A Thomas Dinesen
Ngong, 7-11-1918
Mi querido Tommy:
Gracias por tu breve carta del 17-8, en la que me cuentas que has participado en la gran ofensiva y me prometes contármelo todo tal y como fue. Todavía no he recibido más, pero no tienes idea de lo mucho que me han conmovido estas pocas líneas. Escribes que fuiste over the top[98] diez minutos después de que comenzase el fuego graneado, y yo no sólo te imagino esperando y luego lanzándote al avance, sino que me parece que yo misma he estado contigo y oído los disparos y visto las trenches y la batalla. Querido Tommy, nos traes a todos un hálito de grandeza que tú mismo has vivido. Dios te guarde, sobre todo. «¡Victoria en tu mano y victoria en tu pie, victoria en todos tus miembros, con victoria vuelvas!»[99] Cuánto me gustaría ser yo misma un joven soldado y estar con vosotros y hacer huir a los boches; pero una parte de esa gloire tuya me corresponde también a mí. No sabes cuánto me alegro de oírte contar todo eso.
Si en esta carta, a pesar de la alegría de que me llenan las buenas noticias de Francia, te pareciera algo deprimida se debe a la epidemia de gripe española, que aquí campa por sus respetos con tremenda violencia...
En casa estamos en la cama Bror y yo y todos los boys, sin dejar uno, y la verdad es que la cosa no puede ser más molesta. También hay mucha viruela suelta por todas partes, incluida nuestra finca, de modo que a todos nos han vacunado, y esto la deja a una sin fuerzas. Entretanto cabe esperar que esto acabe de una vez. Y hemos tenido una gran felicidad: por fin han llegado las lluvias y todo está floreciendo y promete lo mejor para esta saison. La finca tiene un aspecto magnífico, y espero y realmente creo que pronto tendré grandes dividendos por vuestro dinero; pero un año más como éste es algo que me aterra. No es ninguna broma tener la responsabilidad del dinero ajeno, sobre todo como en este caso, que se me ha confiado por puro cariño; espero que nunca te veas en la necesidad de comprobarlo personalmente. Pero no creo que falten muchos años para que madre reciba cincuenta mil coronas al año de esto, y eso hará olvidar estos tiempos difíciles...
Hemos tenido algo de trouble en la reserva masai; menos mal que ya ha terminado. Se trataba de reclutar a algunos masai, y ellos no estaban por la labor, y hasta se dispusieron a defenderse y se llenaron de exitement[100], robaron ganado e incendiaron todos los stores[101] de la reserva. También creo que las autoridades militares podrían haberse conducido con más tacto, pero no suele ser el tacto su virtud principal —perdona— y después de que hicieron un mess[102] de todo el asunto, tuvieron que pedir a lord Delamere, que es el «padrecito» de los masai, que fuera a resolvérselo. Lord Delamere desapareció en la reserva sin dejar huella y, que yo sepa, no ha reaparecido, pero ha vuelto a calmar las aguas tormentosas con sólo aparecer entre ellos. Me imagino que para él es una verdadera liberación ir a hablar con sus viejos masai chiefs[103], de modo que todavía tardará en volver; aquí tiene que pasarse el tiempo entre su finca y una multitud de comités y consejos, lo que evidentemente le fastidiaba sobremanera...
Mi pierna no está curada todavía, y ya hace casi tres meses que tuve el accidente; pero las heridas aquí son una verdadera lata. He sufrido mucho por causa de ésta; dos veces me han dado cloroformo, dos veces me han cosido y descosido, de modo que casi me siento como un soldado veterano. Tengo una cicatriz repulsiva desde la rodilla hasta la cadera, y no sabes lo que me deprime; Bror espera que no sean muchos los que la vean...
Me escribe madre que quieres ser aviador, pero lo que no acabo de entender es si la escuela donde estás ahora es de aviación. Comprendo que te apetezca y me alegraría, después de la guerra, dar una vuelta en tu avión. Si vas a Francia como aviador no sería imposible que conocieses a un hombre que se llama Denys Finch Hatton, que también es aviador y está en el frente francés, y me alegraría mucho que os vierais. He tenido la felicidad, en mi vejez, de reconocer en él a mi ideal hecho carne, y tendría gracia que os conocierais...
Por fin me llegaron El Dios de Egholm y Los milagros de Clara van Haag; los he leído con mucho interés y Bror está en la cama leyéndolos ahora, y protestando a todo protestar de que su autor está como una cabra.
Bueno, adiós, mi querido Tommy, y ojalá nos veamos de nuevo antes de que me salgan canas. Ya tendría gracia que también tú acabaras siendo capitán Dinesen.
Muchos muchos miles de saludos.
Siempre siempre tu fiel hermana
Tanne
A Ingeborg Dinesen
Ngong, 15-11-1918
Querida madre:
Te escribo por primera vez desde la firma del Armisticio y el fin de la guerra.
Ahora nadie sabe lo que va a ocurrir, ni lo que va a ser del mundo; lo único que veo yo es que no hay más tiros y que no caen más heridos y muertos.
Si por lo menos estuviera yo en Dinamarca o en Francia o en Inglaterra, pero sobre todo en Dinamarca, y pudiera pasar estos días con vosotros... Ahora recibes el premio de tu heroísmo. Lo que en este momento resulta casi imposible de comprender es que se haya podido resistir todo esto. No entiendo cómo los que tienen en sus manos la posibilidad de decidir han mantenido esto tanto tiempo, sin firmar la paz y obstinándose, por el contrario, en sus exigencias del principio; pero lo cierto es que hace cinco meses apenas nadie creía en una solución. Cuando piensa una ahora en la guerra, en los primeros meses, Verdún, y en los últimos ataques alemanes contra París, se diría que es incomprensible que Francia y el mundo entero se vean libres...
Esta noche va a haber en Nairobi grandes desfiles con antorchas y música. Estamos invitados a participar en ellos a través de Otter, que ha sido encargado de gran parte de la organización. Cinco mil soldados negros recorrerán Nairobi con antorchas. También ellos tienen sus motivos para estar contentos, los pobres; es terrible pensar lo que la guerra ha diezmado a la población indígena.
Aquí, en Ngong, el loco de Gorringe ha convencido a todos los colonos para celebrarlo con un bonfire[104] en la cima de las Ngong Hills, y también esto va a tener lugar esta noche. Como es un camino muy difícil de recorrer a caballo en pleno día no sé cómo se las van a arreglar, sobre todo teniendo en cuenta que la mayor parte son mujeres muy viejas. Pero los ingleses tienen energía y un entusiasmo que vence todos los obstáculos cuando se trata de ir a picnics...
A Thomas Dinesen
Ngong, 13-12-1918
Mi querido y encantador Tommy:
No sé, la verdad, cómo felicitarte por tu V.C.[105] como se merece. Yo, que vivo entre ingleses, sé perfectamente el tremendo valor que tiene, the only order in the world[106]; esto quizás la gente no lo comprenda bien en nuestra tierra. He oído que es aproximadamente la milésima que se ha dado, de modo que tú estás entre los mil hombres más valientes del mundo, cosa que yo, por otra parte, nunca he puesto en duda, pero es estupendo tenerlo en blanco y negro. Tan orgullosa y encantada estoy de ti que todas las mañanas me despierto como cuando era mi cumpleaños de pequeña. Algo de la gloria del héroe llega hasta tu hermana, y la gente de aquí ha sido amable hasta el punto de decir que el valor es un rasgo familiar nuestro. Aparte del honor —que es le superflu y, por tanto, le nécessaire[107]— es que no sabes lo útil que nos ha sido a nosotros aquí tu cruz. Ha salido en la prensa local y ha cerrado de verdad la boca a los que, con increíble pertinacia, seguían diciendo que éramos germanófilos...
Ojalá vinieras a vernos. Se te festeja mucho donde estás ahora, pero nosotros te organizaríamos, créeme, un recibimiento muy especial. En cualquier caso te estoy tan agradecida que no sé cómo explicártelo; porque tu cruz nos llegó en un momento en que había tenido yo muchos reveses y estaba empezando a desesperar de los dioses eternos, y no hay peor desgracia que ésta. Ahora he recuperado la fe tanto en los dioses como en los héroes, incluso los siento muy cerca de mí.
Y ahora vas a oír algo verdaderamente notable. Al principio de tu aventura estaba yo angustiadísima por ti y me desesperaba y solía hablar de ello con Fara, y él proponía que fuésemos a buscar al viejo jeque somalí, o árabe mejor dicho, bueno, quiero decir sacerdote, para que nos hiciera un encantamiento que te protegiese de los peligros. Esto lo hicimos tres viernes seguidos y consistía en un pedazo pequeño de papel con textos del Corán, que Fara y yo teníamos que enterrar y no repetir a nadie, y así lo hicimos. Te reirás si te digo que con frecuencia era para mí un consuelo en momentos de necesidad, y más todavía que yo, a pesar de que por entonces no me encontraba lo que pudiéramos llamar boyante, le pagué al viejo jeque mil rupias por hacer esto. Pero sigue oyéndome y a lo mejor ya no te ríes tanto. En su encantamiento el jeque no solamente pedía que salieras de la guerra sin que te tocaran las armas del enemigo, sino que MATARAS A DOCE ENEMIGOS, FUERAS UN EJEMPLO PARA TODOS Y GANARAS GRAN HONOR. Y ayer leí un recorte del Times donde se decían exactamente las mismas palabras. De modo que atrévete a repetir que no tenemos un pacto con los poderes superiores. A mí misma me tiene esto tan emocionada que pienso que es hasta alarmante y que debes pensar en Fara y en mí con agradecimiento. El viejo jeque viene aquí de visita uno de estos días, cuando Bror esté fuera. En el papel que escribió estaban tu nombre y el de madre, que él tradujo, y es muy curioso ver Ingeborg Westenholz escrito en árabe. No sé si debiera contarte todo esto, pero alguien te lo tenía que decir.
Me escribes sobre la finca de Naivasha. Todavía no está vendida, pero no puedes conseguir el traspaso por ser extranjero —¡estos ingleses siempre tan generosos!—, y como la guerra ha terminado y tú ahora puedes venir aquí, no hay ninguna razón para que compre yo algo que tú no has visto...
Ahora se ganan grandes fortunas por estas tierras con el henequén, una especie de fibra. Puede ocurrir que acaben bajando los precios en cuanto todos empiecen a cultivarlo, pero si se da una prisa y está entre los primeros en dedicarse a su cultivo las posibilidades son buenas. Si te decidieras a invertir dos mil libras y quinientas al año —de ese dinero puedes conseguir a préstamo una parte en los bancos de aquí en cuanto hayas empezado a plantar— durante los tres próximos años, podías tener una gran plantación en marcha para 1923, que, con los precios vigentes ahora, te podría rendir cincuenta mil libras esterlinas al año; e incluso si los precios bajaran a la mitad serían veinticinco mil libras. Y si no tocas ese dinero, sino que lo dejas a un lado o lo colocas, para 1928, o sea en diez años, y con tu plantación en marcha, estarías en condiciones de hacer una oferta a Collet. Lo mejor sería que vinieras tú mismo aquí con el dinero que quieras dedicar a esto; así puedes ver personalmente la tierra y hablar con la gente y cerrar el trato lo antes posible, porque ahí es donde está la oportunidad.
Para que no pienses que es mentira te incluyo algunas cifras. (La gente que plantó henequén en 1915-16, y que empezaron con un capital de mil libras esterlinas, tenían el año pasado un net profit[108] de treinta mil libras.)
Nosotros, naturalmente, estaríamos only too pleased[109] de ayudarte y cuidártela. Tenemos una oportunidad de hacer una oferta, porque en estos días precisamente estamos tratando de poner en orden nuestras cosas aquí para encontrarnos más libres. Nosotros y nuestro vecino Johnnie, que aportaría la garantía, hemos propuesto a nuestros accionistas de Dinamarca que arrienden la finca por cinco años, y pagarles un siete y medio por ciento por el capital de este año, un diez por ciento el año próximo y un doce y medio, un quince y un diecisiete y medio los años siguientes. Es decir, lo que habíamos pensado cuando estuvimos allí en 1916. Lo único que esto excluye dos años, y habrán perdido los beneficios de su dinero en esos dos años, pero la causa de esto es, en parte, la guerra, y en parte también estos terribles años últimos, y una empresa nueva siempre está expuesta al principio a reveses como éstos. Además, plantaríamos doscientos acres todos los años en las tierras de la compañía, parte en Ngong y parte en Uasin-Gishu, lo que, por tanto, supondría un capital de reserva para ellos y un aumento de ingresos a los dos o tres años de plantarlos.
¿Consideras tú que les parecerá una buena proposición? Desde mi punto de vista yo lo veo así: tengo fe absoluta en esta tierra, mayor cuanto más tiempo vivo en ella; pero es tan poco conocida que resulta difícil hacer cálculos. Se ha visto el año pasado lo poco de fiar que es el clima, que puede darnos sorpresas en cualquier momento. Por tanto, para empezar una empresa aquí hay que tenerla bien capitalizada, mejor que en nuestro caso. Estoy convencida de que el que tomara este arriendo por cinco años saldría ganando; pero también podría ocurrir que 1919 fuese como 1918, y entonces no conseguiríamos defendernos sin más capital de casa. ¿Y de dónde lo van a sacar, y cómo quedará nuestra situación?...
Johnnie van de Weyer, que sería half-partner[110] en esta empresa, es nuestro vecino, un antiguo oficial en los scotch guards y persona excepcionalmente buena, un hombre bastante excéntrico. Ahora estamos aguardando la respuesta del consejo de administración de casa y, sinceramente, esperamos que se acepte la proposición. Nosotros nos encargaríamos de administrar la finca como siempre y, por supuesto, viviríamos aquí, aun cuando pienso que la vida de Bror se hará vagabunda. Es posible que yo, si el plan se toma en serio, vaya a Dinamarca lo antes posible. ¿Te reunirías conmigo en Londres entonces, y así podríamos ir juntos a Dinamarca por Escocia? ¡Ay, mi querido Tommy, será verdad que vuelva yo a ver tu rostro, con el que he soñado cien veces!...
Sí, de todas las fuerzas del mundo el amor es la más divina. Es él quien ha creado todo cuanto hay de bello en el mundo: el canto de los ruiseñores, las flores de los árboles, las obras de arte y, ciertamente, también la mayor parte de las V.C. No sé si sabrás suficiente francés para entender el soneto de Musset sobre Beatrice Donato[111] en Le Fils du Titien, que dice:
Vois donc combien c’est peu que la gloire ici-bas,
Puisque, tout beau qu’il soit, ce portrait ne vaut pas
(Crois-m’en sur parole) un baiser du modèle.[112]
¿Y cabe imaginar algo mejor que pasearse junto al mar en un día de otoño con una Victoria Cross recién ganada y en compañía de una bella chica a la que amas? Entonces es cuando se recibe la herencia en oro puro y puede reírse uno de todos los assignats[113], aun cuando esto también conlleve a veces grandes dolores —Alles geben die Götter, die unendlichen ihren Lieblingen ganz: Alle Freuden —die unendlichen—, alle Schmerzen, die unendlichen, ganz[114][115]. (Perdone el censor.)
Mi corazón se alegra cuando piensa en ti. Qué orgulloso habría estado padre de ti; pienso que nos has dado mucho lustre y no sabes lo contenta que estoy de haberte ganado la famosa botella de champán, y de que tú, con tu gran éxito, justifiques la vieja teoría de Absalón: que en el mundo hay muchas grandes y bellas artes, pero la más grande de todas es la de vivir. ¡Que vivas siempre bien!
Tu Tanne
A Thomas Dinesen
Ngong, 8-1-1919
Mi querido Tommy:
¡Feliz año nuevo! Ojalá te toquen en 1919 todas las mejores cosas de este mundo, y ojalá nos veamos, aquí o en nuestra tierra. Lo mejor de todo sería que nos viésemos en Europa y luego tú vinieras aquí conmigo. Te puedo asegurar que ya eres persona popular aquí; todos los somalíes preguntan por my brother y están enterados de lo de tu cruz, y tengo varios boys que están impacientes por entrar a tu servicio cuando tengas tu finca aquí. Suelen preguntarme si tú me shindes —me eclipsas, me haces sombra—, y cuando me oyen decirles que tú me shindar sana[116] me insisten en que les prometa que les recomendaré para tu servicio.
Gracias por tu carta, en la que me hablas de tu croix de guerre[117]. Estoy encantada a más no poder; la V.C. es probablemente mejor, pero la otra te llega de Francia, que es y ha sido siempre para mí la tierra santa, de donde llegan la libertad y la belleza. Padre estaría loco de orgullo por ti. No puede haber tantos que tengan al mismo tiempo la cruz de guerra francesa y la Cruz de la Victoria. Te mando un recorte de uno de nuestros periódicos[118], por el que podrás ver el bien que nos has hecho. Habré leído sobre la guerra de trincheras cien veces, y me creo bien al tanto de lo que era todo eso, y de lo que se siente. Era cosa de hombres.
Te he comprado una isla en el Lake Naivasha y estoy en tratos sobre la finca de que ya te he hablado, de cinco mil acres. La isla pienso que es algo único aquí, aunque no en el mundo. Por supuesto que no es grande, sino muy pequeña —¡¡¡más o menos como el trozo de jardín que hay entre el canal y la Strandvejen!!!—, pero es alta, de acantilados que caen a pico en el agua clara, y está cubierta de grandes árboles. Se podría tener allí un molino de viento y bombear agua y plantarlo todo con rosas y rododendros. Y también se podría tener allí un lugar para bañarse y un pequeño puerto para una lancha motora, y salir en ella por las mañanas, antes de que apriete el calor, y cazar patos y gansos, de los que hay millones y millones, y algún que otro viejo hipopótamo. Peces no hay, pero ahora van a tratar de poner truchas; en esto podrías participar también tú. Pienso que puedo conseguir la isla por cien libras esterlinas, pero luego te costará bastante construir una casa en ella e introducir otras mejoras; aunque no creo que, a fin de cuentas, ascienda a mucho.
Así pues, es la finca que está junto a la orilla... Anteayer estuve en un baile en Nairobi —que, por cierto, fue entretenidísimo—, y allí encontré a una persona la mar de encantadora y amable, el colonel —o major— Buxton, que se volvía a Inglaterra al día siguiente. Ha comprado trescientos acres de terreno para construir al lado, o casi al lado, de la finca que creo que te conviene, y comprará otros cinco mil acres... Es posible que puedas comprar la finca en su nombre, si resulta que hay muchas dificultades para extranjeros; él hará por ti lo que pueda, en parte porque somos muy buenos amigos y en parte también porque habló de ti con gran admiración y piensa que puede dar contigo en Inglaterra sin saber tu dirección por lo famoso que eres. Acuérdate, por lo que más quieras, de no decirle los años que tengo, pues creyó que tengo veintisiete y yo le dije que sí; esto, por cierto, no debes decírselo nunca a mis amigos de aquí, porque si se te ocurre hemos terminado tú y yo.
Acabo de regresar de un maravilloso safari por Navidades y Año Nuevo con Greswolde-Williams en Kedong... Yo cobré un león, al que tracked[119] de día, siguiéndole a caballo. Fue muy exiting, porque yo ya le había disparado, y él salvó una altura y desapareció de nuestra vista. Nosotros entonces —Frank G-W y yo— salimos al galope en pos de él, pero sin conseguir verle, y es terreno muy difícil, con pequeños montículos y maleza muy espesa. Entonces nuestros caballos bolted[120] ¡y allí le vimos, sentado entre un arbusto de espino, en un pequeño desfiladero, a cinco yardas de nosotros! Yo me había acercado tanto que casi podía tocarle la cabeza, porque lo que menos podía esperarme era que iba a estar allí sentado, y el caballo casi se volvió loco del susto. Nos alejamos a todo correr y le veíamos moverse entre la mata de espino, gruñendo y lleno de furia, pero sin mostrarnos la parte de él que queríamos, de modo que no era cosa de arriesgar un disparo al azar; menos mal que, al fin y al cabo, cuando me pareció ver su silueta, agitando la cola en el interior de la mata, disparé y le di en el hombro. Pero la bala era pequeña para animal tan grande, y entonces salió de la maleza y vino hacia nosotros, straight como una bala de cañón, y puedes creerme que los leones, cuando atacan, tienen verdadera expresión en el rostro. Conseguí acertarle con una bala en el pecho; y cayó casi a mis pies. La piel no es particularmente buena; no sé si te gustaría la cabeza, pero sin duda tú querrás tener tus propios leones.
