A Ellen Dahl

 

Ngong, 13-1-1928

 

...Ante todo muchas, muchísimas gracias por el pequeño Arlequín; estoy contentísima con él y hacía mucho tiempo que deseaba tenerlo. Está con Colombina sobre la vieja cómoda de Mamá, en mi dormitorio, pero en Nochebuena los puse encima de la chimenea del comedor, detrás de una hilera de velas de Navidad, y tenían un aspecto precioso, como si estuvieran bailando en un escenario. Además de lo bonitos que son por sí mismos, representan, en cierto modo, buena parte del antiguo espíritu de Copenhague —el Tívoli, el Ballet y Dyrehavsbakken— al que yo, con el paso de los años y con la distancia, he llegado a coger mucho cariño, por su encanto, su sencillez y su alegría; además, siempre he soñado con la Comedia de la noche de san Juan , y también con Bromas de Navidad y gracias de Año Nuevo, y Arlequín participa en ambas. Pienso que todo el tiempo echo de menos la fantasía y el elemento de imaginación y reminiscencia en el arte, incluso leo los cuentos de H. C. Andersen con profunda admiración. Ya sé que este año tenéis fiestas en su honor y me encantaría participar en ellas; querría, de verdad, tener aquí sus obras completas, si se pueden conseguir encuadernadas y no a un precio excesivo. Denys y yo hablamos precisamente esta Nochebuena de lo estupendo y maravilloso que sería que tu Arlequín hiciera aunque sólo fuera una pirueta, que sucediera lo inesperado aunque fuera en miniatura...

Te deseo sobre todo que te vaya bien con tu asilo para gente sin hogar, del cual me ha escrito madre, y que me interesa muchísimo. No sé si recuerdas que una vez, en el verano de 1925, estábamos tú y yo en la estación de Skodsborg —era además el día, poco después del compromiso matrimonial de Tommy, en que llegamos de Springforbi, y llevábamos sujeto de un cordel un globo con forma de cigüeña— y hablábamos de las pasiones que la gente conserva en la vida, de cómo, gradualmente, la gente renuncia a tantas de ellas, y yo dije que mi pasión más grande, a lo largo de los años, habían sido «las clases bajas». Entonces te mostraste de acuerdo conmigo; y ahora tú, por lo menos, no evitas tu destino. Y yo, aquí, es en los natives en quienes derramo mi solicitud, pero para mí esto es de importancia secundaria, a pesar de que son igual de seres humanos: los que son Humillados y ofendidos por la razón que sea. Padre escribe en Desde la Octava Brigada que «se quiere a los soldados como se quiere a las mujeres jóvenes, de manera violenta e incontrolable», y yo misma he llegado a la conclusión de que es por completo erróneo lo que suele pensarse generalmente de que son las pasiones y las relaciones personales lo que tiene más fuerza e importancia en la vida; sobre éstas puede afirmarse, como escribe Stuckenberg a su amada, que: «La felicidad de mi vida, la felicidad es tu imagen», pero la verdadera pasión violenta e incontrolable es siempre para otras cosas, por ejemplo: el arte, la tierra, los soldados (mujeres jóvenes), my black brother o los parados...

Si los jóvenes encuentran la existencia más fácil o más difícil que nosotros no está bien decirlo; pero, en cierto modo, es evidente que la vida, de la misma manera que la ropa y que los menús, se ha simplificado desde nuestra juventud. Pienso que ha tenido lugar un cambio que, según se tome, puede parecer un alivio o un vacío, y consiste en que poquísimos, por no decir ninguno, son los que se sienten todavía hoy en día frente a los demás o incluso frente a sí mismos representantes de algo que no sea su propia humanidad y personalidad. El entusiasmo, el orgullo, el sentimiento de la responsabilidad de representar a esta o aquella nación, por muy fuerte que se sienta todavía el amor por un país y por un pueblo, han desaparecido para la mayoría de la gente, y en su lugar quizás sean el sentimiento y el orgullo de clase, que les hace sentirse representantes del proletariado —aunque en muchos esto está mezclado con intereses que son demasiado claramente prácticos para poder interpretarlos como un verdadero ideal—, pero esto casi seguro que no es así en las clases altas o, por ejemplo, en la clase militar. A mí me parece que el tío Mogens todavía se enfrentaba con la existencia sobre todo sintiéndose un Frijs, un representante de Frijsenborg y de su familia, consciente no sólo del privilegio, sino también de la responsabilidad que se deriva de esto; pero posiblemente se llevó a la tumba este modo de ver la vida, y que quizás ahora sólo se encuentre ya en los museos.

La razón de fondo de esos fenómenos es sin duda que las viejas ideas, que, en cualquier caso, la generación anterior a la nuestra sintió y se atuvo a ellas, habían perdido vigencia, y a través de los años y de la influencia de los modos y las maneras se habían ido volviendo bastante frágiles; o sea, que sólo podían mantenerse con tiempo suave, pero resultaron incapaces de resistir la catástrofe de la guerra; sin embargo, la cuestión continúa siendo si en algún momento volverán a surgir bajo otras formas y nombres y si nuestros hijos y nietos a nuestra misma edad volverán de nuevo a luchar bajo un escudo y una bandera, sea cual sea su color.

Un cambio muy grande, del que la gente quizás todavía no se ha percatado, pienso yo que ha tenido lugar en el sentido de que, por así decirlo, ha surgido la idea de la feminidad, del hecho de ser mujer. Creo que las mujeres de los viejos tiempos, y sobre todo las mejores de ellas, se sentían representantes de algo grande y santo, gracias a cuya fuerza tenían ellas un peso, una importancia, aparte de la suya propia, personal, y esto las hacía sentirse orgullosas y dignas y les daba un gran sentido de la responsabilidad. Ni la arrogancia de las jóvenes ni la majestad de las viejas señoras era, a fin de cuentas, algo que ellas sintieran por cuenta propia; les faltaba el elemento de vanidad personal, su orgullo era semejante al que se siente por una bandera o un escudo. Se podía disculpar perfectamente una ofensa personal, pero era imperdonable una afrenta a la feminidad de que ellas se sentían representantes; una bofetada podía quizás encontrar gracia, pero jamás un beso robado. Y pienso que son muy pocas las mujeres jóvenes que sienten ya restos de esto en nuestros días.

En una de las narraciones de Blicher[336], la protagonista se ve forzada a elegir entre la vida de su joven hermano y el sacrificio de su honor (femenino) a manos del jefe militar enemigo, y ni ella ni su hermano tienen un solo momento de duda: es la vida de él la que ha de ser sacrificada. En una narración moderna —de Jakob Wassermann[337]— un oficial bolchevique hace promesa a una joven señora de salvar a un grupo de fugitivos a cambio de que ella vaya a su tienda por la noche; y ella lo piensa tan poco como los hermanos de Blicher, pero la respuesta es: «Sí, por supuesto. Aquí me tiene». Pienso que hay pocas mujeres jóvenes modernas cuya conciencia y sentido moral no les induciría a dar la misma respuesta. Y esto es porque ya no sienten que su «feminidad» es el más sagrado punto de gravedad de la naturaleza, y el concepto del «honor femenino» no tiene ya para ellas ninguna importancia, ni apenas sentido alguno. De la misma manera el joven noble de Blicher habría elegido la muerte antes que, por ejemplo, colgar su escudo de nobleza del cuello de un cerdo, pero hoy en día no creo que se encontrase a un solo noble en todo el mundo —al menos en los países civilizados— que no estuviera dispuesto a ello con la mejor conciencia imaginable si, de esta forma, salvaba la vida de sus amigos, o simplemente la suya propia; y es que su deber más alto está ahora a otro nivel. Por muy ofendida que se sintiera una chica contra un violador —igual que, por ejemplo, contra uno que hubiese incendiado su casa—, yo diría que más furiosa todavía se sentiría contra la gente compasiva que diera por supuesto que tenía que sentirse humillada, «deshonrada», por este hecho.

Por muy bellos y grandiosos que fueran los ideales de aquellos tiempos, lo cierto e indudable es que la sal ha perdido su sabor, esto lo prueba que hoy en día son —de una forma o de otra, intelectual o moralmente— las gentes de segunda categoría quienes todavía los esgrimen. Son sin duda ingleses los que todavía ponen el Empire por encima de todo y se regodean diciendo we englishmen, de acuerdo, pero éstos no son los mejores, y lo mismo ocurre, más o menos, con las otras naciones...

Y las mujeres que hacen de su sexo su mayor fuerza y dan a su virtud «femenina» más importancia que a su honor y honra puramente humanas no pertenecen en absoluto, a mi modo de ver, en nuestros tiempos, a la élite femenina de la humanidad.

De todas formas es seguro, sin duda, que la gente actual ha perdido valores que daban fuerza y peso a sus vidas, y que, presumiblemente, en muchas ocasiones, les hacían más felices individualmente y facilitaban la convivencia entre los hombres. La consciencia de ser un alemán o un Reventlow, o un miembro del honrado gremio de peltreros, pongo por caso, o una honnête femme, ha servido para hacer que mucha gente se mantenga firme en sus puestos, y les ha dado una afortunada sensación de amor propio contra la que los jóvenes de hoy en día, que «descansan solamente sobre su humanidad», no tienen nada que ofrecer. Creo, por tanto, que fue en gran medida la aceptada santidad e importancia de la «feminidad» lo que hizo el matrimonio en los viejos tiempos, si no más feliz, sí, por lo menos, más llevadero. La joven desposada le daba a su novio infinitamente más que su propio valor personal; llevaba a su nuevo hogar algo eterno e inapreciable, el valor y la dignidad inviolables de la «esposa», y el punto central de su vida en común no estaba tanto en su simpatía o antipatía personal como en la relación misma entre «el hombre y la mujer», cuyo símbolo era la caja de costura de ella, la pipa y el periódico de él; y los dos se encontraban en su matrimonio, por decirlo así, como los embajadores de dos grandes potencias, llenos de reconocimiento y consciencia mutua de la fuerza y los valores que les apoyaban.

La vida conyugal hoy en día entre dos personalidades puramente humanas tiene otra base y otro contenido (si es que tiene alguno). Ahora, lo que yo, de todas formas, no sé es si resulta posible para la gente en general vivir con algún provecho, tanto humana como personalmente, sin que les haya sido asignado ningún papel en la vida. En el cielo, he oído, nadie se casará, y allí, sin duda, un Reventlow se sentará mano a mano con Pedro y Pablo. Pero también se podrá dar por supuesto que habrá algún acomodo particular o algún espíritu particular que facilite este tono social, porque, si no, yo diría que tanto los viejos Reventlow como los cónyuges de otros tiempos se van a encontrar bastante perdidos. No se puede decir, realmente, que los jóvenes de ahora hayan asumido por su propia voluntad y en un solo sentido el modus vivendi del milenio, pero es evidente que tendrán que pagar las consecuencias; esto les exige sin duda alguna más fantasía, más fuerza e idealismo que el modo de vida de los tiempos pasados. El Señor les acompañe; la verdad es que no les conozco demasiado bien, pero, a pesar de todo, tengo mucha fe en ellos...

Me dices en tu carta que no puede haber sido fácil para mí tener a madre y a Denys aquí juntos. Entre nosotras: ¿tienes tú esa impresión por ti misma o por madre? Yo no pensé que a madre le pareciera mal, y me alegré de que conociese a Denys. Madre está enterada de nuestras relaciones, y también naturalmente toda la gente de aquí, y no comprendo qué diferencia podría suponer ese conocimiento en su concepto de mí o en sus sentimientos hacia mí, sean los que fueren.

Bueno, pues nada más que muchos saludos, mi queridísima Elle, y saluda también mucho a Knud de parte mía, y a Frk. Møller y a Ella. Todo lo bueno imaginable para el nuevo año, tanto en Sølvgade como en Mols[338] y dondequiera que os halléis. Saludos a Kongens Have y a Langelinie y a Dyrehaven y a Ellemandsberget; todo esto está muy lejos, pero, a pesar de todo, no creo yo que la naturaleza y la vida en estas tierras sea tan distinta de Dinamarca como de otros muchos sitios. A veces me parece que gran parte de las canciones danesas podrían haber sido escritas aquí: «El pastor muy suavemente condujo a sus ovejas al frescor del atardecer y dejó huellas en el rocío»[339]...«Cabalga suavemente por el bosquecillo, amadísimo mío», y Lulu «juega dentro y fuera, en la finca y en el bosque y cada uno de sus cabellos reluce como oro rojizo». Y después de la lluvia: «Aquí florece el bosque, aquí florece el abedul, mientras el humo se extiende sobre la hierba»[340].

Bueno, adiós, y escribe de vez en cuando.

 

Tu Tanne

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 22-1-1928

 

...Mohr y yo hemos discutido —con el debido respeto a la memoria de Søren Kierkegaard— sobre El concepto de la angustia, más que nada en relación con mi banda de ladrones de aquí; pienso que en esta vida he llegado a la conclusión de que toda angustia en realidad es nerviosa, porque no hay motivo alguno de inquietud. Quiero decir: se puede, naturalmente, estar inquieto por si le matan a uno, o por si tiene uno inflamación pulmonar, o por si uno se va a un hoyo con su automóvil, etcétera, pues después de todo éstos son riesgos que existen naturalmente en la vida, pero lo que no se puede es estar asustado por ellos, porque de nada en la vida se debe estar asustado (a menos que se crea en el diablo, ya que entonces, por supuesto, hay razón para estar en un susto constante). Si yo, por ejemplo, no tengo miedo de los natives, ni lo tendría aunque supiera que estaban ante mi puerta decididos a matarme, o incluso si estuviera convencida de que me iban a matar, esto se debe a que tampoco ellos tienen porqué tener miedo de matarme a mí, es decir: ni ellos ni yo creemos en el diablo, y todo el asunto podría compararse muy bien con un episodio de caza, por ejemplo con perseguir a un oso, haciéndole salir de su guarida de invierno, y esto a los cazadores no tiene por qué asustarles por mucho que sepan que el oso también les puede matar a ellos; el oso, por su parte, por muy furioso y por muy decidido que esté a put up a fight[341], tampoco les tiene miedo. Todo miedo es más o menos miedo a la oscuridad: traed luz y ya veréis como se pasa enseguida, porque se verá claramente que no hay motivo alguno de miedo. Pero son tantísimos años de creer en el infierno y en el diablo y de asustarnos unos a otros porque vemos motivos de terror en tantas cosas, que llevamos en la sangre una tendencia infernal al miedo, y se nos sube a la cabeza por cualquier nimiedad absurda...

El jueves fui a comer a casa de los Fjaestad; había quedado en ver allí a Mohr y en ir en coche con él a su finca después de comer; me ha pedido que le ayude a comprar cortinas, etcétera, para su casa, y primero teníamos que medir y ver colores. Me alegré de ver su finca, y pienso que Mohr tiene una posición muy interesante para ser tan joven. Posee más de once mil acres, con seis mil acres de henequén y quinientos acres de café por lo menos; tiene cuatro blancos, cuatro fundees[342] y quinientos natives a sus órdenes...

Volví a casa bastante tarde y allí me encontré a Denys, lo que me asombró mucho; se va a quedar una semana y luego saldrá otra vez de safari...

Puedes enviarme por fin el libro Rebelión de la juventud del que me hablas; me gustaría mucho llegar a conocer a la juventud moderna mejor de lo que la conozco. Pienso que ahora la gente se queja innecesariamente de muchos de los cambios bruscos de estos tiempos; es, desde luego, necesario que las cosas cambien y se desarrollen, y ya se sabe que no se puede hacer una tortilla sin romper huevos...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 5-2-1928

 

...Sobre el asesinato no puedo darte ninguna información porque no les ha sido posible probar nada contra Lori, y han tenido que soltarle de nuevo. Le hemos enviado lejos de la finca, porque hay, ya sea culpable o inocente, demasiado mal ambiente contra él para que pueda moverse por aquí tranquilamente; ahora ha vuelto a su propia tribu, en Meru. Y después la policía no ha hecho ningún esfuerzo, de modo que no se sabrá ya nada más sobre el asunto.

Tampoco han progresado nada en la búsqueda del ladrón Muangi, de quien se dice que anda por las cercanías con su banda. Este domingo, cuando nosotros, como seguramente te he escrito ya, tuvimos un gran ngoma, vimos a un policía de Nairobi que iba en coche por aquí con la esperanza de dar con él, porque se dice que le gustan mucho los ngomas. El policía, por su parte, no hizo absolutamente nada por cogerle, sino que se pasó el tiempo en la casa bebiendo cerveza y hablando de sus hazañas, de modo que habría sido muy raro que los amigos de Muangi, si es que en realidad estaba en el baile, no le avisaran con tiempo. A mí me parece que sería muy sporting por parte de Muangi exponer de verdad la vida viniendo al ngoma —todos los policías tienen orden de disparar contra él si le ven—, y Dickinson, el amigo y subordinado de Denys en los safaris, que ha estado viviendo aquí esta semana, y yo pensamos organizar un ngoma en honor suyo y darle salvoconducto, con centinelas apostados a lo largo del camino a fin de saber con tiempo si llega la policía; pero es inverosímil que tenga suficiente confianza en nosotros para aceptar la invitación. Además no creo en absoluto que se encuentre ya por esta zona...

A nuestra vuelta a casa (el martes) tuvimos la gran sorpresa de ver aquí a Denys; se le había roto el magneto de su único lorry a treinta millas en el otro lado de la frontera de Tanganika y tuvo que volver de un tirón para conseguirse otro. Comió con nosotros y se acostó para levantarse de nuevo a la una y emprender el regreso en plena noche cerrada. Me gustaría haberle conducido yo un trecho, porque estaba muerto de cansancio y lleno de sueño, pero es que no sabía cómo volver. Todo lo relacionado con los safaris a mí me atrae muchísimo, incluso cuando hay que empezar con linternas en plena noche clara y fría; lo que hice, a fin de cuentas, fue seguirle en camisón y con una chaqueta encima hasta el estanque, y luego me volví a casa; el cielo estaba iluminado de estrellas y el aire era ligerísimo...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 12 de febrero de 1928

 

...Este domingo, después de escribirte, recibí la visita de un lamentable personaje, un sueco, Casparsson, que fue durante algún tiempo maître d'hôtel en el Norfolk y ahora está casi sin recursos. Llegó vagabundeando, va a pie por todo el polvo y tenía muy mal aspecto; en todos los sentidos era un hopeless case[343]. Parece ser que ha tenido choques con la policía, no sé a propósito de qué, y los suecos que viven aquí, que nunca se muestran demasiado interesados en ayudar a nadie, han decidido no hacer nada por él como consecuencia de esto, de modo que las cosas han cobrado un pésimo cariz para él. Además es bastante inutilizable en esta tierra; no tiene aptitud para nada práctico, no sabe conducir ni manejar ninguna herramienta, ni sabe de agricultura o de business de ninguna clase, y tampoco se esfuerza por hacerse amigo de la gente. Ha sido... ¡actor! cuando estaba en Europa; sus mejores papeles fueron Armand en La dama de las camelias y Osvaldos en Fantasmas, según él mismo dice, pero lo malo es que nada de esto sirve aquí para nada. A mí me cae bien; es un verdadero y constante «gorrón», y siempre hay gente rara, borrachos más que otra cosa, que hacen este papel, pero ¿qué se puede hacer con ellos? Le di veinticinco chelines, pero no le duraron mucho tiempo...

El lunes estuve en Nairobi. Como de costumbre: comí con Bent, shauries con Hunter y Milligan... Té en el hotel Stanley con el desdichado Casparsson...

