Capítulo 15

Estaba desnuda en una vasta llanura de hielo. A su alrededor no había más que muerte. Nada se movía, excepto las múltiples voces perdidas en el viento. A lo lejos, frente a ella, crecía un poderoso árbol ofreciendo seguridad al abrigo de sus ramas. Debía alcanzar el refugio de aquel árbol. Sin embargo, cuanto más se esforzaba por correr, más profundamente quedaba atrapada por el hielo. El frío la tenía prisionera y no era más que un juguete del viento. Aun así, siguió luchando por llegar hasta el árbol mientras el viento se mofaba de ella.

No eres la mujer adecuada para él.

Eres el peor error de su vida.

No sois el uno para el otro.

Jessica se incorporó bruscamente sobre la cama cuando la primera luz del amanecer empezaba a teñir de color el cielo vacío.

- ¿Jessi? -La mano de Wolfe acarició su hombro-. ¿Tienes pesadillas sobre el pasado otra vez?

- No. Sobre el pasado, no.

- Túmbate y vuelve a taparte -dijo Wolfe con suavidad-. Hace frío.

- Sí, hace mucho frío -susurró ella.

Se recostó y se giró hacia Wolfe. Necesitaba su calor para acabar con el frío en el que la envolvían sus propios sueños.

- ¿Qué te ocurre? -preguntó, acariciando su pelo.

- Una pesadilla, eso es todo. Soñé que estaba sola.

- Ahora ya no estás sola. Yo estoy aquí.

Pero, ¿por cuánto tiempo?

Wolfe notó cómo los brazos de Jessica rodeaban su cuello y cómo se aplastaban sus pechos contra su torso desnudo. Él se había despertado de sus propios sueños ya excitado. El contacto de su cuerpo contra su piel hizo que su deseo fuera casi doloroso. Cuando Jessica se movió intentando acercarse aún más a él, rozó con su cadera la carne endurecida de Wolfe. Él sintió, más que oyó, cómo dejaba escapar un grito ahogado.

- No te asustes -dijo Wolfe-. He pasado muchas noches así, y no te he forzado. Nunca lo haré. Lo único que debo hacer para controlarme es recordar lo mucho que te aterroriza el deseo de un hombre.

- No es eso. Es sólo que… me has sorprendido.

Jessica tomó aire lentamente, intentando desterrar el sueño de su mente. Frotó su mejilla contra la reconfortante calidez de Wolfe, dejando que la traspasara a través del frío que habían dejado a su paso las voces del viento que repetían sin cesar las palabras de Wolfe, diciéndole lo poco que valía como mujer. Cuando notó que se alejaba de ella, emitió un sonido quebrado y se aferró a él con una fuerza que le sorprendió.

- No te alejes de mí -susurró con urgencia.

- Creía que te estaba asustando.

Ella negó con la cabeza. El movimiento provocó que rebeldes mechones de su pelo cayeran sobre el pecho de Wolfe.

- ¿Estás segura? -preguntó.

- Sí.

Despacio, con cuidado, Wolfe volvió a rodear a Jessica con sus brazos y la acercó a él. Ella se relajó a pesar de la dura prueba de su excitación. Durante unos pocos minutos, reinó el silencio, sólo roto por el viento que derrotaba a la tenue luz del amanecer.

- ¿Wolfe?

Él emitió un ruido sordo a modo de pregunta.

- Ver a Willow… -Jessica vaciló, sin saber cómo expresar con palabras lo que sentía-. El parto fue…

Wolfe besó a Jessica en la frente.

- Trajo de vuelta las pesadillas, ¿verdad? No te preocupes. Desaparecerán. Incluso en las mejores circunstancias, un parto es un proceso duro y a veces complicado. Con tus recuerdos del pasado, ha debido de ser aterrador.

- No es eso lo que quería decir. Sí, un parto puede ser duro y doloroso. Pero el resultado ha sido… maravilloso.

Wolfe sonrió al tiempo que recorría con sus labios la mejilla de Jessica.

- ¿Te he dicho lo valiente que eres, Jessi?

- Soy una maldita cobarde y nadie lo sabe mejor que tú.

El tono sombrío de la voz de Jessica le sorprendió, y levantó su rostro para poder mirarla a los ojos.

- Eso no es cierto -replicó Wolfe-. Has vivido cosas que habrían acabado con un adulto y, en aquella época, tú tan sólo eras una niña.

Sin decir nada, Jessica cerró los ojos y sacudió la cabeza.

