CAPÍTULO 11
Arianna se acurrucó contra su pecho, cerró la mano en un puño y apretó su camisa mientras dormía profundamente en sus brazos. Braith había tenido la esperanza de que para entonces ya estuvieran en su destino, pero la pelea con los otros vampiros y el ocuparse de las heridas de la chica, los había retrasado. La noche había caído de nuevo y Aria estaba agotada y derrotada. Su sangre la ayudaría a curarse más rápido, pero seguía gimiendo de vez en cuando y todavía tenía la cara arrugada por el dolor.
Braith la observó mientras caminaba. Estaba asombrado por el hecho de que pudiera verla, sorprendido por que no le hubiese parecido hermosa al principio. Sí, estaba muy delgada para su gusto, y él siempre había preferido colores de cabellos más claros y una belleza más refinada. Pero sus facciones, aunque afiladas por la delgadez, eran seductoras e inocentes, y aun así poseían un fuerte carácter que era completamente cautivador.
Sin duda a él lo cautivaba. No podía apartar los ojos de sus labios carnosos, su nariz ligeramente respingona y sus pestañas negras que se curvaban contra las pecas dispersas por sus mejillas. Cuando ella había estado en el palacio, lejos de los rayos del sol, esas pecas habían desaparecido casi por completo.
La chica se despertó y abrió los párpados. Sus ojos de zafiro le prendieron fuego, una sonrisa pícara le curvó la boca y se acurrucó más contra él. Era una sonrisa extraña, aun así deslumbrante y tremendamente hermosa. Braith sabía que lo que había presenciado antes la había afectado y horrorizado, pero no se lo reprocharía o le echaría la culpa de su oscura naturaleza. Ella no se había alejado de él ni le había pedido que él se alejase de ella.
―Ya casi hemos llegado ―le dijo.
Aria hizo una mueca de dolor cuando su hombro malo le tembló. La furia se apoderó de él, pero la enterró antes de que ella pudiera verla o sentirla. Ya había tenido suficiente caos por hoy y no necesitaba que él causase más en ese momento. La chica miró el bosque de alrededor y arrugó su delicada frente con confusión. No parecía que el bosque fuese a acabar nunca, pero lo haría pronto.
―Puedo andar ―murmuró.
―No hace falta.
Aria se giró hacia él y junto las oscuras cejas firmemente.
―Debes de tener los brazos cansados.
―Estoy bien, Arianna, pesas tanto como una pluma.
El disgusto le cruzó el rostro. Braith se inclinó para darle un beso en la nariz con la esperanza de aliviar su irritación contra él.
―¿Estaremos a salvo?
Deseó poder decirle que sí, que lo estarían. Anhelaba poder darle eso, pero no podía. Ella nunca había conocido la seguridad, nunca había conocido un lugar al que llamar hogar, un sitio donde pudiese sentirse segura, y algún día le daría eso, pero por desgracia no sería hoy. Probablemente no sería en mucho tiempo. La tristeza se filtró por los ojos de la muchacha y apoyó la cabeza contra su pecho.
―Estaremos juntos, ¿verdad? ―preguntó preocupada.
―Sí.
―Entonces eso es lo único que importa.
El hombre la estrechó con las manos; intentaría darle la luna si se lo pedía, pero ella nunca le había pedido casi nada. No necesitaba dinero o joyas, no le gustaba la ropa de lujo, solo deseaba seguridad, un lugar al que llamar hogar, y a él. Por desgracia, Braith no tenía la capacidad para darle esas cosas en esos momentos. Algún día lo haría, se prometió a sí mismo. Los bosques cedieron y se abrieron dando paso a una casa que se alzaba en medio del claro. La luz resplandeciente de las ventanas iluminaba el suelo a su alrededor.
Arianna contempló la casa con los ojos llenos de admiración y apretó la camisa del príncipe con las manos. Estaba edificada sobre pilotes, elevada en el aire, y algunas partes habían sido construidas en los árboles que rodeaban el claro. Los lados eran todos de tablillas, aunque algunas partes estaban más deterioradas que otras. La casa había aumentado de tamaño desde la última vez que Braith la había visto y parecía desaparecer en el bosque que había detrás. Se extendía hacia el exterior en un entramado de edificios y habitaciones.
Alguien había estado muy ocupado.
―¡Guau! ―exclamó Arianna.
