Capítulo Diez

—Quiero más dinero.

Tommy.

Lauryn estuvo a punto de soltar el teléfono. Adam estaba en el cuarto de baño, afeitándose para la cena de Acción de Gracias en casa de su madre.

—No tengo más dinero, Tommy —dijo en voz baja.

—No juegues conmigo, guapa. Estoy mirando tu casa ahora mismo. Si no me crees, asómate por la ventana. Esa casa debe de valer millones.

Lauryn se acercó a la ventana y vio una barca cerca del muelle, con Tommy al timón. ¿Aquel hombre estaba loco?

—No puedo conseguir más —insistió, mareada.

—Pues busca la manera de hacerlo.

—No…

—Entonces, dame el anillo de diamantes. Puedes decirle a tu marido que lo has perdido. Él te comprará uno nuevo. Bueno, el anillo estará asegurado, así que no tendrá que gastarse un céntimo.

Lauryn miró su anillo de compromiso. Cuando se lo regaló no estaba enamorada de Adam, pero ya no pensaba separarse de él.

—No puedo hacer eso.

—Entonces este canario va a cantar.

—No, por favor. Dame unos días más. Una semana.

—¿Has dicho algo, cariño? —la llamó Adam.

—No vuelva a llamar —dijo Lauryn, antes de colgar—. Era alguien pidiendo dinero para no sé qué…

Otra retorcida versión de la verdad.

«Hay un precio por cada mentira. Antes de abrir la boca, prepárate para pagar».

Adam se acercó a ella, recién afeitado y con una sonrisa en los labios. No podía creer cuánto lo amaba. Nunca había sentido nada así por ningún otro hombre.

—¿Lista para otra cena con los Garrison?

Lauryn estaba segura de que no podría probar bocado hasta que hubiera resuelto aquel asunto con Tommy.

—Estoy deseándolo.

—Mentirosa —Adam la estrechó en sus brazos—. Pero ya has sobrevivido a dos cenas, seguro que puedes sobrevivir a otra más. El año que viene organizaremos la cena aquí.

Lauryn rezaba fervientemente para que hubiera un «año que viene», pero le parecía casi imposible.

 

 

El insistente sonido del móvil despertó a Adam el viernes a las siete de la mañana. Sólo llevaban en casa tres horas y las sábanas aún no se habían enfriado después de hacer el amor con Lauryn.

Medio dormido, se levantó de la cama y, con el móvil en la mano, se dirigió al estudio para no despertar a su mujer.

—¿Sí?

—¿Has leído el periódico?

Era Parker.

—No, estaba dormido. Anoche tuvimos una fiesta en Estate. Ya sabes que yo vivo como los vampiros.

—Tu mujer ha salido en la portada.

—¿Lauryn? ¿Por qué?

—Su marido dice que es bígama.

—Yo no…

—No tú. Su primer marido.

Adam miró el teléfono como para comprobar si estaba soñando.

—¿Su primer marido?

—Eso es lo que dice el tipo —suspiró Parker—. Te has metido en un buen lío, hermanito. Pero ya he llamado a Brandon de tu parte. Y será mejor que le preguntes a tu mujer quién es ese Tommy Saunders y si sigue casada con él.

Parker colgó después de eso, dejándolo estupefacto.

Adam volvió al dormitorio y miró a Lauryn en la cama, tan pálida como las sábanas.

—¿Quién es Tommy Saunders?

Ella cerró los ojos un momento.

—Mi exmarido.

—Pero dijiste que nunca habías estado casada.

—Y no he estado casada. Me casé y el matrimonio se anuló al día siguiente. Tenía dieciocho años y me fui a Tijuana con un chico con el que salía… para enfadar a mi padre. Tommy me pidió que me casara con él y yo le dije que no, pero echó algo en mi copa…

—¿Qué?

—Echó algo en mi copa, Adam. Ni siquiera recuerdo la ceremonia. Y luego me dijo que nos haríamos ricos vendiendo droga… sacando cocaína de México. Yo me asusté mucho y llamé a mi padre, que fue a buscarme a Tijuana inmediatamente. Él se encargó de la anulación —las palabras salían de su boca como un torrente.

—Entonces estuviste casada.

—El matrimonio se anuló.

—Pero estuviste casada.