- Jessi -susurró Wolfe, besando sus párpados-. Tenías todo el derecho a salir corriendo y a esconderte cuando tu padre violaba a tu madre, pero no lo hiciste. Acudiste al lado de tu madre y la ayudaste en todo lo que pudiste.

- Y fue muy poco.

- Fue mucho. No hay palabras para expresar lo aterrada que debías sentirte. Sin embargo, consolaste precisamente a la mujer en la que deberías haber encontrado consuelo.

- Jamás me ofreció una palabra que me reconfortara. Incluso creo que se volvió loca al final de su vida.

Wolfe cerró los ojos.

- Su muerte la liberó.

- Sí. Pero me quedé muy sola. Yo también esperaba morir cuando el cólera se la llevó. Me sentía tan enferma… Entonces, él vino en mi ayuda, me bañó, me dio de comer lo que pudo y me dio calor hasta que el cólera también lo reclamó.

- ¿Él?

- El conde. Mi padre. Los demás estaban muertos o moribundos. Intenté ayudarle, pero, finalmente, el viento también se lo llevó. Creo… creo que él se lo agradeció.

Wolfe emitió un gemido grave.

- Eras tan joven. No puedo soportar el pensar que estuviste tan sola y asustada.

- Me sentí así… -explicó Jessica-, hasta que llegaste tú. Intenté evitar que vieras lo cobarde que era, pero lo descubriste de todas formas.

- No digas eso -dijo, besando sus pestañas-. Si fueras cobarde habrías salido corriendo de la casa y permitido que Willow trajera al mundo a su hijo sola. Pero no lo hiciste. A pesar de tus horribles recuerdos, permaneciste junto a ella, guardaste tus miedos y no los expresaste en voz alta. Caleb me dijo que te mantuviste tan tranquila como lo habría estado cualquier médico.

- El miedo lo habría hecho todo más complicado para Willow. No podía hacerle eso. -Un sonido entre la risa y el llanto surgió de Jessica-. Tenías razón sobre ella, Wolfe. Es una mujer única y maravillosa. Vivir con ella el nacimiento de su hijo me hizo… tener menos miedo.

Sonriendo, Wolfe pasó el dorso de sus dedos por la mejilla de Jessica. Ella giró la cabeza hasta que pudo atrapar su dedo índice entre sus labios. El aliento entrecortado que emitió Wolfe mientras saboreaba su piel, le indicó que tenía toda su atención.

- Caleb también me enseñó una cosa -continuó Jessica.

- Mmm.

La suave calidez de la lengua de Jessica entre sus dedos hizo que Wolfe se olvidara de respirar.

- Ver a Caleb con su hijo -siguió ella-, hizo que me diera cuenta de que es más importante tener hijos que legar títulos y propiedades.

Wolfe apenas pudo captar el significado de sus palabras. Jessica estaba mordiéndole tan delicadamente como él había soñado, pero, en sus sueños, no había sentido la provocación del filo de sus dientes.

- Tú también me enseñaste algo -continuó Jessica.

- Otra vez -susurró Wolfe.

- ¿Qué?

- Muérdeme otra vez, pequeña elfa.

Sonriendo, arrastró sus dientes ligeramente por el sensible contorno de su dedo. Cuando llegó hasta la base, pasó la punta de la lengua entre sus dedos.

- Yo no te he enseñado eso -dijo con voz ronca.

- No, tú me has enseñado algo mucho más importante.

- ¿Sí?

- Sí -susurró ella-. Vi tu deseo por tener un hijo propio. Déjame darte ese hijo.

Él se quedó totalmente inmóvil.

- Ámame, Wolfe. Déjame amarte. Déjame que te dé al menos una parte de la belleza que tú me has dado a mí.

- Jessi -susurró, deteniendo sus palabras con una dulce presión de su pulgar-. No pasa nada. No tienes que pagarme de esa forma.

- Quiero hacerlo.

Wolfe sonrió con tristeza.

- Te has despertado aterrada por antiguos sueños.

- No eran antiguos. Era uno nuevo.

- ¿Lo recuerdas?

- Dios mío sí, con demasiada claridad. Te habías ido y yo estaba sola, y el viento se burlaba de mí por lo poco que valía como esposa, como mujer…

Los brazos de Wolfe se tensaron.

- Eso no es cierto.

- Entonces, ¿por qué no haces que nuestro matrimonio sea válido?

