La Orden de Cluny

EL origen de la orden de Cluny se encuentra en la donación de la villa homónima, en la Borgoña francesa, a los monjes benedictinos. A comienzos del siglo X, el duque Guillermo de Aquitania cedió el territorio, con sus tierras de labranza y sus siervos, a los monjes negros seguidores de la reforma de Benito de Aniano, para que construyeran en él un monasterio dedicado a los santos Pedro y Pablo. La autonomía de los cluniacenses frente al poder feudal y de los obispos —la orden dependía directamente del papa— resultó fundamental para su actividad reformadora, centrada en el intento de devolver a la institución eclesiástica su pureza originaria, el fomento de las peregrinaciones y el impulso de la enseñanza. Numerosos monasterios pasaron a depender de la abadía principal, cuyas novedosas soluciones constructivas se incorporaron a la arquitectura románica.

Fernando III el Santo

Fernando III llevó a cabo la unificación definitiva de Castilla y león y, aprovechando la debilidad de los musulmanes andalusíes, protagonizó la más ambiciosa campaña militar de todo el proceso reconquistador sometiendo el valle del Guadalquivir, hecho que habría de convertir al reino castellano en la incuestionable potencia hegemónica de la Península.

Hijo de Alfonso IX de León y Berenguela, quien era hija de Alfonso VIII de Castilla, Fernando nació en Valparaíso, Zamora, en 1201. Tras la anulación del matrimonio de sus padres, se educó en Lyon hasta la súbita muerte de Enrique I, hermano de Berenguela, tras la cual su madre quedaba como única heredera del trono de Castilla. Berenguela cedió sus derechos a Fernando, cuya coronación se produjo el 1 de julio de 1217. Acto seguido, su padre, Alfonso IX de León, invadió Castilla. Fernando III y Berenguela se refugiaron en Burgos y el 11 de noviembre se firmó una tregua en la que Castilla hacía determinadas concesiones territoriales y económicas, pero al conde Alvar Núñez de Lara convenció al rey leonés de la necesidad de continuar la lucha y se levantó en armas. Tras su muerte en Castrejón, Alfonso IX aceptó nuevas negociaciones y el 26 de agosto de 1218 se firmó el pacto de Toro, que confirmaba las condiciones de la tregua anterior. Dos años después, Fernando III casaba con doña Beatriz de Suabia hija del emperador de Alemania.

Cuando murió Alfonso IX y dejó por herederas a las hijas de su primer matrimonio, Sancha y Dulce, Fernando III incorporó pacíficamente a sus estados el reino de León mediante un convenio con sus hermanas, a quienes dotó espléndidamente. De este modo, en 1230 se llevó a cabo la unión definitiva de León y Castilla.

Conquista y repoblación del valle del Guadalquivir

La principal preocupación de Fernando III fue la lucha contra los musulmanes, cuya extrema debilidad y descomposición política se habían puesto de manifiesto tras la derrota almohade en las Navas de Tolosa. Este hecho no sería desaprovechado por el soberano castellanoleonés, que llevó a cabo el proceso de penetración castellana en el valle del Guadalquivir.

Las primeras campañas comenzaron en torno a 1224, cuando la muerte de Yusuf II liberó a Fernando de las treguas suscritas con los monarcas islámicos, pero hasta la unificación de Castilla y León no se produjo la ofensiva definitiva. El proceso fue rápido. En 1223 caía Úbeda, puerta del alto Guadalquivir, mientras la antigua capital de al-Ándalus, Córdoba, se rendía de forma inopinada en 1236. La imprevista enfermedad del monarca castellano otorgó protagonismo a su hijo Alfonso, quien en 1243 anexionaba el reino de Murcia, que había aceptado el protectorado de Castilla, y un año después se apoderaba por las armas de Lorca, Cartagena y Mula. Ese mismo año se produjeron diversas escaramuzas entre los ejércitos de Castilla y Aragón, pero la firma del tratado de Almizra, por el que se fijó el límite de la expansión castellana y aragonesa en el sur peninsular, puso fin a las mismas.

Restablecido Fernando, continuó su expansión por Andalucía. En 1246 llegó hasta la vega de Granada y un año después se apoderó de Jaén. Muhammad I, fundador de la dinastía nazarí, se hizo vasallo del monarca castellano para salvaguardar el resto de su territorio. Fernando III prosiguió sus avances apoderándose de Carmona en 1247 y puso sitio a Sevilla, plaza que cercó por tierra y por el río mediante una escuadra mandada por Ramón Bonifaz, que cortó la comunicación entre Sevilla y Triana; después de un asedio de quince meses, la ciudad capituló en 1248. A la caída de Sevilla siguió la de otras importantes poblaciones, como Arcos, Medina-Sidonia, Jerez y Cádiz, con lo que los musulmanes quedaban limitados a los reinos de Granada y Niebla, tributarios de Castilla.

Tan importante como el proceso de conquista fue la repoblación de los territorios con el fin de castellanizar una región densamente poblada por musulmanes. El sistema utilizado fue mayoritariamente el de los repartimientos. Los núcleos urbanos que en general presentaron resistencia armada, fueron evacuados por sus habitantes musulmanes, pero en los territorios rurales se mantuvo buena parte de la población islámica.

Labor cultural y jurídica

A pesar de que sea esta faceta la más evidente de su reinado, Fernando III no se distinguió exclusivamente desde el punto de vista político y militar: comenzó las catedrales de Burgos (1217) y Toledo (1227) y favoreció con privilegios y exenciones al Estudio General de Salamanca (1242), por lo que se le considera fundador de aquella Universidad. Ordenó la traducción al castellano del Fuero Juzgo, y concibió el proyecto, que llevó a cabo su hijo, de unificar y refundir toda la legislación.

La muerte le sobrevino en Sevilla el 30 de mayo de 1252, cuando proyectaba una expedición al norte de África, donde los benimerines se habían adueñado del poder. Le sustituyó en el trono su hijo Alfonso X. Fue canonizado en 1671 por el Papa Clemente X.