Capítulo 13
—Jess. Soy… Dan.
—Dan. ¿Qué pasa? —Jess estaba completamente dormida cuando empezó a sonar su teléfono. Eran las cinco de la mañana.
—No me encuentro bien. Tengo nublada la visión de un ojo. Y siento la cara extraña —respiró hondo—. Tengo… Al hospital.
—¡Oh, cielos, Dan! —Jess se puso la ropa del día anterior mientras seguía hablando—. ¿Has llamado a una ambulancia?
—Sí. Necesito que vengas.
—Enseguida voy. Despierto a Ella y voy para allá, Dan.
Jess se puso los zapatos, sacó a Ella de la cuna y corrió al coche.
¿Qué le pasaba a Dan? Le costaba mucho hablar. Parecían los síntomas de un ataque al corazón, o de una apoplejía. ¡Cualquiera de las dos era terrible!
Jess llegó a casa de Dan a tiempo de ver a Luke junto a los sanitarios que metían la camilla en la ambulancia. Jess se acercó todo lo que pudo, sacó a Ella y la sentó en el carrito lo más deprisa posible y corrió hasta ellos.
—¡Jess, no sé qué hacer! —soltó Luke sin separarse del lado de su padre. Las lágrimas inundaron su mirada y el pestañeó con fuerza para contenerlas.
—Échate a un lado y déjanos que lo metamos en la ambulancia —uno de los sanitarios se dirigió a Jess—. ¿Es usted su pareja?
—Sí —formaban un equipo de trabajo y lo amaba. Para Jess era más que suficiente. Ella rodeó a Luke por los hombros y lo abrazó, confiando en que no se enfadara por la mentira que había contado—. Dígame qué le pasa.
—Le darán el diagnóstico adecuado en el hospital.
—Pero usted debe de tener una idea —Jess trató de no mostrar la preocupación que sentía. Bajo su mano, notó que el hombro de Luke se tensaba.
—Tiene algún tipo de ataque.
—Eso es grave —dijo Luke.
—Nos ocuparemos de esto, Luke. Tu padre se pondrá bien —dijo Jess.
—Jess —Dan pronunció su nombre.
Jess sintió que le daba un vuelco al corazón y agarró la mano de Dan.
—Estoy aquí, Dan. Tienes que ir al hospital.
—¿Te ocuparás…?
—Lo haré, Dan. Me ocuparé de todo.
Jess se volvió hacia uno de los sanitarios.
—¡Por favor! —no sabía qué era lo que estaba suplicando, pero ¡no podía pasarle nada a Dan!
Él estaba relajado sobre la camilla. Miró a su hijo a los ojos y, al instante, el pequeño abrazó a su padre. Momentos después, la ambulancia salió de allí.
—Deberíamos haber ido con él —dijo Luke mientras entraba con Jess a la casa—. Podíamos haber despertado a los demás.
—Tengo que buscar una niñera —tenía que ir al hospital y asegurarse de que Dan recibía la mejor atención.
En poco tiempo, Jess encontró una niñera y estaba de camino al hospital.
—Gracias… Gracias por dejarme venir contigo —murmuró Luke mientras Jess aparcaba el coche en el parking del hospital.
—Te necesitará, Luke —contestó ella mientras entraban corriendo al edificio.
—Tú también estás asustada —dijo Luke, aclarándose la garganta.
—Sí, Luke, lo estoy —Jess no podía decirle que estaba más asustada porque además se había enamorado de su padre.
Para Luke, su padre pertenecía a su madre. Jess no podía discutírselo. Y menos en esos momentos.
—Dan Frazier —dijo ella al llegar a recepción—. Ha llegado en ambulancia.
—¿Es usted su pareja?
Jess miró a Luke.
—Sí.
—Lo están atendiendo. Pueden sentarse un momento.
Jess y Luke se sentaron.
—Quería que me contaran todo lo que le pasa, Luke.
—Lo sé.
Tuvieron una tensa espera hasta que les permitieron entrar a ver a Dan un momento. Una enfermera estaba continuamente a su lado, en la sala de cuidados intensivos.
Estaba pálido y tenía varios monitores conectados.
—Jess. Luke.
—Papá. Han tardado muchísimo en dejarnos entrar.
La enfermera les dijo que no podían quedarse mucho rato.