- Jessi… mi pequeña elfa…

Ella esperó, observándolo mientras la esperanza brillaba en sus ojos.

- Mi dulce niña -susurró Wolfe, besando a Jessica mientras hablaba-, no tiene nada que ver con tu valía. No hay ningún futuro para una aristócrata escocesa y un bastardo mestizo. Tú no estás hecha para la tierra salvaje del Oeste. Yo sí. Yo no estoy hecho para los elegantes salones de Londres. Tú sí. Necesitas un esposo más civilizado que yo. Y yo… -Su voz se quebró-. Algún día te darás cuenta de ello y pedirás la anulación.

Cuando Jessica abrió la boca para protestar, Wolfe impidió que lo hiciera besándola profundamente y consiguiendo arrancarle un gemido ahogado.

- Pero hasta ese día -susurró él cuando finalmente levantó la cabeza-, podemos disfrutar el uno del otro de formas que dejarán tu virginidad intacta para el lord al que aceptarás como tu esposo en todos los sentidos de la palabra.

- Nunca aceptaré a ningún otro hombre que no seas tú.

- Sí, lo harás -respondió Wolfe con voz suave-. Tienes demasiada pasión en tu interior. Ahora ya lo sabes. Y que Dios me ayude, porque también yo lo sé. Moriré recordando tu aroma, tu sabor, los sonidos que emites cuando ardes bajo mi boca.

Antes de que Jessica pudiera hablar, Wolfe volvió a besarla apasionadamente, seduciéndola con cálidos movimientos de su lengua. Cuando acarició sus pechos con las manos e hizo renacer las cimas aterciopeladas con los círculos que trazaban sus pulgares, surgió un gemido quebrado desde lo más profundo de la garganta de Jessica. A regañadientes, Wolfe levantó la cabeza temiendo haberla asustado con su pasión.

- ¿Miedo o placer? -preguntó con voz ronca.

- ¿Qué? -preguntó ella, aturdida por el calor que la invadía.

Las manos de Wolfe se movieron, y el calor se convirtió en un dulce fuego que la hizo arquearse hacia él. Apenas pudo pronunciar su nombre entre los pequeños gemidos que escapaban de sus labios.

- ¿Wolfe?

- Shhh… -susurró él. Sus dedos acariciaron las duras puntas de los pechos de Jessica, convirtiendo sus pezones en orgullosas y deseosas coronas-. Tu cuerpo me dice todo lo que necesito saber ahora.

Jessica quería dar tanto placer como recibía, pero sintió el cálido aliento de Wolfe sobre su pezón y supo que en un instante él se lo llevaría a la boca y ella estaría perdida.

- Espera -dijo ella jadeando-. Deseo…

Cuando intentó hablar, no pudo encontrar las palabras para lo que quería expresar.

- No pasa nada -murmuró Wolfe, rozando con sus labios la aterciopelada dureza de su pezón-. Sé lo que deseas. Yo también lo deseo.

- ¿De verdad?

El tono de asombro que se reflejaba en la voz de Jessica hizo que Wolfe se detuviera. Lentamente, de mala gana, apartó la cabeza de la sensual tentación de su pezón.

- ¿No lo sabías? -susurró-. Esto me gusta tanto como a ti.

- No tanto.

- Pareces muy segura -respondió Wolfe divertido.

Las mejillas de Jessica se sonrojaron violentamente, pero aun así, habló, porque la guiaba una necesidad mayor que el placer que la invadía.

- Si sigues acariciándome, me harás arder -dijo ella.

La promesa sensual en los ojos de Wolfe era tan oscura y cálida como su sonrisa.

- Eso espero, Jessi. Me encanta verte arder.

- Me gustaría darte el mismo placer que tú me das a mí.

Por un momento, Wolfe no dijo nada. No podía. Su corazón amenazaba con cerrar su garganta.

- ¿Quietes saber cómo hacerlo? -preguntó al fin.

- ¿Es posible? ¿Puedo darte placer?

- No sólo es posible, sino qué sería condenadamente fácil. Sólo la idea de tus manos… -Un temblor primitivo de respuesta invadió a Wolfe.

- ¿Mis manos? ¿Dónde, Wolfe? ¿Cómo? Enséñame.

La tentación era casi irresistible. Deseaba a Jessica con desesperación. No creía que fuera posible sentir sus manos sobre él sin perder el control. Sin embargo, no podía soportar la idea de asustarla en el mismo instante en que él sintiera el mayor placer.