Se retorció en sus brazos y esta vez el hombre le permitió ponerse en pie. Sus labios rosados formaron una «O» pequeña mientras se deleitaba con la visión de la casa del árbol que tenía delante. Se sentía más cómoda entre los árboles; para ella esa vivienda era espectacular y maravillosa.
―¿Qué sitio es este?
Braith contempló el creciente conjunto de edificios y los pasillos que los conectaban entre sí.
―En un principio pertenecía a la familia de mi madre.
Aria se volvió hacia él interrogándolo con la mirada.
―¿Y ahora?
―Y ahora pertenece a mi cuñado.
Arianna abrió de golpe la boca y se giró hacia la casa del árbol.
―¿Dónde está tú hermana? ―inquirió.
―Conociste a Natasha cuando llegaste por primera vez al palacio. Ella no dejó el palacio cuando trajeron a Ashby aquí.
―¿Ni siquiera por su marido?
Braith deslizó su mano hasta la de Arianna y la atrajo más hacía sí.
―No todas las relaciones son como esta, Arianna, no todo el mundo elije a su pareja. Fueron sus familias las que obligaron a que Natasha y Ashby estuvieran juntos. Natasha es una mujer malcriada, rica, y está acostumbrada a la vida lujosa. Incluso si Ashby le hubiese importado cuando estuvieron juntos, jamás habría dejado todo eso atrás por él. No lo dejaría por nadie.
―Tú lo dejaste por mí ―dijo ella con voz ahogada.
Él asintió y le acarició un momento la mejilla.
―Yo haría cualquier cosa por ti.
Una lágrima se le escapó. Él se la limpió y luego se inclinó para besarla.
―¿Por qué trajeron a Ashby aquí? ―preguntó ella con la voz ahogada por la emoción.
Braith centró la vista en los destartalados edificios de la casa del árbol.
―Durante la guerra contra los humanos, la familia de Ashby se puso de parte de ellos. Como castigo todos fueron sacrificados, pero a Ashby lo enviaron a vivir aquí en el exilio, donde tenía que quedarse solo y hambriento. Pero al parecer decidió añadir más edificios a la estructura original.
―¿Por qué lo dejaron con vida?
―Mi padre pensó que este sería un castigo mejor para él. Sin lujos, sin sangre humana disponible, y sin mujeres. Ashby era conocido por su amor hacia las mujeres y la sangre. Toda la gente y todos los vampiros de la zona recibieron la orden de mantenerse alejados de aquí. Solía haber guardias, pero parece que han desaparecido, y tengo el presentimiento de que Ashby no está tan débil y desfavorecido como mi padre pretendía. En una ocasión los guardias nos informaron de que estaba tan famélico y diezmado que era incapaz de moverse. ―El temor brilló en el rostro de Arianna y miró rápidamente a los edificios―. No dejaré que se te acerque, Arianna.
Ella asintió pero siguió estando nerviosa.
―¿Por qué no van a venir aquí a buscarte, si esta era la casa de tu madre?
Una sombra pasó tras las cortinas de una ventana cuando alguien se movió por la habitación. Braith se puso tenso al ver a Asbhy caminar por la casa. Sus maneras y pasos decididos demostraron lo que él sospechaba: Ashby ya no estaba demasiado débil para ser una amenaza.
―Porque Ashby es el culpable de que esté ciego.
Arianna inspiró bruscamente. Los ojos le brillaban en el resplandor de la luna.
―Braith...
Él la cogió de la mano y la acercó hacia sí. Le echó el cabello hacia adelante y le puso las gruesas ondas alrededor del cuello, tratando de enmascarar el olor de su sangre, aunque era imposible pasar por alto el dulce aroma. Tampoco había mucho con lo que cubrirla, ya que los meses de verano no permitían llevar demasiada ropa extra. Y, aunque al parecer Ashby se hubiese estado alimentando, Braith no sabía cómo de bien o cuándo fue la última vez. Arianna era una tentación tras la que no estaba seguro de que Ashby no fuera a ir. Y Braith no quería tener que matarlo, al menos no de inmediato.
―Ven.