El soldier-settlement scheme[121] sueco, del que ya te escribí, ha sido aceptado por la land-commission; ahora veremos si se nos da permiso para hacer algo con él. Quizás tú, en calidad de ex-soldier, pudieras solicitar una finca. Pienso que podría ser un buen affaire.
La ley sobre el native pass para los somalíes no ha entrado en vigor por el momento; posiblemente estén esperando alguna decisión del nuevo gobernador, que todavía no ha llegado. Llegará sin duda en la primera semana de febrero, y será recibido con una semana de carreras y otros deportes, lo cual resultará divertido, ya que todos los responsables serán gente que conozco bien; lástima que no tenga otra cosa que ponerme que harapos; es la pura verdad, en parte por pobreza y en parte también porque aquí no se puede encontrar ropa que sea un poco atractiva. A ver si Lilian puede comprarme algo. Es curioso la importancia que tiene la ropa. Posiblemente yo le dé excesiva importancia, pero la verdad es que no hay nada, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la soledad, ni ninguna otra desgracia, que me atormente más que ir mal vestida. Cualquier depresión, por dura que fuese, se me ha ido siempre enseguida con un sombrero nuevo. Sé muy bien que es una tontería...
A Ingeborg Dinesen
Ngong, 26-2-1919
...¡Ya llueve! Más de cuatro pulgadas en tres días, y nadie puede hacerse la menor idea de lo bien que esto le sienta a la shamba y, a través de ella, a toda la vida. Me paso todo el tiempo pensando en la canción: Nun, armes Herz, vergiss der Qual! Nun muss sich alles, alles wenden[122][123]. Quizás esté terminando de verdad nuestro tiempo de apuros y vendrán tiempos mejores. Ahora realmente verdecerá el valle más lejano y más profundo. Es algo que casi parece un milagro lo rápidamente que cambia todo aquí bajo la lluvia; Ngong Hills y la reserva, que estaban resecas como una estera, relucen ahora con el verde más suave y espléndido, y toda la shamba florece. Con tal de que esto dure... Es encantador, un paraíso terrenal, cuando cae bastante lluvia. Y en los tiempos de apuros llega uno a querer más en cierto modo esta tierra terca y recalcitrante; tengo la sensación de que en el futuro, me encuentre donde me encuentre, me preguntaré siempre si estará lloviendo en Ngong.
La race-week[124] fue un gran éxito y la verdad es que me divertí como una loca, aunque buena parte de ello debe contemplarse desde un punto de vista humorístico. Fueron dos race-days y muchos lunch parties y bailes. Y todo ello en honor del nuevo gobernador, sir Edward Northey, que me parece que ha producido una impresión muy simpática en todo el mundo, y sin duda es persona muy inteligente. No le envidio su cargo. Le observé mucho, pues coincidimos en un baile y estuve sentada a su lado en un lunch que dio Delamere en la race-course[125]...
El domingo siguiente a las carreras tuvimos aquí una partida de caza; es una excursión bonita y fácil, saliendo de Nairobi, y siempre hay gente a la que le encanta participar. Fueron Delamere, el general y su hermano, el colonel Llewellyn, que es encantador, Denys Finch Hatton, Johnnie van der Weyer y muchos otros, veinte en total; todo fue a pedir de boca. Finch Hatton estaba con fiebre y se ha quedado a vivir aquí; todavía no se ha ido y para mí es una delicia sin límites; no creo haber conocido nunca a un hombre tan inteligente, y esto es cosa que aquí reconocen todos...
Bueno, debo terminar porque tengo que salir con Denys. Siguen levantando grandes edificios —nun muss sich alles, alles wenden—. Ojalá todo os vaya igualmente bien a vosotros y tengáis luz y alegría después de este terrible año.
Tu Tanne
A Ingeborg Dinesen
Ngong, 12-7-1919
Querida madre:
...Si he tardado tantísimo en escribir la razón es que todo este tiempo estuve pendiente de hacer las maletas para irnos a Europa. La situación, tanto militar como civil, está tan mal organizada en esta tierra y es tan caótica que la mayor parte de la gente se ha visto en la misma incertidumbre en estos tres meses últimos, y, como es natural, todo sufre las consecuencias... Ningún alma de madre sabe aquí cuando llegará el barco próximo o según qué prioridades o regulaciones se admitirán en él pasajeros; mucha gente se pasa semanas y hasta meses en Mombasa a fin de estar listos para aprovechar la menor oportunidad. Éste me parece a mí que va a ser nuestro último recurso... Para los militares que van a ser desmovilizados la cosa es todavía peor, porque sólo pueden coger ciertos barcos muy concretos. Denys Finch-Hatton, por ejemplo, tuvo que esperar ocho meses a recibir la orden de desmovilización en Egipto; íbamos a ir juntos Nilo abajo, pero de pronto se cerró también esa ruta por causa de los disturbios que hay allí...
Todo el comercio sufre, naturalmente, por causa del cambio, y es que, por el momento, se pierde un veinticinco por ciento de todo el dinero que se saca de Inglaterra. A mi modo de ver, el Estado va a tener que dar tarde o temprano un paso radical para salir de esta situación, si no quiere que el país vaya a la quiebra: por ejemplo, introducir aquí el mismo sistema monetario que en Dinamarca. Pero tengo la impresión de que las cosas se hacen a la ligera... Es curioso, al mismo tiempo la tierra aquí está subiendo de precio. La finca de Naivasha, que el tío Mogens tenía de plazo hasta tres meses después de firmada la paz para decidir si la compraba por ocho mil libras esterlinas —renunció al trato en 1917—, se acaba de vender el otro día por doce mil libras; aquí, o sea, quince mil libras en Londres...
Nos han invitado a vivir en Government House durante la race-week. La houseparty[126] se compone de nosotros solamente y los Polovtsoff[127] y Delamere. Me hace falta de todo, porque estoy completamente desprovista de toda clase de ropa; pero el general me asegura que me ayudará a conseguir algún tipo de permiso para ir a Dinamarca, ya sea por barco o subiendo el Nilo.
Gracias a un montón de Politiken[128] que me llegó con el último correo he podido seguir la pista a las actividades del tío Aage[129]. Me parece a mí que es peligroso cuando, en el fondo, no se sabe de verdad quién es el que tiene razón. Leí un artículo en The English Magasin de febrero de un cierto Hamilton Fyfe que ha vivido muchos años en Rusia y daba la impresión de ser sensato y decía lo que siempre he pensado, que el bolchevismo es el primer intento verdadero de realizar la democracia y podría muy posiblemente terminar haciendo cosas buenas. Los excesos, desde luego, son ciertos, pero no peores que los que tuvieron lugar durante la Revolución Francesa, por cuyas ideas todavía se rigen sus más acérrimos enemigos. Si es que, por otra parte, no son peores los que se permitió el regimiento del zar; bueno, la verdad, nadie sabe...
El Gobierno ha organizado aquí una especie de lotería para fincas destinadas a ex-soldiers, con lo cual se reparte mucha tierra. Pienso que está lamentablemente organizado y que no le va a dejar contento a nadie, pero esta especie de cosa es realmente imposible de organizar de manera satisfactoria. He presentado una solicitud para una finca para Tommy y he tenido la satisfacción de que fuera el único extranjero que ha sido aceptado. Entretanto, Tommy va a ir a Dinamarca. Lo que pedí para él es una finca en el norte de Kenia. Es una comarca encantadora y pienso que le resultaría divertido recibir una finca por su participación en la guerra.
Ayer volvimos de un safari de catorce días al Kedong Valley y Naivasha con el general y madame Polovtsoff... Ésta es, como ya os he dicho, madame Ignatieff, de la legación rusa de Copenhague; el tío Mogens y Sophie conocieron a su marido aquí en 1911, cuando acampaban al pie del Mau, no sé si te acordarás. Él dice que la tía Fritze y Sophie estaban sentadas con sombrillas sobre las rodillas para ocultar las perneras de sus pantalones. Ha sido gobernador de Petrogrado y huyeron al estallar la revolución; él es una persona increíblemente agradable y dotada. Ahora quieren volver a su casa, porque han recibido un telegrama de su hermano en París diciéndoles que hay mucho por hacer; la mayor parte de los rusos fugitivos del antiguo régimen se congregan sin duda allí. Han perdido todo su dinero, pero dicen que lo mismo les ha pasado a todos, y venden sus alhajas para poder vivir. Quieren que vaya a Europa con ellos, y me han invitado a vivir en París o en su casa de Montecarlo; a mí esto sí que me gustaría, porque podría ver a mucha gente interesante, y conocería a un grupo histórico...
El 14 de agosto de 1919 zarparon Karen Blixen y su marido en el Pundua, que iba de Kilindini, el puerto de Mombasa, en África Oriental, a Londres vía Bombay. Después de pasar unos días en Londres, donde, entre otras cosas, estuvieron con Denys Finch Hatton, que se encontraba por entonces visitando a su familia en Inglaterra, llegaron a Dinamarca en noviembre. El año siguiente lo pasó Karen Blixen con su madre en Rungstedlund, yendo a ver al profesor Rasch, en el Hospital Nacional, para tratar su enfermedad. Según el informe del profesor Mogens Fog, en BLIXENIANA 1978, Karen Blixen tenía en 1919 gripe y septicemia y permaneció enferma cinco meses.
Después de una visita bastante larga a Suecia, volvió Bror Blixen a Kenia en marzo de 1920; casi nueve meses más tarde cogió Karen Blixen con su hermano Anders el barco para Inglaterra, y se alojó en Londres, donde Thomas Dinesen llevaba ya algún tiempo. Desde allí, ella y Thomas Dinesen seguirían unos días más tarde por París y Marsella para coger el Garth Castle para África. Karen Blixen estuvo durante todo este viaje en un estado de ánimo próximo a la desesperación. La inseguridad por el futuro de la finca era mayor que nunca; en su dirección en Londres se habían cruzado diversos y ominosos telegramas de África y Dinamarca referentes a un préstamo final y definitivo, que la hacían vacilar constantemente entre la esperanza y el temor.
A Ingeborg Dinesen
Hotel Washington
Curzon Street, Mayfair, W.
(Noviembre, 1920)
...Me siento algo aturdida después de estas treinta y seis horas, en verdad terribles, por el mar del Norte, pero, aparte de esto, estoy bien y disfruto lo indecible de verme aquí con los chicos. Aquí hace frío —y en París será todavía peor—, pero hemos tenido tiempo claro y sereno. Ahora me encanta Londres, y en esta estación las grandes ciudades tienen algo muy poético; anoche, con la luna nueva de fondo, vi una vieja lechuza posada en un árbol en Piccadilly, entre todos los coches con los faros encendidos que pasaban zumbando por delante...
Me falta mucho por hacer, toda clase de recados, pero los chicos salen juntos por ahí y lo pasan verdaderamente bien. Tengo gran irritación, y es que el príncipe Wilhelm y Sjögren están en el Garth Castle. Es una situación muy embarazosa, con la letra de cambio de veinticinco mil de Sjögren y todo lo demás, y luego, naturalmente, las festividades que va a haber allá a su llegada —se van a alojar en la Government House—, donde también a nosotros se nos espera para el banquete, lo cual, a decir verdad, me sienta todo lo mal que puedes imaginarte...
A Ingeborg Dinesen
Hotel Washington
Curzon Street, Mayfair, W.
24-11-1920
Queridísima madre:
Antes de dejar Londres quiero mandarte unas líneas. Lo hemos pasado muy bien juntos, y pienso que Anders disfrutó muchísimo, y Thomas y yo también de tenerle con nosotros. Ayer hicimos una excursión verdaderamente encantadora al antiguo campamento de Tommy en Haglemere. Fue muy emocionante ver todos los sitios donde le había imaginado en acción, la cruz en el lugar de las ejecuciones y las pequeñas tearooms[130], el tiempo era maravillosamente sereno con sol y algo de helada. El paisaje es allí muy bello, con grandes colinas y hermosos árboles, sobre todo robles. Les envidio sus vallas de estacas de roble. Thomas mostró mucho interés y nos lo enseñó todo; allí ha sido muy feliz. A Anders no le interesa nada lo que le cuentan los demás, prefiere encontrar relatos paralelos de su propia época de soldado.
Por la noche daban Fausto en el Covent Garden; a mí me pareció la representación bastante mediocre, con un Fausto espantoso, pero Anders quedó encantado. Fue algo difícil para Thomas y Anders la separación esta mañana, pero esperemos que los dos lleguen a tener una relación armoniosa y vuelvan a verse con alegría. Yo diría que los dos se han desarrollado mucho este verano; se han vuelto bastante más maduros.
Mis planes son muy inciertos, y esto me resulta muy duro. Es también en verdad mala suerte el que a Buxton se le ocurra salir de viaje precisamente ahora, y que nos vayamos a cruzar por el camino; si estuviera aquí, o en África, por lo menos una semana conmigo, podríamos haber puesto las cosas en orden, más o menos. Muy pero que muy a la fuerza me quedaré en París, sobre todo porque me lo juego todo a una sola carta —Buxton—, y ni tengo tiempo ni estoy en contacto con los de África, si, por ejemplo, las condiciones de Buxton me resultasen inaceptables. También me inquieta algo quedarme tanto tiempo en París sin hacer nada; bueno, claro que podría buscarme algo que hacer, pero apenas puedo pensar en otra cosa que en Ngong de momento. Por si acaso he telegrafiado sobre los plenos poderes para Thomas; o sea que si Milligan me aconseja sin lugar a dudas que me quede —es decir, si la cosa con Buxton está, a efectos prácticos, hecha—, Thomas puede ir y hacer lo que sea posible allí. Pero espero muy de veras encontrar en París un telegrama que nos permita a los dos ir allá juntos; esta idea nos tenía muy contentos a los dos...
...Es maravilloso que existan Rungsted y Folehave, y todos vosotros. Pero Ngong, Ngong, lo llevo grabado en el corazón...
A Ingeborg Dinesen
Gd. Hôtel Louvre et Paix
Marsella, 1-12-1920
Queridísima madre:
He pasado unos días terribles desde que recibí el telegrama de Bror con la petición de que me quedara a esperar a Buxton. Cuando sabe una lo que conviene hacer puede una ponerse a hacerlo y resolver lo que sea, pero es que yo no sabía en absoluto lo que resultaba más sensato en estas circunstancias. Quedarme aquí era jugármelo todo a una carta: Buxton, y todo dependería de lo bien que saliese. Estaba dispuesta a hacer lo que me pareciese mejor —aunque siempre tiene que haber un cierto riesgo—, y ahora salgo para allá y espero, espero, que con esta decisión no habré echado a perder mi mejor oportunidad.
Si Bror por lo menos me hubiese tenido un poco a jour de las circunstancias, me habría sido posible llegar a un acuerdo con Buxton aquí, pero ahora me parece que sé demasiado poco. Ignoro, por ejemplo, con qué interés puede responder la finca de un préstamo, o si yo puedo vender Uasin Gishu y a qué precio. Además, Bror sigue dando por supuesto que lo que tenemos que hacer es vender, mientras que yo lo único que pienso es que sería maravilloso poder conservar la propiedad. Y esto es lo que preferiré siempre, hasta el último momento. No, pienso que lo que tengo que hacer es ir allá, Dios quiera ahora que eso sea lo acertado. Cuando telegrafié sobre los plenos poderes mi idea era que Tommy saliese para allá mientras yo me quedaba aquí. Y de sobra sé que él lo haría lo mejor posible, pero es que no conoce a la gente ni las circunstancias de allí, y tendría casi necesariamente que atenerse a las instrucciones de Bror...
Querida madre, no sabes lo terriblemente que te añoro en estos días. Pero hay cosas que no tienen remedio. Si consigo alguna vez llegar a poner todo esto en orden, de modo que ni vosotros perdáis vuestro dinero ni yo mi trabajo y podamos llegar a algo, habrá valido la pena. De seguro que iré a veros enseguida, pienso yo...
A Ingeborg Dinesen
Marsella, 4-12-1920
...Te escribo a lápiz porque estoy en la cama, con una enfermedad desconocida. Acabo de leer que hay en París una nueva epidemia, y espero que no sea eso lo que tengo. Esto (lo mío) consiste solamente en que vomito todo el tiempo y me siento muy mareada, pero lo que no sé es si se trata de alguna especie de intoxicación o de agotamiento después de mis difíciles decisiones de Londres y París. Yo diría que, en general, no se puede saber por los síntomas si es del estómago o de la cabeza. Espero ponerme lo bastante buena para salir de viaje pasado mañana, pero de no ser así menos mal que Tommy tiene plenos poderes.
De negocios lo único que te escribiré es que he recibido un nuevo telegrama de Bror proponiendo dar mi casa y mi parque a modo de commission al que nos consiguió el préstamo. Es, realmente, una idea diabólica, de Bror mismo, sin la menor duda. Ni Buxton ni Denys podrían habérsela sugerido. Pero Bror no ha podido nunca pensar que yo tenga cariño a mi casa de allí. Espero, muy de verdad, que esto se pueda arreglar de alguna otra forma...
Haz el favor de decirme de una vez si Anders disfrutó de sus días en Londres; no hay manera de sacárselo directamente a él. Por lo demás es conmovedoramente sincero, y dijo, al preguntarle Thomas y yo si pensaba algunas veces en nosotros cuando no estábamos con él: «No, por Dios bendito, ni una sola vez. A lo mejor es que me pasa algo, pero sólo pienso en lo que tengo delante». Es muy sensato y concienzudo, y llegará a ser algo, y verdaderamente no creo que valga la pena intentar que se interese por cosas que a él mismo no se le ocurran de modo espontáneo. Y también, después de haber estado tanto tiempo con él durante estos días en Londres, he llegado a la conclusión de que sería injusto tratar de casarle. La verdad es que es muy dócil, y que se le podría inducir a dedicarse a algo que no le interese en absoluto, pero eso sólo serviría para hacerle infeliz. Pienso que, en cierto modo, se ha desarrollado muy tardíamente, y quizás dentro de diez años llegue de manera normal a lo que ahora le correspondería por su edad, pero creo que forzarle sería hacerle verdaderamente desgraciado...
A Ingeborg Dinesen
MOMBASA CLUB
BRITISH EAST AFRICA
30-12-1920
Querida madre:
Hemos llegado all right, y Bror, Olga, Fara y Abdullahi estaban esperándonos. A Thomas le encanta Mombasa y todo en general, y es estupendo tenerle al lado. Por lo que puedo comprender de lo que me dice Olga todo en mi finca está en un terrible mess; parece ser que Bror ha sacado una nueva bill of sale[131] de todos mis muebles, que vence muy pronto; y no sé, la verdad, lo que va a pasar. Todo este tiempo, por cierto, ha habido gente en la casa, y hay muchas cosas rotas, dice Olga; entre ellas toda mi porcelana y mi cristal. ¡Figúrate que lo han usado para tirar al blanco! Bror está convencido de que no saldrá bien lo del préstamo. Cree que es un acuerdo entre Ekman, Bursell y la tía Fritze para parárnoslo todo y hacer una oferta de compra el 1 de febrero. Bueno, Dios sabe cómo va a terminar todo esto. He estado constantemente preocupada por la posibilidad de nuevas sorpresas, y ésta, por cierto, no será la última...
En el transcurso de unos meses empeoró mucho más la situación económica de la finca. Y la cosa terminó con la llegada a Kenia del presidente de la compañía, Aage Westenholz, con la idea de deshacerse de la plantación. Los fuertes deseos de Karen Blixen de continuar su actividad dieron por resultado, a pesar de todo, que se llegase a un acuerdo, firmado el 19 del 6 de 1921, nombrándola a ella directora ejecutiva a condición de que Bror Blixen, que se había mostrado completamente incapaz como director responsable, no tuviera ya nada que ver con la plantación o con la Karen Cofee Co. Karen Blixen prefirió —si bien con amargura— aceptar esto a abandonar la finca.
A Ingeborg Dinesen
Ngong, 19-5-1921
Mi queridísima madre:
No intento excusarme por no haberte escrito; en cierto modo me doy perfecta cuenta de que es inexcusable, pero la verdad es que, tal y como estaban las cosas, no me ha sido posible. Todo estaba muy inseguro; ni siquiera sabía si lo que te escribiese un día no iba a convertirse en pura fantasía para el siguiente, y yo misma desconocía lo que convenía pensar y creer, tanto menos escribir...
Sobre mis planes prefiero, de verdad, no decirte nada aún; no sé, créeme, si esto va a funcionar. Pero hemos tenido lluvia, y esto era lo más importante; una lluvia encantadora, cuatro pulgadas en estos seis días últimos. Ahora todo tiene otro aspecto, y, después de la angustiosa sequía, ha sido una gran felicidad.