- Mi respuesta podría… asustarte -respondió Wolfe-. No tienes que hacerlo, pequeña elfa. A pesar de nuestras quejas, ningún hombre ha muerto nunca por frustración sexual.

- ¿Te asustó o repugnó mi respuesta? -preguntó Jessica con curiosidad.

Su sonrisa era perezosa y se dibujó lentamente, sin embargo, sus ojos brillaron por los recuerdos.

- Nunca he visto nada más hermoso que tú alcanzando la cima del placer.

Jessica deslizó las manos por el pelo de Wolfe, haciendo descender su cabeza para darle la clase de beso que él le había enseñado a disfrutar y a desear. Él respondió buscándola con un deseo que la excitó tanto como lo habían hecho sus manos sobre sus pechos.

- Enséñame a darte placer -susurró.

Wolfe apartó sus manos de su pelo, besó sus palmas, cerró los dientes sobre el borde de su mano casi con violencia y dejó escapar el aliento entrecortadamente.

- Creo que sería mejor que fuéramos despacio. De esa forma, podrás parar cuando lo desees. -Wolfe la miró, inmovilizándola con su oscura mirada-. Hablo en serio, Jessi. La idea de asustarte o de repugnarte es insoportable para mí.

Las lágrimas ardieron en los ojos de Jessica cuando comprendió una vez más cuánto lo había herido al decirle que odiaba su contacto.

- Nunca, Wolfe. Nunca podrías hacerlo.

- Estoy seguro de que lo que provocas en mí puede llegar a conmocionarte -dijo secamente.

Ella le dirigió una sonrisa temblorosa.

- Wolfe, no puedo sentirme más conmocionada de lo que ya lo estoy. Tus caricias llegan hasta lo más profundo de mi ser.

Sus negras cejas se arquearon a modo de pregunta.

- Siempre que me tocas siento que me acaricias el alma -añadió ella.

Wolfe tomó aire con un violento gemido.

- ¿Es eso verdad, Jessi?

Ella extendió la mano para que él pudiera ver su ligero temblor.

- Esto no es por miedo o repugnancia. Esto es lo que ocurre cuando me tocas o cuando recuerdo cómo me has tocado.

Con ternura, Wolfe acercó la mano de Jessica a su boca, la besó y luego dejó que sus dedos resbalaran.

- ¿Por qué no empiezas tocándome en todos los lugares donde te gustaría que yo te acariciara? -sugirió Wolfe.

Jessica ladeó la cabeza mientras miraba a Wolfe. Aunque las mantas lo tapaban de cintura para abajo, su violento deseo por ella era más que evidente. Cuando volvió a mirar sus penetrantes ojos, le dedicó una sonrisa entre sensual y maliciosa.

- Eh… creo que hay un pequeño problema. -Jessica se sonrojó levemente y se aclaró la garganta liberándola de su repentina aspereza-. Bueno, no es pequeño. En realidad, es bastante… grande.

- ¿Cuál es?

La sonrisa perezosa y burlona de Wolfe hizo que Jessica se sintiera como si la estuviera acariciando. La sensación era deliciosa y un poco desconcertante al mismo tiempo.

- Para ser un hombre que tiene fama de tener vista de lince cuando apunta con un rifle -murmuró ella-, me temo que estás algo ciego en las distancias cortas.

- ¿Y eso? -preguntó él, contemplando el creciente tono rojo de sus mejillas.

- ¿Y tú dices que yo soy inocente? ¿Todavía no te has dado cuenta, Wolfe? Somos completamente diferentes, y eso hará que sea difícil seguir tu consejo sobre tocarte donde a mí me gustaría que me acariciaras.

- Los dos tenemos orejas -se limitó a señalar Wolfe.

- ¿Significa eso que por fin puedo morder las tuyas?

Antes de que Wolfe pudiera contestar, sintió la calidez del aliento de Jessica en su oreja, el calor de su lengua, el delicado contorno de sus clientes. Emitió un grave gemido de placer cuando su lengua jugó con él, enviando dulces escalofríos que atravesaron su espalda. Ella levantó la cabeza y observó el oscuro brillo de sus ojos a la luz del amanecer.

- Te ha gustado -afirmó Jessica.

Él sonrió con fiereza.

- Sí.

- Perfecto -murmuró, inclinándose hacia él de nuevo-. A mí también.

Jessica comprobó las diferencias entre la oreja y el lóbulo con su lengua, sus dedos, sus labios. Cuando consiguió arrancar otro grave gemido de Wolfe, lo besó con ternura por detrás de la oreja.