El viernes lo pasé entero en la finca, en parte con Dickens. Volví tarde a casa y a mi vuelta encontré, Dios me ampare, a Casparsson, que estaba en pie como una sombra a la entrada de la casa. «Sí, soy un luffare, friherreinnan!»[344], y tenía un aspecto lamentable y estaba sin afeitar. Iba de camino a Tanganika, ¡y a pie! Esto es absolutamente imposible, son doscientas treinta millas, y la mayor parte sin agua; cuando llegue allí se encontrará sin la menor oportunidad, porque no conoce a nadie ni tiene nada de dinero. Pero ¿qué hacer con la gente de este tipo? Por supuesto que le di bien de comer, y pasó la noche aquí, y la verdad es que estuvo muy agradable. Intenté en vano convencerle de que renunciara a su plan y se vuelva a Nairobi y vea si puede encontrar allí algún job, el que sea; se le había metido en la cabeza que tenía que probar suerte de esta manera, de modo que no me quedó otro remedio que dejarle irse por la mañana temprano, para que así, por lo menos, tuviera ya andado un buen trecho cuando empiece a pegar el sol. Le llevé en coche hasta el duca de Farah a las cinco y media de la madrugada y le di un paquete con comida y una botella de cerveza y diez chelines, y mi bendición, pero la verdad es que tenía un aspecto lamentable al ponerse en marcha; ni siquiera disponía de una blanket[345], sólo un gran abrigo, y absolutamente nada de equipaje. Le mandé a Nepken y me da la impresión de que no irá más lejos; Nepken podrá sin duda explicarle que es imposible, yo pienso desde luego que los leones por el camino son demasiado peligrosos; pude haberle llevado yo misma en coche hasta la casa de Nepken, pero se me ocurrió que sería más prudente hacerle pasar por alguna experiencia de lo que es ir a pie por estas tierras, y así, para cuando llegue, lo pensará bien antes de abandonar esta última habitación humana y entrar en tierras de verdad desiertas. Como te dije, me cae bien, y sigo sus andanzas con interés y simpatía; no hacía más que decir que, de todas formas, las cosas no podían irle peor de lo que ya le iban, y conservaba el buen humor en medio de sus desdichas; charló conmigo de sus aventuras, que son muy variadas y numerosas. Está casado con una danesa, Kofoed-Hansen; pobre chica...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 19 de febrero de 1928

 

...Todo lo que tenga algo que ver con el asilo de Elle para los desamparados a mí me interesa muchísimo... Y por lo que se refiere a la cuestión de entretener a los pupilos, sobre lo que me escribís —y que, por otra parte, parece, con ayuda de amigos, que se resuelve de la mejor manera—, la verdad es que he estado pensando mucho en ello y, desde luego, me gustaría muchísimo estar allí y participar con vosotros en esa empresa; he llegado a la conclusión de que se debería ver el modo de que los pupilos mismos participen, por ejemplo, que se les sugiera, si son personas de muchos tipos y de experiencias muy distintas, que traten de aprender unos de otros, o sea, que se pida a cualquiera de ellos con buena disposición de cooperar a que cuente por ejemplo lo peor que le ha pasado en su vida. Esto es lo que hice yo una vez con mi gente yendo de safari, y aunque la verdad es que se oyeron algunas cosas muy terribles, acabamos riéndonos tanto de nuestras propias vicisitudes que por lo menos se podía pensar que eso les daría courage para face[346] a lo que todavía nos esperaba. Es posible que se pudiera conseguir la cooperación de gente blanca —perdonad: quiero decir el equivalente de allí— para empezar, por ejemplo, Elle con su fuego[347], Tommy con sus cuentos de miedo de la guerra; yo misma podía también aportar algo, y podría ser así: «Por tu mano derecha, oh, rey de Irlanda, y por la mía propia, si estuviera libre, me encontraba yo entonces peor que ahora en tu cárcel, y con tu amenaza de muerte pesando sobre mí...»

El sábado recorrí a caballo todo MBagathi... Por la tarde fui en coche —como ya te puedes imaginar, con el coche lleno de totos— a un gran espectáculo de aviación. Lady Carbery ha llegado con su pequeño aparato nuevo, en el que voló ella sola desde Mombasa hasta Nairobi, y había otros tres aeroplanos que emprendieron varias carreras, aterrizajes y despegues difíciles, etcétera. Lady Carbery quedó muy bien en la competición; resulta gracioso ver esos pequeños aparatos jugueteando en el aire, y seguro que nosotras somos capaces de hacerlo tan bien como los hombres. Había, por cierto, mucha gente, entre otros vi a la señora Bursell, que acababa de volver de Tanganika y que me quitó un peso de encima al decirme que había encontrado a Casparsson estupendamente bien, en lo alto de un lorry y de excelente humor. La idea de esa figura solitaria y lamentable lanzándose a una caminata sin esperanza siempre ha estado presente ante mí como algo terriblemente penoso, y tenía además remordimientos de conciencia por haberle dejado marchar. Tomé el té en el aeropuerto y no sabes lo que me costó reunir de nuevo a todos mis totos para regresar a casa; se habían divertido lo indecible...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 4 de marzo de 1928

 

...Es, desde luego, sorprendente la rapidez con que reverdece todo aquí después de la lluvia; ya hay como una aureola sobre mis praderas desérticas y se diría que el café ha adquirido un tono nuevo. Me alegraré de que las cosas se mantengan así hasta que vuelva Denys la semana que viene, pues la última vez se quedó muy deprimido. En el estanque hay algo más de agua y los pequeños arbustos verdes comienzan a brotar...

El martes se fue Dickinson muy temprano y yo salí a caballo a dar un paseo por la finca. Por la tarde vinieron lady Grigg y lord y lady Islington a tomar el té. Era el último día de los Islington en estas tierras y desde luego fueron muy amables viniendo a mi casa. Les fui a buscar a la curva y les llevé en coche por todo MBagathi; tienen mucho interés en adquirir una casa aquí. Pienso que lady I. y lady G. se encontraban muy deprimidas por la idea de la partida de lady Islington, y estas dos, madre e hija, que ahora se van a separar, son casi demasiado para mí cuando están juntas; después del té se fueron a dar un gran paseo por el bosque, y yo me quedé charlando con lord Islington. Todos nos acusan de que nos queremos, y la verdad, no me parece disparatado, porque es un viejo muy charming.

Hablamos de política y éramos prácticamente de la misma opinión por lo que se refiere a esta tierra y a sus natives; él decía que iba a explicar sus puntos de vista en la House of Lords, y que yo debía ir a Londres y alojarme en su casa en mayo próximo, porque así me presentaría a gente que está interesada en esta cuestión, con la que podría hablar. Sería indudablemente interesante, y bastante más eficaz que escribir a seres tan apáticos y obtusos como Inge y Wells; creo de verdad que la poca influencia que podré ejercer en la vida la conseguiré siempre de palabra. Lady Islington nos tomó algo el pelo por lo de acuerdo que estábamos. «Lo que más me inducirá a mí a volver a Kenia...», comenzó a decir lord Islington, y se refería al sol. «Sí, de sobra lo sabemos todos— dijo entonces su mujer—, es la baronesa Blixen». «Sí —dijo él—, eso es completamente cierto, ha sido mi experiencia más intensa aquí». Yo he llegado a la conclusión de que los señores cuando realmente se vuelven charming de verdad es cuando tienen setenta años.

El miércoles tuve que ir, por culpa del dichoso Milligan, a Nairobi por la mañana a buscar dinero. Hacía tanto calor que nunca he visto nada parecido. Allí me encontré con el marido de Idina, Joss Erroll —su padre murió el otro día, de modo que él ya no es lord Kilmarnock—, y le pregunté si no quería venir aquí por la tarde a una bottle; entonces me preguntó si podría llevar consigo a Alice de Jancé —ya sabes, la que mató de un tiro a Raymond de Trafford y ha sido exiliada del país—, y así reuní a un grupo a tomar el té que era realmente caótico, y por la noche, acostada, me reí mucho pensándolo. Hay ahora un barco de turistas norteamericanos en Mombasa; los pasajeros han pasado tres días en Nairobi y han estado dando vueltas por aquí para ver las cosas curiosas. Mientras yo estaba en la oficina pagando a los boys vi un coche que pasaba cerca camino de mi casa, pero pensé que serían Joss y Alice y me dije que podrían esperar. Y entonces llegó Titi y me dijo que esa memsabo[348] no podía esperar en absoluto, de modo que les pedí a Dickens y a Nisbet que se encargaran ellos de los pagos y volví a casa, donde encontré a lady Mac Millan con Mr. Bulpett y dos señoras norteamericanas grandísimas y muy viejas que habían llegado en el barco de los turistas. Iban de excursión en coche, esperando dar con algún león, porque así podrían contárselo a los otros pasajeros y quedar muy orgullosas.

Se pusieron a hablarme de las muchísimas personas verdaderamente inmorales que había en Kenia, y algunas, por desgracia, norteamericanas, y nombraron a Alice entre las peores, y yo que, por supuesto, sabía que estaban a punto de llegar, les dejé que se desfogaran a su gusto. Justo entonces vi llegar su coche y salí a su encuentro, y entré y presenté a lord Erroll y a la comtesse de Jancé, y la verdad es que no creo que el mismo diablo, de haber entrado en ese momento, habría causado mayor impresión; fue, desde luego, mejor que el más grande de los leones, y les ha dado mucho más de qué hablar con sus compañeros de viaje. Lady Mac Millan puede estarme, desde luego, muy agradecida. Invité a Alice a quedarse a vivir conmigo si es que tiene necesidad de venir a Nairobi para poner en orden sus problemas antes de que la deporten...

He recibido carta desde Moshi del entontecido Casparsson, y no me habla de cómo se las compuso para llegar hasta allí, sino de que para él había sido «forlösande at tale med Friherrennan»[349]. Por esta carta se ve que está vivo y que por lo menos ha llegado hasta Moshi.

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, martes, 24-4-1928

 

En primer lugar, hemos tenido lluvia, casi tres pulgadas en una semana. Esto ha dado otro colorido a las cosas, tanto por el bien que nos ha hecho directamente a nosotros como porque de verdad parece que el año va a entrar en vereda y hacerse más o menos normal, aunque sea con un mes de retraso...

Y ahora tengo que contarte algo realmente divertido que ocurrió ayer. Por la mañana temprano vino aquí Dickens y contó que dos leones habían estado dentro de nuestro viejo boma de bueyes —ya sabes, cerca de la casa de Farah— y habían matado dos preciosos bueyes jóvenes. La cosa no tenía nada de animadora. Denys y yo les seguimos las huellas bajo una lluvia tremenda hasta el bosquecillo que hay junto a la casa de Thaxton, pero allí las perdimos. En fin, que volvimos sobre nuestros pasos a donde estaban los bueyes muertos y los llevamos a rastras un trecho, hasta el cafetal, para ver si se nos presentaba una oportunidad al anochecer. Por la tarde estuvimos en Nairobi... y llegamos a casa cuando empezaba a oscurecer; pasamos algún tiempo en la shamba del café viendo desde dónde podríamos disparar sobre los leones, que estarían junto a los bueyes, y fijamos bien la dirección y la distancia con pedazos de tela blanca atados a los cafetos. Dickens estaba desesperado, y muy irritado porque no quisimos poner estricnina en los restos de los bueyes —uno se encontraba ya medio comido y el otro intacto—, pero es que no nos parecía oportuno; queríamos cazar a los leones como es debido.

Había un poco de luna, pero se ocultó demasiado pronto para sernos de alguna utilidad; en fin, nuestra shooting-party, aparte de Denys con un 350, lo formábamos Farah y yo, cada uno con su linterna eléctrica; éstas no eran, después de todo, tan buenas como cabría esperar, pero, de cualquier modo, daban una luz bastante fuerte, y Denys tenía también una lámpara eléctrica sujeta a su cinturón. A las nueve salimos, dejamos el coche aparcado junto a la escuela y marchamos lo más silenciosamente que pudimos, en fila india, primero a lo largo del camino de Kilimanjaro y luego entre dos hileras de plantas de café, donde nuestros pequeños trapos blancos se destacaban en la oscuridad. Teníamos el kill más o menos delante de nosotros, pero aún habíamos andado muy poco —avanzábamos muy despacio, como te puedes figurar, y nos parábamos a escuchar cada dos pasos— cuando oímos el gruñido de aviso de un león algo más allá a la derecha. Inmediatamente después volvió a reinar el silencio, pero al cabo de un par de minutos lo oímos de nuevo, esta vez más fuerte. Denys me dio la señal de apuntar la luz en esa dirección, y cuando ésta llameó en blanco entre las hileras de los cafetos, nos mostró primero un pequeño chacal, deslumbrado por la luz, que nos miraba con gran desconcierto, y un momento después, al volverme yo un poco hacia la izquierda, apareció ni más ni menos que su majestad Simba, pero de un tamaño casi sobrenatural, a cosa de veinticinco yardas de distancia, echado en tierra, la cabeza apoyada en las pezuñas y la mirada fija en nosotros.

No te puedo decir lo grandioso que era su aspecto, y muy vívidamente iluminado en plena oscuridad; todo es posible cuando la noche revela un espectáculo así en la shamba de café. No es tan fácil apuntar y mantener la luz de una lámpara eléctrica contra un objeto; resultaba evidente que el león se estaba moviendo, y era de temer que muy pronto se desviaría hacia un lugar fuera de nuestro alcance, pero Denys disparó sin perder un momento y el león se derrumbó con uno de esos gruñidos o rugidos roncos que parecen como el eco del disparo. Con la rapidez del rayo barrimos Farah y yo con nuestras linternas la shamba inmediata y allí, un poco más alejado, estaba en pie otro león, algo menos claro, pero iluminado a pesar de todo, y con ojos verdes y relucientes. Tuvo tiempo de volverse y desaparecer tras los cafetos —en general puede decirse que las shambas de café no son el terreno ideal para cazar, pues basta con que el animal se sitúe detrás de un arbusto para alterar el ángulo de tiro—, pero corrimos hacia la hilera siguiente y conseguimos volver a iluminarle, y también cayó sin más al recibir un rápido disparo. Hubo después varios minutos llenos de emoción, porque, naturalmente, no podíamos estar seguros por completo de que estaban muertos o heridos de muerte, y además los teníamos a los dos en un perímetro de cincuenta yardas y sólo podíamos vigilar un círculo iluminado muy pequeño en la inmensidad de la noche africana. Tuvimos que apuntar con las linternas a uno de ellos, corriendo el riesgo de que el otro nos sorprendiera por la espalda; fueron necesarios dos disparos más para acabar con el segundo, mientras que el otro había quedado muerto al recibir el primer disparo.

Eran dos jóvenes leones machos, ambos con pequeñas melenas negras y fuertes pezuñas; muertos tenían un espléndido aspecto, y nunca olvidaré su imagen, todavía vivos, en plena oscuridad de la noche. Ya puedes imaginar que la escuela entera acudió en tropel a verlos, y el entusiasmo fue enorme. Los despellejamos y regresamos a casa a las once para, como corresponde después de tal aventura —todo esto nos había llevado solamente dos horas—, bebernos una botella de champán...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 20-5-1928

 

...Denys se fue a Mombasa el jueves; a mí me habría gustado ir con él, pero tuve que quedarme aquí porque estaba invitada a una comida en honor de la princesa Marie Louise —no sé si la localizas, es hija de la princesa Christian y, por supuesto, nieta de la reina Victoria—, y con el gobernador, a quien no me atrevo a hacer un feo, y a continuación tengo la boda de lord Delamere, a la que había prometido asistir. La comida con la princesa, por cierto, fue muy entretenida. Yo estuve sentada al lado de lord Cholmondeley, y lo pasé muy bien jugando al bridge con él y con lord Francis Scott, que tiene fama de ser el mejor jugador de bridge de Kenia, y con el gobernador. Lord Francis y yo les dimos capote a los otros cinco veces y ganamos mucho dinero...

Tengo ahora a Halima de camarera; hay algo en ella que me recuerda a Missen: va igual de erguida y ligera y te mira de la misma manera, directamente a los ojos; se advierte en ella algo insólito que no se nota en otros niños. Es una gran actriz, sabe contar historias e imita, casi sin darse cuenta de ello, a todos aquellos de quienes habla. Desde la muerte de su madre se muestra constantemente inquieta por si morirá más gente; está aquí «vigilando —dice— a ver si te mueres» —... «¿Pero es que no te mueres?», me pregunta una y otra vez.

Denys está completamente desesperado porque se le ha pedido que lleve de safari al príncipe de Gales, que llegará aquí en octubre[350]. Me río de que se lo tome tan a pecho, pero él dice que lo que sucede es que yo no tengo la menor idea de cómo son los royalties[351] ingleses o del lío que se organiza siempre en torno a ellos. Pero me lo puedo imaginar, porque ya la gente ni habla ni piensa en otra cosa que en esta visita...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 27-5-1928

 

...Tuve la alegría de recibir carta de Casparsson, y en ella hasta me mandaba el dinero que le presté sin la menor esperanza de recuperarlo. Está lleno de humor y muy esperanzado, y la verdad es que resulta interesante seguir la pista del destino de una persona a quien ha visto una tan hundida y tan sin recursos. Me escribe que en un lugar del camino de Tanganika le advirtieron los indígenas que no siguiera adelante porque había muchísimos leones. «Después de pensarlo bien —escribe—, continué mi camino, diciéndome que moralmente era justo dar a mi familia esta oportunidad de deshacerse de mí. Esto, por desgracia, no me salió bien, pero por lo menos ahora ya no tengo remordimiento de conciencia, y no pienso hacer nada más por ellos». Le parece emocionante lo serviciales que fueron con él los natives, y me da también las gracias con excesiva gentileza por mi —pequeñísima— ayuda y por mi simpatía, que realmente fue sincera...

El gobernador ha pedido siete mil quinientas libras esterlinas para terminar la sala de baile de Government House con motivo de la visita del príncipe de Gales. Quizás consigan que la gente de aquí apoquine los cuartos con tan fausto motivo, porque de otro modo no habría ningún medio de forzarles a dar su asentimiento, ya que Government House es muy poco popular; también debo decir que la suma me parece muy grande, pues el edificio entero ya está construido y la verdad es que no nos hace falta, lo que se dice falta, gobelinos antiguos, etcétera. El príncipe sólo va a pasar aquí tres semanas y mucho de ese tiempo estará por ahí de caza, de modo que sale a más de mil libras esterlinas por cada día que se aloje en Government House...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 3 de junio de 1928

 

...¿Te mandé una vez —o a lo mejor fue a Tommy— una carta de un viejo gunbearer dirigida a Lioness von Blixen[352] que empezaba así: Honourable lioness? Es así como me llaman aquí en general, y la verdad es que me cae bien.

...La casa de MBagathi nos tiene preocupados; los inquilinos han advertido que se van porque hay goteras y, en general, se encuentra en mal estado, pero lo que ocurre es que no tenemos dinero para repararla. Decidimos ir juntos allí y echarle una ojeada, y yo me llevé también a la mujer de Farah y a Halima en el coche para darles un joyride[353].

Halima es una muchachita de lo más raro; no sé, la verdad, cómo podrá fit in[354] en el respetabilísimo mundillo de las mujeres musulmanas; en una verdadera gitanilla. Toca el acordeón y canta y baila al mismo tiempo que lo toca, y con una ligereza sorprendente, y también diría yo que con fuerza, más que con simple gracia o encanto; imita la forma de hablar de la gente y representa escenas enteras de su propia vida —por ejemplo, sus, evidentemente, tristes circunstancias de Embu, donde vivió una vez, y donde el vicio de la embriaguez tiene que estar muy extendido—, con gran alegría de Tumbo, que se desternilla de risa, y despierta una mezcla de indignación y admiración en la joven esposa de Farah, que, por cierto, es el súmmum personificado de la dignidad femenina. Por la tarde pensé hacer una gira por la finca; hacía ya mucho tiempo que no veía con mis propios ojos el efecto que ha tenido la lluvia, pero volví a casa tan exhausta que no pude ni comer ni dormir. Siempre que salgo a uno de estos paseos me llevo a Tumbo y a Titi para que me acompañen, y también para que cuiden de los perros; son como dos cachorrillos, corriendo por todas partes y reventando constantemente de risa por cualquier cosa. Tumbo se ha hecho ya un verdadero muchachito, un chico listo, con su tirachinas y sus «alarmantes gritos nocturnos»...

El viernes por la mañana llegó aquí Choleim Hussein en coche y me preguntó si quería invitar a tomar el té al gran sacerdote indio, que está por aquí en viaje de inspección. Así pues lo tuve todo listo a la hora del té y me quedé llena de asombro al ver llegar ocho automóviles con un total de diecisiete sacerdotes acompañados por Jevanjee y otros de la élite india de Nairobi. En fin, que tuvimos que servir el té en el comedor. Todos iban con grandes ropajes blancos y tenían un aspecto pintoresco moviéndose por la casa; el sumo sacerdote, un hombre muy viejo, de rostro distinguido, llevaba magnífica ropa de la más fina lana blanca que cabe imaginar, tejida a mano (casi podía hacerte la competencia a ti). No hablaba ni inglés ni suajili, de modo que nos expresamos como en una pantomima nuestro respeto y buena voluntad mutuos. Me regaló un par de pendientes. Es musulmán, por supuesto que de una secta particular, pero está muy considerado en todo el mundo musulmán, de modo que puedes imaginarte lo fino que estuvo Farah, y todos mis boys le observaban con suma atención...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 24-6-1928

 

...Tú sin duda lo encontrarías todo como antes, incluso la cigüeña sigue aquí conmigo; ha llegado a ser una especie de conflicto para mi existencia, porque come pollitos. Vuela muy bien, y el otro día que salí a dar una vuelta a caballo la encontré lejísimos, en Wangatta, ya sabes dónde digo, donde estaban las flores blancas y rojo claro; te aseguro que es completamente mansa, y que casi habría podido acercarme con el caballo a donde estaba; pero por las noches gravita siempre, solemne y pomposa, hacia su casa. Tengo también una garzota mansa; vive en un árbol en la pradera y todas las noches se posa en la misma rama y durante el día sale por la pradera. Mi gansa, dicen los boys, tiene gran éxito, y espero que tenga gansitos, y que sean los más monos del mundo entero.

