4. ¿Qué más sabes?

 

Valentine

– Lo lamento, princesa, es una urgencia…

Nils acaba de estacionar su tanque, haciendo rechinar los neumáticos, justo frente a una pequeña casa de fachada blanca y de ventanas de madera con pintura vieja. Nunca había metido los pies en este barrio y no sé qué estamos haciendo aquí. Lo único que entendí, en el camino, es que mi guardia tiene ganas de matar a alguien. Su blanco es Samuel Torres, su hermano, alias « el que pronto no tendrá ni un solo diente ». Al parecer su hermano tenía que ocuparse del misterioso « paquete » pero prefirió dormir fuera de casa dos noches seguidas.

– Maldito irresponsable… –gruñe el vikingo–.

– Ya lo dijiste. ¿Insulto siguiente? –sonrío mientras miro la calle desierta–.

– Lamento haberte traído aquí–murmura Nils–.

Abre la puerta del auto y toma todas sus cosas (teléfonos, audífonos, documentos aquí y allá y otros objetos no identificables). Mete todo en sus bolsillos mientras yo lo observo silenciosamente. Desde nuestro último « derrape descontrolado », incluyendo cierta corbata unos días antes, no ha cambiado de comportamiento. Sin embargo, Nils que se disculpa dos veces seguidas, está anormal. Hasta me preocupa. Sale del auto, dando una vuelta rápida y diciendo:

– No me tardo. Sube la ventanilla y ponle los seguros a las puertas.

– ¡A tus órdenes!

Sin preguntarle su opinión, salto también de la hummer y azoto la puerta detrás de mí. El coloso me mira, como si estuviera dudando entre dos opciones: regresarme inmediatamente al auto (por fuerza) o volver al volante para aplastarme con el auto y terminar conmigo de una vez por todas. Creo que está muy enojado.

– No tengo ningunas ganas de jugar, Valentine–me regaña– No deberías estar aquí. Debí haberte llevado a Santa Mónica a esta hora.

– No tengo doce años y medio, no hay toque de queda, no tengo planes para esta noche y no veo ningún francotirador que me esté amenazando. Y tengo muchas ganas de descubrir ese « paquete ».

Después de decir esto, avanzo y atravieso el pequeño portón blanco, cruzándome en su camino. Troto hacia la puerta de la entrada cuando, de pronto, su enorme mano me toma de la cintura y me detiene por completo. Intento escapar pero Nils me toma más fuerte y clava su mirada gris en mis ojos.

– Te quedarás cerca de mí–me ordena con su voz grave–.

– ¿Si no, qué?

– Si no, podrías desangrarte.

– ¡¿Qué?!

– Nunca dije que el « paquete » fuera civilizado… –balbucea mientras gira la llave dentro de la cerradura–.

Cada vez estoy más curiosa (y un poco confundida), entro en la casa y descubro una gran pieza de entrada completamente vacía. Después hay una sala con muebles extraños que huelen raro. Nils me hace una seña para que lo siga mientras abre las ventanas para dejar entrar el aire a la planta baja.

– ¡Willy! –grita hacia el piso de arriba– ¿Dónde te escondes, amigo?

– ¡El marsupial! –grito al entender al fin– ¿Él es el « paquete »?

– Qué inteligente…–murmura el gigante–. Seguramente volvió a quedarse dormido en la bañera. Subiré. Quédate aquí.

En este momento, sería inútil insistir para acompañarlo.

– Ah, oye, ¿Valentine? –dice volteando–.

– ¿Sí?

– Recuerda lo que te dije la primera vez. Cuando lo veas háblale gentilmente. Muy amablemente…

No sé si está hablando en serio o no. Prefiero contestar con un « no » pero es imposible confirmarlo pues Nils ya está subiendo las escaleras de tres en tres.

– ¿Es broma? ¿Nils? ¡Nils!

No hay respuesta.

Me recargo en la pared de la sala y examino la pieza mientras Nils va a buscar a su animal salvaje. Y sin domesticar. Como él. De pronto, me da risa imaginar a Nils Eriksen acariciando a un hámster o a un perro chihuahua.

Ni lo pienses, Valentine.

Como quiera… Un chihuahua con un bonito abrigo…

Retomo mi inspección de la zona. Hay un sofá de piel raída, un sillón (que no combina) con una tela que casi es una malla, una mesa de centro metálica y abollada, una vieja consola de madera sin barniz donde está una pantalla plana. Esto es todo lo que amuebla la casa. Parece como si todo esto lo hubiera sacado de un cobertizo o de una fábrica en quiebra. Al menos todo está limpio y ordenado. Mis ojos recorren rápidamente las paredes más o menos blancas, el entarimado del piso mal puesto y el gran ventanal que lleva al jardín trasero. En el piso de arriba, escucho que abren y cierran puertas y la voz de Nils que parece impacientarse.