Fue estupendo que viniera aquí el tío Aage, y conmigo estuvo incomparablemente bondadoso, y es divertidísimo tenerle entre nosotros. Él y yo somos muy distintos y no nos entendemos siempre, por supuesto, pero es impresionante lo que me ha ayudado a pesar de todo. Thomas y él están quedando muy bien en este asunto, y entre ellos dos hablan y discuten estupendamente. Yo creo que Thomas lo pasa bien aquí. No sabría decirte lo maravilloso que ha sido tenerle a mi lado, y lo bueno, amable y servicial que ha sido para conmigo...
¿Verdad que fue una tragedia lo de Denys, que salía en barco de Adén precisamente cuando llegaba yo? Y ahora no tengo la menor idea de cuándo volverá por aquí. En general son muchos los viejos amigos que se han ido de esta tierra, pero he encontrado bastante gente simpática a la que no conocía antes. Por lo demás vivimos muy tranquilos. Al tío Aage le tiene sin cuidado conocer gente y, por otra parte, ya hemos tenido bastante con ocuparnos de nuestras shauries...
A Ingeborg Dinesen
Ngong, 26-7-1921
...Hemos pasado mucho tiempo este mes viajando por los alrededores y viendo fábricas, porque es lo más lógico si vamos a instalar una nosotros. Creo que tenemos la mejor maquinaria de B.E.A., pero pésimos edificios y ningún sistema en general. Ahora Thomas se va a encargar del edificio de la fábrica y de la instalación de la maquinaria, y además de que realmente me parece que esto es muy buena cosa para la finca, me alegro de que tenga trabajo de verdad por su cuenta...
Soñé muchísimo esta noche con todos vosotros; Elle me hablaba de su viaje a Italia y Mitten también estaba con nosotros, y yo pensaba en sueños, y también cuando desperté: no, ahora quiero ir a casa. Pienso también ahora que habría sido mejor si me hubiera quedado en casa desde el principio en vez de venir aquí. Pero ya, sin embargo, lo mejor va a ser que siga aquí unos pocos años más; hay mucho, muchísimo que me ata. Os añoro terriblemente a todos vosotros en estos momentos, pero tampoco es imposible que alguno de vosotros se anime a venir aquí.
He pasado algunos días en Njoro para tratar de bueyes... Me alojé en casa de unos suecos que se llaman Lindström; gente verdaderamente encantadora, sobre todo ella, que es increíblemente amable, y de vez en cuando me divierte encontrarme con una mujer por estas tierras, porque la verdad es que me paso casi todo el tiempo entre hombres...
Amada madre, no sabes lo mucho que me cuesta escribirte sobre mi vida privada, pero, a pesar de todo, te pondré unas líneas. En estos seis meses he llegado a la conclusión de que muy muy a mi pesar me tengo que separar de Bror. Aquí hay muchísimas cosas que nos unen y me resulta imposible dejar de creer en sus buenas cualidades y no pensar que sus inexplicables explosiones irracionales y crueles sean otra cosa que una especie de locura pasajera. Quizás sea también pura y simplemente que le tengo demasiado cariño; y no sabes lo que me cuesta dejarle ahora que lo está pasando tan mal...
A Ingeborg Dinesen
KAREN ESTATES
P.O. BOX 223, NAIROBI
KENYA COLONY
Ngong (otoño de 1921)
Queridísima y bendita madre mía:
Hace mucho tiempo que no me decido a escribirte, y que hago mal no es necesario que me lo digas. Pero todo aquí ha sido muy inseguro y han pasado demasiadas cosas desagradables. Sin embargo, todo va a cambiar ahora.
Quiero pedirte por favor que en el futuro —por lo menos durante un año, aunque es posible que menos tiempo— te escriba yo a ti sola y sin que ninguna otra persona vea mis cartas. De sobra sé lo mucho que los demás se interesan por mis cosas, y por mis penas y alegrías, y que acabarán cansándose; pero esto sólo durará poco tiempo; porque si no es que a mí me resulta imposible escribir, eso está claro. Les sigo queriendo como siempre a pesar de todo, pero en estos tiempos, con una sequía terrible, peor que en 1918, y con todas mis shauries con Bror, etcétera, etcétera, etcétera. La verdad es que no quiero tener la sensación de que mi matrimonio y mis asuntos de dinero y mi futuro y mi humor y mis cuentas van a ser la comidilla de Matrup y de Leerbaek y en la finca de Holbaek. O, por lo menos, no con todos los detalles que yo misma te haya podido confiar a ti en un momento de falta de dominio sobre mí misma.
También me resulta imposible contestar a sus cartas, que me figuro cómo serán. Estoy pasándolo terriblemente mal aquí; he estado examinando un montón de cosas, algunas puramente prácticas, pero otras relacionadas con mis sentimientos, mi verdadera vida, quizás por culpa mía, quizás por casualidad, y toda mi energía se va en examinarlas y reponerme de todo ello. Esto lo sabéis todos vosotros. Pienso, naturalmente, que acabaré sobreponiéndome a todo esto; sin duda llegará un momento en que piense que soy la más afortunada de todos nosotros, y que todo esto valió sobradamente la pena. Pero mientras lo tengo entre manos y mientras toda mi energía me haga falta a diario para ponerme a mí misma en orden, no me es posible discutir de ello con muchas mujeres y tíos y cuñados y amigos viejos y jóvenes.
Si sé que lo que te escribo es solamente para ti, te escribiré con exactitud lo que pienso; todos mis planes, cuando los tenga, te los confiaré a ti como a mí misma, pero necesito saber con absoluta seguridad que no se lo vas a enseñar a nadie, ni siquiera a título de excepción irrepetible.
Os quiero a todos igual, aunque ciertamente estoy segura de que, por ejemplo, a la tía Bess la quiero mucho más que a Ea o Elle; en cuanto consiga aclararme yo misma podré «volver de nuevo» a todo el grupo, y no sabes lo muchísimo que me alegra saber de sus vidas y sus circunstancias y sus intereses diarios, de Folehave y de Rungsted, de Elisabeth, de Malla, y sobre todo, como es lógico, de Mitten; pero no quiero que me escriban sobre mis circunstancias íntimas, porque no las comprenden en absoluto y no son más que un aburrimiento de leer y completamente imposibles de contestar.
Ahora, por ejemplo, me doy cuenta de que no debí haber ido a Dinamarca la última vez; no fue natural y me apartó más de todos vosotros en lugar de acercarnos. Es muy posible que no vuelva a casa durante algún tiempo. He estado pensando que si me fuera posible dejar todo esto una temporada tú y yo podríamos pasar unos meses, por ejemplo, en Francia, en París o en el sur de Francia. A fin de cuentas mi hogar eres tú y sólo tú, tú eres todo lo que yo más quiero en Dinamarca.
Pienso que fue una gran desgracia para mí la muerte de padre. Padre me entendía tal y como yo era, a pesar de lo pequeña que era yo entonces, y me quería muchísimo. También habría sido mucho mejor para mí haber pasado más tiempo con su familia; con ellos me sentía yo más animada y más libre. Con Mamá y con la tía Bess y con toda tu familia —con el tío Aage cuando estuvo aquí hace poco— siento como si, unas cosas con otras, me quisieran sólo de cierta manera y a pesar de ser yo como soy. Siempre están viendo la posibilidad de hacer de mí otra persona; y lo que a mí misma me parece bueno de mi carácter ellos no lo pueden sufrir.
No pienses que digo esto como reproche; la única que merece aquí reproches soy yo, porque no conseguí liberarme antes, y también porque cuando, finalmente, me liberé en cierto modo, o por lo menos me alejé de todo ello, lo hice con vuestra ayuda. Éste es el único gran error que he cometido en mi vida, y bien lo sufro, y he sufrido todas las penas del infierno por su causa. Porque, de no haber sido así, ¿qué importaría que lloviese aquí o dejase de llover, y si la tierra subía o bajaba de precio? Más aún, ¿qué importaría nada? Me las habría podido arreglar yo sola de la forma que fuese.
Pero esto acabará arreglándose también de una forma o de otra. Pienso que lo mejor será comprar, y ya saldré sola como sea de todas estas dificultades en que yo misma me he metido.
Pero —si lo hago así y vuelvo a ser algo, y si llega un día en que pueda ver la vida con serenidad y claridad— será a padre a quien tendré que agradecérselo. Es su sangre y su cabeza lo que puede sacarme de estos apuros. Con frecuencia he tenido la sensación de que se encontraba a mi lado y me ayudaba, diciéndome muy a menudo a propósito de muchas de mis shauries: «Manda todo esto al diablo».
Cada uno de tus hijos piensa que te quiere más que los otros, y esto me pasa también a mí. No es razonable. Pero lo que sí es cierto es que cada uno de ellos te quiere a su manera, y yo pienso que hay algo en mi manera de quererte que se parece a la manera que tenía padre de quererte. Tú, para mí, eres lo más encantador y lo más maravilloso del mundo; con sólo que existas, toda la tierra es diferente; contigo hay paz y armonía, y sombra y fuentes que fluyen y pájaros que trinan; ir a ti es exactamente como ir «al cielo».
Pero tienes que permitirme que te escriba de la misma manera que tú querrías que te escribiese a ti padre. Sin mostrárselo a nadie, y sin someterme en tus pensamientos a juicios ajenos.
Si padre te hubiera escrito un día que había cometido un delito o si te lo hubiera dicho personalmente, no se te ocurriría sin duda pensar en lo que iba a decir la tía Bess sobre una cosa así si llegase a saberla, ni pensarías que hacías mal en ocultárselo a ella. Habría sido un asunto entirely, eternamente, entre tú y él. Bueno, pues ahora te pido yo a ti que hagas lo mismo con mis cosas y mis cartas.
Éstos son tiempos difíciles para mí, mucho más difíciles, por ejemplo, que aquella vez que estuve enferma aquí. Tu amor y tu comprensión son luces y estrellas que iluminan y relucen entre todo esto. Y debo aceptarlo a mi manera, si no me mataría, y esto lo tienes que comprender. Y tienes que tener la fuerza, madrecita, de conservar esta comprensión a pesar de los juicios ajenos. La choza[132] de hierba y el office-work del tío Aage y las comparaciones que hace la tía Bess de mí con la comandanta[133], etcétera, todo eso bien sabe Dios que no son más que puras tonterías en estos tiempos, porque ahora la cosa va completamente en serio.
Cuando se pongan a hablar de eso, tú óyeles y diles que sí y amén, pero sonríete para tus adentros. No te dejes convencer por lo que digan; compréndeme a mí como sólo tú sabes hacerlo. E imagínate a padre sentado a tu lado, quizás incluso hablándote con preocupación de la criatura que tenéis ambos en estas tierras, que ha gastado demasiado dinero y se ha comportado con ligereza de muchas maneras. Pero quizás él sepa ver el sentido de ello, quizás diga: «Pero por lo menos tiene valor, y nos quiere a ti y a mí, más tal vez que alguno de nuestros otros hijos; dale un poco de tiempo, ya verás cómo todo acaba arreglándosele». Sí, habla un poco de mí con padre. Él tiene verdaderamente la responsabilidad; después de todo me abandonó muy temprano y fue causa de que las cosas no fueran fáciles para mí.
Pero con los demás no hables de mí; limítate a dejarles decir lo que quieran, y permíteme que te escriba a ti sola. Te quiero infinitamente.
Gracias, mil, mil gracias por haber pagado a Borre. Has sido increíblemente amable. Pero no pagues nada más. Es, por supuesto, terrible, tener tantas deudas como tengo yo. Espero que pronto se acabará.
Quieres hacer el favor de dar gracias de verdad a la tía Bess por su carta; se la agradecí muchísimo. Pero lo cierto es que no sé cómo responder a ella. No resulta fácil examinar las propias circunstancias y compararlas con La saga de Gösta Berlings. Dejando a un lado que a mí me parece que no puede demostrar nada con Selma Lagerlöf, porque tiene un mundo completamente suyo, y una tiene la sensación de que todo podría haber ido igual de bien por derroteros completamente distintos, lo que ocurre es que no creo parecerme a la comandanta en lo más mínimo. Es posible que alguna vez, en broma, se me ocurriera decir que me gustaría ser como ella, pero ni la tía Bess siquiera puede ver ningún parecido. Y si insiste, pregúntale qué piensa ella que habría pasado si la comandanta no llega a estar casada —a una edad más joven— con Gösta Berling. En ese caso habría que haber reescrito el libro por completo.
Me habría gustado mucho escribirte algo sobre Thomas, porque es eso realmente lo que más quieres oír. En cierto modo lo está pasando bien, muy ocupado con la construcción de la factory, con lo cual a mí y a la empresa nos hace un favor grandísimo. Pero cuanto más voy conociéndole gracias a esta convivencia, tanto más me doy cuenta de lo difícil que le resulta a una persona de su carácter dar con algo que realmente le parezca digno de ser vivido. Para Thomas sólo existen las cosas grandes; no es capaz, como lo soy yo, de encontrar goce o consuelo en dificultades, en cosas pequeñas. Y no todos los días se encuentran grandes cosas, y es evidente que este tiempo se le hace más cuesta arriba precisamente por eso. «Feliz la cima que el águila del entusiasmo/ roza con sus grandes alas». Pero es duro pensar que ya nunca más se oirá ese roce y que en adelante no habrá otra cosa que simples gorjeos de gorrión y graznidos de pato, cuyo sonido es el doble, qué va, diez veces más insoportable. Podría ser muy bien que esta tierra a él no le vaya. La razón esencial en que me baso para pensar así a lo mejor a ti te hace sonreír: es que aquí hay tan pocas mujeres jóvenes que me resulta muy difícil imaginarme que le vaya a ser posible encontrar en este lugar la novia de su juventud, y en ella pongo yo precisamente todas mis esperanzas para Thomas. Pero por otra parte se me hace muy cuesta arriba acostumbrarme a la idea de que se vaya a Norteamérica, como debe de estar pensando hacer.
Durante cosa de una semana he tenido aquí viviendo a un cierto joven, llamado lord Doune, y no sabes lo que su estado de ánimo me recuerda al de Thomas. Tenía la misma edad, y al parecer se ha portado bien como aviador durante la guerra. Su aspecto era bueno y disponía de todo el dinero que quería. Se pasó seis meses de safari y deseaba ir a la India y Persia. Y me dijo, completamente en serio, que cada vez que veía una estrella fugaz le entraban deseos de no terminar vivo el año. Me contó que su madre tenía gran empeño en verle casado, y la verdad es que la comprendo. Pienso que es una situación común, en cierto modo, no a todos los jóvenes que han estado en la guerra, sino a la élite. Después de una experiencia así ya no pueden contentarse con la vida cotidiana, y la grandeza que para ellos fue realidad durante un instante no ha desaparecido del todo de sus ojos, sino que se ha deprimido, se ha vuelto farsa y pacotilla.
Sin embargo, creo a pesar de todo que la grandeza y el esplendor siguen existiendo, y que los reconocerán cuando se les aparezcan de nuevo. No sólo de la justicia cabe decir, como se dice, que bienaventurados son los que tienen hambre y sed de ella, porque serán saciados; esto se puede decir también de la verdad que busca Thomas, y de todo lo que es grande de verdad en el mundo.
Bueno, basta por hoy. La próxima vez te hablaré de mis «planes», tanto próximos como lejanos.
Adiós, amada y querida madre. Me imagino que ahora me estás abrazando. De modo que a partir de este momento te escribiré a ti sola.
Tu Tanne
A Ingeborg Dinesen
Ngong, 25-10-1921
Queridísima madre:
Ahora te escribo, como te dije la última vez, en la idea de que solamente tú vas a leer mi carta. Es tan necesario para mí saber esto con certidumbre que no me creería capaz en absoluto de escribirte así si no estuviera completamente segura de ello. No debes hacer ninguna excepción con mis cartas, ni siquiera si no contienen secretos o confidencias de ningún tipo. No sabes lo que deseo tener siempre la sensación de que a ti te lo puedo decir todo.
Te ruego, querida madre, que no me sigas escribiendo sobre mi matrimonio o sobre Bror. De sobra sé que lo haces con la mejor intención del mundo; pero hay veces en que incluso lo que se hace de esta manera yerra el blanco, y esto que a ti te cuesta tantos esfuerzos y dolores decirme, me cuesta a mi esfuerzos y dolores leerlo, y pienso que con ello lo único que consigues es hacerme ver lo poco que me comprendes. O bien pienso que sobre este asunto —que de ninguna manera podría servir de tema para un consejo de familia— habéis hablado ya tanto que habéis perdido toda imparcialidad o todo sentido de la objetividad cuando os referís a él, y lo juzgáis completamente fuera de contexto. Y no creas, por favor, querida madrecita, que te digo esto llevada por la ira o la amargura; lo que pienso es que es la única explicación de que hasta tú me escribas como me escribes, y muy de verdad me gustaría que dejases el tema.
Porque de qué otra forma quieres que me explique lo que me dices de que tengo que elegir entre Thomas y Bror. Si haces el esfuerzo de imaginarte esto aplicado a los otros verás lo absurdo que es. Imaginémonos que Knud y Thomas —o Viggo y Thomas— riñesen terriblemente, hasta el punto de romper por completo el uno con el otro, más incluso, que llegasen a las manos. Y supongamos que todos vosotros os ponéis del lado de Thomas, más aún, que Elle —o Ea— piensa que es él quien tiene razón. Ninguno de vosotros va a pensar por ese sólo motivo que sería necesario que Elle se separase de Knud, o Ea de Viggo. Pero sería así y todo terriblemente doloroso para Elle o para Ea que se hablase en su presencia de esto, y tanto más si el motivo central de ello eran el cariño y la bondad de Thomas. En términos generales pienso que es una situación única el que una familia entera trate con todas sus fuerzas de convencer, más aún, de forzar casi a uno de sus miembros a divorciarse. ¿O acaso has oído jamás en tu vida un caso como éste? Aplícalo incluso al matrimonio que peor se lleve de todos los que conoces y hasta tú misma tendrás que darte cuenta de que es una intromisión absurda en circunstancias muy particulares que los demás no pueden juzgar. Imagínate esto aplicado al tío Mogens y a la tía Fritze; incluso en este caso es de suponer que la familia se debe abstener de entrometerse si él explicase que ha tomado la decisión de no divorciarse. Más aún, incluso si se tratase de un delincuente, de Alberti, por ejemplo, deberían abstenerse.
Hay dos cosas que no entiendo: lo distinta que soy y he sido siempre de vosotros. Hasta qué punto las cosas que me hacen a mí feliz o infeliz son distintas de las que os hacen felices o infelices a vosotros. Que me sea posible a mí vivir en circunstancias que para vosotros serían espantosas, y estar contenta, y, por el contrario, en circunstancias que a vosotros os parecen felices, sentirme infeliz en el más alto grado. Y esas circunstancias vosotros no podéis juzgarlas de antemano; no sabéis, ni podréis saberlo nunca, qué influencia pueden tener en mi felicidad y, en consecuencia, debierais tener mucho cuidado con vuestros consejos; podríais arrepentiros terriblemente de ellos. Mi enfermedad, por ejemplo, la tomé con bastante tranquilidad, y si no hubiera estado bajo vuestra influencia la habría tomado con más tranquilidad aún; y ahora tengo siempre la sensación de que eso debió molestaros. Aguanté en el hospital bastante bien, aunque para mí fue infernal. Para cualquiera de los otros habría sido completamente distinto. Pero por nada de este mundo querría volver a la época en que tenía que ir a comer a Folehave todos los domingos. No debes pensar que esto que te escribo es duro o cruel. Preferiría de verdad no hablar de ello; pero si me escribís las cosas que me escribís no es posible evitarlo, y pienso que tú últimamente me has escrito cosas que me han hecho más daño, y ésta es la única manera que se me ocurre de terminar este asunto por vuestra parte y por la mía.
Y la otra cosa que no acabo de comprender es que con cada carta de este tipo que me escribís os alejáis más y más de mí. Sin embargo, tienes por fuerza que darte cuenta de ello con sólo que te imagines que la tía Ellen, el tío Edmund, o incluso la tía Bess y la tía Lidda te escribiesen a ti sobre padre y sobre tus relaciones con él insistiendo a todo insistir en que lo que tenéis que hacer es divorciaros. Incluso si padre te hubiese hecho a ti la más grande de las injurias, despilfarrando tu dinero, vendiendo tu casa, cometiendo algún escándalo, bueno, pues ni aun así lo tolerarías. Imagínate que se tratase de uno de tus hijos, por ejemplo, y que todos te escribiesen a propósito de Anders —si Anders hubiera cometido esta gran falta o la de más allá— conjurándote a que te desentiendas de él. Esto te distanciaría de todos ellos; y si no te hicieran caso a tiempo al rogarles tú que pararan, acabaríais rompiendo. Os pido encarecidamente que dejéis de escribirme sobre este tema. Meditadlo bien antes de que sea demasiado tarde.
