¡LA INCONTENIBLE MAREA
DEL CIBERESPACIO
HA COMENZADO!
La movilización popular se ha iniciado.
Los que siguen especulando en los estertores de la «globalización», los de Davos… están, en general, fuera de la nueva realidad: los ciudadanos empiezan a expresarse a través de la moderna tecnología de la comunicación. El tiempo de la resignación y del silencio ha concluido.
No han sabido escuchar: hace años que vengo repitiendo, con muchos otros, que la participación no presencial a través de la telefonía móvil y de Internet representaba un hecho histórico que ampliaba sobremanera la capacidad «democrática» de la ciudadanía, ceñida hasta entonces, en el mejor de los casos, a la votación en las urnas. Pero — añadía— una democracia genuina no consiste sólo en ser contado en las elecciones, sino en contar, en ser tenido en cuenta permanentemente. ¡La voz del pueblo! «¡Nosotros, los pueblos!», como lúcidamente proclama la Carta de las Naciones Unidas.
Unas Naciones Unidas que han sido postergadas, por cierto, a ser una agencia humanitaria internacional y un refugio institucional de conveniencia, confiriendo el poder a los grupos integrados por los países más ricos (G-6, G-7, G-8… G-20). Desde que, mediada la década de los 80, el mercado sustituyó a los valores (justicia social, equidad, solidaridad, etc.), y la plutocracia a la «democracia» que representaban las Naciones Unidas, estaba claro que las asimetrías se agrandarían, que se deslocalizaría la producción, de una vez por todas, que los tráficos a escala supranacional (drogas, armas, personas…) no tendrían castigo, que los flujos financieros no se regularían…
Pero en vano.
En muchos países —¡hasta en Irán!— se empezó a ver la capacidad movilizadora del ciberespacio. Ahora se extiende por el Magreb. Ojalá sea pacífica y no se reprima violentamente, lo cual debería haber sido previsto.
Y, sobre todo, que se adopten rápidas medidas por parte de los grandes responsables de la situación actual, particularmente por el «gran dominio» (energético, militar, económico, mediático). Cuando se desmoronó el Muro de Berlín y, con él, por la magia de Mikhail Gorbachov, el imperio soviético, advertí que si no se enderezaban rápidamente las tendencias pasaría lo mismo, en pocos años, con el imperio «occidental»: «Se ha hundido un sistema que, basado en la igualdad, se olvidó de la libertad. Ahora, si no cambia radicalmente, se hundirá un sistema que, basado en la libertad, se ha olvidado de la igualdad. Y de la justicia».
Los explotados, los frustrados, los pobres y empobrecidos, los humillados pueden ahora hacerse oír y «ver». Hasta hace poco el ámbito era local y las causas de las protestas eran también «locales». Ahora son causas mundiales y el acoso intolerable de los mercados sobre la acción política se ha generalizado.
¡Qué fácil resulta hoy comprobar que los mismos que han provocado esta situación acosan ahora a los líderes de los países afectados por la «marea»! Será mejor que vayan tomando inmediatas decisiones correctoras, porque la movilización ciudadana ya no se detendrá.
Nos acallaron pensando que nuestra voz era a-utópica, irrelevante, molesta pero modesta… en lugar de darse cuenta de que se trataba de un proceso de movilización progresiva a todas las escalas.
Recuerdo cuando, hace ya muchos años, nos llamaban «buenones» a quienes, desde posiciones de responsabilidad mundial, preconizábamos la rápida reforma de las Naciones Unidas para que el papel de la ciudadanía que el Sistema de Naciones Unidas representa y promueve, y que está inspirado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se convirtiera en realidad.
No miren ahora hacia otro lado. Más vale prevenir que remediar. Aceleren el cambio. Se producirá de todas maneras. Piensen en la incontenible marea…