Es en este momento cuando me doy cuenta de que no soy la única en esta pieza y de que dos ojos exorbitantes me miran con desconfianza. Me está mirando desde su escondite, detrás del sofá. Doy un salto y doy un grito estridente cubriéndome la boca. El marsupial (que seguramente pesa la mitad de lo que yo peso) sale de su escondite mostrándome los dientes y dando gruñidos de descontento.

– ¡Nils! –digo (no muy fuerte para intentar no asustar a la bestia). Nils, ¿me escuchas? Creo que lo encontré…

– No te le acerques–me ordena con calma el vikingo que ya está en las escaleras– Quédate de espaldas a la pared y no lo mires directamente a los ojos.

– ¡Está… está avanzando! –lloriqueo mientras el gran oso hambriento se me acerca–.

– ¡Willy, amigo, soy yo! –le recuerda Nils– ¿Así es como me recibes?

El monstruo peludo deja de contemplarme como a una presa y pone su enorme trasero en medio de la pieza. Respiro al fin mientras el vikingo intenta domarlo. Se inclina y lo acaricia, pero el animal analiza a su amo con una mirada de desprecio. Al parecer no le gustó mucho que lo abandonara.

– Lo siento, amigo, pero al que tienes que comerte es a Sam, no a ella…

Después de algunas caricias, la bestia está recostada sobre el lomo, con las cuatro patas al aire, ronroneando con las caricias de su amo.

– Es feroz… y luego dócil. Eso me recuerda a alguien– digo sonriendo insolentemente–.

Nils se muerde las mejillas por dentro para evitar sonreír. Luego va a abrir el gran ventanal. La bestia corre hacia el exterior y descubro un jardín destruido, con arbustos tirados, el césped arrancado y un banco de madera medio mordisqueado. Su amo abre el saco de frutas que trajo y echa la fruta por todos lados.

– Se aburre un poco de estar aquí… –me explica–.

– Tendrás que encontrarle una novia– digo inocentemente–.

– O no– refunfuña Nils mientras va a buscarlo–

Por diez minutos, Nils intenta hacer correr a su marsupial que no tiene ganas de hacerlo. Lo que le gusta a él es descansar mientras come fruta y algunos hebras de césped que aún sobreviven. Me río a carcajadas cuando el coloso se recuesta en el piso y su « amiguito » se avienta alegremente sobre él. Willy se me acerca varias veces, todavía desconfiando, antes de esfumarse como loco. Luego termina aceptando el cuarto de manzana que le ofrezco y yo exteriorizo mi alegría diciendo expresiones tiernas y bobas. Y él a cambio vuelve a gruñirme, poco amigable.

Le tomo una foto cuando su pequeña lengua pasa sobre su enorme nariz y no me resisto al placer de enternecer a Aïna a lo lejos. Subo la foto en un mensaje y se lo envío, precisando:

[Pista: Soy la mascota de cierto neandertal. ¿Quién soy y de dónde vengo? ¿De Australia, del país de los Ositos Cariñositos o de Marte?]

Mi teléfono vibra al minuto siguiente.

[¿De quién hablas? ¿De la enorme cosa peluda (¡que me dan ganas de acariciar!) o de tu apuesto hombre tatuado?]

[No es MÍ hombre tatuado…]

[Seee, claro… Es de alguien más…]

[Tú ganas. Ya no más marsupiales. (¡En la próxima foto te iba a sonreír!)]

[¡Perdón! ¡Retiro lo dicho! ¡Quiero ver!]

Le envío rápidamente la foto de la pequeña bestia (que no sonríe realmente pero que tiene un pedazo de manzana atorado en los dientes y eso hace que uno de sus labios se doble) y observo a Nils que regresa de su travesía en el fondo del jardín. Sonríe y está ligeramente despeinado. Se ve mucho más relajado después de haber pasado quince minutos de locura con su marsupial regordete.

– Ya se sació. Comió muchísimo. Ya podemos irnos.

– ¿Vamos a dejarlo solo? –me preocupo–.

– Sam acaba de jurarme que regresará mañana para ocuparse de él– suspira el rubio– ¿Por qué? ¿Quieres tener un nuevo compañero de piso?

