La palabra final

Resultaría extremadamente presuntuosa la pretensión de ofrecer una palabra final. Pero creo que hemos recorrido un itinerario en el que los términos se han metabolizado entre sí —la muerte, lo fatal, lo femenino, la simulación— siguiendo una especie de espiral. No hemos avanzado ni un solo paso en acercarnos a una finalidad eventual. Nos hemos limitado a recorrer un determinado número de paradigmas que sólo terminarán en el momento de su metamorfosis. Pues si los conceptos mueren, mueren de manera óptima, si vale la expresión, al pasar de una forma a otra, lo que sigue siendo la mejor manera de pensar. Por tanto, no hay final, no hay conclusión. En mi opinión, un pensamiento es radical en la medida en que no pretende demostrarse a sí mismo, comprobarse en una determinada realidad. Eso no significa que niegue su existencia, que sea indiferente a su impacto, sino que depende en lo esencial de mantenerse como elemento de un juego cuyas reglas conoce. El único punto fijo es lo inefable, el hecho de que permanecerá, y todo el trabajo del pensamiento tiene por objetivo preservarle.

Pero la presencia inalienable de lo inefable no me lleva a un pensamiento ajeno a la situación, que sólo está relacionado con la especulación abstracta y con la manipulación de ideas surgidas de la historia de la filosofía. Intento desprenderme de un pensamiento referencial y finalista para proseguir un juego propio de un pensamiento consciente de que algo diferente lo piensa. Por ese motivo siempre he estado bastante cerca de la actualidad, menos en términos sociológicos o políticos que para medir el ángulo de incidencia sobre ella de un mundo paralelo con el cual se establece una perpetua confrontación.

El pensamiento tiene que desempeñar un papel catastrófico, ser él mismo un elemento de catástrofe y de provocación en un mundo que se empeña en depurarlo todo, exterminar la muerte y la negatividad. Pero al mismo tiempo tiene que seguir siendo humanista, preocupándose por lo humano, y recuperar para ello la reversibilidad del bien y el mal, de lo humano y lo inhumano.