CAPÍTULO 7º
POBRE GINER
―¡Por todos los diablos! ¿Será posible que esa insoportable argentina sospeche algo de lo que realmente hacemos aquí? ―se pregunta Roberto Giner mientras pasea de un lado a otro de su moderno despacho de Director ejecutivo de la "Agencia Omega".
Se dispone a seguir paseando y hablando consigo mismo, cuando Miranda, su bellísima secretaria, entra en el despacho con un tablet de última generación en su mano derecha y una extraña mueca en su lindo semblante.
―¿Señor Giner? ―Dice dirigiéndose al hombre.
―¿Sí, Miranda?
―Una videoconferencia desde París para usted ―y diciendo esto, le pasa la tablet, donde puede verse la cara de un hombre ya entrado en años, y con el ceño fuertemente fruncido. Aidan Powers, el mandamás supremo de la "Agencia Omega".
Nada más ver la cara de su inmediato superior, unos sudores fríos comienzan a recorrer las anchas espaldas y el atractivo rostro de Giner.
*―¿Qué coño pasa con usted, Giner? ―Inquiere Powers dirigiéndose a su subordinado en tono hosco y evidentemente denigrante, mientras una cruel sonrisa curva sus finos y aristocráticos labios―. Por lo que sé, la Agente K sigue vivita y coleando, lo que sin duda no habla muy bien sobre usted ni sobre su supuesta reputación como asesino implacable―. Powers hace una leve pausa, que Giner aprovecha para secar su frente empapada en sudor, con un pañuelo de la más fina seda de casi mil euros.
Tras la pausa, el mandamás de la agencia secreta vuelve a la carga con más ahínco aún si cabe.
*―Dígame, Giner, y quiero que sea totalmente sincero en su respuesta, ya sabe lo que opino sobre los mentirosos. ¿Cree en serio que se gana los más de dos millones de euros que ingresamos cada mes en su cuenta corriente como pago a sus servicios?
*―Y-yo, señor... Le p-prometo que... ―Comienza a responder Giner con voz temblorosa y balbuceante.
Siendo interrumpido de inmediato por el bramido casi animal de Aidan Powers al gritarle:
*―¡NI PEROS NI HOSTIAS, GINER! ¡NO ES USTED MÁS QUE UN MALDITO INCOMPETENTE, INCAPAZ DE HACER NADA BIEN! No le pedimos otra cosa que acabar con una de sus agentes, y cuál no sería nuestra sorpresa al enterarnos que dicha agente sigue vivita y coleando, mientras usted sigue ahi tan pancho, rascándose las pelotas como si tal cosa.
*―Y-yo le prometo, Mister Powers que... ―Dice Giner con voz claramente suplicante, para ser de nuevo acalladp por otro grito de su inmediato superior.
*―¡USTED NO ESTÁ EN POSICIÓN DE PROMETER NADA, JODIDO INEPTO! ¿ME OYE? Soy yo el que le promete que, si en menos de una semana, y estoy siendo magnánimo, lo sé, la Agente K y toda su maldita familia y amigos no han sido eliminados, usted se ha de ver vigilando la cría de pingüinos en el Ártico. ¿LE HA QUEDADO CLARO?
*―¡C-claro como el agua, Mister Powers! ¡No volveré a fallarle, tiene mi palabra de honor! ―Responde Giner, mientras se deshace la columna vertebral ejecutando las más exageradas reverencias que uno pueda imaginar ante la imagen en el monitor de su computadora de ultimísima generación.
*―Así lo espero, Giner, así lo espero ―replica Aidan Powers con evidente desdén, antes de dar por concluida la conversación y dar por finalizada la videoconferencia.
Y pasan los segundos, y Roberto Giner comienza a ponerse rojo de ira mientras aguanta la respiración y aprieta los puños con tanta fuerza que llega a clavarse las cuidadas uñas en las palmas de las manos antes de, por fin, estallar hecho una furia, arrasando con todo lo que hay encima de su mesa escritorio de medio millón de euros, computador y teléfono de ultimísima generación incluidos.
―¡MALDITA FURCIA ARGENTINAAA! ―Brama mientras patea fuera de sí el teléfono con fuerza suficiente como para partirlo en dos―. ¡La pienso estrangular con mis propias manos!
Cinco minutos más tarde, y una vez ha conseguido apaciguar su ira, recoge lo mejor que puede los elementos caídos, y llama a la eficiente y bellísima Miranda para que compre otro teléfono que sustituya al roto.
Después, sale del despacho y se encamina con paso firme y rápido hacia los pisos inferiores de la base secreta de la "Agencia Omega" en busca de lo único que sabe conseguirá aplacar por completo su ira y su malhumor.
El escogido esta vez es un muchacho de raza negra, acusado de pertenecer a una peligrosa hermandad terrorista.