Me ha interrumpido un grupo de seis mujeres somalíes, vestidas con los colores más alegres que puedas imaginarte y que estaban de visita en casa de Fathima y vinieron a saludarme. Siempre están a punto de morir de risa por todo cuanto les digo, y, no pienso yo, por causa de mi ingenio, sino porque sin duda consideran que soy una persona esencialmente cómica. Les propuse enseñarles a conducir, y no conseguí que aceptaran, pero prorrumpieron en cascadas de risas y se lo repetían unas a otras de vez en cuando. Una me regaló un pañolón precioso de esos que ellas suelen usar, de gruesa tela negra bordada de oro; espero que no se arrepienta. Finalmente acabaron yéndose llenas de espanto porque dije que les iba a sacar una foto. Es que Denys me ha dado una pequeña máquina fotográfica y una innumerable cantidad de rollos, de modo que ahora voy a ver si saco fotos de por aquí para enviártelas. Mucho me temo que no tengo disposición para la fotografía, pero, así y todo, vale la pena intentarlo...

No acabo de mejorar, sigo teniendo más de cien de temperatura[355]. Voy a probar ahora unas inyecciones que me servirán como tónico; no me hace ninguna gracia, pero por otra parte es pesadísimo ir constantemente con la sensación de que todo en este mundo es agobiante, de que todo está por encima de mis fuerzas...

Siento gran miedo a todo cuanto tenga que ver con partos; el otro día, estando con lady Grigg en su clínica de maternidad para indígenas, tuve la oportunidad de ver a una nativa, muy joven y con un rostro muy dulce, cuando la llevaban a la sala de partos. Dijeron que tendría su baby en el transcurso de la media hora siguiente; es natural, en cierto modo, pero me parece un método terrible y desearía que se pudiera encontrar otro. Sería tan bonito, por ejemplo, si bastara con incubar un huevo...

 

 

A Thomas Dinesen

 

Ngong, lunes, 25 de junio de 1928

 

...Hay solamente una cosa en este contexto que quiero pedirte que hagas por mí; se trata de que expliques a madre que en estas circunstancias no puedo ir a casa este otoño, y que la pongas al corriente de esta shaurie. Había contado con el dinero de la tía Emy[356] para el viaje, y ahora que no me queda más remedio que usarlo para otra cosa tendré que esperar hasta 1930. Como te puedes imaginar me duele muchísimo esto, pero el aplazamiento no es tan grande después de todo, y madre deberá comprenderlo; de todos modos no puede resultarte más difícil que cuando me tocó a mí explicarle que habías decidido ir a la guerra...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 22 de julio de 1928

 

...La otra mañana, yendo Denys y yo de paseo a caballo, encontramos en nuestro maizal veinticinco cabras, y las echamos de allí hasta donde su dueño las pueda encontrar y llevárselas; Holmberg solía fine[357] al culpable una cabra por esta clase de infracción, pero en el fondo es más bien una inconveniencia, de modo que he puesto fin a esta costumbre, y Dickens ahora se contenta con dar una azotaina al toto que las cuida; no es éste un buen sistema, me parece a mí, porque si no se coge al toto culpable con las manos en la masa siempre es al miembro más joven de la familia, que no tiene otro más pequeño en quien delegar, al que envían a recibir los azotes. Esta vez le tocó a una niñita que no podía tener más de cinco años; estaba bañada en lágrimas y Denys y yo nos negamos a castigarla...

Cuando las cosas van bien aquí no creo que haya nadie más feliz que yo. Naturalmente que el tipo de vida que llevo en este lugar conlleva la falta de muchas cosas; pero la mayor parte de la gente debe sufrir la falta de unas cosas u otras, y en cambio yo aquí tengo tantísimo que no sólo me produce contento, sino que, en realidad, me arroba. Precisamente, a propósito de una carta de Katla, donde me pregunta que cómo puedo sentirme tan feliz y ver tantas cosas en la vida, he estado pensando qué será lo que me hace tan feliz aquí. Por supuesto que se pueden mencionar muchas cosas y decir esto, eso o lo de más allá; pero ¿cuál es la causa esencial de que tengan tanta riqueza para una? Y francamente, cuanto más vivo más me convenzo de que la verdad es para mí lo más importante, y de la misma manera que tú dices que el amor es lo primero, yo digo que la verdad es lo primero. Y es que aquí puedo ser verdad, puedo ser yo misma.

¿Y qué es «ser una misma»? Pues no resulta tan fácil como se podría pensar. Se trata de una enorme suerte para todos los que no sean verdaderas personas de excepción el llegar a conseguirlo. Precisamente acabo de escribir a Elle sobre este tema y aduzco que no basta con «tener libertad» en mayor o menor grado, sino que es preciso establecer contacto con el ambiente, con la gente y la naturaleza, y se puede dar el caso de que un profesor de matemáticas en una isla desierta o entre negros como el carbón, o la belle Otero entre dujobors rusos, no consigan con la mejor voluntad del mundo llegar a ser ellos mismos, ni llegar a ser absolutamente nada; primero tendrán que salir a otros surroundings[358] y respirar de nuevo y desarrollar su verdadero ser cuando se vean de vuelta en sus estudios y cátedras o en los bulevares de París. Mucha gente tiene también dificultad en esto de «ser uno mismo», porque, en realidad, no son nada en sí mismos, y cuando se les dice: «Anda, hombre, muestra lo que eres», se quedan muy preocupados y buscan en torno a sí algo que mostrar; en realidad se les exige demasiado, o lo más que pueden hacer es dar con algunos fragmentos de filosofía vital y de comprensión que han picked up[359] aquí y allá, un poco en el colegio de la señorita Zahle, otro poco en el Politiken, otro poco en las obras de Ellinor Glyn, y eso es todo lo que pueden mostrar. «Ser verdad» es algo positivo y en modo alguno se limita a abstenerse de mentir, más aún, yo diría que las dos cosas no tienen absolutamente nada que ver la una con la otra.

El profesor Wicksteed dice en Four Lectures on Henrik Ibsen: «What is to be onself? God meant something when he made each of us. For a man to embody that meaning of God in his words and deeds, and so become, in a degree, a “word of God made flesh,” is to be himself. But what if a poor devil can never make out what God did mean when he made him? Why, he must feel it. But how often your feeling misses fire! — Ah!, there you have it. The devil has no stauncher ally than want of perception.»[360]

Pero, yo aquí, en cualquier caso, no tengo nada que ver con ese diablo. Pienso que aquí me parece muy natural ser yo misma, ser lo que creo que God meant when he made me[361]. En mis relaciones con los natives, con la gente de piel blanca, es decir, con alguien —no con las «clases medias», y esto se debe a que no consigo sacar nada en absoluto tratándome con gente de esa clase—, en particular con Denys, me parece que soy myself as the whole man, the true, with God’s sigil upon my brow[362][363]. (No tengo aquí ninguna edición noruega de Peer Gynt.) Y ser feliz, creo yo, es sentirse como un pez en el agua o como un pájaro en el aire. En fin, que pienso que sin ser uno mismo no se puede conseguir gran cosa para los demás. Con la mejor voluntad e incluso con grandes esfuerzos se da a los demás, en cierto modo, piedras en vez de pan; ambas partes saben esto.

Bueno, adiós, mi querida madre; saluda muchas, muchas veces a todos los de casa. Siento mucho lo del viejo tío Fritz[364], y por sus hijas, es muy difícil cuando se tiene una enfermedad como ésa, bastante desesperada, y es triste ver irse a la generación vieja; incluso con la más grande debilidad y en el más miserable estado crearon en torno a ellos un mundo muy especial, y esa clase de personas ya no volverán más...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 2 de septiembre de 1928

 

Mi querida oveja blanca como la nieve:

 

Lo primero, muchos, muchos miles de gracias por los cuentos de H. C. Andersen y por los cosméticos. Hay libros, sin duda alguna, que da gusto leerlos, son una experiencia, y esto es lo que pienso yo de los de Andersen. En ellos es la fantasía una cualidad maravillosamente encantadora, y, sin duda, se diría que, en el fondo, sigue siendo la verdadera base divina de todo lo demás (y por eso me parece a mí tan divertido e interesante que la ciencia moderna la haya admitido en su seno, o se haya puesto de acuerdo con ella en tan alto grado: Einstein, Haldane, etc.). Hay gente sin fantasía y ésos son «los peores», porque se muestran incapaces de comprender, como los maestros gremiales en Juan el Zoquete; sólo aquellos que tienen fantasía son capaces de ver la verdadera esencia de las cosas, todas las puertas se abren. Me he pasado aquí sola horas y horas por la tarde riéndome como una loca de En la finca de los patos; es seguro que he encontrado al «portugués» en algún sitio en esta vida, pero no consigo recordar dónde. Y luego es que Andersen sabe ser tan indescriptiblemente sencillo y emocionante en otras cosas, es como un violín, un verdadero mago, de verdad...

Por desgracia he tenido que llevar a Juma al hospital, muy enfermo de inflamación pulmonar. Yo ya sabía que se encontraba mal y le había dado una medicina, pero no pensaba que estuviera tan enfermo, y las viejas repulsivas, sus mujeres, no querían mandar a buscarme; las mujeres nativas son repulsivas, completamente sin sentimientos. En fin, que el domingo por la noche oí a alguien que iba por la casa tropezando con todo. Pensé que quien fuese tenía que estar borrachísimo, pero era Juma, que se me apareció igual que la muerte en persona, y apenas podía hablar. Le cogí y le llevé al hospital el lunes mismo por la mañana, y ya se encontraba entonces muy mal. Luego, el viernes, mandó que me llamaran; estaba seguro de que se iba a morir y quería hacer una especie de testamento, que en resumen venía a ser que me dejaba a mí a Tumbo en herencia y propiedad. El propio Tumbo estaba allí presente, y ahora le tengo aquí conmigo; está muy quieto y deprimido. Las mujeres, en cambio, se muestran indiferentes, parece que no tienen corazón. Espero, a pesar de todo, que Juma salga de ésta, pero el hecho es que es viejo y débil y con una enfermedad grave...

He recibido carta de Casparsson, o sea que sigue vivo. Ha escrito dos artículos (en la edición de mitad de semana de Aftonbladet[365], el 9 de junio, titulados: «Vagabundeando por África Oriental», en los que yo salgo también; espero que sea de manera más o menos decente.

Por lo que se refiere a la carta al rey, sé muy bien lo que tengo que escribir, pero no cómo la tengo que firmar, y esto lo puedes averiguar tú preguntándoselo al tío Torben y luego me lo dices, porque la carta hay que escribirla aquí. La piel de león está en Londres[366], ya lista para mandarla...

 

 

A Ellen Dahl

 

Ngong, 13 de septiembre de 1928

 

...Por otra parte me parece a mí que madre tiene motivos para sentirse feliz con la mayor parte de sus relaciones, y da la impresión de que también ella piensa así. Yo misma he llegado, a lo largo de mi vida, a la firme convicción de que la felicidad no depende de relaciones exteriores, sino que es un state of mind, pero al mismo tiempo, por lo menos hasta que se siente una bien firme en esa fe, hay ciertas relaciones exteriores que no se pueden evitar; mejor dicho, quizás hay ciertas relaciones exteriores de las que se debe prescindir si se quiere llegar a ese state of mind y perseverar en él. Actúa una bien al quitarse de encima —incluso si es a costa de uno misma— lo que le estorba para conseguir ese state, porque, sin él, es poco lo que se puede llegar a ser o a hacer...

Sí, seguro que te escribí en mi carta anterior acerca de este asunto: ser uno mismo, y no voy a extenderme ahora sobre ello. Pero hay circunstancias en las que resulta tan sumamente difícil «ser uno mismo» que en realidad no vale la pena seguir en ellas; incluso en el caso de que una, después de haberse liberado de ellas por un tiempo y de quedar bien empapada en el arte, pueda volver a ellas con tal inmunidad que ya no existan dificultades que vencer.

Pienso que madre es, por su carácter, ligera de mente (no quiero decir, ni mucho menos, casquivana) y que, para sentirse feliz, tiene que poder pensar o estar segura de que la vida es fácil, dulce y encantadora en sí misma, o sea, en una palabra, como Nora, que también es ligera de mente, que lo maravilloso está siempre a la vuelta de la esquina. Con sólo que se sienta firme en esta idea no hay nada que le parezca difícil o le inspire miedo. Siento por ella la más honda compenetración, porque esto mismo, pienso yo, ha sido siempre mi propia lucha y mi objetivo en la vida, afirmarme en el sentimiento de que no hay en el mundo nada malo o terrible, sino millones, billones de posibilidades de belleza y esplendor. Yo vendería mi alma con gusto a algún demonio audaz y ocurrente para que me abra varias cosas que realmente deseo para mí misma, pero por nada de este mundo creería en el verdadero diablo, en «el malo». Yo, so far[367], ni he visto ni me he encontrado con «el malo», aunque haya tenido que entendérmelas con algunos seres la mar de desagradables, y no creo, la verdad, en él... No me gustaría nada codearme con la gente que cree en el diablo y en sus obras y en toda su casta, ni tampoco vivir entre ellos permanentemente; por un corto periodo de tiempo podría ser más bien curioso, y supongo que conseguiría llegar a tratarme con los peores exorcistas, más aún, con el diablo mismo, sin que ello me afectara en lo más mínimo. Por el momento lo que me inquieta es que se cramp my style[368], o sea, que se me impida ser yo misma.

Yo pienso que madre, cuando se casó, podía ser ella misma de esta manera y sentir la vida como cosa fácil, y esto, sin duda, fue en gran medida gracias a padre; porque madre, desde luego, podría haberse casado con un hombre mejor y más seguro desde muchos puntos de vista, pero para el autor de Cartas de caza y Desde la Octava Brigada la vida era fácil y alegre. Pero, para mí, Mamá[369] y la tía Bess y su familia y sus actos tienen una terrible tendencia a hacer difícil la vida. No creo, por supuesto, que todos ellos lo sintieran así, pero era yo quien lo sentía así. Estaba una rodeada de los peligros más negros y de largo alcance: peligro de ser mundana y vanidosa, peligro de herir los sentimientos de la señora Jensen, de contraer deudas, de no pensar bastante en los demás, etcétera, por no hablar de los peligros y los terrores, absolutamente terribles, que acechaban por todas partes, concernientes a las relaciones sexuales. ¡Y la señora Jensen se exponía, sin duda, a oír algún pequeño juramento o a ver a algún joven ligeramente borracho!

No pienso en absoluto que madre sea así, pero siempre me preocupa un poco pensar que tiene en gran medida el espíritu de la tía Bess, con su «confianza se pierde», y la terrible quisquillosidad moral de la tía Lidda, y si se cansa y se siente desganada en su vida diaria puede perder «gracia» y comenzar a pasarse las noches despierta pensando en la señora Jensen y convenciéndose a sí misma incluso de la existencia del diablo. No creo que sea buena cosa vivir en esas colonias familiares que se han creado ahora en la comarca entre nosotros; cuando no se vive en completa armonía, o si alguien quiere emanciparse, es fácil que surjan complicaciones que impiden a los que están allí juntos ser ellos mismos. De lo contrario, madre, con Malla y la demás buena gente que la rodea, podría tener su propio ambiente en su propia casa, donde podría perfectamente convertirse en a word of God made flesh[370], y no molestar mucho a nadie; que pueda llegar a haber en una casa un ambiente que yo apenas lograría tolerar es algo que a ella no le preocupa, y, en sus manos, se convertiría más bien en una pradera donde «nadie ha arado y nadie ha escardado, pero mil abejas han extraído miel».

Con los años se aprende a comprender y a sortear los fenómenos menos importantes de la vida como mejor se puede, a fin de llegar a ser una misma. Sé, por ejemplo, que no debo engordar; y si, en consecuencia, tengo que sufrir los tormentos del hambre, pues resulta preferible, porque lo otro cramps my style. También sé, como le he dicho a madre, que yo, junto con la tía Emy, soy la snob más grande que hay, y si no puedo estar con la aristocracia o con la intelectualidad, tengo que reducirme al proletariado o a los natives de aquí, que viene a ser lo mismo, porque con la clase media no puedo coexistir. La auténtica aristocracia, dondequiera que se encuentre, o el proletariado, no tienen nada que arriesgar. Pero la clase media lo tiene todo en riesgo, y el diablo está allí, en torno a ella, en su peor edición, mejor dicho, en su edición de bolsillo...

Sobre los musulmanes, que parecen interesarte, no puedo escribir con gran autoridad, pues la verdad es que sé demasiado poco sobre ellos. No le saco mucho sentido al Corán, y los musulmanes que conozco en mi vida diaria son, sin duda, de los más primitivos. A mí lo que me parece es que el islam hace a la gente que lo acepta o que se educa en él limpia y orgullosa y les da una especie de visión heroica o estoica del mundo, pero también les hace, para nosotros, muy insoportablemente doctrinarios e intolerantes. En general, a mi modo de ver, como religión o concepto de la vida es seco, y su peligro está en que o deviene completamente exterior y acaba consistiendo en una multitud innumerable de reglas y ritos o conduce al fanatismo.

Para mí tiene pocos elementos que me sean simpáticos, y pienso que hace la situación de la mujer muy inferior, pero sobre esto se puede discutir, sin duda; bajo muchos aspectos la mujer musulmana es considerada y venerada, y aquí veo también el elemento oriental que hay en nuestra caballerosidad europea occidental, que sin duda nos llegó con las cruzadas, y tiene riqueza de colorido y algo noble en su esencia; lo que ocurre es que hace de las mujeres muy exclusivamente criaturas sexuales y las transforma en auténticas prisioneras en este sentido, sin ninguna salida al mundo exterior. El papel protector del hombre tiene aquí también, para mí, frecuentemente algo de artificial o de absurdo; por ejemplo, si se quiere, desde el principio, inmovilizar y educar a una generación en la idea de que es terrible el que un solo pelo de la cabeza de las mujeres se salga de su sitio, bastará, por supuesto, con pasarse la vida entera yendo por ahí con sombrillas y coberturas de todas clases; pero, a mi modo de ver, sería más auténticamente caballeroso no preocuparse tanto del pelo, y esto no quiere decir que resulta evidente que el peinado más perfecto y bien ordenado es más bello que los rizos sueltos o que un peinado á la coup de vent. Pero toda mi vida he querido más a Diana que a Venus, ambos tipos de belleza atraen, como yo misma los he visto en estatuas e imágenes, y más a mí, y por mi parte prefiero la vida de Diana a la de Venus, por muchos columbarios y rosaledas que tenga...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 16 de septiembre de 1928

 

...Denys llega hoy a casa, y los totos han decidido lavar a todos los perros en su honor, de modo que desde aquí se oyen sus aullidos en la pradera.

Aguardamos al hijo de Farah cualquier día de éstos, y él está tan impaciente, con oraciones y ayunos, que no me sirve de nada. Espero que la cosa vaya bien; Fathima es menuda y delicada, pero esto, evidentemente, no hay que tenerlo en cuenta, pues con frecuencia resulta mucho más fácil para este tipo de mujeres. Juma se encuentra mejor, pero se ha quedado muy viejo y escuálido.