Jess se acercó a la cama y agarró la mano de Dan. Luke permaneció detrás de ella hasta que ella lo agarró y lo empujó una pizca hacia delante.
—Lo siento. Siento haberos preocupado a todos…
—¿Qué ha pasado, papá?
—No es tan malo, Luke. He tenido… —miró a la enfermera.
—Dan ha tenido lo que se llama un ataque isquémico transitorio —la enfermera miró a Jess—. Aunque asusta mucho, normalmente no quedan secuelas permanentes. Queremos hacerle unas pruebas y tomar todas las medidas necesarias para asegurarnos de que no tendrá uno más fuerte —sonrió al paciente—. ¿No es así, Dan?
—Sí. Voy a ponerme bien.
Luke tragó saliva y asintió.
—Claro que sí, papá —dijo con voz temblorosa—. No puede ser de otra manera.
Dan miró a Jess y después a Luke. Él parecía preocupado.
Jess estaba preocupada.
Luke estaba preocupado.
Y tenían que mantener la compostura delante de él.
—Luke ha sido un gran apoyo, Dan —Jess miró al niño un momento—. Y yo he buscado una niñera antes de venir aquí.
Jess había buscado a una señora para que cuidara de Ella y de los hijos de Dan, y a otra para que cuidara de los otros niños con los que trabajaba.
La enfermera dio un paso adelante.
—Voy a pedirles que se marchen —miró a Jess—. Pueden venir otra vez esta noche. Tiene que descansar.
—Tenemos que irnos, Dan —Jess no quería separarse de su lado.
Dan asintió y miró a su hijo.
—Estaré bien, Luke.
Cuando salieron a la recepción, Jess fue directa al mostrador.
—La enfermera nos ha explicado lo que le pasa al señor Frazier, pero me gustaría hablar con el médico y si pasara algo más me gustaría que me lo notificaran inmediatamente.
—Por supuesto —la recepcionista tomó sus datos y añadió—. Siéntense. El médico saldrá en cuanto pueda.
Esperaron sentados otra vez.
—Será mejor que me dejes hablar con el médico a solas, Luke.
—Por favor, deja que me quede contigo. Si hay algo… preferiría…
—Está bien, Luke —Jess decidió que no podía mantenerlo en ascuas porque no sería beneficioso para él.
Finalmente, salió el doctor y se dirigió a ellos.
—¿Es usted su pareja?
—Sí. Jessica Baker —Jess señaló a Luke—. Éste es su hijo mayor.
—Bien. Bueno, la enfermera les ha explicado que creemos que ha sufrido un ataque isquémico transitorio.
—Y que mi padre no tendrá secuelas —intervino Luke.
—Normalmente es así, aunque puede causar daños permanentes en el cerebro, pero en el caso de tu padre eso no nos preocupa. Por ahora le hemos hecho varias pruebas para determinar qué ha provocado el ataque. También lo va a ver un neurólogo y cuando tengamos los resultados haremos todo lo que podamos para asegurarnos que esto no sea más que un incidente aislado.
—¿Y si volviera a pasar…?
—Probablemente sería algo más grave que esto. Dan ya nos ha contado que a lo mejor está comiendo demasiada sal y haciendo poco ejercicio. Veremos qué resultados nos dan las pruebas y lo que opina el neurólogo.
—No es muy mayor, y goza de buena salud, aunque sí come muchos paquetes de patatas fritas —dijo Jess, pero al terminar sus palabras recordó todo lo que él había sufrido durante los cuatro últimos años.
Trabajando muchas horas para poder sacar a su familia de la ciudad y ocupándose de los niños…
¿Es que Dan no se daba cuenta de la presión a la que se sometía a sí mismo? ¿Eso podía haber contribuido?
—¿Por qué no se van a casa, descansan un poco y nos llaman esta tarde? —el médico posó la mano sobre el hombro de Jess—. El paciente necesita descansar, y supongo que saber que en casa todo está bajo control lo ayudará. Estaba preocupado por usted y por sus hijos.
—¡Yo me ocuparé de todos! —Jess notó que las lágrimas afloraban a sus ojos al ver que Dan había pensado en ella.
Se despidieron del médico y Luke y ella regresaron a casa.
