El arte mudéjar
EL término mudéjar designa al musulmán que en la Edad Media vivía en los reinos cristianos peninsulares, como súbdito de sus reyes. Desde el punto de vista artístico, el mudéjar es el estilo arquitectónico que, derivado de la fusión de elementos cristianos y árabes, se desarrolló en la Península durante los siglos XI al XVI. Sus peculiaridades se circunscriben al ámbito decorativo. Se caracteriza por el empleo del ladrillo, que se acomoda a la disposición y estructura de los edificios cristianos. Sus principales núcleos de desarrollo son el aragonés, donde destacan las torres del Salvador y San Martín, en Teruel; el toledano, ámbito en el que pueden mencionarse Santa María la Blanca y el Cristo de la Luz; el andaluz, con el Alcázar sevillano como obra representativa, y el extremeño, emplazamiento del monasterio de Guadalupe.
Jaime I el Conquistador
El principal objetivo de Jaime I fue reanudar la lucha contra los musulmanes de al-Ándalus, propósito que se vio favorecido por el hundimiento del poder almohade —extendió los límites de su reino con las conquistas de Mallorca y Valencia— y sirvió al monarca catalanoaragonés para encauzar la actitud belicosa de la alta nobleza, que protagonizó diversos levantamientos a lo largo de su reinado.
Hijo y sucesor de Pedro II el Católico y María de Montpellier, nació en Montpellier en 1208. Cuando murió su padre en defensa de los intereses catalanes en Occitania (1213), contaba tan sólo cinco años de edad y se hallaba bajo la custodia de Simón de Monfort, jefe de la cruzada contra los albigenses. La intervención del papa Inocencio III permitió que fuera devuelto a la Península y elevado al trono. Un año después fue nombrado Procurador General de la Corona de Aragón su tío abuelo Sancho, quien se involucró de nuevo en el conflicto ultrapirenaico, hecho que mereció la censura del nuevo Pontífice, Honorio III, y de parte de la nobleza catalanoaragonesa, que consideraba prioritarios los intereses de la Península. En 1218, tras la renuncia de Sancho, Jaime I comenzó a gobernar auxiliado por un consejo de nobles elegido por el Papa. El soberano hubo de hacer frente a diversos alzamientos nobiliarios (1255, 1227). En 1222 intervendría en Urgell en socorro de la condesa de Aurembiaix, reafirmando así la independencia del condado con respecto a Cataluña.
La conquista de las Baleares fue una empresa fundamentalmente catalana. La flota desembarcó a principios de septiembre de 1229 en la cala de Santa Ponça y, tras un asedio de tres meses, Jaime I se apoderó de la actual ciudad de Palma. En una campaña posterior sometió a los musulmanes que habían buscado refugio en la montaña (1232). Anteriormente, en julio de 1231, el monarca catalanoaragonés había llegado a un acuerdo con el alcaide menorquín por el que la isla de Menorca pasaba a ser tributaria de la corona de Aragón. La conquista de Ibiza se retrasó hasta 1235.
Paralelamente se produjo la anexión del reino de Valencia, se inició en 1232. En ella tomaron parte catalanes y aragoneses, así como las órdenes militares del Temple y del Hospital. Hasta 1235, las tropas aragonesas se extendieron por el norte del territorio: en 1232 caía Morella; en 1223, Peñíscola y Burriana, y en 1234, Castellón de la Plana. La segunda etapa se prolongó hasta la toma de Valencia, que se rindió el 28 de septiembre de 1238. A partir de entonces fueron cayendo, una tras otra, las distintas plazas de la región meridional. Pero los castellanos habían tomado Murcia, y en la zona fronteriza surgieron conflictos. Para evitar un posible enfrentamiento, Jaime I y el Infante Alfonso de Castilla firmaron en 1224 el tratado de Almizra, que fijaba el límite sur de la expansión aragonesa y señalaba, de hecho, el fin de la tarea reconquistadora de Aragón. Al contrario que en Mallorca, donde la repoblación fue masiva, en Valencia gran parte de la población musulmana permaneció en un primer momento en el territorio, lo que favoreció diversos levantamientos, que se saldaron finalmente con la expulsión de más de 100.000 musulmanes.
Aunque Jaime I intentó mantener su influencia en Toulouse y Provenza, estos dos condados quedaron directamente vinculados al monarca francés y a Carlos de Anjou. Por el tratado de Corbeil (1258), a cambio de la renuncia de los hipotéticos derechos del rey francés sobre el territorio catalán, basados en el antiguo imperio carolingio, Jaime I renunció a los más positivos e inmediatos sobre las tierras del sur de Francia, con la excepción del Rosellón, la Cerdaña y Montpellier.
El testamento de Jaime I estuvo sometido a numerosas vicisitudes. Casado en 1220 con Leonor de Castilla, matrimonio del que nació el Infante Alfonso, en 1225 casó en segundas nupcias con Violante de Hungría y tuvo con ella nueve hijos, cuatro de ellos varones. Tras la muerte del primogénito Alfonso, Jaime I dispuso en 1262 que los territorios de Cataluña, Aragón y Valencia pasaran a su hijo Pedro, mientras el Infante Jaime recibió el reino de Mallorca, que incluye las islas de Mallorca e Ibiza, los condados de Rosellón y Cerdaña y el señorío de Montpellier.
En 1264, Jaime I intervino en ayuda de Castilla para sofocar la sublevación del reino de Murcia. Lograda la pacificación (1266), repobló el territorio con 10.000 catalanoaragoneses y lo entregó a los castellanos. En 1269 organizó una cruzada hacia Palestina que culminó en un rotundo fracaso.
Los últimos años de su reinado se vieron agitados por nuevas sublevaciones de la nobleza feudal catalana y aragonesa. Jaime I murió en Valencia en 1276, cuando, tras intentar someter la revuelta musulmana que había estallado en la ciudad se dirigía al monasterio de Poblet.