INTRODUCCIÓN

339§ 1. Concepto de filosofía trascendental

1) Todo el saber se basa en la coincidencia de algo objetivo con algo subjetivo. En efecto, sólo se sabe lo verdadero, y la verdad es puesta generalmente en la coincidencia de las representaciones con sus objetos.[6]

2) Podemos denominar naturaleza al conjunto de todo lo meramente objetivo en nuestro saber; el conjunto de todo lo subjetivo, por el contrario, se llama el Yo o inteligencia. Ambos conceptos se contraponen. La inteligencia es pensada originariamente como lo meramente representante, la naturaleza como lo meramente representable, aquélla como lo consciente, ésta como lo no consciente (Bewusstlose).[7] Ahora bien, en todo saber es necesario un encuentro recíproco de ambos (de lo consciente y de lo no consciente en sí). La tarea es explicar este encuentro.

3) En el saber mismo —mientras yo sé— lo objetivo y lo subjetivo están tan unidos que no se puede decir a cuál de los dos corresponde la prioridad. Aquí no hay ni primero ni segundo, ambos son uno y a la vez. Cuando quiero explicar esta identidad, ya tengo que haberla suprimido. Para explicarla, puesto que no se me da nada aparte de esos dos factores del saber (en cuanto 340// principio explicativo), tengo necesariamente que anteponer el uno al otro, partir de uno para desde él llegar al otro. De cuál de los dos he de partir no está determinado por la tarea.

4) Así pues, sólo son posibles dos casos:

A) O se establece lo objetivo como lo primero y se pregunta cómo le adviene algo subjetivo que coincide con él.[8]

El concepto de lo subjetivo no está contenido en el concepto de lo objetivo, más bien ambos se excluyen mutuamente. Por consiguiente, lo subjetivo ha de agregarse a lo objetivo. En el concepto de naturaleza no está que haya también algo inteligente que la represente. La naturaleza, así parece, sería aun cuando no hubiera nada que la represente. Por tanto, la tarea puede ser enunciada también así: ¿cómo se añade lo inteligente a la naturaleza o cómo sucede que la naturaleza es representada?

La tarea considera a la naturaleza o lo objetivo como lo primero. Sin duda, pues, ésta es tarea de la ciencia de la naturaleza, que lo realiza. Aquí sólo se puede mostrar brevemente que la ciencia de la naturaleza al menos se acerca realmente —y sin saberlo— a la resolución de esa tarea.

Si todo saber tiene, por decirlo así, dos polos que se presuponen y exigen mutuamente, entonces deben buscarse en todas las ciencias. De aquí que deba haber necesariamente dos ciencias fundamentales y haya de ser imposible partir de un polo sin ser impulsado hacia el otro. La tendencia necesaria de toda ciencia de la naturaleza es, por tanto, llegar de la naturaleza a lo inteligente. Esto y no otra cosa está a la base del esfuerzo (Bestreben) de teorizar los fenómenos naturales. La más alta perfección de la ciencia de la naturaleza sería la espiritualización perfecta de todas las leyes naturales como leyes del intuir y del pensar. Los fenómenos (lo material) han de desaparecer totalmente y sólo las leyes (lo formal) permanecer. Por eso sucede que a medida que lo legal se abre paso en la naturaleza, 341// va desapareciendo la envoltura,[9] se espiritualizan más los fenómenos mismos y acaban por cesar enteramente. Los fenómenos ópticos no son otra cosa que una geometría cuyas líneas son trazadas por la luz y esta misma luz es ya de una materialidad ambigua. En los fenómenos del magnetismo desaparece toda huella material, y de los fenómenos de gravitación, que incluso los investigadores de la naturaleza creían poder comprender sólo como una influencia inmediatamente espiritual, no queda más que su ley, cuya realización a gran escala es el mecanismo de los movimientos celestes. La teoría acabada de la naturaleza sería aquella en virtud de la cual toda la naturaleza se resolviera en una inteligencia. Los productos muertos y carentes de conciencia de la naturaleza son sólo sus fracasados intentos por reflejarse a sí misma, y la llamada naturaleza inanimada (todte) es en general una inteligencia inmadura, por tanto, en sus fenómenos aún no conscientes se entrevé ya el carácter inteligente. La naturaleza alcanza por primera vez su meta más elevada, hacerse ella misma enteramente objeto, en la más alta y última reflexión, que no es otra cosa que el hombre o, en sentido más general, lo que llamamos razón, por la cual la naturaleza retorna por primera vez enteramente a sí misma y se hace manifiesto que ella es originariamente idéntica con lo que en nosotros es conocido como inteligente y consciente.

