XVI

—Y llegó el gran día. Porque para nosotros fue histórico. Y tan decisivo como terrible…

Días después de haber sostenido la última charla con los miembros del «IPRI», en la que me expusieron el concepto y la idea que de Dios tienen los extraterrestres, volví a la sede del «Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias». El relato, como digo, sólo acababa de empezar.

Y llegamos al mes de agosto, fecha en que —según dichos miembros del «IPRI»— iba a tener lugar la primera aparición física de los extraterrestres.

Y éste fue su relato:

—… Fue terrible —insistieron— porque terrible es comprobar el fin de algo que se ama. Nosotros íbamos a ver aquel día el fin de nuestra civilización.

—Pero ¿cómo?

—El grupo había recibido la confirmación para una nueva prueba física. Y aquel sábado —primero de agosto— nos encaminamos al desierto, al lugar que se nos había señalado.

»Y al llegar la noche, como siempre, establecimos un contacto telepático previo. Y se nos pidió que estuviéramos preparados porque aquella comunicación formaba parte de la misión y de una forma importante.

»Hasta que a la hora fijada descubrimos en el cielo una única nave. Era similar a las que ya conocíamos y que los “guías” habían identificado como pertenecientes a los habitantes de “Apu”.

»Permaneció inmóvil durante unos minutos. Nosotros nos encontrábamos a más de ochenta metros del lugar sobre el que se había situado.

—¿Cómo era?

—Correspondía al tipo de astronave de dos pisos. Y brillaba intensamente. Era necesario acostumbrarse a su luz… De lo contrario, los ojos te comenzaban a llorar. Todos nos protegíamos al principio con las palmas de nuestras manos o con los brazos.

—Y en silencio —prosiguió otro de los testigos de aquel «avistamiento»—, la nave se fue acercando al suelo. Y quedó en tierra mientras en nuestros corazones comenzaba a germinar un presentimiento…

»“¿Bajarán hoy?”.

»Y de pronto, cuatro de los miembros del grupo que contemplábamos la nave se separaron del resto, indicándonos que esperásemos allí.

—Habíamos recibido una comunicación —intervino Sixto Paz, que iba a ser uno de los cuatro protagonistas de aquella confirmación física—, y los cuatro, mi hermano Charlie, Juan Acervo y Francisco Oré Tippe, nos adelantamos hacia la nave. Había sido una comunicación telepática simultánea.

—¿Y en qué consistía dicha comunicación?

—Se nos pidió que nos acercáramos. Y así fue. Llegamos hasta diez o veinte metros de aquella enorme nave y aguardamos, sobrecogidos por la grandiosidad de sus luces y de sus dimensiones.

—¿Cómo era?

—Pasaría de los 25 o 30 metros de diámetro. Y no disponía de patas o de ningún otro soporte que la sustentara sobre tierra. En ese momento, descendió por uno de sus costados algo así como una rampa, que fue lo único que, a primera vista, quedó en contacto con el suelo del desierto.

»Y en seguida y en silencio vimos aparecer por dicha rampa a uno de los tripulantes de la astronave…

Sixto y el grupo hicieron una leve pausa. Era como si aquellos instantes de recuerdo avivaran en sus mentes una imagen que, de todas formas, nunca matará el tiempo. Y continuaron:

—Instintivamente, dimos un paso atrás… Todas nuestras enseñanzas, todas nuestras pruebas anteriores, todo el “entrenamiento” y el conocimiento que, incluso, teníamos de las figuras de nuestros “guías” nos había servido de bien poco… ¡Porque aquélla no era una proyección! ¡Aquél era uno de los extraterrestres, en carne y hueso!

»Mentalmente nos indicó que no nos asustáramos. Y esperó en la rampa, inmóvil y sonriente. Y poco a poco sentimos cómo nuestros corazones latían más lentamente y cómo el sudor frío de nuestras manos y de nuestras espaldas iba desapareciendo. Y la confianza fue llenando otra vez nuestros espíritus.

»Entonces, el tripulante de aquella nave —que no era otro, según supimos después, que el propio “comandante” de la flota, “Antar Sherart”— nos señaló que nos aproximáramos a él. Y sentimos en la mente la misma voz que nos había pedido que abandonásemos el grupo.

—¿Y qué decía aquella “voz”?

—“Venid. Entrad conmigo porque hay algo que debéis saber”. Muy lentamente, después de consultarnos unos a otros con la mirada, comenzamos a caminar hacia la rampa, mientras el enorme ser nos seguía haciendo señales para que acudiéramos.

—¿Enorme ser…? ¿Cuál era su aspecto? ¿Cómo vestía?

