaron Han Solo y su colega, el wookiee…
—¿Pasaban casualmente por allí? —preguntó el oficial de comunicaciones.
—Iban buscando a la Jefa de Estado Leia Organa Solo, que había desaparecido, pero ésa es otra historia —Graff apoyó el codo en un androide serie R desactivado y ensamblado a la consola—. El wookiee y Solo exploraron el Corbantis y encontraron a diecisiete supervivientes con quemaduras, uno de ellos mi padre, y los llevaron al hospital del sector en Bagsho, Nim Drovis. En aquella época, el hospital estaba dirigido por un médico ho’din muy conocido, no recuerdo su nombre… Oolups, Ooploss, algo así. Y Ooploss hacía todo lo que podía por sus pacientes. Pero el hospital estaba lleno, y algunos supervivientes debieron reubicarse en un anexo a pabellones de bacta. ¿Y qué creéis que ocurrió?
—Que se contagiaron con la plaga de la Semilla de la Muerte —sugirió el oficial de navegación.
Graff asintió.
—Que se contagiaron con la plaga de la Semilla de la Muerte. Lo cual viene a demostrar que incluso cuando crees haber engañado al destino, sigues estando a punto de ser una baja más.
—Y aquí estás tú, años después —dijo el oficial de navegación—. Justo donde estuvo tu padre, procurando que el espacio local sea seguro para los empaquetadores de zwil de Drovis.
—¿Zwil? —dijo un twi’leko desde el puesto de evaluación de amenazas.
—Es una especie de narcótico —dijo Graff.
La boca curvada del oficial de navegación dibujó una extraña sonrisa.
—Para quienes tienen vías respiratorias membranosas lo suficientemente anchas como para…
—Capitán —interrumpió el oficial de comunicaciones—. Durren informa de que su orbitador de hiperespacio capta radiaciones cronau en nuestro sector. Hay muchas probabilidades de que sea una nave de gran tamaño que ha saltado al espacio real. Los interrogadores esperan la señal del telespondedor.
Graff se puso en pie y corrió hacia su asiento giratorio.
—¿Tenemos contacto visual?
—Todavía no, señor. El evento está muy alejado del alcance de nuestros sensores.
Graff se volvió hacia el oficial de comunicaciones internas.
—Que el escuadrón Guantelete vaya al cuartel general.
Las sirenas empezaron a aullar por toda la nave, y una luz granate inundó el puente.
El oficial de comunicaciones internas miró a Graff.
—Señor, los técnicos de proa informan de que han habilitado las contramedidas, activando escudos a plena potencia.
—Ya llega información sobre el suceso —dijo el twi’leko—. Es una nave desconocida. El radar y el ordenador ya están generando una imagen láser.
Graff se acercó al holoproyector, donde la silueta fantasmal de un poliedro enorme, negro como el ónice, cobraba forma.
—¿Yuuzhan vong?
—Desconocido, señor —dijo el twi’leko—. No coincide con nada de nuestros bancos de datos.
—Dejemos la órbita estacionaria.
—Señor, los perfiles de los motores del intruso coinciden con los de una nave de la flotilla enemiga que atacó Obroa-Skai.
—El escuadrón Guantelete acaba de partir hacia la posición de reconocimiento.
—¿Alguna comunicación de la nave de los yuuzhan vong? —preguntó Graff.
—Negativo, señor. No, espere. Los escáneres muestran dos naves.
Una vez más, Graff se giró para contemplar el holoproyector en el que se formaba un segundo poliedro, más pequeño, junto al original.
—¿Eso acaba de llegar o estamos presenciando algún tipo de mitosis?
—Parece ser un componente de la nave más grande, señor. La nave número uno está cambiando de rumbo, se dirige a la estación orbital de Durren. Acelera para interceptar a nuestros cazas. El escuadrón Guantelete está rompiendo la formación, dividiéndose en elementos de ataque.
—Ponme con el líder del Guantelete —ordenó Graff al oficial de comunicaciones.
—Guantelete Uno, ¿puedes mostrarnos lo que estás viendo?
La voz del líder del escuadrón sonaba por megafonía débil, lejana y con ruido de estática.
—Lo estoy transmitiendo. Es como si el mayor anillo decodificador de la galaxia hubiera perdido su piedra.
—¿Pero qué es eso? —dijo alguien en el puente, mientras la imagen en tiempo real sustituía a la holosimulación.
—Señor, en la nave pequeña se está acumulando bioenergía. Nos tienen en su punto de mira.
Graff se puso el cinturón de seguridad del asiento.
—Preparados para el impacto.