No puedo dejar de pensar que, a fin de cuentas, y por enésima vez, es la cuestión económica lo que está en el fondo de todo esto. A veces pienso que tiene razón la tía Emy y que el dinero juega un papel tremendo en toda tu familia, y encima tengo dos cuñados para quienes es el único criterio posible de valor. Si Bror pudiera mantenerme y no os causase a vosotros dificultades económicas no habríamos llegado a esto; nunca habríais llegado a la conclusión de que debiéramos divorciarnos. No se te ocurra pensar que no me doy cuenta de lo muchísimo que os debo, y de que habéis puesto muchísimo dinero en esto y de que estáis constantemente arriesgándolo, y todo lo que esté en mi mano hacer para que no lo perdáis os aseguro que lo haré. Me he comprometido, y me comprometí sin la menor vacilación, a que Bror no intervenga en absoluto en este asunto, y ciertamente di mi palabra de honor. Pienso que vuestras exigencias no tienen por qué ir más allá de la cuestión de negocios. Si alguien exigiera de mí que me hiciese de la iglesia danesa por el mero hecho de haberme prestado, aunque fuese ni más ni menos que veinte mil libras esterlinas, desde luego que le diría que no de la misma manera y me quedaría convencida de que era una injusticia lo que se me pedía. ¿Y, además, qué es lo que queréis conseguir? Imaginémonos que yo voy y digo que bueno, que me hago de la iglesia danesa y prometo comulgar todos los domingos; bien, pues no habríais conseguido más que algo puramente externo, y no veo qué otra cosa podría ser un divorcio obtenido a la fuerza.
Es posible que me haya extendido demasiado sobre este tema; pero también te puedo asegurar que ha sido muy a mi pesar. Por tanto no pienso volver a escribir sobre ello. Si tú insistes en este asunto no te daré ninguna respuesta, y ya puedes ir diciéndoselo también a los demás. Es imposible tratar de esto sin que acabemos amargándonos entre nosotros mismos, y eso es algo que no quiero que ocurra por nada de este mundo.
Te quiero demasiado, mi amor por ti es demasiado elevado...
Por el momento la señora Lindström, de Njoro, y sus dos niñas pequeñas, viven aquí conmigo mientras su marido y Bror están en un safari cinematográfico, y esto para mí es una gran alegría. Es increíblemente encantadora y simpática y natural, el verdadero tipo de señora nórdica, y está muy por encima de las inglesas digan lo que digan. Sus dos niñas pequeñas se llaman Nina, de seis años, y Ulla, de cuatro. Thomas y la señora L. tienen intención de hacer una gira por Kenia en sidecar; estaría muy bien que Thomas saliera un poco —el pobre se ha pasado aquí solo mucho tiempo— y que tuviera compañía. Su ambición es hacerlo todo él solo, pero ésa es una felicidad estéril, y, además, produce un gran vacío, me parece a mí, no tener a nadie con quien hablar de las cosas de una. Por otra parte yo pienso que Thomas se ha desarrollado tremendamente durante el tiempo que ha pasado aquí, o por lo menos que ahora le resulta como más fácil expresar su personalidad, no es tan rígido —me refiero espiritualmente— como antes. Creo que le ha divertido eso de construir la factory y la verdad es que lo ha hecho muy bien. A todo el mundo le tiene impresionado. Pienso ahora que Thomas es más competente de lo que parecía en casa, o, mejor dicho, que lo es de una manera más práctica, y me gustaría mucho que adquiriera Uasin Gishu, como él tanto desea, y entonces podría trabajar de verdad y no se pasaría todo el tiempo leyendo a Einstein —y esto lo hace muy bien, pero la verdad es que todo tiene un límite y a mí me parece que ya hemos llegado a él—. Además encontró un espíritu gemelo en Doune y se pasaban las horas muertas entre discusiones que sobrepasaban toda la comprensión humana normal.
Ahora tengo la más íntima esperanza y pienso constantemente que vosotros, en casa, aprobaréis mi plan de dividir la finca en parcelas y de renovación de la dirección. He estado pensando en él día y noche durante los meses pasados y me parece bueno. Sí, sin duda, pienso de verdad —y no creas que tengo manía de grandezas— que si me ponéis a mí a la cabeza de esta finca y me dais verdaderamente plenos poderes no habrá en toda B.E.A. una sola finca que pueda comparársela. Y esto se debe al apasionado interés que me tomo por ella. Hunter se ríe de mí, pero lo cierto es que amo cada uno de sus acres, de sus natives, de sus arbustos de café...
Querida madre, entiende bien esta carta, está escrita con el amor más inmenso, el más sincero y el más profundo... de modo que compréndeme de verdad hasta qué punto me hace temblar el temor de que estos misunderstandings[134] puedan llegar a ser reales. Entiéndeme que por nada de este mundo querría yo que fuese así, por nada de este mundo ni del otro; en fin, que preferiría no volver a hablar de esto. Y como decía Doune: recuerda que cuando se cabalga se guarda un solo silencio. Bueno, pues yo os digo, recordad que cuando escribís golpeáis en un solo corazón. Y recordad también lo lejos que estoy de todos vosotros; a tanta distancia las cosas son distintas. Como dice Cyrano:
Je mourrai si de cette hauteur
Vous me laissez tomber un mot dur sur le cœur...[135][136]
Buenas noches, madre mía, a quien quiero por encima de todo.
Tu Tanne
A Ingeborg Dinesen
Ngong, 30-10-192(1)
...Pienso que te dejas influir por los demás y por lo que piensan de mí, hasta el punto de que ya no me comprendes, y puedes suponer que esto a mí me duele; pero estoy completamente segura de que las cosas volverán a aclararse y de que se trata solamente de un misunderstanding en estos difíciles tiempos y circunstancias. Pero mientras las cosas estén así, creo que lo mejor va a ser que deje de escribir a casa. Antes, cuando te escribía, pensaba que podría continuar haciéndolo, incluso si rompía temporalmente con todos los otros; pero, después de estas cartas últimas, me doy cuenta bastante claramente de que no va a ser así de ninguna de las maneras. Si no te ha sido posible impedir que se discuta en una reunión del consejo de administración la cuestión de si voy a separarme o a dejar de separarme —en relación con el despido de un empleado de la finca, con lo cual, naturalmente, no tiene nada que ver—, eso quiere decir que nuestras maneras de pensar se han vuelto tan distintas que tengo verdadero miedo de escribiros y de recibir cartas vuestras, y la verdad es que preferiría dejarlo. No sé, por cierto, si después de todo esto me será realmente posible volver a Dinamarca. Pienso que de tanto hablar de estas cosas habéis llegado a una increíble confusión de ideas por lo que a mí se refiere, y ésta es la única manera que se me ocurre de explicarme lo que ha sucedido.
Hablas de la humillación a que me ha expuesto Bror. Pero haz el favor de intentar de una vez, realmente en serio, en tus pensamientos, comparar alguna humillación a que padre pueda haberte expuesto a ti en vuestras relaciones privadas, con la humillación que habría sido, por ejemplo, el que el tío Gex o la tía Ulla, Ulf o el tío Alfred, hubieran sido convocados a una reunión para debatir si debíais o no debíais divorciaros. No consigo comprender que podáis creer que yo podría olvidar jamás una cosa así. Pero ya que nos hemos distanciado tanto una de otra y veo que con cada carta la distancia aumenta, he tomado la decisión de no escribir ya más a casa, lo que se dice a nadie de casa, y te rogaría que tampoco tú me escribieses. Y digo más, cualquier carta que me llegue de casa la devolveré sin leerla, y también las tuyas, amada madre, para que os deis cuenta de una vez que hablo en serio cuando digo que me parece lo mejor interrumpir nuestras relaciones por una temporada. Y no pienses ni por un momento, querida madre, que hago esto llevada de la ira, sino solamente porque pienso que es lo mejor, y que es más peligroso seguirnos escribiendo, y porque considero que lo adecuado habría sido que yo hubiese tomado esta decisión con las últimas cartas que recibí de vosotros.
Me dices que mi sitio natural es con vosotros, pero, al mismo tiempo, últimamente he podido ver que vuestra forma de pensar es por completo ajena a la mía; jamás podré encontrarla natural. El espíritu de que me hablas yo creo que lo he visto ahora por el revés, y es para mí uno de los peores fariseísmos que caben; jamás podré llegar a considerarlo como mío. Pienso también que he visto hasta la evidencia que mis relaciones con muchos de casa, que me han sido muy íntimos, han terminado por completo. Pero nuestra relación, querida madre, no se podrá romper nunca, y no tiene absolutamente nada que ver con la distancia o con desacuerdos. Incluso si no vuelvo nunca más a casa, o incluso si no llegamos a volver a vernos durante muchos años, no tendría ninguna importancia. Más aún, incluso si no nos volvemos a ver nunca más, pienso que no tendría ninguna importancia en comparación con el gran amor que nos une a ti y a mí, madrecita mía.
Pero, a pesar de todo, sigue siendo mejor dejar de escribirnos, por ejemplo, durante un año, que permitir que la influencia de otra gente se mezcle para nada en esto.
Te enterarás, indudablemente, de mis cartas de negocios al tío Aage todos los meses. He pensado mucho en irme de esta finca, y lo he hablado con Thomas, y quizás sea una debilidad por mi parte el que no me decida a hacerlo. Pero si no me voy es porque estoy completamente convencida de que, sin mí, se vendría abajo. Y no es solamente por causa de vuestro dinero por lo que no quiero que suceda esto como resultado de una decisión mía, sino porque ésta es la obra de mi vida y no puedo renunciar a ella. Mis natives, que confían en mí, hasta nuestros bueyes y nuestras plantas de café, jamás podría pensar en ellos si tuviera la certidumbre de haberlos abandonado. Si vosotros queréis a toda costa que no siga yo aquí, una de dos: o me lo decís claramente o me echáis con exigencias que sabéis perfectamente que mi orgullo y mi amor propio no podrían aceptar, y en este caso la responsabilidad sería vuestra. Me he dado cuenta ahora de que no puedo aceptarla yo, y si te escribo esto es a modo de explicación de algo que quizás encontréis incomprensible, a saber: que sigo aquí.
Y ahora, adiós, mi amada, amada, amada madre. No me es posible expresarte lo muchísimo que te quiero, cuánto te he bendecido siempre.
Tu Tanne
A Ingeborg Dinesen
Ngong, mañana de Navidad, 1921
...Te escribo en la cama. Con dificultad conseguí permiso ayer para venir a casa; pero habría sido muy pesado para Tommy estar aquí solo mientras yo me paso la noche de Navidad en el hospital. Me puse mala el domingo —hace ya una semana—, y el médico me llevó inmediatamente al hospital. Pensé de verdad que me moría, pero eso yo lo pienso siempre que me pongo mala, lo peor es que también lo pensaron en el hospital. Tres médicos a quienes llamaron a consulta no acertaban a decir qué tenía...
Hazme el favor de dar las gracias a la tía Bess por su interesante carta. Y dile lo siguiente:
1. Que está mistaken[137] por completo si piensa que los que ponen todo su dinero en un caballo, incluso si ese caballo es lo único que poseen en este mundo, tienen venia, o, en términos generales, oportunidad siquiera de usar el látigo y las espuelas.
2. Que, en general, el látigo y las espuelas son algo que hay que usar con la mayor prudencia y comedimiento incluso en el trecho final de la carrera, o al dar un salto o una vuelta, pero nunca jamás sin una razón específica, y siempre en proporción a lo que se ha puesto en el caballo.
3. Que yo, en general, encuentro degradante el que se me compare con un caballo, y sobre todo con un caballo con el que hay que servirse de espuelas y látigo, porque tiene que ser un caballo muy malo. (A menos que se trate de una circunstancia muy especial, por ejemplo, cuando hay que sacrificar un caballo para poder llevar un mensaje a tiempo, u otra situación parecida.)
4. Que no debe pensar que la comandanta se casó con Gösta Berling por obligación. Ella le quería, y no le despreciaba, más bien al contrario. Se daba cuenta de su gran talento.
5. ¿Qué quiere decir con eso de los desharrapados caballeros[138] a los que piensa ella que estoy ayudando y protegiendo y viviendo por ellos en la K.C.C.? ¿Se refiere acaso a los empleados blancos de la compañía? ¿Piensa que han sido contratados con ese objeto? Pues no se habrían enfadado poco en casa de ser éste el caso...
A Ingeborg Dinesen
Ngong, 23-1-1922
Queridísima madre:
Quiero escribirte una carta para explicarte un poco mis relaciones con Bror desde que volví a esta tierra. Ahora pienso que las cosas están poniéndose de tal forma que nos vamos a separar, y esto no tiene por qué ser ningún secreto, aun cuando no querría que hablárais de ello a gente ajena a nosotros. Si las cosas se ponen ahora así es porque es Bror quien lo quiere, y porque él, por su parte, piensa que en el futuro se las podrá arreglar mejor solo, separándose de mí, y está convencido de que, de esta manera, será más feliz.
Siempre he dicho, y tú lo podrás comprender perfectamente si te pones de verdad en mi lugar, que no quería nunca en modo alguno exigir una separación, o tratar de forzarla contra la voluntad de Bror. Ni tampoco sé si es posible hacerlo, excepto en casos de verdadera furia; y aun cuando yo, alguna que otra vez, me he enfadado con Bror, o mejor dicho, me he desesperado por su manera de conducirse, nunca hemos pasado de ahí. Son demasiadas las cosas que nos unen durante todos estos años en que hemos compartido aquí tantísimas dificultades, para que yo ahora vaya a tomar la iniciativa de acabar con un estado de cosas que, en cualquier caso, era de intimísima camaradería.
Cuando pienso en lo mucho que nos unimos Thomas y yo en el tiempo en que vivimos juntos aquí, y que, sin embargo, es muy corto en comparación con el que llevo viviendo con Bror, me siento incapaz de comprender, en términos generales, cómo puede llegar la gente a ponerse en la tesitura de romper una relación así. Desde luego que me doy cuenta de que estas cosas pueden cambiar mucho, y, en teoría, podía yo perfectamente hablar de divorcio, como recordarás, cuando estuve la última vez en casa, pero en cuanto volví aquí y vi de nuevo a Bror comprendí que me iba a ser imposible, fuera cuando fuese, abandonarle a él y a nuestro matrimonio. Pero, en estas cosas, Bror tiene un temperamento muy distinto al mío; pienso que es capaz, de alguna manera, de borrar de su mente toda una parte de su vida y todo un sentimiento de su conciencia y concentrarse por completo en el momento presente y en el porvenir. No sé si será siempre así, ni si también él se sentirá lleno de recuerdos de un tiempo que ha pasado.
En cualquier caso mi más íntimo deseo es que él sea feliz.
Ya puedes comprender lo difícil que resulta esto para mí. Había mucho en mi relación con Bror que, en cierto modo, era un problema, una responsabilidad —la más grande, creía yo, de toda mi vida—, y no me ha sido posible romperla del todo. He invertido mucho en él, tanto en tiempo como en fuerzas. Es fácil decir que habría sido mejor si hubiera renunciado antes a él; pero pienso que me habría sido completamente imposible, y es evidente que las cosas tenían que ir como han ido. Lo cierto es que buena parte de mi juventud y de mi capacidad se ha ido en estas lides, y yo diría incluso que una parte de mi alma también. Y sin embargo no es esto, ni mucho menos, lo que más me cuesta; pero es que he tenido muchísimo cariño a Bror, a pesar de todo, y él, durante largos años, ha sido la persona a quien yo más cercana sentía a mí en el mundo. Hay algo terriblemente amargo en ver que de toda nuestra relación, si se quieren ver las cosas con claridad, ya no queda nada. Y a pesar de todo no pienses que me siento amargada; más bien diría que me siento como se siente la gente cuando se le muere un hijo.
Por Bror yo siento ahora, y sentiré siempre, hasta que me muera, la más íntima amistad, o la más grande ternura, de que soy capaz. Quiero pedirte que no pienses nunca en él con ira. Y creo que te será posible en cuanto le sepas lejos de mí y ya no te inquietes por su posible influencia sobre mí aquí. Yo no pienso que Bror, al contrario que otra gente, pueda ser considerado responsable de lo que hace; la culpa es en parte de su carácter y, en parte también, me parece a mí, de su educación. Si se le entiende bien no creo que sea posible mirarle con ira o amargura en absoluto, aun cuando estoy convencida de que yo no desearía a ninguna persona querida que dependa de él para su felicidad o su bienestar.
Pero creo que si continúo aquí y acaba por salirme bien la tarea que me he impuesto, recuperaré todas mis fuerzas y pensaré que mi vida, a pesar de todo, ha sido rica y afortunada. Lo que pasa es que no es posible predecir ahora en absoluto si las cosas irán por ese camino. Y si al fin y al cabo no me queda otro remedio que abandonar esta tierra y mi finca, no sé, la verdad, lo que será de mí. No te digo esto para tratar de influir en modo alguno en vuestras decisiones en cuestiones de negocios, pues esas cosas vosotros tenéis que verlas desde otro punto completamente distinto. Pero pienso que, a pesar de todo, tú puedes hacerte cargo ahora de que, si todo esto se abandona y queda en nada, ya no podrá esperarse más de mí en este mundo. Llegado el momento podríais pensar que no era justo que no os lo hubiese dicho ahora. De sobra sé la facilidad con que la gente, cuando se pone a hablar, tiende a afirmarse mutuamente en un punto de vista que no tiene nada que ver con la realidad. Por consiguiente no se os ocurra poneros a hacer planes para organizarme esto o lo de más allá, aun cuando entre vosotros penséis que sería muy buena cosa para mí, mejor, incluso, que la vida que llevo aquí. Hay cosas en este mundo que son imposibles, pura y simplemente imposibles. No puedo volver a casa; si tengo que abandonar esto no puedo volveros a ver. De sobra sé, y esto tú lo comprenderás, que me recibiríais con el cariño y la comprensión más grandes, pero para mí no sería suficiente. Y a vosotros tampoco os satisfaría.
Si te escribo esto es solamente porque tenía muchísimas ganas de decírtelo. Ya imaginarás que lo que más deseo es que tú, por lo menos, me comprendas debidamente.
No es ni mucho menos seguro que las cosas vayan a ir así; tengo la esperanza de que Karen Coffee se restablezca y salga de estos tiempos difíciles. Esto supondría tantísimo para mi vida aquí que me daría más alegría y mayor sensación de riqueza de lo que os podéis imaginar. Y luego hay aquí mucha gente —desde Fara, que es casi una de las personas a las que más quiero en este mundo, hasta mis pobres totos— que dependen de mí y que han puesto en mí toda su confianza, y esto requiere todas mis energías y me da fuerza en las dificultades, induciéndome, más de lo que puedo explicar, a hacer cuanto esté en mi mano, de la forma que sea. Y mi posición aquí —en cuanto consiga poner las cosas un poco en orden— es tal que no podría desearla mejor.
Aquí veo a mucha gente a la que he llegado a querer de verdad —como Denys, que viene ahora, y Doone—, y a la que no habría podido conocer en Dinamarca. Siento incluso un tremendo cariño por mi casa, el jardín y la finca entera; tengo la sensación de que vosotros raras veces os dais cuenta de que soy yo quien ha creado todo esto, y que es parte de mí. Si alguna vez vienes a esta tierra, lo que para mí sería la más grande alegría de este mundo, acabarás cogiéndole cariño también y comprenderás que yo, en cierto modo, he llegado a formar parte de ella, como tenía que ocurrir, y en mucha mayor medida de lo que os podéis imaginar. Y la idea de que tú, y todos vosotros, podáis algún día sentiros orgullosos y contentos de mí —lo que hasta ahora no puede decirse realmente que sea el caso— sería para mí la mayor felicidad que podría desear...
(Apéndice a la carta del 23-1-1922)
Querida madre:
Añado un par de líneas a mi carta para decirte que por fin voy a hacer lo que vosotros tanto deseáis; Bror y yo nos separamos. Te ruego que no hables de esto, pero a ti te lo quería decir. Ahora recordaréis, si no lo habéis hecho ya, lo terriblemente mal que lo ha pasado Bror aquí. Ha estado sin trabajo y sin dinero, perseguido por la policía; ha tenido que ir a esconderse a la reserva masai, sin tienda ni zapatos. Era absolutamente imposible que yo, ante la gente de aquí, y también por respeto a mí misma, me pusiera a hablar de divorcio en estas circunstancias. Pero ahora pienso que lo podrá pasar mejor; se va a casar, en cuanto se le arreglen un poco las cosas, con una señora inglesa[139] que le ayudará.
