CAPÍTULO 15
Arianna por fin se había dormido, solo había sido cuestión de tiempo que el agotamiento ganara contra su naturaleza testadura. Luchó contra ello durante un tiempo, pero al final sucumbió a las necesidades de su cuerpo. Estaba acurrucada en el sofá con la cabeza en el regazo de Braith y la mano enroscada en su muslo.
El hombre arrastró la mano por su cabello sedoso dejando que este se deslizara por sus dedos. Melinda lo observaba con interés, pero no protestó porque Braith siguiera negándose a desatar a Ashby. Puede que ella fuese su hermana, pero no iba a dejar que ellos lo superaran en número. No cuando la vida de Arianna estaba en juego.
A pesar de que había tensión en los ojos de Ashby, mantenía una postura casual y conservaba su aire travieso mientras Melinda se apoyaba en él.
―Nunca sospeché nada entre vosotros dos ―murmuró Braith.
―En esa época estaban pasando muchas cosas. ―La mirada de Melinda se desvió hacia Arianna―. Yo tampoco sospeché nada entre vosotros dos, pero, de todas formas, nunca pensé que fueras capaz de amar. Sobre todo no a una humana y sobre todo no a tu esclava de sangre, aunque me picaba la curiosidad, quería saber por qué habías tomado una finalmente. Ahora sé por qué.
Braith no se ofendió por sus palabras. Él tampoco había creído que fuese capaz de amar. Le importaba su hermano Jericho; incluso le importaba Melinda, aunque nunca la había conocido tan bien como a Caleb o a Natasha. Cuando Melinda regresó al palacio, había permanecido generalmente distante de sus otros hermanos. No obstante, ella no los conocía de verdad ya que había pasado sus primeros veintisiete de treinta años en el exilio, con su madre.
Para cuando Melinda regresó, la guerra se había desatado con toda su fuerza. Braith solo la había visto un puñado de veces antes de que perdiera su visión. Aunque ella había continuado madurando a lo largo del tiempo, la mayor parte de su crecimiento se había completado antes de que él se quedase ciego. No había cambiado mucho desde entonces. Incluso después de que él hubiese perdido la vista, solo había tenido contacto con ella una vez al mes, si acaso. Había supuesto que ella hacía las mismas cosas que Natasha. Que vagaba por el palacio disfrutando de los lujos y recreándose con la sangre.
Al parecer, en realidad había estado escapando a tierras salvajes para alimentarse y pasar tiempo con su amante. Melinda siempre le había parecido tan dulce y joven. Por lo visto su pintoresco rostro y su comportamiento sereno escondían una personalidad mucho más fuerte de lo que él había sospechado.
―¿Por qué seguiste volviendo al palacio? ¿Por qué no te quedaste aquí?
―Alguien tenía que traer a los esclavos y mantener a los lugareños de los alrededores tranquilos. Alguien tenía que asegurarse de que no mandaban nuevos guardias y, si lo hacían, teníamos que estar preparados para ocuparnos de ellos. Alguien tenía que espiar, ver si alguna vez tendríamos una oportunidad de escapar juntos, y ser libres al fin.
Braith asintió, impresionado por la astucia, osadía y habilidad de su hermana. También le causaba rechazo su manipulación y la frialdad con que reconocía sus engaños. Hizo una nota mental para no confiar en ella; no creía que fuese cruel por naturaleza, pero era más que evidente que haría cualquier cosa para mantener a Ashby a salvo, y Braith estaba seguro de que Ashby haría lo mismo por ella. No iba a quitarle la vista de encima a ninguno de ellos hasta que Jack llegase. Era la única forma en que se sentiría un poquito mejor por la seguridad de Arianna.
Arianna se removió; le oprimió el muslo con la mano.
―Sabes que no tienes ninguna posibilidad de conservarla como humana ―le dijo Ashby.
―No la cambiaré.
―Puede que no quieras cambiarla, puede que pienses que puedes evitar hacerlo, pero aquí todos sabemos la verdad, Braith. ¿Crees que puedes pasar los próximos cinco, diez, quince años arriesgando su vida y viéndola morir?
―Si he de hacerlo...
Ashby sacudió la cabeza y se apoyó contra la pared. La joven vampira permanecía en silencio. No había ofrecido más protestas a sus ataduras. Estaba hosca, resignada a permanecer atada por ahora.
