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LOS EVANGELISTAS, UNOS MEDIOCRES «REPORTEROS»

Después de diecisiete años en la fascinante profesión periodística, creo que he aprendido algo, al menos en lo que se refiere a la «técnica» —a la «mecánica»— de la búsqueda, elaboración y transmisión de las noticias. Me considero, sobre todo, un reportero. Un «impenitente» cazador de buenas y malas nuevas que —casi con seguridad— dejará la piel «tras la noticia»…

Y digo esto porque, en el «caso» que me ocupa ahora —este «gran reportaje» de Jesús de Nazaret—, leyendo y releyendo los Evangelios, uno intuye que «allí» faltan muchos datos…

En mi opinión —y excepción hecha de san Mateo—, los evangelistas no habrían hecho un papel excesivamente «brillante» en nuestros días como reporteros…

A veces me pregunto qué hubiera sucedido si un completo equipo de periodistas pudiera haber acompañado a Jesús de Nazaret, al menos, en sus tres últimos años de vida.

¿Cuántos detalles, anécdotas, noticias o matizaciones sobre el Nazareno se conservarían hoy?

Pero está claro que —por alguna razón que casi todos ignoramos—, a los periodistas —una vez más— nos dejaron fuera…

Y que conste que si algún día puedo llegar hasta Jesús, ésa será una de las primeras preguntas del largo «cuestionario» que le tengo preparado…

Aunque, en honor a la verdad, parece ser que el Nazareno «sabía lo que hacía». Ahí está ese «documento» único —el lienzo que se conserva en la ciudad de Turín— y que, como comentaba al principio, ha empezado a revelar a médicos, científicos y especialistas, infinidad de «noticias» que no conocíamos.

Una serie de datos que, sencillamente, me ha llenado de horror. Aunque estoy acostumbrado a ver cadáveres y a realizar reportajes e informaciones sobre todo tipo de calamidades, siniestros y mortandades, me ha sacudido el análisis de lo que ahora se nos muestra en relación con las torturas y muerte que sufrió Jesús. Y he sentido tanta aversión como espanto.

Veamos —a título de sumario— algunos de estos «detalles» que no aparecen en los Evangelios y que han quedado patentes en el mencionado lienzo:

1. Jesús de Nazaret fue azotado salvajemente, recibiendo golpes hasta en los testículos. Sólo la zona del corazón se salvó —intencionadamente— del castigo.

2. El Nazareno no fue clavado por las palmas de las manos, sino por las muñecas.

3. Por alguna razón que no sabemos, el clavo destinado a la muñeca derecha no entró bien y fue preciso desclavarlo y volverlo a clavar, en dos o tres intentos…

4. Por supuesto, Jesús de Nazaret no era cojo, tal y como se ha llegado a decir.

5. Hoy sabemos que Cristo medía 1,81 metros de estatura.

6. Esta gran corpulencia hizo todavía más penosa su agonía, al tener que sustentarse prácticamente en el clavo, o los clavos, que le atravesaron ambos pies.

7. La «corona» de espinas no era tal. Se trataba de un «casco» de espinas.

8. Le arrancaron, brutalmente, parte de la barba.

9. En el camino hasta el Gólgota, Jesús de Nazaret cargó un único madero sobre los hombros. Su peso era de unos 60 kilos.

10. Fue atado por uno de los tobillos al resto de los que iban a ser ajusticiados.

11. La lanza le perforó la parte derecha del corazón, aunque Jesús de Nazaret estaba ya muerto.

12. Sobre sus párpados —una vez muerto— fueron colocadas dos pequeñas monedas de bronce.