—Tenía más de dos metros y no llevaba túnica, como en otras ocasiones. Aquella indumentaria correspondía a lo que pudiéramos llamar “trajes espaciales”. Era brillante y como metálico. Y muy ajustado al cuerpo. Usaba unas botas hasta por debajo de las rodillas y su color era amarillento. Muy parecidas al bronce… El cabello era blanquecino y le colgaba hasta los hombros. Y sus ojos y cejas eran idénticos a los que ya habíamos visto en otras ocasiones. Oblicuos y más separados que en los humanos.

»Antes de penetrar en la nave recuerdo que volvimos a detenernos. Teníamos miedo. Pero Charlie —más decidido— tiró casi del grupo y entramos en una especie de gran sala circular, igualmente iluminada.

—Era como si aquella intensa luz blanca —añadió el citado Carlos Paz— saliera de las mismas paredes de la nave. Pero no vimos bombillas ni foco alguno». No acertábamos a comprender de dónde podía salir…

»Nos quedamos quietos, temblorosos, y el “comandante” nos señaló que le siguiéramos.

»En aquella sala, completamente circular, había varios seres vestidos de forma muy similar a la del “comandante”. Al entrar se volvieron hacia nosotros y después continuaron frente a los paneles de mando. Pero era curioso. No había salientes. Todo estaba empotrado en las paredes de la nave. Los asientos de los tripulantes eran giratorios y parecían salir del piso.

—El suelo —añadió otro de los cuatro protagonistas— era muy esponjoso. Y también estaba iluminado.

»El “comandante” nos llevó hasta el centro de la sala y nos mostró un aparato —también circular— que parecía como una pila “bautismal”, pero que estaba cubierto con una cúpula transparente. Aquello —nos indicó— era uno de los sistemas de localización de la zona por donde la nave se movía. Toda la orografía, todos los detalles dé cualquier lugar aparecían en aquel aparato cuando la astronave se desplazaba.

»Los tripulantes seguían frente a sus paneles y pudimos observar cómo pasaban sus manos sobre unas luces de diversos colores, encerradas a su vez en otras semiesferas.

»Según la colocación de las manos sobre dichas luces —y al parecer hay hasta tres posiciones distintas— se logra uno u otro efecto. Depende de lo que se pretenda.

»Nos llamó poderosamente la atención el hecho de que en ningún lugar de aquella nave hubiera esquinas. Todo era cilíndrico, sin aristas.

—¿Y hablaban entre ellos?

—No, nunca. Según sabemos, ellos casi nunca emplean el lenguaje para comunicarse entre sí. En muchos de estos seres —y concretamente en los que habitan en la «colonia» de «Ganímedes»—, lo que nosotros podríamos llamar voz, en ellos constituye un séptimo sentido natural. Y lo emplean para la transformación de la materia, mediante la fuerza y ondas que constituyen dicho sonido.

»Entre ellos siempre emplean la telepatía, que es el sistema más cómodo y eficaz.

—Y los tripulantes que visteis en aquella nave, ¿eran todos del mismo planeta?

—Bueno, no. En esas naves —aunque pertenezcan a un mundo concreto— trabajan en común con otros seres. Allí, por ejemplo, había también algunos miembros de «Ganímedes». Aunque, según nos han revelado, en muchos viajes les acompañaban también otros seres de la galaxia que tienen misiones muy específicas, casi todas de tipo científico. Incluso, algunas de esas civilizaciones no forman parte de la «Misión RAMA». Ni siquiera de la «Confederación de Mundos». Pero se ayudan…

—¿Y sólo entrasteis cuatro en las naves?

—Bueno, en ese primer contacto físico, sí. Pero, en ocasiones posteriores, también lo han hecho otros miembros del grupo. Porque los contactos con los «guías» —y nos referimos a los contactos físicos— no iban a concluir con aquella «visita» a una de sus astronaves.

—Pero volvamos al interior de aquella nave. ¿Qué ocurrió después?

—El «comandante» «Antar Sherart» nos mostró una de las paredes de la gran sala circular y a través de la comunicación telepática afirmó:

»—La “Misión RAMA”, en la que ustedes, como otros muchos grupos, están colaborando, exige que vean algo que posiblemente les entristecerá el espíritu, pero que justifica el desarrollo de dicha misión.

»Todos quedamos muy alarmados. Y el “comandante” nos mostró una especie de pantalla o panel enorme. Era el “monitor” llamado de «tiempo-espacio».

»—Lo que ustedes van a ver ahora —continuó el “comandante”— es lo que ustedes llamarían futuro. El muy próximo futuro de la Tierra.

