Capítulo 7
Cuando Dana terminó de hablar, Tervain absorbió el golpe en silencio. Ella esperaba que el agente comprendiera perfectamente el alcance de sus palabras. Sabía que las cosas podían salir mal y que, de ser así, seguramente moriría. Por eso, haría lo imposible por jugar las cartas a su manera.
«Y que Dios me ayude», pensó.
- Si Dios se pusiera de nuestro lado alguna vez, sería de gran ayuda -dijo. El cansancio de un día tan largo y la falta de sueño ya se hacían sentir sobre sus espaldas-. Entonces, yo voy a llevar un arma. No importa si le gusta o si lo aprueba.
Mejor no piense en ello. De hecho, olvídelo. ¿Trato hecho?
Cuando oyó su largo suspiro, supo que lo había convencido.
- Cuando esto termine, señora Markham, espero no verla por unos cuantos meses, a menos que sea por cuestiones sociales.
- Lo mismo digo -contestó.
Colgó el teléfono y se lo devolvió a Caine. -¿Va a llevar un arma…? -No era una pregunta, en realidad, sino una afirmación. -¿Qué clase de pregunta es ésa? -dijo Dana-. Por supuesto. Tengo que pensar en Xavier.
Él asintió, se levantó y estiró los músculos.
- Necesito ducharme y cambiarme de ropa. Usted haga guardia en esa ventana -dijo, señalando hacia el frente de la casa-. Es el mejor lugar para detectar si alguien se acerca. Me imagino que ya lo había adivinado, ¿no?
- Sí. ¿De qué otra cosa hablaron? ¿Hay alguien herido?
- De Parlier. Tenía que comunicarse cuando llegara al consultorio del médico y regresar al motel, pero nada de eso sucedió ¿recuerda?
- Sí. Por eso nos fuimos. ¿Lo encontraron? -Su corazón se estremeció al pensar en cuántas víctimas más se cobrarían los delirios de Donovan.
- No se aflija demasiado. Parlier es un hueso duro de roer. Al parecer, alguien los chocó y los empujó fuera de la carretera. El auto rompió la baranda de protección y cayó dando tumbos en un barranco. A pesar del sistema de localización, tardaron horas en encontrarlos.
- Está malherido, ¿no? -preguntó, aunque sabía la respuesta.
- Parlier se fracturó las dos piernas por el impacto y perdió mucha sangre. Es probable que también haya sufrido una conmoción cerebral. -Aunque se guardó los detalles, la impresión fue igualmente grande-. El doctor sigue inconsciente y tiene heridas internas, pero creen que se va a salvar. -¿Uno perdió mucha sangre y el otro tiene heridas internas? ¡Dios mío! Parece que Donovan está dispuesto a sacarse de encima a cualquiera que se le ponga delante.
Cansada y sobrecogida, Dana no pudo controlar más sus emociones. Apoyó la cabeza sobre la encimera y rompió a llorar. -¡Ey, ey! -dijo Caine. Se puso de pie y la tomó entre sus brazos para consolarla-. Parlier está consciente y peleando por su vida. -Mientras le daba palmaditas en la espalda y le acariciaba el pelo, siguió diciendo-: No estamos seguros de que haya sido Walker.
Ella levantó la vista, sorprendida e incrédula.
- Ni usted se lo cree, ¿verdad? ¿No le parece demasiada coincidencia que el agente Parlier haya sufrido un accidente en la carretera justo cuando venía a buscarnos para llevarnos a un lugar más seguro?
- Tiene razón -admitió. La apretó con fuerza contra su cuerpo. Ella volvió a percibir la firmeza de sus músculos-. No sé por qué se me ocurrió mentirle, justo a usted. -¿No será porque Tervain se lo pidió? -dijo ella, que se había dado cuenta de por dónde iba la conversación. Caine se puso tenso y ella supo que había dado en el clavo-. Lo pesqué -le dijo en voz baja, mientras se secaba las lágrimas de los ojos-. No sabe mentir, como los jugadores aficionados.
- No es cierto -replicó Caine, ofendido.
- Bueno, no es tan malo -concedió, mientras se apartaba de sus brazos porque le resultaban demasiado tentadores-. Lo pesqué porque se puso tenso… -Suspiró y tomó un pañuelo de papel de la caja que tenía cerca. La alivió pensar que no había tenido tiempo de maquillarse, porque había llorado a mares, como un niño-.
