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Qué hay a la vuelta de la esquina
Una gallina tímida un día hizo cocoricó en medio de un prado cercano a una cantera de toba. Le respondió el eco. La gallina hizo cocoricó otra vez y el eco le contestó de nuevo. La gallina creyó que había encontrado una amiga, tímida como ella, que contestaba pero no quería ser vista.
L. Malerba
Los objetos a veces desaparecen de nuestra vista sólo parcialmente, mientras otras veces aparecen completamente escondidos detrás de otros objetos. Cuando hacéis desaparecer un ovillo de lana detrás de un cojín, vuestro «minino» se agacha esperando que aparezca de nuevo. Desde luego no parece creer que el ovillo no exista sólo porque no lo vea.
Hace algunos años, sin embargo, el psicólogo ginebrino Jean Piaget había hecho observar que cuando se escondía un chupete o un sonajero detrás de una manta, los niños, al menos hasta una cierta edad, no hacían ningún intento por recuperarlo y se comportaban como si el objeto ya no existiese. Hoy sabemos que una gran parte de las dificultades están relacionadas con el tipo de respuesta necesaria, es decir, la prensión. De hecho, utilizando una técnica que requiera únicamente que el niño mire, en lugar de actuar sobre su ambiente, se puede demostrar que con sólo dos meses de vida los bebés saben que un objeto que ha desparecido detrás de cualquier «escondite» no por haber desaparecido ha dejado de existir.
Supongamos que rotamos una pantalla por delante de una pelota, como se ilustra en la figura de la página siguiente. Si la pantalla se para de forma lógica bloqueada en un cierto punto de su recorrido por la obstaculizadora presencia de la esfera, el bebé no demuestra especial asombro. En cambio, si la pantalla lleva a cabo el recorrido completo (porque una malvada manita, mientras tanto, ha quitado la pelota sin que el bebé se dé cuenta) originando un evento físicamente imposible, el bebé mira durante mucho más tiempo el evento imposible respecto al suceso posible, lo que sugeriría que él sabe que ahí detrás está la pelota y que por ello, ¡la pantalla se debería parar!
La prueba de que otros animales poseen esta capacidad de representarse mentalmente objetos que dejan de ser directamente visibles (o audibles, u odorables, etc.) está mucho menos desarrollada. A principios de 1900 el psicólogo Wolfgang Köhler había observado que las gallinas tenían dificultades para resolver problemas de evitación de obstáculos (o détour[3]). El del détour es un ejemplo paradigmático de comportamiento inteligente: tenemos un objetivo a conseguir, supongamos un buen cuenco con alimento, y un obstáculo que impide a la gallina obtenerlo, por ejemplo un cercado; para alcanzar el objetivo el animal tiene que rodear el cercado, es decir, alejarse temporalmente del objeto para poder alcanzarlo.
Estudios sucesivos aclararon que, en realidad, las gallinas pueden aprender tareas de détour pero quedaba poco claro si, y en qué medida, se representaban mentalmente un objeto desaparecido. En muchas tareas de détour, de hecho, durante el rodeo del obstáculo, la visualización del objetivo no está comprometida o están presentes otros indicios de su presencia, por ejemplo, el olor. Supongamos, en cambio, que durante el rodeo del obstáculo esté comprometida la visualización del objetivo, por ejemplo a causa de que las estacas del cercado son muy numerosas y están muy cercanas entre sí y que no hay otros indicios sensoriales de la presencia del objetivo. Es evidente que para resolver el problema, el animal deberá conservar o mantener en la mente una cierta representación temporal del objetivo.
¿Las gallinas son capaces de tal actividad mental? Ciertos aspectos de su comportamiento harían pensar que sí. Por ejemplo, escarban enloquecidamente cuando desaparece de su vista un gusano en el suelo. Pero esta respuesta podría reflejar la ejecución de un programa automático desencadenado por la visualización anterior de la presa. En efecto, cuando desaparece la comida, tapada por algo como un trapo o un papel, a menudo las gallinas muestran poco interés y no picotean la tela o el papel. Pero esto podría ser debido al hecho de que el picoteo es una respuesta específica asociada al comportamiento alimentario y no a la eliminación de obstáculos. Picotear es un movimiento balístico guiado por la vista y dirigido a un objetivo concreto. Si el objetivo no es visible, no tiene sentido picotear.