―Solo estás en la etapa inicial, Braith. ―Ashby unió las manos y miró resueltamente a Braith―. ¿Crees que va a ser más fácil conforme pasen los años? El vínculo entre vosotros crece y se intensifica, se convertirá en algo tan intenso que te costará toda tu fuerza estar un segundo sin ella. Antes me preguntaste que a quién estaba esperando, ¿crees que era a la muchacha? ―Señaló con brusquedad a la joven vampira―. No, creí que era Melinda la que estaba en la puerta. ¿Sabes lo difícil que es verla volver allí? Me odio a mí mismo cada vez que se va de aquí, cada vez que vuelve a ese agujero depravado de mierda. Si alguna vez no volviera del palacio, iría allí en un santiamén y mataría a todo el mundo que encontrase en mi camino hasta que finalmente me derrotaran. Daría la bienvenida a la muerte que acabarían por darme. Ella es humana, Braith, tú vivirás con su mortalidad cada segundo de vuestra vida juntos. No serás capaz de soportarlo, puedo prometértelo.
Braith lo fulminó con la mirada.
―Soy más fuerte que tú.
Ashby resopló mientras se recostaba.
―Qué tontería. Eres más fuerte físicamente que todos, pero eres de lejos el más débil entre nosotros ahora mismo. Tu talón de Aquiles está tumbado en tu regazo, y si alguno de tus enemigos la atrapa, te controlarán por completo. Si la matan, estás acabado. Espabílate, Braith. Sí, eres más fuerte con ella en tu vida, pero también eres mucho más débil. Sobre todo si ella sigue siendo humana.
―No tengo mucha opción en ese aspecto.
―Mantenla humana hasta que decidas qué quieres hacer. Aunque, empiezo a sospechar que podría ser destruir a tu padre, ¿me equivoco?
Los ojos y la delicada boca de Melinda se abrieron de golpe.
―No ―exhaló.
Ashby le apretó las manos y sus brillantes ojos relucieron con entusiasmo.
―Sí, cariño, creo que Braith al final se ha dado cuenta de que hay algo más importante que el deber, el honor y la obediencia. ¿Verdad?
―No mataré a mi padre ―graznó él.
―No, ni siquiera estoy seguro de que pudieras hacerlo, pero otra vez tienes la ventaja de la vista, y supongo que él no lo sabe.
―No lo sabe ―le confirmó Melinda cuando Braith no dijo nada.
Ashby asintió y dio vueltas distraídamente con los dedos. Braith casi podía ver los engranajes girando en su retorcida mente.
―Tampoco matarías a Caleb. Pero si pudieras acabar con ellos, derrocar su gobierno, arrebatarles el control, lo harías. Si pudieras conseguir suficiente ayuda para hacerlo. Por eso has venido aquí.
Braith había olvidado lo perspicaz que Ashby era. En ese momento lo estaba sacando de quicio.
―Esperas que yo todavía tenga relación con las familias rebeldes que lucharon con la mía, y que, de algún modo, consiguieron evitar que las capturasen. Esperas que todavía conozca a algunos vampiros que podrían estar dispuestos a ayudarte. Y la única razón por la que querrías saber todo eso es que tuvieras la intención de derrocar al rey. ¿Me equivoco, Braith?
Braith volvió su atención a la ventana. No negaría las palabras de Ashby; tampoco las confirmaría. No había dejado el palacio con el objetivo de derrocar a su padre del poder. No había ido tras Arianna por esas cavernas porque hubiese decidido que iba a luchar; no la había liberado de allí con la intención de reclamar el trono algún día (todavía no estaba seguro de que fuese a hacerlo, dependía de Arianna). Solamente había pretendido llevarla a un lugar seguro, llevarla con gente que fuese capaz de protegerla, e intentar vivir una vida tranquila con ella.
Sin embargo, en algún momento, se había dado cuenta de que no había ningún lugar seguro para ella, y de que nadie podría protegerla, excepto él. Y si iba a mantenerla a salvo, entonces tendría que eliminar a su padre. Habría que establecer un poder nuevo, un sistema mundial nuevo.
