IV. Los documentos acusan
Budapest, 15 de noviembre
LOS CONTRARREVOLUCIONARIOS húngaros han filmado en película una parte de sus crímenes. Gracias a la ayuda de los trabajadores, una parte de esta película documental, que narra lo que ocurrió en las calles de Budapest en los días del desenfrenado terror contrarrevolucionario, ha ido a parar a manos de las autoridades.
Se filmaron las hogueras en las que los rebeldes quemaban los libros progresistas. Las hojas de los libros vuelan ardiendo hacia los tejados de las casas.
Se filmaron las ejecuciones. He aquí una banda de terroristas arrastrando por las calles a un hombre torturado. Por la película no se puede juzgar quién es y de dónde: comunista o sin partido. Sólo se ve que el hombre ha caído en manos de una enfurecida banda. La banda arrastra al prisionero hasta el puente de Marguit y lo arroja al Danubio. He aquí otra ejecución. En una calle de Budapest vemos a un ahorcado con un cartel en el pecho.
Se filmó el momento de la destrucción de monumentos. Vemos en la pantalla la destrucción del monumento a la Liberación. Este monumento había sido erigido en el monte Gellert a petición de la población trabajadora, según el proyecto del famoso escultor Shtrobl. Y cuando la contrarrevolución se ensañaba con este monumento, destrozándolo a golpes de picos, los terroristas se desenmascararon a sí mismos, certificando que se vengaban por la derrota de las hordas hitlerianas.
Cada día trae nuevos testimonios de gente que sobrevivió las trágicas jornadas. Sus narraciones son vivos documentos humanos, un acta de acusación presentada a la contrarrevolución y a sus inspiradores. He aquí algunos de estos relatos.
El testigo ocular Olaj Istvan cuenta:
“En la madrugada del 3 de noviembre, en la localidad de Fiuzenshabon los kulaks Gal Yanosh y Korodi Istvan acompañados de unos haraganes asiduos de la fonda derribaron el monumento erigido a los combatientes soviéticos y luego se dirigieron a la Casa de los Soviets con el propósito de asesinar a los dirigentes del Soviet rural. No encontrando allí a nadie, fueron a la casa del encargado de los acopios: un obrero de Budapest. Lo sacaron de su apartamento, lo apalearon y encerraron en una habitación de la Casa de los Soviets. La gente que se reunió allí proclamó como jefe del poblado a un tal Pechke, antiguo escribano horthysta”.
Por último, he aquí otro documento más, recibido de provincia:
“En Segued, el oficial Kovach Diula, de la Academia Ludovic que, como se supo, sirvió en el ejército de Horthy con grado de mayor y después de la liberación estuvo preso durante cuatro años por actividad contrarrevolucionaria, se convirtió en uno de los vicepresidentes del llamado “comité revolucionario”. Repartió 4.000 fusiles y granadas de mano capturados entre toda la chusma horthysta, y los grupos armados saquearon las casas de más de 50 funcionarios administrativos y del Partido, detuvieron a muchas destacadas figuras y las arrojaron a la cárcel Chillag. Hicieron la lista de obreros que ocupaban puestos en el Partido, del estado y administrativos, con vistas a ejecutarlos”.
Se constituye el Gobierno de Janosi Kadar
DURANTE los primeros días de noviembre, de hecho no existía ya gobierno en Hungría. En la capital las bandas terroristas a las que el gobierno de Nagy no podía presentar resistencia alguna eran dueñas de la situación. En el país reinaba un caos completo.
Las fuerzas progresistas del pueblo húngaro y, en primer lugar, de la clase obrera húngara, teniendo en cuenta la situación creada y viendo amenazadas directamente las conquistas socialistas del pueblo, consideraron indispensable romper con el Gobierno de Nagy.
Apro, Kadar, Kossa y Muennich, antiguos miembros del Gobierno de Imre Nagy, salen de este Gobierno y, después de romper todas las relaciones con él, toman la iniciativa de organizar el nuevo Gobierno Obrero y Campesino húngaro. Además de estos destacados representantes del movimiento obrero húngaro, que gozan merecida estimación del pueblo trabajador, entraron a formar parte del nuevo Gobierno políticos progresistas de Hungría como Marosan, Ronai y otros.
