Capítulo 18
Cuando despertó, Dana tenía una pistola apoyada en la cabeza. El cañón se sentía frío y suave y la firme presión con que le apretaba la frente le indicó que quien fuera que le apuntaba no estaba bromeando. El intenso olor acre de una cápsula de amonio le hizo picar la nariz y explicaba por qué había despertado repentinamente y en estado de alerta.
- Levántese -le susurró una voz- y átele las manos a Bradley.
Mientras intentaba levantarse, la persona le arrojó una soga sobre la falda sin aflojar la presión de la pistola sobre la sien.
- Nada de trucos. Su vida no me importa un comino. Ni la de él. Lo único que me interesa es el niño. Si coopera, seguirá con vida. Si trata de hacer algo, los mataré a los dos. Y, de todos modos, me llevaré a su hijo. -¿Quién eres? ¿Por qué estás haciendo esto? -Dana hacía las preguntas mientras ataba las manos de Caine que estaba tirado a los pies de la cama. No sabía si había caído o lo habían empujado. Sin que la persona la viera, intentó despertarlo de una sacudida, pero una mano apareció de repente en la oscuridad y la tomó de la muñeca.
- Déjese de rodeos y átelo más fuerte. No se le ocurra dejarlas flojas, señora Markham porque se las verá conmigo.
Dana tiró de la soga y apretó el lazo hasta que las muñecas de Caine estuvieran bien juntas. La voz le resultaba familiar. Aunque hablaba bajo, estaba segura de que era una voz femenina. En la oscuridad de la habitación, la silueta de la mujer era como una sombra informe, aun bajo la luz parpadeante que se filtraba a través de las cortinas, que ahora estaban parcialmente abiertas.
- Ahora tírese al piso entre las dos camas y ponga las manos atrás. Tengo una soga reservada para usted.
Dana no sabía si eran las palabras que utilizó, o la inflexión de su voz, las que le dieron la pauta de quién podía ser esta mujer. «¡La agente Booth!»
- Muy bien -dijo la mujer.
- Todo el mundo te cree muerta.
- Lo sé. Walker me enseñó muy bien cómo hacerlo.
Dana carraspeó. Entonces era Booth la que había estado filtrando la información.
- Per… pero, si has estado desaparecida varios días, ¿cómo hiciste para…? -preguntó Dana.
- Interfiriendo los teléfonos celulares de Tervain y de Sears y acoplándolos con un sintonizador de frecuencias. Cuando Tervain recibió la llamada de ustedes, no fue muy difícil rastrearlos. Yo sabía que se comunicarían con él, tarde o temprano. Me complicaron un poco las cosas quedándose aquí, porque los esperaba en la casa de la montaña. Encima pinché un neumático, así que voy con mucho retraso.
Booth le rodeó las manos con un lazo y tiró fuerte de la soga hasta que casi se hundió en la carne de las muñecas. -¿Por qué haces esto? -preguntó Dana, que no podía imaginar la respuesta. -¿Qué es lo que quieres saber? ¿Por qué no los maté todavía?
- Eso también.
- Caine me salvó la vida hace años. Yo no sabía que él se había infiltrado en las filas de Donovan ni tuve nada que ver con que lo descubrieran. Es más, nunca estuve en la casa de Donovan, así que nunca lo vi ni supe de él. Donovan y yo nos encontrábamos en otros lugares. -Cada vez que nombraba a su ex marido, el tono de voz de la agente se volvía sugerente y femenino. Dana no necesitó que le dijera nada más para comprender perfectamente lo que sucedía-. Es un tipo increíble -remató Booth.
- Es un asesino -le refutó Dana, de plano-. Más te vale que me escuches, Booth. Todavía no has traspasado los límites porque no has matado a nadie. No permitas que Donovan te convierta en una asesina.