―Esto va a ser interesante, una guerra civil ―reflexionó Ashby―. Una guerra civil en la que participará el régimen más poderoso que nunca nos haya gobernado. Una guerra entre el padre asesino y sanguinario, y el hijo que lo odia. Imagínate las consecuencias de algo así, imagínate el horror.
Braith se puso rígido y se volvió hacia ellos. Melinda irradiaba alivio, la esperanza brillaba en sus ojos.
―O imagínate lo maravilloso que sería ―susurró―. Imagínate la libertad que habría si se pudiera destrozar a un gobernante tan tiránico y despiadado.
―¿Tu amor hacia Ashby es lo que te ha vuelto tan en contra de nuestro padre? ―inquirió Braith.
Ella inclinó la cabeza y lo miró enarcando una oscura ceja. En aquel instante se dio cuenta de lo mucho que se parecía a su madre. Él nunca había pensado mucho en eso; en realidad nunca había pensado mucho en su madre, ya que se la habían arrebatado a una edad muy temprana. Su padre no le había permitido pasar demasiado tiempo con una mujer que pudiese mimarlo y debilitarlo. Lo mismo había sucedido con Caleb y Jericho. No estaba seguro cuándo se la habían quitado a Natasha, y Melinda todavía era una niña muy pequeña cuando su madre fue desterrada del castillo. Al rey no le había importado nada la niña más joven que se había ido con la mujer.
―No, Braith, ese no es el motivo. Yo siempre lo he odiado.
―No me di cuenta.
―No habrías podido. ―Braith la miró con fiereza durante un momento, pero Melinda no dio marcha atrás―. Estabas en tu propio mundo, Braith. Eras el príncipe, el futuro rey. No te interesaba tu hermana menor que de repente reapareció en tu casa. Y una vez que perdiste la vista, yo estuve todavía más lejos de tus pensamientos, de los pensamientos de todo el mundo. Nadie se daba cuenta de cuando desaparecía por un día o dos, o a veces hasta una semana seguida. Yo soy insignificante en ese palacio, siempre lo he sido, y eso me parece bien.
»Para ti fue mucho peor que para mí, incluso en los primeros años que pasé fuera de los muros de palacio. Comprendo que mis circunstancias eran mejores que el escrutinio y la nube constante de odio y decepción bajo la que tuviste que vivir. Tú nunca ibas a ser el monstruo en que padre intentaba convertirte. Daba igual lo mal que te tratara, daba igual lo a menudo que te pegara. Caleb debería haber sido el primogénito. Es el único que padre hubiese aprobado remotamente.
―Eso habría hecho las cosas más fáciles, y a padre más feliz ―asintió Braith sin sentir pena.
―Puede que Caleb sea más difícil de derrocar que padre. Si todavía no se ha dado cuenta, pronto sabrá que es el nuevo heredero legítimo. No renunciará a ello fácilmente, y lo que hará con ese poder...
Melinda se estremeció y apretó con más fuerza la mano de Ashby. Este parecía tan horrorizado como ella. Hasta la muchacha vampira los observaba con los ojos salidos y mirada frenética. Lo que Caleb podría hacer con ese poder haría que todo lo que su padre había hecho pareciera insignificante y pequeño. La sangre se derramaría libremente por las calles de palacio. El libertinaje y la muerte gobernarían.
―¿Cómo pudiste sobrevivir al día en que mataron a madre? ―inquirió Braith. Nunca antes se lo había preguntado, ni siquiera había pensado en ello, y tampoco le había dado muchas vueltas al hecho de que su hermana hubiese sobrevivido a la pelea que se había llevado a su madre.
Melinda cerró los ojos y puso las manos en puños sobre su regazo. El dolor brilló un momento en sus rasgos y el labio le tembló. Ashby apoyó la mano en su hombro y se lo apretó para tranquilizarla.
―¿No es evidente?
Braith se puso tenso, no se dio cuenta de que Arianna se había despertado hasta que la escuchó hablar. Tenía los ojos ligeramente hinchados por el sueño, pero estaban oscuros y revueltos por el dolor mientras se sentaba. Su pregunta flotaba en el aire y esperó expectante a que él dijera algo.
―No ―admitió, sintiendo que estaba decepcionándola de algún modo por no saber la respuesta.
La chica tenía los ojos llenos de tristeza y apoyó su manita en la cara del príncipe. Sin embargo, el dolor no era por ella, o ni siquiera por Melinda, era por él. Braith estaba aturdido por la pena que podía ver en su rostro. No lo entendía.