Espero que esto sea suficiente para probar que la ciencia de la naturaleza tiene la tendencia necesaria a hacer inteligente la naturaleza. Precisamente por esta tendencia se convierte en filosofía de la naturaleza, que es una de las ciencias fundamentales necesarias de la filosofía.

B) O se establece lo subjetivo como primero y la tarea es ésta: cómo le adviene algo objetivo que coincide con él.

342Si todo saber se basa en la coincidencia de ambos,[a] [10] entonces la tarea de explicar esta coincidencia es sin duda la más elevada con respecto a todo saber y si, como se concede generalmente, la filosofía es la más alta y encumbrada de todas las ciencias, ésta es sin duda la tarea principal de la filosofía.

Pero la tarea exige sólo una explicación de ese encuentro en general y deja enteramente indeterminado de dónde parte la explicación, qué es lo que ella debe establecer como primero y qué como segundo. Y ya que ambos opuestos son mutuamente necesarios, el resultado de la operación ha de ser el mismo, sea cual sea el punto del que se parta.

Establecer lo objetivo como primero y derivar de él lo subjetivo es, como se acaba de mostrar, la tarea de la filosofía de la naturaleza.

Así pues, si hay una filosofía trascendental, sólo le queda la dirección opuesta: partir de lo subjetivo como lo primero y absoluto y dejar surgir lo objetivo de él. En estas dos posibles direcciones de la filosofía se han dividido, por tanto, filosofía de la naturaleza y filosofía trascendental, y si toda filosofía ha de partir de ahí, o hacer de la naturaleza una inteligencia o de la inteligencia una naturaleza, entonces la filosofía trascendental, que tiene esta última tarea, es la otra ciencia fundamental necesaria de la filosofía.

§ 2. Corolarios

Con lo dicho hasta aquí no sólo hemos deducido el concepto de filosofía trascendental sino que, al mismo tiempo, hemos proporcionado al lector una visión de todo sistema de la filosofía, que, como se ve, es realizado por dos ciencias fundamentales, opuestas entre sí en el principio y la dirección, que se buscan y se complementan recíprocamente. Aquí no se ha de exponer todo el sistema de la filosofía, sino sólo una de sus ciencias 343// fundamentales y, en primer lugar, se la ha de caracterizar con mayor precisión conforme al concepto deducido.[b]

1) Si para la filosofía trascendental lo subjetivo es lo primero y el único fundamento de toda realidad, único principio de explicación de todo lo demás (§ 1), ella comienza necesariamente con la duda universal sobre la realidad de lo objetivo.

Así como el filósofo de la naturaleza, dirigido sólo a lo objetivo, procura ante todo impedir cualquier intromisión de lo subjetivo en su saber, el filósofo trascendental, por el contrario, nada procura tanto como impedir toda intromisión de lo objetivo en el principio puramente subjetivo del saber. El medio para eliminarlo es el escepticismo absoluto —no el escepticismo medio, dirigido sólo contra los prejuicios comunes de los hombres sin fijarse nunca en el fundamento, sino el radical, que no se dirige contra los prejuicios particulares sino contra el prejuicio fundamental, con el cual han de caer por sí mismos todos los demás. En efecto, aparte de los [prejuicios] artificiales incorporados en el hombre, hay otros más originarios, no puestos en él por enseñanza o arte sino por la misma naturaleza, que, para todos [los hombres], excepto para el filósofo, ocupan el lugar de los principios de todo el saber y para el simple libre-pensador (Selbstdenker)[11] valen incluso como piedra de toque de toda verdad.

