Prólogo
Era alta, delgada y tan rubia, que su cabello parecía blanco. Su cuerpo irradiaba tal altivez que ningún hombre hubiera podido poseerlo sin sentir su rígida presión. Mientras permanecía sentada con las piernas cruzadas, la mirada dirigida hacia abajo, al valle del planeta Dorsai en el que se encontraba Fal Morgan y las casas que la rodeaban, su rostro poseía la cualidad de un perfil grabado en una moneda de plata.
—Amanda... —dijo Hal Mayne con voz suave.
Perdida en sus pensamientos, ella no le oyó; y el momento parecía tan próximo a la perfección que él sintió dudas sobre si debía perturbarlo. Esa parte de su interior propia de un poeta, que había sobrevivido a los meses en que fuera un guerrillero acosado en Armonía e incluso a la enfermedad y a las brutalidades de la prisión antes de escapar, se agitó de nuevo al contemplarla. Aquí, en el techo de un mundo de guerreros, bajo un cielo limpio y claro, en una época donde la especie humana se hallaba sometiéndose por doquier a las cadenas de una nueva esclavitud, ella portaba una armadura de luz, inconquistable. A su lado, en aquel cuerpo más pequeño, de anchos hombros pero flaco debido a las privaciones y al sufrimiento, se sentía como una especie de pájaro oscuro cuyos huesos y carne estuvieran anclados a la tierra, inclinado justo encima de una entidad depuro espíritu.
Mientras esperaba, los ojos de ella perdieron su abstracción. Como si hubieran permanecido separados por una distancia tan enorme que su voz, pronunciando su nombre, hubiera tenido que proyectarse a través del tiempo y el espacio para llegarle ahora, ella, por fin, se giró hacia él.
—¿Has dicho algo? —preguntó.
—Iba a comentar cuánto te pareces a la fotografía de ella..., la primera Amanda Morgan —afirmó—. Bien podría tratarse de una fotografía tuya.
Ella sonrió brevemente.
—Sí —corroboró—, soy la tercera Amanda que lleva ese nombre y me asemejo mucho a la primera. Suele ocurrir.
—Aún así resulta extraño, que sólo tres de vuestra familia hayáis llevado ese nombre durante más de doscientos años —dijo él—. ¿Cuando fue tomada esa fotografía tenía ella la misma edad que tú ahora? —inquirió.
—No —sacudió la cabeza—. No la tenía.
—¿De verdad?
—Sí. El cuadro que viste en nuestro corredor fue realizado cuando ella era mucho mayor que yo en este momento.
Él frunció el ceño.
—Es verdad —insistió ella—. Nosotros los Morgan envejecemos muy lentamente... y ella era especial.
—No tan especial como tú —comentó él—. No pudo serlo. Tú eres una Dorsai..., el resultado final de los Dorsai. Vivió antes de que hubiera gente parecida a lo que tú eres ahora.
—Eso no es cieno —negó la tercera Amanda—. Ella fue una Dorsai antes de que existiera un planeta de Dorsais. Lo que ella fue, es el material del que nuestra gente y nuestra cultura surgieron.
Él agitó la cabeza despacio.
—¿Cómo puedes estar tan segura de lo que fue ella... hace doscientos años estándar?
—¿Que cómo puedo? —Ella le miró durante unos segundos—. De alguna forma, yo soy ella.
Él también la miró.
—¿Una reencarnación? —preguntó.
—No —respondió ella—. No exactamente. Sin embargo, siento algo más..., como si el tiempo tuviera poca importancia. Como si todo fuera lo mismo; ella, allí en el comienzo de nuestro planeta, y yo aquí, al...
—Final de él —sugirió, interrumpiéndola.
—No —le miró de nuevo fijamente con sus ojos grises—. El fin no ocurrirá hasta que muera el último de los Dorsai. De hecho, ni siquiera entonces. El fin se producirá cuando desaparezca el último humano..., ya que lo que permite que nosotros seamos Dorsais es algo que pertenece a todos los humanos; esa cualidad que poseía la primera Amanda cuando nació, allá en la Tierra.
Algo —quizá la sombra de un ave en vuelo—, ocultó la luz del sol reflejada en sus ojos durante una fracción de segundo.
—La tienes en alta estima —comentó pensativo—. No obstante, es en Cletus Grábame y sus libros de texto sobre el arte militar, que escribió hace doscientos años..., es en Donal Grahame y el modo en que unió a todos los planetas habitados hace cien años..., en lo que piensan los demás mundos cuando emplean la palabra *Dorsai».
—Hemos tenido a los Graeme como vecinos desde la época de Cletus —replicó ella—. Lo que se piense de ellos, es merecido, sin duda. Mas la primera Amanda se estableció aquí antes que cualquiera de ellos. Limpió las montañas de bandidos antes de que Cletus llegara; y con noventa y tres años, defendió el distrito Foralie contra las veteranas tropas de Dow deCastries cuando nos invadieron, en la creencia de que no tendrían ninguna oposición por parte de los niños, las mujeres, los enfermos y los ancianos, que eran los únicos que permanecían aquí por entonces.
—¿Quieres decir —intervino Hal— que Dow deCastries intentó apoderarse del planeta Dorsai tras el final de los combates que Cletus mantuvo con él?
—Con todo el potencial de la Tierra a su espalda, en una época en la que se pensaba que la Tierra era más poderosa que todos los demás planetas unidos.
—Sin embargo, ¿no fue Cletus el que suministró las directrices para la defensa de Dorsai entonces?
