¡BASTA!
Ha llegado el momento de plantarse, de decir con serenidad y firmeza que la Humanidad no puede seguir padeciendo los inacabables estertores de un sistema que ha desembocado en la gravísima y múltiple crisis actual (social, financiera, alimentaria, medioambiental, política, democrática, ética…).
Ha llegado el momento de la movilización ciudadana frente al «gran dominio» (económico, energético, militar, mediático), de tal modo que se inicie sin demora la gran transición desde una economía de especulación y guerra (4.000 millones de dólares al día en armas y gastos militares al tiempo —no me cansaré de insistir en ello— que mueren de hambre más de 70.000 personas) a una economía de desarrollo global sostenible que reduzca rápidamente los enormes desgarros, las asimetrías sociales y el deterioro progresivo (que puede alcanzar límites irreversibles) del entorno ecológico.
Ha llegado el momento de impedir y sancionar el acoso que el «mercado», a través de conspicuas agencias de «calificación», ejerce sobre los políticos, «rescatadores» empobrecidos que deben aplicarse, a riesgo de hundimiento financiero, en recortar sus presupuestos. Los que preconizaban «menos Estado y más mercado», asegurando que éste se autorregularía y que se eliminarían los paraísos fiscales, deben rectificar públicamente y corregir los graves desperfectos ocasionados.
Ha llegado el momento de sustituir los grupos «plutocráticos» que iniciaron el Presidente Reagan y la Primer Ministro Thatcher, y que han demostrado su total inoperancia, por unas Naciones Unidas fuertes y dotadas de los recursos personales, técnicos y financieros que les permitan cumplir su alta misión de seguridad internacional; de garante de los principios democráticos; de libertad de expresión y de acceso a una información veraz; de acción coordinada para reducir el impacto de catástrofes naturales o provocadas; de atención medioambiental; de pautas de desarrollo social y económico oportunamente aplicadas…
Ha llegado el momento de convertirnos de súbditos en ciudadanos plenos; de silenciosos en participativos; de espectadores en actores… ahora que las posibilidades de participación no presencial que ofrecen las modernas tecnologías de la comunicación lo permiten.
Ha llegado el momento, sobre todo, de desentumecer, a través del ciberespacio, nuestros cuerpos amilanados; de despertar en un nuevo día en que las riendas de nuestro destino común ya no estén en las mismas seculares manos.
La comunidad académica, científica, artística, intelectual en suma, debe liderar este proceso que permitirá en menos de diez años llevar a cabo el «nuevo comienzo» que la Carta de la Tierra preconiza.
Ha llegado el momento de plantarse, de alzarse —como nos pidió José Angel Valente en su verso—, de no cejar.
Ha llegado el momento.