El único prejuicio fundamental al cual se reducen todos los demás no es otro sino el de que hay cosas fuera de nosotros; una aseveración que, al no basarse ni en razones ni en conclusiones (pues no hay ni una sola prueba convincente) ni poder ser, sin embargo, eliminada por ninguna prueba contrapuesta (Naturam furca expellas, tamen usque redibit[12] [*]), reclama una certeza inmediata; y no obstante, no puede ser considerada más que como un prejuicio, a saber, como uno innato y originario, pero no por eso menos prejuicio, 344// puesto que ella se relaciona con algo completamente distinto de nosotros e incluso contrapuesto, de lo cual no se ve en absoluto cómo pueda llegar a la conciencia inmediata.

La contradicción de que un principio no pueda ser inmediatamente cierto según su naturaleza y, sin embargo, sea admitido como tal ciegamente y sin fundamentos no la sabe solucionar el filósofo trascendental sino presuponiendo que ese principio, de modo oculto y sin que se vea hasta ahora, más que tener relación con algo inmediatamente cierto, es idéntico, uno y el mismo que él. Mostrar esta identidad será propiamente la ocupación de la filosofía trascendental.

2) Ahora bien, incluso para el uso común de la razón no hay nada inmediatamente cierto excepto la proposición «Yo soy»[*] la cual, ya que pierde el significado fuera de la conciencia inmediata misma, es la más individual de todas las verdades y el prejuicio absoluto que ha de ser aceptado en primer lugar si alguna otra cosa debe ser cierta. Así también la proposición «hay cosas fuera de nosotros» llega a ser cierta para el filósofo trascendental sólo por su identidad con la proposición «Yo soy» y su certeza también será igual a la certeza de la proposición de la cual toma la suya.

Según esto, el saber trascendental se distinguiría del saber común en dos puntos:

Primero, en que para él la certeza de la existencia de las cosas exteriores es un mero prejuicio que sobrepasa para buscar sus fundamentos. (Para el filósofo trascendental no puede tratarse nunca de probar la existencia de las cosas en sí, sino sólo de probar que aceptar como reales los objetos externos es un prejuicio natural y necesario.)

Segundo, en que separa ambas proposiciones «Yo soy» y «hay cosas fuera de mí», las cuales se mezclan en la conciencia común. Las separa (presuponiendo la una para la otra) precisamente para poder probar su identidad y mostrar realmente su conexión inmediata, 345// que sólo es sentida en la conciencia común. Por el acto mismo de esta separación, si es completo, el filósofo se traslada al modo trascendental de consideración, que no es en absoluto un modo natural sino artificial.

3) Como para el filósofo trascendental sólo lo subjetivo tiene realidad originaria, establecerá inmediatamente como objeto también sólo lo subjetivo en el saber: lo objetivo llegará a ser objeto para él sólo indirectamente y en vez de desaparecer el saber mismo (el acto de saber) en el objeto, como en el saber común, en el trascendental, por el contrario, el objeto como tal desaparecerá en el acto de saber. El saber trascendental es, por tanto, un saber del saber en la medida en que es puramente subjetivo.

Así por ejemplo, de la intuición sólo llega a la conciencia común lo objetivo, el intuir mismo se pierde en el objeto; mientras que el modo trascendental de consideración descubre más bien lo intuido sólo a través del acto del intuir. Así pues, el pensar común es un mecanismo en el cual dominan conceptos, pero sin ser distinguidos como conceptos, mientras que el pensar trascendental interrumpe ese mecanismo y al ser consciente del concepto como acto se eleva al concepto del concepto. En el actuar común se olvida el actuar mismo en favor del objeto de la acción; el filosofar es también un actuar, mas no solamente un actuar sino a la vez un constante autointuirse en este actuar.

Por tanto, la naturaleza del modo trascendental de consideración ha de consistir en general, en que en él también es traído a la conciencia y objetivado lo que en todo otro pensar, saber o actuar rehuye la conciencia y es absolutamente no objetivo; en una palabra ha de consistir en que lo subjetivo se objetiva continuamente a sí mismo.