Vamos, Caine, diga la verdad. Usted y yo sabemos que fue Donovan. Tervain no. El no sabe lo que puede causar esa mezcla malsana de lealtad y amor.
Dana caminaba de un lado a otro de la cocina y sólo se detuvo para tomar otro pañuelo.
- Donovan es capaz de engañar y arrastrar a cualquiera de su lado. Yo lo sé, porque lo sufrí. Lo de Parlier no fue un accidente. Es un trabajo de adentro. ¿Quién, si no, podría haberse acercado tanto a él? -Se detuvo frente a Caine y agregó-: ¿No le parece una buena razón para que vaya armada a la cita de Richmond?
Caine asintió a desgano y dijo:
- Lo sé. A menos que descubramos quién es el informante, maldito bastardo, debemos cuidarnos hasta de nuestra propia gente. Además -agregó, mientras estiraba el brazo y le apretaba la mano- usted puede cuidarse sola.
Esa muestra de aprecio la tomó por sorpresa, pero se recompuso enseguida.
- Gracias. Se sorprendería de todo lo que sé sobre armas -dijo, tomando aire.
Él estudio sus facciones y ella temió que la conversación se tornara… más personal. Por suerte, sólo le sonrió.
- Okey, entonces. Voy a darme esa ducha porque de verdad la necesito.
- Por supuesto. Disculpe. -¿Por qué? Es Tervain el que no sabe mantener la boca cerrada. Siga vigilando.
No tardaré.
- Está bien. Tómese su tiempo.
Rió y tomó el bolso de primeros auxilios.
- No estará diciendo que apesto, ¿no? -dijo, demostrando un claro cambio de humor. -¿Qué? Para nada. -Maldición, se dijo, al darse cuenta de que las mejillas se le ponían rojas-. Lo que quise decir es que… -Era evidente que él disfrutaba su incomodidad. Al ver sus ojos sonrientes, simuló un enojo-: Mejor vaya a ducharse, Bradley, y deje tranquila a su protegida. -Ella hizo gestos, como simulando que estaba bajo la ducha y él se lo festejó mientras subía cojeando la escalera.
Dana lo observó renguear y sintió lástima. Luego reflexionó que era un hombre grande y podía cuidarse solo. No servía de nada que lo protegiera como si fuera un niño, porque seguramente no se lo agradecería. Aunque, pensándolo bien, si lo mirara con ojos más maternales, tal vez no se sentiría tan atraída por sus encantos.
Cuando estaba por tomar el arma y dirigirse hacia su puesto de observación, oyó unos pasos ligeros en la escalera. Era Xavier que traía su plato y su vaso a la cocina. -¿Puntaje máximo?
- Todavía no -contestó, mientras le entregaba las cosas-. Voy a intentarlo otra vez.
- Bueno. Antes de que te vayas, quiero decirte algo. Nos vamos a quedar aquí un par de días. El FBI está planeando una nueva estrategia. Tu pa… -uy, perdón-Walker quiere que Caine nos lleve a Richmond. El agente Tervain está buscando un lugar donde ponerte a salvo y un señuelo que te reemplace, a ver si terminamos de una vez con todo esto.
- Mami -se quejó Xavier, con el miedo reflejado en los ojos. Le tomó la mano-. Me prometiste que no permitirías que nada nos separara. -Su voz denotaba angustia.
- Y no lo permitiré. El plan no está definido todavía. Pero… -Ella se arrodilló para mirarlo a los ojos, a ver si así lograra convencerlo-. Si creo que el plan es bueno y que vas a estar seguro, quizás acepte.
- Nooo… -Xavier le apretaba los dedos con fuerza y no paraba de sacudir la cabeza como un loco-. No puedes dejarme con ellos.
- Espera. Déjame que te explique. Ven aquí. -Lo llevó hasta la encimera, le pidió que se sentara y luego se sentó junto a él. Mientras sostenía su mano entre las suyas para confortarlo, continuó-: Hagamos un trato. Yo no voy a ponerte en peligro. Tu p… Walker quiere lastimarme porque lo denuncié a la policía y declaré en el juicio. Cree que lo traicioné y que… desafié su autoridad. Y me odia por haberte llevado conmigo y dividido a nuestra familia.
- Ya hablamos de eso, mami. Ya sé que quiere que volvamos, pero nunca fuimos una familia normal -dijo, sin piedad-. No vamos a volver con él.
