CAPÍTULO 13

 

Arianna seguía pálida y temblando. No había hablado desde que él le hizo aquella revelación. Apenas se había movido siquiera. De vez en cuando, lo miraba. Entonces los ojos se le oscurecían, y las manos, que tenía sobre su regazo, empezaban a temblarle otra vez. Era la humana más fuerte con la que él se había topado nunca, quizás el ser más fuerte con el que había tenido contacto, pero su confesión, su franqueza, la habían desconcertado por completo.

Al igual que su intención de quitarle la humanidad.

No era algo que él estuviese deseando hacer, pero era algo que tenía que hacer. Algo que iba a hacer. Se dio cuenta de que solo esperaba que al final ella estuviera dispuesta. No sabía cómo afrontaría la situación de no ser así, cómo lo afrontaría si ella seguía siendo humana. Pero no podía correr el riesgo de perderla de nuevo. Cuando pensaba en las cosas que había hecho después de que ella lo dejara, sus acciones lo repugnaban. Le sorprendía la profundidad de su depravación; le sorprendía su ardiente necesidad de perderse en la sangre, el sexo y la muerte para intentar olvidarla. Nunca antes había experimentado la brutalidad voraz que entonces lo había envuelto. Lo había atrapado en una red de muerte que le había servido de poco para aliviar el tormento que residía en su alma.

Un tormento que ella le había infligido y solo ella podía aliviar. Braith se había dado cuenta de que solamente Aria podría sacarlo de aquel oscuro lugar. Un lugar al que había entrado varias veces aquel día, masacrando y matando a cualquiera que hubiese supuesto algún tipo de amenaza para la vida de la chica. Ella podía sacarlo del borde de la locura; ella le daba cierta clase de control sobre sí mismo. Pero era un control que se estaba desmoronando rápidamente.

Lo sabía, podía sentirlo en la médula de sus huesos. Ella sería su perdición, al igual que él sería la suya.

Ella era todo para él; era su luz en un mundo que antes había sido negro. No podía quedarse siendo humana, y él no estaba seguro de poder cambiarla. Había escuchado que se había hecho antes, pero nunca lo había presenciado, y él nunca había intentado tal hazaña. Era arriesgado, muchos no sobrevivían.

Estaba decidido a que ella sí lo haría.

―Braith ―Ashby lo miraba con recelo. Sin embargo, había algo en sus ojos, algo casi familiar. Braith dejó de dar vueltas e inclinó la cabeza para estudiar a su enemigo―. ¿En qué lío te has metido?

Braith se dirigió hacia la ventana. Apartó la cortina para echar un vistazo al día que amanecía. No esperaba que Jack llegase hoy, pero tal vez al caer la noche.

―¿Has renunciado a tu derecho al trono?

Braith se dio la vuelta cuando la joven vampira emitió un ruido de sorpresa. Le apretó las ataduras haciendo que le fuera casi imposible moverse. Las súplicas de Arianna le habían salvado la vida a la mujer; aunque a él no le costaría mucho cambiar de opinión.

―¿Eres el príncipe? ―le preguntó asombrada.

―No soy ningún príncipe ―gruñó Braith.

La muchacha tiró de las cuerdas, luchando por liberarse. Arianna la observó con fascinación, pero Braith no pudo ver la gran confusión que se agitaba tras sus ojos. No le gustaba lo que le había hecho a la muchacha, pero tampoco protestó. Parecía resignada al hecho de que la mujer permaneciera atada; aunque la vampira no se resignaba a esa situación y volvió los ojos hacia él.

―Así que el hijo le ha dado la espalda a su padre. Caleb debe de estar entusiasmado ―ronroneó Ashby―. ¿Qué pensará Jericho? ―Braith se quedó en silencio; Ashby pronto se enteraría de que Jericho había abandonado su puesto en el palacio antes que Braith―. Las calles de palacio se teñirían con el rojo de la sangre si Caleb llegara a ascender al trono.