—Sí, pero…

—Me has mentido. Otra vez.

—Adam, por favor…

—¿Cuántas mentiras me has contado, Lauryn? ¿De cuántas maneras piensas destrozarme la vida?

—No pensé que mi pasado importara.

—Según Parker, está en la primera página del periódico. Y yo te dije que necesitaba una esposa que no hubiera dado escándalos.

—Ya no soy la cría que era a los dieciocho años.

—No, ahora eres la mujer en la que se ha convertido esa chica. Una que miente, utiliza y engaña a su marido. Si estamos legalmente casados, claro. ¿Lo estamos?

—Creo que sí.

—¿Qué significa eso?

—Tommy me dijo que la anulación fue denegada. Yo creí que estaba mintiendo y le di dinero para que no dijese nada…

—¿Le diste dinero? ¿Cuánto?

—Cuarenta mil dólares —contestó ella, levantándose de la cama para ponerse la bata.

Durante unos segundos, al verla desnuda, Adam la deseó. ¿Cómo podía desearla sabiendo que era una mentirosa?

—Mi padre era un hombre muy concienzudo, estoy segura de que hizo las cosas bien. Si la anulación hubiera sido denegada, habría organizado los papeles del divorcio. Pero yo no tengo una copia de la anulación, así que no puedo demostrar que Tommy está mintiendo…

—Déjalo, no sigas. Creo que ya has dicho más que suficiente.

—Te quiero, Adam —susurró Lauryn.

Otra mentira. Pero aquella dolía más que todas las otras.

Porque él la quería.

Se había enamorado de su mujer.

Pero en aquel momento no podía ni mirarla siquiera. Adam se dirigió al vestidor, tomó una maleta y empezó a meter cosas en ella.

—¿Qué haces?

—Alejarme de ti. Me voy al ático.

—Pero Adam… lo arreglaré, te lo prometo. Por favor, dame una oportunidad. Sólo necesito un poco de tiempo.

—Lo siento, Lauryn, pero creo que ya te he dado muchas oportunidades. Guárdate las mentiras para otro.

Mientras se vestía, ella dejó que una solitaria lágrima rodase por su rostro.

—Escribe aquí todo lo que sepas sobre ese marido tuyo —le espetó Adam momentos después, dándole un papel—. Su nombre, la descripción, todo. Voy a hacer que lo detengan por extorsión.

Lauryn vaciló. Y ese breve momento de vacilación, combinado con los remordimientos y la preocupación que veía en sus ojos, destruyó las esperanzas de Adam. Lauryn seguía sintiendo algo por aquel hombre.

«¿Cómo has podido estar tan ciego, Garrison?».

—¿Llamaste a tu amante en cuanto te propuse matrimonio para urdir esta trampa? ¿Queríais dinero?

—¡No! Tommy no es mi amante. No he vuelto a verlo en nueve años.

—Perdona si no te creo —dijo Adam, irónico—. Ese canalla y tú os merecéis el uno al otro.

—Adam, te equivocas.

—Olvida tus grandes planes, querida. No vas a conseguir ni un céntimo más.

—Lo siento, Adam. Te juro que yo no quería hacerte daño.

—¿Lo sientes? ¿Lo sientes? Lauryn, has destrozado todo lo que me importa. «Lo siento» no vale de nada.

Luego se dio la vuelta con la maleta en la mano y salió dando un portazo.

Había paparazzi al otro lado de la verja de hierro, como buitres dando vueltas sobre la carcasa de su matrimonio.

 

 

—No quiero más sorpresas, Brandon —estaba diciendo Adam—. Quiero saber todos los detalles que Lauryn olvidó mencionar sobre su vida.

—Entonces tendrás que contratar a un investigador privado. Ace Martin es el mejor para eso —el abogado sacó una tarjeta del cajón.

—Gracias.

—Te has enamorado de ella —dijo Brandon entonces.

—No.

—Te has enamorado de Lauryn. Incluso Cassie vio que saltaban chispas entre vosotros.

—Eso era puro deseo. Lauryn no quería acostarse conmigo.

—Otras mujeres te han mentido antes que ella y nunca te había molestado tanto.

—No estoy molesto, estoy furioso. Todo lo que quería conseguir se ha destruido de un plumazo. Bigamia, por el amor de Dios…

—Ella sería la culpable si el marido está diciendo la verdad, no tu.