- No, querido -respondió su madre, algo brusca, para llamarle la atención-.
Necesito que trates de entender lo que te digo. -Lo miró a los ojos-. Él te quiere a ti, porque eres su heredero. Quiere que aprendas su negocio porque será tuyo en el futuro. Tú eres un símbolo, una especie de trofeo. ¿Entiendes?
Xavier asintió.
- Pero no lo soy. ¿Es eso lo que estás tratando de decirme?
Dana inspiró profundamente antes de contestar.
- Sí, así es. Yo soy un trofeo, pero de otro tipo. Él quiere matarme.
Esperó a que Xavier terminara de rezongar y agregó:
- Es la verdad, querido. Piénsalo. Hasta ahora traté de evitar que lo supieras, pero ahora es importante que entiendas lo que pasa. No podemos seguir huyendo para siempre, porque nos va a encontrar. Tenemos que detenerlo. Y para hacerlo, tal vez sea necesario que nos separemos por un tiempo.
- Pero… ufa… -continuó Xavier-. Podemos cambiarnos los nombres otra vez.
Vivimos en Virginia casi tres años sin que nos encontrara. Y el señor Caine dijo que…
- Lo sé, hijito -interrumpió su madre-. Pero piénsalo. Si no hubiéramos tenido tanta suerte -esta vez al menos- y no hubiera sido por mis trampas, no estaríamos aquí ahora. Por favor, Xavier, necesito que recapacites, ¿quieres?
Ella esperó paciente mientras el niño pensaba en silencio. Ya no protestaba. Su hijo era muy inteligente y comprendería. No es que lo deseara, al contrario, pero al mirarlo supo que tarde o temprano le daría la razón. -¿Es la única manera? -La pregunta pareció más un lamento o una resignación.
- Por ahora no se nos ha ocurrido otra cosa. -¿Y si yo fuera la carnada en vez de tú?
Que él hubiera pensado en ello no debería sorprenderla, pero así fue. El corazón le palpitaba con fuerza.
- No, Xavier. De entrada nomás, se me ocurren varios inconvenientes. -¿Cómo cuáles? -le demandó, cruzado de brazos y con el entrecejo fruncido.
Ella sintió una puntada en el estómago al verlo en esa pose tan típica de su padre.
- Primero, porque eres menor de edad. Aun cuando yo estuviera de acuerdo, que no lo estoy, el FBI no lo permitiría.
- Pero, ma…
- Escúchame bien. Si el plan original falla, tu seguirás bajo la protección del FBI. Y, como él no dejará de buscarte, tendrán otra oportunidad más para atraparlo.
Si el señuelo eres tú y las cosas no salen como estaban planeadas, Walker te tendrá en su poder y no habrá más oportunidades de encontrarlo. ¿Entiendes?
Xavier se quedó callado un momento y luego accedió, aunque a regañadientes.
- Me da miedo, mami. No quiero que andes por ahí sin mí. Yo soy tu compañero, ¿recuerdas? Tú siempre lo dices.
Por el tono de voz, Dana advirtió que estaba aterrorizado. Había jugado a hacerse el hombre, pero ahora volvía a ser un niño.
Ella también estaba aterrorizada.
- Siempre seremos un equipo, querido. Pero haz cuenta que estamos en un partido de béisbol. A veces un jugador tiene que sacrificar una jugada para que otro anote el tanto. A todos los jugadores les gusta ser el héroe del partido, pero no siempre se puede. Lo importante es ganarlo. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Xavier bajó la cabeza y fijó la vista en sus gastadas zapatillas. Parecía tan absorto que ella creyó oír cómo giraban los engranajes de su cerebro.
- Pero, ¿por qué no puedo ser yo el que se sacrifique?
- Porque tú ya llegaste a la base. Ahora te toca jugar a los video-juegos, comer palomitas de maíz y pizza y dar vueltas por ahí mientras yo me sacrifico. Cuando el partido termine, estaremos juntos otra vez.
Levantó la vista y la miró con los ojos llenos de lágrimas.
- Es horrible, mami. Si no hay más remedio, yo… -Ella le dijo que no con la cabeza y él siguió hablando-. Va a ser muy difícil estar solo, en un estúpido escondite…
- Lo sé -contestó Dana, atrayéndolo hacia sí y abrazándolo con todas sus fuerzas. Él se secó las lágrimas con su camisa-. Pero lo vamos a superar, igual que superamos tantas cosas juntos. Cada uno va a hacer su parte, ¿de acuerdo?
