XVIII
Este capítulo que ahora inicio —y que dedicaré a la vida en los astros llamados «Ganímedes» y «Apu»— debo reconocer que es uno de los más incomprensibles para mí.
Porque son muchas las incógnitas que surgen cuando aparece el tema de los «xendras».
Sixto y Carlos Paz Wells me habían detallado anteriormente la naturaleza y finalidad de dichas «burbujas» luminosas. Y así, partiendo de dichos «xendras», ambos me describieron también las sociedades, culturas y formas de vida en ambos mundos. Mundos que —según los miembros del «IPRI»— han sido visitados por ellos, en forma de proyección.
—Pero —pregunté una vez más a los hermanos Paz Wells—, ¿cómo es posible viajar en el espacio en forma de «imagen» o proyección?
—Los «xendras» son un producto de la alta tecnología de los habitantes del espacio. Aunque quisiéramos no podríamos explicarte su funcionamiento. Sólo sabemos que —mediante dichos «xendras»— los hombres de «Apu» y «Ganímedes» pueden «transportar» la imagen de un ser a cualquier lugar. Pero no se trata de una simple imagen. Porque uno es consciente durante todo el tiempo que dura la proyección…
»De esta forma —y mucho antes, incluso, de verles a ellos físicamente— varios de nosotros pudimos “viajar” a sus mundos y conocer sus ciudades y organización social.
Traté de olvidarme, pues, del «sistema» de «transporte» o proyección y centré mis preguntas en este último aspecto, la vida en «Ganímedes» y «Apu». Y los miembros del «IPRI» comenzaron a explicar:
—Yo pude llegar hasta el satélite «Morle» o «Ganímedes» —comenzó Sixto Paz—. Una vez en el interior del llamado «xendra IV», mi imagen fue lanzada al espacio y, de pronto, sin saber cómo, me vi en un lugar donde la Naturaleza era distinta. No conocía aquella flora. Pero era hermosa.
»A1 parecer, y según nos han relatado los “guías”, la “colonia” del satélite de Júpiter procede en gran parte de la civilización que hace miles de años se vio obligada a abandonar un planeta que giraba en torno al Sol y que ocupaba la órbita existente entre Marte y Júpiter. Hoy, como todos sabemos, en dicha zona sólo existe un «cinturón de asteroides». Y los científicos han sospechado siempre que esa formidable «barrera» de gigantescas y diminutas piedras que flotan en el espacio pudiera ser, efectivamente, los restos de otro astro desaparecido.
»Pero la “colonia” de “Ganímedes” está integrada también por otros habitantes de Orión, así como por miles de seres de nuestro propio mundo, sacados desde hace años de la Tierra por las naves de la «Confederación» y que en la actualidad están siendo preparados para que sirvan de «semilla» de una nueva y más elevada Humanidad.
»Hace miles de años, los habitantes de este planeta hoy desaparecido —y cuya cultura y tecnología resultaba entonces muy superior, incluso, a la del hombre actual— supieron que su mundo estaba condenado a sufrir un formidable cataclismo.
»Ya en aquella época ellos dominaban las técnicas espaciales y habían visitado la totalidad de los planetas de nuestro sistema solar, ayudados, por supuesto, por las civilizaciones de la “Confederación de Mundos”.
»Mediante su tecnología, acondicionaron y prepararon el astro que podía reunir mejores condiciones para sostener de nuevo la vida del llamado planeta “Amarillo”. Y paulatinamente fueron abandonándolo, asentándose en los valles de “Ganímedes”.
»Allí la vida ha ido desarrollándose paulatinamente. La atmósfera es muy similar a la nuestra y no es preciso equipo alguno de respiración para sobrevivir.
—Pero «Ganímedes» —interrumpí— está a 770 millones de kilómetros del Sol. Debería estar cubierto por una permanente capa de hielo… La vida, según los astrónomos y científicos, sería casi imposible… ¿Cómo se explica esto?
—Muchas veces nos han repetido los «guías» que nuestros conocimientos del Sistema solar son prácticamente nulos. No sabemos qué hay más allá de nuestra estratosfera. ¿Cómo estar seguros entonces de lo que acontece y ocurre a tantos millones de kilómetros?
»“Ganímedes” o “Morle” dispone de una actividad volcánica muy intensa. Y eso, juntamente con el aprovechamiento de la luz solar, hace que las temperaturas del astro no resulten negativas para la vida.