– Si es necesario…

– Willy no necesita vivir en un castillo de princesas. Es un animal solitario que duerme veinticuatro horas al día. Éste es su hogar. Aquí se siente bien. ¡Así que ya vámonos!

Cuando salimos de la pequeña casa de Sycamore Avenue, el marsupial ya está profundamente dormido sobre el sillón, sobre el lomo, con el vientre enorme a punto de explotar.

– ¡Narcolepsia, es eso! –río mientras sigo a Nils hasta su hummer–.

– Ten cuidado con lo que dices de él– me sonríe mi guardia, amenazándome falsamente–. Si te metes con Willy, te metes conmigo…

– Qué lindo– digo irónicamente– Papá oso saca las garras…

– Súbete, ponte el cinturón y cierra la boca– me dice el salvaje–.

– OK, sólo esta vez– concluyo, satisfecha–.

¡Siempre quiere tener la última palabra, siempre!

***

 

Ya no sé cómo reaccionar. En verdad no lo sé.

No es nada fácil entender lo que trama la mente de Nils Eriksen. Desde nuestro primer encuentro en Madagascar, sólo me he acostado tres veces con el vikingo. Sólo tres. Es un número razonable. Lo que no lo es tanto es todo lo demás. He fantaseado un millón de veces cuando vuelvo a pensar en sus besos fogosos y en sus movimientos de cadera. He soñado con él casi cada tercer día y he soportado su mal humor y sus modales de cromañón el resto del tiempo… Luego me acostumbré a él, hasta he pensado que algunos de sus defectos son encantadores.

¡Peligro!

Es indescriptible. Su omnipresencia (que él intenta hacer discreta), su eterna respiración en mi espalda o, más extraño, sus manos sobre mi piel. Sólo intento dejar de preguntarme a dónde nos va a llevar todo eso. Con él no hay promesas, no hay futuro, sólo una gran cantidad de escalofríos que no logro olvidar. Milo intentó hacer lo mismo. Muchas veces le di muchas oportunidades mientras pensaba que no daba realmente la talla. Su hermosa manera de hablar, sus buenos modales y su gran futuro ya no me interesan. Ya no puedo fingir ni acostarme con él. Incluso besarlo se volvió complicado. Ahora sólo mi bodyguard logra provocar fiebre en mi cuerpo.

Nils es fogoso, libre e impredecible. Tenemos eso en común. Nuestros encuentros cuerpo a cuerpo siempre son muy intensos. Fuera de eso, nunca nos besamos. Vivimos bajo el mismo techo sin estar juntos realmente. Cohabitamos respetando el espacio del otro. A veces una palabra, una mirada o un movimiento me traicionan. Mi deseo hacia él y mi curiosidad resurgen hasta que logro calmarme. Lo mismo le pasa a él. Una caricia en la nuca, una mano en mi espalda baja, una sonrisa involuntaria, pequeños detalles, movimientos tiernos y espontáneos que no sé cómo interpretar.

O que me niego a interpretar…

Mi guardia se queja del tráfico a esta hora del día. Yo le ofrezco una manzana para calmarlo.

– ¿Crees que soy un maldito marsupial? –balbucea rechazando la manzana–.

– No, era solo para que te callaras…–murmuro antes de morder la fruta–.

Me quita la manzana amarilla y la muerde también, reduciéndola a la mitad. Me siento tentada a morderle el brazo para vengarme pero mi iPhone vibra en el bolsillo de mi pantalón ajustado negro. Lo tomo y descubro un mensaje no leído:

[No me digas que me olvidaste una vez más…]

– ¡Rayos! –grito– ¡Mierda, mierda, mierda!

– ¡Qué? –dice G.I. JOE, frenando precipitadamente–.

– ¡Milo! Tenía que cenar con él dentro de… cuatro minutos.

– Cancélalo–dice Nils levantando los hombros–.

Su mirada está fija, tranquila y mirando el camino, pero sus manos se tensan ligeramente en el volante.

– No puedo. Le hice lo mismo la última vez– digo recordando– ¡Qué tonta soy!

– Quizá es una señal– murmura–.

– ¿Qué?

– Nada.

– Bueno, Llegaremos treinta minutos tarde. ¡Olvida Santa Mónica! Vamos al Summer de Beverly Hills. ¡Acelera!

***

 

Milo ya está sentado a la mesa, sobre un asiento azul del salón privado cuando llego con él… cuarenta y nueve minutos tarde. El dandy, vestido con su traje a rayas y una mecha de lado, no está contento con mi percepción de la puntualidad ni con el noruego que me acompaña y que se coloca discretamente del otro lado de la pequeña pieza.