- Supongo -dijo el niño, con tristeza.
- Vamos, Xavi, muestra un poco de entusiasmo así me das fuerza a mí también.
- Le dio unos pellizcones en la panza que lo hicieron doblar en dos y tuvo que sostenerlo para que no se cayera, porque la banqueta era muy alta.
Durante un rato, jugaron a luchar y pellizcarse como hacían siempre, olvidados del temor a lo que les esperaba. Cuando se quedaron sin aliento, hicieron una tregua y se sentaron tranquilos a hablar pavadas.
Entonces oyó correr el agua de la ducha y recordó que tenía que vigilar la entrada. -¡Eh, querido! ¿Por qué no vas a buscar los bolsos a ver si encuentras el equipo de primeros auxilios? El agente Caine se está bañando y cuando termine me toca a mí. Tú también necesitas un baño. -Le sopló los pelitos de la nuca y él rió alegremente-. ¡Uf, qué olor! Estás mugriento. Primero me baño yo, porque si no te vas a acabar toda el agua caliente.
- Yo no apesto -dijo el niño riendo, mientras se escapaba de sus brazos que lo mantenían atrapado-. Huelo como un hombre -agregó, imitando la pose de los levantadores de pesas. -¡Uhhhh! El pequeño gran hombre necesita un baño. -La broma les cambió el humor y él salió corriendo a buscar lo que le había mandado. Entonces, ella tomó el arma e hizo sus rondas, rápida y silenciosamente. Controló las cerraduras y apagó las luces del living mientras espiaba hacia afuera, tratando de distinguir algo en el sombrío paisaje.
Del otro lado del ventanal, el mundo estaba tranquilo y callado, al menos hasta donde alcanzaba su mirada. Un viento suave sacudía alternadamente las ramas desnudas, primero una, luego otra… Fuera del camino, le pareció ver un búho que cruzaba por encima de la copa de los árboles y luego se posaba en el suelo. Era una escena elegante, pacífica y, como muchas otras veces, sintió deseos de saber pintar.
«Bosque en penumbras», se dijo a sí misma, pensando en que ése sería el nombre que le daría al cuadro, si tuviera talento para la pintura.
Subió a la planta alta y chequeó los alrededores desde las ventanas de los dormitorios, que le ofrecían dos buenos puntos de observación. Luego, se topó con Xavier en el vestíbulo. El niño llevaba el maletín de primeros auxilios.
- Toma, mami, lo encontré.
- Grandioso. ¿Por qué no sigues con tus juegos mientras yo me curo el pie?
Llévate a Shadow. En cuanto Caine salga del baño, me meto debajo de la ducha.
- Está bien. Vamos, Shadow.
El perro obedeció y siguió al niño hasta el cuarto de juegos, como ella había bautizado esa habitación. El animal se echó en el piso, junto a la almohada que Xavier usaba de asiento. Satisfecha, Dana terminó de recorrer los dormitorios en busca de alguna señal de peligro.
La ronda terminó en la cocina. Caine y ella habían terminado de comer hacía poco, pero Xavier había almorzado una hora antes o más, así que pronto pediría la cena.
Mientras revisaba las alacenas, su mente volvió a revisar las opciones. Todavía no había aceptado el plan de Richmond, así que pensó si no sería mejor huir a Canadá. Allí al menos tendrían una posibilidad de vivir tranquilos y en libertad.
Richmond o Canadá. La decisión no era nada fácil, porque ninguna de las dos opciones estaba libre de desafíos y de peligros. ¿Separarse del niño o marcharse con el niño? Aun con la mente ocupada en este ping-pong interminable, buscó y apartó los ingredientes que necesitaba para preparar espaguetis.
En Richmond podrían atrapar a Donovan y así poner fin a las muertes y a la incesante huida. Sin embargo, por bueno que fuera el plan y aun cuando ella llevara armas, las cosas podían salir mal. Si ella muriese y Donovan sobreviviera, no se detendría hasta recuperar a Xavier.
En ese caso, el niño volvería con su padre en semanas apenas. Hasta ahora, era gracias a ella que se habían mantenido vivos y en libertad.