- Los dos tenemos cuello -susurró.

- ¿Qué?

- Cuello -repitió Jessica-. Los dos tenemos uno. Me gustó sentir tu boca sobre el mío. ¿Significa eso que a ti…?

- Sí -la interrumpió-. Por favor.

Sonriendo, ella se movió sin darse cuenta de que la parte delantera de su camisón se había abierto bajo los dedos de su esposo, revelando sus pechos. Estaba demasiado abstraída descubriendo la fuerte columna que formaba el cuello de Wolfe, y sintiendo la dureza y la resistencia debajo de la tersa piel. La vida palpitaba violentamente a través de sus venas.

- Tu cuello es mucho más fuerte que el mío.

- No seas suave conmigo -pidió Wolfe-. Muérdeme, pequeña elfa. Déjame sentir tus dientes y tu cálida lengua. No me harás daño.

Un instante después, sintió cómo los dientes de Jessica lo ponían a prueba. Su deseo por satisfacerle era tan excitante como la propia caricia en sí. Sabiendo que no podía arriesgarse a tocarla, Wolfe apartó el camisón de uno de sus pechos y lo contempló. Su dedo índice rodeó su cremosa piel en el punto en el que se unía al terciopelo rosado de su pezón.

Jessica se estremeció y sus dientes se cerraron con más violencia en los tensos músculos del cuello de su esposo. Un reguero de calor atravesó el cuerpo de Wolfe. Jessica deslizó sus uñas por su pecho en una exquisita caricia y notó que sus pezones se ponían tensos. Entonces vaciló, pero luego volvió a acariciarlos para examinar la dureza que había provocado.

- Sí, consigues que me ponga duro al punto del dolor -dijo Wolfe, sonriendo a pesar de los violentos estremecimientos de deseo que agarrotaban sus músculos.

Sus finos dedos recorrieron el torso de Wolfe y masajearon sus músculos, admirando su fuerza en silencio, disfrutando de los oscuros remolinos de vello, rodeando sin tocar sus sensibles pezones. Inclinó la cabeza y dejó que su pelo cayera desordenadamente sobre él. Justo antes de que los labios de Jessica lo rozaran, Wolfe vio la punta de su lengua. Con la delicada curiosidad de un gatito, ella saboreó sus pezones. Los dedos de Wolfe se hundieron en su pelo manteniéndola sujeta, y su lengua se deslizó sobre él de nuevo.

- ¿Recuerdas cómo te besé? -preguntó él casi bruscamente.

- Sí.

- ¿Te gustó?

Su risa fue tan sensual como el calor de su lengua.

- ¿Me estás diciendo que te gustaría que te besara así?

- Sólo si tú lo deseas.

La respuesta de Jessica llegó con un cambio de intensidad en su caricia. Sus labios se abrieron sobre él, provocándolo, dándole pequeños golpecitos en los pezones con su lengua, mordisqueándole con suavidad. La tensión de su cuerpo fue un premio y un reclamo al mismo tiempo. Cuando cubrió su pezón con la boca y succionó suavemente, pudo percibir con claridad el entrecortado sonido que salió de la garganta de Wolfe y el rápido golpear de su corazón.

Un escalofrío recorrió a Jessica al ser consciente de que una ráfaga de calor se extendía bajo la piel de su esposo, provocada por el placer que ella le daba. Nunca hubiera podido imaginar que sus caricias pudieran tener un efecto semejante en el poderoso cuerpo de Wolfe, que el tacto de sus dedos le gustaría y lo excitaría. Pero así era. Se descubrió deseando aprender todos los secretos de su cuerpo. Quería llenar sus sentidos con él hasta que no hubiera nada, excepto Wolfe, en su mundo.

Murmurando sonidos que no tenían ningún sentido, Jessica deslizó primero una mejilla y luego la otra sobre el torso de Wolfe, acariciándolo, saboreándolo, sintiendo su calor y su fuerza, perdiéndose en sus masculinas texturas, dándose cuenta, al fin, de que estaba llevando a cabo lo que ansiaba desde hacía mucho tiempo. Tanto, que no podía recordar cuándo había empezado a desearlo.

Ahora Wolfe yacía bajo sus manos, y ella estaba mareada por el poder que él transmitía.