―Tu madre se sacrificó por Melinda.
Braith se sobresaltó. Miró con el ceño fruncido a Arianna, le agarró la mano y la apartó de su mejilla.
―¿Cómo puedes saber eso? ―exigió saber.
Los carnosos labios le temblaban, las lágrimas le ardían en sus preciosos ojos de zafiro.
―Porque así es como William y yo sobrevivimos.
Braith se quedó desconcertado. Se volvió hacia Melinda y le sorprendió encontrar a su hermana observando a Arianna con compasión.
―¿Es cierto? ―exigió saber―. ¿Nuestra madre se sacrificó por ti?
―Sí ―confirmó Melinda.
Braith asimiló despacio esta información. En realidad él no había conocido a su madre. Ella había sido amable con él durante el breve periodo de tiempo en que estuvieron juntos, pero no sabía cómo había sido la vida para ella dentro del palacio o fuera de él.
―¿Por qué haría algo así?
No fue Melinda quien respondió, sino Arianna.
―Por amor. Simple e incondicional.
Braith observó a Arianna, vio la necesidad en sus ojos, el deseo ardiente de que él lo entendiera. Y él lo entendía. Entendió la clase de amor de la que hablaba, lo que era morir por otra persona, porque él moriría por ella. Unos meses atrás, antes de haberla conocido, nunca habría llegado a comprender cómo podía alguien hacer algo así por otra persona. Ahora nada podría impedirle que le salvara la vida.
―Lo entiendo ―le aseguró. La sonrisa de la chica fue trémula. Una lágrima se le escapó. Él se la apartó con suavidad.
―¿Qué pasó?
Arianna se alejó de él, los ojos se le oscurecieron, los apartó corriendo y después volvió a deslizarlos hacia él. Apretó la mandíbula y sacó la barbilla con orgullo.
―Nuestro padre pensó que lo mejor sería escondernos, no en el bosque, sino en una casa. Pensaba que si estábamos fuera del bosque, si vivíamos una vida casi normal, estaríamos a salvo, y nos camuflaríamos. Vivimos allí alrededor de un año, y entonces un día las tropas vinieron a atacar el pueblo.
―Mi padre había construido una habitación pequeña para que todos nos escondiéramos en caso de que algo pasara. Era una especie de habitación del pánico: había comida, aire y agua para sobrevivir durante días. Podríamos habernos quedado allí hasta que los soldados se fueran, hasta que padre volviera. Podríamos habernos quedado todos en esa habitación.
Arianna juntó las oscuras cejas bruscamente. Tenía los labios apretados. El horror del recuerdo estaba grabado en sus rasgos y en sus preciosos ojos.
―¿Pero no lo hicisteis?
Aria se concentró en él, parpadeó y pareció que volvía al presente.
―No, no lo hicimos. ―Su tono fue cortante, duro; su voz entrecortada.
―¿Por qué?
Ella se humedeció los labios y arrugó la frente. Parecía confundida por la pregunta.
―Yo tampoco lo entendí en su momento. Nos puso a William y a mí en la habitación, nos dijo que nos quedáramos en silencio sin importar lo que pasara, sin importar lo que escucháramos, y entonces cerró la puerta.
Braith le cogió la mano cuando ella se estremeció.
―¿Y qué hicisteis vosotros?
Ella lo miró con impotencia.
―Nada, no hicimos nada. No había nada que pudiéramos hacer. Teníamos cuatro años, estábamos aterrorizados, y no sabíamos cómo salir de aquella habitación. Lo intentamos, pero no pudimos encontrar la salida, y entonces entraron en la casa. Nos sentamos en una esquina, nos abrazamos el uno al otro, y lloramos. Hicimos lo que nuestra madre nos dijo que hiciéramos, y escuchamos en silencio mientras la torturaban y mataban. Durante todo ese tiempo, ella juró que nos habíamos ido con nuestro padre, que no estábamos.
Braith no creía que la chica fuera consciente de las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas. No creía que fuera consciente de nada aparte del pasado en el que parecía estar atrapada. Un pasado que el habría hecho cualquier cosa por apartar de ella, pero no había nada que pudiera hacer. No había forma de corregir su pasado, ninguna forma de aliviar su dolor. Lo único que podía hacer era darle un futuro mejor.
