El cantar de mío Cid
PRIMER poema épico en lengua castellana, este cantar de gesta fue compuesto en el siglo XII, probablemente hacia 1140, para celebrar las hazañas del héroe de la reconquista cristiana, Rodrigo Díaz de Vivar. Ha llegado hasta nosotros a través de la copia realizada en 1307 por Per Abbat, y consta de 3730 versos de rima asonante y metro irregular. Desde el punto de vista argumental ha sido dividido en tres partes: el Cantar del destierro, en el que el Cid marcha a tierra infiel y, aliado con el taifa de Zaragoza, vence al moro de Lérida y al conde de Barcelona; el Cantar de las bodas, en el que conquista Valencia, obtiene el perdón real y que termina con los preparativos de la boda de sus hijas con los infantes de Carrión; y el Cantar de la afrenta de Corpes, en el que los infantes ultrajan a las hijas del Campeador, quien solicita justicia al rey y desafía y vence a los de Carrión.
Alfonso X el sabio
El rey Sabio ha pasado a la historia como un soberano culto, protector de las ciencias y las artes. Uno de sus principales objetivos fue establecer la uniformidad legislativa de sus reinos basándose en los principios del Derecho romano. Su labor política no fue tampoco desdeñable, si bien su reinado estuvo mediatizado por sus aspiraciones imperiales y se vio oscurecido en su etapa final por el enfrentamiento con su hijo Sancho.
Hijo primogénito de Fernando III el Santo y de Beatriz de Suabia, Alfonso X nació en Toledo en 1221. Contrajo matrimonio con Violante, hija del monarca aragonés y de Violante de Hungría y, entre 1243 y 1244, todavía en vida de su padre, intervino en la anexión del reino de Murcia. Ese último año firmó con Jaime I el tratado de Almizra, que zanjó las disputas con Aragón, fijando los límites entre los reinos de Valencia y Murcia. Accedió al trono de Castilla y León en 1252.
Poco después de ser coronado, Alfonso X reivindicó los territorios del Algarve, conquistados por Alfonso III de Portugal pero pertenecientes al reino de Niebla, Tributario de Castilla, cuestión que se zanjó en 1253 mediante el casamiento de Beatriz, bastarda de Alfonso de Castilla, con el monarca portugués. Asimismo, Alfonso X reclamó derechos sobre el reino de Navarra, aunque sus pretensiones chocaron con los intereses de su suegro, Jaime I de Aragón. El heredero de la corona, Teobaldo II, era menor de edad y, ante la amenaza castellana, su madre y regente, Margarita de Borbón, estrechó vínculos con el monarca aragonés. Entretanto, se produjo una revuelta nobiliaria en Castilla, encabezada por el infante Enrique, hermano del monarca, y Diego López de Haro. La crisis de Navarra se saldó en el invierno de 1255-1256 con el homenaje de Teobaldo y Margarita a Alfonso X y una entrevista amistosa entre el rey castellano y Jaime I.
Buena parte del reinado de Alfonso X estuvo mediatizado por sus aspiraciones al trono imperial, el «Fecho del Imperio», fundamentadas en los teóricos derechos heredados a través de su madre, tras la muerte de Federico II en 1250. Aliado con Pisa en 1256, ciudad que le garantizó el voto de los gibelinos de la Toscana, Alfonso intentó comprar los votos de los electores, pero el elector de bohemia prestó su ayuda a los dos candidatos y tanto Alfonso como Ricardo de Cornualles, hermano del soberano inglés Enrique III, fueron proclamados en el verano de 1257. Aunque Alfonso intentó hacer efectiva esta elección, por entonces ya empezaban a causar malestar en Castilla las grandes cantidades de dinero empleadas por el monarca en sus aspiraciones imperiales y las cortes no tardaron en manifestar su falta de apoyo a la causa. Tampoco contó el monarca castellano con la connivencia del Papa.
Mientras, Alfonso organizó en 1260 una expedición a Marruecos, y la flota castellana se apoderó de Salé, aunque una semana más tarde hubo de abandonar la plaza. Inmediatamente después comenzó la campaña contra el reino de Niebla, que fue conquistado en 1262. Ante estas circunstancias, Muhammad I, el rey musulmán de Granada, promovió en 1264 la sublevación de los mudéjares de Murcia y Andalucía. Las fuerzas islámicas vencieron a los castellanos, pero Alfonso, con la colaboración de Jaime I, pudo hacer frente a la amenaza musulmana y restablecer la situación. En 1265, Castilla y el reino de Granada firmaron la paz.
Por lo que respecta al Fecho del Imperio, en 1267 el Papa declaraba que no creía efectivos los derechos del monarca castellano. A pesar de ello, Alfonso X continuó las negociaciones con Roma a lo largo de los años siguientes. Entretanto crecía el malestar de la nobleza castellana, que organizó una revuelta en defensa de los derechos señoriales. Aunque los cabecillas fueron desterrados, la escasa firmeza del monarca y la creación del impuesto de la décima parte sobre las mercancías aumentaron el descontento. En 1272, la muerte del aspirante imperial inglés, Ricardo de Cornualles, pareció alentar de nuevo las aspiraciones imperiales de Alfonso. No obstante, era ya demasiado tarde cuando Alfonso pactó con la nobleza levantisca para tener las manos libres. Ese mismo año, en 1273, fue elegido emperador Rodolfo de Habsburgo.