Tenemos de nuevo en la finca al gran capitán de ladrones Mongaj; anoche le robó dos ovejas a Kanino. Es realmente vergonzoso que la policía de Nairobi no consiga atraparle; ya han estado varias veces en los sitios donde tiene su guarida y consume su carne robada, en el bosque, pero lo que pienso es que le tienen miedo. Los kikuyus, por supuesto, saben perfectamente dónde se oculta, pero en parte porque les aterroriza y en parte también porque sienten, sin duda, una cierta simpatía o admiración por él, siempre que pueden se ponen en contra de la policía...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 30 de septiembre de 1928

 

...Los Grigg vinieron aquí a comer el domingo. Los dos se hallaban muy fatigados con tanto preparativo para la visita del príncipe de Gales, pero siempre están simpatiquísimos. Les di un risotto, pollo á la Marengo, que Kamante sabe preparar a la perfección, coliflor au gratin y bayas negras, que recordarás que cultivo en el jardín, con crema. No tuve mucho tiempo para preparar la comida. Me invitaron a ir a vivir a la Government House mientras resida allí el príncipe de Gales; me figuro que será divertido...

Salí con los perros a la reserva de caza cuando se fueron los Grigg; no te puedes hacer idea de lo seco que está todo; la llanura parece como el suelo de una habitación. A mi vuelta me encontré aquí a Denys, con gran sorpresa por mi parte; sólo se quedó una noche, porque tenía que llevar a su party a Uganda al día siguiente... Denys estaba muy cansado después de haberse pasado dos días dando vueltas por los bosques de Kijabe buscando, sin resultado, bongos[371]. Yo me siento como David con Saúl cuando le pongo el gramófono; le di una velada a base de Schubert, con la Sinfonía Incompleta y Der Tod und das Mädchen. Bueno, seguro que os reís cuando hablo de mi gramófono, como si fuera música de verdad, pero es que en estas latitudes no tenemos otra cosa...

El martes por la mañana llegó Farah para decirnos que Fathima había pasado una noche terrible y estaba muy enferma, y que llevaba sintiéndose mal desde el miércoles de la semana anterior, de modo que me decidí a salir en coche a Nairobi en busca de un médico para ella. Acabé dando con el doctor Sorabjee, pero no podía ir hasta más tarde, de modo que dejé a Farah con él y fui a los show-grounds[372] para ver dónde estaba Poorbox...[373] De allí volví a casa por la misión francesa, y siguiendo esa ruta se sale por la Dagoretti Junction al camino de Ngong; los show grounds están cerca de Kabiti, al otro lado de la vía férrea, a cinco millas de Nairobi. Al llegar yo no había aparecido el médico, pero llegó poco después de mí, y fuimos recibidos con la alegre noticia de que ya había nacido el niño, justo en el momento —dijo Halima, que trabajó allí de chica de los recados durante toda esta crisis— en que subía yo a la casa...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 14 de octubre de 1928

 

...El miércoles por la mañana fui temprano en coche a Nairobi para ver a Denys, que llegaba con su expedición de Kisumu a las ocho. Habían tenido un buen safari y cobrado tres sitatunga[374]; Denys se queda aquí para estar disponible si el príncipe de Gales quiere salir de caza...

El jueves Denys fue en coche a Nairobi, pero volvió a la una y media a toda velocidad, porque lord Delamere, en cuya casa estaba el príncipe, había mandado recado de que fuese allá el mismo día a fin de hacer planes con ellos para un shooting trip[375]; tenían listo un avión en el aeropuerto a las dos. Le llevé yo en coche hasta el aeropuerto, para traer otra vez el coche a casa, y me sentía justo como en una película; llegamos allí a toda velocidad y encontramos el aparato ya preparado, con todas las hélices en marcha, de modo que lo único que tuvo que hacer Denys fue subirse a él y despegaron de inmediato. No pudo llevar consigo más equipaje que lo que cupiera en un pañuelo de bolsillo; decían que el avión iba ya con demasiado peso. Volaron un poco sobre el cráter de Longonot, que tiene que ser interesante de ver desde esa altura, y el lago de Naivasha...

El viernes llegó Denys a casa; había sido una excursión excelente; estaba entusiasmado con las vistas desde el aeroplano y había disfrutado de una velada muy entretenida en casa de los Delamere. Al príncipe de Gales no le apetece lo que se dice nada salir de caza, de modo que no va a haber ningún safari, pero quieren que Denys les acompañe cuando vayan al sur, por si acaso se presenta alguna oportunidad de cazar algo por el camino, y esto sí que puede resultar divertido.

Comimos en Government House con el príncipe de Gales, que había vuelto el mismo día; por la noche proyectaron el nuevo filme de Martin Johnson, Simba, pero a mí no me dicen nada los filmes, ni siquiera cuando hay animales en ellos, aunque éstos son los mejores, porque es cosa natural y no hay que prepararlos. Fueron muy interesantes unos filmes de jirafas al galope, que habían sido tomados con tan sobrenatural lentitud que se podían seguir a la perfección todos sus movimientos; no sé si alguna vez habrás visto filmes de esta clase, son muy curiosos. Por otra parte lo pasé muy bien porque el príncipe de Gales es absolutamente charming, y tanto me enamoré de él que casi me duele. También me resulta divertido salir a comer con alguien y no tener que conducir yo, y disponer de otra persona con quien comentarlo cuando vuelvo a casa, pues Denys, aparte de casos como éste, no quiere salir nunca...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 11 de noviembre de 1928

 

...Este domingo, después de escribirte, nos fuimos Denys y yo en el coche, primero a donde Crean a tomar el té y luego a dar una vuelta por el nuevo camino que conduce a Kajado y que ahora lo están tendiendo. Va casi paralelo al camino de Nepken, pero a cierta altura, para evitar the black cotton soil[376], que se vuelve impasable cuando llueve. No me tiene contenta a mí este nuevo camino porque hace que toda esa tierra salvaje tan encantadora de las alturas adopte un aire muy civilizado, y en cierto modo la corta por el medio, pero, así y todo, es una excursión magnífica, yo diría que la más bella que se puede realizar aquí, o sea, en el mundo entero. Ahora todo está incomparablemente fresco y verde; las pendientes y las barrancas altas, donde la hierba se ha requemado, aparecen cubiertas de finísima hierba corta y nueva, y ya sabes lo verde que es todo aquí, igual que si fuera transparente, y la luz saliendo a torrentes de la hierba misma, o como si el aire y el cielo se reflejasen en el verdor, en las praderas y en las pendientes. Y luego las sombras de las grandes nubes, que corren sobre el paisaje, y los animales salvajes, que pastan y descansan en la hierba; todo esto es un «paisaje ideal», como en un sueño. Volvimos por las waterworks[377] al ponerse el sol...

A la hora de comer (martes) llegó un coche de Government House para invitarme a una cena que el príncipe de Gales daba en su coche restaurante particular en la estación del ferrocarril esa misma noche; el príncipe tenía que ir a las carreras de caballos de Nanyuki y le venía bien. En fin, que Denys y yo fuimos a la cena; resultó verdaderamente curioso aparecer con ropa de noche en plena estación y la verdad es que no se puede decir que sea muy cómodo cenar en un coche restaurante; además la cena fue espantosa, pero, eso sí, muy agradable. Éramos sólo dieciséis personas y comimos en cuatro mesas pequeñas, y después de la cena nos sentamos en una especie de solana abierta que hay en uno de los vagones. Todo el tren estaba muy bien aparejado, para estar donde estamos, con un coche de dormir muy confortable y también cuarto de baño. Cuando iban a irse, me dijo el príncipe de Gales que él, Lascelles y Leigh tendrían mucho gusto en venir a mi casa a cenar el viernes, y que, si fuese posible, les gustaría mucho ver un ngoma.

No resulta tan fácil organizar un buen ngoma en esta época del año, porque la verdadera temporada de danzas de los natives ha pasado ya, y no me fue posible hacer nada realmente ni siquiera el miércoles, porque los Mohr venían a verme; pero envié a Farah en el coche el miércoles mismo por la mañana a ver a Kinanjui y a Kioi y pedirles que vinieran con sus jóvenes damas y caballeros el viernes por la noche. Y lo cierto es que me prometieron venir...

El jueves fui en coche a hacer la compra para la cena del príncipe de Gales del viernes, y sobre todo para conseguir algunas señoras como es debido, lo que no resulta fácil aquí. Es muy conveniente y agradable que Denys se haga cargo de los gastos de la bebida y los puros en ocasiones como ésta; en primer lugar porque así me ahorro yo algo de dinero, y luego también porque él entiende mucho de esas cosas, con lo que me quedo tranquila de que lo que ofreceremos será bueno...

El viernes tuve mucho que hacer entre la cena y el ngoma; cuando el único servicio de que se dispone es un toto de «jefe de cocina», incapaz de hacer otra cosa que lo que yo misma le he enseñado, no se siente una muy segura dejándole solo. Y el ngoma me dio también mucho que hacer, entre que había que reunir leña para las hogueras, y luego que había que atender debidamente a los jefes. A mí, la verdad, me gusta mucho guisar y me encanta dar cenas, pero lo que ya no me gusta tanto es que las dos cosas se me junten, y preferiría que otra gente se ocupara de preparar la comida para los invitados, quedando yo de cocinera para fiestas en las que no participo; porque es demasido esfuerzo hacer los dos papeles juntos.

A pesar de todo me parece que puedo decir que la cena estuvo muy bien; el príncipe de Gales dijo que fue la mejor que había tenido en esta tierra, y Denys que nunca en su vida había cenado mejor, de modo que es a Kamante a quien le corresponde el mérito. Lo que les di fue: caldo con cañada, pescado de Mombasa —una especie de rodaballo con sauce hollandaise—, jamón que me había dado Denys, con salsa Cumberland, espinaca y cebolla glaseada, perdices con guisantes, ensalada, tomates con ensalada de macarrones y trufas con salsa de crema, croustade con champignons, una especie de savarin y frutas: fresas y grenadillas.

Mis invitados danzantes comenzaron a llegar ya por la tarde, y tuve que salir a cada dos por tres para cuidar de los preparativos y cumplimentar a los jefes. Celebramos el ngoma entre las chozas de los boys, que acababan de ser encaladas para tan solemne ocasión, y había en el centro una gran hoguera y luego multitud de otras más pequeñas en un gran círculo; además yo había preparado una hilera de hogueritas a lo largo del camino por el bosque, y el aspecto general era muy bueno. Puse las farolas rojas y verdes de Berkeley que me dio la tía Lidda, encendidas delante de la casa.

Estaba short of[378] una señora, porque solamente pude encontrar a Vivienne de Watteville[379], de quien sin duda ya te he hablado en mis cartas —por cierto que se parece mucho a Jonna, un poco menos fina y con mejor color—, y a Beryl, que estaba en Nairobi camino de Mombasa y de su casa, y que llegó monísima a la cena. Mandé un recado al príncipe de Gales comunicándole que había dejado un sitio libre para que trajera él una señora si quería, pero no lo hizo, de modo que fuimos siete a la cena; así:

 

Denys

Lascelles

Beryl

Vivienne

 

Piers Leigh

Príncipe de Gales

Yo

 

Bebimos primero un cóctel de café antes de la cena, con el ngoma, que estuvo muy lleno de vida y fue sin duda el mejor ngoma que he visto jamás; el aspecto era imponente, con tanta hoguera. Luego comimos y después salimos de nuevo al ngoma, y el príncipe de Gales saludó a todos los jefes y les habló en suajili, que a ellos les gusta mucho. A mí me parece que el príncipe de Gales tiene muchísimo encanto, y en esto están todos de acuerdo, pienso yo, y aquí estuvo realmente de lo más amable, simpático y divertido, como si me hubiera conocido de toda la vida. De modo que disfruté lo indecible y quedé muy contenta de mi party.

El sábado estuve en mi jardín, y pasé luego por casa de los Bruce-Smith; fue un paseo precioso. Después de comer fui a un baile en Muthaiga; Denys no quiso ir conmigo, y yo había pensado volver a casa temprano, pero esto en Muthaiga es imposible y no regresé hasta las cinco y media de la madrugada. Lady Delamere se condujo escandalosamente en la cena, me parece a mí, y bombardeó al príncipe de Gales con grandes pedazos de pan, y uno de ellos me dio a mí, que estaba sentada a su lado, en el ojo, de modo que hoy lo tengo amoratado, y terminó echándosele encima y tirándole por el suelo con silla y todo. Este tipo de cosa, la verdad, es que no me parece nada divertido, sino más bien tonto, sobre todo en un club; en general, yo no considero que sea una mujer particularmente simpática, y tiene un aspecto la mar de raro; parece, ni más ni menos, una muñeca de madera pintada...

 

 

A Thomas Dinesen

 

Ngong, 20 de noviembre de 1928

 

Queridísimo Tommy:

 

¡Feliz Navidad! Ojalá que este nuevo año te traiga mucha felicidad. Ya sé que esperáis una nueva maravilla para marzo, y deseo que llegue al mundo en las mejores circunstancias imaginables; será recibido con muchísimo amor también en las partes más lejanas del planeta. Espero también que sigas adelante con tu libro[380], y que, en general, te sientas sobrado de fuerza y que «las llamas, el fuego, han levantado de nuevo los altares derruidos de tu juventud, en la hierba, junto a la fuente»[381].

Te mando una foto de la casa, que espero contemples con buenos recuerdos.

Querría haberte enviado un ensayo más bien largo sobre tu «moral sexual», que tengo en la cabeza desde hace algún tiempo, pero es que he tenido tantísimo que hacer que la verdad es que no me quedó tiempo de poner mis ideas en orden, de modo que ya lo recibirás más tarde. La dificultad para mí es, más bien, que no están demasiado claras mis ideas ni he pensado debidamente sobre el tema, y además resulta inevitable reducirlo siempre en cierta medida a términos personales, con lo que se acaba teniendo que exigir al lector una gran comprensión y discreción.

Te alegrará saber que aquí llueve a torrentes; hemos tenido ya más de seis pulgadas desde que comenzó la estación de las lluvias cortas, y, como recordarás, todo se pone tan bonito que no se puede decir más.

Me habría gustado mandarte un libro del profesor Haldane: Possible Worlds. Pero aquí, naturalmente, no lo tenían, y si se encarga a Europa no se sabe nunca si lo mandarán o no, de modo que lo que te aconsejo es que te lo encargues tú mismo. A mi modo de ver, desde el siglo pasado se ha producido el cambio de que la fantasía tiene ahora acceso a la ciencia en mucho mayor grado que antes, y le ha dado una vida completamente nueva. No sé si recuerdas que ya hablamos de este tema aquí, que los sacerdotes siempre sostienen que la fe es más alta que el conocimiento —y así es, realmente, a mi modo de ver—, pero que en realidad son ellos quienes dicen que saben que las cosas se produjeron de esta manera o de la de más allá, mientras que los hombres de ciencia son precisamente los que dicen: creemos. Yo, ahora, creo de mí misma que siempre, sin saberlo, he sido einsteiniana, por ejemplo, siempre he estado convencida en lo más hondo de mi corazón de que el tiempo era una ilusión y de que hier c’est demain[382], y para mí es, a lo largo de las pruebas que me ha brindado la vida, un grandísimo consuelo pensar que dos y dos sin duda dan la impresión de ser cuatro, pero en determinadas circunstancias podrían muy bien ser algo completamente distinto, y que mientras la línea A-B es mucho más larga que la línea B-C, la línea B-C es, por otra parte, el doble de larga que la A-B. Yo diría que la fantasía es una de las cualidades —por no decir la cualidad— a la que la humanidad más debe su desarrollo, sin ella no se habría podido crear nada, y estoy convencida, como sabes, de que el concepto perro fue creado antes que los perros mismos, y en general puede decirse: crea el concepto, que los perros llegarán enseguida.

Por lo que a mí respecta pienso que es muy notable que la gente haya tardado tanto en transferir la doctrina de la evolución al terreno más espiritual, por ejemplo a lo que se llama moral. Comprendo que la gente que cree en el pecado original —si es que los hay— todavía se aferre a la vieja moral, a pesar de su aspecto negativo: «No harás esto o lo otro», «Deja esto, no lo toques», pero lo que no comprendo es que la gente que cree que con nuestra lucha nos hemos elevado a la situación actual gracias a una serie de intentos audaces, pueda sentir tales dudas cuando se trata de adoptar esta misma actitud en su propia vida. Si los lagartos no hubieran hecho el gran esfuerzo de tratar de volar, incluso corriendo el riesgo de que el intento les fallara por completo, o los monos el de bajarse de los árboles, o los animales de pezuña y de garras el de transformar sus pezuñas y sus garras, bueno, pues todavía estaríamos todos arrastrándonos entre los helechos y seríamos muy pequeños. Si resulta que la cosa no va, siempre queda el recurso de convertirse, por ejemplo, en pingüino y renunciar a usar las alas. Pero, por lo menos, se habrá sacado partido de ello en el intervalo. ¡Hay que tener valor! ¡Hay que tener valor!, esto es lo que me parece a mí que predica el mundo entero, excepto, por supuesto, los pedagogos y los curas. Tú te reirás de esto y dirás que es precisamente lo que más odio, una tonta que ha oído campanas y casi no sabe dónde, y la verdad es que no pretendo en absoluto entender nada de la doctrina de la evolución, por ejemplo; pero, así y todo, es muy posible que haya llegado hasta mí un simple atisbo de la verdad, y en cualquier caso mi deseo más ardiente consiste precisamente en comprender.

Y a propósito de desarrollo, sin duda, cuando vuelvas por aquí, notarás una gran diferencia en la manera de vivir de los natives y también en su «formación». Tienen una sorprendente capacidad para imitar y adapt themselves a circunstancias nuevas. Pienso que será interesante ver si realmente se puede pasar de un modo directo de la edad de la piedra a la edad de los aeroplanos y descubrir y asumir el cristianismo moderno, tolerante y sin dogmas, sin necesidad de pasar antes por el trabajo manual y la construcción de carreteras y los santos y las hogueras para los herejes. Si esto es posible resultará que nosotros hemos estado perdiendo mucho tiempo con el gótico y con le Roi Soleil y con la abolición de la esclavitud. Ahora verás a los pequeños totos que cuidan de las vacas con sus catones y los ngomas son cada vez más raros; en su lugar tienen una especie de reuniones de rezos con cánticos...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 17 de marzo de 1929

 

Querida oveja blanca como la nieve:

 

Te adjunto una foto de mi casa que sacó Denys desde el avión[383]; a Ali y a mí con unos perros se nos ve asomados a la solana que da al sur, y hay también un grupo de boys sentado en la tapia al otro lado. ¿Verdad que el conjunto da la impresión de un juguete? Yo diría que el conjunto quedaría muy bien ampliado, pero no sé si tú te encargarías de esto; podría mandarte el negativo. Denys sacó otra desde el avión que resultó mejor, me parece a mí, porque la hizo desde mayor altura, de modo que se ven los alrededores como en un mapa, pero no la tengo yo; veré si te la puedo mandar cuando vuelva él...

Denys se fue el martes por la mañana y tenía intención de volver hacia finales de mes.

El miércoles se fueron en coche todos los hombres de mi casa a Nairobi para acudir a la iglesia, porque ya se ha terminado el Ramadán, y menos mal. Salieron antes de amanecer y yo me levanté para verles irse, todos ellos con sus mejores galas; Tumbo se había puesto tanta ropa que parecía un cerdito disecado; desde luego llevan cosas bonitas cuando van bien vestidos, y esto me hacía pensar en una mañana de Navidad en Dinamarca, viéndolos prepararse a la luz de las bombillas para ir a la iglesia. En compañía de todos tomé en casa de Farah una taza de té con cardamomo, y por cierto esta mezcla está empezando a gustarme. Las mujeres no podían ir con ellos, pues no sería propio; el ideal de una mujer somalí decente es, por supuesto, no asomar nunca la nariz fuera de su casa. Me doy cuenta de que hay algo ciertamente poético en el concepto musulmán de la mujer y en su posición en la vida como el remate mismo de la vida y la joya más preciosa a que puede aspirar el hombre; por otro lado, se gastan casi todo el dinero en sus mujeres y a su manera las sitúan muy alto; ellas están libres de muchas de las pesadillas que acechan a las mujeres europeas y yo creo que es impensable el que una mujer musulmana se quede desamparada. Todas ellas tienen completamente seguro el tratamiento de señora, la ropa blanca, el velo de novia, los niños. Pero la verdad es que esto a mí me produce la misma impresión que la gente que me dice que las corridas de toros son el mejor de los deportes, un alarde de valor y destreza, etcétera. Me gustaría en cierto modo creerles, sin embargo me siguen repeliendo instintivamente hasta el punto que renuncio por anticipado a gozar de ellas; no sólo no me gustaría por nada de este mundo ver una corrida de toros, sino que pienso que no podría casi vivir en una sociedad que las cultivase por poco que fuese, y, asimismo, no puedo menos de tratar de sacar de su jaula a mis mujeres musulmanas.