La demostración de que estos animales se representan mentalmente algo cuando rodean un obstáculo se obtuvo gracias al experimento ilustrado a continuación. Recién salido del huevo, el pollito se criaba junto a un pelotita que, a través del proceso de imprinting, se convertía en su madre. Cuando cumplía un par de días de vida, se situaba al animal detrás de una tela metálica, a través de la cual podía ver a la «madre». Sólo podía acercarse a ella rodeando el obstáculo.
El experimento permite entender si el pollito sabe lo que hay a la vuelta de la esquina. Cuando el animal sale por las aberturas laterales al pasillo y se encuentra ante la posibilidad de elegir si girar a la derecha o a la izquierda para ir a los compartimentos A, B o D, su madre ya no está visible (ni puede oírla ni olería).
Si el pollito fuese incapaz de representarse mentalmente la permanente existencia de la madre cuando no hay señales sensoriales de su presencia, entonces girar a la derecha o a la izquierda sería para él totalmente indiferente. La madre ya no existe, en ningún lugar del espacio. Si, por el contrario, la madre sigue estando en su mente y, junto a la memoria de su existencia está el recuerdo de la posición que ocupa en el espacio, entonces, el pollito debería elegir girar a la izquierda según la abertura lateral que haya elegido inicialmente. Esto es exactamente lo que sucede y, por el momento, debemos conformarnos con el resultado. De hecho es difícil inventar estrategias para entender lo que realmente tiene el pollito en la mente. El lenguaje puede ser engañoso, decimos objeto o «madre» pero, en realidad, sabemos poco sobre los contenidos específicos de esta representación que podría ser, desde el punto de vista del pollito, algo muy distinto a la imagen mental de la madre con la que nosotros nos la representaríamos en una situación similar.
Hay palabras, como «representación» que evocan procesos complicados y un poco misteriosos. Como el cerebro de un niño o de un pollito contiene muchos millones de células nerviosas, no somos demasiado reacios a creer que generen representaciones. En realidad sería bueno darse cuenta de que ciertas prestaciones cognitivas se pueden realizar con sistemas nerviosos bastante sencillos. Michael Tarsitano, de la Universidad de Sussex, en Gran Bretaña, ha estudiado la resolución de problemas de détour en las arañas saltadoras. En vez de construir una tela, estos arácnidos prefieren ir de caza directamente. Cuando notan la presencia de una presa en el campo visual (utilizando sus ojos laterales), se orientan hacia ella enfocándola con los ojos frontales y comienzan a perseguirla, en un primer momento con cautela y después rápidamente para, a pocos centímetros de distancia, dar un salto sobre ella. En el experimento Ilustrado en la figura que veis aquí debajo, la araña se colocaba encima de la columnita cilíndrica. Desde ahí podía observar el mundo y darse cuenta de que en el platito A o en el platito B, Mike Tarsitano había puesto una presa (una arañita de otra especie, en realidad, totalmente muerta y embalsamada). Como la distancia era excesivamente grande para dar un salto, la araña estaba obligada a bajar de la columna para recorrer uno de los dos tortuosos caminos que permitían llegar a los platitos.
Lo notable de esta tarea, que las arañas llevaban a cabo a la perfección, es la actividad de programación de las acciones necesarias para elegir el recorrido adecuado. Cuando la araña bajaba de la columnita y llegaba al suelo ya no tenía manera de ver la presa y consecuentemente debía elegir si subía por el recorrido que conducía a A o por el que llevaba a B, en base a algún tipo de evaluación llevada a cabo con anterioridad que se había mantenido en modalidad «online» en su sistema nervioso.
