Capítulo 31
Los tres brujos del consejo entraron en el local donde Rebeca estaba teniendo su cita. La cara de pocos amigos de Ian fue evidente y a Fer tampoco le hizo demasiada gracia que llegasen en ese preciso instante.
—Qué oportunos —dijo al tiempo que se levantaba, le dio la mano a los dos hombres y un beso en la cara a Lidia.
—Sentaos con nosotros —les ofreció Rebeca ganándose una mirada de ceño fruncido de su acompañante.
—Será mejor no molestar —soltó Ian.
—Venga, hombre, hay confianza —le dijo su compañero.
Ian miró a la bruja pelirroja y la sexualidad que desprendía le tenía perturbado, mucho más que otras veces, tuvo que reconocer. Verla hacer manitas con un hombre le cabreó sobremanera, no podía quedarse a su lado.
—Yo me voy.
—¿Acaso te doy miedo? —le retó Rebeca.
Hacía tiempo que no le daba motivos para atacarle pero esta noche estaba siendo de lo más grosero al rechazar su invitación.
—No ha nacido pelirroja que me dé miedo —replicó Ian.
—Pues parece que sales huyendo.
—Es solo que no me gusta estar donde mi presencia no es bienvenida.
—Te das demasiada importancia.
—¡Chicos, parad ya! —se interpuso Lidia para que dejaran de discutir. Hacía tiempo que no peleaban y hoy las chispas habían saltado.
Rebeca miró a Fer, tenía cara de pocos amigos y no pudo evitar sonreír. Para ella había sido un alivio que los brujos del consejo aparecieran porque al tenerle tan cerca fue consciente de que no deseaba para nada que la besara y con sentimientos así era imposible que el hermano de Hugo fuese su consorte.
Ian apretó los labios y salió del local sin pronunciar ni una palabra más, David le siguió mientras que Lidia decidió quedarse con Rebeca.
—¿Puedo hablar contigo a solas?
—Disculpa Fer —dijo Rebeca yendo junto a Lidia. Las dos se alejaron unos metros—. ¿Qué ocurre?
—¿Qué es lo que pasa contigo? —espetó.
—No sé a qué te refieres.
—¿Por qué tratas así a Ian? ¿Sabías que se peleó con su padre para estar aquí?
—Yo…
—Hace varios años que su padre es el Brujo Supremo y tiene planes muy ambiciosos para Ian.
—¿Qué?¿Por qué no nos lo dijo?
—A pesar de lo que puedas creer es bastante humilde.
—Es tu amigo y entiendo que lo defiendas pero él tampoco se ha portado bien conmigo. —No iba a dejar que nadie le echara la culpa a ella sola—. Desde que salvó a mi tío empecé a verle de forma diferente pero hoy volvió a arremeter contra mí.
—Esto que te voy a contar espero que no salga de aquí. Solo quiero que le entiendas un poco.
—Lo he intentado, créeme.
—Por venir a ayudaros tal vez no pueda volver al Consejo.
—¿De veras? ¿Y entonces por qué lo hizo? —Lidia le estaba describiendo a un Ian que todavía no conocía y quería saber más.
—No lo sé. Cuando se habló en el Consejo de vuestro problema, se acordó mandar algunos brujos a ayudaros y él se ofreció de inmediato. Aquello desató la ira de su padre que piensa que esta misión es muy poca cosa para él, pero por mucho que dijo no logró quitarle la idea de la cabeza.
—Gracias por contarme todo esto, pero sigo sin entenderle.
—David y yo quisimos apoyarle y nos unimos a él sin pedirle explicaciones.
—Está bien, ¿qué quieres que haga?
—Que no le hagas más difícil su estancia aquí.
—Lo intentaré, pero habla con él para que también colabore y deje de meterse conmigo.
Lidia asintió con la cabeza y depositó su mirada en el acompañante de Rebeca.
—¿Qué haces con él?
—Bueno yo… —Se sonrojó.
—¡Fernando es tu consorte! —gritó.
—No grites, te va a oír.
—Dime, ¿lo es?
—No.
—Entonces estás de ligue. Te recuerdo que la fecha para realizar el hechizo se acerca y debes estar buscando a…
—Lo sé —la cortó ella—, no hace falta que me lo recuerdes. Llevo meses bajo presión.