Pienso que es terrible que Halima, apenas un poco más joven que Missen, deba ser sacrificada de tal modo en el altar de las conveniencias, de modo que nunca pueda salir con Titi y Tumbo y conmigo cuando nos vamos en coche a pescar al estanque, ni tampoco pasar el río para ver animales. La casa y la diminuta y ridícula cocina van a ser todo el mundo de esta pobre chica, porque de otro modo no será una muchacha somalí como Dios manda; y sin embargo, es simpatiquísima y está llena de vida y lo que de veras le gustaría sería montar a caballo y corretear, como hace Missen... Ningún premio en el mundo podría compararse con mis paseos a caballo, mis viajes, mis safaris; ni siquiera si a ojos de todo el mundo me volviera yo tan llena de gracia como la mismísima Virgen María me compensaría el renunciar a mi libre contacto con la naturaleza y la gente y tener que pasarme el tiempo sentada entre cuatro paredes y recibir la vida de segunda mano, a través de un hombre.

El jueves llevé en coche a Fathima, a Halima y al niño a tomar el té a casa de Mrs. Bruce-Smith, que tiene mucha gracia y amabilidad para comprender e interesarse por mis diversos protegidos. La cosa resultó extraordinariamente bien; volvieron a casa y dijeron a los hombres que habían pasado unas Navidades estupendas, mejores que las de ellos, y Shimbir, que es como se llama el niño —quiere decir pájaro y le han puesto este nombre porque se echa en la cama y sonríe y charlotea y canta—, se condujo ejemplarmente y tuvo mucho éxito. Pienso que Mrs. B-S está pasando una época difícil; me parece que su marido la pone nerviosa, lo que, por otra parte, comprendo muy bien, y que no sabe en absoluto lo que va a hacer con su vida. Ella y Mrs. Steele vinieron en caballo a verme la otra mañana y estuvimos hablando de lo absurdo que es el matrimonio; a pesar de todo pienso que, en cierto modo, las dos están enamoradas de sus maridos, y que éstos hacen por ellas lo que pueden; pero lo que pasa es que dan por supuesto que las pueden tener sujetas a una existencia que no las satisface en absoluto y que, sin embargo, resulta muy a propósito para el hombre, de modo que la única posibilidad de ellas consiste en adaptarse a esa vida y ser dichosas haciendo felices a sus maridos.

Puede ocurrir que las cosas cambien y pienso que depende por completo de las mujeres el tipo de cambio que sea; yo diría que una dificultad es que las mujeres, en general, no acaban de adoptar una actitud clara sobre la medida en que es más importante para ellas que para los hombres el ser amadas y admiradas, tener a alguien que makes a fuss about[384] ellas, que les esté agradecido y que no pueda prescindir de ellas, etc.; cuando llega el momento de la verdad no quieren renunciar a esto, de modo que, a pesar de los pesares, la mujer moderna no se decide a pagar el precio del cambio, y piensa que es posible, y no sólo posible, sino también lo único justo, to eat their cake and have it[385]. Hay algo deshonesto en la visión de la vida que tienen en general muchas mujeres, es como pensar que pueden comprarse el más elegante de los sombreros de una tienda al precio del peor de todos y luego se encolerizan al advertir que el sombrerero se niega a rebajarlo hasta ese nivel...

 

 

En marzo de 1929 Ingeborg Dinesen, que contaba setenta y dos años, cayó gravemente enferma. Los médicos no tenían muchas esperanzas y la familia informó telegráficamente a Karen Blixen sobre la situación. En cuanto le fue posible dejó Karen Blixen la finca y se dirigió a Dinamarca para estar con su madre en Rungstedlund; entre tanto el estado de la enferma había mejorado, y cuando Karen Blixen llegó a Dinamarca el 18 de mayo, su madre ya se encontraba casi bien del todo.

Karen Blixen se quedó en Dinamarca más de medio año, y el 25 de diciembre de 1929 fue en tren a Génova, donde algunos días más tarde salió para África en el S/S Tanganyka. El 16 de enero de 1930 estaba ya de vuelta en la finca.

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 19-1-1930

 

...Llegué a Mombasa el lunes por la tarde y allí estaba Farah, lo que siempre resulta como encontrarte ya en casa, y además me fue de gran utilidad. Lady Colville subió a bordo para darme la bienvenida, y como yo tenía la idea de que era demasiado tarde para ir a casa de Ali bin Salim pues me quedé a pasar la noche en su chalet. Al día siguiente hice lo que pude por conseguir que mis muebles pasasen la aduana, y acabé lográndolo, y luego fui en coche a efectuar una excursión con lady Colville en torno a la isla, y comimos en casa de Likoni. Ali estuvo muy simpático, como siempre, y me rogó que te saludase de su parte muy afectuosamente. Me quedé allí hasta el día siguiente —miércoles, 15— y luego fui en coche con él hasta Kalifi, y a la finca de Denys[386], donde Ali y yo almorzamos en su casa lo que llevábamos en una lunchbasket; siempre es encantador, entre las dunas, y con una larga playa de arena y con todo el océano Índico delante, tan azul como una flor de aciano. Hay muchas ruinas antiguas. El jueves por la tarde volví en tren...

Me pasó una cosa muy desagradable a poco de regresar aquí, a pesar de mis esfuerzos por frenar a Dickens en lo que se refiere a los ngomas, etc., de los natives; el hecho es que anteayer por la noche habían celebrado un ngoma (prohibido) y en el transcurso de él murió un hombre a golpes. Ahora, naturalmente, tenemos a la policía por toda la finca, y nos pintan los peligros de los ngomas con los colores más terribles; han detenido a Kamante esta misma mañana, aunque creo que sólo como testigo. ¡Y que no pudieran esperar siquiera a que volviera yo a casa!...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 2 de marzo de 1930

 

...Este domingo, poco después de irse Denys, llegó aquí de visita el príncipe de Gales[387], muy charming, cosa que, por otra parte, todo el mundo sabe que lo es; me dijo que había conocido a Tommy y a su charming young wife. Parecía muy contento con su safari, aunque no consiguieron encontrar ningún elefante. Me dio las gracias de la manera más encantadora cuando me ofrecí a prestarle mi casa, pero pienso que a todo el mundo le parece bien lo que se ha decidido, o sea, que se aloje en Government House; parece ser que se piensa que se habría producido una especie de escándalo si no llega a alojarse allí. Me alegré de ver al príncipe; como va a quedarse tan poco tiempo en Nairobi y yo no puedo ir a Government House, resultó simpático poder saludarle...

El lunes estuve en Nairobi y allí vi a Mohr, que me dio dos espléndidas truchas de mar; volví a comer a casa y llegó Denys y le gustaron mucho. Se fue con el príncipe de Gales y con todo su safari el martes por la mañana. Lo que quieren es pasarse los próximos catorce días sin hacer casi otra cosa que sacar fotografías; esperan también ver una caza de leones con lanza en la reserva masai...

El miércoles vi aquí a Dickens, como de costumbre. Ha ocurrido una cosa desagradable acerca de la cual todavía no he podido escribir al tío Aage, pues prefiero esperar hasta tener la situación un poco más clara, y es que Dickens me ha anunciado que quizás no siga aquí después del término de su contrato, o sea, a partir del 1 de julio...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 23 de marzo de 1930

 

Querida oveja blanca como la nieve:

 

Se ha convertido en una costumbre el que los totos wakamba vengan aquí los domingos por la mañana para oír el gramófono, de modo que he tenido un gran concierto; los números favoritos son la Marcha de los ciudadanos de Bjørn y Tommy’s Tunes. Este último es el número final, porque termina con un hip hip hurrah en el que participan los oyentes. Hay algo conmovedor en su devota actitud y, al tiempo, en su absoluta confianza; en cierto modo pienso que consideran mi casa como si fuera también suya, pero no creo que se les ocurriría llevarse nada de lo que hay aquí, y que ellos examinan con gran interés y aparente admiración.

El lunes vino a comer aquí Charles Taylor. Le había citado para poner fin al problema de Dickens, y estoy dispuesta a seguir su consejo; irá a ver a Dickens un día de esta semana y luego vendrá aquí a tomar el té para contarme lo que haya sacado de la entrevista, y así se podrá tomar una decisión...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

(1930)

 

...En este momento hay un tremendo ngoma reunido en mi pradera; es verdaderamente bonito volver a verlos con sus ropajes como es debido, aunque no tardará mucho tiempo en desaparecer todo esto. Ay, Dios mío, lo que hemos hecho con esta tierra, y la «civilización» que hemos traído. Estuve pensando en ello en el barco, donde la gente cree de verdad que llevan los tesoros de la cultura a la tierra salvaje; en los diecisiete días que pasé a bordo no se dijo ni se discutió nada, absolutamente nada, ni un solo pronóstico que se saliese de la más deadly ignorancia y estupidez. Sí, la verdad es que los alemanes saben cantar alguna que otra vez...

Es notable, y a mí me coge bastante de sorpresa, el efecto que ha tenido el libro de Tommy[388]. Yo no sabía que Dinamarca era tan pacifista. Personalmente pienso que el tono de su libro era más bien airoso y alegre, pero no tanto como una parte de la literatura y la prensa danesas; y ahora Valdemar Rørdam da la impresión de hablar con conocimiento de causa de los sentimientos del pueblo danés cuando dice que querrían condenar al autor de No Man’s Land a perder su honor y sus bienes, y quizás también la vida. Me pregunto si esto no le habrá sorprendido también al mismo Tommy. Pienso que en cierto modo le va mejor que si le llenaran de elogios, pero bueno, lo que se dice bueno, no se puede afirmar que sea para él; in his time of life[389] debiera identificarse con otros hombres, o con los esfuerzos o movimientos de otros, ésta es una impopularidad fácil de adquirir y que yo no veo con alegría...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 13 de abril de 1930

 

...Fathima tuvo una niñita el domingo, y ya era hora; yo estaba a punto de pensar que todo el asunto era una broma pesada. Está encantada con la criatura y se encuentra bien, pienso que se alegra sobre todo de que sea niña. En circunstancias como las que rigen en este mundo musulmán, en el que hombres y mujeres están tan separados unos de otros en sus trabajos, intereses y existencias, y sólo se juntan cuando, como dice Goldschmidt, tienen que «bailar o casarse» —y ni siquiera sé, la verdad, si los somalíes de ambos sexos bailan mucho juntos—, yo diría que las mujeres están perdiendo poco a poco la capacidad de sentir realmente algo normal por nadie del sexo masculino, ni siquiera por sus hijos. Todo el mundo masculino resulta para ellas demasiado incomprensible; en el fondo pienso que no les tienen ningún respeto, excepto en la medida en que son ellos quienes les proporcionan alimento; pero el mundo real, verdadero y plausible, es el de las mujeres, y ante una niñita sienten que con ella pueden tener algo real, auténtico y plausible que les toca de cerca y que les pertenece, mientras que un niño acabará entrando tarde o temprano en esa existencia de los hombres, extraña y ajena a ellas. Algo parecido a esto creo que les pasa, por ejemplo, a las mujeres de los marineros; cuando reciben carta de Río de Janeiro u oyen hablar de cargamentos con destino a Singapur, o de contratos, etc., lo oyen con una especie de incredulidad o superioridad o completa indiferencia; pero el lavado, los calcetines de los niños, el parto, son la realidad que hay que tomar en serio.

La niña de Fathima se llama Amina, pero todos la llaman Kinsi. Siempre les dan un apodo tomado de algo bello o bueno, como una flor o una joya, pero Farah me explicó el nombre Kinsi: dice que significa some person who is not really rich, but nearly rich[390]; la verdad es que no sé por qué son tan modestos cuando pueden escoger lo que quieran. La niña es verdaderamente monísima; los niños somalíes recién nacidos son exactamente como muñequitos y no tienen ese curioso aspecto de estar sin terminar de los niños blancos de su misma edad, además enseguida les pintas las cejas de azul, de modo que se parecen a la vieja muñeca argelina de Elle.

El fiel amigo Mohr vino aquí el lunes a comer y dedicó todo el día a ir conmigo por la finca y se volvió a casa por la tarde. En este dilema de Dickens ha sido él el único que no se ha conformado con charlar, sino que ha hecho algo, y esto no pienso olvidarlo...

Me he puesto a leer a Dickens, que anima mucho cuando llueve, creo yo, y he leído ya Pickwick y Casa desolada. A mí me parece que Our Mutual Friend es su mejor libro, pero la verdad es que admiro todas sus obras; es sorprendente el desfile de figuras que presentan, como casi ningún escritor moderno; bueno, sí, Tolstói hace algo así en Guerra y paz, por ejemplo, y luego lo interesante y emocionante que resulta, también esto es un arte casi extinguido. Algunos pasajes de Casa desolada, por ejemplo, donde el terrible y viejo Krook muere en el fuego, o la fuga de lady Dedlock, le hacen a una quedarse sin respiración, ¿y quién consigue algo así hoy en día?...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 11 de mayo de 1930

 

...La verdad es que soporto bien esta existencia, como detrás de un puente levadizo levantado, y los días pasan iguales, y para la finca es estupendo que caiga tanta lluvia. El lunes estuve en la ciudad, almorcé con Mohr e hice una visita a lady Colville, que está muy mal y poco lúcida; me contó una larga historia que me rogó no dijera a nadie y de la que realmente me habría sido imposible repetir una sola palabra; entre otras cosas me dijo lo siguiente: «No lo sabe nadie, pero la cocinera de mi padre le dio una noche de Nochebuena un golpe al rey Eduardo en plena cabeza». Es como la abeja con la reina viuda en la araña de cristal, y aunque se trata de una cosa bastante dolorosa, lo cierto es que le cuesta a una contener la risa.

A mí siempre se me ha dado bien eso de seguirles la corriente a los locos o a la gente que está un poco trastornada, tiene algo de liberador poder salirse de vez en cuando, pese a todo, de los caminos convencionales, tan terriblemente hollados, incluso en el terreno del pensamiento. Comprendo muy bien que la gente importante de los viejos tiempos no considerara su casa completa sin un bufón, que además estaba siempre como un poco al margen, y esta actitud es la misma que en realidad me divierte en los natives; en estos tiempos, te lo digo en serio, casi no hablo con otra gente, ni tengo apenas deseos de hacerlo. La gente verdaderamente convencional, seria, sensata, es, a mi modo de ver, la única que resulta imposible aguantar a la larga, y además tiene un talento bastante repulsivo para monopolizar toda la existencia, hasta tal punto que se llega a olvidar que aparte de ella hay tontos y locos, pecadoras y publicanos, y acaba hundiéndose una en la más profunda melancolía, de la que sólo le puede liberar la reina viuda en la araña de cristal.

Por lo demás nos hemos estado entreteniendo gracias a que ha habido, Farah está completamente convencido de ello, tres intentos de asesinarle. Lleva largo tiempo enemistado con Hassan y su tribu y dice que éstos le amenazan sin cesar con matarle, y el otro día, estando nosotros en Nairobi, cuando Farah me esperaba a la entrada del Somali Hotel, uno de ellos le tiró al suelo de un bastonazo y le hirió con un cuchillo en la espalda. La otra noche comenzaron de pronto los perros a ladrar, a hacer un kakele[391] terrible, y al salir yo a observar lo que sucedía, vi —había un poco de luna— dos figuras huir de las cercanías de la casa de Farah. Éste dijo que habían estado empujando la puerta. Lo mismo volvió a ocurrir a la noche siguiente, y yo le di entonces a Farah un arma y le dije que lo que tenía que hacer era disparar si alguien volvía a importunarle. En medio de la noche volvieron a ladrar los perros, y cuando me estaba poniendo los zapatos para salir, ¡pum!, tronó la escopeta de Farah. Se oyó entonces un grito, pero no había ningún cadáver en el campo de batalla al salir yo afuera, ni una gota de sangre, lo que sí había era huellas de gente con zapatos en torno a la casa de Farah. Todo esto ha tenido entretenidísima a mi gente, y Fathima lo lleva con paciencia, casi como una joke; a mí me parece que las mujeres somalíes se acostumbran desde la niñez a estos estados de guerra...

Me imagino que visitas a Ellen en su nueva casa, y ya podías contarme de una vez qué tal le van las cosas. La verdad es que Ellen tiene tantísimos amigos que no debiera tener por qué sentirse nunca sola; pero, en cierto modo, su vida no es fácil, todo le afecta muchísimo. Es curioso cómo mucha gente, mujeres sobre todo, tienen una disposición para, sin necesidad de insignias exteriores de ninguna clase, rodearse de una especie de dignidad extraña que hace a todo el mundo pensar que es un honor estar a su lado. Ellen, que, la verdad sea dicha, no es ni guapa ni rica ni particularmente inteligente (¡ni está casada!), y que no es en absoluto afable o servicial con sus amigos, es siempre pero que muy bien recibida en todas partes, como si a todos les parecieran un verdadero honor sus visitas. Y así es en realidad... Si yo fuese hombre me sería completamente imposible enamorarme o casarme con una mujer que no tuviera ese talento, pero también los malvados lo prefieren. Por otra parte pienso que tanto Thomas como Anders han estado un poco enamorados de Ellen. Ellen es una de las personas a las que más me gusta a mí volver a ver cada vez que voy a Dinamarca.

Juma llega en este momento con tres gansitos recién nacidos; ya vi uno anteayer, y tengo a dos gansas incubando huevos. A mí me parece que son de lo más encantador que la vida puede ofrecer. En general, los gansos son una especie muy atractiva y debieran inspirar respeto a todo el mundo. Tienen una bellísima vida familiar, y siento la más profunda consideración por ellos, sin llegar a decir que me gustan; uno me mordió en la pierna el otro día, igual que unas pinzas. Pero cuando iba él con su esposa y su pollito por el camino, y yo pasaba por allí en el coche, no quiso abandonar a su pollito, sino que fue hacia el coche, como silbando y alargando el cuello, y me tuvo realmente en jaque, y la verdad es que ante un valor así no hay más remedio que quitarse el sombrero.

He acabado por vender mi mueble biblioteca a Bruce-Smith y he mandado a un indio que es amigo de Poor Sing que me haga una gran estantería, pues yo creo que se trata sin el menor género de dudas de la única solución. La pagará Denys, porque voy a poner sus libros en ella; tiene seis cajones en Nairobi, y ya he traído yo dos, con muchos bellos libros antiguos que parece ser que fueron de su madre. También me ha pedido que traiga doce cajas de un vino de Oporto muy bueno y añejo, que él venera, pero no quiero hacerlo mientras el camino siga como ahora; hay trechos llenos de baches y no creo que sea esto buena cosa para las botellas, con lo que salta el coche pasándolos. Yo, en realidad, no suelo beber vino de Oporto, de modo que habría preferido que fuera otra cosa...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 18 de mayo de 1930

 

...Es una tesitura terrible en la que vivo permanentemente por lo que se refiere a mi porvenir, y esto hace que sea difícil para mí reunir energías para escribir una carta que tenga interés y sea entretenida. Me tienes pena porque estoy sola, pero no debes tenérmela en modo alguno, a mí me sienta bien de verdad y nunca me resulta lo que se dice nada duro; pero este estar eternamente en equilibrio al borde del abismo me pone los nervios de punta, y en estas circunstancias es mejor tratarlos con mucho cuidado...

Esta finca, o, si prefieres, este ambiente, es lo único que he podido crear yo en mi vida, y me parece que ha valido la pena, dejando por completo aparte el aspecto pecuniario de la cuestión; y todo el tiempo que he estado ocupada en ello esto ha permanecido lo que se dice en el aire. La gran confianza que tienen en mí todos mis negros, convencidos como están de que yo siempre arreglaré las cosas de la manera que sea mejor para ellos, y mi propia consciencia de lo terriblemente insegura que es la base en que esta confianza descansa, consumen, por así decirlo, todas mis fuerzas espirituales; una vez que mejore esto resurgirán con multiplicada energía y entonces ya verás qué cartas escribo. Vosotros no debéis, por esta causa, dejar de escribirme a mí; vuestras cartas me alegran mucho, y lo único que hace falta es que tengáis paciencia.

