COPIA DE SEGURIDAD

A falta de otro nombre se llama Evelyn, tiene once o doce años y cayó en La Habana, la misma Habana del realismo, un día cualquiera de cualquier año del siglo xxi. Cuando ya nadie estaba para eso.

Cayó sola y desnudísima.

Como si fuera una niña.

Un lugar entre fragmentos.

Polvo.

Rasguños.

El pelo erizado de hojas secas y gajos de matas.

Sus manos sostenían, en una cartulina enrollada, la Tabla Periódica de los Elementos Químicos.

(Hay una versión corta. Esta es la versión larga de la Tabla Periódica de los Elementos Químicos: la que está en todas las escuelas desde Secundaria y favorece una interpretación electrónica.)

Terminó de ponerse en pie y miró alrededor, sacudiéndose el pelo y la piel. Evelyn sin alas. Posando para la foto: pomo infantil o prensa para adultos.

ENCUENTRAN IMPÚBER DE PROCEDENCIA DESCONOCIDA EN

Evelyn no sabía dónde estaba. Se acercó a una cerca metálica. Del otro lado había una calle estrecha y vacía. Pasó un niño vestido con uniforme de Primaria (les llaman «pioneros»), probablemente rumbo a la escuela.

Evelyn quiso vestirse.

Saltó la cerca.

Saltó sobre él.

Ella no recordaba haber matado antes (en ese momento no recordaba nada). Lo hizo, según me contó después, casi sin darse cuenta.

El niño no debió haber tenido tiempo para asustarse. Evelyn le pegó en la cabeza con un instrumento de la prehistoria: una piedra puntiaguda talla S, bien ajustada a su pequeña mano.

Evelyn le pegó y le siguió pegando, un poco abstraída y por vano impulso (repito: sin darse cuenta), hasta que el pedernal sacó chispas y agujereó el hueso del cráneo y el cerebro del niño se derramó sobre ella en una erupción de sangre caliente.

Ahora estaba desnuda y empapada, pero lo primero ya había sido resuelto.

Desvistió al niño. Examinó el cadáver desnudo con cierta curiosidad. Manoseó el diminuto pene. Era la primera vez que tocaba una deformidad semejante. Parecido al pipi de ella, pero hipertrofiado y sin hueco. Sintió asco. Decepcionada, comenzó a vestirse.

El calzoncillo le quedó apretado. Y le resultó difícil subirse el short. Encima de que el niño era más pequeño que ella, ya unas tímidas caderas y nalgas habían empezado a tomar decisiones propias. Las decisiones correctas.

Afortunadamente.

Se puso las medias, se puso un par de Reebok que sí le entraron bien, se puso la camisa y la pañoleta escolar. Luego desplegó la Tabla Periódica de los Elementos Químicos, en ese momento un espejo electrónico flexible, y se miró en el espejo.

Y se vio perfecta.

Monstruosa.

Un encanto a prueba de crímenes.

Una sonrisa en los labios rojos.

Echó a andar. Y los que la vieron andando La Habana ese día no vieron más que un pionero ensangrentado o sangriento. Y mientras tanto, lejos de allí, en otro lugar entre fragmentos (un lugar llamado V) se empezó a escribir una serie (no confundir con una saga: no es el tipo de cosas que se escriben en V) que la tomaba a ella como punto de partida. A ella o a algún otro Evento Evelyn, evelyn-like. No tiene importancia. Es una escritura que no tiene relación con esta historia.

Porque esta historia no existe.

Termina y se borra aquí.

No hay copia de seguridad.