»Según pude ver —prosiguió Sixto, los habitantes de “Ganímedes” han sabido aprovechar la tremenda fuerza energética de los volcanes, transformándola en calor y potencia. Mediante el desarrollo de una espléndida tecnología han logrado mantener la temperatura del satélite, creando, incluso, una especie de barrera calorífica alrededor del astro que protege constantemente a sus habitantes. El subsuelo del astro está surcado igualmente por kilómetros y kilómetros de tuberías que transportan agua caliente y que evita el descenso de las temperaturas.
»Por otra parte —y según nuestras noticias—, “Morle” goza en realidad de dos “soles”: el Sol, propiamente dicho y Júpiter, que refleja la luz solar como un formidable «espejo». Eso hace que el astro disponga de unos tres días completos de luz —por ambas caras— y de otros tres en los que, prácticamente, la noche es completa en el satélite.
»Las ciudades han sido construidas en los valles. Ellos disponen de una gran capital que llaman Ciudad “Matriz” y que es la que centraliza la vida estatal y administrativa.
—¿Y cómo son sus ciudades?
—Quizás el hecho de que la gran actividad telúrica del satélite no haya disminuido todavía les ha empujado a crear ciudades cuyos edificios se encuentran siempre medio enterrados. Todos ellos aparecen unidos, entrelazados, a fin de evitar al máximo los seísmos. Y tampoco son muy altos.
»Cuando visité una de aquellas ciudades me llamó la atención la belleza de los edificios. No observé jamás esquinas o ángulos. Y muchas de las edificaciones parecían como de mármol.
»Había una vegetación abundante y totalmente distinta de la que nosotros conocemos. Y algo curioso: no logré ver un solo animal. Los habitantes de la “colonia” los han desterrado, puesto que consideran su presencia como una fuente constante de enfermedades microbianas.
»Tampoco hay océanos o mares. Ellos logran el agua mediante la transformación por el calor de la nieve que permanentemente está cayendo sobre la superficie del satélite. Toda esa agua es recogida y aprovechada para la distribución por las tuberías que, a su vez, elevan la temperatura del satélite y permiten la obtención de nuevas cantidades de agua.
—¿Y cómo es su organización social?
—No vi policías ni ejércitos. Y es que tampoco los necesitan, puesto que la supercivilización de «Ganímedes» hace tiempo que desterró las guerras, el odio, los asesinatos, robos y todos esos males peculiares de nuestro mundo y de otros muchos planetas donde no se ha pasado de los más primitivos planos de la evolución cósmica.
»Ellos, como otras razas del Universo, disponen de un sexto y hasta de un séptimo sentido que ha elevado sus Espíritus a niveles siempre más altos que sus tecnologías.
»Éste, precisamente, es el gran secreto de su sabiduría y felicidad. Han sabido mantener los valores del alma por encima de la pura materia.
»¿Qué papel podría desempeñar la policía o el ejército en una sociedad donde no hay posibilidad de mentir? ¿Para qué crear mecanismos policiales en un mundo donde ese sexto sentido proporciona un nivel mental y moral que no puede admitir la violencia o la falta de caridad?
»Es precisamente esa posibilidad de conocer incluso los pensamientos de los demás, de ver sus almas, de percibir los secretos y misterios del Cosmos la que hace inútil una vigilancia de los habitantes del astro.
»Todo el mundo trabaja en aquella ocupación que realmente desea y para la que se le prepara a partir del séptimo año de su vida.
»Sistemas muy distintos a los nuestros facilitan esas labores y trabajos que están siempre destinados —no al lucro o beneficio personal—, sino a la prosperidad de la comunidad.
»—Ustedes —nos dijeron los “guías” cuando les preguntamos cuál era su sistema de gobierno— lo llamarían un supersocialismo. Pero resultaría difícil de explicar…
»Nadie trabaja, como digo, por dinero. Éste no existe en “Ganímedes”. Nadie lo necesita realmente. Las cosas se adquieren mediante sistemas de identificación. Todas. Desde las más básicas a las más caprichosas.
»El dinero no puede existir en civilizaciones así porque la comunidad no vive o trabaja para su propio enriquecimiento material. Ellos han comprendido desde hace mucho tiempo que la felicidad más profunda sólo puede encontrarse en la constante perfección del Espíritu. Y a eso dedican la mayor parte de sus vidas. Al contrario que nuestra civilización, la avanzada técnica de que gozan no les ha sumido en el vacío o en el materialismo ciego y desolador que se extiende por ejemplo en nuestro mundo. Su desarrollo espiritual es cada día superior porque sus vidas han sabido apoyarse en la tecnología y no al revés.