—Espero que no sea verdad —suspiró Adam, tomando un trago de whisky.

Brandon señaló la copa.

—Es el tercer whisky que tomas en menos de media hora. Y una de las cosas que más me gustan de ti es que estás todos los días en un club nocturno, pero nunca bebes más de la cuenta. ¿Piensas emborracharte esta noche?

—No te preocupes, no voy a hacerlo.

—Adam, piensa un poco —suspiró su amigo—. A ojos de la ley, una vez que un matrimonio es anulado es como si nunca hubiera tenido lugar. Y eso era lo que Lauryn creía.

—¿Estás diciendo que esa tontería de que la drogó es verdad?

—Podría ser. Deja que Ace investigue el caso un poco. Y el asunto de su madre…

—Eso es verdad. He visto los diarios y las cartas.

—Y, sin embargo, no parece interesada en reclamar la herencia que le corresponde.

Adam se pasó una mano por el pelo, nervioso. Brandon tenía razón. La herencia de los Laurence valía mucho más que el millón que él le había ofrecido. Y había sido él quien le había propuesto el matrimonio y el dinero, no al revés.

¿Podría haberse equivocado sobre ella? ¿Estaría diciendo la verdad? ¿O habría urdido aquel plan con Tommy Saunders para sangrarlo?

¿Y le importaba? Sí, mucho.

¿Seguía Lauryn enamorada de Saunders? ¿Seguiría casada con aquel canalla?

—Brandon, quiero que tú te encargues del divorcio.

 

 

—¿Por qué quiere hablar ahora cuando el resto de los Garrison se limita a decir «sin comentarios»?

—Porque ha cometido usted un terrible error —contestó Lauryn, mirando a la periodista que había cubierto la noticia—. Adam es completamente inocente.

Había decidido llamarla para ofrecerle una exclusiva y contarle toda la verdad… salvo la parte del matrimonio de conveniencia.

—¿Cree que lo que me ha contado exonera a Adam Garrison?

—Él no ha hecho nada malo. Adam no sabía nada de mi pasado ni de la anulación de mi matrimonio. Yo creí que no era relevante, por eso no se lo conté. Me daba vergüenza mi pasado, pero ya no soy esa persona —Lauryn suspiró—. Pagué a Tommy para que no dijera nada, aunque aún no sé si está diciendo la verdad sobre la anulación, porque quiero demasiado a mi marido como para hacerle daño. Pero ahora, por culpa de un error del pasado, el mejor candidato para la presidencia de la Cámara de Comercio de Miami está siendo insultado en los medios de comunicación.

—¿Está anunciando oficialmente el interés del señor Garrison por ser nominado?

—Adam sería un presidente extraordinario porque conoce mejor que nadie el mundo empresarial, pero sólo él puede anunciar su candidatura. Mi propósito hablando con usted es explicarle que él es una víctima inocente, nada más —Lauryn tomó su bolso y se levantó—. ¿Saldrá esto en el periódico de mañana?

—En cuanto haya verificado los hechos.

La condescendiente actitud de la mujer durante la entrevista había sacado de quicio a Lauryn. Y ese último comentario consiguió enfurecerla.

—¿No debería haberlos verificado antes de publicar su artículo? ¿No se le ha ocurrido pensar que si Tommy Saunders ha mentido sobre la anulación ha acusado usted falsamente a una Garrison de bigamia? ¿Que eso podría ser considerado libelo y que su credibilidad quedaría en entredicho?

Lauryn vio que la mujer palidecía intensamente mientras se daba la vuelta para salir del despacho. Estaba segura de que los Garrison no se aprestarían a la batalla para defenderla a ella, pero sí lo harían para limpiar el nombre de Adam.

A pesar de no llevarse bien, entre ellos había un lazo familiar que Lauryn envidiaba. Y quizá sacrificar su reputación y su orgullo haría que Parker diese un paso adelante y le demostrase a Adam lo importante que era para todos ellos.

 

 

—¿Qué es esto?

Lauryn sintió que su corazón se rompía en mil pedazos cuando Adam apareció en la puerta de su despacho con el periódico en la mano, furioso.