- Él no me está convirtiendo en nada de lo que yo no haya estado convencida antes. -Ahora su voz tenía un cierto tinte de burla-. Esto no lo hago sólo por él sino también por mí. Donovan está desesperado por recuperar a su hijo y no dejará de buscarlo hasta que lo haya logrado. Él no tiene ni idea del trabajo que dan estos mocosos. Al fin y al cabo, usted ya le ahorró el trabajo de criarlo… hasta ahora. Mi hermana tuvo que criar a mi sobrino por su cuenta. Yo sé lo que es eso. Cuando tenga al niño en su poder, se olvidará de su obsesión y lo tendré todo para mí.
- Entonces, ¿por qué…?
- El único motivo por el que no la mato es por compasión, señora Markham.
Mi vida con él recién comienza. Yo sólo tengo que llevarle a su hijo. Es todo lo que quiere. Su único deseo. Él tiene dinero y poder, pero su hijo lo obsesiona. Sueña con él. Lo echa mucho de menos, aunque le parezca mentira. Cuando se lo entregue, lo tendré todo para mí. Yo me convertiré en su mujer, o lo más parecido a una esposa que él me permita ser -dijo, con moderado humor. Parecía tener todo muy claro-.
Sé muy bien quién es y lo que ha hecho.
Dana recordó la teoría de Caine acerca de que Donovan estaba obsesionado con ella. Un amor retorcido que sólo acabaría el día en que él muriera. Ese sentimiento posesivo y malicioso lo llevaba a preferirla muerta que en manos de otro hombre.
Booth parecía no ignorarlo y aun así quería a Donovan para ella.
Con un último tirón de la soga, Booth terminó de maniatar a Dana, se paró frente a ella y se agachó para mirarla directamente a los ojos.
- La diferencia entre usted y yo es que, a pesar de estar enamorada de él, no me he vuelto estúpida ni ingenua ni ciega. Sé que tiene muchos defectos y que es un tipo arrogante, pero igual lo quiero. Él reúne todo lo que debe tener un hombre para mí, no sólo en la cama sino fuera de ella también.
- Te aseguro que has firmado tu sentencia de muerte.
Booth sonrió, pero su alegría estaba teñida con una pizca de histeria.
- Yo ya estoy muerta, ¿recuerda?
- No es de nosotros de quien debes cuidarte. Todavía estás a tiempo de reconsiderarlo y hacer algo bueno de todo esto. Walker es una amenaza para ti. Él te va a matar en el mismo instante en que le entregues a Xavier. Él tiene su propia versión de matar al mensajero. No sigas adelante con esto, Booth.
- Es a usted quien quiere ver muerta, no a mí. -¿Y tu vas a matarme porque Donovan te lo pide? ¿Te vas a convertir en asesina para hacerle un favor? -¡Oh, no! -dijo Booth, mientras le daba un brutal tirón a las ataduras de Caine para cerciorarse de que estaban firmes. Luego, miró a Dana y sonrió. Sin embargo, aun en medio de las sombras, se notaba que debajo de tanta bravuconada había una cierta sensación de desánimo-. Él no ha perdido los estribos porque usted sigue viva. Usted lo sabe, ¿no es cierto? Es como si estuviera caminando por la cornisa. Si usted muere, él va a caerse por el precipicio. Donovan sólo cree que la quiere muerta, pero en el fondo no lo desea. No realmente.
Booth empujó a Caine con el pie para ver si estaba despierto. Él pareció reaccionar apenas un instante, pero no logró recobrar plenamente la conciencia. Eso le bastó, aparentemente, porque se volvió hacia el niño que dormía plácido en la cama. Con delicadeza, Booth le ató las manos por delante.
- Ten cuidado, Booth, que está lastimado. Tiene un corte en el antebrazo. -¿Qué le pasó?
- Un accidente. Se cayó mientras jugaba en el parque. Necesita sus antibióticos y que le cambien el vendaje cada tanto.