Pero Canadá también tenía lo suyo. Allí no habría nadie a quien recurrir, ni amigos ni contactos. Abandonar Estados Unidos implicaba dejar un terreno que le resultaba familiar y resignarse a perder la red de agentes y servidores públicos que les había permitido vivir de incógnito y razonablemente invisibles hasta entonces.
En la ducha, Caine se sacó de encima no sólo la mugre sino también la ansiedad acumulada durante los últimos dos días. Siguiendo la recomendación del médico, había aislado la herida con un trozo de plástico para no mojarla. Si no se bañara, hasta Donovan podría rastrearlo por el olor de su cuerpo.
Diez minutos bajo el agua caliente lo hicieron sentir un poco más humano. Con un grito de dolor, arrancó la cinta adhesiva de un tirón. «Maldición, cómo duele», dijo para sí, golpeando la encimera de mármol del lavatorio.
La herida le dolía. La piel de alrededor le picaba. Todo mal. Dana Markham era demasiado astuta. El plan no la convencía. Sabía que podría morir: sabía que no podría protegerse a sí misma… ni tampoco a su hijo.
El niño era muy despierto para su edad. En realidad, Caine no había conocido muchos niños. Su hermana sólo había tenido hijas. No jugaban a los videojuegos y tampoco tenían perro; su madre, una mujer muy quisquillosa, jamás hubiera permitido que un perro metiera las narices en la comida de las niñas, como había hecho Shadow mientras Xavier mataba a los chicos malos.
Dana jamás le mentía, aun cuando le doliera tener que decirle la verdad. Le parecía una virtud admirable.
El dolor no impidió que sonriera al recordar cómo había puesto a Tervain en su lugar. Le había discutido hasta el último detalle, sin ceder un centímetro. No es que Tervain no lo mereciera pero, para ser honestos, no era su culpa que la misión hubiera fallado. De seguro, no era un antecedente que lo dejara bien parado ante los ojos del FBI.
«Ella te lo dijo», pensó. Imaginaba que a Tervain casi le habría dado una apoplejía cuando ella le advirtió que no aceptaría el plan de Richmond sin poner condiciones.
Levantó la pierna, la apoyó sobre la encimera y se inclinó para limpiar la herida.
Para su desilusión, el área de alrededor estaba inflamada y ulcerosa. Maldición. Lo último que le faltaba era una infección. Se untó la zona de la sutura con una pomada antibiótica muy potente y suspiró aliviado al sentir el contacto del gel frío sobre la piel.
El vendaje le llevó apenas unos minutos. Luego, revolvió los estantes del armario para buscar un antibiótico oral. Afortunadamente, los refugios del FBI siempre estaban bien provistos de medicamentos.
Se calzó los jeans nuevos muy lentamente, porque la tela estaba tiesa por la falta de uso y le raspaba el vendaje. Atarse los cordones tampoco fue tarea sencilla, lo que le recordó que debía preguntar a Dana si la herida del pie requería de antibióticos.
Mientras bajaba la escalera con el sigilo acostumbrado, oyó que Dana le decía al niño que su padre deseaba verla muerta.
Caine se quedó escuchando el resto de la conversación. Cuando ella envió a Xavier a buscar el maletín de primeros auxilios, él retrocedió hasta su habitación.
Necesitaba un rato para pensar.
Le asombraba comprobar lo que ella era capaz de contarle a su hijo y de qué manera lo hacía tomar parte en sus decisiones. Oyó que Dana pasaba junto a su puerta y bajaba la escalera. Entonces, aprovechó la ocasión para hablar a solas con Xavier. -¡Hola, compañero! -le dijo, al entrar en el cuarto de juegos. El niño y el perro estaban tirados en el piso mirando televisión. -¡Hola! -contestó el niño, dándose vuelta para mirarlo-. Los jeans le quedan mucho mejor -agregó, sin medias tintas-. Al menos, no son tan estraf… estraf… bueno, ya sabe.
- Sí. Estrafalarios. Tienes razón. ¿Qué estás mirando?
- El programa de Oprah. Está hablando con un hombre de esa organización que le da de comer a la gente por todo el mundo. Unos chicos de Nebraska juntaron suficiente dinero para comprar algo que llaman «el arca», con la que ayudan a la gente que no tiene nada para comer y también venden leche y otras cosas para sacar más dinero. Más de cinco mil dólares. Un montón, ¿no?
- Si quisieras, podrías hacer lo mismo con los chicos de tu escuela.
- Sí, si algún día vuelvo… ¿Tienes un lápiz?