Lo único que puedo decir es que resulta muy difícil contemplar toda una parte de la vida de una y decir: no queda nada de todo esto. Pero, prescindiendo de ello, y también del dolor de separarme de él, a quien tanto he querido, pienso que para mí va a ser un alivio, una liberación de muchas circunstancias desesperantes.
Te pediré más tarde, cuando esto se haga público, que me ayudes a mantener una actitud digna. Bror no es un mártir del que me he separado cuando mi posición era segura. Es posible que Bror alegue esto, y que su familia lo crea. Tengo que hacer lo posible para que no cunda esta idea. Yo no quería en absoluto separarme; estaba dispuesta a dar a Bror toda su libertad, siempre y cuando no hubiese escándalo, e incluso a ayudarle en todo cuanto me fuese posible; pero de ningún modo quería acabar con nuestro matrimonio. Es Bror quien piensa ahora que puede presentársele por fin una oportunidad en la vida separándose de mí y quien lo desea. Y todavía en este momento yo preferiría que no siguiese adelante, que renunciase al divorcio.
Pero si acaba siendo así, como estoy segura de que ocurrirá, haré cuanto esté en mi mano por encauzar mi vida de la mejor manera posible. Os pido a vosotros, y sobre todo a ti, que me ayudéis hablando bien de mí, y espero que también penséis bien de mí; para mí esto es más difícil de lo que probablemente pensáis...
A Ingeborg Dinesen
Ngong, 25-3-1922
...He pensado muchas veces que debería escribiros diciéndoos que no debéis pensar que el porvenir de Thomas esté aquí, y que no hagáis nada en este sentido; pero, en cierto modo, parece desleal escribir sobre los que conviven con una a espaldas de ellos, incluso si es con la mejor intención del mundo, como hago yo ahora. Se podría pensar, por supuesto, que Thomas, entusiasmado, por ejemplo, con la vida de safari, o algo parecido, porque no tiene ningún otro plan, podría decidirse a quedarse conmigo en África, pero estoy completamente convencida de que eso no sería bueno para él. Thomas no encaja aquí; esto lo veo con bastante claridad, aun cuando me resultara difícil explicar por qué. Y pienso que sería muy artificial y forzado que tratara de interesarse por farming[140] en cualquiera de sus formas. Thomas no es persona práctica y no siente el menor interés por las cosas prácticas; a mí me parece que su talento es más por la ciencia teórica, sin que importe apenas qué clase de ciencia.
También ha sido para mí una especie de decepción, en parte por lo mucho que quería tenerle aquí conmigo, y en parte también porque había pensado que yo, o África a través de mí, podríamos ayudarle a superar una fase indecisa de su vida, dándole un interés por algo y una actividad. Pero después de haberle visto aquí me parece bastante claro que le sería muy fácil encontrar algo que le fuese mucho mejor y que le interesase más. Son las discusiones interminables, que yo odio de todo corazón, lo que más le interesa, de esto no me cabe duda, y yo siento que soy un bore para él, porque estoy siempre volviendo a lo mismo, que si los bueyes, que si la labranza, que si las cuentas, y todo de lo más prosaico. Por el momento está estudiando el Nuevo Testamento y le interesa muchísimo, tanto que vuelve constantemente a leerlo; y yo no sólo es que me siento por completo incapaz de meterme en un debate a fondo con él sobre este tema, sino, además, es que no creo que en toda esta tierra haya nadie capaz de debatirlo con Thomas a su nivel.
Lo que más le interesa, al menos en parte, son las ciencias sociales, y en parte también la filosofía o la ciencia como la de Einstein. Pienso que podría muy bien dedicarse a esto, sobre todo teniendo en cuenta que es económicamente independiente y que es mucho más inteligente de lo normal. Diría yo que Einstein o Wells o algún otro de sus ídolos podría muy bien utilizarle si fuera personalmente a verles y a ponerse con alma y vida a su disposición; he hablado muchas veces con él de la posibilidad de escribirles, pero pienso que no lo ha hecho. Desde luego, le echaré de menos muchísimo cuando se vaya de aquí; pero sería peor convencerle para hacer algo que a él no le va en absoluto...
He tenido la gripe española y este mes llevo ya tres semanas en la cama, con pocas interrupciones. Se ha esparcido por todo el territorio, y esperamos que tarde o temprano pasará...
A mí me ha ocurrido la desgracia más extraña de toda África. No sé si os hablé del gallo. Ya sabes, el gallo de bronce que tenía yo en casa. Aquí estaba colocado encima de un armario, y una vez, tratando de cerrar un cajón de ese armario, se me cayó en la cabeza. Perdí el conocimiento y me desperté en medio de un charco de sangre. Llegó Fara y alzó los brazos al cielo al verme. Si yo hubiera quedado muerta la cosa habría sido más romántica, porque resulta que el gallo era un viejo ídolo de África Occidental, y tuvo que ser una bella escena, de haber habido allí alguien que lo viese caer y darme justo con el pico...
Recibí carta de Denys Finch Hatton; llega aquí a fines de abril. Pienso verle para que me dé buenos consejos sobre la venta de la finca; en esto sí que podría ayudarme mejor que nadie...
A comienzos de 1922, la hermana mayor de Karen Blixen, Ea de Neergaard, cayó gravemente enferma después de haber dado a luz a un niño muerto. Su estado fue empeorando gradualmente, hasta que el 17 de junio murió con sólo treinta y nueve años de edad.
A Ingeborg Dinesen
Ngong, domingo, 15-10-1922
...Este jueves vino aquí el gobernador —el nuevo gobernador, Coryndon—. Unos días antes había comido yo con él en casa de los Mac Millan, mostrándose siempre conmigo extraordinariamente amable, y ya me había dicho lo que le gustaría venir a mi casa a tomar el té. Yo pensaba que querría ver la finca, pero ni se le pasó por la imaginación siquiera. El té fue la mar de agradable... Hablamos mucho de los natives y teníamos las mismas ideas en bastantes cosas, por ejemplo, que el porvenir de este territorio debe descansar, más de lo que ocurre ahora, en la native production. En Uganda los natives producen —y exportan— grandísimas cantidades de algodón, de sésamo y también café, y es de suponer que a todas esas tribus se las prepara para muchas cosas...
A mí me parece que se nos echa encima la lluvia. Tenía yo muchas ganas de ir a las Ngong Hills a pintar antes de que empiece a caer de veras, y se nos ha ocurrido salir de excursión esta mañana, en el Harley, y si podemos acamparemos allí durante un par de días, Thomas para cazar —ahora hay una cantidad increíble de aves allí, en particular de codornices y pintadas— y yo para dedicarme a la pintura. No sabes lo que me alegro de que me vayáis a enviar colores por intermedio de Viggo. Por desgracia no me queda más remedio que confesar que le di a Finch-Hatton mi mejor cuadro, porque le gustó y él es de los que nunca admiran nada. Pero no os preocupéis, porque le enviaré a la tía Bess algo mejor en cuanto ponga manos a la obra.
Me da mucha rabia pensar que no me acordé de pedirte que me mandases Djaevlerier, de Sophus Claussen, también con Viggo. Tenía un ejemplar, me lo había dado Elisabeth, pero lo malo es que me ha desaparecido, y créeme que no puedo vivir sin él. Afrodites Dampe y Mennesket son para mí una especie de evangelio. Por ello te quedaría muy agradecida si me lo enviases. Se puede hacer perfectamente, sin duda, sin que tenga por fuerza que traérmelo alguien que venga aquí.
He puesto mis libros en orden y he encontrado un viejo Buch der Lieder. Tiene todas las viejas canciones de Ea, las que cantaba de niña en Rungsted. Y ahora, cuando me pongo a leerlas aquí, me parece oír su voz y ver las lilas y las hojas de haya en plena tarde luminosa, im wunderschönen Monat Mai...[141]
A Ingeborg Dinesen
Ngong, domingo, 29-10-1922
...Pienso muchísimo en el pasaje de la Biblia: «No te soltaré hasta que me bendigas»[142]. Veo en esta frase un profundo sentido, algo muy grande; casi la considero mi «lema» en esta vida. En cualquier circunstancia, en todo cuanto se experimenta en este mundo, tiene gran validez, gran fuerza; incluso en esta finca y en esta tierra, por más que os parezca ridículo, vuelvo sobre ella. Lo más duro para mí es que en mi matrimonio no me haya sido posible realizarla, a pesar de que Bror y yo nos hayamos separado verdaderamente como buenos amigos.
Pero también pienso que cuando se dice una cosa así es necesario aceptarla, entrar en ella, decidirse a soltar lo que realmente le ha dado a uno su bendición. Ocurre casi a diario en la vida que pasa un tiempo, una circunstancia, y no es posible detenerlo, pero cuando le han dado a uno su bendición, se queda con algo que ya no puede perder. Y si me pongo a pensar en lo íntima y constantemente que Ea te ha bendecido a ti, y no en un momento sólo, sin duda; en lo lleno que estaba su corazón de bendiciones para ti, me digo a pesar de todo que hay mucha luz en la oscuridad que te rodea...
En 1922 pensó Karen Blixen haber quedado embarazada. Thomas Dinesen cuenta en carta al compilador de este libro que su hermana le mandó recado con su vigilante nocturno de que fuese inmediatamente a verla a su casa. Su esperanza en que iba a tener un hijo con Denys Finch Hatton había quedado frustrada y se sentía llena de la más absoluta desesperación. Su hermano trató de consolarla en la medida de sus fuerzas, y al cabo de tres horas quedó relativamente tranquila.
A Ingeborg Dinesen
Ngong, domingo, 19-11-1922
...Estamos sin un céntimo. No sé si nuestro consejo de administración, en Dinamarca, vive en la ilusión de que nos las vamos a poder arreglar el mes entero con doscientas libras esterlinas cuando nuestro gasto normal es de quinientas. Pero, por el momento, nos las arreglamos. He vendido mis vestidos a una señora judía de Nairobi —resulta ridículo verla con ellos puestos— y a Thomas le quedaba algún dinero en el banco; quería empeñar sus armas. Menos mal que los natives tienen mucha confianza en mí. Pido a Dios que no queden decepcionados...
Espero de verdad recibir los colores, y sobre todo lienzo, cuando llegue Viggo; ya no me quedan y siento verdaderas ganas de volver a coger los pinceles. ¿Me harías el favor, tú o Elle, de preguntar a Stelling o a Wieth si no se puede hacer un lienzo especial para pintar en él yo misma, es decir, con sólo darle una capa de la mezcla que sea? Denys Finch Hatton me ha animado a pintar otra vez; Denys, por cierto, tiene mucho talento para la pintura, pero no se toma ninguna molestia por ejercitarlo...
Rinoceronte dibujado por Denys Finch Hatton en una edición de The ancient mariner, de Coleridge (actualmente en Rungstedlund).
A Ingeborg Dinesen
Ngong, 31-12-1922
...Viggo y el primo llevan ya más de quince días aquí[143]; viven abajo, en la casa de Thomas, y se encuentran bien así, me parece a mí, porque tienen más tranquilidad e independencia. Como invitados son encantadores y fáciles de contentar, y creo que esta tierra les gusta. Hemos tenido que ir varias veces a Nairobi y también hemos dedicado mucho tiempo a ver la finca, y todavía falta algún tiempo para que puedan salir de safari, si es que llegan a hacerlo...
Pasamos una velada de Navidad muy tranquila, pero yo diría que quedó bien a pesar de todo. Thomas y yo tratamos de decorar el cuarto con «abeto» y velitas, y también tuvimos arroz con leche, pavo y una especie de pastel de almendra. Viggo, ciertamente, tiene algo que es muy familiar y muy danés; lo mismo cabe decir del otro. Thomas y yo nos hemos sonreído un poco a espaldas de ellos por causa de su ropa y de su aspecto, que se niegan a adaptar a las circunstancias de aquí, pero también esto resulta algo conmovedor. No sabes lo que hemos pensado en vosotros y lo mucho que hemos hablado de los que estaban en Rungsted; siempre se piensa que se ha vuelto uno tan viejo que la Navidad ha perdido su significado, su importancia, pero luego resulta que nos trae muchísimas cosas y que sigue ejerciendo gran poder. Cuando los otros se fueron a la cama, cogí el coche y fui, primero, a una fiesta de noche en casa de lady Northey, que había insistido en que fuera, y donde estaban la mayoría de mis amistades, y de allí a la misa del gallo en la misión francesa. Haz el favor de no creerte, como dice Thomas, que estoy a punto de hacerme católica. Lo que pasa es que los sacerdotes franceses son siempre muy amables y muy simpáticos, y su iglesia es de veras muy bonita. Los Northey me llevaron a cenar después de la misa, de modo que volví tarde a casa. Hacía una bellísima noche estrellada; luego hemos vuelto a tener lluvia, más de una pulgada en una semana.
Yo llevaba conmigo a un muchachito kikuyu, Kamante; el tío Aage quizás le recuerde. Se encontraba muy enfermo, con grandes llagas, cuando estuvo aquí el tío Aage; luego le envié yo a la misión escocesa, donde le curaron y le convirtieron al cristianismo, de modo que insistió con gran decisión en venir conmigo a la iglesia, y espero que la diferencia que hay entre los ritos católicos y los presbiterianos —o lo que sea— no cause conflictos en su alma. Es la persona más ridícula que hay, no del todo normal, pero con una inteligencia que para algunas cosas sorprende por su agudeza; pienso que es de la madera con la que en los viejos tiempos se hacían los bufones de la corte...
Da muchas gracias de mi parte a la tía Bess por los libros; no he leído aún la tercera parte de Kristin, y la verdad es que siempre le ponen a una nerviosa esas especies de continuaciones, pues nunca están a la altura del principio; pero Thomas, como es natural, está lleno de entusiasmo y va ya por la mitad. Jyder y Den Fremsynte, los he releído, después de muchos años, con gran alegría, y pienso que el último es el mejor de todos los de Lie, y un libro muy encantador...
2-1-1923
(Continuación de la carta de fecha 31-12-1922)
No había terminado anteayer y desde entonces he estado muy ocupada. La noche de Año Nuevo —después de que conseguí acostarme y dormir un par de horas— vinieron a buscarme en coche Finch Hatton y un sujeto llamado lord Francis Scott y su sobrina, lady Margaret Scott, y me llevaron a una cena de media noche. Algunos de los invitados volvieron conmigo aquí a la mañana siguiente y desayunamos juntos y luego me llevaron de nuevo en coche a Muthaiga ayer por la tarde y de allí he vuelto esta mañana muy temprano...
A Ingeborg Dinesen
Enero, 1923
Siempre resulta interesante saber algo de lo que se dice en casa. Y también sobre la pequeña aventurilla de Georg Brandes; resulta desde luego admirable la energía que tiene ese anciano... Cuando la gente vuelve a Lucerna con sus pequeñas aventuras amorosas lo que debieran hacer los que se sorprenden de ellas es cerrar la boca. A pesar de todo no se puede negar que Brandes es uno de los que más honor han dado al nombre de Dinamarca en estos últimos veinticinco años.
Sí, desde luego, puedes alegrarte de volver a tener a Thomas contigo en casa... A mí su ausencia me resulta muy dura. Pero me doy perfecta cuenta de que es buena cosa para él irse de aquí; bajo muchos aspectos, lo ha pasado muy mal en esta tierra, por más que creo que los dos recordaremos con especial agrado el tiempo vivido juntos y las muchas cosas buenas y divertidas que nos han ocurrido. Pero me parece que aquí se ha desarrollado bastante, y estoy convencida de que se ha puesto de acuerdo consigo mismo y ha aclarado realmente sus ideas sobre la vida y lo que desea de ella, y esto siempre es lo principal. Quizás, después de todo, quede África en su recuerdo, además de como un terrible lugar de shauries, como el monte de la revelación: adiós, montaña de Alverner, adiós amadísima montaña.
Lo que me predijiste de mi pelo, que me volvería a crecer, está resultando, afortunadamente, más verdad de lo que piensas. Desde que me lo corté y me lo puedo cuidar mejor, no tienes idea de la melena leonina que me ha crecido, más que nunca. Son dos los consejos que daría yo a todas las mujeres jóvenes: cortarse el pelo y aprender a conducir. Esas dos cosas le cambian a una la vida. El pelo largo ha sido verdaderamente una esclavitud durante milenios; se siente una de veras más libre de lo que cabe expresar con palabras con una melena corta que se puede arreglar en un minuto, y por entre la cual puede soplar el viento. Y si aquí no se tiene esa cruz se puede una mover realmente en términos de igualdad con los hombres. Si me sentaran bien iría por aquí con pantalones, con shorts, como hacen tantísimas señoras; pero, lástima, lástima que no tenga yo las piernas como es debido, o el valor moral para enseñarlas...
A Ingeborg Dinesen
Ngong, domingo, 4-2-1923
...Toda la gente de aquí está ocupada con the indien question[144], que se piensa que pueda acabar en una revolución. Lo que todos dicen es que no quieren convertirse en «peones del juego de ajedrez político», es decir, del juego del Gobierno inglés frente a la India, y esto es lo que, a mi modo de ver, no tienen más remedio que ser si se sienten de verdad entusiasmados y llenos de fe en the Empire . Personalmente yo ahora apenas tengo sentimientos racistas, por lo cual no siempre me resulta posible comprenderles. Siento las diferencias de clase bastante más que las de raza, y preferiría, con mucho, verme mano a mano con un jefe árabe o con un sacerdote indio que con un camarero danés...
Es tristísimo oír lo difíciles que son las cosas para todos. Sólo poco a poco llega una a darse cuenta de los terribles efectos de la maldita guerra. Y casi más todavía que los sufrimientos personales le llena a una de honda angustia el ver que toda esta era está cayendo tan bajo que su único interés acaba por ser la preocupación de encontrar el pan de todos los días. Y yo misma, como no consigo encontrar bonitos sombreros, me angustio sinceramente pensando que es porque ya no los hacen. ¡Y cuántas cosas más por el estilo! La época del estraperlo fue bastante mala, sobre todo por la crueldad con que aquella gente extraía oro de la sangre ajena; pero pienso también que la gente tiene buenas cosas individualmente, y en los difíciles tiempos que corren esto adquiere mayor importancia cuando parece que todo se está viniendo abajo...
El 2 de marzo de 1923 Thomas Dinesen se despidió de Karen Blixen y de la finca para emprender el regreso a Dinamarca, largamente aplazado.
A Thomas Dinesen
23-3-1923
(Contrafirma de Thomas Dinesen)
...Lo que más me angustia en estos momentos es que, como verás por mi telegrama, no me van a mandar nada de dinero hasta el 1 de abril. No sé con certidumbre hasta qué punto se han comprometido a enviarme las quinientas libras esterlinas convenidas, y si consideran que es inútil no lo harán en ningún caso. Ya es mala suerte que todas las ventas prometidas hayan fallado. También he recibido carta del agente a quien habíamos escrito en Eldoret, y me dice que no hay posibilidad de ventas mientras no se arregle la cuestión india. Como es natural, una forced sale[145] de toda la propiedad en estas circunstancias no produciría absolutamente nada, pero si los de casa pierden por completo la paciencia eso les dará igual.
La verdad es que la finca tiene un magnífico aspecto; ha mejorado mucho desde que os fuisteis, y ya hemos terminado de arar. El 17 tuvimos una pulgada y cuarto de lluvia, y llegué a pensar que era que ya empezaban de verdad las lluvias largas; pero desde entonces no ha caído nada. Entretanto es tal el calor y el tiempo opresivo de tormenta que está haciendo, que es natural esperar lluvia en cualquier momento. Esa pulgada nos hizo mucho bien, y toda la shamba está llena de botones dispuestos a abrirse en cuanto caiga el primer aguacero. Pienso que la floración que se aproxima va a ser mayor que la que tuvimos cuando tú estabas aquí. Sobre todo en el trecho que podó Holmberg y en la shamba al este del camino del Kilimanjaro, en torno a la casa de Thaxton, por allí sí que va a haber.
De sobra sabes, sin que tenga yo que repetírtelo ahora, lo desesperada que sería la situación, a mi modo de ver, si renunciásemos en este momento, después de tanto trabajo y estando ya tan cerca de la meta, porque así es como pienso que estamos. Si vosotros llegáis a la conclusión de que es eso lo que hay que hacer, entonces tendréis que actuar de acuerdo con esa conclusión, pero yo, por mi parte, lucharé por seguir adelante mientras me queden vida y fuerzas.