La atrajo hacia sí y le acarició la nuca mientras le besaba la frente con ternura. Ella lo agarró por los antebrazos y se aferró a él como si fuera un bote salvavidas en el mar de su agonía.
―No podrías haber hecho nada más ―le aseguró.
La chica curvó los labios en una sonrisita, pero no había alegría en ella.
―Quizás sea cierto, pero nunca lo creeré.
Él cerró los ojos, disfrutando de su asombroso aroma. Ella lo envolvía, lo llenaba, aliviaba cada cosa horrible de su interior. Confiaba en que él le hiciera lo mismo a ella.
―¿Por qué no entró ella en la habitación? ―preguntó Ashby.
―Porque los soldados habrían destrozado la casa buscándolos a los tres, así que se sacrificó. Permitió que la torturaran hasta que quedaron convencidos de que sus hijos realmente no estaban allí, ¿verdad? ―inquirió Melinda.
Arianna asintió.
―Sí. Creo que fue por eso.
Braith pensó en la mujer que le había dado la vida a Arianna, la que había ayudado a concebirla y, al final, a salvarla. Le dio las gracias en silencio. Supuso que la persona orgullosa, valiente, generosa y fuerte que tenía delante era exactamente igual a como su madre había sido.
―¿Eso es lo que hizo tu madre? ―preguntó Arianna.
―Yo era mayor, ya no era una niña, apenas una adolescente cuando llegaron ―confirmó Melinda―. Mi madre consiguió llevarnos al piso de arriba antes de que invadieran nuestra casa. Nos metimos en una habitación trasera y, usando los muebles, bloqueó la puerta lo mejor que pudo. Me ayudó a salir por la ventana, me empujó hasta el pequeño tejado y me ayudó a deslizarme por el lateral. Me prometió que me seguiría antes de que llegara al suelo. En vez de eso, se escabulló otra vez por el tejado, cerró la ventana y echó el cerrojo. Para entonces yo ya podía escucharlos tirando la puerta abajo y apartando los muebles para llegar hasta ella, que luchó contra ellos para darme un poco más de tiempo para escapar.
»Intenté volver tras ella, pero me detuvieron cuatro de los sirvientes que teníamos. Madre siempre había sido buena con ellos, siempre los había tratado con respeto y amabilidad. A mí me había enseñado a hacer lo mismo, y a lo largo de los años nos convertimos más en una familia que otra cosa. Yo era joven, y, aunque ellos no eran vampiros fuertes, los cuatro me contuvieron. Me obligaron a irme lejos de ese lugar horrible. Uno de ellos volvió al día siguiente a por el cuerpo de madre.
»La enterramos en el bosque debajo de su sauce favorito y marcamos su tumba con una sencilla piedra.
Arianna frotó despacio los pulgares contra la mano de Braith, que lamentaba que Melinda hubiera sufrido tal pérdida, lamentaba que hubiese tenido que presenciarlo. Odiaba que su madre hubiese sido asesinada, que al final solo hubiese conocido terror, pero había algo más que Melinda había dicho que había captado su atención.
―No volviste al palacio hasta los veinte.
Melinda lo miró con el ceño fruncido.
―Lo sé.
―Entonces no eras una adolescente cuando murió.
―Tenía catorce años cuando la mataron, Braith.
Una extraña tensión crecía dentro de él. Nunca le había preguntado a Melinda su historia, nunca había pensado mucho en ella. Su madre, una mujer a la que apenas había visto en ochocientos años hasta su muerte, no había significado mucho para él. Pero seguía siendo su madre, y Melinda era su hermana. Necesitaba respuestas.
―¿Donde estuviste todos estos años Melinda? ―graznó. Arianna se removió con nerviosismo; sentía su tensión y su ira aumentando.
Melinda tragó con nerviosismo y Ashby le dio unas palmaditas en la mano para tranquilizarla.
―No pasa nada, Melinda, díselo.
―¿Decirme qué? ―La mujer continuó en silencio y Braith se puso en pie―. ¿Decirme qué? ―graznó.
―Braith, dale tiempo ―lo instó Arianna.
―¿Estuviste con los rebeldes? ¿Te capturaron después de que la enterraras? ―exigió saber.