—Jess… Siento haber sido… Siento no haberme portado muy bien contigo. Es solo que papá…
Jess se detuvo a escuchar las palabras de Luke antes de bajar del coche.
—Lo sé, Luke.
—Pero te importa de verdad, ¿no es así? —Luke tragó saliva—. Me refiero a que te importa de ese modo…
—Sí —Jess no encontraba motivos para ocultárselo a Luke—. Pero él no…
Él no la quería de la misma manera. No fue capaz de pronunciar las palabras.
Y no estaba segura de si Luke la había oído porque los demás niños habían salido y no paraban de preguntar.
Jess ayudó a Luke a contestar las preguntas y esperó hasta que llegó la hora de ir a ver a Dan otra vez al hospital.
Le llevó un pijama y todo lo que pensaba que podría necesitar cuando lo trasladaran a una habitación.
—¿De veras todo va bien? —preguntó Jess a la enfermera de cuidados intensivos—. He llamado varias veces hoy y me han dicho que no había habido complicaciones, pero…
—Está todo lo bien que se podía esperar —era otra enfermera y no parecía ser muy amable—. Tiene cinco minutos para verlo. Después tendrá que marcharse.
Jess se acercó a la cama de Dan. Él tenía los ojos cerrados y seguía pálido.
—Jess, estás aquí.
—Estoy aquí, Dan —le agarró la mano—. Los niños están bien. Han estado preocupados por ti. He conseguido una niñera durante todo el tiempo que sea necesario. Todo está bajo control. Lo único que tienes que hacer es recuperarte.
—Los médicos han dicho que he tenido suerte. Me preocupan los niños, Jess. Adele y Clive… los quieren, pero tienen su propia vida. Y los pequeños ya perdieron a su madre. Me necesitan.
—Vas a ponerte bien, Dan. Los médicos te dirán lo que tienes que hacer para evitar…
—¿Un ataque peor? —tragó saliva—. Me han dejado muy claro que eso es lo que ocurriría si me volviera a pasar.
—Dan, por favor… Ponte bien y sigue bien.
Por sus niños. Era probable que él pensara que lo decía por sus niños, y sí, pero también lo decía por ella.
Jess se inclinó hacia delante, lo abrazó con delicadeza y tuvo que contener las lágrimas.
La enfermera se acercó y le dijo que debía marcharse. Jess lo miró un instante, murmuró su nombre y le prometió que volvería por la mañana.
—Buenas noches, Dan. Te veré por la mañana.
Y así fue. Jess también fue al día siguiente por la tarde, y el siguiente día trasladaron a Dan a una habitación y pudo recibir la visita de sus hijos.
Dan comenzaba a tener mejor aspecto, pero en sus ojos se veía su preocupación acerca del futuro. Jess también estaba preocupada.
Había hablado con el abogado y se había enterado de que no podía hacer nada para luchar por su casa.
El quinto día, Dan pudo marcharse a casa. Dos días más tarde, Jess recibió la noticia de que su casa saldría a subasta un mes después. Ella había cedido su trabajo con los otros niños a una de las dos mujeres que la habían ayudado durante la hospitalización de Dan.
Al menos tenía un mes para cuidar de Dan y para decidir dónde se alojaría con Ella. Había vuelto a hablar con los abuelos de Ella, pero no había podido dedicarles mucho tiempo. Solo habían hablado por teléfono y les había contado que la casa había salido a subasta.
Jess se quedaba a dormir en casa de Dan y a todo el mundo le parecía bien. Hasta Luke parecía agradecido por s u presencia y Jess trataba de comportarse como una auténtica profesional delante de los niños.
Una noche, cuando todos estaban acostados, Dan le pidió que saliera a la terraza con él.
—Esta vez me he librado —dijo Dan.
—Así es —suspiró ella.
—Siento haberte preocupado tanto, y te agradezco todo lo que has hecho por mi familia.
—Adele y Clive habrían venido enseguida si les hubieras dejado —Jess lo miró a los ojos—. Tu hermana os quiere mucho.
—Lo sé. Está en la primera etapa del embarazo. No pensaban tener hijos, y ella es un poco mayor de lo que se considera ideal. Va a tener que cuidarse y…
—¿Evitar el estrés? Eso es lo que quiero que tú hagas, Dan.
—Jess, voy a intentar hacer todo lo posible para asegurarme de que esto no vuelva a suceder, pero no puedo garantizarlo.