—He concedido esa entrevista para limpiar tu nombre. Hasta que pueda ir a California a comprobar los papeles de mi padre es lo único que puedo hacer.

—No quiero tu ayuda, Lauryn. De hecho, puedes quedarte en California si te parece. Haré que te envíen tus cosas lo antes posible, junto con los papeles del divorcio… si son necesarios.

Lauryn apretó los labios. Esas palabras habían sido como una bofetada, pero se mantuvo en su sitio porque aquélla era una batalla que no estaba dispuesta a perder.

—Adam, tú mismo me dijiste que querías olvidar un pasado del que no estabas orgulloso. ¿Por qué es diferente en mi caso?

—Yo no he mentido sobre el mío.

—Tampoco yo. No te conté cosas que me parecieron irrelevantes y que pensé que tú no querrías escuchar.

—¿Estás diciendo que querías protegerme?

—Pensé que sí, pero supongo que quería protegerme a mí misma. ¿Recuerdas nuestra conversación sobre cómo el orden de nacimiento afectaba a la personalidad? Te dije que los hijos únicos se conformaban o se rebelaban; pues bien, yo me rebelé contra mi padre. No fui una buena chica como tú creías, Adam. Durante mucho tiempo se lo hice pasar mal a mis padres. Ahora me avergüenzo de ello, pero… entonces era una cría. No estoy orgullosa, pero no puedo cambiar el pasado. Había prometido ayudarte a conseguir la nominación y eso es lo que estoy haciendo.

Adam la miró sin expresión alguna. ¿La entendía? ¿Estaba escuchándola siquiera?

—Dime una cosa, Adam. ¿Un hombre tan enamorado como para escaparse a Bahamas para casarse cuanto antes abandonaría a su mujer de repente? ¿Saldría corriendo ante el primer obstáculo? Si lo haces, este matrimonio de conveniencia saldrá a la luz.

—¿Eso es una amenaza?

Ella dejó escapar un suspiro.

—No. Yo nunca he querido hacerte daño.

—Eres tú quien debería preocuparse de que tus mentiras salgan a la luz. Las tonterías que le contaste a la periodista sobre el amor a primera vista no se tienen de pie.

Lauryn se puso colorada, pero se había prometido a sí misma ser sincera con él. No más secretos.

—Es la verdad. Me sentí atraída por ti desde el primer día. Eres inteligente, atractivo, muy agradable con la gente y tu entusiasmo por el trabajo es contagioso. Todos tus empleados hacen lo que sea para complacerte, incluso yo. Pero luego empecé a oír rumores sobre las legiones de mujeres con las que te acostabas y me dije a mí misma que lo mejor sería olvidarte.

—Lauryn…

—Pero no pudo ser. Te quiero, Adam. Me enamoré de ti el día que te pasaste horas de rodillas buscando los diarios de mi madre porque era importante para mí.

Adam se dio la vuelta abruptamente, dejándola con la palabra en la boca.

—El miércoles por la noche organizo aquí el cumpleaños de mi madre. Y no quiero que vengas.

—Pero tenemos que presentar un frente unido si quieres salir de ésta con tu credibilidad intacta.

—¿Es que no lo entiendes? Cualquier posibilidad de conseguir la nominación o de que Parker me tome en serio ha desaparecido por completo por culpa de tus mentiras.

—Creo que te equivocas. Y pienso demostrártelo.

 

 

—¿Seguro que quieres hacer esto? —preguntó Lauryn.

—Pues claro que quiero conocer a tu marido y a tu familia política —contestó Susan, mientras el taxi salía del aeropuerto de Miami—. Si Adam no puede perdonarte es que no te merece y pienso decírselo a la cara —siempre tan optimista, su madre apretó su mano—. Aunque no creo que sea necesario. Además, nunca me he colado en una fiesta. Será divertido.

La idea de que su seria y correcta madre entrase en algún sitio sin invitación hizo que Lauryn sonriera.

No sabía cómo había podido olvidar que Susan Lowes siempre se había puesto de su lado. Incluso después de confesarle su apresurado matrimonio, la búsqueda de los diarios, la aparición de Tommy y el escándalo que había removido los cimientos de la alta sociedad de Miami, no había hecho más que apoyarla. La única pregunta que le hizo fue: ¿estás enamorada de él?