El arte trascendental consistirá precisamente en la habilidad de mantenerse constantemente en esta duplicidad del actuar y del pensar.

346§ 3. División provisional de la filosofía trascendental

Esta división es provisional porque los principios de la división sólo pueden ser deducidos en la ciencia misma.

Volvemos al concepto de ciencia.

La filosofía trascendental tiene que explicar cómo es posible el saber en general, con el supuesto de que lo subjetivo es tomado en él como lo dominante o lo primero.

No es, por tanto, una parte aislada ni un objeto particular del saber sino el saber mismo y el saber en general lo que ella establece como su objeto.

Ahora bien, todo saber se reduce a ciertas convicciones originarias o prejuicios originarios. La filosofía trascendental ha de reducir estas convicciones particulares a una única convicción originaria; ésta, de la cual se deducen todas las otras, es expresada en el primer principio de esta filosofía, y la tarea de encontrar semejante [principio] no significa otra cosa que encontrar lo absolutamente cierto por lo cual toda otra certeza está mediada.

La división de la filosofía trascendental misma es determinada por esas convicciones originarias a cuya validez recurre. Estas convicciones han de buscarse ante todo en el entendimiento común. Si nos volvemos a trasladar, pues, al punto de vista de la opinión común, se encuentran las siguientes convicciones hondamente enterradas en el entendimiento humano:

A) Que no sólo existe un mundo de cosas fuera e independiente de nosotros sino que también nuestras representaciones coinciden con ellas, tal que no hay en las cosas nada más que lo que representamos en ellas. Lo que hay de necesidad en nuestras representaciones objetivas se explica porque las cosas son invariablemente determinadas y mediante esta determinación de las cosas son también indirectamente determinadas nuestras representaciones. Por esta convicción, la primera y la más originaria, se 347// determina la primera tarea de la filosofía: explicar cómo representaciones pueden coincidir absolutamente con objetos que existen con entera independencia de ellas.[13] Puesto que la posibilidad de toda experiencia se basa en la aceptación de que las cosas son precisamente como las representamos, por consiguiente, de que sin duda conocemos las cosas como son en sí (pues, ¿qué sería la experiencia y hacia dónde se extraviaría, por ejemplo, la física sin este presupuesto de la identidad absoluta del ser y del aparecer?), la resolución de esta tarea es idéntica a la de la filosofía teórica, la cual tiene que investigar la posibilidad de la experiencia.

B) La segunda convicción, asimismo originaria, es que representaciones que surgen en nosotros sin necesidad, por libertad, pueden pasar del mundo del pensamiento al mundo real y alcanzar realidad objetiva.

Esta convicción se contrapone a la primera. Según aquélla se acepta que los objetos son invariablemente determinados y por ellos, nuestras representaciones; según la otra, que los objetos son modificables, a saber, por la causalidad de representaciones en nosotros. Según la primera convicción tiene lugar un tránsito del mundo real al mundo de la representación, o sea, la representación es determinada por algo objetivo; según la segunda, hay un tránsito del mundo de la representación al real, o sea, lo objetivo es determinado por una representación (libremente esbozada) en nosotros.

Por esta segunda convicción se determina un segundo problema, a saber, cómo es modificable algo objetivo por algo meramente pensado tal que coincida perfectamente con lo pensado.

Puesto que la posibilidad de todo actuar libre descansa en ese presupuesto, la resolución de esta tarea es la filosofía práctica.

C) Pero con estos dos problemas nos vemos enredados en una contradicción. Según B se exige un dominio del pensamiento (de lo ideal) sobre el mundo sensible; pero ¿cómo es pensable este dominio si (según A) la representación sólo es, ya en su origen, la esclava de lo objetivo? Por el contrario, si el mundo real es 348// algo completamente independiente de nosotros, según lo cual (como su modelo originario) se ha de regir nuestra representación (según A), entonces es incomprensible cómo a su vez el mundo real puede ajustarse a representaciones en nosotros (según B). En una palabra, con la certeza teórica se nos pierde la práctica y con la práctica, la teórica; resulta imposible que haya al mismo tiempo verdad en nuestro conocimiento y realidad en nuestro querer.

