Capítulo 6

—¿Todo el mundo preparado para el viaje a la playa? —Jess había supervisado las visitas al baño de los más pequeños y había esperado a que todos encontraran lo necesario para el viaje.

También hizo su maleta y la de Ella y revisó lo que habían empaquetado para los niños. Rob había metido dos pelotas de fútbol y un tubo entero de pelotas de tenis. Las niñas querían llevarse los cubos para recoger caracolas. Y Jess había metido las palas porque imaginaba que alguno querría hacer un castillo de arena.

Afortunadamente, la furgoneta era grande. Jess ató a Ella en la sillita de viaje y esperó mientras los Frazier se acomodaban alrededor de su hija. Todos estaban agitados menos Luke. Ella estaba haciendo todo lo posible para hacerse amiga del niño, pero él seguía tratándola con desconfianza.

Entonces, Luke le pegó un codazo a Rob en las costillas y lo retó a hacer una carrera por la playa cuando llegaran, Rob se rio y ambos niños sonrieron. Jess se relajó al verlos y se sentó en el asiento del copiloto.

—Vamos a la playa.

—Después de que paremos en el pueblo para comprar todo lo que sé que van a pedir en cuanto empecemos el viaje —dijo Dan, observando cómo se ponía el cinturón de seguridad.

—Parar está bien. Sobre todo para comprar lo que los niños necesitan —se fijó en Dan y en lo atractivo que estaba con el polo azul que llevaba y que resaltaba el bronceado de su piel—. Tendremos que tener cuidado con el sol y no ir a la playa durante las peores horas del día.

Jess no tenía sombrilla, pero Dan llevaba tres en el maletero.

Los niños comenzaron a charlar y a hacer preguntas a Dan y a Jess. Jess contestó algunas y respiró hondo, inhalando la loción de afeitar que se había puesto Dan.

—¿Jess? —por el tono de Dan, ella sospechó que él le había hecho una pregunta y que ella no la había oído debido a que estaba pensando en lo bien que olía.

—Lo siento, Dan. ¿Qué has dicho? —miró por la ventana y vio que se habían parado frente al supermercado—. Uy, ¿quieres que entre por las cosas? ¿Tienes una lista? ¿Quieres que cuide a los niños? ¿O entramos todos?

—Vamos todos —dijo Rob, y los niños bajaron de la furgoneta a la velocidad de un rayo—. Lo hacemos en todos los viajes. Es divertido.

Dan bajó a Ella de la silla y la tomó en brazos para entrar en el supermercado. Los niños eligieron una bolsa de patatas cada uno y algunos dulces. Después empezaron a discutir sobre qué otras cosas debían o no debían de comprar.

De pronto, Luke pareció darse cuenta de que estaba comportándose como un niño, agarró su bolsa de patatas, la pagó en la caja y salió de la tienda.

Jess se mordió el labio inferior.

—¿Debo salir detrás de él, Dan?

—Déjalo —Dan observó a su hijo mientras salía de la tienda—. A veces necesita su espacio.

Jess se dio cuenta de que en muy poco tiempo se había acostumbrado a la sensación de tener una familia mientras cuidaba de los hijos de Dan. Sabía que para no perder su casa a lo mejor tenía que salir de Randurra y buscar otro trabajo y que así no volvería a ver a Dan ni a su familia. No podía temer tal cosa. La única familia que tenía era Ella, y la pequeña era todo en su vida.

—¿Qué te apetece, Jess? —Dan señaló hacia las estanterías—. Es una tradición comprar chucherías para los viajes en coche. Quizá no sea una tradición saludable pero es un placer, así que elige algo para ti, y para Ella, si es que hay algo que ella pueda tomar.

Dan había escogido unos caramelos con sabor a fruta y Jess agarró una caja de minihelados para su hija.

—Ella puede pasarse una hora entera ensuciándose mientras se come uno de éstos. ¿Puedes compartir tus caramelos conmigo, Dan?

—Por supuesto —él todavía tenía a Ella entre sus brazos. Parecía cansado, como si tampoco hubiera dormido bastante ese día.

A menudo, Dan tenía cara de cansado. Jess se había esforzado mucho para ayudarlo, pero él seguía concentrado para terminar su trabajo en Sídney y organizar el cuidado de sus hijos y de la casa.

—Te ayudaré mucho con ellos, Dan. Me aseguraré de que tengas la oportunidad de descansar durante los próximos dos días.

—Eres muy generosa, Jess. Yo…

—Vamos, papá —dijo Rob—. Ya estamos.