—¿El futuro? Pero eso es imposible…

—Sí, para nosotros. Pero no para los que pertenecen a una dimensión en la que todo tiene que ser medido por el tiempo.

»Para el hombre resulta “milagroso” conocer el futuro. Pero el futuro —tal y como nosotros lo entendemos— está dominado por ellos.

—No puede ser —murmuré de nuevo—. Nadie puede conocer ni dominar lo que no se ha producido aún…

Noté cierta tensión en el ambiente. Mis dudas habían molestado a algunos de los miembros del «IPRI»…

—Más adelante te hablaremos de la «dimensión» en que se mueven ellos. Y entenderás por qué los seres que viven en niveles superiores de inteligencia no pueden ser medidos en conceptos terrestres.

»Ellos pueden controlar lo que nosotros consideramos nuestro futuro porque ellos están fuera de la medida del tiempo.

Efectivamente, no comprendía. Y pedí que siguieran con su relato.

—… Bajo el monitor de «tiempo-espacio» había un cuadro de mandos. El «comandante» colocó su mano izquierda sobre el panel y la pantalla se iluminó con unas imágenes extrañas. Pero todo iba a ser detallado y explicado.

—¿Qué vieron?

—Eran imágenes de un desierto. Todo aparecía calcinado. Solitario.

»Y preguntamos mentalmente a “Antar Sherart” qué era aquello. El “comandante” se volvió hacia nosotros y respondió: »—Lo saben. Esto será la Tierra… »—¿Nuestro mundo? Pero ¿por qué?

»—Porque una destrucción total y despiadada se está gestando en el corazón del ser humano. Y ustedes mismos arruinarán su raza y su mundo. Y todo quedará demolido. Será como caminar por el desierto. No habrá ciudades ni campos. Todo será presa del egoísmo del hombre…

Otro de los miembros del «IPRI» señaló:

—Aquellas imágenes que iban surgiendo en el monitor me recordaron las tierras áridas y peladas del sur, donde sólo anidan los escorpiones…

»La “visión” del futuro de nuestro planeta nos afectó de tal forma que nadie quería hablar de ello cuando, minutos después, nos alejábamos de la nave en busca del resto del grupo. Nuestros corazones estaban entristecidos.

—Pero ¿cuándo será esa destrucción?

—El «comandante» y muchos «guías» nos explicaron a través de las comunicaciones que «ni siquiera queda tiempo para volverse a mirar». Que el hombre está preparando ya su autodestrucción, que todo se precipitará en un futuro inmediato…

—Pero ¿cuándo? —insistí.

—Ellos nos han dicho que en breves años se precipitarán los acontecimientos. Y la constante amenaza de una guerra atómica pasará de pronto a convertirse en un holocausto vertiginoso y sangriento.

»Todo ello, además, coincidirá con el paso del cometa Halley, que influirá decisivamente en el cambio de posición del eje de la Tierra. Y desaparecerán los actuales polos. Y nuestro planeta verá oscilar su eje, quedando perpendicular al plano de la órbita. Y eso traerá consigo nuevas convulsiones en el planeta.

»Pero el fin del mundo no es una fecha. El fin del mundo empezó hace tiempo. Y cada generación lo está acelerando con su egoísmo. Porque ése es el único causante de todos los problemas y desgracias del hombre. El egoísmo ha matado su fuerza espiritual. Ha destrozado sus ilusiones y ha aniquilado su propio poder mental. Y nos hemos convertido en seres portadores de vacío. Tan inútiles como malvados. Tan materialistas como ciegos. Tan limitados como terrenos.

Charlie Paz me extendió otra de sus comunicaciones. Y leí:

«El tiempo está cerca. Ustedes ya serán preparados. Su enseñanza será completada. Vuestros deseos serán colmados si son de bien…

»El principio del conocimiento será concretado.

»Ustedes no sólo serán ayuda a su pueblo. También serán paz de conciencia. Ustedes podrán permitir que la raza humana encuentre la salvación de la especie, la salvación de su espíritu y de su conocimiento. La hora les llegará pronto a todos».

Y al final, un nombre: «Godar».

—Al retomar a nuestras casas —concluyeron los miembros del «IPRI»— la «Misión RAMA» había adquirido toda su madurez en nuestros espíritus. Porque, al fin, habíamos comprendido para qué se nos necesitaba y por qué aquella prisa. La Tierra está amenazada de muerte. Y los seres del espacio lo saben. Por eso decidieron actuar.

—Pero ¿cómo? ¿Cómo están actuando? ¿Qué hacen realmente?

La pregunta tenía respuesta. Una respuesta tan sorprendente como concreta.