Si hay en general una filosofía, esta contradicción ha de ser resuelta, y la resolución de este problema o la respuesta a la cuestión: ¿cómo pueden pensarse las representaciones rigiendo a los objetos y a la vez los objetos rigiendo a las representaciones?, no es la primera, pero sí la tarea suprema de la filosofía trascendental.

Es fácil comprender que este problema no puede ser resuelto en la filosofía teórica ni en la práctica, sino en una más alta que sea el mediador que enlace a ambas, ni teórica ni práctica, sino ambas cosas a la vez.

No se puede comprender cómo el mundo objetivo se acomoda a representaciones en nosotros y que, al mismo tiempo, nuestras representaciones lo hagan según el mundo objetivo, si no existe entre esos dos mundos, el ideal y el real, una armonía preestablecida.[14] Pero esta armonía preestablecida no es ella misma pensable si la actividad por la que es producido el mundo objetivo no es originariamente idéntica a la que se manifiesta en el querer, y viceversa.

Pues bien, la actividad que se manifiesta en el querer es una actividad productiva; todo actuar libre es productivo, productivo sólo con conciencia. Si se establece ahora (ya que ambas actividades han de ser una sólo en el principio) que la misma actividad que es productiva con conciencia en el actuar libre es productiva sin conciencia en la producción del mundo, entonces aquella armonía preestablecida es real y la contradicción resuelta.

Si se establece que todo se comporta realmente así, entonces esa 349// identidad originaria entre la actividad ocupada en producir el mundo y la que se manifiesta en el querer se presentará en los productos de la primera y estos productos habrán de aparecer como productos de una actividad simultáneamente consciente y no consciente.

La naturaleza, como totalidad y en sus productos particulares, tendrá que aparecer como una obra producida con conciencia, pero al mismo tiempo como producto del más ciego mecanismo; ella es teleológica (Zweckmässig) sin ser explicable teleológicamente. Por tanto, la filosofía de los fines de la naturaleza, o teleología, es ese punto de unión de la filosofía teórica y la filosofía práctica.

D) Hasta aquí se ha postulado sólo en general la identidad de la actividad no consciente, que ha producido la naturaleza, y la consciente, que se manifiesta en el querer, sin haber decidido dónde cae el principio de esa actividad: si en la naturaleza o en nosotros.

Ahora bien, sólo se puede considerar acabado el sistema del saber cuando retorna a su principio. Por consiguiente, la filosofía trascendental sólo estaría terminada cuando pudiera demostrar en su principio (en el Yo) aquella identidad —la suprema solución de todo su problema—.

Se postula, pues, que en lo subjetivo, en la conciencia misma, se presenta esa actividad que es a la vez consciente y carente de conciencia.

Semejante actividad es únicamente la estética y toda obra de arte sólo es comprensible como producto de tal actividad. El mundo ideal del arte y el real de los objetos son, por tanto, productos de una y la misma actividad; el encuentro de ambas (la consciente y la no consciente) sin conciencia proporciona el mundo real, con conciencia el mundo estético.

El mundo objetivo es sólo la poesía originaria,[15] aún no consciente, del espíritu; el organon general de la filosofía —y el coronamiento de toda su bóveda— es la filosofía del arte.

350§ 4. Órgano de la filosofía trascendental

1) El único objeto inmediato de la consideración trascendental es lo subjetivo (§ 2); el único órgano de este modo de filosofar es el sentido interno, y su objeto es tal que no puede llegar a ser nunca objeto de la intuición externa, como [sí ocurre con] el de la matemática. Ciertamente el objeto de la matemática está tan poco fuera del saber como el de la filosofía. Toda la existencia de la matemática se basa en la intuición, por tanto, ella existe sólo en la intuición, pero esta intuición misma es externa. A esto se añade que el matemático nunca tiene que habérselas directamente con la intuición misma (con la construcción) sino sólo con lo construido, lo cual, en efecto, puede ser presentado exteriormente, mientras que el filósofo sólo se fija en el acto mismo de la construcción, que es absolutamente interior.