El hecho de que my black brother se haya convertido en la gran pasión de mi vida, sean cuales sean mis otras circunstancias, es algo que ya tengo perfectamente claro by now y que no puede cambiar. Incluso Denys, a pesar de lo feliz que me hace, carries no weight[392] en comparación con esto. Es maravilloso para mí que Denys exista, constantemente me alegro de tenerle a mi lado; pero la verdad es que puede hacer casi lo que quiera conmigo sin que ello influya apenas en la sensación de felicidad o infelicidad de mi vida, a pesar de que le armé una escena de primera categoría porque se había llevado consigo a Bror de second white hunter[393] para el príncipe de Gales, aunque la cosa terminó con sonrisas mías pues siempre encuentro difícil, en general, ponerme realmente seria en algo que concierna a Denys; pero en lo relativo a mis negros la cosa adquiere un cariz distinto, se trata de vida o muerte. No es propio de mí, la verdad, permitir que nadie llegue a tener tanta importancia en mi vida. Ahora, por ejemplo, cuando añoro Dinamarca, y la añoro con una fuerza tremenda desde que volví aquí esta última vez, lo cierto es que esa añoranza de la naturaleza es mucho más desgarradora que la de la gente, por lo menos con poquísimas excepciones. El rondó de la Sonate pathétique me recuerda de una manera muy dulce, muy deliciosa, a ti, pero al recordarme un atardecer danés de primavera, con rocío en la hierba, velloritas y oleaje que llega del estrecho, consigue ponerme al borde mismo de la locura.

Por lo demás ya debería haber recibido carta de Tommy sobre la piel de león del rey. Le mandé la carta de Dolle acerca del asunto y tengo que contestarla tarde o temprano. Es un asunto latoso, pero culpa mía desde el principio, y no me imagino, la verdad, que se interese mucho por un león que él ni siquiera ha matado (ni yo, por otra parte, aunque esto es mejor que sea un profundo secreto para toda la eternidad); pero si se interesa ya le enviaré a él otra piel...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, miércoles, 10 de septiembre de 1930

 

...Lo primero de todo, gracias por los discos con tu voz y la de Missen. Sí, la verdad es que se puede decir que estas cosas son terriblemente entretenidas, pero en lo que a mí concierne me resultan demasiado impresionantes, y, al mismo tiempo, son también en cierto modo como payasadas; no sé, la verdad, cómo tomarlo. Es casi como si tú misma estuvieras en la habitación —¡y cuánto daría porque fuera así de verdad!—, pero, al mismo tiempo, me doy perfecta cuenta de que se trata de algo puramente mecánico. Fue encantador oír tu voz. Pero la verdad es que el mundo se está volviendo poco a poco casi demasiado maravilloso.

A mi gente le cayó extraordinariamente bien. No podían contenerse, a medida que iban oyendo sus propios nombres, y gritaban: «Jambo Memsabo, Jambo Memsabo». Farah evidenció su superior nivel cultural al mostrarse inquieto y muy emocionado; Tumbo rió, como dice Malla, igual que un zueco roto. Kamante vino después a preguntarme por qué no le habías saludado también a él; estaba convencido de que yo había suprimido su nombre, porque está en desgracia. Poor Sing se siente honradísimo y me ruega que te dé muchísimas gracias de su parte...

Fue encantador volver a ver al niño de Farah, está más guapo que nunca; cumple los dos años el veinticinco de septiembre y se encuentra ahora en su mejor momento, verdaderamente precioso, y a partir de este momento, para el resto de su vida, irá bajando. Lo que más le gusta de todo son los ngomas, y hemos tenido muchísimos en la finca últimamente; sabe bailar a la manera kikuyu y a la wakamba, y canta un poco también el ngoma prohibido, que será muy poco decente, pero me imagino que no se da cuenta. Tumbo es su ideal, y a Tumbo esto le encanta...

Estoy pasando por una época en la que apenas puedo aguantar a los ingleses; si no fuera porque tengo natives en quienes refugiarme la verdad es que me volvería una ermitaña. Pienso que los ingleses que son de verdad inteligentes deben sufrir de un modo terrible con el espíritu inglés corriente, o, mejor dicho, con su falta de espíritu, y lo cierto es que es así. Poco a poco, a medida que una va envejeciendo, se da cuenta de qué es lo que realmente busca en los demás, y qué es lo que no aguanta en ellos; yo pienso que lo que me resulta más imprescindible es una cierta clase de poesía, y el resto, por lo que a mí respecta, pueden dedicarse a beber y a matar y a hacer lo que les venga en gana, pues a los seres verdaderamente prosaicos los considero insoportables. Y en esto pienso que me parezco a Anders, mientras Thomas y Elle son capaces de pasarlo bien en un ambiente prosaico, sintiéndose en él perfectamente a gusto. A mi modo de ver, los natives tienen siempre algo que a mí me parece muy poético, como la naturaleza misma; pero hay una cierta especie de ingleses, que es, con mucho, la mayoría de esa nación, que resulta insoportable por su terrible prosaísmo... El hecho mismo de que los ingleses sean siempre delgados demuestra su falta de jovialidad; Shakespeare tuvo mucho mérito al imaginar a Falstaff, y sin duda debió divertirle enormemente, y también debió caer bien a las pocas almas sensibles que habría entonces en Inglaterra además de él...

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 21-9-1930

 

...Te mando un par de fotos tomadas en Rongai: Fridtiof Mohr y su mujer y yo, con Tumbo al fondo... No me acuerdo ya si te escribí que la abuela de la señora Mohr pasa por ser un espíritu de los bosques que llegó de las montañas y se casó con un joven campesino en una finca y vivió allí con él muchos años hasta que, un buen día, cuando ya hacía tiempo que era abuela, les dijo a los suyos: «Bueno, pues ahora la vieja se tiene que volver a las montañas», y los abandonó sin dejar huella. Sobre si esto es verdad o no mejor será correr un tupido velo; yo, personalmente, no tengo la sensación de estar ante algo sobrenatural, sino ante algo ajeno, extraño, y esto a mí no me gusta nada; la definición más exacta sería: raza de siervos, gente que no ha nacido libre. Sin duda querrán ser gente como es debido, abierta y sincera, pero no pueden, a pesar de todos sus esfuerzos hay en ellos algo de furtivo o de comediante; los siervos tienen que agradar, pero eso no depende de ellos, sino del humor ajeno. En cualquier caso me doy cuenta de que la señora Mohr es «graciosa», pero esto es lo menos que se le puede pedir a una joven campesina; a pesar de todo me cae mucho mejor él. No sé si te dije que el abuelo de estos Mohr fue un hijo de Carlos XV de Suecia; tienen también algo de Bernadotte. Me parecen personas muy dotadas, pues no creo haber conocido nunca a nadie que sea capaz de vencer tantos obstáculos ni de sacarle tanto partido a su tiempo como mi «pequeño» Mohr; es una cualidad que admiro en el más alto grado...

He pasado un par de días muy buenos, porque Denys llegó el jueves y se volvió a ir ayer. Es una influencia mágica la que ejerce Denys en mí; nunca hasta ahora había conocido yo una sensación de felicidad como la que me produce su compañía, es como si sintiera aire y luz después de haber pasado largo tiempo encerrada en una habitación. Salí de vuelo con él ayer, y dudo mucho que pueda haber en el mundo mayor felicidad para mí que la de sobrevolar Ngong con él. Pasamos una hora volando y, entre otros sitios, sobrevolamos las cimas de las Ngong Hills, en más de una ocasión casi a ras de tierra, hasta tal punto que veíamos las manadas de impalas y cebras, y luego volvíamos a subir hasta un par de miles de pies de altura sobre las cimas.

A África como hay que verla es desde el aire, de esto estoy convencida; allí es donde se ven de verdad las tremendas llanuras y los contrastes de luz y sombra que se extienden sobre ellas. Nos cayó una granizada cuando estábamos en el aire y me azotó en plena cara como no te puedes imaginar, igual que a la princesa de El compañero de viaje que fue volando a visitar a la bruja; en torno a nosotros oscurecía, y al mismo tiempo se veía el sol lucir sobre el Kedong Valley. Denys tenía que ensayar unas maniobras y un par de veces ladeó el aparato, y no sabes lo que me alegré de estar bien sujeta al asiento; tiene que ser interesantísimo esto de saber pilotar un avión. Denys dice que si ha traído aquí su aparato es por causa mía, y espero que tengamos ocasión de volar en él muchas veces; ahora se ha ido de nuevo por dos meses, pero luego creo que volverá aquí al menos por el mismo periodo de tiempo... Ali, Tumbo y Sirunga estaban esperándonos en el campo de aterrizaje y lo pasaron de verdad en grande, aunque creo que quedaron un poco decepcionados porque no me caí del avión. Una vez volamos casi sobre mi casa, y esta mañana vinieron aquí muchos kikuyus viejos a hacerme preguntas sobre mi vuelo.

Mi perro David murió ayer...

 

 

A Ellen Dahl

 

Ngong, domingo, 12 de octubre de 1930

 

...He volado casi todos los días con Denys, que tiene su aeroplano en Nairobi, pero puede aterrizar en la finca. Hay gran excitement entre todos mis totos en cuanto le oyen en el aire. «El pájaro de Bedar, el pájaro de Bedar»[394], gritan con todas sus fuerzas, y le siguen con arrebato cuando comienza a describir círculos por encima de la casa y a descender; tengo una cola de negros de todos los tamaños que me sigue por la llanura donde aterriza para vernos despegar. Yo nunca he subido con él más de una hora cada vez, porque ahora Denys está muy ocupado; espero que más adelante podremos hacer vuelos largos. Pero incluso en una hora se consiguen ver muchas cosas.

Me parece dudoso que se pueda concebir para mí mayor felicidad que volar sobre las llanuras africanas y sobre las Ngong Hills con Denys. Aquí me cabe decir lo que el padre Daniel (?) en Jacques, que Dios tiene infinitamente más fantasía que nosotros, la cual, por otra parte, yo pienso que no la muestra en mucho grado en la vida cotidiana. Y es que yo, desde luego, no habría podido inventar ni a África ni a Denys —aunque sólo fuese para volar, que se trata de un anhelo humano general, ¿y no es ya algo haber sido pájaro una vez?—, y ahora me imagino fácilmente lo divertido que es sin duda ser ángel. En todo caso tiene esto algo de natural y de plausible, algo así como el cumplimiento de un sueño. Cuando me veo en el aire pienso siempre en H. C. Andersen; la primera vez que volamos juntos llovía a chaparrones, y algunos chaparrones helados, como látigos, a nueve mil pies de altura, y extensiones de nubes en torno a nosotros; era como cuando la princesa va volando a ver al brujo en El compañero de viaje. Ahora, esta última vez, fue por la noche, con aire claro y alto y nubes azules, como Los cisnes salvajes. Pero imagínate llanuras verdes, amplias, interminables, a tus pies, con manadas de cebras, ñus, jirafas, y montañas verdes perdiéndose a lo lejos, y luz y sombras que cambian de modo especial el paisaje, y luego la velocidad a que va uno allá arriba por encima de todo.

Sin embargo no es ni la velocidad ni lo que se ve lo que, según estimo, resulta verdaderamente embriagador cuando se vuela, sino esto: que se mueve uno en tres dimensiones. Ya al moverse en dos, como cuando se va a caballo cross country o en automóvil por estas llanuras, o, por lo menos, saliéndose del camino estrecho, de la línea, tiene su propia emoción, su propio arrobamiento, y lo que, pienso yo, más se parece a valor es ir esquiando, porque aquí se entra también en la tercera dimensión. Y sin embargo es para mí muy arduo primero subir y luego, con muchas inquietudes, descender; hay que ir con la nariz en alto y serpentear por el espacio con la misma ligereza que cuando se va recto; y la verdad es que ya no hay realmente ni arriba ni abajo; en el momento en que el aeroplano se ladea en las curvas se ve todo el paisaje a los pies de uno, como si dijéramos cara a cara. Es el juego más divino que cabe imaginar; no se puede menos de reír cuando se desciende en picado desde lo alto y se pasa casi rozando la llanura, persiguiendo a una manada de cebras lanzadas a pleno galope y se ve la propia sombra de ellas sobre la hierba, y todo en este aire ligero, ligero; cuando hay luz y se corta el aire, sólo de vez en cuando se dan un par de virajes audaces, colocándonos cabeza abajo, dando vuelcos, girando, subiendo, precipitándonos como un dragón arrastrado por el viento, casi hasta tocar tierra, zumbando, susurrando, retorciéndonos en las curvas.

En fin, que a Denys le va de maravilla esto de volar. Siempre he pensado que tenía en sí mucho de aéreo (¿un sanguíneo, cálido y húmedo, o cómo es esto?) y que era una especie de Ariel. Esta naturaleza conlleva bastante falta de corazón, lo que suele entenderse por corazón pertenece sin duda a la tierra, donde las cosas crecen y florecen; un jardín y un campo de trigo pueden ser cordiales, cálidos, y Ariel también era completamente sin corazón, como verás si vuelves a leer La tempestad, pero tan limpio, en comparación con los demás seres terrenos de la isla, claro, sincero y entero, sin reticencias, transparente, como el aire, en una palabra. Pienso también que una de las cosas que más me gustaron en Denys desde el principio fue ésta: que se mueve spiritually en tres dimensiones.

Es precisamente de esto de lo que quería escribirte; sin duda daría que pensar a Paracelsus[395] e incluso le inspiraría una parábola el hecho de que podamos elevarnos en tres dimensiones. Que Einstein se encargue de desarrollarlas en el mundo físico, donde esto resulta algo difícil de comprender, pero en el mundo espiritual me imagino que toda persona que haya llegado a nuestra edad debería tener un vislumbre de ellas. Yo pienso decididamente que la gente tiene razón al decir que las alas son uno de los atributos de la salvación, o, mejor dicho, que la capacidad de moverse en tres dimensiones es parte de la salvación o, por lo menos, de la transfiguración. Con sólo que la gente lo probase, en lugar de tantas otras cosas con las que pierde el tiempo, ya vería.

Me parece una excelente idea que estés escribiendo otro libro[396]. Tienes que darme más detalles sobre él, y de qué trata. Me alegro mucho de esto y pienso que es divertido imaginarte a ti sentada en Mols llenando página tras página, como un gusano de seda; espero que la inspiración se mantendrá y continuará revoloteando sobre ti. Cuéntame lo que han dicho de Paracelsus los otros que lo han leído. Aquí yo sólo he podido enseñárselo a Mohr, que estaba muy entusiasmado; acuérdate de enviárselo, pues pienso que le interesa sobremanera.

No me extraña que no haya causado mucha impresión en la familia; en parte porque cuando la gente llega a la edad de madre la fuerza de sus impresiones depende en mayor medida de la manera de comunicárselas que del contenido mismo de ellas, y esto lo vi yo con gran claridad la vez que conté con sumo cuidado a Mamá la conducta de la tía Bess en el Parlamento[397], y yo ahora diría que a ella no le pareció nada de particular. Si va alguien y les dice con espanto en el rostro que el gato se ha muerto se llevan un gran disgusto; pero con otras cosas es como con la esposa del chambelán de Ruggaard: «¿Y ardieron también los niños?»

(Falta la continuación de esta carta.)

 

 

El año 1930 fue el año del destino en la vida de la finca africana. Los accionistas daneses querían ahora vender la Karen Coffee Company Ltd. Las proposiciones bienintencionadas de vender el terreno para edificación no fueron del agrado de Karen Blixen, y la finca hubo de ser vendida por consiguiente como una unidad a un comprador que, como es natural, invirtió en la plantación con vistas a parcelarla cuanto antes. En una reunión general extraordinaria que tuvo lugar en Copenhague en noviembre de 1932 se disolvió la sociedad según la cláusula 67 de la ley de sociedades anónimas, y con este motivo se constató que la venta forzosa celebrada antes no había conseguido los recursos necesarios para cubrir los gastos de la disolución de la sociedad.

Karen Blixen se puso de acuerdo con el nuevo comprador para seguir viviendo en la finca con objeto de dirigir el trabajo de la última cosecha de café y cuidar del porvenir de sus negros.

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, 17 de marzo de 1931

 

...Debiera haber contestado ya al telegrama que me mandasteis tú y Tommy. Pero la cosa es que todo está muy inseguro; casi no me resulta posible en absoluto ocuparme de mis propios planes en este momento, tanto menos tomar decisiones. Hay todavía tantísimas shauries por cuestiones relacionadas con la finca, reuniones en Nairobi, etcétera, y luego además están mis negros. Hasta que sus problemas queden resueltos —en la medida de lo posible, y la verdad es que no tengo la menor idea de en qué medida podrá ser— carezco de fuerzas y tiempo para decidirme a poner en orden ninguno de mis asuntos. Tienes que hacerte cargo, se pasan el día entero aquí, sentados, y corriendo detrás de mí cuando voy a pie o a caballo por la finca, y dicen: «¿Por qué te vas? No debes irte. ¿Qué va a ser de nosotros?»...

Y luego están Farah y su familia, Abdullahi y mis houseboys, a quienes tengo que ver la forma de ayudar. Farah no quiere quedarse en esta tierra, pero posee su duca y varias otras shauries que habrá que resolver. Juma desea volver a la reserva —a la reserva masai, fue una suerte que tomara yo la precaución de hacerle registrar como masai tiempo atrás— y construir allí una casa, que le he prometido ayudarle a sufragar. En una palabra: tengo muchísimo que hacer.

No creas que pienso que, aunque ha terminado tan catastróficamente, mi «vida aquí ha sido un desperdicio», o que quiero cambiarme por alguna de las personas que conozco. Pienso como la tía Lidda, que es verdaderamente sorprendente lo que, teniendo en cuenta mi capacidad, me ha sido posible llevar a cabo. La tía Lidda no dijo esto refiriéndose en particular a mí, sino a sí misma, y en comparación con la tía Bess, que no pensaba que le había sacado a la vida todo lo que habría debido.

De todos los idiotas con quienes he topado en mi vida —y bien sabe Dios que no han sido ni pocos ni pequeños— creo que yo misma he sido el más grande. Pero mi «demonio» ha sido un cierto amor a lo grande, que no se rendía, y al tiempo me ha ayudado a mantenerme en pie. Y he tenido infinitas experiencias muy encantadoras. Aunque África se haya portado más suavemente con otros, estoy convencida, a pesar de todo, de que soy uno de Africas favourite children[398]. Un gran mundo de poesía se me ha abierto y me ha metido en su seno, aquí, y yo le he amado. He mirado a los leones a los ojos y dormido bajo la cruz del sur, y he visto incendiarse la hierba en las grandes praderas, que se cubren de fina hierba verde después de las lluvias, he sido amiga de somalíes, kikuyus y masai, he volado sobre las Ngong Hills —«Corté la mejor rosa de la vida, sea loada Freja por esto»[399]— y mi casa de aquí, creo yo, ha sido una especie de lugar de refugio para caminantes y enfermos, y para los negros el centro de un friendly spirit. En estos últimos tiempos, las cosas han sido más difíciles. Pero también lo es ahora en el mundo entero.

Farah es muy listo y amable, como te puedes imaginar, y ha dejado sus fantasmagorías y está siéndome de mucho consuelo y utilidad. Saafe me produce una gran alegría; es simpatiquísimo, no puedes imaginarte cuánto. He sufrido pesadillas hasta el punto de sentirme completamente aterrorizada, y he hecho que durmiera en mi cama; es tan grande mi cama que desaparece por completo en ella. A mis perros no les puedo meter allí, porque arman mucho escándalo...

Es una ironía del destino que tengamos lluvia tan temprana y excelente. Cuando me pongo a pensar en lo frecuentemente que he salido yo de casa en esta estación para ver si iba a llover, y no llovía, resulta extrañísimo estar ahora echada oyendo caer esta lluvia torrencial pensando que ya no me va a servir de nada.

En este momento estaréis teniendo un tiempo precioso en casa; pienso que la primavera temprana, con todas sus decepciones, posee un encanto y una delicia que son indescriptibles e incomparables.

Mil saludos a todos, y muchos, infinitos saludos a ti, mi queridísima y maravillosa madre.

 

Tu Tanne

 

 

A Thomas Dinesen

 

Ngong, 10 de abril de 1931

 

Particular

 

Esta carta la he escrito un poco apresuradamente porque tenía que llegar a tiempo para la recogida del correo, pero espero que su sentido quede bastante claro.

 

Querido Tommy:

 

Si no te he escrito antes, y ya comprenderéis que es insólito y que he hecho mal, ha sido porque no acababa de aclarar mi situación y mis ideas. He tenido mucho que hacer para poner en orden, en la medida de lo posible, los asuntos de mis squatters y de mis boys, y espero que todo haya quedado más o menos como es debido para ellos; pero por lo que a mí respecta no he podido poner nada en claro, y precisamente por eso no sé, la verdad, qué escribir.