—Jess, ¿qué tipo de bañador has traído? —Mary le preguntó a Jess—. El mío tiene puntos de color rosa, amarillo y azul y es muy bonito. Annapolly tiene el mío antiguo porque ya me queda pequeño, pero a ella no le importa.

—Yo he traído un bikini —dijo Jess, sin mirar a Dan—. Pero no me baño demasiado.

—¿Cómo es? ¿De qué color? —preguntó Mary con inocencia.

—Bueno, es amarillo y tiene dibujos de abejas. Suelo ponérmelo con un pareo por encima. ¿Sabes lo que es un pareo? —Jess quería aprovechar la oportunidad para hablar con la hija más tímida de Dan y quería describir su pareo en lugar del bañador.

Trató de convencerse de que Dan no estaba escuchándola y de que, al fin y al cabo, su bañador no era tan excitante. Tras una rápida explicación acerca de su pareo, añadió:

—Vamos a pagar esto para poder regresar a la furgoneta —guio a todo el mundo hacia las cajas—. Cuanto antes nos pongamos en marcha, antes llegaremos a la playa.

—Mary no quería importunarte con sus preguntas —le dijo Dan en voz baja mientras los niños corrían hasta la furgoneta—. Y estoy seguro de que estarás preciosa con tu bañador de abejas.

—Sé que Mary lo ha preguntado por curiosidad —dijo Jess, preguntándose si Dan estaba coqueteando con ella. ¿O simplemente le estaba gastando una broma? Jess lo miró y descubrió que había hecho ambas cosas. ¿Podía ser cierto que Dan se sintiera atraído por ella?

«¿Y por qué te alegras, Jess? Ya es bastante malo que tú te hayas fijado en él. ¿De veras quieres pensar en ese tipo de cosas cuando la última vez que te interesaste por un hombre perdiste toda tu confianza en ellos?»

¡Había montones de motivos por los que Jess no debía fijarse en aquel hombre!

Dan comenzó el viaje con música rock. Sus hijos se quejaron, pero él los ignoró.

Cuando bajó la música, veinte minutos más tarde, Jess lo miró y se rio.

—Mirándolo por el lado bueno, poniéndoles esa música también los educas.

—¿Cómo sabías que así es como yo lo justifico? —la miró un instante.

La mirada de sus ojos grises era tan dulce que él se alegró de tener que concentrarse en la carretera y de no poder quedarse atrapado en la inmensidad de su mirada. Aquellos ojos dejaban entrever más de lo que ella pensaba.

¿Empezaba a estar demasiado interesado por Jessica Baker?

Él había dicho que aquel viaje lo había planeado para sus hijos, pero también para Jess y Ella. Él quería que los acompañaran, y no solo porque le pareciera buena idea tener otro adulto con ellos. Dan quería hacer algo por Jess que ella pudiera disfrutar, ofrecerle algo que no pudiera tener de otro modo.

Quería que desapareciera la preocupación de su mirada. Verla relajada, aunque fuera por un rato, tal y como él conseguía relajarse a veces.

«¿Cuándo fue la última vez que me relajé?»

Dan podría relajarse con Jess.

Una vez más, ese pensamiento invadió su cabeza.

Era lo último que debía pensar ya que ¿por qué diablos iba a querer Jess relajarse con él? Era una mujer joven que probablemente pensaba que la música rock era algo del pasado. Y además Dan sentía que estaba siendo infiel al recuerdo de Rebecca y… ¿todavía la quería?

Por supuesto que quería a Rebecca. Pero había superado su muerte porque no le había quedado más remedio.

—¿Ya hemos llegado? —preguntó Annapolly.

—No, todavía no —Dan se concentró en llevar a su familia a la playa.

E intentó dejar de pensar en la mujer que estaba sentada a su lado, tratando de no fijarse en como el aire acondicionado movía el mechón de pelo que tenía contra la mejilla. Ni en el suave olor de su perfume mezclado con el aroma de su piel.

Dan no quería pensar en otra cosa que no fuera en su responsabilidad como padre de familia. No era que evitase otros asuntos. Simplemente trataba de ser práctico.

 

 

—Buen tiro, Rob. Bien hecho —Jess observó correr detrás del balón al hijo de Dan.

Eran las siete de la tarde y los Frazier disfrutaban de su visita a la playa. Jess tenía que admitir que también estaba emocionada.

Había hecho un día precioso y empezaba a atardecer. La brisa del mar era fresca y el sol ya calentaba con menos fuerza. La playa era muy extensa y estaba llena de caracolas que podrían recoger al día siguiente. Las olas rompían en la orilla.