Y cuando Lauryn contestó que sí, su madre dijo que tenían que volver a Miami y solucionarlo.

—Gracias por venir, mamá. Después de lo mal que me he portado contigo…

—Estabas herida y confusa, hija, lo entiendo. Debería haber insistido en que tu padre te contase la verdad cuando cumpliste dieciocho años en lugar de esperar, pero como Adrianna había muerto…

—Y mi comportamiento…

—Sí, bueno, admito que tuvimos eso en consideración. No queríamos exacerbar los problemas. Pero tenías derecho a saberlo. En fin, tu padre y tú os parecíais tanto…

—¿Papá y yo?

—Desde luego que sí. Tu padre siempre fue un poco rebelde.

—Pero tú lo querías.

Susan sonrió.

—Al principio no. Al principio nos peleábamos mucho. Me casé con él porque estaba embarazada y sola y… me pareció que era lo único que podía hacer. Pero vi su lado más tierno cuando perdí el niño y desde entones le quise mucho. Voy a echarlo de menos, hija.

Tragándose las lágrimas, Lauryn apretó la mano de su madre. El matrimonio de sus padres no había empezado con amor, pero había terminado así.

¿Podía esperar ella lo mismo?

 

 

Adam no podía concentrarse en la conversación… ni en nada. Miraba a las doscientas personas más influyentes de Miami, todos invitados a la fiesta que había organizado para su madre, pero no era capaz de dar palmaditas en la espalda ni de ganarse la nominación a la presidencia de la Cámara de Comercio. De hecho, le daba igual que los invitados lo pasaran bien o no.

Todo el mundo le había preguntado por Lauryn. Aparentemente, el artículo del periódico los había impresionado.

—Adam —la voz de una de las camareras lo devolvió a la realidad—, hay alguien que insiste en hablar contigo.

¿Lauryn?

—¿Quién? ¿Dónde?

—Ahí, en la puerta.

Pero no era su mujer, sino Ace Martin, el detective al que había contratado. Y, a pesar de todo, se sintió decepcionado. Le había dicho a Lauryn que no fuese a la fiesta y ni siquiera sabía dónde estaba en aquel momento. Podría estar en California con Saunders, pasándolo en grande.

—Martin, gracias por venir.

—¿Podemos hablar en privado?

—Sí, claro —después de tomar un ascensor privado para ir a su despacho, le hizo un gesto para que se sentara—. Dígame qué ha descubierto.

—Saunders mintió —el detective empezó a sacar unos papeles del maletín—. La anulación se llevó a cabo sin ningún problema. Saunders la drogó, como ella le dijo. Estos informes médicos lo confirman.

Adam tragó saliva. Lauryn y él seguían casados y ella le había dicho que lo quería.

—Todo lo demás también es cierto. Su padre era un militar muy estricto y ella lo desafiaba como cualquier adolescente, pero no tiene antecedentes penales. Buena estudiante, popular entre sus compañeros, una chica normal… un poquito rebelde, nada más.

—¿Y Saunders?

—Lo detuvieron ayer en California. El idiota seguía teniendo el dinero y el documento falsificado con él. No es el más listo del mundo, desde luego. Se ha ofrecido a devolver el dinero a cambio de una reducción de condena. Por lo visto, no quiere estar mucho tiempo en prisión. Ha estado allí varias veces por tráfico de drogas.

—¿Estaba solo?

—Sí. Lauryn no estaba con él —contestó el detective.

Adam suspiró, aliviado.

—Gracias.

—¿Puedo hacer alguna cosa más por usted?

«Encontrar a mi mujer».

Pero Adam no dijo eso. Aunque pudiese encontrarla, Martin no podría hacer que lo perdonase o que dejara de querer a Saunders.

—Nada más. Gracias por su ayuda.

—Sólo estaba haciendo mi trabajo. Es muy agradable descubrir que alguien es inocente, para variar.

Inocente. Pero él la había condenado. Había sido el juez, el jurado y el verdugo. Y seguramente Lauryn lo odiaba por ello.

Después de darle un cheque al detective, lo acompañó a la puerta y se apoyó en la pared. Lo último que le apetecía era volver a la fiesta. Quería encontrar a Lauryn y pedirle perdón.

Por dudar de ella.

Por no decirle que la quería.