Caine encontró lápiz y papel en uno de los estantes.
- Aquí tienes.
- Gracias -dijo el niño y se apuró a escribir la dirección de Internet y el nombre de la organización, Heifer International, que apareció en la pantalla del televisor. -¡Qué nombre raro! -le comentó a Caine-. ¿ Heifer no es algo así como ternera, una vaca joven?
- Creo que sí. -Caine no estaba seguro y aclaró-: Nunca estuve en una granja, así que no sé mucho de ese tema.
- Yo tampoco, pero varios de mis amigos viven en una granja.
- Tienes ganas de volver a casa, ¿no?
Xavier se encogió de hombros.
- Mi mamá dice que uno no siempre puede hacer lo que quiere. -Desvió la mirada hacia él y dijo, con un gesto muy adulto-: Ella dice que usted y el otro hombre, Tervain, tienen un plan. Yo me tengo que quedar escondido en un lugar seguro mientras ella va a encontrarse con mi… con Walker. Y que ustedes lo van a atrapar antes de que él la atrape a ella, ¿es así?
- Creo que lo que te contó es lo más importante. -¿Va a matarlo?
La pregunta fue tan directa que tomó a Caine con la guardia baja, aunque teóricamente debía estar preparado para responderla. Xavier comprendía la verdad de todo lo que pasaba. Dana lo sabía y por eso lo trataba como a un adulto. Caine no podía -no sería- menos.
- Se supone que debo capturarlo y llevarlo a juicio.
- Eso ya lo sé. Pero suponer algo y que pase de verdad son dos cosas muy diferentes, ¿no?
Imaginó a Dana diciendo la misma cosa. Había muchos «supuestos» en la vida de estas dos personas. Se supone que tu padre te quiere. Se supone que tu padre quiere a tu madre y no quiere matarla. Se supone que tú deberías tener un hogar normal y crecer rodeado de amigos, jugar al béisbol.
- Tienes razón. No sé si llegado el momento tendré que matarlo. Tampoco sé si él me va a disparar a mí. Si puedo, voy a atraparlo vivo. Ha dañado a mucha gente, incluido a ti, y tendrá que pagar por ello.
Xavier se quedó pensando en eso último, mientras se volvía para mirar la televisión. Sin volverse, le dijo:
- Me gustaría que no fuera mi padre, que nunca nos hubiera conocido, que no supiera dónde estamos.
- A mí también, Xavier. A mí también.
Sin saber por qué, Caine apoyó la mano en el hombro del pequeño y lo apretó, con afecto.
- Ojalá estuviera muerto.
Caine no dijo una palabra. En un mundo perfecto, debería de haberlo corregido y decirle que no es correcto desearle la muerte a alguien. Pero, en vista de lo que sabía, ¿qué podía decirle? Es difícil desearle el bien a alguien que sabes que quiere matar a tu madre.
Entonces, en vez de contestarle, se sentó a su lado en silencio y juntos miraron un desfile de animales en el plató del canal.
«Éstas son sólo algunas de las maravillosas criaturas que nos ayudan a salvar vidas, establecer nuestras comunidades y eliminar el hambre del mundo», se escuchó que decía la popular presentadora mientras pasaban los créditos. «Este año, cuando decidan a quien van a enviar sus donaciones, acuérdense de Heifer International.
Adiós. Nos vemos mañana».
Cuando la voz en off anunció el noticiario de la tarde, Xavier tomó el control remoto. Caine le soltó la mano y continuaron sentados en silencio, aunque más aliviados que antes de su conversación.
- La cena ya debe de estar lista. ¿Por qué no bajamos a ayudar a tu madre?
- Me dijo que iba a hacer espaguetis. ¿Ya tiene hambre? -le preguntó Xavier, con expresión de sorpresa-. ¿No terminó recién de almorzar? Usted come más que un caballo. -¡Ajá! ¿Acaso me estás comparando con un caballo viejo? -bromeó Caine-.
Ya verás.
Estiró los brazos para atraparlo, pero Xavier lo esquivó, mientras gritaba:
«Caballo, caballo, caballo».
Bajaron la escalera, rápidos como un rayo, con Shadow corriendo y ladrando detrás de ellos.
La cocina olía a ajo y pan tostado. Dana dejó lo que estaba haciendo y salió a ver qué pasaba. -¿Qué les pasa…? -preguntó.