Braith resopló con disgusto mientras negaba con la cabeza hacia Ashby.

―¿De verdad crees que mi padre está dispuesto a entregar su reinado?

―Creo que Caleb intentará quitárselo, cuando esté preparado.

―Puede que tengas razón.

―Será espantoso y violento.

―Lo será ―convino Braith.

La frustración destelló en los apuestos rasgos de Ashby.

―Sabes lo que pasará si Caleb está al mando. Sabes lo que hará. ¡Sabes qué le haría Caleb a esta cosita hermosa que has traído aquí!

―Primero tendrá que encontrarla.

Ashby se puso de pie. Dio un paso hacia adelante y se detuvo cuando las ataduras que lo rodeaban tiraron de él.

―Braith, estamos hablando de Caleb. Arrasará todas las ciudades para encontrarte, para asegurarse de que no vuelves e intentas reclamar tu derecho de nacimiento. Crees que tu padre es un sádico hijo de puta, pero no es nada comparado con Caleb.

―Conozco a mi familia, Ashby. ―La voz de Braith era baja, mortífera.

Ashby sacudió la cabeza.

―No tienes ni idea de la mancha que tienen en su alma ―le dijo Ashby―. De su crueldad e inmoralidad.

―¿Y tú sí? ―inquirió Braith.

El hombre meditó la pregunta.

―No nos volvimos en contra de tu familia porque la mía esperase tomar el mando o porque nos importasen los humanos. ―Arianna miró a Ashby con furia―. No queríamos nada de poder, Braith, eso lo sabes. Todos nosotros éramos un grupo tranquilo. El poder nunca fue nuestro objetivo; lo único que necesitábamos era diversión, libertad, que no hubiese restricciones. No era poder lo que buscábamos, Braith; no era salvar a la raza humana.

Braith se cruzó de brazos firmemente y se apoyó sobre los talones mientras estudiaba a su cuñado con desdén.

―Entonces, ¿qué es lo que queríais? ―preguntó.

―Paz, Braith, simplemente buscábamos paz. Las cosas estaban bastante bien antes de la guerra. ¿Y qué si los vampiros no se paseaban abiertamente en público? ¿A quién le importaba que tuviésemos que mantener nuestra identidad en secreto? A mí no ni a mi familia ni a vosotros. No es que no nos divirtiéramos, no es que no tomásemos todo lo que necesitábamos cuando lo necesitábamos. ¿Por qué alterar el equilibrio? ¿Por qué correr el riesgo de que todo saliese mal? ¿De que fuese incluso peor después?

»Y fue peor después. Para todo el mundo. Nos relegaron a estos puestos que ninguno de nosotros quería. Tú siempre habías sido el príncipe entre nuestra gente, pero sabes que nunca te ha gustado, y hasta la guerra nunca pensaste seriamente en lo que significaba. ¿Crees que disfruté estando casado con la zorra de tu hermana? Natasha podría chuparle la diversión a la persona más feliz; que era yo, hasta ese momento.

A Braith no le sorprendió encontrar a Arianna embelesada por lo que Ashby estaba diciendo. Quería sacarla de esa habitación y del veneno de Ashby, pero sabía que ella no se iría. Además, Ashby tenía razón, Natasha era fría, odiosa y casi tan retorcida como Caleb. Y aunque Ashby fuera amante de la diversión y disfrutara mucho de su parte de la sangre, nunca se había deleitado con la muerte, como tantos miembros de la familia de Braith habían hecho. Al igual que Braith lo había hecho.

―No necesitábamos poder, Braith, solo queríamos ser libres. Al parecer tú has decidido lo mismo o de lo contrario no estarías aquí.

Braith podía querer lo mismo, pero quería incluso más que Arianna fuese libre. Aspiraba a que ella experimentara un mundo que nunca había conocido, uno que fuese seguro, uno donde no tuviese que temer a su hermano o a su padre, uno donde no tuviese que temerlo a él.