Un resplandor dorado llenó los ventanales delanteros del Soothfast. La nave se estremeció como si una mano gigante la agarrara y sacudiera.
—Energía de plasma —dijo el twi’leko—. Coincide con el armamento empleado por los yuuzhan vong. Sistemas vitales sin daños. Los escudos aguantan.
—¿Alcance?
—La nave secundaria se está acercando a nuestro alcance de tiro, señor.
Graff se bajó la visera de su gorra de mando.
—Que el escuadrón Guantelete se aparte. Quiero las baterías principales de estribor preparadas para devolver el fuego.
El Soothfast, una nave con retropropulsión de clase Proficient y diseño corelliano, tenía 850m de longitud, pero sólo iba armada con diez turboláseres pesados y veinte cañones de iones. Parte del fuselaje que inicialmente reforzaba el casco del crucero se había retirado para crear hangares para los cazas, pero la nave de afilado morro seguía siendo un arma meramente auxiliar.
—Guantelete ha despejado el espacio, señor.
Graff asintió.
—Preparad los torpedos de protones. Que la detonación se produzca a la primera señal de anomalía gravitatoria.
—Señor, torpedos cargados según el nuevo protocolo.
—Preparad los turboláseres de estribor —ordenó Graff.
—Señor, turboláseres activos.
Graff miró a su oficial de armamento.
—Si esa «piedra» actúa según se espera de ella, sus vacíos se tragarán los torpedos, pero los láseres tendrán posibilidades de dar en el blanco.
—Entendido, capitán.
Graff giró en su asiento.
—Baterías principales, abran fuego.
Los cegadores proyectiles viajaron por el espacio, seguidos por puntos de luz verde azulada. Convergieron en la lejanía, con estallidos refulgentes.
—Blanco acertado.
—Fuego —repitió Graff.
Los torpedos y las luces que venían a continuación volvieron a brotar, y las explosiones sacudieron la nave enemiga, compitiendo en intensidad con las estrellas.
—Alto el fuego —Graff miró a su oficial ejecutivo—. Esperemos que eso haya facilitado las cosas. Comandante, diga a los Guantelete que empiecen el ataque.
El oficial envió la orden por la red de mando. La vista ampliada en la pantalla principal del puente mostraba a los Ala-X T-65A3 y Ala-B E2 iniciando los ataques contra la nave rocosa. Estallidos de láser escarlata surgían de los cañones de las alas de los cazas de combate, y los torpedos de protones arrojados por los Ala-B dejaban en el espacio rastros luminosos de tonos rosados. Pero la nave enemiga se limitó a absorber su energía, respondiendo al ataque con géiseres de roca derretida. Las facetas individuales del casco brillaron, cobrando vida como astillas de cristal espejado, para desaparecer luego con un chispazo, volviéndose tan negros como el fondo de la nave.
—Soothfast, esa cosa va a por nuestros escudos —informó Guantelete Uno un momento después.
—Guantelete Uno, ordene a sus cazas que amplíen el campo de los compensadores de inercia y cambien a los nuevos protocolos de escáner y punto de mira. Y mucho cuidado con los coralitas.
—Ya lo hemos hecho, Soothfast. Pero los escudos no bastan para compensar la fuerza de arrastre de la nave de guerra.
—Los escudos han caído —dijo otra voz—. Retirada.
—Que cada uno se quede con su compañero de vuelo —gritó Guantelete Uno—. Mantened los láseres en ciclo rápido.
—El compensador ha fallado. Ataque abortado.
—¡Cuidado en cola, Guantelete Ocho!
—Capitán, la nave yuuzhan vong está acumulando energía.
Graff miró a su oficial ejecutivo.
—Ordene al escuadrón Guantelete que aborte la misión.
—La nave enemiga está disparando.
En la pantalla principal, el holograma en tiempo real mostró tres cazas que se desvanecían en fugaces explosiones. El tono urgente puntuaba las palabras de Guantelete Uno.
—Tenemos bajas… Dos, Cuatro y Cinco. Seguimos sin poder localizar los dovin basal o a las armas.
—¿A qué se refiere? —preguntó Graff bruscamente.
El twi’leko se echó los tentáculos de la cabeza detrás de los hombros y estudió la información de la consola.
—El ordenador de análisis bélico está en ello, señor. Las armas enemigas y los proyectores de singularidad parecen ser móviles. Señor, es como si todo el casco fuera capaz de disparar y crear anomalías gravitatorias.
—Capitán, el módulo complementario vuelve a dispararnos.