- A Donovan no le va a gustar nada esto -murmuró la mujer, cuidándose de no lastimar más al niño mientras intentaba moverlo. La tarea era más sencilla de lo que parecía porque Xavier se había quedado dormido con la ropa puesta. No tendría que lidiar con su pijama. Disimuladamente, Dana intentó aflojar las ataduras, mientras Booth buscaba el bolso de Xavier entre los bultos del piso. Cuando lo encontró, guardó los zapatos del niño y se lo echó al hombro.
Dana no quitaba los ojos de Xavier esperando que despertara. Cuando Booth apareció silenciosamente a su lado, ella casi se muere del susto.
- Abra la boca -le ordenó, mientras se agachaba para amordazarla. -¿Qué…? -comenzó a decir Dana pero Booth ahogó sus palabras introduciéndole un pañuelo en la boca, que ató con un nudo firme detrás de la nuca.
Maniatada y amordazada, Dana gritó en silencio mientras Booth levantaba cuidadosamente a Xavier, quejándose por lo pesado que era. Entonces, abrió la puerta con el pie y salió de la habitación con el niño todavía dormido en sus brazos.
Dana trataba de controlar el llanto pero, cuando oyó a Shadow ladrando como loco, sus sollozos se volvieron más audibles. Seguramente había detectado a su joven dueño en brazos de la mujer. La desazón se volvió casi intolerable cuando los furiosos ladridos del perro fueron momentáneamente ahogados por el ruido de un auto que arrancaba y se alejaba del lugar. Cuando el sonido del motor desapareció a la distancia, el lugar recobró el típico silencio nocturno de las zonas rurales, sólo interrumpido de tanto en tanto por el ladrido de los perros o el ulular de los búhos.
Encorvada en el piso, Dana le pidió a Dios que la ayudara a evadirse de la realidad. ¿Cómo habían llegado a esa instancia? Su pequeño hijo…
Entonces, el silencio fue interrumpido por un suspiro apenas audible. ¿Habría sido Caine? ¡Oh, Dios! ¿Y qué si estaba muerto? ¿Y si por casualidad fuera alérgico al gas que había usado Booth? Tal vez sólo estaba descompuesto o asfixiado. Si estuviera muerto y Xavier secuestrado, se volvería loca. Total y absolutamente loca.
Luchó denodadamente para deshacer los nudos hasta que los dedos le quedaron en carne viva y las manos y los brazos acalambrados por la presión de las sogas. Caine se dio vuelta una vez pero, por mucho que se esforzó, los ruidos de su garganta fueron demasiado débiles para despertarlo.
Aunque las ataduras de los tobillos eran tan firmes como las de las manos, Dana logró rodar hasta el borde de la cama con ayuda de los codos. Con un esfuerzo más, se sentó derecha y avanzó con las nalgas hasta el extremo de la cama. Bajo la pizca de luz que iluminaba la habitación, observó atentamente el torso de Caine para ver si respiraba.
Gracias a Dios estaba vivo. Mientras intentaba ponerse de pie, inclinó su cuerpo sobre el televisor y recorrió a tientas los botones con la esperanza de encontrar el botón de encendido, para que la luz de la pantalla iluminara un poco mejor la habitación.
Cuando por fin se encendió, los colores de la pantalla inundaron el ambiente.
Estaban transmitiendo un torneo de póquer. Sin querer, había activado el botón de silencio, pero al menos tenía la luz. La ostentación y el glamour de detrás de la pantalla contrastaban penosamente con la ruinosa escena que tenían enfrente.
Caine estaba tirado en el piso, inconsciente, maniatado y amordazado. Dana no estaba inconsciente pero, excepto por eso, su situación no era mucho mejor.
Recorrió con la vista todos los rincones de la habitación a ver si encontraba algo filoso con lo que cortar las sogas. Booth había arrancado la ficha del teléfono de la pared, así que estaban incomunicados. En la oscuridad reinante no podía ubicar su bolso de cuero negro. No recordaba a dónde lo había dejado. Ella siempre llevaba consigo un cuchillo de caza, pero estaba con el resto del equipaje en el baúl de la camioneta.