―¿Vendrán aquí, Braith? ―inquirió Ashby preocupado.

―No lo sé ―admitió él.

Ashby dio un tirón de las cuerdas cuando se lanzó tambaleándose hacia adelante.

―¡No puedes dejarme aquí si vienen! Lamento lo que te pasó, siempre me gustaste, eso lo sabes. Fuiste una víctima desafortunada, Braith, tú no eras la víctima intencionada, sino tu padre.

―¿Y se supone que eso va a mejorar las cosas? ―ladró Braith.

―A ti tampoco te importaba el hombre ―replicó Ashby―. Yo viví entre esas paredes, te conozco desde una edad temprana, ¡sé lo que ese desgraciado te hizo! ¡Sé lo que has sufrido entre sus manos!

Arianna se giró despacio hacia él; todavía seguía extrañamente pálida y había un vacío en sus ojos que le hizo estremecerse. Aunque no le había ocultado del todo el maltrato que había sufrido por parte de su padre, tampoco había profundizado en el tema. Ella no tenía por qué saber nada acerca de ese horror, además de todo lo que ella había sufrido.

―¿Braith?

Él sacudió la cabeza; no iba a entrar en detalles al respecto, ahora no.

―¿Van a venir aquí? ―graznó la vampira. Al no haber respuesta, se lanzó tambaleándose hacia adelante y de su interior emergió un grito de terror. Intentó arrancar sus ataduras y tiró de ellas, la cabeza se le movía hacia atrás y hacia adelante mientras seguía gritando salvajemente. Arianna retrocedió. La mujer estaba desquiciada, loca, había extendido los colmillos y sus ojos eran de un feroz tono de rojo.

La mujer bien podría liberarse si continuaba así, e iría a por Arianna si lo hacía.

―¡No! ―gritó Arianna y se lanzó a sus pies cuando Braith avanzó hacia la vampira enloquecida. La chica tropezó, extrañamente torpe ya que el pie se le había quedado atrapado en la esquina de la mesa que tenía delante. Ashby se lanzó hacia ella y tiró de la joven hacia atrás cuando la vampira asestó un puñetazo que estuvo a centímetros de darle.

El rojo inundó la visión de Braith, la rabia se extendió por su cuerpo. Agarró a la vampira y la empujó bruscamente contra la pared. Usando a Arianna como un escudo contra Braith, Ashby la arrojó delante de él. Le envolvió el cuello con la mano y le echó la cabeza hacia atrás mientras la sujetaba firmemente. Un bramido de rabia emergió de Braith. Se fue hacia Ashby, decidido a destruir al hombre que sostenía a la única persona que a él le importaba ya.

Ashby no hizo ningún movimiento para hacerle daño, pero siguió plantado firmemente detrás de ella. Braith no podía llegar hasta él sin tener que pasar por encima de Arianna. La frustración lo inundó; podía sentir el aumento de la sed de sangre desgarrándolo.

―No soy tonto, Braith, no voy a matarla a menos que me obligues a hacerlo ―murmuró Ashby, asomando apenas la cabeza desde detrás de la espalda de Arianna―. Solo intento que hablemos de forma sensata, y que tú me escuches.

Arianna inclinó la barbilla y sus ojos resplandecieron de orgullo; era evidente que le irritaba haber sido atrapada y usada como un escudo. Intentó soltarse del agarre de Ashby, pero él no la iba a dejar ir.

―¡No tienes que maltratarme! ―le espetó.

La mano de Ashby disminuyó la presa de su garganta, durante un momento la diversión destelló en sus brillantes ojos. Sin embargo, por debajo de la diversión, Braith pudo ver su terror. Y tenía todo el derecho del mundo a tener miedo, Braith iba a matarlo por atreverse siquiera a tocarla.