—Cletus no se hallaba presente. Dejó a dos de sus oficiales, Arvid Johnson y Bill Athyer, para que coordinaran la defensa y proporcionaran a los distritos una visión general de las situaciones estratégicas y tácticas necesarias. No obstante, su trabajo consistió en plantear el esquema militar de la situación, utilizando como guía las teorías y principios de Cletus. Una vez hecho esto, dependía de cada distrito desarrollar su propio plan para enfrentarse a los invasores. Eso es lo que hizo Foralie..., con la certeza de que sufriría el fuego enemigo mucho más que cualquier otro distrito, ya que Foralie albergaba la mansión, y se esperaba que Cletus retomara tan pronto como supiera que Dorsai había sido invadido.
—Entonces, ¿fue la primera A manda la que recibió el encargo de defender el distrito de Foralie por parte de su gente? —preguntó él—. ¿Por qué ella? No era un soldado.
—Ya te lo dije —replicó—. Durante los Años Sin Ley, ella fue la que condujo la operación de limpieza contra los mercenarios forajidos. Una vez que lo hubo hecho —además de conseguir otros objetivos—, y sólo con las mujeres, los lisiados, los ancianos y los niños como única ayuda, el resto de los distritos siguieron su ejemplo y la ley se estableció en todo el planeta Dorsai. Era la persona más preparada para el mando.
—¿Cómo lo hicieron?
—¿Acabar con los bandidos? —inquirió la tercera Amanda.
—No..., aunque también me gustaría escuchar esa historia alguna vez. Lo que quiero preguntar es ¿cómo Amanda y el distrito de Foralie consiguieron derrotar a tropas de primera clase? La mayoría de los especialistas militares parecen creer que los invasores se derrotaron a sí mismos; ya que no había forma de que un puñado de mujeres, niños y ancianos pudiera hacerlo.
—En cierta manera, se puede decir que las tropas se vencieron a sí mismas... ¿no has leído La Estrategia del Error, de Cletus? —respondió—. Sin embargo, lo que ocurrió fue producto únicamente de la unificación de nuestras fuerzas contra las debilidades del invasor.
—¿Debilidades? ¿Qué debilidades pueden encontrarse en tropas de primera clase?
Ella le miró de nuevo con esos ojos impasibles.
—No estaban dispuestos a morir a menos que no les quedara otra salida.
—¿Eso? —Hal la miró con curiosidad—. ¿Yeso es una debilidad?
—Comparativamente. Porque nosotros sí que estábamos dispuestos a hacerlo.
—¿A morir? —la estudió—. ¿No combatientes? ¿Viejos, madres...?
—Y niños. Sí —La armadura de luz que la rodeaba pareció proporcionar a sus palabras una cualidad de certeza más grande que la que él hubiera escuchado en ninguna otra persona—. El planeta Dorsai se formó con gente que estaba dispuesta a pagar con su vida en las luchas de otros mundos con el fin de comprar la libertad para sus propios hogares. No sólo los hombres que partían a la batalla, sino también aquella gente que permanecía en casa y defendía la misma imagen de libertad, por cuyo mantenimiento vivirían y morirían.
—Sin embargo, por el simple hecho de estar dispuesto a morir...
—Como no has nacido aquí, no lo comprendes —le comentó—. F»e una cuestión de ser capaces de realizar elecciones más duras de lo que la gente menos dispuesta aceptaría. Amanda y las personas del distrito más cualificadas se sentaron y analizaron un determinado número de planes.. Todos acarrearían bajas... y estas bajas podrían incluir a la propia gente que analizaba los planes de acción. Eligieron el que le confería al distrito la mayor efectividad contra el enemigo con la menor cantidad de muertos; y, una vez que lo eligieron, todos estuvieron dispuestos a encuadrarse en el grupo de los que habrían de morir en caso de que fuera necesario. Los soldados invasores no poseían nada semejante a ese plan..., ni tampoco ese valor.
Él sacudió la cabeza.
—No lo entiendo —pronunció.
—Es porque no eres un Dorsai. Por ello jamás comprenderás a alguien como la primera Amanda.
—No —corroboró—. Es verdad. No la entiendo.
La miró.
—¿Cómo sucedió? —preguntó—. ¿Cómo actuó ella..., cómo actuaron todos? Tengo que saberlo.
—¿De verdad? —su mirada estaba fija en él.
—Sí —contestó.
En su mente había demasiadas cuestiones que no podía, explicar, cosas que aún no le había admitido ni siquiera a ella. Por ejemplo, la cuestión de su visita a Foralie, y aquel momento en particular en el que pudo atravesar la puerta, que algunos de los más grandes Graeme, como los hermanos lan y Kensie, los tíos gemelos de Donal Graeme, ordenaran cegar desde el alféizar hasta el dintel y de lado a lado. Tal como ocurriera con ellos, los descalzos pies de Hal se posaron en el alféizar y la parte superior de su cabeza rozó el dintel. Mas, a diferencia de ellos, sus hombros no tocaron los marcos del costado. Quizá, una vez que recobrara su salud y con algunos años más de crecimiento por delante, tal cosa también pudiera ocurrir. No importaba. Lo que sí importaba —algo de lo que él todavía no estaba capacitado para hablar— era el repentino e intenso sentimiento de unión con los Graeme, inesperado como un golpe, que había surgido en su interior sin previo aviso mientras permanecía en el umbral de la puerta.
—Necesito saberlo —repitió.
—De acuerdo —aceptó ella—. Te contaré cómo fue.