La chica lo siguió, pero un estremecimiento le recorrió el cuerpo y le estrechó la mano con las dos suyas. Braith la condujo por una escalera desvencijada y apretó la mandíbula, ya que el crujido de los escalones hacía casi imposible mantener en secreto su presencia. La escalera se balanceó cuando llegaron al final y entraron en una terraza de madera que se tambaleaba y de la cual Braith no estaba del todo seguro de que pudiese soportar su peso. No le habría sorprendido que Ashby hubiese instalado trampas explosivas. Cuando Arianna trató de caminar a su lado, la empujó hacia atrás como reprimenda para que solo caminase por dónde él ya había pisado. Ella lo miró frunciendo el ceño ferozmente, pero por una vez no discutió.
Braith volvió a preguntarse dónde estarían los guardias. Tendría que haber dejado a Arianna en el bosque, porque aunque no pudiese sentir a los guardias, eso no quería decir que no estuvieran por allí. No podía correr ese riesgo con la vida de Aria. Extendió el brazo y la mantuvo detrás de él mientras intentaba abrir la puerta. No le sorprendió encontrársela cerrada con llave.
Esperó un momento tratando de decidir si debía forzar la cerradura o llamar a la puerta. Miró a Arianna, que se mordía el labio inferior y el sudor había empezado a formársele en el nacimiento del pelo. Le apretó la mano para tranquilizarla, pero se dio cuenta de que no la apaciguaba mucho.
Al final decidió llamar. En aquella situación había algo extraño y fuera de lugar, y por alguna razón sintió que llamar a la puerta podría ser lo más sorprendente de todo.
Desde el interior escuchó el sonido de unos pasos aproximándose. Un silbido leve atravesó el aire. Braith se llevó un sobresalto y por un instante volvió a una época en la que todos habían vivido juntos en el palacio. Ashby siempre silbaba, no era un silbido fuerte y penetrante, sino uno melodioso que flotaba alegremente por los pasillos. Era vivaz y despreocupado, tan animado y relajado como el hombre que lo emitía. Todas las mujeres adoraban a Ashby, se habían lanzado a sus pies cautivadas por su buena apariencia y encantadores modales.
Ahora el susurro flotaba con facilidad por el aire; era vago y casual, para nada el sonido que un prisionero luchando por su vida debería estar haciendo. Este era un silbido feliz, relajado, y tan increíblemente alegre que puso a Braith de los nervios. Ellos dos habían sido buenos amigos una vez; más que cuñados, hermanos. Entonces Ashby los había traicionado, Braith se había quedado ciego y su amistad se había roto para siempre. Se suponía que Ashby tenía que haber sido castigado por esa traición, pero era más que evidente que él ya no estaba cumpliendo ese castigo.
La puerta se abrió de golpe y Braith se encontró cara a cara con el hombre que una vez había sido su mejor amigo y ahora era uno de sus mayores enemigos. Ashby sonreía como un tonto; los ojos le brillaron de júbilo hasta que cayó en la cuenta de la realidad. Estaba como Braith lo recordaba, no se había consumido, no parecía muerto de hambre, y, de hecho, parecía pesar un poco más que en el palacio.
Entonces la sonrisa de Ashby se desvaneció y la incredulidad, la alarma y, finalmente, el terror, aparecieron en su rostro. Braith avanzó hacia adelante, a pesar de que Ashby estuviese intentando cerrar la puerta de un portazo. La sólida madera rebotó y golpeó contra la pared con un gran estruendo que destrozó la madera e hizo que Arianna diera un grito ahogado. Ashby salió espantado hacia atrás y trató de escapar, pero Braith lo agarró por la garganta, lo levantó y lo estrelló contra la pared con la fuerza suficiente como para destrozar el yeso.
No había visto a Ashby en un centenar de años, pero la puñalada de traición que lo atravesó fue tan reciente e intensa como lo había sido en aquel entonces. Esto había sido una mala idea. Braith había ido a aquel lugar sabiendo que nadie lo buscaría allí, había ido allí pensando que Ashby quizás seguía teniendo contactos que lo ayudaran a mantener a salvo a Arianna. Había ido allí esperando que Ashby estuviese pagando por sus pecados, no disfrutando plenamente de la vida.
Toda la fuerza de su odio hacia Ashby lo recorrió con rapidez, y todos los motivos que tenía para estar allí se desvanecieron al instante.
Ahora solo quería matarlo. Los brillantes ojos verdes de Ashby estaban llenos de terror, se aferró con las manos al brazo de Braith tratando de soltar la fuerza con la que lo tenía agarrado. Se golpeó los talones contra la pared y un gruñido ahogado se le escapó. Braith tenía los colmillos completamente extendidos, puso la cara más cerca de la de Ashby, disfrutando del creciente temor que irradiaba.