Jess contempló la escena una vez más. Ella estaba sentada en una toalla enorme bajo una sombrilla. Era feliz golpeando unos cubos con una pala de plástico.

Luke y su padre estaban en el agua. Aunque el niño nadaba muy bien y era responsable, Dan no dejaba de vigilarlo. Rob ya se había bañado y estaba corriendo por la playa. Mary y Annapolly estaban construyendo un castillo de arena.

Jess no se había bañado. Por supuesto que le habría encantado hacerlo, pero tenía trabajo que hacer. Se alegraba de no tener que mostrar el bañador de abejas que llevaba bajo el pareo.

Dan también era un buen nadador, aunque Jess había intentado no fijarse mucho en él desde que se quitó la ropa y se quedó en bañador.

—Te toca darte un baño, Jess. Luke y yo vamos a descansar un poco. Yo cuidaré de Ella mientras estés en el agua —miró a la pequeña y vio que estaba contenta jugando—. Parece tranquila.

Dan tenía el cabello mojado y las gotas de agua caían sobre su torso musculoso. Sus pantalones cortos se pegaban a su cuerpo.

¡Jess no debería fijarse en el cuerpo de Dan!

Dan la miró de nuevo. Era como si se hubiese percatado de que él la estaba mirando y aprovechara para fijarse en los hombros desnudos de Jess.

Dan tenía anchas espaldas y la musculatura bien definida.

«Mira hacia otro lado», se ordenó Jess.

Su abdomen era muy plano y su piel estaba bronceada. Jess deseaba acariciar su cuerpo salado.

—Creo que no voy a bañarme —«probablemente se incendie el mar por el calor que me ha provocado lo que acabo de pensar»—. No, no creo que me bañe.

No quería quedarse en bikini delante de todos. Miró el pareo que llevaba y después hacia la playa. Había varias mujeres que llevaban bañadores más llamativos que el suyo.

—Con este viaje quería ofrecerles algo diferente a los niños, y a Ella y a ti. Ir a la playa y no bañarse no es muy emocionante. Prometo que no me reiré de tu bañador de abejas.

Luke se había separado de ellos y, por un momento, Jess sintió que Dan y ella eran las únicas personas de la playa, aparte de los niños que estaban a su alrededor.

Era probable que Dan ni siquiera la mirara. Solo quería que ella disfrutara y ella se estaba comportando de manera ridícula.

—Nado bastante bien —Jess decidió que se metería en el agua—. Me aseguraré de que no me pase nada ahí fuera. Tendrás que vigilar a todos los niños mientras yo no estoy.

Como si Dan no supiera que era necesario cuidar de sus hijos. Y de Ella, por supuesto.

—Está bien —Jess se quitó el pareo sin mirar a Dan.

—Tienes un cuerpo bonito —dijo él, medio susurrando—. Supongo que lo sabía, pero no lo imaginaba —la miró de arriba abajo y se volvió, mientras Jess trataba de caminar hacia el agua con naturalidad sobre la arena.

Empezó a nadar y trató de no pensar nada más que en el agua y el sonido de las olas. No lo consiguió.

«Dan no me ha mirado de manera intensa», se aseguró. «Claro, igual que tú tampoco lo has mirado a él de esa manera».

Jess movió los brazos y las piernas para avanzar contra las olas, pero sin perder de vista la orilla, imaginándose que era un corcho flotando a la deriva.

—Papá, ¿puedo tener un pareo como el de Jess? ¿Y por qué Daisy, Annapolly y yo no tenemos bikinis? —preguntó Mary, mientras se sentaba junto a Dan sobre la toalla donde estaba Ella.

La hija de Jess había notado su ausencia, pero estaba distraída con los demás niños.

Dan también estaba distraído. La imagen de Jess quitándose el pareo sobre la arena invadía su mente.

Jess era atractiva y las curvas de su cuerpo estaban en el sitio adecuado. Dan suponía que sería muy agradable abrazarla.

—¿Papá? —Mary llamó su atención dándole un golpecito con el dedo—. ¿Me has oído?

—Vosotras tenéis esos bañadores porque os quedan muy bien —dejó de mirar a Jess y continuó—. Jess tiene ese bikini porque también le queda muy bien.

—No debería vestir así cuando se supone que está cuidando de nosotros —dijo Luke con tono enfadado—. Solo intenta conseguir que te fijes en ella, y tú no paras de mirarla. La odio y ¡ojalá nunca la hubieras contratado!

—¿Qué te pasa, Luke? —Dan se volvió y miró a su hijo.

—Lo digo en serio, y no me pidas que me disculpe, papá, porque no lo haré. Además, la tratas como si fuera parte de la familia. Y no lo es. Solo es una niñera y ni siquiera hace bien su trabajo porque dejó que Annapolly se hiciera daño.