―Tú eres la fierecilla ―susurró Ashby.

Arianna giró la cabeza para mirarlo con odio y cerró las manos en puños a los costados.

―No, Arianna ―le advirió Braith, asustado de que pudiese intentar algo temerario. Ella era así, después de todo. Sus ojos, brillantes y enfurecidos, volvieron hacia él.

―Devuélvemela y podremos hablar.

―Conozco esa mirada en tus ojos, Braith ―replicó Ashby―. Sé lo que me harás si la libero. Cálmate y todo irá bien.

Braith dio otro paso hacia ellos, Ashby retrocedió uno. Se apretó contra la pared manteniendo a Arianna delante de él.

―Ashby...

―Quiero salir vivo de esto, Braith. Eso es todo. He llegado a estar satisfecho con esta vida sencilla. No es una mala existencia. Solo deseo mantenerla.

―Si vienen aquí...

―No planeo quedarme aquí, Braith. No soy idiota.

―Si eso fuera cierto entonces nunca la habrías tocado. ―Ashby apretó brevemente a Arianna con la mano haciendo que ella se retorciera―. ¡No! ―gruñó Braith.

Ashby aflojó la presa.

―Dame tu palabra de que no me harás daño, de que me dejarás aquí, con vida.

―La tienes.

Ashby vaciló; la mano le tembló.

―Necesito algo más que solo lo digas de palabra, Braith. Una vez que la libere...

―¿Entonces qué es lo que quieres? ―exigió saber Braith. El pánico le desgarraba las entrañas. Sus dedos ansiaban agarrarla, alejarla de las garras de Ashby.

―Quiero la palabra de ella.

―¿Perdón? ―preguntó Braith sorprendido.

―No dejaré que Braith te haga daño ―susurró Arianna―. ¿Eso es lo que estás pidiendo? ¿Eso es lo que necesitas oír?

Braith se opuso a aquella idea. Arianna tenía más poder sobre él que nadie que hubiese conocido nunca; pero si él estaba verdaderamente decidido a hacer algo, ella no podría detenerlo, ¿o sí?

La idea le parecía ridícula, pero lo que todavía le parecía más ridículo y sorprendente es que pudiese ser verdad.

―Pareces una chica bastante buena, te creo cuando lo dices, pero ¿de verdad crees que puedes detenerlo? ―preguntó Ashby.

―Entonces no entiendo lo que esperas de mí ―respondió, y su enfado se elevó otra vez hasta quedar en un primer plano.

Ashby volvió a asomar la cabeza desde detrás de ella y le giró la cara hacia él. Braith dio otro paso. El miedo palpitaba en su interior.

―No ―dijo.

Le afectó la desesperación que hizo temblar su voz. Si Ashby decidía matar a Arianna, ella estaría muerta antes de que Braith pudiera alcanzarlos. El príncipe estaba alterado. El monstruo dentro de él lo arañaba para liberarse, mientras que el hombre dentro de él estaba tentado a dejarse caer de rodillas y suplicarle a Ashby que se la devolviera ilesa. Nunca antes había estado tan inquieto y aterrorizado.

―Devuélvemela, Ashby, no te haré daño. Solo devuélvemela.

La mirada de Ashby volvió a la suya.

―¿De verdad está suplicando el hijo del rey?, ¿por una chica?, ¿por nada menos que una chica humana?

Braith se esforzó por mantener el control.

―¿Por qué te burlas de él si sabes que me vas a devolver? ―le preguntó Arianna.

―¿Y tú cómo sabes eso? ―inquirió Ashby.

―Porque ya me habrías matado si no fueras a hacerlo. Y tú mismo lo has dicho, lo único que quieres de la vida es diversión y placer. Puede que te gusten tus mujeres y la sangre, pero no te gusta la muerte. Y si me matas tu vida habrá acabado, pase lo que pase.

Ashby le acarició levemente la cara con los dedos mientras la estudiaba.