El crucero sufrió un tremendo impacto en cuanto esas palabras salieron de la boca del oficial de comunicaciones. La iluminación del puente disminuyó, y luego aumentó, y un campo eléctrico azul bailó sobre una de las consolas. El androide serie R cayó al suelo de la cubierta, liberado de su agarre magnético a la consola. Los extractores se activaron, vaciando la zona de humo.
—Nos llega la evaluación de daños de la estación técnica delantera. El generador de energía número dos no funciona. Los escudos deflectores están al mínimo.
—Ordene al Guantelete que se reagrupe y se retire —dijo Graff rápidamente—. Que los equipos de emergencia estén preparados. Control de armamento; preparados para coordinar los cañones de iones y los turboláseres delanteros. Quiero una descarga sostenida que haga temblar a esa nave de proa a popa —una mirada a la pantalla le mostró lo que quedaba del escuadrón Guantelete, huyendo para salvar la vida—. ¡Fuego!
Una vez más, la energía salió disparada de la nave, pero no se produjeron las esperadas explosiones.
Graff contempló la pantalla.
—¿Hemos fallado? —preguntó, sin poder creérselo.
—Negativo, señor. La nave enemiga parece haber absorbido la energía.
—Todas las baterías —dijo Graff—. ¡Fuego!
La luz llenó el espacio con tanta intensidad que todos los del puente tuvieron que apartarse de los puestos de observación. Fue como si el Soothfast hubiera sido golpeado en la barbilla por un poderoso gancho y estuviera viendo las estrellas.
—La nave enemiga altera el rumbo con intención de huir.
—¡Fuego a discreción! —exclamó Graff.
—Impactos múltiples. Evidencia de daños. El enemigo vuelve a alterar el rumbo, disminuyendo la velocidad.
Graff se volvió hacia el oficial de navegación.
—Mantenga la persecución. ¡No lo pierda!
Entonces, sin previo aviso, una enorme explosión brilló en la distancia, saturando las pantallas con luz blanca. En cuanto pudo, Graff miró por el ventanal, pero no vio ni rastro de la nave yuuzhan vong.
—¿Adónde ha ido? ¿Ha saltado?
—Negativo, señor —le dijo el twi’leko—. Los restos dan a entender la eliminación total.
La tripulación soltó espontáneos gritos de alegría.
—¡Silencio! —exclamó Graff—. ¿Hemos tenido suerte o hemos descubierto un punto débil?
—Respuesta desconocida, señor, pero la nave ha sido destruida por completo. Debemos de haberla saturado, señor. La nave que generó el módulo se aleja de la estación orbital de Durren a toda velocidad.
Graff se quitó la gorra y se rascó la cabeza.
—No lo entiendo.
—Capitán, según los informes del líder del Guantelete, la nave destruida proyectó una cápsula de salvamento que entrará en nuestro campo visual en cualquier momento.
Graff contempló la pantalla.
—Aumente la imagen.
El oficial de navegación señaló un punto de luz que avanzaba rápidamente.
—Ahí la tiene, señor.
Graff observó lo que parecía ser un asteroide cilíndrico, muy alejado, con una pequeña parte de la superficie de proa facetada.
—¿Qué rumbo lleva?
—Hacia Éxodo II.
—Ésa no sería mi primera opción —comentó Graff.
—La dirección actual lo situará al alcance del rayo tractor número dos.
Graff miró a su oficial ejecutivo.
—Podría ser una trampa, señor. Una especie de bomba programada.
Graff asintió, sombrío.
—Preparen el rayo tractor, pero sólo para mantener a raya a esa cosa. Comandante, avise al escuadrón Guantelete. Dígale que busque armas en esa nave, pero que guarde las distancias. No quiero que se acerque a esa nave aunque parezca inofensiva. Y póngame con el oficial de flota.
Una nueva voz resonó en los altavoces.
—Soothfast, aquí Guantelete Tres. Definitivamente se trata de una cápsula de salvamento, probablemente de coral yorik. No tiene armas, pero las lecturas confirman que hay vida en su interior. Es más pequeño que un deslizador. Retropropulsores de dovin basal rudimentarios y control de actitud. Cabina facetada, pero transparente. Como una lámina de mica. Se solicita permiso para investigar más de cerca.
Graff lo pensó un instante.
—Guantelete Tres, tiene luz verde para investigar. Pero tenga mucho cuidado.
—Afirmativo, Soothfast, lo tendré.
Nadie dijo ni palabra durante un rato. Entonces, la voz resonó de nuevo.
—Soothfast, he podido mirar en el interior. Parecen ser dos, repito, dos ocupantes. Uno es hembra. El otro… Bueno, señor, el otro a saber lo que es.