2) Además, los objetos del filósofo trascendental no existen sino en cuanto son producidos libremente. No se puede forzar a producirlos como se puede obligar a intuir interiormente una figura matemática mediante su trazado exterior. Asimismo,[*] toda la realidad de un concepto filosófico se basa únicamente en el sentido interno, así como la existencia de una figura matemática se basa en el sentido externo. Todo el objeto de esta filosofía no es otro que el actuar de la inteligencia según leyes determinadas. Este actuar es sólo comprensible por propia intuición interior inmediata, y ésta, a su vez, es posible sólo por producción. Pero esto no es suficiente. En el filosofar no se es meramente el objeto sino siempre [y] al mismo tiempo el sujeto de la consideración. Así pues, para la comprensión en la filosofía son indispensables dos condiciones: primero, que se esté en una actividad interior constante, en un constante producir de esas acciones originarias de la inteligencia; segundo, que uno se comprenda en constante reflexión sobre este producir, en una palabra, 351// que se sea siempre al mismo tiempo lo intuido (productor) y lo intuyente.

3) Por esta continua duplicidad del producir y del intuir debe llegar a ser objeto lo que de otro modo no sería reflejado (reflektiert)[*] por nada. No puede probarse aquí, pero sí en lo que sigue, que esta reflexión de lo absolutamente inconsciente (Unbewußten) y no objetivo sólo es posible por un acto estético de la imaginación. Además, por lo que aquí ya se ha probado, queda de manifiesto que toda la filosofía es productiva. Por consiguiente, la filosofía, al igual que el arte, descansa en la facultad productiva y la diferencia entre ambas se basa sólo en la distinta dirección de la fuerza productiva. Pues en vez de dirigirse la producción, como en el arte, hacia fuera, a fin de reflejar lo inconsciente a través de productos, la producción filosófica se encamina directamente hacia dentro para reflejarlo en una intuición intelectual. El verdadero sentido para comprender este modo de filosofía es, por tanto, el estético y, precisamente por eso, la filosofía del arte es el verdadero organon de la filosofía (§ 3).

Sólo hay dos caminos para salir de la realidad común: la poesía, que nos traslada a un mundo ideal, y la filosofía, que hace desaparecer totalmente ante nosotros el mundo real. No se ve por qué el sentido para la filosofía deba estar más extendido que el de la poesía, especialmente entre la clase de hombres que han perdido completamente el órgano estético, ya sea por el trabajo de la memoria (nada mata más inmediatamente lo productivo) o por una especulación muerta que aniquila toda imaginación.

4) Es innecesario detenerse en los tópicos sobre el sentido de la verdad sin preocuparse en absoluto de los resultados, aunque cabría preguntar qué otra convicción puede ser aún [más] sagrada para quien apela a la más cierta (que existen cosas fuera de nosotros). Antes podemos echar una mirada sobre las denominadas exigencias del entendimiento común.

El entendimiento común no tiene en asuntos de filosofía otra 352// exigencia que la de que todo objeto de investigación tiene que ser explicado perfectamente.

No se trata de probar que sea verdadero lo que el [entendimiento común] tiene por verdadero, sino sólo de descubrir la inevitabilidad de sus ilusiones. Aquí se mantiene que el mundo objetivo sólo pertenece a las limitaciones necesarias que hacen posible la autoconciencia (el Yo soy); para el entendimiento común es suficiente si desde este mismo punto de vista se deduce a su vez la necesidad de sus limitaciones.

A este respecto es necesario no sólo que el motor (Triebwerk) interior de nuestra actividad espiritual se haga patente y se descubra el mecanismo del representar necesario, sino que se muestre también mediante qué peculiaridad de nuestra naturaleza es necesario que lo que tiene realidad sólo en nuestro intuir nos sea reflejado como algo existente fuera de nosotros.

Así como la ciencia de la naturaleza produce el idealismo a partir del realismo espiritualizando las leyes naturales en leyes de la inteligencia o asociando lo formal a lo material (§ 1), del mismo modo la filosofía trascendental produce el realismo a partir del idealismo al materializar las leyes de la inteligencia en leyes naturales o asociar lo material a lo formal.