El Gobierno Obrero y Campesino publicó el 4 de noviembre su programa en el que se satisfacen todas las reivindicaciones fundamentales de los trabajadores del país. En él se subraya la garantía de la independencia nacional y de la soberanía de Hungría; la defensa de las conquistas socialistas del pueblo; el establecimiento de relaciones amistosas con todos los países socialistas a base de igualdad completa de derechos, no intervención en los asuntos interiores y organización de relaciones económicas bajo los principios de provecho mutuo; colaboración pacífica con todos los Estados, independientemente de su régimen social, mejora rápida y considerable del nivel de vida de los trabajadores, sobre todo de la clase obrera; revisión de los planes económicos nacionales y cambio de métodos de dirección en la economía; liquidación del burocratismo; dirección obrera en las empresas; anulación de las entregas obligatorias de productos agrícolas, y apoyo a la pequeña industria y al comercio privados en la ciudad y en el campo.
El Gobierno ha indicado que hará todo lo posible para conservar las tradiciones nacionales progresivas.
En el programa se señala el compromiso de que, una vez establecido el orden en el país, se entablarán conversaciones con los países participantes del Tratado de Varsovia acerca de la retirada de las tropas soviéticas del territorio húngaro.
El gobierno se pronunció por el restablecimiento del escudo de Kossuth, por la introducción del uniforme militar nacional y el restablecimiento de la fiesta nacional del 15 de marzo, fecha del comienzo de la revolución de 1848. Se decretó el derecho que tienen los alumnos a elegir el idioma extranjero obligatorio que deben estudiar y al restablecimiento de la costumbre tradicional de clasificación y notas en los estudios.
Las fuerzas progresistas del pueblo húngaro y, en primer término, la clase obrera prestaron el apoyo necesario al Gobierno Janos Kadar.
En corto plazo, las fuerzas principales de las bandas contrarrevolucionarias húngaras fueron definitivamente derrotadas. Una parte de los sublevados fascistas huyó de nuevo a Occidente, otra pasó a la clandestinidad.
La actitud decidida del Gobierno Obrero y Campesino salvó muchos millares de vidas de patriotas húngaros.
La llegada de las tropas soviéticas a petición de ese gobierno puso fin a un derramamiento inútil de sangre en el país. Centenares de personas, condenadas a ser fusiladas por los rebeldes, fueron puestas en libertad.
La política justa del Gobierno Revolucionario Obrero y Campesino y la ayuda de las tropas soviéticas han conservado Hungría como Estado amante de la paz.
Por lo que respecta a la estancia de tropas soviéticas en Hungría, el jefe del Gobierno húngaro Janos Kadar ha declarado:
“Como es sabido, las tropas soviéticas se hallan en Hungría en virtud de Tratados y Acuerdos firmados por el Gobierno húngaro y aprobados por el Parlamento. La introducción de fuerzas soviéticas para ayudar a derrotar a la contrarrevolución en Hungría se ha efectuado a petición del Gobierno húngaro. He de declarar que esta decisión de que las tropas soviéticas prestaran ayuda al pueblo húngaro ha sido una cuestión difícil de tomar tanto para el Gobierno húngaro como para el Gobierno soviético. ¿Preguntan ustedes por qué? Sabemos bien que la propaganda del enemigo utiliza esto para culpar a la Unión Soviética de intervención en los asuntos interiores de nuestro Estado. Por lo que se refiere al Gobierno soviético se trataba no sólo de víctimas humanas y gastos materiales, sino de una responsabilidad moral. La circunstancia de que, después de sopesarlo todo, el Gobierno húngaro haya decidido pedir esta ayuda, y de que el Gobierno soviético, también después de sopesarlo todo, haya decidido prestarla, nos indica que había una necesidad muy seria para hacerlo.
La ayuda del Gobierno soviético al pueblo húngaro no ha sido tan sólo el cumplimiento de unas obligaciones que se desprenden de tratados, sino la comprensión profunda de una situación compleja. El Gobierno soviético ha ayudado no sólo a detener el derramamiento de sangre en Hungría y a impedir la restauración del capitalismo en nuestro país, sino a evitar la aparición de un foco de guerra que hubiera podido surgir. ¿Existía peligro real de una nueva guerra? Sí; indiscutiblemente”.
“En la actualidad este foco de guerra está apagado” —dijo Kadar.
En la “Declaración del Gobierno de la URSS sobre las bases del desarrollo y del fortalecimiento de la amistad y la colaboración entre la Unión Soviética y los demás Estados socialistas” se dice que “El Gobierno Soviético está dispuesto a entablar las correspondientes negociaciones con el Gobierno de la República Popular Húngara y con los demás signatarios del Tratado de Varsovia acerca de la estancia de las tropas soviéticas en el territorio de Hungría”.