—Ah, querías un polvo para relajarte.
—¡No! Mis primas piensan que ya he conocido a mi consorte, que anda por aquí y bueno, pensaron que podría ser Fer. Por ese motivo salí con él pero ya está descartado.
—¿Tú también crees que has conocido a tu consorte?
—La verdad es que no lo sé pero no perdía nada probando.
Lidia le puso cara de comprenderla, gracias a Dios ella no estaba en la situación de buscar a su pareja para toda la vida en un periodo tan corto de tiempo. Por ese lado entendía que estuviese tan irritable.
—Voy con Ian.
—Vale, gracias por haberme contado todo eso, me ayudará a tenerle un poco de paciencia, al menos.
Tras despedirse de la joven bruja, Rebeca volvió con su acompañante.
—Lo mucho siento, Fer. ¿Me llevas a casa?
—¿Ya acabó nuestra cita?
—Solo quería comprobar una cosa, espero que me perdones.
—¿Puedo saber el qué?
—Mejor no.
****
La noche era oscura, las nubes tapaban la luna y esporádicos relámpagos iluminaban el cielo. El aire tormentoso agitaba su cabello y un nudo en su estómago le indicaba que algo malo iba a pasar.
Miró a su derecha y vio a Diego y a Fer, estaban atónitos mirando al frente, desvió su mirada para ver qué les mantenía en ese estado. Las tres brujas iban embutidas en sus capas negras y las capuchas cubriendo sus cabezas. Tenían las manos alzadas al viento, estaban a punto de invocar el hechizo definitivo, el que mantendría a Lennox aprisionado.
De pronto, un haz de luz llegaba por la espalda de las chicas, antes de poder alertarlas un hombre se interpuso y trató de detener el ataque. En ese instante se desató el caos.
—¡Joder! —gritó Hugo al despertar.
Hacía tiempo que no tenía ninguna visión y esta había sido muy clara y perturbadora.
—Cariño, ¿estás bien? —preguntó Bea incorporándose en la cama. Acarició el pecho de su esposo y trató de calmarlo.
—Sí, ha sido una visión.
Mientras le contaba a su mujer todo lo que había visto, se fue levantando de la cama y vistiéndose.
—Habrá que llamar a las chicas. ¿Sabes quién era el hombre que se interpuso?
—Creo que era uno de los brujos del consejo pero no estoy seguro de quién.
«Está cerca.»
Hugo se giró rápidamente hacia donde había oído la voz susurrante de un espíritu. Junto a la puerta descubrió a una mujer alta, joven y de cabellos rojos.
«Está aquí.»
—¿Quién? ¿Se trata de los oscuros otra vez?
—Ya está mi madre o mi tía por ahí.
—Creo que es la madre de Rebeca porque se le parece mucho.
—¡Tía Isabel!
«Sí, soy yo.»
—Entonces, ¿se trata de Lennox?
«Debes decírselo.»
—Qué tengo que decirle y a quién.
«Que está cerca, muy cerca.»
Dicha esta última frase desapareció.
—¿Qué está diciendo mi tía?
—Que le diga a alguien que alguien está cerca. No entiendo por qué los fantasmas no pueden hablar más claro.
—Posiblemente se lo tengas que decir a Rebeca, ten en cuenta que nuestras madres han aparecido anteriormente para darnos recados.
—Qué mujer más deductiva tengo.
—¿Lo has dicho con sarcasmo?
—No, quizá… un poco.
—Entonces, dime tú qué piensas.
—Que los oscuros están cerca y preparan algún ataque en contra de Rebeca.—Una sonora risotada fue la respuesta de Bea—. Ya que eres tan lista, ¿quién crees que está cerca?
—Pues quién va a ser, su consorte. Es pura lógica, no tiene que ver con la inteligencia.
—Me estás llamando tonto.
—No, ya te dije que no tiene que ver con ser listo, a ti solo te falta un poco de intuición.
Bea dio varios pasos hacia Hugo y se colgó de su cuello para darle un profundo beso con lengua que lo dejó atontado. Ella sonrió y siguió con sus cosas.