―Hola, hermano ―se burló Braith.
Ashby se atragantó, se movió de forma más salvaje conforme Braith lo presionaba sin piedad.
―Braith.
El susurro aturdido de Arianna apenas atravesó la neblina roja de su furia. Se volvió hacia ella y trató de distinguirla entre la nube que le nublaba la visión.
―Braith.
Braith lo apretó con más fuerza y luego aflojó su agarre. Arianna sabía exactamente de qué era capaz, pero él no se atrevía a matar a sangre fría delante de ella. Puede que más tarde lo matase, pero requeriría una excusa mejor que el hecho de que su ex cuñado hubiese abierto la puerta. Empujó a Ashby bruscamente hacia atrás y se alejó de él.
Ashby se llevó la mano a la garganta y se apartó tambaleando de la pared con los ojos entornados mientras miraba fijamente a Braith. Arianna se quedó un poco más atrás apretando con las manos el arco contra su costado. Braith no se había dado cuenta hasta ahora de que lo había sacado, y ella no iba a guardarlo, si es que el gesto obstinado de su mandíbula quería significar eso. Lo miró desafiante durante un instante y después dirigió su mirada de enfado hacia Ashby.
Ashby arrugó la frente al desviar la atención hacia Arianna. La recorrió con la mirada, escudriñándola de la cabeza a los pies. Cuando se volvió hacia Braith, la confusión era evidente en sus brillantes ojos verdes.
―¿Dónde están los guardias? ―inquirió Braith en voz baja y feroz.
Ashby tragó saliva, se frotó la garganta otra vez, pero no habló. Braith le agarró por los hombros, lo golpeó contra la pared y lo sacudió bruscamente. Ashby se tambaleó, pero rápidamente recuperó el equilibrio. Torció los labios en una mueca, extendió los colmillos, pero no se lanzó hacia Braith, era demasiado inteligente para hacer eso. Braith era mayor, más fuerte y estaba saciado.
―¿Dónde están los guardias? ―preguntó de nuevo.
Ashby enderezó los hombros, se arregló la camisa y se apartó de la pared. Siempre había ido meticulosamente vestido y muy arreglado.
―Muertos.
Braith asintió y echó un vistazo a la gran habitación; ya se había esperado esa respuesta.
La familia de su madre una vez había tenido la casa elegantemente decorada con muebles clásicos y obras de arte. Pero cuando Ashby fue desterrado allí, despojaron a la casa de todas esas cosas. Y ahora, pese a que la habitación todavía seguía bastante desnuda, a Braith no le sorprendió ver que Ashby se las había arreglado para encontrar unas pocas cosas bonitas con las que decorarla. Ashby siempre había apreciado las cosas buenas de la vida, y encontraba la forma de incorporarlas en su hogar.
―¿Quién habla con los guardias del palacio cuando llaman?
―Yo.
―Entonces has descubierto la palabra clave y los has matado.
No había sido una pregunta, pero Ashby respondió de todos modos:
―Sí.
―¿Cuándo volverá a ponerse en contacto contigo alguien de palacio?
―No hasta mañana por la mañana. Hicieron la comprobación hace alrededor de una hora. No te diré la contraseña.
Braith no había creído que se la fuera a decir. Ashby tendría que seguir con vida durante el tiempo que fuera necesario. Cuando la mirada de su cuñado volvió a deslizarse hacia Arianna, Braith se interpuso entre ellos.
―Es humana.
―Muy astuto por tu parte ―replicó Braith.
Ashby estrechó los ojos y lo miró.
―¿Por qué estás aquí, Braith? ¿Qué estás haciendo con una humana? ¿Por qué no lleva una correa?
Arianna se enfureció y dio un paso hacia adelante.
―No soy una esclava de sangre.
―Arianna.
Braith la empujó hacia atrás intentando mantenarla tan lejos de Ashby como fuera posible.
Ashby la estudiaba con sorpresa e incredulidad. Entonces su mirada se desvió a su hombro. La holgada camisa se le había escurrido para revelar las marcas que le afeaban la piel de porcelana. El hambre destelló en los ojos del vampiro, pero algo más pasó fugazmente por su rostro.