Cuando la mano de Jessica se deslizó bajo la sábana para acariciar los tensos muslos de Wolfe, sus caderas se arquearon hambrientas. Recordando las oleadas de excitación que la recorrieron cuando la mano de su esposo se movió entre sus piernas, deslizó sus dedos bajo la sábana, deseando darle el mismo placer que ella había recibido. Sin embargo, cuando intentó acariciar con sus dedos la cara interna de sus muslos, Wolfe cogió con fuerza su muñeca, impidiéndoselo.

- ¿No deseas que te toque? -preguntó Jessica.

Wolfe no se creyó capaz de hablar. Se limitó a soltarla y a rogar por que su autocontrol fuera tan bueno como siempre había creído que era.

La masculina carne que Jessica encontró le era completamente desconocida. La caliente y tirante bolsa que había bajo su duro y grueso miembro, era tan sensible que la respiración de Wolfe se quebró cuando ella la acarició de forma experimental. Sobresaltada, intentó retroceder, pero la mano de él se cerró sobre la suya por encima de la sábana y mantuvo su palma apretada contra él mientras lenguas de fuego recorrían su cuerpo.

Entonces, Wolfe se dio cuenta de lo que había hecho y la soltó con rapidez.

- Perdóname -dijo entrecortadamente-. No pretendía forzarte a hacer algo que no desearas.

Con exquisita ternura, Jessica besó la tensa piel de la cintura de Wolfe que había justo por encima de la línea que perfilaba la sábana.

- Deseo acariciarte, pero no sé cómo. Y por lo que me enseñaste en el verano en que cumplí quince años, y por tu reacción ahora, sospecho que un hombre es muy vulnerable en ese lugar.

- ¿Qué? ¡Ah! -exclamó Wolfe al recordarlo-. Te refieres a aquel truco que te enseñé.

- Aquel truco me salvó del barón Gore.

- ¿Qué quieres decir?

- Él me empujó contra la pared con tal fuerza que no conseguía tomar aire para protestar, y mucho menos para gritar pidiendo ayuda. Si no hubiera usado la rodilla como me enseñaste, me habría violado en aquel pasillo como le ocurrió a mi madre.

- Jessi.

Wolfe se incorporó apoyándose en un codo para poder ver su rostro. Pero lo que vio fueron unos pechos color crema casi desnudos, el fulgor de su pelo y una dulce boca tan cerca de su dolorida carne que le hizo desear cosas imposibles. Sin pensar, acarició un largo mechón castaño rojizo que se extendía sobre su torso.

- Te tiembla la mano -susurró ella.

- Sí -dijo con voz ronca-. Nunca dejas de sorprenderme. Tienes pocas razones para confiar en los hombres y, sin embargo, eres más generosa con tu sensualidad que cualquier otra mujer que haya conocido.

- Sólo contigo. Tú nunca has sido como los otros hombres para mí. Tú eres mi querido lord Wolfe, el hombre que mantiene a raya los truenos en nombre de una pequeña elfa asustada.

Jessica lo besó suavemente donde la piel y la sábana se unían. El roce de las puntas de los dedos de Wolfe sobre sus labios hizo que Jessica se estremeciera al recordar.

- También tienes otro nombre -continuó ella.

- Lo sé. El vizconde salvaje.

- No. -Mordió la tirante piel del vientre de Wolfe como sensual castigo-. Nunca un salvaje. Para mí, tú siempre serás el hombre que me hizo arder de pasión.

Wolfe se preguntó desde la distancia cuántas veces más lo sorprendería, y luego, su pensamiento se perdió cuando ella bajó la sábana y besó el grueso y poderoso miembro que tanto había excitado.

El beso fue tan delicado como el roce del ala de una mariposa, y le hizo arder como nada lo había hecho en su vida… hasta que Jessica se recogió el pelo y lo dejó caer sobre él. Los mechones jugaron con su miembro, revelando y ocultando su excitación durante unos instantes interminables y abrasadores.

- Enséñame cómo debo acariciarte -musitó Jessica, alzando la cabeza y sustituyendo su pelo por sus manos-. Déjame descubrir qué es lo que más te gusta.

Wolfe apenas pudo susurrar su nombre mientras luchaba por controlar los primitivos impulsos que lo arrastraban hasta el borde del éxtasis. Respiró hondo varias veces intentando controlarse, sin darse cuenta de que Jessica lo observaba con ojos brillantes de pasión. Finalmente, dejó escapar un largo y trémulo suspiro.

- Me dejas sin aliento -dijo Wolfe.

- Entonces te daré el mío.