– ¿No pudiste dejar a tu perro guardián afuera? –me dice cuando me saluda de beso–.

– ¡Milo!

– Como buen perro guardián, tengo una audición perfecta, señor De Clare– dice Nils con una voz glacial– Y no pienso moverme ni un milímetro–.

– ¿También tengo la obligación de darle de comer? –contesta el dandy, con amargura–.

– No, ya me comí a diez hombres como tú hoy– dice el rubio gigante, sonriendo–.

– ¿Y si intentamos comportarnos como adultos? –propongo riendo, completamente incómoda–.

– Para eso hay que estar dotado de un coeficiente intelectual superior a doce…– se burla Milo–.

– Y un par de testículos– declara Nils–.

– ¡Por favor! Esperen cinco minutos antes de empezar el concurso de machos. Me gustaría ordenar antes dos tempuras…– suspiro mientras me siento–.

Pasa una hora y no ha habido ningún drama (ni algún concurso extraño). Milo pidió que pusieran música jazz en nuestro pequeño salón para que mi bodyguard no escuche nuestra conversación. Nils me vigila mientras controla las actividades de SAFE, golpeteando sobre su tableta y sus teléfonos.

– Ven a vivir conmigo por algunos días, Valentine– insiste Milo– Puedo protegerte y este tipo podría regresar al país de donde vino… Lejos. Muy lejos.

– Ese tipo me salvó la vida dos veces y Darren lo contrato. Yo no fui. No tengo nada que decir al respecto.

– Qué novedad– ríe el dandy–.

– ¿Perdón?

– Si en verdad quisieras deshacerte de él, podrías, y lo sabes.

– ¿Te refieres a matarlo? Ya lo había pensado…–bromeo–.

– No. Sólo despedirlo. Pero al parecer no puedes estar sin él.

– ¿Qué estás insinuando? –me impaciento–.

– Nada.

El moreno guapo me lanza una mirada difícil de interpretar. Luego, levanta su copa de champán hacia mí para invitarme a brindar.

– Vamos, olvidemos todo. Dejemos de hablar de él… Mejor hablemos de nosotros.

– ¿Nosotros?

– Aún tengo esperanza, Valentine. Sigo esperándote…

– Y yo sé que tienes muchas pretendientes– sonrío, sabiendo perfectamente a dónde quiere llegar– Milo, yo no te he prometido nada.

– Lo sé, pero soy un hombre que persevera. Y soy determinado– me sonríe–.

Si hubiera jugado con sus sentimientos, en este momento me sentiría culpable, pero ese no es el caso. Siempre fui completamente honesta con todos mis ex novios. Incluso a veces fui un poco fría. Me encariño y olvido a las personas rápidamente cuando me parece adecuado. No estoy buscando el gran amor ni al marido perfecto. Milo siempre lo supo. Salimos varias veces juntos. Nos acostamos. Y nada más. ¿Acaso espera que pase algo más y que yo me enamore? Sí, claro. ¿Qué probabilidades hay de que pase eso? Cero. Hace algunos meses, pude haber dicho que lo quería, incluso pude haber pensado en algo más a futuro, pero ya se me pasó. Lo que me impide pensar en Milo De Clare es otro hombre.

– El futuro no va más allá del mañana, para mí–le repito gentilmente–.

– Entonces es eso. ¿Significa que no me acompañarás a la Black Gala dentro de veinticuatro horas?

– Lo olvidé…– digo confundida–.

– Perfecto.

– ¡Ahí estaré! ¿A qué hora es?

Doy una mordida al tempura mientras escucho distraída las explicaciones del « hombre ideal » (para usar una expresión de mi querido Darren, que quizá tiene más esperanza en esta relación que el mismo Milo). Volteo la mirada hacia la derecha, ahí donde Nils está sentado, con las piernas abiertas, los codos sobre las piernas, respondiendo a las llamadas de sus muchachos. Intento olvidar todas las ideas locas e inolvidables que pasan por mi cabeza.

El vikingo… está comiéndome, a mí…

***

 

Me abanico con la tarjeta de invitación en la mano, esperando que mi maquillaje no se esté derritiendo. El aire acondicionado funciona dentro del auto pero acabo de sentarme aquí y no he logrado aún bajar la temperatura.

– Hace mucho calor para un primero de marzo, Miss Cox– me sonríe Ted, levantando su gorra– ¡Casi estamos a treinta grados!