―¿Los rebeldes? ―inquirió Melinda; su confusión era evidente.
―Los rebeldes que la mataron ―gruñó con impaciencia.
Melinda se mordió el labio, Arianna se puso en pie junto a él. El príncipe podía escuchar el furioso latido de su corazón, ella ya lo miraba con preocupación. La mano comenzó a temblarle en la suya.
―Nunca he dicho que la mataran los rebeldes, Braith ―susurró Melinda.
Algo se removió en los límites más alejados de su mente, algo oscuro y siniestro comenzó a abrirse camino a través de él. Braith enderezó los hombros y cogió fuerzas de la presencia de Arianna a su lado.
―¿Entonces, quién? ―exigió saber.
A Melinda le temblaba el labio. Ashby se había puesto de pie y caminó hacia adelante hasta situar su cuerpo delante del de Melinda, pero Braith no tenía ninguna intención de ir tras su hermana. Era la última cosa del mundo que haría.
―Fueron los hombres de padre, Braith. Fueron los guardias de padre los que vinieron a esa casa. Fue padre quien la mató. Yo no regresé al palacio hasta que me descubrieron por accidente diez años después. No tenía planeado volver nunca, odiaba a ese hombre, y estaba segura de que a mí también me mataría.
Braith estaba paralizado, no podía moverse por la indignación que se había apoderado de él.
―¿Dónde estuviste todo ese tiempo? ―preguntó Arianna.
―Escondida con nuestros sirvientes. Fue pura suerte que me atraparan, que me obligaran a volver allí. Me habían dado por muerta, aunque los guardias habían sido sinceros con padre y le habían dicho que no me habían visto. Supusieron que yo había muerto antes del ataque o que estaba en algún otro sitio y había muerto después. Les pareció poco probable que yo fuera capaz de sobrevivir y permanecer oculta por mi cuenta. Estaba en un pueblo que había sido considerado como posible amenaza de traidores. Cuando lo atacaron, mataron a mis sirvientes, a mi familia. Si Jericho no hubiese estado allí, probablemente a mí también me habrían matado, pero a pesar de todos los años que habíamos pasado separados, me reconoció.
―La sangre conoce a la sangre ―dijo Braith, Arianna se estremeció.
―Él es la razón por la que todavía estoy viva.
―¿Sabe lo que le pasó a nuestra madre?
Melinda tragó con dificultad. Ashby se estaba poniendo más nervioso.
―Se lo escondí al principio, pero cuando quiso traerme de vuelta al palacio, me negué a ir. Tenía miedo de padre, de lo que me haría. Me puse histérica cuando insistió en que tenía que regresar. Cuando trató de obligarme a volver, le solté toda la historia y le conté por qué no podía regresar. Él es el único que sabe la verdad.
»Me dijo que le dijese a padre que yo no había visto nada el día en que mataron a nuestra madre, que los sirvientes me habían llevado fuera de compras y que solo encontré el cuerpo de madre por la noche. Tenía que decirle que no había regresado al palacio porque no estaba segura de cómo llegar allí y me asustaba deambular demasiado lejos del único hogar que había conocido nunca. Me dijo que no dijera nada, pero tenía que llevarme de vuelta. Los otros guardias me habían visto, no había forma de que pudiese dejarme ir sin parecer sospechoso. Padre continuaría cazándome hasta que me descubriera de nuevo, y probablemente me mataría cuando me encontrara. Pero si yo volvía por mi cuenta, podría guardarme la información de lo sucedido para mí misma. Daba igual lo indignada y resentida que estuviera, no tenía más remedio que regresar. Lo único que podía hacer era esperar a que pudiese escapar algún día.
―Jack lo sabía ―grazno Braith―. Todo este tiempo.
―¿Jack? ―preguntó sorprendido Ashby.
―Jericho ―respondió Arianna cuando Braith se quedó en silencio.
Estaba furioso porque su padre hubiese hecho aquello y porque sus hermanos lo hubiesen mantenido en la inopia. Estaba furioso porque él hubiese estado al lado de su padre y hubiese sido un peón en todas sus mentiras y engaños. Entendía las razones por las que no se lo habían contado, pero le apetecía estrangularlos a todos por su hipocresía. No continuaría así. Puede que ya no fuera el heredero de su padre, pero todavía era un príncipe, todavía era el siguiente en la línea de sucesión. Corregiría todos los errores que tan ciegamente había seguido.