Alfonso se encontraba reclamando aún sus derechos imperiales cuando se produjo la invasión de su reino por los benimerines, que desembarcaron en la Península en 1265. Los norteafricanos vencieron a las tropas castellanas en Écija y llegaron a las puertas de Sevilla. El infante Sancho dirigió a partir de entonces las operaciones. Sus acertadas decisiones permitieron detener la ofensiva antes de fin de año. No obstante, los benimerines se hicieron fuertes en sus bases de Tarifa y Algeciras, ciudad esta última que fue atacada en torno a 1279 por Alfonso X y donde la flota castellana fue derrotada.
Una vez terminada la campaña dio inicio el problema de la sucesión. Al trono de Castilla aspiraban Sancho, como segundo hijo de Alfonso X, y el hijo de Fernando de la Cerda. El monarca castellano reconoció el derecho de Sancho. Violante, madre de Sancho y abuela de los infantes de la Cerda, apoyó a su nieto, y se refugió con él, en 1277 en el reino de su hermano, Pedro III de Aragón.
Por entonces, Alfonso X intervino en la crisis Navarra, donde una menor, Juana, bajo la custodia de su madre, la francesa Blanca de Artrois, era la heredera al trono. El estallido de la Guerra civil fue aprovechado por el monarca castellano para invadir el territorio. Blanca de Artrois solicitó la ayuda de Felipe III de Francia. Tropas francesas derrotaron a los castellanos en Reniega en 1277. Felipe III era, además, tío de los infantes de la Cerda y defensor de sus intereses, y cruzó los Pirineos para invadir Castilla. En 1280 Alfonso X se entrevistó con él en Bayona. En dicha entrevista Felipe III logró que Alfonso creara un reino en Jaén para el mayor de los infantes de la Cerda.
Un año después se entrevistaron Pedro III de Aragón y Alfonso X. Ambos monarcas pactaron repartirse Navarra, mientras el infante Sancho ofreció secretamente a su tío la parte castellana a cambio de su ayuda. Sancho preparaba así su sucesión al trono en un ambiente de descontento general por la crisis económica y el aumento de los impuestos. En las Cortes celebradas en Sevilla en octubre de 1281, Alfonso X planteó la creación del reino de Jaén para Alfonso de la Cerda, que contó con la abierta oposición de los presentes, temerosos de una mayor presencia francesa en la Península. Sancho promovió entonces una revuelta en defensa de la unidad del reino (1282). El todavía monarca castellano, casi reducido a la ciudad de Sevilla, desheredó a su hijo y solicitó la ayuda de los benimerines. Era la guerra civil. A pesar de que Sancho estrechó lazos con la nobleza, la situación seguía siendo favorable al viejo monarca, que enfermó por entonces. Alfonso X moría en abril de 1284. Pese a que su testamento reconocía a Alfonso de la Cerda como heredero, fue su hijo Sancho IV quien le sucedió en el trono.
La faceta que realmente ha dado prestigio y gloria a Alfonso X es de orden cultural. El monarca castellano reunió a su lado a intelectuales cristianos, musulmanes y judíos, y estableció en Murcia, Sevilla y Toledo escuelas de investigación y producción, que, bajo su directa supervisión, trasmitieron al mundo occidental la cultura oriental y clásica, primando el empleo del castellano. De hecho, el rey sabio es considerado el creador de la prosa literaria castellana. Durante su reinado se tradujeron la Biblia, el Corán, el Talmud, la Poética de Aristóteles o la colección de cuentos orientales Calila y Dinna.
El castellano comenzó a ser utilizado en la historiografía en dos obras capitales, la Crónica General y la General y grand estoria, que tratan de abarcar la Historia de España como unidad nacional y la Historia Universal, respectivamente.
En el ámbito jurídico las obras de su reinado tienen una clara intención unificadora, que ya animara a su predecesor, Fernando III el Santo. El Fuero Real (1254) prepara el camino para la composición de su obra magna, el Código de las Siete Partidas (1256-1263 o 1265), inspirada en el Derecho Romano, pero al que se superpone la tradición de Castilla.
También cabe destacar la labor científica de este período, como pone de manifiesto el conjunto de libros del saber de astronomía, que incluyen las tablas astronómicas reconocidas como Tablas Alfonsíes. Están formadas por tratados originales, refundiciones y traducciones, en los que se buscó compilar el conocimiento astronómico de la época y colaborar a su desarrollo y progreso por medio de la invención de nuevos instrumentos. Asimismo cabe reseñar el Lapidario (1276-1229), gran obra alfonsina en la que se describen y analizan 500 piedras preciosas, metales y otras sustancias, y el libro de ajedrez dados y tablas (1283).
En el aspecto literario, Alfonso X hizo de su corte uno de los más importantes centros de la poesía trovadoresca de la época; el propio monarca cultivó la lírica en lengua gallega. Han llegado hasta nosotros 452 composiciones poéticas: tres cantigas inspiradas en los motivos del amor cortés; veinte poesías de escarnio en las que se manejan con maestría el mester culto y los recursos populares; y, muy especialmente, 420 canciones religiosas incluidas en las Cantigas de Santa María, que narran milagros de la virgen, para su alabanza en las solemnidades litúrgicas.