El futuro de la finca será sin duda: o bien que la Company la conserve, o bien que yo consiga dinero prestado y la compre, o bien que se venda forzosamente y caiga en manos extrañas. Y ahora voy a deciros mis ideas sobre lo que se puede hacer en los dos primeros supuestos; del último no pienso ocuparme aquí, tendría que ocurrir bajo su propia responsabilidad, y, presumiblemente, sin mi presencia.
Para mantener la finca entre ahora y el 1 de septiembre —que es el periodo de tiempo que yo calculo necesario para llegar a una situación segura— hacen falta mil seiscientas libras esterlinas. Los gastos propiamente dichos no llegarán a tanto, pero lo que sucede es que el seguro de los edificios de la finca vence a mediados de abril y hemos tenido una shaurie muy latosa con el café de la finca de Uasin Gishu, que no se ajusta a las instrucciones del Departamento de Agricultura y por lo que ahora tenemos fuertes multas. De esas mil seiscientas libras esterlinas tengo yo en caja ciento cincuenta. Si se consigue persuadir a los de casa de enviar las quinientas prometidas, sólo nos faltarán novecientas cincuenta. De éstas pienso que puedo sacar alrededor de cien con lo que ahorre del dinero del seguro..., de modo que nos faltarán de ochocientas a ochocientas cincuenta libras esterlinas para sacar adelante la finca hasta que llegue el otoño. Y lo que yo pensaba es que podrías acercarte tú a Londres, poner en claro la situación con los Gilliat y tratar de inducirles a liberar su capital ya invertido, a sacrificar una cantidad extra, pagadera mensualmente, mientras mantengamos la finca en situación satisfactoria, lo cual ellos pueden comprobar por intermedio de Milligan, que, también, si fuera necesario, podría darles información telegráfica sobre el aspecto de la finca y sus perspectivas para el otoño. Si fuera posible persuadirles a facilitarnos hasta doscientas cincuenta libras esterlinas al mes durante cuatro meses —1 de mayo, 1-6, 1-7 y 1-8—, hemos ganado; pero es muy dudoso. Tú mismo puedes juzgarlo y, según las circunstancias, arriesgar doscientas libras al mes, o ciento cincuenta, o —si todo lo demás falla— cien, cualquier cantidad nos vendrá bien. El resto de la suma podrías ver la forma de conseguirlo de alguna otra manera. No sé si te sería posible o si estarás dispuesto a conseguir este dinero por tu cuenta, quizás tú y Viggo en comandita; naturalmente, esto tiene sus dificultades y sus molestias, pero con esa suma se puede muy bien evitar que todo esto se venga abajo...
He pensado también en la posibilidad —y si te la paso es porque todo se puede debatir, y en último término no se perjudica a nadie con ello— de que tú consiguieras un crédito de mil libras esterlinas para invertirlas aquí. En este caso debes (si los de casa nos quieren echar una mano hasta el 1 de abril, porque antes no es posible hacer nada) telegrafiar preguntando, por ejemplo, a Hunter, Taylor, Harrison o a algún otro, cuánto se sacaría ahora con una forced sale. Si te dicen, por ejemplo, que veinte mil libras esterlinas, entonces podrías hacer al consejo de administración la oferta de que tú mismo te encargarías de mantener la finca durante cuatro meses contra una opción de compra por veinte mil libras esterlinas en el plazo de esos cuatro meses. Quizás fuese posible conseguir ciertas condiciones de la Company: que ellos, si ven al final de este tiempo que la finca es viable, se ofrezcan, de la forma que sea, a reembolsarte mil libras esterlinas...
No creo que fuera nada desleal por mi parte tratar de comprar en las actuales circunstancias, aunque sin duda se diría que lo es. Para madre sería mejor, desde luego, que si el comprador fuera otra persona. Mi plan consistiría en vender Uasin Gishu —en cosa de uno o dos años— y pagar con ayuda de un préstamo, porque sin duda me sería posible conseguir un crédito más o menos grande aquí, en Ngong, con menos intereses; quizás se pudiera acordar desde el principio que los intereses fuesen bajos mejorando la seguridad del préstamo con pagos a plazo.
Me gustaría estar en comunicación contigo y espero que me escribas y telegrafíes ampliamente. Si se lleva a cabo mi idea del préstamo, de una u otra forma, preferiría que las negociaciones con los de casa sean a través de ti. En tal caso te telegrafiaría que Denys Finch Hatton y yo podemos conseguir dinero y comprar. No quiero exigir privilegios en caso de compra, pero tampoco quiero quedar en peor situación que cualquier otro comprador; por ejemplo, que parte del capital en acciones quede relegado a segunda prioridad.
Bueno, pues esto es todo por lo que se refiere a mis shauries. Y sigo apoyándome en ti demasiado y para todo como cuando estabas aquí, pero ¿no crees también tú que, con sólo que salgamos ahora adelante, llegará un tiempo en que podré devolveros tanto a ti como a todos los demás lo que me habéis dado? Y si no consigo salir ahora de este atolladero, entonces, en cualquier caso, todo esto se habrá perdido. Ésta es la razón de lo que acabo de exponerte. No sabes lo que te he echado de menos desde que te fuiste; casi me he sentido incluso un poco loca, me parece, al quedarme de pronto tan sola. Y luego está todo muy desequilibrado en torno a mí; toda la vida, tan grave y urgente. Me parece que hay dos caminos, dos posibilidades para mí. O esto sale adelante y marcha por sí solo, con lo cual pues tanto mejor para mí: mi existencia continúa aquí, hay armonía en mi relación con los de casa si acabo volviendo ahí próspera y succesful; sí, la verdad es que no puedo menos de imaginarme nuestro futuro safari, cuando todas estas shauries nos parecerán sombras y nos sonreiremos de ellas. O, en caso contrario, failure, failure, failure[146], y de una manera inmerecida, me parece a mí. Or how?[147]
Sí, la verdad, sigo confiando en tu comprensión, ahora como antes, y en tu amistad. Y escribe.
Tu Tanne
A Ingeborg Dinesen
Ngong, lunes, 1-4-1923
...Tampoco hay absolutamente ningún motivo de que me tengas pena porque estoy sola, veo ahora a más gente que cuando estaba aquí Thomas, porque él, en general, no se ocupaba de nadie. Y además a mí no me inquieta nada estar sola, si no queda otro remedio. Tal y como estoy aquí ahora, con mis boys y mis perros y gente blanca, me encuentro en una situación que se ha ido produciendo de manera natural en torno a mí y que me he creado yo misma; a mí me va bien, y me siento a gusto en ella...
Tampoco tienes que pensar que deseo «circunstancias de paz», como tú dices; la verdad es que no sé a qué circunstancias te refieres, pero las circunstancias no son más pacíficas para un molino que no tiene nada que moler —al contrario—, porque aun así no puede estarse quieto. Me inquieta verme en una situación en que el contenido de mi vida llegue a reducirse a «charlar» un poco de todo, y en la que se consuma una armando pequeñas shauries por causas ínfimas. No te agobiaré nunca con soledad o enfermedades; para mí esas cosas carecen de importancia.
Lo que de veras me preocupa, y lo que para mí sería una verdadera desgracia, es no tener una continuidad en mi vida. La veo ante mí como si toda ella pudiera convertirse en el peor de los horrores, como si pudiera convertirse en una especie de locura. Es, indudablemente, fastidioso tener tantas shauries y preocupaciones como he tenido en estos últimos años, pero esto mismo le pasa ahora al mundo entero, y mientras haya en ellas un sentido y una coherencia es buena cosa resistirlas, y además son interesantes; de otra especie muy distinta son las desgracias que dejan la vida reducida a nada, sin sentido alguno, completamente sometida al acaso. Si mi matrimonio hubiera ido de otra forma, o si hubiese tenido hijos, no me habría visto envuelta en esta especie de espanto...
A Ingeborg Dinesen
Ngong, lunes, 9-4-1923
...Pienso que hay muchos niños encantadores que en cierto modo no saben llegar a ser mayores; se quedan en nada, y, de la misma manera, más tarde en la vida, hay muchas personas que no saben llevar el peso de los años: lo bueno que tenían en sus años jóvenes desaparece y no les llega nada en su lugar. Es, en cierto modo, como si se ajaran, pero sin llegar a madurar. Y luego, en general, he estado pensando con frecuencia si no será que la edad es la más difícil de todas las pruebas, y para todos. Algo así como pasa con el vino; la buena vintage[148] será la que mejor se conserva. Y no solamente con las personas, sino también, por ejemplo, con el arte. La cosecha más pobre es mejor beberla inmediatamente, sin ilusiones, porque si no puede empeorar. Pero si sale realmente buena, qué encanto y qué valor adquiere dejándola madurar. Mientras el vino sea joven nadie puede saber de verdad lo que vale; pero ¡y al cabo de cincuenta o incluso de veinte años! Por ejemplo, cuando releo a Oscar Wilde pienso que se ha vuelto muy endeble y lastimoso, me parece que en su mayor parte sólo sirve para escupirlo; pero con Oehlenschläger —lo mejor de él— y con Aarestrup[149], yo diría, por el contrario, que los años les prestan una profundidad y sutileza, un bouquet que no creo que sus contemporáneos lo sintieran cuando los leían...
Estoy ahora pintando a una muchachita kikuyu, espero que me quede bien. Cuando consigo ponerme a pintar —y me sale más o menos bien— y llueve en la finca y el aire es suave y fresco, como suele ser aquí en la estación de las lluvias, me parece de verdad que da gusto vivir. Espero que Thomas se haya acordado de mis colores de Francia; ya no me queda rojo, y esto sí que es un problema. En Nairobi todo lo que se encuentra es pura porquería...
Esta semana he tenido que ir varias veces a Nairobi por shauries del seguro... Este miércoles, estando allí, vi a Finch-Hatton, que volvía de safari, y almorcé con él en Muthaiga. Fue muy agradable. Yo creo que Finch Hatton es —al contrario que Geoffrey Buxton— esa especie de persona que va a improve con los años, que, como dice Stevenson hablando de d’Artagnan, ...will mellow into a man so witty, kind and upright... that the whole man rings true like a good sovereign[150].
Sigo recibiendo el Tilskueren que me mandáis, mejor dicho que me manda Thomas. Aunque me parece vergonzosamente aburrido, siempre suele tener algo interesante. En el último número encontré en las cartas de Zahrtmann[151] un pasaje sobre Frederik Frijs, a modo de ejemplo de joven aristócrata verdaderamente noble y digno, del que, la verdad, no pude menos de sonreírme. Por lo demás escriben con muchos elogios de las obras teatrales en un acto de Otto Benzon[152] que, según tú misma me dijiste, habían sido un completo fracaso.
Tengo que decirte algo que posiblemente te alegrará, y que me dijo una vieja enfermera escocesa. Fui a hacerle una visita y nos pusimos a hablar y hablamos de que todavía yo no había visitado a mis distintos vecinos y que éstos me encontraban descortés. ¿Qué más le da a usted, me dijo ella entonces, cuando everybody knows you are a true christian woman?[153]; aunque eso es lo que nunca podré llegar a ser; pero quizás incluso ella pueda sentir simpatía por una pagana humanista. Son sin duda los natives quienes dan tan buenos informes de mí, y en cierto modo no les falta razón, ya que yo haría por ellos cuanto estuviese en mi mano en este mundo. No sé, la verdad, qué es lo que tiene esta gente tan primitiva para resultar tan atractiva, pero lo cierto es que lo son. Leí el otro día un artículo sobre Hans Egede y parece ser que su actividad ha sido auténticamente magnífica. Si yo tuviera de verdad «fe» acabaría sin duda de misionera, pero también es cierto que se puede ser misionera en cierto modo sin necesidad de fe...
Espero muy de veras que nos veamos el año próximo. Por el momento resulta difícil saber si las cosas comenzarán a irme bien. Me agradaría ver la forma de ir a Europa este año que viene, entre otras cosas porque me gustaría mucho ver al profesor Rasch. En general me siento de maravilla, pero a pesar de todo he estado enferma un par de veces sin saber a ciencia cierta lo que tenía; y luego hace ya muchísimo tiempo que hablé con él. Tampoco es que tenga demasiados deseos de ir a Dinamarca en la próxima ocasión que vaya a Europa; después de toda esta shaurie de mi divorcio me parece que sería mejor dejar transcurrir unos años. Pero he pensado que no estaría mal pasar unos meses pintando en París, y Rasch podría darme la dirección de algún médico de ahí. Pero haz el favor de no inquietarte por esto que te escribo; lo más probable es que no tenga ninguna importancia, porque si la tuviera sentiría algo, y pienso que es una de las enfermedades más fáciles que hay, si la trata una como es debido...
A Ingeborg Dinesen
Ngong, 29-4-1923
...Fara y yo hemos puesto al pequeño Abdullahi, el hermano de Fara, en un colegio de Mombasa: yo pago una cierta cantidad mensual para tenerle allí. Nos da mucha alegría; sus maestros le elogian y dicen que es concienzudo y aplicado y que está deseoso de aprender. En otros tiempos tuve muchos deseos de poner aquí una escuela; en el fondo no sé si no sería mejor conservar a los natives en sus ideas primitivas, pero pienso que esto está out of the question. La civilización acabará apoderándose de ellos de una forma o de otra, y lo único que se puede hacer es procurar que ocurra de la mejor manera posible. A mí me alegraría muchísimo cooperar, sobre todo enseñándoles también algún trabajo manual, alguna artesanía, y, desde luego, mejores condiciones higiénicas; ellos, por regla general, tienen interés por aprender, pero son terriblemente inconstantes. Yo diría que para un native es una verdadera tortura dedicarse al mismo trabajo durante bastante tiempo seguido, como no sea a esta triste especie de agricultura a la que llevan ya acostumbrados diez mil años.
Yo misma he podido comprobar esto con mis modelos; se quejan y se retuercen en cuanto tienen que estarse posando, mirando siempre a la misma cosa durante largo tiempo, aunque a primera vista cabría pensar que esto es lo que a ellos les va. Casi he terminado ya el retrato de una muchachita kikuyu; estoy bastante satisfecha del resultado...
He releído ahora a Benvenuto Cellini[154]. Me gustaría poder hacer un verdadero viaje por Italia del norte la próxima vez que vaya a Europa; a lo mejor podríamos ir juntos Thomas y yo. No hay en todo el mundo un país que tenga más encanto para mí; yo diría que esa tierra es la naturaleza misma, en particular los colores, y es sobre todo por causa de los olivares.
Viggo dijo... que la tía Bess ha terminado ya de escribir toda la biografía de Mamá[155]. ¿Se va a publicar? ¿Y no crees que la tía Bess debía mandármela? No sabes cuánto pienso aquí en Mamá; creo que a ella le habría divertido mucho ver esto. También pienso en los viejos tiempos, en Dinamarca, y siento grandes deseos de saber algo sobre eso, quiero decir sobre la niñez y la juventud de Mamá, y antes incluso. Bakkehus og Solbjaerg, el libro de Troels Lund sobre la casa de la colina tiene que ser muy entretenido; me gustaría tenerlo...
A Thomas Dinesen
Ngong, 29-4-1923
Queridísimo Tommy:
Sólo unas pocas líneas.
Recibí ayer carta de Bror, del Congo. Estando en Government House oyó hablar del crédito que proyecto y me escribe que cree que me lo puede conseguir «en nuestra tierra», aunque no sé si se refiere a Suecia o a Inglaterra. Pone ciertas condiciones para conseguírmelo. No creo, la verdad, que lo haga por ayudarme. Lo que pasa es que actúa por su cuenta y ya comprenderás que estoy muy inquieta por si se le ocurre escribir o decir algo sobre este asunto que pueda perjudicarme en Dinamarca. Por tanto, si la cosa llega a vuestros oídos de la forma que sea, hazte cargo de que esto no es asunto mío; no soy yo quien lo ha organizado. También me ha mandado aquí a la mujer con quien ha estado de safari y me dice que ella puede hacer algo por medio de su padre, que es muy rico; pero desde el principio le dije bien claro que no quería saber nada del asunto.
Todos te mandan saludos; mis boys están desesperados porque ya nunca sales de caza para que ellos coman carne.
Aquí todo está muy bello y muy verde, la reserva entera reluce cuando se la mira desde tu antigua casa.
Prométeme que me escribirás hablándome de todo.
Tu Tanne
A Ingeborg Dinesen
Ngong, lunes, 28-5-1923
Mi querida madre:
No pude escribirte ayer, porque tuve un modelo —un viejo kikuyu— y el domingo es sin duda el mejor día que tengo para pintar; los otros días estoy constantemente agobiada y por eso me pongo kali[156]. Cuando estaba pintando el retrato anterior —de una joven kikuyu—, acabé tan desesperada que tiré pinceles y colores al suelo y le dije a Fara: «Take it away and burn it, I will never look at it again»[157]. Y el prudente Fara se lo llevó todo de allí en medio de un gran silencio, pero volvió al cabo de un par de días y me dijo: «Try one more day, then I think God shall help you and it will be very good»[158]; en mis conversaciones con Fara todo gira en torno a Dios, y hasta qué punto nos ayudará con el maíz, con los perros, con el automóvil, etcétera. La verdad es que esta vez me ayudó, por lo menos terminé el cuadro, aun cuando no haya quedado very good. Pero también quiero tener un momento para escribirte, y como no suelo tenerlo en días laborables, discúlpame si la carta me sale algo precipitada...
Os reiríais de mí si me vierais con mi costume de lluvia. Ahora voy casi siempre con pantalones caqui y una especie de blusa que me llega hasta las rodillas, y llevo las piernas desnudas y zuecos; me imagino que ahora, con el pelo corto, me parezco a Tolstói, sólo que sin la barba. Además he aprendido yo sola a arar, y así no seré menos que Tolstói en una foto...
Me gustaría muchísimo recibir libros sobre el Renacimiento; ¿no sabría Knud de algunos? Que yo recuerde hace un par de años salió un libro alemán sobre el Renacimiento en Italia y los hombres que lo hicieron; tuvo gran éxito y sin duda habrá sido traducido, pero la verdad es que no consigo acordarme del nombre de su autor...
A Thomas Dinesen
Ngong, 12-6-1923
(Contrafirma de Thomas Dinesen)
...La finca está en magnífica condition; todos y cada uno de los árboles tienen mucho mejor aspecto que el año pasado, el trabajo va muy bien y a buen ritmo y hemos salido de muchos trabajos que ya no tendremos que hacer más: plantar shade-trees[159], arar a fondo entre el café, reparar caminos, etcétera. Los gastos bajan constantemente, tenemos una gran extensión de maíz... y muchas cosas más. Pero ahora, cuando hemos llegado a una situación en la que, por decirlo así, nos lo jugamos todo por cincuenta toneladas más o menos, lo mejor es no fiarse exclusivamente de este estado de cosas...
No tengo intención de proponer al tío Aage o a la Company nada que la situación no justifique en este momento. No ha sido en absoluto mi intención proponerles, como me dices tú en tu carta, «una quiebra»... No se trata, nada de eso, de que me la vendan en un momento en que ellos preferirían no vender en absoluto. Pero cuando las cosas se ponen de tal manera que hay una posibilidad de que esa coyuntura se presente en cualquier momento, no es absurdo que yo, por mi parte, prepare mis posiciones, en la medida en que sea posible prepararlas.
Me dices que te has servido de toda la confianza que los de casa tienen en ti para persuadirles de que confíen en esta finca. Doy por supuesto que tú esto lo has hecho según tu propia convicción, aun cuando, al mismo tiempo, te quedo muy agradecida por ello. Pero con la más grande de las convicciones, con seguridad incluso de que una empresa tiene gran valor, es preciso, así y todo, tener en cuenta que las circunstancias pueden cambiar, que puede llegar un momento en que hagan falta recursos. Pero donde no hay recursos de ninguna clase —donde las cosas han run tan close[160] que, como ya te dije, cincuenta toneladas más o menos pueden significar, no una cosecha más o menos buena, no un beneficio más o menos grande, sino la sentencia de todo el destino de esta empresa—, entonces es siempre razonable, incluso en los momentos en que todo parece ir bien, ponerse a pensar en otras posibles salidas para el caso de que llegue esa circunstancia. Digamos que este año tenemos una cosecha verdaderamente buena, tan buena como nos sea posible imaginarla en el momento de mayor optimismo, pero que va tan despacio que los árboles no tienen tiempo de florecer bien el año próximo. Pues entonces llegará de nuevo un momento en que nos hará falta ayuda económica, de casa o de donde sea.