Vas a pensar, por tanto, que me siento terriblemente depressed y que todo lo veo en una luz trágica. Pero no es así, en absoluto; pienso, por el contrario, que gracias a estos tiempos difíciles he llegado a comprender mejor que antes que la vida es infinitamente rica y maravillosa en muchos aspectos y que hay muchísimas cosas que le preocupan a una pero que carecen por completo de importancia. Cuanto más se llega a tener una visión general —que es casi lo que más interesa conseguir en la vida— tanto más crece para una lo espléndido y lo variado de la existencia. Pero forma parte también de esto una real y auténtica amplitud mental, una falta de prejuicios que le induce a una a no empeñarse en sostener que esto o lo de más allá tiene tremenda importancia cuando está claro que no la tiene. Para mí las cosas están de tal manera que, por ejemplo, no sería en modo alguno triste o malo el que yo, después de haber sido aquí, de muchas maneras, más feliz de lo que le es dado ser a la inmensa mayoría de la gente —y conste que no hay una sola persona por la que quisiera cambiarme—, me retirase ahora tranquila y serenamente de una existencia que tanto he amado en estas tierras. Lo que a mí me parece que se les ocurriría a muchos: por ejemplo, que sería una lástima por madre o por vosotros, a mí no me preocupa. Posiblemente sea tan duro para madre perderme a mí como para mí perder Ngong; pero comprendiendo la vida y su transcurso tal y como en realidad son, que nada persiste, y comprendiendo también que precisamente en esto reside buena parte de su grandeza, la desgracia no resulta nada temible. Para mí la única cosa verdaderamente natural sería desaparecer junto con mi mundo africano, que me parece parte vital de mí misma en idéntica medida que mis ojos o que cualquier talento que yo pueda tener, y no sé, la verdad, qué parte de mí sobrevivirá a su pérdida. En pocas palabras: continuar viviendo es, a mi modo de ver, un malentendido bastante evidente en términos generales, porque ¿cuánto de uno mismo sobrevive? ¿Cuánto queda, en las actuales circunstancias, de la persona que he sido yo, o tú, si te pones en mi caso, durante quince años?

Si a pesar de todo te escribo lo que sigue es porque tanto Denys como Mohr, que se han portado conmigo como verdaderos y fieles amigos, piensan que debo hacerlo, y por esto tengo que estarles agradecida. Lo que ellos piensan es que, por causa de largos tiempos difíciles y de haber necesitado bregar yo sola con las mismas shauries, no me hago ya cargo verdaderamente de las circunstancias, y que lo que debería hacer es have another try[400] y tratar de formarme un plan. Y les parece que debiera proponértelo a ti en vista de que no tengo en absoluto la independencia necesaria para poder formar yo sola plan alguno, y ver si tú estarías de acuerdo conmigo y dispuesto a echarme una mano. Es éste el punto de vista desde el que debes leer lo que sigue. Como te dije, me resulta sumamente violento, y creo que no tengo la menor necesidad de decirte que, ocurra lo que ocurra, me considero capaz de llevarlo a cabo, o que me siento obligada a intentarlo por lo menos.

Según puedo ver por las cartas que he recibido, toda la gente que está interesada en este asunto cuenta ya con que vuelva a Dinamarca y me quede allí. Pero esto, desde mi punto de vista, no puede ser en absoluto. Aparte de que el ambiente de casa a mí nunca me ha sentado bien y de que me casé e hice cuanto estuvo en mi mano para irme de allí, y de que ahora me sentaría mucho peor todavía —aunque sólo sea porque las divergencias en nuestras formas de ver la vida, etcétera, que ya hicieron difícil mi permanencia en casa, se han vuelto más marcadas en estos diecisiete años—, para mí sería algo infinitamente absurdo, tanto como para ti volver ahora como alumno al internado de Rungsted, y dudo que ni tú ni yo fuéramos capaces de encontrar ningún level. Esto no lo digo, desde luego, como crítica de nadie, ni siquiera del colegio interno de Rungsted; pero lo que a ellos les sienta bien no me sienta bien a mí. En casa echo de menos la capacidad de ver las cosas en su conjunto que he adquirido con tantísimo trabajo. De sobra sé que durante mis visitas a Dinamarca, en especial las dos veces últimas, he fomentado en madre una idea errónea, y quizás también en los demás, tanto por lo que se refiere a mi propia manera de ser como sobre las relaciones entre nosotros. Esto es casi inevitable cuando se está en casa pasando solamente unos meses y no se sabe cuándo nos vamos a volver a ver, y, de cualquier modo, fue con la mejor buena fe del mundo; pero no vale, y si ahora tuviera que quedarme en casa para siempre no lo podría resistir.

Si digo esto con tanta energía es para no exponerme a expresarlo demasiado débilmente y darte una impresión equivocada. Summa summarium: no soy mejor ni valgo más que antes, todo lo contrario: no puedo volver a casa llena de arrepentimiento y contrición por todo lo que me ha ocurrido aquí y todo lo que he hecho; sigue siendo la pura verdad que para mí es preferible la muerte a una existencia burguesa, y con la muerte proclamaré mi profesión de fe en la libertad.

Por supuesto que no debes entender esto en el sentido de que no me sentiría contentísima de poder pasar unos meses en casa; pero lo que sucede es que si hago un plan tendré que mirar más al futuro. De sobra sé que sería natural que dijese ahora que me gustaría estar en casa y tratar de ser un apoyo para madre durante los años que le queden de vida; pero esos años también serán los que, si es que emprendo ahora algo, me permitirán llevarlo a cabo.

Hablando con franqueza, resulta muy difícil concretar qué es lo que yo puedo hacer en este mundo. He pensado, como sin duda ya te he dicho, si podría aprender cocina en París durante uno o dos años, y luego quizás encontrara trabajo en algún restaurante u hotel. Pero no sé, en absoluto; en los malos tiempos que corren a lo mejor resulta que casi no hay puestos de éstos. Por eso, durante estos meses difíciles, me he lanzado a lo que hacemos nosotros, los hermanos: escribir un libro. Lo estoy escribiendo en inglés porque pienso que así podría dar más dinero, pero como no sabía si el idioma llegaría a representar una gran dificultad mandé parte de él a un amigo de Mohr, un editor llamado Morley, pidiéndole que me dé su opinión. Y lo que me dice es animador (the leisurely style and language are exceedingly attractive)[401], de modo que casi puedo pensar que podría serme posible escribir en inglés y, por este medio, quizás consiguiera dedicarme a varias cosas, como, por ejemplo, el periodismo. Pero, en tal caso, me haría falta disponer de tiempo para terminar mi libro, y pienso, por lo que sé de las editoriales inglesas, que me será posible publicar mi primer libro —¡ojalá llegasen a ser varios!— por mi cuenta. Pero, en una palabra: si quiero llegar a ganar algo me van a hacer falta uno o dos años para prepararme; todo el mundo sabe que estoy en el aire.

Y esto nos lleva, por consiguiente, a la cuestión económica. Tengo entendido, porque me lo ha dicho Mohr, que le has escrito diciéndole que piensas que podrías darme cuanto necesito para vivir con decencia. Sin embargo, no me resulta fácil hacer un plan basándome en esto porque no sé si lo que quieres decir es lo que los otros, o sea, para vivir en Rungsted o en algún sitio donde me sea posible aprender, lo que conllevaría ciertos gastos. Nunca he vivido sola en Europa; no sé, por ejemplo, lo que costaría vivir en Italia. Y si me decido a tratar de escribir tendría que poder ir a Inglaterra y hablar con gente allí. De nada me servirá intentar crear cosas que puedan servirme de base si luego resulta que no responden a la realidad, y esto costaría mucho. ¿Estarías prepared, por ejemplo, a aceptar un job —si es que ello te resulta posible, pues ignoro cómo están las cosas en Dinamarca— durante dos o tres años para ayudarme a prepararme y a dedicarme algo? Me conoces muy bien y no hace falta que te diga que no soy nada barata. Hay muchas cosas de las que puedo prescindir perfectamente; soy lo bastante capaz como para vivir de pan y agua, pero esto no soluciona nada. Pienso que sería mejor que todo quedase muy claro, porque resultaría terriblemente penoso que luego surgieran malentendidos. Sin fun[402] en la vida no me es posible vivir, y fun es precisamente lo que ahora necesito. Me hacen falta doscientas cincuenta libras esterlinas para salir de aquí (o sea, para ir a Europa) y no tengo idea de cuánto pueda necesitar después; pero lo que sí sé es que mucha gente sería capaz de arreglárselas con mucho menos dinero que yo.

Aquí tienen la impresión de que estoy muy enferma. No es que esté muy bien de salud, y la verdad es que nadie podría esperar que lo estuviese con la de digustos y preocupaciones que le salen a una constantemente al paso quitándome el sueño y el apetito durante los seis últimos meses. Pero pienso que en todo esto lo de menos soy yo. Es posible que tuviera que pasar uno o dos meses en algún otro sitio, pero tampoco lo creo. Todo esto me imagino que se va a arreglar y no tiene ninguna importancia.

Te ruego que no interpretes esta carta, y estoy segura de que no lo harás, como una amenaza en modo alguno: si no me ayudas a mantenerme me muero. Si te escribo esto, como ya te dije, es porque se lo prometí a Mohr y a Denys. Pero tienes que pensar bien todo desde el siguiente punto de vista: para mí, personalmente, lo más lógico y fácil sería morirme. Ahora bien, si piensas, lo que a mí la verdad es que no se me alcanza, pero hay otra gente que lo piensa, que vale la pena hacer un esfuerzo más para continuar viviendo, bueno, pues entonces piénsalo bien si crees que puedes ayudarme a hacerme una vida que me convenga, una vida feliz. Siempre hay algo que es lo más importante para uno, y a mí me parece que en mi caso eso es la libertad, o el space. Como no quiero ni puedo vivir es encarcelada. Por supuesto que nadie puede predecir si saldrá bien; pero piénsatelo, si crees que puedes y tienes medios para ayudarme a vivir con felicidad.

Morir feliz sí que puedo, y si lo dudas en tu mano está comprobarlo. En tu mano está que coja Ngong y todo cuando este lugar representa para mí en mis brazos y me hunda con ello, y lo haré sin una queja, no, llena de agradecimiento a la vida. Hay tantísimas cosas que amo yo aquí, como también en casa; os amo a todos y os estoy infinitamente agradecida.

¿Me harías el favor de responderme por telegrama a esta carta? Acepto con mucha alegría tu oferta de ir a recibirme a Génova, si es que llega a ser necesario.

Muchos saludos. Todo y todos aquí te saludan también.

 

Tu Tanne

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, domingo, 12-4-1931

 

Mi querida oveja blanca como la nieve:

 

Mil y mil gracias por tus cartas; no sabes lo mucho que me ha alegrado recibirlas, y pienso que me disculparás si no te he escrito, pero es que tengo muchísimo que hacer. Debiera ocuparme también de mis propios proyectos y tratar de preparar algún scheme; pero antes necesito quitarme de encima a toda la gente que depende de mí aquí y que aguarda mi ayuda. Ahora me voy a poner al día en esto de las cartas y te pondré al corriente de lo que pasa aquí y conseguirás hacerte una idea de que no es nada fácil realizar planes personales con todo lo que tengo entre manos, y todas las shauries y los natives que no terminan nunca, pero es que ellos son así.

Primero, mis squatters. Hay ciento cincuenta y tres familias en la finca, de las que algunas estaban ya instaladas aquí antes de que esta tierra les fuera asignada a los blancos, y que dan por supuesto que les enterrarán aquí y aquí dejarán su ganado y sus shambas a sus hijos. Como yo pensaba que iba a ser Andersen, el muy bribón, quien se iba a hacer cargo de la finca, pues fui a verle y a hablar con él, y me dijo sin más que todo el mundo tendría que desalojar la finca. Le contesté que esto no lo podía hacer, porque todos ellos tenían contratos y había que darles notice de seis meses. Él entonces trató de envolverme diciendo que había ido personalmente al Native Affairs Department[403] y a ver al D. C. en Nairobi y que era perfectamente legal, de modo que yo no tenía la menor necesidad de ocuparme de ello. Pero cuando, así y todo, fui a comprobarlo en persona, me dijeron que ni siquiera habían oído hablar de Andersen y que no había posibilidad alguna de que Andersen o nadie les echase con menos de seis meses de aviso. Algo después recibí un message de la policía (de Andersen) de que si se encontraba en la finca una sola gota de tembo[404] después del 1 de abril, el culpable tendría que irse inmediatamente y su contrato quedaría void[405]. Esto también, por supuesto, era pura fanfarria, como pude comprobar con sólo ir a ver al D. C.; puede, por supuesto, prohibir la elaboración de tembo, y denunciarlo a la policía, pero no anular ningún contrato, aunque ello acarree una multa al culpable.

Bueno, esto por lo menos ha quedado arreglado —sobre todo teniendo en cuenta que ahora resulta que no va a ser Andersen quien se encargue de los asuntos de la finca—, pero lo que va a ser un problema de una magnitud completamente distinta es encontrar tierra donde todos estos squatters puedan instalarse cuando, como acabará teniendo que ocurrir, se les den seis meses de aviso para irse de aquí. La reserva no les puede admitir y no hay tierra que darles. Para hablar de esto he ido innumerables veces al Native Affairs Dep., y también al D. C. en Nairobi y en Kiambu, y he tenido que compilar listas de cada una de las familias, con mención del número de esposas, vacas y ovejas que poseen, de dónde proceden, cuánto tiempo llevan viviendo aquí, y quién era su chief o sub-headman[406] en el distrito donde residían antes. Y esto, como te puedes imaginar, es el cuento de nunca acabar cuando se trata de natives, y cuando yo ya lo tenía todo listo, clasificado por distritos y ordenado según el número de vacas, venían ellos una y otra vez con explicaciones sobre si este o aquel hombre o el de más allá habían sido incluidos en una lista equivocada, o si el número de ovejas era erróneo, o que habían llegado aquí en un año completamente distinto al mencionado en la lista, y entonces tenía yo que rehacerlo todo desde el principio hasta el fin. Ahora, sin embargo, ya tengo escritas todas las listas; me han llevado doce caras escritas a máquina, y es tan disparatado como hacer listas de prisioneros, y he llevado copias al Native Affairs Dept., al D. C. de Nairobi, al D. C. de Kabete, al D. C. de Kiambu, al D. C. de Dagoretti, al D. C. de Fort Hall, de Nyeri y de Machakos. De modo que ha habido todas las shauries posibles, y todas éstas encima: que si éste y el de más allá prefieren irse con sus suegros y no a sus propios distritos, o si éste o el de más allá son demasiado viejos para trabajar o para pagar impuestos, etcétera, y tratan también de poner en orden sus propias shauries intestinas referentes a deudas o mujeres sin pagar y sacan a relucir asuntos más viejos que la nana, como aquel tiro que se disparó en la casa de Thaxton hace siete años, para ver si yo ahora las resuelvo de una vez antes de irme de aquí. Como ya te dije, tuve aquí de visita al D. C. de Nairobi un día para todas estas cosas, y es un hombre muy sencillo y amable; pero ellos prefieren que estos asuntos los haga yo, porque me conocen, y la verdad es que cuando se empieza con los natives es el cuento de nunca acabar.

A mí me parece un completo escándalo que el gobierno haya sido tan poco previsor que no pueda conseguir tierra donde afincar a esta gente. Aquí han hecho lo posible por abolir el squatter-system (que a mí me parece, con mucho, el mejor de todos, siempre y cuando ofrezca garantías) y ahora no saben qué hacer con los squatters que quieren echar de las tierras asignadas a los blancos. Por lo que he podido entender de lo que me han dicho los officials con los que he hablado, el problema es mucho más grande que el que plantea mi gente. Dicen que se ha discutido el conseguirles shambas en el término de seis meses, y me parece muy dudoso que las obtengan para entonces. Yo diría que a los pobres D. C. les hace sufrir mucho todo esto y están muy indignados por la actitud del gobierno.

Es, desde luego, algo por lo que se podría kick up a row[407] en Inglaterra, y yo he pensado incluso que valdría la pena ir a ver a mi amigo lord Islington y hacer que me eche una mano en esto —y te aseguro que esta amenaza produce efecto aquí entre la gente—, pero la verdad es que no me animo, porque en estas cosas suele intervenir gente muy latosa —periodistas y políticos— y resulta dudoso que acabara bien para mis squatters; quizás, incluso, a fin de cuentas, pudiera perjudicarles. Es mala suerte para mí que Grigg se haya ido de aquí, pues era buen amigo mío. Se me ha prometido una entrevista personal con el nuevo gobernador lo más pronto posible. Todos los D. C. con quienes he tratado de esto piensan que sería mucho mejor que me quede hasta que el asunto esté through[408]; dicen que cuando me vaya yo de aquí todo se va a parar, pero en cualquier caso faltan algo más de seis meses y no sé si voy a poder aguardar tanto tiempo.

Y luego está mi propia gente.

FARAH no quiere quedarse en Kenia, sino irse a Somalilandia; pero lo malo es que tiene muchos y diversos intereses aquí y antes debe ver lo que hace con ellos. Le queda pendiente un gran case[409] en Nairobi, del que creo que ya te he escrito, pero tengo entendido que ahora está llegando ya a su fin; lo malo es que, en relación con esto, mi enemigo Hemsted ha conseguido que se le rescinda el permiso para seguir con la duca. Sobre esta cuestión habré estado ya en Nairobi unas diez veces. A fin de cuentas es Hugh Martin quien tiene que ver en esto, y resulta imposible dar con él; finalmente ran him to earth[410] en su propia casa a las ocho de la mañana, de modo que no le fue posible escabullirse, y pienso que ahora el asunto se ha arreglado por lo que se refiere al permiso del gobierno, pero lo que hay que ver es qué actitud va a adoptar el nuevo dueño. Es una verdadera pesadez que cuando algo se desintegra, como ha ocurrido con mi casa de aquí, todo precisa tanto tiempo para arreglarse. Farah y Abdullahi han tenido una row[411] y Abdullahi se ha ido de aquí sin que nadie sepa a ciencia cierta lo que ha sido de él, y esto también necesitaré solucionarlo antes de marcharme. Y por si todo esto fuera poco me he visto metida en una shaurie sobre ciertos robos de cattle la otra noche —cogimos a unos ladrones cuando volvía yo por la noche en automóvil de una velada de despedida en la escuela de aquí— que va a llevar tiempo y de la que Farah no puede desentenderse, aunque, por supuesto, nadie sospecha de él. Farah es de todo esto lo que más me afecta personalmente; ha sido maravilloso y me ha ayudado sin desmayo en toda clase de shauries, pero ha considerado siempre que su porvenir dependía por completo del mío y yo estoy decidida ahora a ayudarle a él y a su familia en todo cuanto me sea posible.

JUMA quiere regresar a la reserva masai, como masai, y por consiguiente debe registrarse de nuevo como tal. Esto ya se ha hecho, no sin algunas dificultades. Ha recibido allí una shamba que está muy bien, y yo le he prometido ayudarle a construir allí una casa, pero lo que resulta verdaderamente increíble es lo brutos que son los natives. Como es lógico debiera yo haber supervisado la construcción y haberle dado consejos, o haberle conseguido un fundee como es debido, pero di por supuesto que él sabría construirse la casa solo —after all se construyen casas todos los días, y llevan muchos miles de años haciéndolo—, pero me quedé preocupada al ver cuánta madera —que era lo que yo le había prometido— necesitaba; de modo que fui en coche el jueves para observar lo que pasaba y comprobé, con gran espanto, que se había construido las paredes para una casa de sesenta y cinco pies cuadrados. Me quedé verdaderamente depressed sólo de verlo; no me puedo imaginar cómo va a ponerle techo a una casa así si solamente el hierro, por lo que yo calculo, le costará ochocientos chelines, y todo para que se le caiga encima y le rompa la cabeza a la primera tormenta, me figuro. Juma podría haber quedado muy bien con sólo que hubiera tenido un poco de sentido común; pero quién iba a pensar que fuera tan bruto. Ahora tengo que volver hoy allí —está cerca de Ngong Boma— con Farah y Juma y un fundee y ver qué se hace; lo único que se me ocurre es que lo echen todo abajo. A Tumbo le he prometido una vaca, y mis gansos.