De repente, le pareció recordar que Caine llevaba uno de esos cuchillos sujeto a la pierna. Al salir de la ducha el día anterior, lo había observado atentamente mientras manipulaba la cinta adhesiva.
Dana se dejó caer muy despacio hasta quedar arrodillada en el piso. Luego,
«caminó» sobre las rodillas dando pequeños pasitos porque las ataduras de los tobillos le impedían andar más rápido. Le llevó una eternidad llegar hasta donde yacía Caine. Pero el calor de su cuerpo le transmitió la fuerza que necesitaba para no darse por vencida. Mientras se desplazaba apoyada sobre el costado de su torso, percibió una tenue sacudida.
Ella trató de hablarle para ver si la escuchaba, pero sólo fue capaz de articular unos gruñidos incoherentes. Entonces le pareció ver un tic nervioso en sus párpados, aunque no abrió los ojos en ningún momento. Continuó haciendo ruidos con la garganta mientras se deslizaba a lo largo de sus piernas. Al llegar a los pies, giró sobre sí misma para que sus manos quedaran a la altura del dobladillo del pantalón.
Como eran nuevos, la tela estaba demasiado tiesa y le raspaba las manos que estaban hinchadas.
La mordaza no impidió que lanzara unas cuantas palabrotas, aunque inteligibles. -¡Ah! -se felicitó Dana triunfal, cuando sus dedos tocaron la funda de cuero del cuchillo. Tomó la media por el borde y la bajó un poco para poder manipular la hebilla con más facilidad. A ciegas, tiró de la presilla de cuero hacia atrás. Era para volverse loca, de verdad.
La mordaza no impidió que siguiera dándose coraje. Tenía la garganta seca y dolorida de tanto forzar sus cuerdas vocales. Lágrimas de impotencia le brotaban de los ojos y caían por las mejillas. Los dedos se le habían vuelto torpes debido a la ansiedad y hacían que sus esfuerzos parecieran todavía más inútiles.
De repente, Caine hizo un extraño ruido que estremeció el silencio de la habitación. Ella tomó fuerzas y comenzó a golpearlo con la cadera y a gritarle cosas incomprensibles para hacerlo despertar. Y no cejó hasta que lo oyó toser y dar unas cuentas arcadas. Seguramente Booth le había apretado tanto la mordaza que no podía controlar las náuseas. -¿Kgj cagaj fafooo? -chapuceó Caine.
Dana supuso que quería preguntarle «qué c… había pasado». Ella también se lo preguntaba.
Entonces, volvió a golpearlo, pero esta vez con más fuerza. Al ver que no le contestaba, se dio vuelta para mirarlo. Caine tenía la mordaza apretada entre los dientes y mordía la tela denodadamente para desgastarla. Ella escuchaba el inconfundible sonido de la tela al rasgarse. Con otro pequeño esfuerzo, partió la mordaza en dos y escupió unos pedacitos de tela negra en el piso. -¿Estás bien? -le preguntó él, después de tomar unas cuantas bocanadas de aire. Su cabeza seguía apoyada en el piso.
- Caaa… -¿Xavier?
Dana dejó escapar un sollozo en señal de afirmación. -¡Oh, Dios! No estará muerto, ¿no?
- Nnnn -alcanzó a decir Dana, moviendo la cabeza de un lado a otro para enfatizar sus palabras. -¿Se lo llevaron?
- Buuuuuuuuf. -¿Booth?
Caine rugió el nombre de la agente, mientras luchaba por zafar las manos y los pies de las ataduras. Sus contoneos hicieron que ella perdiera el equilibrio y cayera sobre él.
- Maldita desgraciada. La rep… que los parió a todos, a Booth, a Walker, a Tervain, al FBI y al gerente del hotel. -De los insultos no se salvó ninguno. Ni siquiera él, porque se sentía culpable de haberse quedado en el hotel y no haber seguido viaje hacia un lugar más seguro.