―Eres una chica extraña ―le informó.

Ella logró sonreír un poco.

―Eso me han dicho.

Ashby se rió por la nariz.

―Oh, estoy seguro.

Aunque al parecer se estuvieran divirtiendo, Braith no.

―¡¿Habéis terminado?! ―les espetó.

―Déjame ir ―urgió Arianna.

Ashby vaciló durante un momento, luego asintió y la liberó. Braith se lanzó tambaleando hacia ella y la agarró arrancándola del otro vampiro. Se dio cuenta de que la estaba tratando peor que Ashby, pero no era capaz de controlarse. Temblaba cuando la envolvió. Luchó contra el deseo de arrastrarla fuera de allí y protegerla de todo y de todos. De no ser porque sabía que no podían correr por siempre, haría exactamente eso, pero no habría escapatoria. Ahora empezaba a darse cuenta de que solo tendrían lucha y miseria si las cosas no cambiaban.

―Solo puedes ver a su alrededor.

Braith alzó la cabeza desde el cuello de Arianna, intentando ignorar el poderoso ritmo de su sangre bombeando por sus venas, intentando ignorar el dulce olor que emanaba y lo atrapaba en sus deliciosas profundidades. Ashby los observaba con incredulidad y con los ojos llenos de asombro.

―No vi las señales cuando llegasteis, pero ahora las veo.

―¿Qué señales ves? ―exigió saber Braith, curioso por descubrir cómo había adivinado Ashby la fuente de su visión―. ¿Cómo sabes nada acerca de lo que hay entre nosotros?

Ashby se recostó en sus ataduras. Volvió la atención a Arianna; había un brillo de admiración en su mirada brillante.

―Ella es tu vínculo de sangre.

―¿Ella es qué?

Arianna parecía completamente confundida. Tenía los ojos turbios y perdidos.

―Pensé que era algo que solo pasaba entre vampiros, pero al parecer me equivocaba. Nunca he escuchado que haya pasado con un humano. Es muy extraño.

La voz de Ashby estaba llena de asombro, parecía completamente sorprendido por esa revelación, sea la que fuera. Braith estaba tan perdido como Arianna parecía estar.

―¿De qué estás hablando? ―exigió saber Arianna.

―Por supuesto, tú no lo sabías, pero Braith... ―la voz de Ashby se apagó, juntó las cejas e inclinó la cabeza con curiosidad―. No, tú tampoco lo sabías, ¿verdad?

―Ashby, juro que te romperé el cuello solo porque me estás molestando.

Braith estaba perdiendo rápidamente la paciencia, pero Ashby estaba demasiado ocupado riéndose y sacudiendo la cabeza para tomarse la amenaza de Braith tan en serio como debería.

―Oh, Braith, estás en un apuro peor aún de lo que sospechaba. No solo es de tu familia de quien la tienes que proteger, también de ti.

―¡¿Qué diablos quieres decir?! ―le rugió prácticamente al exasperante hombre.

―Quiere decir que la descendencia real está realmente arruinada.

Braith se quedó paralizado cuando la nueva voz flotó por la casa. Una voz que era inquietantemente familiar.

Sostuvo la cabeza de Arianna contra él y se giró hacia la mujer que estaba en el umbral de la puerta. No la había escuchado llegar, no sabía cuánto tiempo llevaba allí o ni siquiera de dónde había venido. Se maldijo a sí mismo por esa metedura de pata y le echó la culpa de aquel error a su control, que se desmoronaba tan rápido. Podían haber herido a Arianna, podían haberla asesinado, y todo porque él había bajado la guardia.

Su asombro al verla aparecer en el umbral fue inmediatamente reemplazado por la incredulidad de que de verdad estuviera allí. ¿Qué estaba pasando?

―Melinda.

Ella sonrió, su mirada se detuvo en Arianna antes de volver tranquilamente hacia él.

―Hola, hermano.