¿Sería ya demasiado tarde? Probablemente. Sin embargo, tendría que intentarlo o no se quedaría tranquilo.

Pero cuando subió a la sala donde tenía lugar la fiesta vio a una preciosa rubia al lado de su madre y de Brooke.

Lauryn había vuelto a casa.

 

 

—Te pareces a ella —empezó a decir Bonita Garrison antes de que Lauryn pudiera escapar.

—¿A quién?

—A tu madre. A tu madre biológica, Adrianna Laurence.

Lauryn se quedó sin respiración. Estaba deseando preguntar, pero no quería hacerlo para no ofender a su madre.

Sin embargo, fue Susan quien tomó la iniciativa.

—¿En qué se parecía, señora Garrison? Yo nunca he visto una fotografía de Adrianna, aunque mi marido hablaba de ella de vez en cuando.

Bonita parecía lamentar haber sacado el tema y miró hacia la barra, incómoda.

—Adrianna era morena, pero la estructura ósea es la misma. El perfil, los ojos, la barbilla…

Aquella noche Bonita no estaba borracha y Lauryn se preguntó si sería por decisión propia o si Adam estaba controlando a los camareros.

—¿La conoció bien? —le preguntó Lauryn.

—Adrianna solía acompañar a su madre a las fiestas.

—¿De verdad? ¿Cómo era?

—Un problema para sus padres, siempre buscando la manera de llamar la atención. Al leer la entrevista que concediste al periódico me acordé de ella. Espero que ya no tengas necesidad de ser el centro de atención después de haber organizado esta debacle.

—¡Madre! —exclamó Brooke.

—Tiene usted razón, señora Garrison. Por ahora, lo único que quiero es ser una buena esposa para Adam.

«Si me deja».

—Adrianna hizo lo que pudo por salvar a su hija. Tú has hecho lo que has podido para salvar a mi hijo. Quizá tengas alguna buena cualidad después de todo. Pero habrá que verlo.

—¡Madre! —repitió Brooke.

—No pasa nada, es verdad.

—Lauryn —la voz de Adam interrumpió la conversación.

Y cuando se volvió allí estaba, alto y atlético, con su pelo oscuro y sus ojos azules.

—Tommy mentía —le dijo, desesperada.

—Lo sé.

Había algo en sus ojos, una emoción que no podía identificar.

—Adam, ve a pedirme un gin tonic. El camarero se niega a servirme.

—Lo siento, madre, nadie va a servirte alcohol esta noche —contestó él.

—Pues entonces no va a ser un cumpleaños muy feliz, ¿no? —Bonita se levantó del sofá y Brooke la siguió, suspirando.

—Le pido disculpas por el comportamiento de mi madre. Soy Adam Garrison.

—Susan Lowes, la madre de Lauryn.

—Encantado de conocerla, señora Lowes. Ha criado a una hija asombrosa.

—Sí, es verdad —asintió ella tranquilamente—. Cariño, ¿te importa decirme dónde está el lavabo?

—Es esa puerta de ahí.

Cuando se quedaron a solas, Lauryn intentó calmarse. No estaba preparada para esa conversación. No estaba preparada para arruinar su última oportunidad con Adam.

—¿Cómo has sabido lo de Tommy?

—Contraté a un investigador privado.

—Ah, claro. Supongo que era mucho esperar que me creyeras.

—Lauryn…

—No pasa nada, Adam, lo entiendo. Le he hecho daño a demasiada gente.

—No le has hecho daño a nadie. Sencillamente, no me lo contaste todo. Y el pasado no tendría la menor importancia si el imbécil de Saunders no hubiese aparecido por aquí con un papel falsificado. Tu pasado, como el mío, es parte de lo que eres. Hemos cometido errores, pero hemos aprendido de ellos. Yo he cambiado y tú también.

¿No la odiaba? El corazón de Lauryn se llenó de esperanza.

—No esperaba que el pasado viniera a torturarme, pero debería habértelo contado todo, Adam. Tú tenías mucho que perder. La nominación…

—Olvídate de la nominación. Si los miembros de la Cámara no se dan cuenta de que estoy cualificado para el puesto, ellos se lo pierden.

—¿Y el puesto en el consejo de administración de la empresa Garrison?