Shadow oyó su voz y se puso a ladrar. Dana pensó que nadie lo oiría, porque la camioneta estaba estacionada demasiado lejos de la recepción y de las habitaciones del frente. Caine debió de haber pensado lo mismo porque no hizo ningún intento de gritar.
- Al menos alguien vendrá a buscarnos cuando vean que no aparecemos por la casa del lago -murmuró él, mientras seguía tratando de deshacer los nudos.
Ella quería decirle que los agentes de la casa del lago debían de estar muertos para entonces. Booth le había confesado que venía de allí y, en realidad, nunca negó que hubiera asesinado a alguien. Lo que dijo es que no iba a matarlos ni a ella ni a Caine. No esta vez, por lo menos.
Pensando en la forma en que se había comportado, en la tranquilidad con la que conversaba mientras los estaba atando y en la falta de escrúpulos con la que había secuestrado al hijo de otra mujer, Dana se convenció de que Booth no lo dudaría la próxima vez. -¿Puedes agarrar mi cuchillo? Booth me ató como si fuera un becerro y me trabó las piernas con la silla del escritorio. No puedo darme vuelta ni liberarme a menos que arranque el escritorio de la pared. Y no tengo espacio suficiente para hacer palanca con las piernas.
- Keae teto -gruñó Dana. -¿Qué me quede quieto?
Ella le dijo que sí con la cabeza. Yendo sobre las nalgas, volvió a la posición anterior y reanudó la búsqueda del cuchillo. Tanteando con las puntas de los dedos, encontró las tiras de cinta adhesiva con las que se lo había atado a la pierna. Tuvo suerte de que la pierna del pantalón no hubiera quedado apretada debajo de las sogas. Lo tomaría como una pequeña muestra del destino, por la que estaba sumamente agradecida. Una de las tiras se soltó en el forcejeo.
- Me parece que se aflojó. La otra tira te va a costar más trabajo -le dijo Caine con voz ronca. Seguía respirando hondo para ver si la humedad del aire lubricaba su garganta-. Está más arriba. No te va a ser fácil subir el pantalón.
- Ya yee…
- Imagino que lo sabes. Un poco más arriba -le iba diciendo Caine, para guiarla hacia la hebilla. El proceso era lento y frustrante-. Ya la tienes. Ahora tienes que tirar de la correa hacia atrás, lo más fuerte que puedas. ¿Crees que podrás?
En su afán, Dana se olvidó del dolor de las manos y, tanteando con la punta de los dedos, no se detuvo hasta sacar el cuchillo de su funda.
- Está muy afilado. Ten cuidado.
Haciendo caso de su advertencia, lo mantuvo aferrado por el mango y lo deslizó hacia abajo con mucho cuidado, tratando de mantener el filo alejado de sus manos.
- Bien -dijo él-. Ahora me voy a mover un poco de costado para ver dónde está el cuchillo, así puedo decirte cómo cortar la soga de tus manos. ¿Entiendes? Bien.
Agarra el cuchillo bien fuerte. ¿Lo tienes?
- Sheee.
- Inclínalo noventa grados.
La operación demoró unos minutos que parecieron interminables. Cuando por fin terminó de cortar las sogas de sus manos, esperó a que la sangre volviera a circular normalmente por sus venas y en apenas segundos logró liberarlo a él también.
Después de desanudar la mordaza de su boca, corrió hasta el baño y tomó agua directamente del grifo, sin detenerse siquiera a respirar. El contacto con el líquido fue un alivio para su garganta reseca.
Al salir del baño, ella tomó sus zapatos mientras él buscaba su teléfono celular.
Le sorprendió que estuviera debajo de la cama. -¿Tienes idea de por qué no se lo llevó?
- Supongo que no lo encontró. Probablemente, al no verlo sobre la mesilla, pensó que estaría en el auto.
- Y no quiso arriesgarse a que Shadow la mordiera.
- Seguro.
- Tampoco registró nuestras ropas. Podría haberse llevado las armas y el dinero. ¿Por qué no lo hizo?