Le he preguntado a Tarsitano cuántas neuronas puede tener el sistema nervioso de estas criaturas. Me ha contestado que en el caso de las arañas saltadoras no se sabe con precisión, pero que en las especies que construyen telarañas se ha probado a hacer una estimación y los resultados oscilan entre 10 000 y 50 000 células. Poca cosa, en efecto.
El meollo de la cuestión (y alguna sugerencia para sucesivas lecturas)
¿Cuál es la ventaja de tener representaciones? En lo que se refiere a la actividad perceptiva resulta evidente su significado adaptativo: percibir sirve para actuar. Veo a mamá y me dirijo hacia ella. Veo un obstáculo y lo rodeo para no golpearlo. Pero ¿para qué sirve tener representaciones? Esencialmente, las representaciones sirven para no actuar. Si mantengo una representación de mamá en la memoria puedo ahorrarme el moverme aquí y ahora. Sé donde está mamá y no importa si ahora no la estoy viendo porque está tapada por algún obstáculo. Disponiendo de la representación puedo simular aspectos del ambiente que no son perceptibles aquí y ahora: si rodeo el obstáculo encontraré a mamá… Pero no sólo eso, poseer representaciones permite actuar en ambientes simulados, sin correr ningún riesgo. Con una representación del depredador puedo formular diferentes hipótesis de fuga y verificar, en la mente, su eficacia. Ser comido por un depredador mental no duele.
Por otra parte, como estaba diciendo, «representación» es un término engañoso. Parece sugerir demasiadas cosas. El experimento con el pollito, por ejemplo, nos dice sólo que una determinada propiedad se representa en la mente del animal: la localización de algo en el espacio. No podemos decir nada sobre otros aspectos de este algo excepto su posición en el espacio, es decir, si el pollito se representa el color, la forma, etc. Podemos intentar verificarlo proyectando experimentos lo suficientemente astutos. Orazio Miglino y Domenico Parisi, del Instituto de scienze e tecnologie della cognizione del CNR, de Roma, han construido criaturas artificiales, implementadas en el robot Kephera, que saben resolver problemas de détour recurriendo poco o nada a representaciones. Creo que la de Miglino y Parisi es una buena estrategia para afrontar el estudio de la mente, inspirada en el principio de «… buscar, si encontrar se pudiese, que Dios no existiese…».
Para saber más
Los experimentos sobre la representación por parte del pollito de objetos desaparecidos aparecen en:
L. Regolin, G. Vallortigara y M. Zanforlin, Object and Spatial Representations in Detour Problems by Chicks, en «Animal Behaviour», 49, 1995, pp. 195-99;
G. Vallortigara, L. Regolin, M. Rigoni y M. Zanforlin, Delayed Search for a Concealed Imprinted Object in the Domestic Chick, en «Animal Cognition», 1, 1998, pp. 17-24.
La demostración de la representación de objetos desaparecidos por parte de bebés de 2-3 meses de edad aparece en:
R. Baillargeon y J. DeVos, Object Permanence in Young Infants. Further Evidence, en «Child Development», 60, 1991, pp. 1227-46.
Para tener un marco teórico véase también:
E. Spelke, Nativism, Empiricism, and the Origins of Knowledge, en «Infant Behavior and Development», 21, 1998, pp. 181-200.
La conducta de détour de las arañas saltadoras se describe en:
M. S. Tarsitano y R. R. Jackson, Araneophagic Jumping Spiders Discriminate between Detour Routes That Do and Do not Lead to Prey, en «Animal Behaviour», 53, 1997, pp. 257-66.
Los robots estudiados por Miglino y Parisi, que emplean redes neuronales para rodear obstáculos, se describen en:
O. Miglino, D. Denaro, S. Tascini y D. Parisi (1998), Detour Behavior in Evolving Neural Networks, en P. Husbands y J. A. Meyer (bajo iniciativa suya), Proceedings of the First European Workshop on Evolutionary Robotics (París, 16-17 abril de 1998), Springer, Berlín-Londres 1998, pp. 112-25.