»Y para esto ha sido preciso comprender algo esencial:
que el Espíritu de cada ser inteligente es eterno y que su destino hay que buscarlo únicamente en la Perfección, en el Universo.
»Toda la vida en “Ganímedes” está regida por un Gobierno que se encarga de la planificación, desarrollo y mantenimiento de sus habitantes. Y son éstos y sólo éstos los que —mediante esa clarividencia natural de que disponen desde el momento de nacer— eligen a los más capacitados.
—¿Existe también el concepto de la familia?
—No solamente existe, sino que sirve de apoyo a toda la estructura. Para estos seres, la familia —y concretamente la madre— desempeña una tarea insustituible y vital en el desarrollo del niño. Desde el momento que nace hasta los siete años, la madre y toda la familia se encargan de la vigilancia y educación del pequeño. Durante ese tiempo, los niños de «Ganímedes» son observados por los padres, que ven crecer con claridad las aptitudes más preponderantes. Al finalizar esa etapa, el Estado se hace cargo de la enseñanza y formación técnica del muchacho, que ya permanecerá hasta el resto de sus días protegido y sostenido por el Gobierno.
—¿Viven tanto como nosotros?
—No. Ellos no miden el tiempo, tal y como nosotros lo entendemos. No podemos olvidar que se mueven en otro plano… Sin embargo, si hubiera que comparar, sus vidas duran cientos de años terrestres.
»Según pude saber, cuando sus sistemas celulares empiezan a degradarse son sometidos a tratamientos especiales en centros médicos. Ellos lo llaman “regeneración celular”. Después de este proceso, sus organismos se encuentran de nuevo transformados. Esto les permite vivir mucho más tiempo que nosotros. Y siempre sin defectos físicos, sin enfermedades.
—Pero no todos los seres del espacio «viven» lo mismo —terció otro de los miembros del «IPRI» que asistía a la conversación—. Los habitantes de «Apu», por ejemplo, son distintos. Ellos tampoco se miden con el concepto del tiempo terrestre, pero sus vidas son mucho más largas, incluso, que las de los seres de «Ganímedes».
—Alcanzan hasta miles de años —comentó Sixto Paz—. Es incomprensible, pero así es. Y es que nosotros nos encontramos en un nivel mental muy distinto, muy inferior. Por eso nos extrañamos…
—¿También visitasteis «Apu»?
—También —respondió Carlos Paz—. Pude llegar a una de sus ciudades mediante los «xendras».
»Pero aquello es distinto a “Ganímedes”. Allí, todo es subterráneo. Después de atravesar una serie de pasadizos me encontré con una ciudad muy distinta a las que conocemos. Estaba como construida en una gran caverna. Pero no sabría decir si realmente se trataba de una caverna natural o de una construcción. Todo era muy luminoso. La luz salía por todas partes. Y los edificios eran como grandes cilindros de un material transparente y luminoso.
»Pude ver pequeños vehículos que circulaban por entre los edificios. Pero nunca escuché el menor ruido.
»Mi estancia allí fue más breve que la de Sixto en “Ganímedes”.
—¿Y cuál es su sistema de vida?
—No sabría decirte con exactitud. No tuve prácticamente tiempo material para preguntar. Creo que mi traslado a «Apu» sirvió únicamente para que conociera la forma de una de sus ciudades.
»Yo espero poder regresar…
Aquella convicción me dejó perplejo. ¿Cómo era posible —insistía mi mente— «viajar» en proyección hasta otro mundo? Pero la respuesta todavía no ha llegado.
—Ellos —concluyeron los miembros del «IPRI»— nos han manifestado en repetidas ocasiones que el Amor y el verdadero conocimiento de la Verdad lleva siempre a un plano y a un nivel mental y espiritual en el que todo resulta distinto a lo que nosotros conocemos.
—Ustedes están asistiendo al nacimiento de su verdadera conciencia —nos han comunicado—. Ustedes llevan dentro de sí la semilla del «Profundo», como nosotros y los más elevados. Ustedes deben recorrer el camino, como todos los que hemos salido del Amor del «Profundo» y hacia Él nos encaminamos.
Cuando regresé a mi hotel y comencé a reflexionar sobre la última charla con los miembros del «Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias» sentí que sobre todas mis dudas e interrogantes seguía fuerte, sólida como una roca, una inconfundible sensación de irrealidad.
«¿Qué pruebas tengo realmente de cuanto se me está contando?».
Y poco faltó —debo decirlo ahora— para que cerrara para siempre aquella fascinante pero fantástica historia.
Algo, no sé bien qué, me empujó a seguir.