Jessica se irguió para poder besarlo y susurró su nombre en su boca mientras ambos compartían un beso que reflejaba su impaciente deseo. Con un susurro, la urgió a que acariciara de nuevo su ansioso cuerpo. Con un suave y ahogado gemido de anticipación, ella besó la comisura de sus labios, el pulso que latía con fuerza en su cuello, la musculatura de su pecho. Y durante todo ese tiempo, sus manos vacilaron justo por encima de su piel violentamente excitada, acariciándole sólo con el calor que irradiaban.

Finalmente, Wolfe pudo hablar de nuevo y la aspereza de su voz le hizo saber a Jessica lo excitado que estaba.

- Sé atrevida, pequeña elfa, acaríciame donde más lo deseo -susurró mientras cogía su mano y la colocaba sobre su carne erecta.

Bajo su guía, Jessica lo tocó y acarició con mucha suavidad, y pudo sentir el salvaje estremecimiento que lo recorría. Wolfe hizo que deslizara su mano a lo largo de su miembro una y otra vez, urgiéndola a examinarlo desde la base hasta la redondeada punta de satén.

- Ahí -indicó Wolfe roncamente-. Ése es el centro de mi placer.

Jessica emitió un extraño sonido, y exploró con sus dedos las diferentes texturas de su glande con curiosidad y sumo cuidado. Wolfe sintió el temblor de sus manos y sonrió maliciosamente.

- ¿Hay algo más que quieras saber? -preguntó.

- Sí -susurró ella.

- ¿Qué es?

- Quiero saber lo que se siente al ser poseída por ti.

- Eso no es posible. Pero esto… sí… Necesito tus manos, Jessi. Nunca he necesitado algo tanto.

Sus manos se movieron y el placer recorrió con fuerza a Wolfe. Ella besó la cara interna de su muslo, la tersa calidez de su abdomen, el misterioso hueco de su ombligo.

Con los ojos brillantes, entrecerrados, Wolfe observó cómo ella lo amaba de la única forma que él le permitiría hacerlo. El silencio lleno de murmullos de la habitación se expandió hasta que fue tan tenso como el instante antes de que un relámpago forme un arco entre el cielo y la tierra.

El patente placer que Jessica sentía al disfrutar del cuerpo de Wolfe y su total ausencia de miedo casi le hicieron perder el control. Le supuso un gran esfuerzo no ponerla de espaldas en la cama y devolverle sus caricias. Pero sabía que si la tocaba, no pararía hasta hundirse en su interior, hasta hacerla suya una y otra vez, hasta lograr que se estremeciera a su alrededor y estallara en llamas.

Los dedos de Wolfe se hundieron en el largo pelo de Jessica al sentir que su cálida boca acariciaba su piel. No podía seguir observándola. Sólo podía cerrar los ojos y luchar contra el violento deseo que amenazaba con dominarlo. Había soñado con hacerla suya de mil maneras diferentes, pero nunca había imaginado que ella lo tomara con su boca. Nunca había estado tan excitado ni sentido tanto su poder como hombre.

Cuando la lengua de Jessica rozó su roma excitación, emitió un sonido propio de un hombre atormentado. Ella giró la cabeza hacia él rápidamente, provocando que su pelo se extendiera por sus muslos como si se tratara de un fuego sedoso; ligero como un suspiro y caliente como una llama. Un visible estremecimiento lo invadió.

- ¿Wolfe? ¿Te he hecho daño?

Él sonrió, a pesar de que las garras del deseo atormentaban su cuerpo.

- ¿Alguna vez te he hecho sufrir?

Ella asintió, y el movimiento de su cabeza hizo que una llamarada de fuego recorriera la rigidez de su miembro. Apenas pudo reprimir un gemido.

- Mi dulce Jessi, sólo duele cuando paras.

- Pero, ¿cómo debo acariciarte ahora? Somos tan diferentes.

- Nunca le he pedido esto a una mujer. -Wolfe miró a Jessica con unos ojos que eran ardientes gemas de color azul oscuro-. Y tampoco se lo pediría a una inocente elfa.

- Quiero dejar de ser inocente. Tengo mucha… curiosidad.

- Y yo creo que nunca he estado tan excitado. Me pregunto cuánto más podré soportar. -Wolfe respiró profundamente y dejó salir el aire a ráfagas-. Lo descubriremos juntos.

- Esto no puede ser nuevo para ti.

Él le dirigió una atribulada sonrisa.

- Pues lo es.

