Sólo retomaba un mito según el cual una sociedad iniciática
digna de este nombre se confunde con el propio orden del universo.
Por ello algunos hermanos podían afirmar, sin desorden mental
alguno, que la masonería estaba ya viva antes de la creación de la
tierra y se encontraba distribuida por el cosmos.
No olvidemos, por otra parte, que los rituales comparan la
logia con el universo y que los iniciados trabajaban bajo la bóveda
cósmica y en presencia del sol y de la luna.
Los antiguos textos masónicos, que datan de la época en que
los masones tenían todavía, como tarea principal, crear edificios,
se preocupan por establecer una genealogía mítica. Dios, dicen, fue
el primer masón puesto que creó la luz. Nombró al arcángel san
Miguel como primer gran maestro de la primera gran logia. Adán fue
el primer hombre iniciado. Fiel a las instrucciones de Dios, creó
una logia con sus hijos y juntos trabajaron por la expansión de la
orden. En sus Constituciones, Anderson precisa: «Adán, nuestro
primer padre, creado a imagen de Dios, el Gran Arquitecto del
universo, debió de tener las ciencias liberales, especialmente la
geometría, escritas en su corazón».
Así, la masonería quería probar que conservaba el recuerdo
del origen de todo y que la institución iniciática era de origen no
humano. Como escribe el hermano autor de un documento titulado Los
auténticos Hijos de la Luz, «no vivimos en el tiempo histórico,
profano, sino en el tiempo sagrado». Adán, en la perspectiva
masónica, no es el hombre caído y el pecador sino, más bien, el
antepasado iniciado que dio forma a la tradición esotérica y la
transmitió a las generaciones futuras.
Todos los grandes personajes de la antigüedad fueron miembros
de la orden: Solón el legislador, el profeta Moisés, el matemático
Tales, el geómetra Pitágoras, el mago Zoroastro. Quienes crearon o
propagaron una enseñanza iniciática sólo podían ser masones, puesto
que Dios había fundado la masonería para que en ella se reunieran
los sabios.
Estos sabios tenían un punto en común: el conocimiento de la
geometría, arte supremo que nos enseña a medir y a construir. Es
indispensable para todas las clases de la sociedad, tanto para los
mercaderes como para los maestros de obra. Por la voz de la
geometría el Gran Arquitecto se expresa y revela sus
secretos.
El principal sucesor de Adán fue Lamech, cuyo nombre hebreo
significa «fuerza». Encontramos aquí una analogía con los tres
pilares del templo masónico; el primero es el pilar Sabiduría, el
segundo el pilar Fuerza, el tercero el pilar Belleza. Tras el
tiempo de la Sabiduría, inaugurado por Dios, llegó el de la Fuerza
confiado a Lamech.
Los hijos de Lamech hicieron prodigiosos descubrimientos
gracias a la iniciación masónica. Jabal creó una geometría muy
avanzada y la música, Tubalcain la alquimia y el arte de forjar.
Por lo que a su hermana se refiere, organizó ritos iniciáticos
femeninos a partir del tejido.
Pero la humanidad comenzaba a olvidar la voluntad de Dios y a
extraviarse en la ignorancia. Los hijos de Lamech, previendo una
catástrofe, inscribieron los resultados de sus descubrimientos en
dos grandes columnas de piedra.
Llegó entonces el diluvio que sumergió a los impíos. Las dos
columnas, sin embargo, escaparon a la destrucción. Cuando la cólera
divina se hubo apaciguado, un tal Hermes o Hermonan las encontró;
comprendiendo la importancia de las revelaciones inscritas en la
piedra, decidió transmitirlas a los hombres capaces de hacerlas
revivir.
Hermes reconstruyó logias en Babilonia, donde adoptó el
nombre de Nemrod. Edificó, con la ayuda de los nuevos masones,
palacios, torres y templos. Trabajó también en Nínive y mandó a
treinta hermanos a Oriente, para que el esoterismo masónico fuera
conocido por toda la tierra.
Nemrod enseñó a los masones los signos y los tocamientos
rituales que les permitirían reconocerse entre sí en no importa qué
país. Les recomendó que se amaran los unos a los otros, que
evitaran cualquier querella y que veneraran a sus maestros que
poseyeran los secretos del arte.
Cuando Nemrod murió, Dios lo transformó en estrella y le
colocó en los cielos; levantando los ojos hacia la bóveda cósmica,
los hermanos podrían orientar sus pasos guiándose por la estrella
de Nemrod.
Abraham, tras haber recibido la investidura masónica, enseñó
las ciencias secretas a los egipcios, Euclides fue su discípulo y
le sucedió, desplegando una intensa actividad: construcción de
templos, de claustros, de puentes.
Euclides recomendó a los hermanos que mantuvieran las leyes
divinas escritas en sus corazones y eligieran a sus futuros
maestros en función de su sabiduría. Nunca, decía Euclides,
elegiréis como maestro a un hombre que no esté iniciado en el arte
de construir o que carezca de inteligencia; no seáis esclavos de
los sentimientos, ni de la fortuna, ni del nacimiento. Permaneced
fieles al rey de vuestro país y preservad eternamente el sagrado
nombre de «hermano».
Casi todos los masones del mundo se reunieron en Jerusalén
para construir un gran templo. terminado el trabajo, se
distribuyeron por los cuatro continentes y difundieron los
principios de la masonería en Oriente y Occidente.
Algunos acontecimientos históricos se ocultan, tal vez, tras
esos relatos mitológicos; es muy difícil identificarlos pero lo
importante sigue siendo la filiación simbólica que la antigua
masonería consideraba esencial.
Los masones "modernos», en su gran mayoría, consideran
ridícula esta mitología. Como escribía el hermano Lantoine, «el
error de la mayoría de los escritores masónicos consiste en la
preocupación que sintieron y en el intento que hicieren) de
fundamentar la historia de la institución en su simbolismo». Los
trabajos mas recientes, por el contrario, muestran que la evolución
de la masonería esta íntimamente ligada a la mayor o menor
comprensión del simbolismo del que es depositaría. Como Jean Palou,
consideramos que la parte mas interesante de las viejas
Constituciones es. precisamente, la leyenda que acabamos de contar;
mucho mas que los textos legislativos, preserva un espíritu
esotérico que es la sustancia viva de la
masonería.
En el manuscrito Dumfries nº 4, que data de 1710, leemos este
significativo dialogo entre dos hermanos:
Pregunta: ¿Donde está, la llave de
nuestra logia? Respuesta: En una caja de huesos cubierta de rugoso
pelo. Pregunta: Decid las características de esa caja. Respuesta:
Mi cabeza es la caja, mis dientes son los huesos, mis cabellos es
el pelo
Esta caja misteriosa, donde se ocultan los secretos de la
masonería, es el propio hombre. No el hombre profano. sino el
iniciado que escapa de la inmovilidad de la muerte. La mitología
masónica es. pues, una enseñanza simbólica y no una rigurosa
construcción histórica, Por eso, en los antiguos textos se
encuentra con frecuencia la referencia a un manuscrito que data de
los orígenes del mundo. Contiene el secreto del arte real, obras
inmortales realizadas por los grandes maestros.
Naturalmente, nadie sabe en qué país se conserva ese
manuscrito y sólo los masones que han avanzado mucho por la vía
iniciatica son capaces de leerlos. Los orígenes míticos de la
masonería no son desdeñables, puesto que sitúan el nacimiento de la
orden en la más alta antigüedad. Nos limitaremos a este bosquejo
que
recordar algunos detalles
sorprendentes
y pediremos
3
UNA GRAN LOGIA EN EL ANTIGUO
EGIPTO