Cuando terminó de ponerse los zapatos, Dana tomó la correa de Shadow y se dirigió hacia la puerta.
- Ella tiene sus propias armas. No se le habrá ocurrido que podríamos liberarnos antes del mediodía y mucho menos que iríamos tras de ella tan pronto.
Además, si se las hubiera llevado, habría tenido que tomarse el trabajo de deshacerse de ellas. Así, si el FBI o la policía los encuentran antes de reunirse con Donovan, puede alegar que rescató al niño de sus manos; pero, si tiene nuestras armas en su poder, no tendrá forma de justificarlo.
- Yo me inclino por la última explicación -dijo Dana, mientras abría la puerta.
Él la tomó del brazo y la tiró hacia adentro antes de que pudiera dar un paso. -¿Adónde diablos crees que vas?
- A buscar a Shadow. Él puede guiarnos hasta donde Booth estacionó el auto y quizás encuentre alguna pista de hacia dónde salió.
- Pero no puedes salir así sin más, sin fijarte si hay alguien afuera. Ella podría haber dejado un francotirador. -¡Por Dios, Caine! Si hubiera querido matarnos, ya estaríamos muertos.
Sacó su arma de la funda, caminó rápidamente hasta el auto, ató al perro con la correa y le acercó su camisa para que la oliera, a ver si encontraba el rastro de Booth.
- Encuéntrala, Shadow. Encuentra a Xavier.
Así, sin más, le estaba dando la orden de rastrearlos. El perro comenzó a ladrar y se largó a correr por la plaza de estacionamiento. Dana corrió detrás de él. Entre la maleza que bordeaba la propiedad, distinguió un sendero que llegaba hasta el área de esparcimiento y, desde allí, hasta un puesto de helados que estaba cerrado hasta el verano. Al llegar a la zona más apartada del terreno, Shadow perdió el rastro.
Entonces, pegó el hocico al piso de grava y recorrió la zona de arriba abajo gimiendo con desesperación. Finalmente, se sentó en un espacio equidistante de los dos postes de luz más cercanos, que no estaba demasiado iluminado ni demasiado oscuro, de modo que una persona podía hacer allí lo que quisiera sin que nadie lo notara.
Con la ayuda de una linterna, Dana examinó el terreno y encontró una huella profunda sobre la grava. Mientras seguía el rastro hacia la ruta, Dana deseó que hubiera alguna señal que le indicara si Booth había girado hacia la izquierda o hacia la derecha.
«Gracias, Dios», se dijo cuando vio las marcas de los neumáticos que entraban y salían del estacionamiento. Había una huella marrón rojizo que cruzaba del otro lado de la carretera y se dirigía hacia el sur. Por suerte, estaba intacta. El barro húmedo y pegajoso estaba mezclado con los pequeños guijarros del camino de grava. Tenía que ser una huella reciente porque, si algún vehículo le hubiera pasado por encima, la habría borrado y los parches de tierra pegajosa y los guijarros estarían esparcidos por todas partes. Dana asumió que pertenecía al auto de Booth.
Gracias a Dios por ese barro rojizo, espeso y pegajoso.
Dana corrió de regreso hasta la camioneta. Sin perder tiempo, subió a Shadow al vehículo y se sentó en el asiento del conductor y le contó lo que había encontrado.
Con un gruñido de protesta, Caine se acomodó en el asiento del acompañante y le entregó sus llaves y su teléfono celular. -¿Qué pasa? -preguntó Dana-. ¿Hay algún problema?
- Son las drogas. Pero ya se me pasará. Tú concéntrate en el manejo.
Mientras abandonaban el hotel, Dana lo acribilló a preguntas. -¿Hablaste con Tervain? ¿Los otros agentes están bien? ¿Tiene alguna idea de hacia dónde se dirige Booth?
- Sí, no y no. -¡Dios mío! No me digas que Booth mató a los otros agentes.
- No. Los durmió con sustancias químicas, igual que hizo con nosotros.