—No quiero que te vuelva a pasar.
Dan sintió que se le encogía el corazón.
—Si me pasara algo…
—¡No pasará! Y yo me quedaré, Dan. Te ayudaré todo el tiempo que quieras. No necesito encontrar otro trabajo hasta que tú ya no me necesites.
—Quiero pedirte una cosa, hacerte una sugerencia que espero que nos beneficie a los dos.
—¿Qué quieres, Dan?
—Necesito saber que mis niños estarán en una situación segura si me pasara algo. No espero que ocurra. Quiero vivir mucho tiempo y de forma saludable, pero no puedo controlar el destino. Y el ataque me lo ha dejado claro. Quiero que mis hijos se queden en una posición estable, y me he dado cuenta de que he sido un poco arrogante al pensar que solo debían depender de mí. Hay cosas que no puedo controlar.
—La vida es así. Yo también he vivido cosas que no he podido controlar. Han ocurrido aunque no estuviera preparada para ello.
—Luke me ha contado que tu casa va a salir a subasta dentro de un mes.
—No quería contártelo para no preocuparte.
—Ojalá lo hubieras hecho —le agarró las manos—. No es justo que tuvieras que lidiar con todo lo del hospital y que además intentaras mantenerme al margen de tus preocupaciones. Necesitas una casa, Jess, y yo necesito seguridad para mis hijos para poder dejar de preocuparme de la posibilidad de que se queden huérfanos —dijo con convicción—. Hay atracción entre nosotros y quiero pensar que también un poco de amor.
—No te entiendo, Dan.
—¿Te casarás conmigo, Jess? ¿Me ayudarás a creer que he hecho todo lo posible para darles seguridad a mis hijos, y al mismo tiempo a Ella y a ti? —comenzó a hablar más bajito—. Haré todo lo posible para ser un buen marido. Confío que pudiéramos tener una relación normal. Sé que no estamos enamorados, pero…
—¿Qué estás haciendo, papá? ¡No puedes casarte con ella! ¡No es mamá!
Las palabras provenían desde atrás.
Jess se quedó boquiabierta y se volvió.
Dan también.
Pero Luke ya había desaparecido y corría escaleras arriba.
—Hablaré con él, Jess. Os estabais llevando mucho mejor y pensé que…
—Lo que quieres es un acuerdo de conveniencia —lo miró a los ojos y trató de impedir que viera que su oferta le había creado esperanzas al mismo tiempo que la había dejado destrozada—. Es algo muy importante y tienes que tener en cuenta a Luke. Es normal que le dé tanta importancia, y quizá nunca consigas que cambie de opinión hacia mí. Necesito tiempo para pensar, y tú tendrás que hablar con él, Dan, y explicarle que no me quieres. Que no se trata de eso.
—Sé que necesitas tiempo, Jess. Y hablaré con Luke —respiró hondo—. Es un asunto importante para todos, pero creo que sería beneficioso.
Era más importante de lo que Dan creía porque Jess lo amaba. Todo lo que había dicho era verdad, pero había una cosa que no comprendía. Mientras él intentara ser un buen esposo, Jess estaría locamente enamorada de él.
No era una situación equilibrada y Jess no sabía si podría con ella. Sí, tendría seguridad para su hija, y agradecía que Dan le hubiera ofrecido algo que beneficiaría a todos. ¿Cómo podía decir que no cuando él necesitaba sentir que sus hijos estarían seguros?
Jess los quería, aunque evidentemente quería a Dan de otra manera.
—Tengo que irme a la cama, Dan. Lo pensaré, y puede que tú cambies de opinión cuando hables con Luke.
—No pasará, Jess.
Jess se volvió y se dirigió a su habitación, cerró la puerta y expresó todo lo que sentía en su interior.
Le estaban ofreciendo lo que más deseaba. Un futuro con Dan, pero sin amor. Dan debería pedirle que se casara con él porque la amaba. Ella tenía derecho a esperar tal cosa. Pero era cierto que si se casaban solucionarían los problemas de ambos.
Y para complicar las cosas, Jess se había enterado de que Ella tenía unos abuelos que querían formar parte de la vida de la pequeña.
Era algo maravilloso, pero ¿dónde entraba Jess en todo aquello?