Su cabello está completamente pegado a su cráneo debido al sudor. Asiento con la cabeza y suspiro de tranquilidad al sentir que el aire acondicionado está funcionando. Mi guardia nos alcanza en el auto y Ted puede arrancar.

– Voy a dejarte respirar un poco, esta noche– me previene Nils después de darle la dirección al chofer–. Habrá tantas celebridades en el lugar que la seguridad será extrema.

– ¿Estás siendo amable conmigo?

– No. Sólo soy bueno en lo que hago.

– Y además sencillo…– sonrío mientras jalo mi vestido negro–.

– Ya contacté al organizador– agrega como para ignorar mi último comentario–.

Nils pasa la mayor parte del trayecto escribiendo en el teclado de sus dos teléfonos y cuando levanta la cabeza, lo hace para mirarme con desconfianza:

– ¿Hay algún problema?

– Ninguno– respondo sonriendo–.

– ¿Por qué me miras así?

– Porque traes puesto un traje negro.

– Es una noche de gala. ¿Qué tiene?

– Pues… Te ves… Mmmm… Te ves… Bien…–digo sonrojándome estúpidamente–.

– Gracias– responde reprimiendo una sonrisa (pero no lo logra) –.

Volteo mis mejillas enrojecidas hacia la ventanilla y me insulto internamente «¡¿Te ves… Mmmm… Te ves… Bien»?! Idiota. Era suficiente si decías « Dentro de cuatro horas voy a pasarla bien. Con tu traje negro. O más bien sin él. » En cambio le hice un gran cumplido y él a mí no. Qué grosero.

– ¿No tienes otra cosa que responder? –pregunto de pronto mientras cruzo mis piernas desnudas–.

– Tu vestido es muy corto– dice sin quitar la mirada de su teléfono–.

– ¡¿Perdón?!

– Tu – vestido – es – muy – corto–repite con su voz de ultratumba–.

– ¿Y eso te incumbe?

– Tu seguridad es mi prioridad. Habría preferido que no llamaras tanto la atención, esta noche. Con ese vestido será imposible.

– Voy a dejarlo así y pensaré que ese fue un cumplido escondido entre tus palabras…– lo molesto–.

Se hace un silencio. El auto pasa sobre un tope. Nils ajusta su corbata.

– Es difícil que una chica se vea más guapa que tú, Valentine– murmura de pronto, mirando frente a él, como para evitar mi mirada–.

Pero no puede evitar que yo vea su mirada traviesa.

OK… Respira… ¡Dijimos que respiraras!

¡Necesito un extintor!

***

 

Milo está esperando impaciente, deambulando por la alfombra roja para recibirme a la salida del auto… al igual que Aïna que, desesperada, da pequeños saltos cerca de él. Cuando veo a la traidora abalanzarse sobre mí con su vestido de noche, me volteo hacia Nils y me doy cuenta de la trampa que me tenía preparada:

– Felicidades, señor soplón– sonrío al apuesto vikingo antes de besar a mi mejor amiga–.

Aïna casi me asfixia al abrazarme frente a los flashes de los fotógrafos.

– ¡Quería sorprenderte! –ríe Aïna–. ¡Gracias sexyguard!

– Tengo nombre – suspira el coloso al marcharse de la red carpet–.

– Y yo tengo una cita con la mujer más bella de la noche –exclama Milo, tomándome de la cadera de una forma ultra posesiva–.

Aïna entiende el mensaje y retrocede algunos pasos. Milo dirige su más bella sonrisa y su mirada más perfecta a los fotógrafos. Me está abrazando tan fuerte que casi no me deja respirar. Intento hacérselo saber discretamente pero me ignora.

– ¡Con cuidado, De Clare! –gruñe Nils que está a cinco metros de distancia–.

– ¿Acaso no va a cerrar el hocico el perro guardián? –murmura mi caballero, tomando más fuerte a su presa–.

– Suéltame, Milo, me lastimas.

– Espera algunas fotos más.

– ¡Suéltame si quieres conservar tu virilidad intacta! –respondo en voz baja, por fin librándome de él–.

Tomo la mano de AÏna y hago señas a Nils para decirle que ya es tiempo de que entremos en la gran sala tapizada de negro. Él no pone ninguna objeción. Este cambio en el programa parece convenirle. Nils asiente con la cabeza y luego camina algunos metros delante de mí, sin poder evitar observar a cada persona que me dispongo a pasar.

Sin embargo, lo último que falta en este lugar son más guardias. Milo me alcanza en el pasillo e intenta disculparse. Yo le digo que se aleje y también que esta noche tendrá que olvidarse de mí.