ALI querría aprender a conducir y recibir el permiso antes de que yo me vaya, de modo que le he enseñado a conducir y este jueves le conseguí su permiso. Pienso que no le resultará difícil lograr un job, aunque con los tiempos que corren la verdad es que nunca se sabe. Su padre tiene shamba en la Forest Reserve —¿no estuvimos allí una vez tú y yo?— y ciertamente está well off[412]. He pensado que también a Ali le puedo dar una vaca.

KAMANTE, naturalmente, pierde el puesto y la shamba que tenía aquí, y dudo mucho que, a pesar de sus indiscutibles dotes como cocinero, le vaya a ser posible encontrar un empleo; es demasiado especial. Pero no está, después de todo, en tan mala posición, porque ha ahorrado dinero para casarse y también para comprarse un par de vacas, de modo que con que consiga encontrar un sitio donde vivir —como los demás squatters— tengo la esperanza de que se arregle. Tiene dos hijos, a los que quiere mucho. Titi está muy triste por mi partida; me parece que le voy a dar un torito, a ver si así se consuela.

CHOTHA, mi boy ciego, tiene un case en Dagoretti del que me voy a hacer cargo para echarle una mano mañana, porque, si no, será el cuento de nunca acabar. Ha sido vergonzosamente engañado por unos kikuyus a quienes había comprado una ndito. Da pena, acabará blind por completo; necesito encontrar la forma de que le examine un oculista, aunque la verdad es que me temo que hay pocas esperanzas para él.

KAMAU, el sais, se va a Fort Hall y allí le irán bien las cosas, aunque su situación es algo rara por causa de su matrimonio con la abuela de Tumbo. Le he prometido, si ello me resulta posible, encontrarle trabajo de sais.

MAHAA se casa el año que viene con un maestro y es de esperar que será feliz con él.

LA PEQUEÑA HALIMA me tiene preocupada. Su repulsivo padre la ha prometido a un hombre aquí, en Kenia, de quien dicen que no es un tipo agradable. Ella está tremendamente unida a la familia de Farah y se ha hecho muy sensata durante el tiempo que ha pasado con ellos; pienso que se va a desesperar si se van de aquí y la dejan sola, pero es muy difícil intervenir en la vida y las decisiones de los somalíes, y ni siquiera sé dónde está su padre. Halima tiene excelentes cualidades, pero es muy salvaje; si ahora se queda abandonada puede cambiar muchísimo.

Y después hay numerosas personas a las que no conoces, por ejemplo el lamentable y pequeño Sirunga, mi bufón, de quien la verdad es que no sé qué va a ser. Depende de mí por completo, y lo pasa muy mal, porque no tiene la cabeza como es debido. Sufre terribles ataques de epilepsia; el otro día se quedó de pronto totalmente inmóvil, justo cuando estábamos jugando con Saafe, y dijo:«Mimi na take kufa»[413]. No entendí lo que quería decir, pero era evidente que se sentía asustadísimo; se agarró a mis piernas y comenzó a estremecerse, y entonces le dio un terrible ataque, que es espantoso de presenciar. La gente aquí está convencida de que a esta clase de totos lo que hay que hacer es pegarles un tiro, como a un perrito al que se le ha roto una pata, cuando tienes que separarte de ellos. Pero Sirunga, naturalmente, como la mayor parte de los seres vivos, pasa muchas horas divertidas y felices cuando se siente bien.

Ahora es posible que te hagas cargo de que, con tantos problemas encima, no puedo ponerme a realizar planes para mí misma. En cuanto pueda, por supuesto, os lo comunicaré. Y es mala pata que no me sienta bien del todo; con esto lo que pasa es que los problemas tardan más en resolverse de lo que tardaría si estuviera buena, y a veces, justo cuando estoy hablando con el D. C. o con alguna otra persona de importancia, no consigo acordarme de lo que debo decir. Pero ahora ya hemos terminado con las shauries de la finca, que también me han llevado mucho tiempo, entre inventarios y cuentas sin pagar y tickets a medio gastar, y cada día que pasa resuelvo alguna otra cosa.

Denys ha pasado algún tiempo aquí, pero estos días está en Nairobi, porque quería terminar con todos los problemas que siempre surgen después de un safari. Probablemente vuelva mañana. Ha sido estupendo tenerle conmigo. El otro día vino y me llevó en su aeroplano para ver toda una manada de búfalos en el monte. Fue grandioso verles, más de veinte, y algunos muy grandes, sobre las verdes laderas.

Mohr también se ha portado como un verdadero amigo y realmente se ha tomado muchas molestias para ayudarme en todo cuanto le ha sido posible. Le estaré siempre muy agradecida. Rose Cartwright ha estado aquí algunos días; es una persona sumamente agradable y muy comprensiva. Toda la gente, por lo demás, es muy amable...

 

 

La carta siguiente es la única de toda esta colección que no fue escrita por Karen Blixen. Sin embargo nos da, junto con su visión del verdadero carácter de Karen Blixen y de la auténtica situación en que se encontraba, una inapreciable instantánea, casi a quemarropa, de la calidad humana de Ingeborg Dinesen, y nos permite ver la personalidad única de la madre de Karen Blixen.

La carta de Karen Blixen a Thomas Dinesen a que aluden las primeras líneas está en las páginas 371-375.

 

 

Ingeborg Dinesen a Thomas Dinesen

 

Rungstedlund, 9-5-1931

Particular, para Tommy.

Queridísimo muchacho:

 

Sé perfectamente que no estuvo bien y que fue arriesgado abrir la carta que te mandaba Tanne a ti —era muy posible que contuviera cosas que yo no debería haber leído—, pero también fue una tremenda tentación, para poder conocer cuanto antes cuáles eran sus planes. No hace falta que me digas que me perdonas, eso lo dirías en cualquier caso, y te aseguro que ni siquiera se me ha pasado por la cabeza que pudieras estar enfadado conmigo. Yo no creo que me fuera posible, en absoluto, enfadarme contigo si me hicieras tú algo semejante. De todos modos se diría que me he llevado mi castigo al leer esa carta, de la que yo no hubiera debido tener conocimiento en ningún caso. Y ahora la borraré por completo de mi memoria; lo fundamental es que Tanne no tenga nunca la menor sospecha de que yo también la he leído.

De cualquier forma me parece que todo te va a resultar a ti más fácil ahora que también yo me he enterado de los planes y los pensamientos de Tanne. Sabes muy bien que yo, durante toda mi vida con vosotros, he tratado de comprenderos en la medida que me ha sido posible, y puedes estar completamente seguro de que ahora también comprendo a Tanne. Siempre he sabido que las circunstancias que le ofrecía en casa no encajaban con su carácter ni con sus aptitudes y talento, y esto ha sido para mí un gran dolor, pero no me era posible cambiarlas hasta tal punto que pudieran hacerla feliz. Tal vez Tanne, por su parte, no tuviera realmente la voluntad de tratar de encontrar felicidad en esas circunstancias; pero incluso si hubiera violentado su carácter en suficiente medida nunca habría llegado a encontrarse verdaderamente a gusto en lo que llama con acierto una existencia burguesa, y buena parte de lo que en ella vale la pena se desaprovecharía.

Para mí es perfectamente comprensible que Tanne escriba con tanta tranquilidad sobre la muerte. Yo he hablado muy poco con vosotros de la muerte de vuestro padre, y es posible que hubiera debido hablar de ello con mayor franqueza, pero lo cierto es que siempre ha significado para mí terreno sagrado que nadie podía pisar a menos de que comprendiera lo que había sucedido. Para vuestro padre la idea de vivir enfermo e impedido era intolerable, y cuando yo —sobre todo en los primeros momentos de dolor— tuve la sensación de como si me hubiera engañado, me di cuenta con inmediata claridad de que le habría sido imposible vivir de esa forma, y que por eso había elegido lo único que, dada su manera de ser, se podía hacer en una situación así. He pensado muchas veces que habría sido más difícil verle hacerse viejo y débil; para él la vida tenía que ser vivida como movimiento y acción, tenía que vivir algo que fuese o alegría o dolor, pero nunca quietud, «aburguesamiento». El hecho mismo de que me eligiera a mí y me mostrara, a lo largo de los años que pasamos juntos —y sintiendo, como sé muy bien que sintió—, el más grande amor y la más grande comprensión por mí, ha sido para mí un verdadero enigma. Es evidente que tenía que haber en él algo que anhelaba otro aspecto de la vida, quizás en años durante los que aspiraba a una mayor tranquilidad y paz después de demasiada agitación. No tengo la menor duda de que era feliz aquí, en su casa, más feliz de lo que jamás ha sido Tanne.

Sé muy bien —y sé que también tú lo sabes, ésa es la verdad— que quiero poder dar a Tanne completa libertad para hacer lo que considere que es mejor para ella; no quiero reprimirla si llega a la conclusión de que la vida resulta demasiado dura para ella, ni tampoco quiero forzarla ni un solo momento apelando a su deber de «ser algo» para mí en estos años, y cuando le he escrito en este sentido ha sido más que otra cosa para que lo tomara como la sugerencia de una misión, de una tarea. Para mí la única consideración es que siga a su propia naturaleza, yo ni puedo ni quiero exigir ninguna otra cosa de ella. Con frecuencia me ha causado inquietud, mucha más que ninguno de mis otros hijos, pero al tiempo ha llenado mi vida de tanto amor, ha sido una tal fiesta, me he sentido —y me siento— tan orgullosa de ella que, haga lo que haga, siempre la amaré y la bendeciré. Prefiero no verla nunca más a que se sienta «oprimida por vínculo alguno». Quisiera saber que ella, viviendo una existencia sin ninguna de estas limitaciones, me amaría más que si tuviera que recluirse aquí, en Rungsted, como en una jaula.

Sabes muy bien que en cuanto me detuve a reflexionar, después de decirme Tanne que querías ir a la guerra, vi con completa claridad que tenían que ir con mi total aprobación y permiso; esto te lo debía yo a ti, y lo único que podía hacer por vosotros era precisamente tratar de comprenderos y ayudaros a seguir los dictados de vuestro carácter. Cuando me daba cuenta de que algo en vosotros era ajeno a mí me sentía siempre preocupada por temor a que quedara reprimido en vosotros si yo misma no lo estimulaba. Los años llenos de riqueza que viví con vuestro padre me enseñaron también a comprender otros aspectos de la vida que aquellos que coincidían con mi forma de ser. Muchísimas veces he tenido escrúpulos de conciencia por permitir que Folehave ejerciera sobre vosotros su amorosa pero opresiva influencia, y, naturalmente, más sobre Tanne, por ser la más ajena a todo ese espíritu. No pido excusas por esto; fue el amor el que lo hizo, pero, así y todo, no estuvo bien.

Por lo que se refiere al aspecto práctico de los planes de Tanne, de sobra sabes que yo quiero hacer todo lo que me sea posible. Ella lo que ahora necesita es disponer de algún dinero que le pueda ser útil, antes que heredarlo a mi muerte. No debes decir —como sé muy bien que dirás— que no tengo derecho a darle más; es muchísimo más importante para ella, y precisamente por intermedio mío, que cuente con la posibilidad ahora de comenzar una nueva vida. Si le hubiera apetecido la idea de quedarse a vivir aquí conmigo me habría resultado más caro y, por consiguiente, considero perfectamente legítimo darle el dinero. No es propio que dependa demasiado de ti, pues tú cuentas ahora con otras obligaciones, de modo que debes tener en cuenta esto que te digo.

En cierto modo me alegro de haber leído la carta de Tanne. Es posible que no me lo hubieras permitido, y es mejor, mucho mejor, que tenga yo en este momento una idea clara de cuáles son sus intenciones y proyectos. Lo peor que podría yo hacer en esta situación sería atraerla o forzarla a aceptar un estado de cosas que encontraría opresivo, y naturalmente me doy perfecta cuenta de que se sentiría oprimida si tuviera que vivir aquí con Bess y conmigo, con la condesa Ahlefeldt, con la señora Funch, con Ulla, etcétera; aburguesamiento en aguas estancadas, llenas de amor, pero estancadas.

Queridísimo muchacho, no debes sentir mala voluntad hacia Tanne porque rechaza lo que puedo ofrecerle y quizás exige demasiado de nosotros. Es de otro temple en todos los sentidos, y me alegro de haberme dado cuenta a tiempo del error que cometimos al pensar que iba a poder cambiar. Ha aprendido en una escuela muy estricta, pero no por ello ha variado su forma de ser; lo que estos años le han dado no ha hecho de ella una persona más convencional de lo que ya era, y si habíamos pensado que tal cosa fuese posible está claro que nos equivocamos, de esto me doy ahora perfecta cuenta, y también de que nos equivocamos precisamente porque ello habría sido lo más sencillo de todo para nosotros.

No creo que resulte posible contestar a Tanne por telegrama: ¡qué idea más disparatada!

No sé hasta qué punto desearás hablar de esto a Jonna, en todo caso de lo que sí debes cuidarte es de que Tanne se entere de que he leído su carta.

Te envío la carta que recibí hoy de Tanne, pero me la tienes que devolver inmediatamente. Te he escrito ésta en cuanto leí la que iba destinada a ti, la cual esperaré hasta mañana para mandártela, pues quizás sea preferible releerla y consultar con la almohada. En todo caso os escribo una carta a los dos sobre los niños.

Sabes lo mucho que te quiero.

 

Tu madre

 

 

 

 

A Ingeborg Dinesen

 

Ngong, 13 de mayo de 1931

 

...Te envió una carta de Joannie Grigg, en parte porque creo que es muy bonita y en parte también porque escribe sobre Valmont, donde ella piensa que se curó de manera milagrosa de precisamente lo mismo que, según vosotros, me aqueja a mí. En general es evidentemente muy apropiado para enfermedades tropicales y parece ser que es famoso en el mundo entero... Ella es muy partidaria de Solsana, pero yo sigo prefiriendo la que dice Joannie —se llama clínica Valmont, en Glion—, porque es importante, si decide una ir a algún sitio a curarse, estar en manos de personas como es debido y que tengan, por encima de todo, mucha experiencia. El médico de Nairobi dice que no cabe la menor duda de que lo que tengo yo es lo que se llama disentería amebiana; y yo, personalmente, pienso, como ya te dije, que me curaré en cuanto me vea libre de todas mis shauries.

Te telegrafiaré con más detalle esta semana sobre mis planes, a fin de que estés enterada mucho antes de recibir esta carta. He pensado salir de aquí el día 9 de junio en un barco de una línea italiana que, por un lado, es más barato que los otros y, además, va a Venecia, y pienso que sería muy bonito desembarcar en un sitio distinto al de las otras veces. Me gustaría mucho pasar una semana en Venecia y luego seguir el viaje despacio, para poder disfrutar un poco de mi amado norte de Italia, hasta llegar al lugar de curas que sea, Valmont o Solsana...

No dispongo de mucho tiempo para escribir hoy, porque he anunciado que mis muebles están a la venta y tengo mucho que hacer a causa de esto. Los precios que se pagan ahora son muy malos; ya puede darse uno con un canto en los dientes si saca el cincuenta por ciento de lo que se pagaría en Dinamarca, sin gastos de transporte, pero, de todos modos, lo mejor es sin duda venderlos; sería demasiado caro y molesto llevármelos conmigo. La plata y la ropa blanca me la llevo, y también algunas otras cosas: la pequeña cómoda que estaba en Folehave y el pequeño reloj de pared de padre, y también mis libros, que la verdad es que han hecho un viaje de placer a los trópicos más bien corto; pero en cierto modo tiene gracia que los viejos clásicos: Oehlenschläeger, Blicher, Heiberg, etc., hayan estado en África, ahora probablemente aumentarán de valor para Anders, cuando los herede...

 

 

El 14 de mayo de 1931 Denys Finch Hatton cayó con su avión en Voi y murió en el accidente. Fue enterrado al día siguiente en las colinas de Ngong.

 

 

A Thomas Dinesen

Telegrama de Nairobi

Recibido el 15 de mayo de 1931

 

LCO = DINESEN SERRIDSLEVVEJ 8 KBH =

Oficina de telégrafos
Copenhague Ø

 

DENYS MUERTO EN VUELCO CATORCE ENTERRADO COLINAS NGONG HOY =

TANIA**

 

 

A Thomas Dinesen

 

Ngong, 7 de mayo (en realidad: 7 de junio) de 1931

 

Queridísimo Tommy:

 

Debiera haberte dado las gracias por tus cartas y tu cheque de doscientas libras esterlinas, pero estaba esperando a que me respondieras telegráficamente a mi carta del 10 de abril, por eso no te escribí. Ahora entiendo por la carta de madre que habías estado de viaje por Alemania o Austria. Tienes que perdonar esta tardanza; no sabes lo que me alegro por el dinero, y te aseguro que me ha venido all right.

En este momento no tengo una idea clara de lo que debo o puedo hacer, de modo que no empezaré siquiera a explicártelo. Sigo pensando que has hecho bien en no venir aquí; las shauries, puramente prácticas, que tengo aquí no creo que tú hubieras podido ayudarme a resolverlas, porque no estás enterado de todos sus detalles; por el momento consisten más que otra cosa en vender mis muebles, lo que es una verdadera curse , porque la gente viene a cualquier hora del día y de la noche y tengo que enseñárselos; en los tiempos que corren no se paga nada por estas cosas, y la verdad es que no puedo decir que esté tomándome demasiado interés por este asunto, no me encuentro con ánimo para ello, pero hay que hacerlo, porque no los voy a dejar aquí en la casa o amontonados en la carretera de Ngong. Luego tengo que arreglar la cuestión de mis boys, con lo que no me queda tranquilidad para otra cosa. Sabes muy bien que el futuro de mis boys, de Farah sobre todo, es algo que me preocupa de verdad. Resulta muy duro para ellos ahora, porque si Denys estuviera vivo podrían haber recurrido a él y estoy segura de que les habría ayudado, no sólo por mí, sino porque, en cierto modo, los consideraba también suyos; con su muerte todo ha quedado abandonado y en desorden. Los tiempos son asimismo difíciles para ellos, en especial para los somalíes, que son muy impopulares entre la clase de blancos que tenemos ahora en esta tierra; todos sus viejos amigos: Mac Millan, Berkeley, Galbraith, Charles Gordon, los Northey, se han ido, y ellos se sienten up against it[414]. En cualquier caso te ruego que recuerdes que Farah ha sido mi mejor amigo aquí, y que Saafe es the apple of my eye[415].

Si hubieras venido con tiempo y dinero para pasar un mes de safari habría sido otra cosa. Me habría gustado mucho, para despedirme de África con una sonrisa, con todas las shauries que he tenido en este último año. Habría sido como en los buenos tiempos. Si me siento ahora con fuerzas para ello y las circunstancias me lo permiten a lo mejor me atrevo yo sola, y a esto estoy segura de que me ayudarás. No quiero cazar, sino sentarme ante un camp-fire[416]. Sólo me harían falta Farah y un par de boys más y me iría a pasar un mes donde a nadie se le ocurriera buscarme. Mohr considera que no es buena idea, pero tampoco se le puede pedir que se haga cargo de cómo me siento en estos momentos; a mí me parece que no importa nada que sea una tontería; no implica ningún riesgo serio y me da la impresión de que me sentaría bien, y por otra parte es que no consigo pensar en nada mejor. Pero antes tengo que dejar resueltas todas las shauries de la finca y la casa. Probablemente te telegrafiaré sobre esto más adelante.

Muchos saludos a ti y a todos vosotros.

 

Tu Tanne

 

 

A Thomas Dinesen

 

Ngong, 5 de julio de 1931

 

Querido Tommy:

 

Esta semana mando veinticinco cajones que contienen cosas que de ninguna manera he conseguido vender aquí y también cosas que me gustaría mucho tener en casa conmigo, y asimismo efectos personales de los que no puedo prescindir...

Estoy muy fatigada, pues he tenido muchísimo que hacer. Por tanto, si piensas que éste es un mal arrangement, o si, al recibir todo esto, piensas que he hecho una mala selección o que habría podido mandar otras cosas, por lo menos no éstas, hazte cargo de que verdaderamente no he tenido fuerzas para más.

Preferiría que no hablases de esto con los otros, para evitar chismorreos.

Muchos muchos saludos a todos vosotros.

 

Tu Tanne

 

 

Thomas Dinesen fue a recibir a su hermana a Marsella, donde desembarcó el 19 de agosto de 1931. Llegó en el S/S Mantola. Al cabo de varios días de estancia en Montreux, donde Karen Blixen repuso algo sus fuerzas en la clínica Valmont, continuaron el viaje a través de Europa. El 31 de agosto regresó a casa de su madre, Rungstedlund, la casa donde Karen Blixen iba a pasar el resto de su vida.