La época cristiana

1. De la condenación cristiana a la exaltación enfermiza (o del cristianismo al satanismo)

En la historia del erotismo, la religión cristiana desempeñó una clara función: su condenación. En la medida en que el cristianismo rigió los destinos del mundo, intentó privarlo del erotismo.

Pero, al querer esclarecer el resultado final, nos sentimos evidentemente confusos.

En un sentido, el cristianismo fue favorable al mundo del trabajo. Valoró el trabajo en detrimento del placer. Hizo del paraíso el reino de la satisfacción inmediata —y también eterna... pero entendido como última consecuencia o recompensa de un esfuerzo previo.

Van der Weyden: El Juicio final (det.).

Hospicio de Beaune.

Van der Weyden asoció al horror del «Juicio Final», los desnudos que Thierry Bouts
había situado en el infierno. Spranger, más tarde, obró del mismo modo.

Por otra parte, el cristianismo es el punto de unión que hace del futuro resultado del esfuerzo —en principio, del esfuerzo del mundo antiguo— el preludio del mundo del trabajo.

Hemos visto que, en el mundo antiguo, y cada vez más, el fin de la religión fue la vida de ultratumba, atribuyendo a la recompensa final el valor supremo. El cristianismo insistió; únicamente confirió al goce del instante un sentido de culpabilidad respecto al resultado final. Desde la perspectiva cristiana, el erotismo comprometía, o, al menos, retardaba la recompensa final.

Pero esta tendencia tuvo su contrapartida; el cristianismo, mediante la condenación, tuvo su equivalente opuesto: el fuego del infierno.

Carpaccio: San Jorge y el dragón (det.) Venecia. S. Giorgio.

Si la Edad Media representó la desnudez, fue asociada al horror. Los desnudos femeninos del flamenco Thierry Bouts no repugnan, pero encarnan el horror de la condenación eterna. En Venecia, un pintor figura también la desnudez, pero para representar los cadáveres de las víctimas del dragón que fue abatido por San Jorge.

De este modo surgió el satanismo. Al ser el satanismo la negación del cristianismo, tuvo un sentido en la medida en que el cristianismo representaba la verdad. (Sin embargo, la negación del cristianismo coincidía con la búsqueda del olvido.)

El satanismo tuvo su importancia —principalmente hacia el fin de la Edad Media, e incluso después—, pero su origen le privaba de viabilidad. Como era de esperar, el erotismo estuvo vinculado a este drama. Fatalmente, el satanismo, desde la maldición de la que Satán fue víctima, arrastró a sus fieles a la desgracia que le afectaba. Indudablemente, intervino la posibilidad de error: el demonio, según parecía, tenía el poder de dar suerte. Pero, al fin y al cabo, tal apariencia fue decepcionante. La Inquisición se encargó de acabar con el engaño.

Esa suerte, sin la que inevitablemente el erotismo tuvo como resultado su opuesto, es decir, la desgracia, sólo se logró mediante la tergiversación. Pero, al ser tergiversado, el erotismo perdió toda su grandeza y se convirtió en una trampa. A la larga, la trampa del erotismo afectó a su esencia. El erotismo dionisíaco era una afirmación —en parte sádica, como todo erotismo— pero, sumida en esa relativa trampa, tal afirmación fue tergiversándose[17].

2. La reaparición del erotismo en la pintura

La Edad Media otorgó un lugar al erotismo en la pintura: ¡lo relegó al infierno![18]. Los pintores de esta época trabajaban para la Iglesia y, para la Iglesia, erotismo significaba pecado. Sólo podía ser introducido en la pintura bajo el aspecto de la condenación. Únicamente fue permitido en representaciones del infierno o, como máximo, simbolizando repugnantes imágenes del pecado.

La cosas cambiaron a partir del Renacimiento y cambiaron —en Alemania principalmente incluso antes del abandono de las formas medievales— desde el momento en que algunos coleccionistas compraron obras eróticas. En esa época, sólo los ricos podían acceder al encargo de pinturas laicas. El grabado ocasionaba un gasto menor, aunque no al alcance de todos los bolsillos.

Durero: Lucrecia.
Col. Hanfstaengl, Munich.

Hay que tener en cuenta estas limitaciones. El reflejo de las pasiones representado en estas pinturas y grabados está desvirtuado. Estas pinturas y grabados no responden del mismo modo que la imaginería de la Edad Media al sentir general, es decir, al sentir del pueblo. El pueblo, en sí mismo, estaba sujeto a la violencia de la pasión: la violencia podía intervenir en el mundo enrarecido del que surgía este arte que se originaba en la oscuridad.

Durero: La muerte de Orfeo, según un
cuadro de Mantegna (desaparecido).

Kunsthalle, Hamburgo.

Repito que debemos tener en cuenta estas limitaciones. En parte, el sentido de las pasiones reflejadas en la pintura y en el grabado no corresponde a la realidad. Dichas pinturas y grabados no interpretan un sentimiento común de la misma forma que la imaginería de la Edad Media. Pero no por ello la violencia de las pasiones dejaba de intervenir en el arte erótico que surgía de la noche del mundo de la religión, de ese mundo superviviente que maldecía piadosamente las obras relacionadas con la carne...

Las obras de Alberto Durero, Lucas Cranach o Baldung Crien todavía reflejan la incertidumbre de aquella época; por esto, su componente erótico es, de alguna manera, angustioso. No se afirma en un mundo abierto y licencioso. Se trata de atisbos vacilantes e incluso febriles. En verdad, los grandes sombreros de las damas desnudas de Cranach responden a una obsesión provocativa. Hoy en día, dada la licenciosidad reinante, pueden hacernos gracia... Pero algo más de gracia debe inspirarnos el artista que representó a un hombre desnudo que, colgado por los pies, es ejecutado mediante el uso de una larga sierra cortándole en dos a partir de la entrepierna...

Durero: Pareja, (1523).

Desde el principio, y hasta la entrada en este mundo de un erotismo lejano y a menudo brutal, nos encontramos ante la horrible relación entre el erotismo y el sadismo.

En las obras de Alberto Durero, el vínculo entre erotismo y sadismo apenas es menos patente que en las obras de Cranach o de Baldung Grien. Pero Baldung Grien vincula la atracción del erotismo a la muerte —y no al dolor—, a la imagen de una muerte todopoderosa que nos aterra, pero que nos arrastra mediante el pavoroso hechizo de la brujería. Más adelante, estas asociaciones desaparecerían: ¡El Manierismo liberó la pintura! Pero el erotismo verdaderamente libertino no se abrió paso, seguro de sí mismo, hasta el siglo XVIII.

Cranach: Muerte de Lucrecia, una de
las cinco pintadas por Cranach.

Museo de Besançon.

Las lágrimas de Eros
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