– ¡Eres mi pareja! – se opone Milo–.

– ¡Qué vas a hacerle, ella ya encontró algo mejor! –sonríe Aïna hablando de ella misma– ¡Alguien que no va a romperle las costillas!

– ¡Tengo algo que decirte! Es importante – insiste, ignorando a mi amiga–.

– Milo, debes de parar de ser tan posesivo – digo tranquilamente– Eso sólo me provoca ganas de huir…

Contrariado, el moreno guapo renuncia y da media vuelta. Nils se aleja también para darme un poco más de libertad, después de echar un último vistazo para asegurarse de que todo está bajo control. Acepto una copa de champán. Aïna empieza la noche bebiendo Vodka y luego comenzamos nuestro descubrimiento de todas esas personas guapas e importantes que se vistieron de negro para venir a ayudar a los más desfavorecidos. Deslizo un gran cheque con el nombre del grupo Cox por la ranura del cobre cerrado. Luego, me pongo a jugar a esconderme de Milo y de Darren, haciendo como que hablo con un tal Tim (un presentador de televisión de un canal que está teniendo éxito), luego con una tal Heather (que creo haber visto antes en una vieja serie de televisión). Aïna está hablando de ecología por todos lados (sobre todo con las personas a las que no les importa el tema) y dirige miradas coquetas al barman musculoso.

El ambiente es agradable en la gran sala alumbrada por inmensos candelabros brillantes. Una música suave envuelve las decenas de voces que se entrecruzan y los choques de las copas de champán Grand Cru que se vacían. Sigo sorprendida por la elegancia de este tipo de veladas de caridad. Se supone que quieren recaudar fondos en vez de gastarlos.

Busco constantemente a Nils con la mirada y siempre lo encuentro hablando seriamente con personas asombrosas. Parece que muchas celebridades lo conocen y lo aprecian. Personas de la crema y nata. Algunos son políticos y millonarios, como Charles d’Orléans, alias Charlie, por ejemplo, un diplomático de sangre real de una belleza extraña y angelical que yo había visto en compañía de mi padre. Los dos hombres parecen ser muy cercanos, pues se saludan calurosamente.

Los dejaré adivinar quién de los dos es más fuerte cuando se tocan…

Aunque… Depende con quién…

– Ven. ¡Vamos a ver a tu hombre! –decreta Aïna después de que el barman ocupado la ignoró–.

– No tengo ganas de hablar con Milo– declaro antes de vaciar mi copa–.

– ¡Estoy hablando de Nils, chica mala!

– Tampoco con él– río mientras siento que el alcohol empieza a subir a mi cabeza–.

El vikingo escoge este instante para interrumpirnos mientras me mira de manera extraña.

– Quizá tendrías que consumir algo, Valentine…

– ¡Ya lo hice! –contesto sonriendo y levantando mi copa–.

– Me refiero a algo que se coma– dice suspirando y haciendo una seña al mesero–.

La charola de los bocadillos llega a las manos de mi guardia, luego a las mías y no tengo otra opción más que alimentarme con blinis de caviar. Nils sonríe mientras me mira masticar.

– Actuaste muy bien con De Clare…–me murmura– Aunque, personalmente, yo sí le habría quitado la posibilidad de tener hijos algún día–.

– ¡Más caviar!

Me sobresalto y reconozco al famoso Charlie, a algunos metros de distancia, que llega con nosotros, mirando con antojo nuestros blinis.

– Adelante– le sonrío acercándole la charola– Mi nombre es…

– ¡Valentine Cox! Conozco a su padre…

– Valentine Laine-Cox– preciso riendo cuando besa mi mano–.

– No sabía que Nils tenía amistades tan… hermosas– continúa el aristócrata de la sonrisa contagiosa, mientras me mira por completo y luego a Aïna–.

– El placer es nuestro– bromea mi amiga, improvisando una reverencia que parece más bien un tropezón–.

– ¿No tienes un trono que reconquistar, Charlie? – balbucea Nils, mirando al cielo–.

– ¡Eriksen! –resuena otra voz masculina–. ¿Qué estás haciendo aquí?

Volteo de nuevo y descubro a Roman Parker. Conozco su reputación. Si recuerdo bien, es quien hizo al « joven y misterioso millonario, súper guapo que tiene un pasado muy obscuro ». En otras palabras: « es la perfección en persona ». Al menos es lo que dicen los títulos de las revistas, no yo.