―No eres una esclava de sangre y no eres una mujer del palacio, ¿pero aun así lo alimentas?
Arianna apretó el arco con fuerza. A Braith no le habría extrañado nada que la chica sacase una flecha y disparase al hombre solo para sentirse mejor. Le subió el cuello de la camisa acariciándole la piel durante un breve instante y después le cubrió las marcas. A la chica se le encendieron los ojos de amor y curvó los labios en una sonrisa.
―¿Cómo sabías que se le había bajado la camisa?
Braith se volvió hacia Ashby y curvó los labios en una sonrisita. Ashby abrió la boca de golpe y ensanchó los ojos cuando lo comprendió.
―¡Puedes ver! ―Braith solo se encogió de hombros en respuesta―. ¿Qué? ¿Cómo? No lo entiendo.
La atención de Ashby volvió a Arianna y el cabello rubio oscuro se le desparramó por la frente al sacudir la cabeza.
―Creía que tu visión había desaparecido para siempre.
―¿Tienes algún sitio donde pueda acostarse? ―preguntó Braith, que no estaba dispuesto siquiera a empezar a satisfacer un poco la curiosidad de Ashby y sus preguntas.
―No voy a dejarte solo ―protestó Arianna.
―Estás agotada.
―Estoy bien, Braith.
―Arianna...
―No, ¡no voy a dejarte a solas con él! ―replicó con brusquedad.
―¿Qué demonios? ―susurró Ashby mientras pasaba la mirada de uno y a otro como una pelota de ping pong.
―¡Cállate! ―le espetó Braith―. Arianna...
―Estoy bien, Braith, de verdad. He dormido de camino aquí, ¿recuerdas? No quiero dejarte solo ni tampoco quedarme yo sola.
Su respuesta fue tan sincera, tan vulnerable que le oprimió el corazón. No quería que estuviera cerca de Ashby, pero no podía obligarla a que se fuera. Sobre todo ahora que se había dado cuenta de que bajo su expresión y postura desafiantes, estaba aterrorizada.
―Siéntate.
No le sorprendió que ella no se moviera, sino que se quedara de pie, inmóvil, con las manos apretadas en torno al arco.
―Por Dios ―murmuró Ashby―. ¿Qué está pasando, Braith? ¿Por qué estás aquí? ¿¡Y qué significa ella para ti!?
―Eso no es de tu incumbencia ―le informó Braith―. ¿A quién estabas esperando?
―No sé a qué te refieres ―replicó Ashby, tratando de parecer despreocupado, pero fracasando rotundamente.
―Estabas silbando cuando abriste la puerta, no te preocupaba que pudiese haber una amenaza al otro lado. ¿A quién estabas esperando?
Ashby alzó la barbilla y fulminó con la mirada a Braith.
―Tú tienes tus secretos y yo tengo los míos ―respondió secamente.
―Tengo mis secretos pero lo que sí puedo, y haré, es sacarte los ojos. ―Braith lo empujó hacia atrás y lo apretó firmemente contra la pared―. Todavía te debo una, Ashby. ¿Crees que no disfrutaré dejándote ciego para luego seguir prolongando tu muerte?
Ashby se giró hacia Arianna con las cejas arqueadas.
―A ella no parece gustarle mucho la idea.
―Yo no tengo por qué verlo ―le informó Arianna con voz tensa.
Braith le hizo un gesto de aprobación y volvió su atención hacia Ashby. El ruido de alguien llamando a la puerta hizo que todos giraran la cabeza de golpe. Ashby abrió la boca para gritar una advertencia, pero Braith lo agarró por la garganta y rápidamente interrumpió su grito.
Antes de que Ashby pudiera reaccionar, Braith le asestó un golpe demoledor que inmediatamente lo derribó. Arianna lo contempló con la boca abierta y la mirada aturdida por el asombro. El príncipe se colocó un dedo en los labios para indicarle que permaneciera en silencio y después se encaminó hacia la puerta. Oyó que la chica colocaba una flecha en el arco, pero no miró hacia atrás.
Apartó las cortinas un poco. No podía ver quién estaría en el porche, pero estaba convencido de que solo era una persona. Abrió la puerta y no le sorprendió en absoluto encontrarse a una muchacha allí fuera. Ella, sin embargo, sí que se sorprendió al verlo a él, y se le escapó un gritito cuando Braith la agarró del brazo y la metió de un empujón en la casa.