―Cuando Jericho vino a vivir con nosotros al bosque, cambio su nombre al de Jack. Así es como lo conocemos.
―Es lo que él es ―graznó Braith. Arianna lo miró con sorpresa. La chica lo sujetaba con manos firmes, cálidas y, oh, tan frágiles―. Es lo que ha sido desde que se encontró con Melinda. Hace solo seis años que pudo liberarse y convertirse oficialmente en Jack, y así permitió que ese otro lado de sí mismo saliera fuera. Dejó el palacio sin intención de regresar nunca.
La traición fue intensa y mucho más profunda de lo que se había esperado. Cuando Jack se llevó a Arianna, Braith supo que había cambiado, que ya no era el hermano que él siempre había conocido, pero Jack no había sido ese hermano desde hacía mucho más de lo que Braith había sospechado. Arianna se apoyó en él. Le soltó la mano y le envolvió el brazo con la cintura para colocarlo más cerca de ella. Apoyó la frente en su pecho. Él podía sentir su aflicción y sabía que era por él.
―¿Por qué no me lo dijisteis? ―exigió saber.
―Porque intentábamos mantenerte a salvo. Da igual lo poco que conocieras a nuestra madre, tu sentido del deber, tu sentido de la responsabilidad, tu sentido del honor te habrían conducido a ir a por padre, y él te habría matado. Decidimos esperar, aguardar la hora propicia hasta que pensásemos que de verdad podría haber una oportunidad de derrotar a padre.
―¿Y creéis que ahora es el momento?
Los ojos grises de Melinda parpadearon; la tristeza se arrastró a ellos.
―Si me lo hubieras preguntado hace cinco meses, te habría dicho que no, pero no supe que Jericho se había inmerso en la resistencia hasta que se la llevó a ella. Nunca me habría imaginado que tú decidirías renunciar a tu título por una humana. Eres un aliado poderoso, Braith, los rebeldes son aliados poderosos, y creo que incluso aunque no estuviéramos esperándolo, sí, este es el momento. Las cosas están cambiando rápidamente y no creo que haya ninguna forma de cambiar el curso de la corriente. Ahora ya no.
―¿Alguna vez me lo ibáis a decir?
―Algún día. No estábamos del todo seguros de cuándo, solo estábamos esperando el momento apropiado. Nunca esperé que fueras a enamorarte de una humana, tu esclava de sangre, y que ella fuera nada menos que una de las figuras más destacadas de la resistencia. ¿Cómo habría podido alguien predecir eso?
Braith tomó fuerzas de la presencia de Arianna de su amor y lealtad inquebrantables, pero no podía aliviar la traición que supuraba en su interior. Había creído que Caleb y Natasha eran los mentirosos y los manipuladores, pero por lo visto se había equivocado. Al parecer todos eran oscuros y retorcidos, cada uno a su propia manera. Todos habían tenido secretos y se los habían guardado para sí.
―Qué familia tan de confianza somos ―dijo arrastrando las palabras con sarcasmo.
―Solo intentábamos mantenernos tan seguros como fuera posible ―dijo Melinda―. Si padre hubiese descubierto algo... ―Se le apagó la voz. El horror le inundó la mirada y sacudió la cabeza―. Horrible, habría sido horrible.
Braith estuvo de acuerdo con ella, pero no estaba dispuesto a admitir nada.
―Vuestro padre usó la guerra como una excusa para matar a vuestra madre y, probablemente, a Melinda, pero ¿por qué? ―preguntó Arianna.
―Porque él no usó la guerra como una excusa para matar a nuestra madre, la usó como una excusa para empezar la guerra.
Arianna saltó por la sorpresa, pero Braith ya había percibido hacía unos pocos minutos que Jack se acercaba a ritmo constante.
Empujó con suavidad a Arianna hacia la pared y se dio la vuelta para hacer frente a su hermano. Sin embargo, no pudo detener el impulso instintivo de protegerla de las personas que habían entrado en la habitación. Incluso antes de que ella pronunciara la palabra «papá», supo de inmediato cuál de los hombres curtidos, incrédulos y enfurecidos era su padre.
Y ese hombre estaba lo bastante loco como para matar.