En verdad tengo que dejar de leer las revistas de espectáculos en el dentista…

Mientras Aïna y Charlie se van en busca de la enésima copa de champán, Roman empuja afectuosamente al vikingo con un golpe de hombro y luego los dos hombres se estrechan fuerte y virilmente las manos.

– Valentine, te presento a Roman Parker. Él forma parte de los organizadores de esta velada. Roman, ella es la princesa que está en mis manos…

– Valentine Laine-Cox– digo estrechando la mano del millonario–. Lamento lo que dice mi guardia. No está acostumbrado a convivir con las personas. Aún le faltan algunas horas de formación en relaciones personales…

– ¿Algunas horas? ¡Qué generosa es usted! –bromea Parker–.

– Voy a buscar algo para relajarme–gruñe Nils, alejándose–.

Sigo su gran cuerpo con la mirada y luego veo a lo lejos a Aïna que sigue acompañada de Charlie d’Orléans, satisfecho por el caviar y ahora se ve enamorado de mi mejor amiga. A pesar de mi gran curiosidad, mi mirada se concentra de nuevo en Nils. ¿Hay alguien más…?

– No es fácil tratar con él pero es el hombre más leal que conozco – me confía Roman siguiendo él también con la mirada al coloso–.

– Aparentemente, tiene amigos que le tienen mucho afecto. Esa es una buena señal – digo mientras lo observo y aprendo poco a poco a conocerlo…–

Nos miramos por un rato, el multimillonario y yo, y sonreímos.

– Me sorprende que tenga tiempo para cuidar de usted y para ocuparse de todo lo demás– añade–.

– SAFE le demanda mucho tiempo, pero creo que sabe arréglaselas.

– Sí, es un apasionado del trabajo. También trabaja de noche, en nuestro negocio de curaciones de urgencia. Nos está yendo muy bien… ¡La demanda no para!

– Nils Eriksen, ¿un hombre de negocios? – murmuro, como para persuadirme de eso.

– Nuestro amigo está lleno de sorpresas, Miss Cox. Y en mi opinión, usted aún no ha terminado de sorprenderse...

Me muero por hacer un millón de preguntas, pero una pelirroja muy bonita nos aborda y repentinamente besa a Parker.

– Amy, mi encantadora mujer que marca su territorio – ríe Roman, al presentármela (y de paso tocándole las nalgas) –.

– Encantada – digo estrechándole la mano– Yo soy...

– Mi pequeña protegida – interviene Nils, lleno de ironía, antes de besar a Amy en la mejilla–.

– Ahhh… La famosa – sonríe la pelirroja–.

– ¿La famosa qué?

– Eso rima con « osa »– sonríe el vikingo (al que muero de ganas de abofetear) –.

Los tres amigos conversan por algunos minutos sin que yo logre sacarme algunos pensamientos de la cabeza. Si Nils se gana la vida con tanta facilidad, ¿por qué se empeña en ser mi guardia? ¿Por qué poner en riesgo sus otras actividades, mucho mejor remuneradas (y sin ninguna duda más interesantes)? ¿Por qué obligarse a vivir bajo el mismo techo que yo, privándose de su propio mundo?

Trato de poner mi cerebro en off pero es imposible. Da vueltas, divaga, hecha humo. Dos minutos más tarde, estoy casi convencida de que Nils está enamorado de mí pero que una enfermedad mortal impide que me lo confiese. Estoy exagerando. Estoy diciendo cosas del tipo: « eso no pasa más que en las películas ». Este delirio solo me dura treinta segundos.

Lo miro, con ese traje negro y con su increíble sonrisa dibujada en los labios.

Si sigo así, voy a encenderme…

¡El misterio de Nils deberá esperar un poco más. Ahora, debo encontrar a Aïna y beber un gran vaso de agua!

Me voy de mi contemplación y termino por dejar al grupo, disculpándome educadamente para ir en búsqueda de Aïna. Cerca de la orquesta, encuentro a Charlie.

– ¿No ha visto a mi amiga? ¿Sabe dónde…

– Desafortunadamente se me escapó de las manos – suspira el joven hombre– Creo que conoció a algunos empresarios suizos. Estaban interesados en la explotación moderada del palo de rosa, o algo así. Los escuché hablar de perseguir traficantes…

– Ya veo, gracias. ¡No es fácil ganar frente al palo de rosa! – sonrío buscándola con la mirada–.

Al fin la encuentro después de cinco minutos de búsqueda, en medio de un círculo de una decena de hombres y mujeres que beben sin hablar. Puedo adivinar que está contando nuestro secuestro, diciendo los detalles más terribles… Así es Aïna: o se adora o se detesta.