—Pide disculpas, Luke —Dan se puso en pie.

Luke negó con la cabeza y se alejó caminando.

Dan no necesitaba darse la vuelta para saber que Jess estaba allí. Se volvió y vio que ella estaba poniéndose el pareo con una sonrisa forzada.

—No lo fuerces para que se disculpe, Dan. De todos modos, si lo hiciera, no lo diría en serio.

¿Era cierto que había visto cómo el deseo nublaba la mirada de Jess al fijarse en su torso desnudo? ¿Y qué significaba para él?

¿Debería preocuparse únicamente por el comportamiento de Luke e ignorar el resto? Deseaba salir detrás de Luke y pedirle una explicación y una disculpa, aunque sabía que terminarían discutiendo porque su hijo no entraría en razón y él no quería ser demasiado tolerante.

¿O debía intentar solucionarlo con Jess?

—No puedo permitir que hable de esa manera.

—No, pero puedes dejarle un tiempo para que se tranquilice —dijo Jess—. De todos modos, gracias por el baño, y si crees que visto de forma inapropiada…

—No creo tal cosa —Dan frunció el ceño—. Y Luke solo quería provocar —se sentía cada vez más enfadado y trató de contenerse. Algo le decía que cuando se parara a pensar por qué le había molestado tanto el comportamiento de Luke, tendría que lidiar con muchas preguntas que no estaba seguro de poder contestar.

—Bueno, el baño ha sido estupendo. Hacía años que no me bañaba en el mar —Jess respiró hondo—. Si crees que sería mejor sustituirme por otra niñera con la que Luke se lleve mejor, Dan…

—No será necesario —Dan agradecía su oferta, pero no pensaba dejarla marchar—. No quiero perderte, Jess.

Quería decir que necesitaba su ayuda.

¿Eso era todo lo que quería decir?

Dan la miró un momento. Cada vez se sentía más atraído por ella. Incluso a pesar del conflicto que estaba teniendo con Luke, Dan deseaba que llegara el final del día y que los niños se acostaran. ¿Y por qué deseaba tal cosa?

¿Para poder encontrar un momento de intimidad y besar a Jess? Eso le encantaría. ¿De verdad creía que así resolvería algo? Solo serviría para complicar más las cosas.

—Me alegro de que hayas disfrutado —se sentía inseguro y no estaba acostumbrado—. Creo que deberíamos recoger todo y regresar a la casa —se puso en pie y empezó a recoger.

De regreso pararían a comprar fish and chips para cenar. Después, acostarían a los niños y éstos se quedarían dormidos enseguida porque habían tenido un día muy largo.

—Mamá solía hacer unos castillos estupendos cuando íbamos a la playa —le dijo Rob a Jess.

Luke ya había empezado a caminar hacia la furgoneta.

—¿Qué tipo de castillos recuerdas, Rob? —preguntó Jess alborotándole el cabello, antes de agacharse para recoger a su hija.

Era la primera vez que Dan oía a sus hijos hablar de Rebecca con Jess. Pero no era ése el motivo por el que las palabras de Rob lo hicieron reaccionar.

No había pensado en Rebecca ni un solo minuto desde que estaban en la playa. Por primera vez desde su muerte, Dan no había pensado en la madre de sus hijos. Todos sus pensamientos habían estado centrados en Jess.

Luke había mostrado su enfado con Jess, y con Dan, pero ¿en realidad tendría que ver con aquello? ¿Se habría percatado de que su padre se estaba apartando de esos recuerdos y por eso estaba resentido? Dan se sentía perdido y no encontraba respuesta a sus preguntas. No quería olvidar a Rebecca. No podía olvidarla.

Rob comenzó a explicar lo que recordaba acerca de cómo eran los castillos que solía hacer con su madre. Dan también añadió algo al respecto, sobre todo porque sabía que si no lo hacía a los niños le habría parecido extraño. Una vez que todos estaban en la furgoneta, se sintió culpable. Le había entregado su corazón a Rebecca y, sin embargo, no había pensado en ella. ¿Y por qué le parecía bien desear a Jessica Baker?

¿Pensar en compartir cosas con ella que habían formado parte de su matrimonio? No solo en la cercanía física, sino en amistad y en llegar a conocer a una mujer deseando que formara parte de su vida. En comprenderla mejor.

Dan arrancó la furgoneta.

No tenía respuestas. Lo único que tenía eran preguntas que no quería tener y un hijo con el que tendría que hablar cuando encontrara el momento.