- Tus duquesas…

- Olvídate de las duquesas -espetó Wolfe con dureza-. No eran mías, ni yo suyo. Yo sólo fui un trofeo para ellas. Nunca les importé realmente. Ninguna me dio el placer que tú me das.

- ¿Yo? -susurró Jessica-. ¿Acariciándote donde eres duro y sensible al mismo tiempo?

Wolfe sonrió y pasó su pulgar por sus labios; la única forma en que se permitiría a sí mismo tocarla.

- Sí, ahí, y también antes, cuando bajaste por mi cuerpo, cuando parecía que quisieras bañarte en mí.

- Y lo quería. -Jessica pegó su mejilla a la dura carne masculina que evidenciaba claramente el deseo de Wolfe-. Me gustaría…

- ¿Volver a probar mi sabor?

- Sí. -Ella giró la cabeza y lo acarició con la otra mejilla.

- Si continúas haciendo eso -dijo con voz espesa-, tus palabras se harán realidad.

Jessica hizo una pausa. Cuando entendió lo que él quería decir, le dirigió una sonrisa que parecía estar llena de secretos.

- Eso sería lo justo.

- No.

- Sí. -Movió la cabeza de nuevo, pero esta vez fue su boca la que lo acarició en lugar de su mejilla-. ¿Acaso no te bañaste tú en mí?

Wolfe gimió algo en lengua cheyenne al tiempo que su cuerpo se tensaba y arqueaba.

- Estás muy duro, mi querido Wolfe.

El ronco sonido que emitió no era una palabra muy adecuada para los oídos de una dama, pero no importó.

- Estás ardiendo -susurró ella, comprobando su temperatura con la punta de la lengua.

- Eres una provocadora -dijo con voz profunda.

- ¿Lo soy? Tu sangre fluye con fuerza. Puedo notarlo. -En respuesta, el corazón de Jessica empezó a golpear salvajemente contra su pecho-. Late con más fuerza aquí que en tu cuello.

Wolfe no contestó. No podía. Nunca hubiera podido imaginar lo violentamente excitante que sería verse a través de los ojos de Jessica, sentir sus manos, oír sus palabras.

Entonces, la dulce, curiosa e implacable calidez de la boca de Jessica avanzó hasta encontrarlo. Con un sonido de placer y sorpresa que fue un murmullo, lo rodeó, lo tanteó con su lengua, jugó con las diferentes texturas de su piel. Los dedos de Wolfe se aferraron a las mantas mientras una oleada de indescriptible placer estallaba atravesándolo. Intentó controlar los salvajes impulsos de su liberación, pero a pesar de que intentó resistirse, supo que pronto perdería la batalla.

Wolfe apenas tuvo fuerzas suficientes para apartar a Jessica de su cuerpo, agarrarla con fuerza y saquear su boca. Cuando sus lenguas se fundieron se saboreó a sí mismo, y gimió como si estuviera desgarrándose.

Sentir cómo se estremecía el duro y grueso miembro de su esposo bajo sus dedos, asombró a Jessica. Sintió cómo se derramaba en su mano el sedoso calor del placer de Wolfe y supo que estaba tocando el mismísimo inicio de la vida. No retrocedió, deseando con todo su ser que su vida la llenara.

- No quería asustarte así -dijo él cuando pudo tomar aire de nuevo-. Pero cuando me tomaste con tu boca, perdí totalmente el control.

- No me has asustado.

- Por supuesto que sí. He perdido el control y me he derramado en ti.

- Sí -susurró Jessica-. Eso ha sido lo mejor de todo. Me gusta tu sabor, es una misteriosa y sedosa mezcla de sal y lágrimas.

Sus palabras lo derrotaron, al igual que lo hacía el amanecer sobre la noche, transformándolo y renovándolo en un único y mágico instante.

- Vas a hacer que enloquezca, pequeña elfa -respondió Wolfe con voz ronca, mientras se giraba para atraparla entre su cuerpo y la cama-. Pero primero, seré yo quien te vuelva loca a ti.

Jessica no entendió sus palabras hasta que sintió la boca de Wolfe sobre su pecho y que su mano se deslizaba por su cuerpo en busca del secreto lugar que guardaba el centro de su placer. Ella ya estaba preparada, deseosa, hambrienta, excitada por haberlo satisfecho. El primer roce de sus dedos hizo que emitiera un susurro ahogado. El segundo la hizo gritar. El tercero logró que se humedecieran los dedos de Wolfe. El cuarto la hizo explotar de pasión.