– ¿Valentine?

Una mano familiar se posa sobre mi hombro. Volteo a ver y descubro a Milo frente a mí, con una sonrisa maliciosa en los labios.

– Otro día hablaremos, Milo–.

– No es lo que tú crees – insiste colocando su vaso vació sobre una charola que pasa– ¡Otro, on the rocks!

– Milo…

–¡Escúchame ! Contraté a un detective privado…

– ¿Un detective? ¿Y qué más? ¿Vas a decirme que instalaste cámaras de seguridad en mi casa? Comienzas a asustarme...

– ¡No es por ti, sino por tu Nilsen!

– Eriksen – digo suspirando– ¿Y qué más?

– Tienes que despedirlo, Valentine. Lo más pronto posible… ¡Es lo que he estado tratando de decirte desde hace rato! Este tipo es peligroso.

El dandy afloja su corbata fina color negro y me mira sonriendo. Parece estar un poco tomado y muy orgulloso de sí mismo. Quizá demasiado.

– No tengo toda la noche, Milo…

– Te dije que yo te protegería.

– ¡¿Qué es lo que averiguaste?!

– Al parecer a tu gorila le gustan mucho las mujeres ricas. No eres la primera presa en su vida…

Aprieto los puños. ¡¿Acaso en todo este tiempo Nils me ha estado utilizando?!

– ¿Estás seguro de lo que dices?

– Mi detective es un profesional, Valentine. Si te lo digo ahora es porque tengo las pruebas.

Tengo unas ganas furiosas de llorar. Debí haberme dado cuenta de que no era para mí. Sólo pensé en mis rescates brutales, en que mi mamá lo adora y en el golpe en la cara de Pascal… ¿Cómo pude imaginar que un hombre como él no estuviera interesado en mi fortuna?

– Sólo que la última vez las cosas terminaron mal– continúa Milo– Muy mal.

– ¿De qué hablas? –digo temblando–.

El mesero regresa con una copa para Milo. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Miro a mi interlocutor mientras moja los labios en el líquido color ámbar. Mi cabeza intenta ordenar la información que acabo de recibir. Los ruidos a mi alrededor desaparecen y la multitud se borra.

–¿Algún problema?

Tiemblo cuando reconozco la voz ronca del vikingo. Y, de inmediato, siento el calor de su mano sobre mi nuca.

– ¡Largo de aquí, sicópata! –contesta el dandy, interponiéndose entre nosotros, para protegerme–.

Sin impresionarse ni un poco, Nils ríe al ver a Milo inflar el pecho.

– De Clare, deja de beber y ve a tu casa.

– ¡Ella tiene que saber la verdad!

– ¿Cuál verdad? –pregunto al fin con una voz débil–.

Roman Parker se acerca también, probablemente alertado por nuestros gritos ahogados.

– Las herederas son tu especialidad, ¿no, Eriksen?

– No sabes de lo que hablas…– gruñe Nils con un aire amenazador– Vuelve a casa a jugar con tus bonitos autos.

Sus palabras son afiladas como cuchillos. Ya lo había visto enojado, pero nunca como ahora. Estudio su cara, su mirada, su lenguaje corporal y hay algo que me perturba. Mis ojos se posan sobre Roman Parker y de inmediato siento su molestia.

– Qué extraño que la última esté muerta… – continúa mi ex–. Fue asesinada. Es una oscura historia de dinero, ¿no es así?

– ¿Qué? –me estremezco–.

Inhalo y exhalo e intento no entrar en pánico. Milo es un hombre honesto, jamás me ha mentido hasta ahora, pero… Nils, ¿un asesino?

–¿Qué le sucedió a esa mujer? –preguntó de pronto a mi guardia, temblorosa–.

– La cabaña se incendió –me responde Nils sin mostrar ninguna emoción–.

– ¿Y? –insisto–.

– Y tú no tienes por qué saber el resto de la historia… – responde fríamente–.

El vikingo lanza una última mirada furiosa a Milo y luego decide que es hora de desaparecer. Seguido de Roman, se da la vuelta y se dirige a la salida.

– ¡Valentine, abre los ojos, por dios! ¡Ni siquiera intenta negarlo! ¡Le abriste la puerta a este tipo y le estás confiando toda tu vida, sin saber nada de él!

Mis ojos siguen a Nils mientras se aleja. Tan intenso y carismático. Ahí va el hombre en quién confiaba ciegamente. Ahora mismo, ya no lo sé. Ya no estoy segura de nada.

Continuará...
¡No se pierda el siguiente volumen!