35
—LA única posibilidad es emplear los viejos cazas Mitsubishi F-900, señor.
El general examinó los informes, no muy convencido.
—Son prehistóricos comparados con ese engendro demoníaco, Grisha.
—Sí, señor, pero al menos no llevan ordenadores inteligentes. Los pilotos son humanos, y no se integran con la máquina. Tenemos doce operativos.
—Ay… —suspiró ruidosamente—. En fin, que los artillen lo mejor posible, incluso con misiles aire-aire de cabeza nuclear.
—Sí, señor —el teniente Smirnov se dispuso a marchar, pero fue retenido por su superior:
—Espera, Grisha. ¿No ha vuelto a dar señales de vida el Consejo Supremo Corporativo?
—Nada nuevo, señor. El C.S.C. no intervendrá, salvo en caso de catástrofe enorme. Hay muchos problemas en Sol y Rígel con las manifestaciones del pH en contra de androides y robots. No interesa que los Humanistas se enteren de que tenemos una máquina asesina suelta.
—¿No enviarán ayuda?
—Ni un cohete, señor. Temen que algún espía se entere y vaya con el cuento donde no deba. Las órdenes son ocultar el asunto, que todo siga como si nada y que eliminemos a Cobra-6.
—Si se deja… —Bubrov dirigió su mirada hacia el infinito—. Grisha, ya nos veo a ambos como infantes de choque, invadiendo una nave generacional rebelde, con francotiradores en cada pasillo… —su voz degeneró en un susurro.
«Que ojalá te volaran la cabeza de un tiro por haberme metido en esto, viejo», pensó Smirnov. Saludó militarmente y se marchó.