Cuando hablé con Tervain, recién llegaba de Washington y estaba hablando con ellos y relevándolos de la misión. -¿No los va a enviar a ayudarnos?
- No hay mucho que pueda hacer por nosotros por ahora. Los cinco agentes están muy afectados por las drogas de Booth. Uno de ellos está bastante grave. Otro tiene conmoción cerebral. Y, además… -¿Qué más?
- Me ordenó que no hiciéramos nada hasta que él se pusiera en contacto con nosotros. -¿Es una broma?
- No.
- Idiotas.
- Tervain tiene razón, Dana -dijo Caine, antes de que le diera un ataque de tos que lo dobló en dos-. Maldita sea, cómo duele -dijo con voz ronca y se hundió en el asiento-. Si ella no me pateó en las costillas, debo de haberme golpeado con algo duro al caer.
- Quizá seas alérgico a la droga y tus pulmones están reaccionando tardíamente.
- Es posible. Volvamos al asunto -sugirió Caine. Se tomó del costado mientras aspiraba el aire en pequeñas cantidades-. No podemos estar seguros de que esté yendo hacia el sur, ni de que no haya abandonado la autopista en algún lugar, sólo para despistarnos, y que luego la haya retomado para regresar a Washington. Puede estar yendo hacia el oeste por la 77 o la 81 hasta Knoxville.
- Ya lo sé, Caine. Pero no podemos quedarnos sin hacer nada. En este momento, nos lleva menos de dos horas de ventaja. Si estamos en la pista correcta, tal vez una hora apenas. Si Xavier está despierto, puede darnos alguna una señal, algo que pueda guiarnos hacia él. Quiero estar lo más cerca que pueda, por si acaso.
- Dana, Xavier es un niño, que además está bajo el efecto de las drogas y probablemente muerto de miedo. Es absurdo suponer que puede…
- Tú que sabes -le ladró Dana, ahogada por la rabia que iba in crescendo -. No estoy haciendo conjeturas, Caine. Sé que él es capaz de manejar la situación porque lo conozco. Es mi hijo. Es un niño muy inteligente y está perfectamente consciente de lo que se juega aquí. Él sabía tan bien como yo que Donovan intentaría llevárselo. Si puede… si encuentra la oportunidad, estoy segura de que va a dejarnos alguna señal para que lo encontremos.
- Pero Dana. Está en pijama, descalzo…
- No está en pijama porque durmió con la ropa puesta. Además, tiene el teléfono celular. Si no está en alguno de sus bolsillos, debe de estar enganchado con el iPod. El iPod está en su mochila y ella la agarró antes de salir. Si puede hacerse con el teléfono, va a llamarnos o a enviarnos un mensaje de texto. Hasta puede mandarme fotos de donde se encuentran a mi teléfono celular. Él sabe con qué herramientas cuenta, Caine. -Mientras hablaba, golpeaba el volante con el puño-.
Él sabe que la posibilidad de ponerse en contacto con nosotros antes de caer en las garras de Donovan es pequeñísima.
- Dame tu teléfono. -¿Qué?
- Tu teléfono. Deja que yo lo tenga así voy revisándolo cada tanto para ver si entra alguna llamada o algún mensaje.
Ella se lo alcanzó sin sacar los ojos de la carretera que estaba bastante oscura. En el horizonte no se veía nada, ni personas, ni vehículos ni movimiento alguno. Las estrellas se ocultaban detrás de las nubes. En las casas que iban dejando atrás no había ninguna ventana iluminada y los comercios de la ruta estaban oscuros y desiertos.
A medida que pasaban los kilómetros, Dana se sentía cada vez más desesperanzada. Las lágrimas le nublaban la vista y hacían más borrosa la línea blanca que dividía los dos carriles de la carretera. Tenía que pensar que Xavier estaba vivo y que lo encontrarían.
Tenían que encontrarlo. -¡Bendita sea la santa madre de Dios! -exclamó Caine, como si estuviera diciendo una plegaria.