—Ya no estoy interesado —contestó Adam—. Tú tenías razón, estoy haciendo lo que me gusta hacer, invirtiendo en lo que me gusta sin tener que responder ante nadie.

—¿Estás seguro?

—Estoy seguro —asintió él—. Y sé que no soy totalmente inocente en todo lo que ha pasado. Mis razones para casarme contigo eran… completamente egoístas y absurdas.

¿Significaba eso que aún había una oportunidad para ellos?

—Pero ya está bien de hablar de errores —siguió Adam—. Tú sabes que tienes derecho a pedir tu parte de la herencia de los Laurence. Heredarías millones.

—Ah, no lo sabía.

—La herencia es para el último superviviente de la familia y ésa eres tú. Después de un año buscando algún pariente las propiedades fueron vendidas, pero el dinero está en un fideicomiso.

—No tenía ni idea.

—Piénsalo. Y habla con Brandon, él te dirá qué opciones tienes.

—Sí, lo haré —Lauryn sacudió la cabeza—. ¿Por qué me cuentas esto, Adam?

Él apretó su mano.

—Porque tendrás dinero suficiente para hacer lo que quieras, para vivir como quieras. Y con quien quieras.

—Tú sabes que el dinero no tenía nada que ver —suspiró Lauryn—. Sólo quería saber quién era mi madre biológica y qué había pasado. En realidad… quería comprobar que yo no había sido una niña a la que ni siquiera su madre pudo amar.

Ese había sido su gran miedo. Pero al decirlo en voz alta por primera vez encontró comprensión en los ojos de Adam.

—Según el detective, ya han detenido a Saunders en California y lo juzgarán por extorsión… a menos que tú quieras retirar los cargos.

Confusa, Lauryn arrugó el ceño.

—¿Por qué iba a retirarlos?

—No sé… quizá aún te importe. Sé que presentaste la demanda para ayudarme, pero si quieres seguir con él…

—¿Seguir con Tommy? —lo interrumpió ella, atónita—. No siento nada por ese hombre. Es un delincuente y debe estar en la cárcel.

—¿Entonces por qué dudaste cuando te pedí que pusieras por escrito todo lo que supieras de él?

Lauryn recordó aquella mañana, cuando Adam estaba guardando sus cosas en una maleta.

—Porque me di cuenta en ese momento de que todo lo que me había dicho mi padre era verdad. Si me hubiese quedado con Tommy ahora estaría en la cárcel —al decirlo no pudo evitar un escalofrío—. Puede que fuese una niña querida por sus padres, pero durante cinco años hice todo lo posible por convertirme en una adolescente a la que nadie pudiese querer. Tuve mucha suerte de que mi padre y mi madre me quisieran lo suficiente como para seguir apoyándome.

—¿No vacilaste porque quisieras a Saunders?

Ella hizo una mueca de asco.

—¿Cómo voy a quererlo si te quiero a ti? Sé que hice mal guardando secretos y que quizá nunca puedas perdonarme. Y si eso es lo que quieres, te daré tu libertad. Pero me gustaría que nuestro matrimonio funcionase.

Adam cerró los ojos y respiró profundamente. Y cuando volvió a abrirlos, a Lauryn se le doblaron las rodillas al ver el amor que había en ellos.

—Si puedes perdonarme por portarme como un imbécil cuando tus ojos y mi corazón me decían que debía creerte, entonces quiero renegociar nuestro acuerdo.

Lauryn tragó saliva.

—¿Renegociarlo?

—Dos años no es suficiente. Bueno, cincuenta años no serían suficientes. Quiero una eternidad contigo. Ni un segundo menos —Adam se llevó su mano a los labios—. Y quiero que este anillo represente las promesas que nos hicimos en la playa. Te quiero, Lauryn Garrison. Y quiero pasar el resto de mi vida contigo demostrándote cuánto te necesito. Y, si te parece bien, podríamos llenar la casa de tu madre biológica con sus nietos.

Una felicidad inmensa llenó el corazón de Lauryn.

—De acuerdo… pero con una condición.

—Dime.

—No tienes que pagarme por ser tu mujer. Ese es un trabajo que quiero hacer completamente gratis.

Adam le hizo un guiño mientras tiraba de ella.

—Trato hecho, cielo. Y te aseguro que éste es un acuerdo que no vas a lamentar nunca.

 

 

Fin