Mi punto de vista es, como tú, por otra parte, sabes muy bien, que tengo fe en esta finca; estoy convencida de que acabará saliendo adelante, y bien. Pero cuanto más tiempo sigo aquí, y cuanto más cariño le cojo —en 1915 yo habría podido volver a casa sin la menor pena, e incluso en 1920 sin que ello supusiera para mí ver toda mi vida por los suelos— tanto más opresivo resulta vivir como me ha pasado, y me pasa, a mí, día tras día, con la espada colgando sobre mi cabeza: pues eso, que cualquier pequeño revés, sí, ya te lo he dicho, que incluso un pronto de los de casa, podría resultar decisivo para el destino de la finca, y para el mío. Mientras siga aquí continuaré tratando de crearme algún tipo de seguridad. Quizás te parezca que pienso demasiado en mí misma y demasiado poco en los de casa, que tanto han puesto en esta empresa, y es posible que tengas razón. A pesar de todo, la situación no ha sido nunca tal, no lo es ahora, que vaya yo a ponerme a convencer a los de casa de que tienen que vender contra su voluntad. Nunca se mencionó la cuestión de que comprara yo la finca hasta que ellos mismos se manifestaron decepcionados con ella y expresaron su deseo de deshacerse de la empresa. Para ellos esto es una gran cantidad de dinero, lo sé perfectamente; pero es que para mí supone la vida entera.
Bueno, esto por lo que se refiere a business; y, como ya te he dicho, quizás con demasiada frecuencia, las posibilidades de que ese préstamo llegue a ser realidad son muy pequeñas.
Quería decirte también que te echo de menos de una manera verdaderamente angustiosa. A pesar de la insistencia de los totos wakamba, no me ha sido posible decidirme a salir de caza a Orungi lo que se dice ni una sola vez. Hasta las salidas a Nairobi en este coche que tanto quiero, ahora que las llanuras a lo largo de la carretera son verdaderamente «como un lago rizado por el viento», con miles de flores blancas, se me han vuelto melancólicas en extremo. Cuando me llegó el Tilskueren, esa apestosa revista, el otro día, me parecía completamente antinatural no tener a nadie con quien leerla y discutirla. Es curioso que al principio tenía yo a Bror por compañero de todas mis experiencias aquí, y luego te tuve a ti, y ahora os habéis ido los dos y probablemente nunca más volveréis. Menos mal que por lo menos tengo a Fara. Ha pasado por un periodo de impaciencia que, como sabes muy bien, les suele pasar a los somalíes, y ahora, de pronto, se ha vuelto un verdadero ángel, y esto tiene mucha importancia en mi vida. Conduce de verdad bien, y cada día que pasa se vuelve más mi chófer; en general yo diría que la gente de color, en cuanto tiene algo que ver con los automóviles, ya no puede pensar en otra cosa. El mío ahora está cuidado de manera ejemplar, y esto siempre es algo.
Por lo demás, los caminos aquí han estado muy mal, y el camino del gobierno peor que los nuestros. Había tantos baches en el trecho entre Dagoretti Junction y Nairobi que la pobre gente que no los conocía y tenía que ir por allí, cuando estaban llenos de agua, se rompía los muelles y los ejes a cientos. Yo estuve en Nairobi el otro día porque tenía verdadera necesidad de hablar con Hunter, y al volver vi nueve indian carts[161] en un bache en la reserva de Forest. Les echamos una mano para descargarlo todo y luego volverlos a cargar, y entonces tuvimos oziko, en fin, que no nos quedó más remedio que parar junto a la casa de Charlie y mantenernos firmes allí; y para entonces ya estaba yo tan cansada con los constantes cambios de velocidad, el temor de que el coche se estropease, y todo lo demás, que apoyé la cabeza contra el automóvil y rompí a llorar, como si me estuvieran azotando, con gran espanto de Fara...
No tienes idea la de pulgas que hay en la casa; Fara dice «only cats and dogs, these tow people bring them in»[162]; lo que no sé es quién va a sacárnoslas de aquí...
A Ingeborg Dinesen
Ngong, domingo, 17-6-1923
...Por lo demás puedo decir en términos generales que odio los principios; casi siempre son mala cosa, ¡y con cuánta frecuencia se esconden bajo este nombre pura y simplemente prejuicios! Pienso que Mario Krohn dijo algo bueno y certero cuando me escribió: «La bondad, no en el sentido de una colección de sermones, sino definida como un movimiento del alma». Y de esto pienso yo que los niños pueden dar más que nadie. Muchas veces he pensado que nadie puede realmente juzgar las relaciones entre los cónyuges, porque la parte exterior, que es la que se ve, carece de sentido, y puede ser completamente distinta de la interior, y no encerrar nada, por lo que no es posible hacerse una idea certera sin poder echar una ojeada, siquiera sea fortuita, al interior. Recuerdo que en una ocasión pensé que Viggo le hablaba a Ea con mucha sequedad, y sin comprensión, y que ella poco después me contó casualmente que Viggo, estando ella cansada y habiéndose echado, se fue a sentar al borde de su cama y le dijo: «No te voy a decir nada, para no molestarte. Lo que haré será sentarme aquí, a tu lado, y mirarte». Y esto, sin duda, era más sincero y una expresión más real de toda su relación que el resto de las cosas que oyen los demás. Entre una madre o un padre y un hijo puede muy bien ocurrir algo semejante, que el verdadero meollo interior de su relación hay que adivinarlo. Y yo pienso que Mitten significa para Viggo más de lo que éste aparenta, quizás más de lo que él mismo sabe...
A Thomas Dinesen
Ngong, 19-8-1923
Queridísimo Tommy:
No sé cómo darte las gracias por tu regalo, verdaderamente digno de un rey, de diecinueve libras esterlinas que me llegaron el otro día... Y créeme que no pudieron llegarme con más oportunidad: si un ángel hubiera bajado del cielo a dármelas no me habrían venido más à propos. Es algo notable, y tengo que contártelo. No sé si te escribí ya sobre una shaurie con un muchachito somalí de once años, que, a mi modo de ver, fue injustamente acusado de robo y condenado a cuatro años de cárcel. Es de una familia muy pobre, y los desdichados somalíes sólo querían cooperar con la mitad de los costos del caso, y yo, entonces, les prometí ciento cincuenta chelines; pero cuando pasé revista a mis recursos me di cuenta de que no iba a poder dar ese dinero, y Fara y yo no sabíamos qué hacer, «A menos que Alá nos envíe algo especial ahora», decía Fara. Y justo entonces llegó tu dinero, o casi. Haz el favor de no contarles esto a los otros, porque les parecerá una tontería...
Estoy muy triste por la muerte de Eric Otter[163]. La otra noche me llegó la noticia con un mensajero que me enviaron de los K.A.R. para ver si sabía yo la dirección de su mujer o de su madre; por desgracia no sabía ni la una ni la otra. Murió de black-water en Turkana. Fue uno de mis mejores amigos en los viejos tiempos de aquí, y es extraño, parece como si ahora todo ese tiempo desapareciera de mi entorno.
Haz el favor de dar muchas gracias a la tía Bess por su carta, que me alegró lo indecible, pero a la que, la verdad, no sé qué contestar; sobre todo porque, a juzgar por lo que en ella me dice, tengo la impresión de que la mía fue bastante idiota, debido a lo cual no me apetece nada escribirle otra parecida. Siempre resultan difíciles ese tipo de debates por carta a tanta distancia, pues para cuando se reciba la respuesta ya no recuerda una lo que había escrito en un principio. Pero, a pesar de todo, es muy importante para mí recibir vuestras cartas, y en especial las de tía Bess. Le escribiré a pesar de todo —si es que viene más o menos a propósito— que ciertamente creo que la «libertad» y la «felicidad» son un estado interior, y que no es posible en absoluto hacer reglas sobre la manera de atraerlas; ni siquiera las pequeñas y sencillas condiciones que propone la tía Bess me parecen, con mucho, necesarias. Yo creo que a la gente le puede perseguir la policía sin por ello dejar de sentirse felices y libres, pero también pienso que en cada caso individual se dan circunstancias externas que, de una manera o de otra, condicionan esos sentimientos. Del mismo modo, por ejemplo, que el café puede crecer —y sentirse, sin duda, libre y feliz— por debajo de siete mil pies o el cedro por encima de siete mil, me parece a mí que cada persona requiere una cierta tierra, un cierto calor y una cierta altitud, más reducida en algunos casos, y casi universal quizás en otros, para poder sentirse libre y feliz, es decir, para poder desarrollar su naturaleza en libertad hasta el máximo de su capacidad. Pienso que se puede uno sentir completamente libre tanto en un convento trapense como en la corte de Berlín; pero diría que sólo un carácter insólito, e insólitamente propenso al amor, se sentiría libre en ambos lugares (y lo mismo en un bar entre bolcheviques y en la vicaría de Nøddebo)[164].
No tengo casi duda de que el hombre se siente libre cuando está en disposición de amar las leyes a las que nuestra existencia tiene que someterse. Por ejemplo, cuando oigo hablar de la libertad ilimitada de que se goza a bordo de un barco, me siento, personalmente, casi conmovida, porque las leyes del movimiento a las que es necesario someterse en ese ambiente a mí me parecen contrarias a la naturaleza. Yo diría que si la tía Bess se siente libre escribiendo como escribe, no es porque está en situación de «dar a cada cual lo que le corresponde, de pagar sus impuestos, etcétera —tengamos en cuenta que a ella el orden y la honradez le son necesarios, y le gustan mucho—, sino porque la gente a quienes ella quiere y que tienen importancia en su vida, no le exigen otra cosa que lo que ella misma, por su naturaleza, es capaz de dar. Y además tengo que protestar contra la idea de que hablar de libertad sea mera palabrería en boca de Drachmann. Yo no sé de nadie que la haya amado más, desde luego ningún poeta, y cuyas obras, cuando se leen, dejen mayor sentimiento de haber estado «al aire libre», de respirar una atmósfera más libre y más fresca...
Estoy esperando aquí a Denys, quizás hoy, desde luego esta semana, y, en consecuencia, ya sabes:
La muerte no es nada, el invierno no es nada...[165]
A Thomas Dinesen
Ngong, 10-9-1923
...Desde que recibí la carta del tío Aage mi existencia aquí ha sido toda ella de aroma de rosas y luz de luna llena, y me he sentido, más o menos, como creo que se sentiría Sansón cuando le cortaron el pelo: sin fuerzas. Ya no puedo solucionar ninguna shaurie con Hunter, Harrison y Milligan; ya no puedo siquiera contener la impaciencia de mis blancos por lo que se refiere a esperar dinero, y bien sabe Dios que en esto nunca se contó conmigo. Nadie entiende lo que yo me esforcé por conseguir vender la casa de MBagathi para ver si así nos las arreglábamos este 1 de septiembre, y me resultó fácil; y ahora, después de esta shaurie, a pesar de que ya he estado diez veces en Nairobi para tratar de este asunto, ni siquiera puedo hacer que se firme la escritura, y de sobra sé que la culpa es mía; me siento como si ya no pudiera hacer más ante las vacilaciones de Hunter y el ruin y calculado antagonismo de Harrison. Todavía se me puede uncir, por supuesto, al molino de rueda, como a Sansón, pero para ese menester será mejor que os sirváis de una mula...
Por lo que a mí misma se refiere, ya he puesto mi corazón en esto en tal medida que ha habido muchos momentos en los que me he sentido completamente decidida a rehusar seguir viviendo si tenía que irme de aquí. Y ni siquiera ahora estaría del todo dispuesta a decir que podría sobrevivir realmente a esto. Pero también hay momentos en los que pienso que es un error asirse de tal manera a una sola cosa en esta vida, y que debiera tener en mí suficiente fuerza para ser capaz de vivir después de un derrumbamiento como éste. Pero también hay que pensar un poco en cómo pudo pasar una cosa así. Hasta ahora mi ruptura con este lugar me ha parecido una especie de Ragnarok[166], después del cual ya no queda nada. Pero si ahora te escribo es para pedirte que me ayudes a hacer algo, lo que sea posible, después de esto.
Por tanto, y para empezar, te preguntaré si tú, en el caso de que tuviera yo que irme de aquí, estarías dispuesto a venir a poner orden según mis planes, a fin de evitarme a mí esa tarea, y sobre todo porque así no tendría que convivir, por ejemplo, con el tío Aage, durante mis últimos meses en la finca.
Y luego: ¿me ayudarías a intentar un nuevo comienzo en la vida? Y, si me ayudas, ¿con cuánto?
No te escribo esto para pedirte limosna, sino porque quiero saber cuál es mi situación. Porque si tú, por ejemplo, me dices que no te es posible ayudarme —como podría ser muy bien el caso si, por ejemplo, estuvieras pensando en casarte o en dedicarte a alguna otra actividad—, no creas que no me voy a hacer cargo. En tal caso, pura y simplemente, tendría que orientar mis planes en otro sentido.
Yo podría muy bien casarme ahora; pero estoy completamente convencida de que no debo casarme sin amor o si no es para llegar a una posición muy concreta y que me vaya muy bien. Casarme para que otro se haga cargo de mí es cosa en la que ni pensar cabe. También podría irme de viaje durante algunos años con alguien con quien me lleve bien y que me ayude a poner mis ideas en orden.
Es una verdadera vergüenza la manera en que se educa a las chicas. Estoy completamente convencida de que si a mí me hubieran educado como a un chico estaría ahora, con exactamente la misma inteligencia y dotes de que dispongo, en situación de arreglármelas muy bien. Pero, incluso en las actuales circunstancias, podría salir perfectamente de este atolladero si recibiera ayuda desde el primer instante.
Por mi parte no creo —como posiblemente es también tu caso— que tenga yo muchos melindres sobre la clase de vida que voy a llevar, ya que he tenido la mala suerte de no encajar en las circunstancias en que he nacido y que me estaban destinadas como algo natural. A una cosa estoy completamente decidida: no quiero vivir entre la clase media. Pero me parece, de verdad, que podría ser muy feliz si, para comenzar, me fuera factible, por ejemplo, tener un hotelito para gente de color en Djibuti o en Marsella. (Esto no lo tenía yo pensado, es lo primero que me viene a las mientes.)
Como ves, no he tomado ninguna decisión, ni sé tampoco si la Company habrá tomado alguna. Me gustaría que cuando recibas ésta me digas lo que piensas antes de tomar yo decisión alguna, y muy bien sabes que siempre he tomado muy en serio tus consejos. Por tanto te quedaré muy agradecida si me escribes largo y detalladamente y me dices lo que en realidad piensas.
La verdad es que no había pensado escribir una carta tan larga. Pero cuando me pongo a escribirte siempre resulta más largo de lo que había pensado al principio.
Denys Finch Hatton ha estado viviendo aquí algún tiempo, y se quedará una semana más todavía, y me he sentido completamente feliz, en serio, tan feliz que vale la pena haber sufrido y estado enferma y todas las shauries que se me echaron encima esta semana.
Adiós, querido hermano.
Siempre, siempre, tu Tanne.
A Thomas Dinesen
Ngong, 25-9-1923
...Lo primero que quiero decir en este caso es que yo, después de lo que ha dicho y telegrafiado y escrito la Company, me doy perfecta cuenta de que no tienen la menor intención de conservarme a mí como manager. De no ser así no me habrían tratado de esta manera...
...Por lo que se refiere a mi situación, lo único que puede decir es que siempre me han encantado y que adoro esta tierra y su gente y este lugar, si no lo que más de todo el mundo, sí, desde luego, hasta el punto de haberme sentido feliz dedicando todo mi tiempo y toda mi capacidad —lo que, en general, suele llamarse «toda la vida»— a su servicio. Pero, a pesar de todo, tales podrían ser los cambios en mi situación aquí que mis sentimientos también cambiasen. Recuerdo que la señora Casse tenía una teoría, o quizás fuese mejor llamarlo un experimento mental, sobre sus propios sentimientos con respecto a su marido, y era así: si le arrancaran un brazo o una pierna a Peter, ¿le amaría yo menos? No. Si le sacaran los ojos a Peter, ¿le amaría yo menos? No. Si Peter perdiera el oído, el habla, la salud, el vigor, ¿le amaría yo menos? No. Y así sucesivamente. Incluso descartando que fuese fácil, de un golpe, arrancarle tantas cosas a Peter que la relación, por lo menos, tendría que cambiar por completo, pienso que la posibilidad misma de que Peter fuera a sufrir tales cambios en su persona llenaría de tan hondo desagrado a cualquier persona normal que si le fuese posible romper a tiempo su relación con él lo hará sin duda alguna. Pero, en cualquier caso, esto lo único que demuestra es que los brazos, las piernas, etcétera, no eran, para la señora Casse, lo esencial de sus relaciones con Peter, y lo más probable es que la situación fuese muy distinta en el caso, que podría ocurrir, de que Peter perdiese su inteligencia, su integridad, su sensibilidad, su amor por ella. La cuestión, por consiguiente, se reduce a una cosa: lo que es essential en una relación. A toda persona le puede ocurrir perfectamente que las circunstancias le impongan cambios en sus sentimientos o en sus ideas. Quizás pueda hacerse una excepción en las relaciones entre madre e hijo; pero, incluso en este caso, podrían ponerse las cosas en tal tesitura que todas las personas imparciales llegaran a la conclusión de que sería una suerte, por ejemplo, que la muerte pusiese fin a la relación. Por lo que a mí respecta, mi situación aquí podría cambiar hasta tal punto, incluso en su espíritu mismo, que las circunstancias externas: el que yo siga viviendo en esta casa y se me siga llamando managing director[167], no fuese compensación suficiente...
Sé muy bien que sería una verdadera tristeza y una desgracia para mí renunciar a esto y marcharme. Pero si las cosas se me ponen de tal forma que, desde todos los puntos de vista de fairness y decency[168] y equidad, me llegue a ver alejadísima de las personas de quienes dependo, y si me obstino en dejar bien en claro que lo que piensas es que estoy recibiendo de ellos más de lo que les puedo dar en ningún momento, y, encima, más de lo que en ningún momento habría sido razonable y digno recibir, ¿podría considerarse, desde cualquier punto de vista: moral, o de simple sentido común, justo el que yo continuase aquí?...
Aparte de esto, me encuentro muy bien y me he sentido más feliz que ninguna otra persona de la tierra, porque he tenido aquí a Denys viviendo conmigo durante un mes. Espero que vuelva y quizás se pase aquí la Navidad —está ahora de safari, y durará unos meses—, porque luego se va a ir en enero. El que existan personas como Denys —y esto yo lo había intuido ya antes, pero sin osar jamás llegar a creerlo— y el haber tenido la felicidad de encontrar a uno de ellos en mi vida y haberle tenido tan cerca —aun cuando haya habido largos periodos de separación— me compensa de todo lo demás de este mundo, y otras cosas pierden importancia por completo en sí mismas.
Otra cosa, te ruego que, en el caso de que yo muriese y tú le encontrases más tarde, no le digas esto que te he escrito.
A Thomas Dinesen
Ngong, 18-10-1923
...Así pues, veo ahora que es la renta básica de madre lo que aquí está en juego. También considerables cantidades de dinero de la tía Bess, de Anders y tuyas. Asimismo, se puede alegar que se trata del capital de un millón en acciones lo que está invertido aquí, y que es, en gran parte, una cuestión de honor.
Entre las posibilidades actuales de salvar todo esto no cuento yo la de que llegue más dinero de casa. Parto de la idea de que hay que descartar por completo nuevas aportaciones.
Pero hay otros factores además del dinero, y éstos, a mi modo de ver, pueden ser decisivos, y es de ellos precisamente de lo que quería escribirte hoy. No estoy dispuesta a invertir en esto mi vida, pero sí que lo estoy a invertir toda mi fuerza y todo mi tiempo durante algunos años más. Y ahora quería preguntarte si también tú estarías dispuesto, si te parece que puede ser decisivo, a hacer de esta empresa la principal cuestión de tu vida durante, por ejemplo, un año.
Yo, ahora, no te puedo dar en firme ningún plan o estimate. Pienso, como ya te he escrito, que la cosecha no va a ser tan pingüe como habíamos pensado y como sería necesario para poder llevar de una vez a buen fin todos los asuntos; hemos sido, desde luego, muy optimistas al creer que una finca abandonada como era ésta iba a poder ponerse completamente en orden a fuerza de trabajo en tan corto tiempo. Pero pienso, así y todo, que ha mejorado de forma colosal y que acabará estando completamente en orden si podemos dedicarle un poco más de tiempo, y que las cosas aquí, en general, están a punto de mejorar también. Por eso, desde mi punto de vista, sería imprudente renunciar ahora a todo, si se puede sacar adelante, aunque sea con grandes esfuerzos...
Doy por supuesto que si te mando un telegrama tú puedes arreglártelas para venir aquí. Pero te digo muy en serio que, en cualquier caso, deberías venir en febrero o en marzo, si para entonces, por ejemplo, no se ha arreglado todo con una venta. ¿Te parece bien esto? No creo que debierais haceros a la idea de renunciar a esto sin que alguno de los de casa venga aquí a verlo en el último momento. No debierais pensar que porque hayamos sido demasiado optimistas este año la empresa sea inviable... Estoy completamente convencida de que entre tú y yo, si nos dedicamos a ello de verdad el año que viene, podemos salvar todo esto y convertirlo en un éxito. ¿Piensas que valdría la pena, y te animarás a venir aquí conmigo?...
A Ingeborg Dinesen
Ngong, domingo, 21-10-1923
...Éste ha sido un año notable por la caza y los leones, los cuales incluso han llegado hasta Nairobi. Un león joven visitó varias noches seguidas el «parque zoológico» que hay en torno a Government House, y finalmente el asistente del gobernador lo mató de un tiro justo delante de la casa una mañana temprano. También por estos alrededores los hemos oído. El otro día estuve pensando en ellos con cierta inquietud, porque fui a caballo muchas millas por el interior de la Game Reserve[169]; la hierba era tan alta que me cubría las botas incluso a caballo, y, de pronto, caímos Rouge y yo en el fondo de un tremendo hoyo que de cualquier forma me habría sido imposible ver; tuve la sensación de precipitarme al fondo de una tumba, y vi el espinazo de Rouge oscilar sobre mí; se levantó y salió, y se le rompió la brida; yo entonces salí como pude, a rastras, y le vi allí, a muchas yardas de distancia, con aire desdeñoso. Tan desesperada me sentía que rompí a llorar; estábamos en pleno mediodía y el calor era espantoso, y Thomas sabe muy bien lo que significa ir entre las hierbas altas; se tiene la sensación de estar uno ahogándose, y sobre todo con ropa de montar y botas altas resulta insoportable. Pensé que tardaría siete horas en volver a casa, y que Rouge desaparecería y se lo llevarían los leones, pero fue un gran milagro, porque le alcancé y le cogí y regresé a casa arrogantemente montada en él...
En una cosa te ruego muy de verdad que no te entrometas —porque sé que es completamente absurdo—, a conocer sus (me refiero a Thomas) amoríos o flirtations... No creo que sean posibles las relaciones entre madre e hijo, cuando viven juntos —lo que siempre es completamente antinatural, pues si el hijo ha llegado a la edad de Thomas, lo más razonable sería que tuviese su propia casa, con lo que toda clase de cosas se volverían más fáciles—, más que si ella se da cuenta de que una parte de la vida de él, que a ella, naturalmente, siempre le parecerá llena de frivolidad, queda fuera de su esfera. Los amoríos de esa especie son cosa que los jóvenes aceptan de la manera más natural, pero que una señora vieja raras veces es capaz de aceptar; yo diría que desde la señora Montague y la reina Bera hasta la abuela no ha existido una sola madre que no se sintiera preocupada y al tiempo irritada si se tomaba la molestia de enterarse de lo que hacían sus hijos jóvenes en esta cuestión. Y además, teniendo en cuenta las costumbres y usos de nuestro tiempo, lo mejor será que dejes todo eso en manos de Thomas. Aparte que no creo que su respeto por las mujeres o por el amor vaya a sufrir en absoluto con todas estas frivolidades suyas, incluso si ahora parecen algo distintas que en tus tiempos, cuando tus contemporáneos se iban de cortejo.
Pienso que, para la edad que tenemos, a veces sientes demasiado la responsabilidad de nuestra conducta, por lo cual, en cualquier caso, nadie podría pedirte cuentas. Quizás sea más bien que tomas demasiado a pecho el que se nos critique, sobre todo en la familia. Pero creo que debieras sobreponerte a esto; por desgracia no somos perfectos, y por eso no es posible evitar, cuando se está tan unido a la familia como estás tú, que se comenten ciertas diferencias entre el concepto que tiene una madre y el que tienen sus parientes sobre lo que deben ser los hijos. Pero nosotros hemos llegado ya a una edad que, en términos generales, nos permite tomar con calma cualquier tirón de orejas de esa gente con tal de que tú dejes de preocuparte de tales cosas.
En realidad yo creo que estos detalles de «mediocridad burguesa» no significan mucho para ti, y que tú, verdaderamente, entre don Juan y don Octavio, preferías por hijo a don Juan, más aún, que te habrías ido a cenar gustosamente con el comendador si te hubiese sido posible evitar ser blanco de las críticas que llovieron sobre don Juan. Si, en el fondo de tu corazón, pudieras decir: «Thomas es más frívolo de lo que yo había pensado, y está sumido en frivolidades, pero sé que no hay nada malo en ello, y que además esto no es asunto de nadie», ya verías como tú paz interior y la alegría que te da Thomas no resultaban afectadas en absoluto...
A Ingeborg Dinesen
Ngong, domingo, 11-11-1923
...Hace ya tres años que volví de casa; han pasado muchas cosas desde entonces y cabe decir, sin temor a exagerar, que han sido tres años terribles para la mayor parte de la humanidad. Yo, personalmente, no habría querido perderme esos años por nada de este mundo; hasta entonces nunca supe de verdad lo que eran las shauries, pero también es cierto que tampoco había sabido lo que es ser completamente feliz, o sea, dicho de otra forma, lo que es vivir. He estado pensando en esto y me gustaría mucho releer Adam Homo para ver cómo le explica el viejo pastor Homo —¿o Madame?— a Adam lo que es «ser». Sí que me gustaría tener aquí Adam Homo, y también muchísimo la Isle des Pingouins y La Rôtisserie de la Reine Pédauque, de Anatole France, si es que alguna vez una persona amable se decide a enviarme libros, estos últimos en francés, naturalmente...
Hoy es el cumpleaños de Mahu; cumple cinco años y está muy entusiasmada. Le he regalado un collar y una ternera. Tanto ella como su hermano menor, que tiene dos años, han estado jugueteando por aquí mientras yo me pasaba la tarde entera escribiendo, y han celebrado una ngoma. El niño, Tumbo, es ridículamente pequeño, exactamente como una rana, pero nada le intimida, y se muere de risa y se da golpes en la tripa y todo le tiene sin cuidado...
Thomas se alegrará sin duda de saber que estoy escribiendo un pequeño tratado de moral sexual[170], a ver si consigo terminarlo. La verdad es que Thomas y yo nunca estuvimos muy de acuerdo en estas cuestiones; me imagino que también él tendrá serias discusiones con la tía Bess...
A Ingeborg Dinesen
Ngong, víspera de Nochebuena, 1923
...Cuando se envejece me parece a mí que la distancia pierde gran parte de su importancia, tanto en el espacio como en el tiempo; realmente pienso que todo lo que desapareció hace ya tiempo, y todo lo que está ocurriendo ahora lejos de mí, es igual de «presente» como lo que yo misma hago casualmente en este instante.
Es maravilloso esto de ir haciéndose tan vieja poco a poco; ahora soy igual de vieja que tú a la muerte de padre, y a ti te recuerdo con mucha claridad desde bastante antes, con un vestido de algodón a rayas azules y blancas, y con tu maravillosa cabellera —hasta tal punto que casi me parece que tenemos la misma edad—. A la tía Bess puedo recordarla de muchacha; y por lo que se refiere a Malla yo diría que nunca ha sido ni más joven ni más bella que ahora, y espero que siga conservándose eternamente joven, por lo menos hasta que vuelva yo a Dinamarca. Me gustaría poder oler aquí el árbol de Navidad y el asado de ganso, tan tremendamente agradables; es cierto, como en Garman & Worse, que le nez c’est la mémoire, pero, en cualquier caso, pensad en mí cuando comáis el ganso y encendáis las velas y cantéis Las campanas doblan por Navidad, que, para mí, es el más bello de todos los salmos navideños y el que mejor me recuerda la atmósfera de esta fiesta en casa. Bueno, «Feliz Navidad» a todos vosotros, querida gente...
Voy a ver si consigo atraer mano de obra a la finca abriendo una escuela ahora con el nuevo año; hacía mucho tiempo que tenía este proyecto, pero Dickens se oponía; menos mal que ha acabado aviniéndose a razones. Vamos a tener el local en «la casa de Charlie» —Thomas sabe dónde está— y pienso que lo voy a pasar muy bien. Será después del atardecer, para no interrumpir el trabajo de la finca. Es una lástima que los wakamba se opongan a tener aquí católicos —la verdad es que no sé por qué; tienen la idea de que no les enseñan bastante—, de modo que, contra mi voluntad, tengo que herir a mis amigos de la misión francesa, pero de nada me serviría ir en contra de los deseos de los natives en una cosa como ésta, cuando de lo que se trata es de atraerlos aquí. Me parece a mí que todas las fincas de tamaño más o menos grande debieran tener una escuela como ésta; no sirve de nada ir por ahí diciendo que los natives se sienten más felices en su estado primitivo, aparte de que esto, en sí mismo, es muy debatible, hay que tener en cuenta la imposibilidad de mantenerles así, y con no ayudarles en este sentido lo único que se consigue es que ellos, por sí mismos, aprendan lo peor de la civilización, como esos terribles Nairobi-boys que han aparecido desde que yo llegué aquí por primera vez y que en nada son inferiores a los que tenemos en Dinamarca, con «el pelo sobre la frente», y a quienes, según el tío Rentz, lo que había que hacer es llevarlos a Nørrefaelled y fusilarlos. Es, sin duda, el deseo de subir en la escala social lo que induce a los natives a querer aprender. Como te digo, estoy muy contenta de poder facilitárselo.
Esta semana estuvo aquí el major Taylor, que vino a ver la finca, y me gustaría muchísimo saber la opinión que le merece. No estaba aquí desde febrero, de modo que podrá darse cuenta mejor de los cambios que yo y Dickens, que los vemos todos los días. Pienso que va a mandar un informe a casa sobre ellos.
El mismo día de su visita pasó aquí algo terrible y triste. Yo estaba bañándome, antes de la cena, cuando oí un disparo. Siempre me espanta oír disparos, sobre todo de noche, pero pensé que sería algún blanco disparando a las hienas. Poco después llegó Thaxton a todo correr en motocicleta y dijo que se había producido una desgracia; su cocinero había salido y su kitchen-toto[171] tenía en su cabaña una reunión de chicos de su edad; uno de éstos se las había arreglado para apoderarse de una escopeta de perdigones que Thaxton había dejado en la solana de su casa para ver si así las aves de presa se asustaban y dejaban de acercarse a sus gallinas, y la había disparado en medio del grupo. Thaxton estaba asustadísimo y no sabía cuántos de ellos habían resultado heridos, y me pidió que fuese con él. Me puse algo de ropa y corrimos a su casa, que es la que tenía Thomas al final de su estancia aquí. Luego averigüé que habían quedado heridos levemente otros tres chicos, y que se habían ido de allí a todo correr; cuando llegamos sólo había dos. Uno era Maturri, a quien Thomas quizás recuerde, un toto pequeño, muy bueno y simpático, y estaba herido en el cuello y en el pecho; yacía inconsciente en un charco de sangre. El otro estaba sentado y le manaba sangre de la boca, o, mejor dicho, de lo que le quedaba de la boca: tenía toda la mandíbula inferior destrozada por el tiro.
Los vendé lo mejor que pude, pero no era nada fácil a la luz de una mala linterna, y fui a por mi coche para llevarlos al hospital. Los faros no funcionaban bien y el coche no terminaba de arrancar; me parece ahora que tardamos una eternidad en ponernos en marcha. Tampoco resultó nada fácil conseguir que se estuvieran quietos en el coche, porque todos los baches y desniveles del terreno se notaban mucho en esas circunstancias; pero acabamos llegando. Thaxton y Kamante, a quienes Thomas conoce, se encontraban conmigo; Fara estaba casualmente ausente aquella noche. Cuando sacamos del coche a Maturri el pobre muchacho murió. El otro había perdido tantísima sangre que todo el coche estaba empapado, y se encontraba muy mal, aunque todavía vive; fui a verle al día siguiente. Pienso que habría sido mejor para él morirse, y de seguro habría muerto de no ser porque le llevamos al hospital, pero también es verdad que no se debe pensar así. Yo creo que no sufría, pues el golpe había sido demasiado fuerte; cuando le llevaba por el bosque le oí gritar y quejarse, pero cuando llegamos le cogí la cabeza entre mis manos y le dije: Procura estar quieto y tranquilo, estoy aquí para ayudarte. Y ya no se quejó más en todo el camino hasta el hospital, donde le llevaron mucho de un sitio para otro. Maturri no pudo sentir absolutamente nada; había recibido el tiro de lleno, con perdigones del número cuatro, en todo el pecho; se quejaba, pero estaba inconsciente.
Fuimos a la comisaría enseguida para contar lo que había sucedido y allí nos tuvieron horas; la desgracia había ocurrido hacia las siete y media y no volvimos hasta las tres de la madrugada. La policía no puede decir nada; no cabía la menor duda de que se trataba de un accidente, o de juegos de chicos. A Thaxton le cae una multa por tener su arma cargada a la vista de todos. El desgraciado chico que disparó el arma ha desaparecido; es evidente que tiene que estar asustadísimo. La cosa ocurrió el miércoles y desde entonces le hemos estado buscando, y naturalmente también su familia: es el hijo de Kanino. Yo diría que se ha ido con los masai y que está escondido allí; Farah tiene una teoría, dice que se quedará allí hasta que has married six or five wife[172], y como ahora sólo tiene ocho años tardaremos mucho tiempo en volver a echarle la vista encima. Lo que me gustaría saber es que está seguro dondequiera que esté. No se puede fiar uno de los nervios de los natives. Hay otros tres chicos que resultaron heridos, pero no es cosa de importancia.
Tuve que ir a Nairobi otra vez a la mañana siguiente, ya que estaba citada con Hunter para conseguir algo de dinero para mis blancos antes de Navidad; como es natural, lo pedían y se lo habían ganado, aunque sólo sea por lo pacíficamente que han estado esperándolo. Fui a comer a casa de los Mac Millan y luego estuve en el hospital para ver a Wanjangiri. Es un hospital de natives buenísimo y tiene un médico estupendo. Había bebido leche y me conoció y entendió lo que le dije, y ahora van a ver si consiguen coserle todo lo que tiene suelto; pero lo que no pueden decirme es cómo va a quedar, ni tampoco sé yo qué es lo que podrán hacer, porque ha perdido los dientes y la mandíbula por el tiro. Me dijeron que estaba bien vendado y que gracias a eso se había detenido la hemorragia; fue pura suerte, pues yo casi no podía ver cuando le vendaba. Luego ha ido su hermano a verle; seguía más o menos igual.
Me he resfriado conduciendo el coche; apenas llevaba ropa encima, sólo una falda y una chaqueta y zapatos, de modo que al día siguiente casi no tenía voz; quizás fuera también, en parte, nervios; estaba cansadísima cuando volví por la noche de la expedición, como si hubiera recorrido cinco millas, en fin, que me he pasado un par de días en cama. El viejo Mr. Bulpett vino en coche a verme y le agradecí la amabilidad.
El pequeño Maturri, el que murió, era un toto buenísimo; había pasado algún tiempo en mi casa, pero ahora trabajaba en la fábrica clasificando café, y siempre que me veía se reía mucho y me llamaba; le había visto aquella misma tarde cuando pasé por allí con Charles Taylor, y es extraño que fuera a morir en mis brazos un par de horas después...
Pienso que estas navidades las voy a pasar sola; me han invitado a varias cenas en Nairobi, pero no sé si iré. Posiblemente vengan aquí Berkeley Cole y Finch Hatton unos días más tarde. Berkeley me ha mandado un telegrama diciéndome que me manda un gato como regalo de Navidad —cuando estuvo viviendo aquí había muchísimas ratas—, pero como no puedo encontrarlo en ninguna parte mucho me temo que el desdichado gato estará en alguna estación, Dios sabe dónde. Farah y yo vamos esta mañana a ver si damos con él, y también a comprar azúcar, cigarrillos y rapé por un total de doscientos chelines que teníamos guardados con este objeto; es para repartirlo el día de Navidad entre toda la gente de la finca. Serán más de mil personas, de modo que la calidad no podrá ser nada del otro jueves...
Estoy de acuerdo contigo sobre lo que me escribes a propósito de Kristin Lavransdatter. Es extraño que, estando Thomas aquí, lo leímos juntos y a mí me gustó muchísimo, pero ahora, en cambio, no me atrae nada; más aún, el libro entero, y sobre todo su autora, me repelen un poco. Me doy cuenta de que, en cierto modo, se trata de una obra monumental, pero es una visión terrible de la vida, que, incluso desde el punto de vista estético, echa a perder el libro, o bien lo hace excesivamente angosto, sin horizonte artístico, como un cuadro del que se pueda decir que «no tiene aire». Casi nunca en mi vida había topado yo en mis lecturas con tal colección de personas desgraciadas, y yo diría que todo ello se resume en la idea que tienen de la vida, y luego ellos mismos, entre sí, no hacen más que atormentarse mutuamente hasta matarse. La única vez en todo el libro en que puede hablarse de algo alegre es cuando Kristin y Erlend, al principio de sus amores, se dejan llevar de sus sentimientos o pierden la cabeza hasta el punto de olvidarse de los demás, y esto los otros no pueden ni perdonarlo ni olvidarlo, y les hacen pagarlo durante el resto de sus vidas. Aparte de esto no hay en el libro más que miseria tras miseria: Ragnfrid, Simon, Ramborg, Gunnulf, Audhild[173] y Bjørn, Erling y Halfrid, Ulf; que alguno de ellos, como Ragnfrid, o incluso Gunnulf, al cabo de toda una vida de vivir en la esclavitud de su propia y absurda conciencia, hacia el final, alcancen una especie de paz a costa de todo, qué quieres, a mí me parece demasiado. Si la autora se hubiera enfurecido de que la gente se destruya recíprocamente la vida de esta manera, como Strindberg, o si se hubiese elevado sobre ellos, sonriéndoles con superioridad y compasión, como hace, por ejemplo, Anatole France, el libro tendría un nivel más elevado y una podría, de una u otra forma, aceptar el conjunto; pero, no, lo que ella hace es tomarlo todo completamente en serio, como si la vida fuera así, y una termina diciendo, como Ronald Fangen (refiriéndose a Sigrid Undset)[174] : «Se lee este libro y se dice uno a sí mismo, esto es, sin duda, claro y bello, pero con una constante sensación de protesta y desagrado. Y cuando uno se ha pasado una hora sin leer el libro se ve claramente que lo que se defiende en él es un punto de vista ridículo y horrible de la vida». En lo que respecta a su visión de la vida, ¿la ve ella realmente así? «Todo lo que uno ha encontrado en ella, la palpitante variedad, la salvaje exuberancia de peculiaridades... ¡Oh, Dios celestial: ¡la vida!... ¡Una gigantesca fábula infantil sin pies ni cabeza!» Y, sin embargo, no niego yo tampoco que se trate de una obra fuera de lo corriente. Pero no pienso que sea arte de alto nivel; estoy de acuerdo con Levertin[175] en que lo que busco en el arte es una iluminación, como la que Goldschmidt llama magia de la vida, y en la obra de Sigrid Undset no se encuentra, en general, iluminación alguna; es como un gran paisaje gris y sin colores; falta la varita mágica, kein hexerei[176], y yo digo, como Otto Benzon (me parece que es él), que el arte verdadero siempre tiene algo de brujería.
Puedes estar segura de que estoy de acuerdo contigo por lo que se refiere a La saga de los Forsyte. Es un libro atroz, y con él se tiene la misma sensación que cuando se oye a un cura decir las cosas más estúpidas, que es absurdo que a nadie se le ocurra contradecirle. No pudo ser en absoluto así; la gente no podía aceptar los acontecimientos como su autor quiere hacérnoslo creer; hay, desde el principio hasta el fin, una afrenta al buen sentido del lector, y a su dignidad. Por ejemplo, no pudo ser que el joven Jocelyn[177], que se nos presenta como espiritual y al tiempo sensible, se dedicara a analizar de esa manera a toda su familia ante un hombre de quien lo más que sabía era que a su propia hija, con quien él estaba prometido, la había tratado groseramente, por decirlo de una manera suave, y que ahora se dedicaba a seducir a la mujer de su propio primo. Pero, por lo demás, no veo nada realmente único en la literatura inglesa; sin contar con que los mejores de ellos tienen también novels en cierto modo completamente ajenas a la vida humana y a la humanidad (o a la comprensión humana), en las que rigen sus propias y extravagantes leyes tanto para la verosimilitud como para la moral, etcétera...